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77 Perlas de Sabiduría Sanadora para el Alma Herida
77 Perlas de Sabiduría Sanadora para el Alma Herida
77 Perlas de Sabiduría Sanadora para el Alma Herida
Libro electrónico548 páginas8 horas

77 Perlas de Sabiduría Sanadora para el Alma Herida

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A cada uno de nosotros la vida le obsequia con lecciones en ocasiones muy amargas que nos hieren en lo más profundo del alma. Muchas veces no tenemos a quién recurrir en busca de sabio consejo o de apoyo y nos vemos obligados a resolver solos unas cuestiones de las que depende nuestro futuro, sin saber si estamos actuando de forma correcta.

Este libro será un amigo verdadero y fiel que siempre os entenderá y siempre encontrará las palabras apropiadas para apoyaros en los momentos difíciles y ofreceros alegría cada vez que lo abráis. Está formado por una serie de historias breves sobre la vida de diferentes personas capaces de encontrar una salida sabia a toda situación. Sus ejemplos os ayudarán a sentir y a encontrar el camino para resolver los propios problemas, contemplando el mundo desde otro punto de vista.

Transformándoos por dentro, Setenta y siete perlas resplandecientes en las cuentas del Tiempo despertará en vosotros una fuerza profunda e ignota que os ayudará a ser mejores, a hacer el bien y a aportar luz, alegría y amor a este mundo en ocasiones tan cruel.

La autora del libro, Zinovya Dushkova, doctoranda en Filosofía, conoce de primera mano lo dolorosos que pueden ser los golpes del destino y la importancia de mantener el amor y la compasión por las personas para curar las propias heridas mortales. Su experiencia le sirvió de inspiración para escribir este libro como ayuda a toda alma herida y prender así en su interior el fuego de la fe, la esperanza y el amor.

 

«Este libro ayuda a plantearse e intentar responder a las preguntas: ¿quién soy?, ¿cómo vivo? ¿Para qué obro así? ¿Qué quiero de la vida?, ¿y de mí mismo o de otras personas? ¿Hacia dónde avanzar? ¿Qué aprender? Las respuestas ayudarán a conformar una relación moral más consciente con la propia vida en correlación con la vida de las demás personas» (R. A. Paróshina, doctoranda en Pedagogía)

 

«Cada sección del libro es un ejemplo de cómo transformar lo negativo en positivo. En esto consiste su enorme función psicoterapéutica. Esta obra es capaz de ofrecer ayuda no solo a las personas que estén en una situación estresante, sino que también se convertirá en un buen ayudante en el proceso de formación y desarrollo de la personalidad de cada ser humano que aspire a perfeccionarse» (L. B. Tuleubáieva y S. A. Kósareva, Asociación de Mujeres de Negocios)

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ene 2023
ISBN9798215719107
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    77 Perlas de Sabiduría Sanadora para el Alma Herida - Zinovya Dushkova

    77 Perlas - oblozhka-ES

    77 perlas de sabiduría sanadora para el alma herida

    Las lecciones de la vida para abrir el corazón

    e inflamar el alma con fe, esperanza y amor

    ––––––––

    Zinovya Dushkova

    Traducido del ruso por Marta Sánchez-Nieves Fernández, Arturo

    Peral Santamaría e Irene Sierra Mérida

    ––––––––

    77 Perlas - oblozhka-ES

    Copyright © 2022 por Zinovya Dushkova

    Título original: 77 Жемчужин, сияющих на чётках Времени

    Traducción: Marta Sánchez-Nieves Fernández, Arturo Peral Santamaría e Irene Sierra Mérida

    ––––––––

    A cada uno de nosotros la vida le obsequia con lecciones en ocasiones muy amargas que nos hieren en lo más profundo del alma. Muchas veces no tenemos a quién recurrir en busca de sabio consejo o de apoyo y nos vemos obligados a resolver solos unas cuestiones de las que depende nuestro futuro, sin saber si estamos actuando de forma correcta.

    Este libro será un amigo verdadero y fiel que siempre os entenderá y siempre encontrará las palabras apropiadas para apoyaros en los momentos difíciles y ofreceros alegría cada vez que lo abráis. Está formado por una serie de historias breves sobre la vida de diferentes personas capaces de encontrar una salida sabia a toda situación. Sus ejemplos os ayudarán a sentir y a encontrar el camino para resolver los propios problemas, contemplando el mundo desde otro punto de vista.

    Transformándoos por dentro, Setenta y siete perlas resplandecientes en las cuentas del Tiempo despertará en vosotros una fuerza profunda e ignota que os ayudará a ser mejores, a hacer el bien y a aportar luz, alegría y amor a este mundo en ocasiones tan cruel.

    La autora del libro, Zinovya Dushkova, doctoranda en Filosofía, conoce de primera mano lo dolorosos que pueden ser los golpes del destino y la importancia de mantener el amor y la compasión por las personas para curar las propias heridas mortales. Su experiencia le sirvió de inspiración para escribir este libro como ayuda a toda alma herida y prender así en su interior el fuego de la fe, la esperanza y el amor.

    «Este libro ayuda a plantearse e intentar responder a las preguntas: ¿quién soy?, ¿cómo vivo? ¿Para qué obro así? ¿Qué quiero de la vida?, ¿y de mí mismo o de otras personas? ¿Hacia dónde avanzar? ¿Qué aprender? Las respuestas ayudarán a conformar una relación moral más consciente con la propia vida en correlación con la vida de las demás personas» (R. A. Paróshina, doctoranda en Pedagogía)

    «Cada sección del libro es un ejemplo de cómo transformar lo negativo en positivo. En esto consiste su enorme función psicoterapéutica. Esta obra es capaz de ofrecer ayuda no solo a las personas que estén en una situación estresante, sino que también se convertirá en un buen ayudante en el proceso de formación y desarrollo de la personalidad de cada ser humano que aspire a perfeccionarse» (L. B. Tuleubáieva y S. A. Kósareva, Asociación de Mujeres de Negocios)

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma o por ningún medio, incluyendo fotocopias, grabaciones u otros métodos electrónicos o mecánicos, sin el permiso previo por escrito de la autora, excepto en el caso de breves citas incorporadas en reseñas críticas y algunos otros usos no comerciales permitidos por la ley de derechos de autor.

    Publicado en 2022 por Zinovya Dushkova

    www.dushkova.com

    ÍNDICE

    ––––––––

    PRÓLOGO EN LUGAR DE EPÍLOGO

    PARTE I

    La lección del AMOR

    La lección de la PACIENCIA

    La lección de la COMPASIÓN

    La lección de la MISERICORDIA

    La lección de la GRATITUD

    La lección de la INMORTALIDAD

    La lección del CONOCIMIENTO

    La lección de la SABIDURÍA

    La lección del CORAJE

    La lección del BIEN

    La lección de la AUDACIA

    La lección de la LEALTAD

    La lección de la VICTORIA

    La lección de la LIBERTAD

    La lección de la ESPERANZA

    La lección de la FE

    La lección de la VOLUNTAD

    La lección de la PUREZA

    La lección de la LUMBRE

    La lección de la ALEGRÍA

    La lección del AMANECER

    La lección de la MÚSICA

    La lección de del MAESTRO

    La lección de la MUERTE

    La lección del ÁNIMO

    La lección del BRILLO

    La lección del CREPÚSCULO

    La lección de las PÉRDIDAS

    La lección del MATRIMONIO

    La lección del RECONOCIMIENTO

    La lección de la INSPIRACIÓN

    La lección del ASCENSO

    La lección del CALOR

    La lección del FERVOR

    La lección de la HERMANDAD

    La lección de la PURIFICACIÓN

    La lección de la AMISTAD

    La lección del ECLIPSE

    La lección de las ESTRELLAS

    La lección del SOL

    ––––––––

    PARTE II

    El motivo del AMOR

    El motivo del ALMA

    El motivo del CORAZÓN

    El motivo de la BELLEZA

    El motivo del MUNDO

    El motivo de los COLORES

    El motivo del PLANETA

    El motivo del DÍA

    El motivo de la ILUMINACIÓN

    El motivo de las BARRERAS

    El motivo de la ALEGRÍA

    El motivo del MILAGRO

    El motivo del SUFRIMIENTO

    El motivo de los HECHOS

    El motivo de las BÚSQUEDAS

    El motivo de los ELEMENTOS

    El motivo de las ILUSIONES

    El motivo de la INSPIRACIÓN

    El motivo de los GRANDES

    El motivo del TRABAJO

    El motivo de la RENOVACIÓN

    El motivo de los ENCUENTROS

    El motivo de la PERCEPCIÓN

    El motivo de las REVELACIONES

    El motivo de la LUMINOSIDAD

    El motivo de las PLEGARIAS

    El motivo del REPOSO

    El motivo de las REFLEXIONES

    El motivo de la BENDICIÓN

    El motivo de la CREATIVIDAD

    PARTE III

    La lumbre del AMOR

    La lumbre de las ESFERAS

    La lumbre de la VOLUNTAD

    La lumbre de la OMNISCENCIA

    La lumbre del CREADOR

    La lumbre de los PLANETAS

    La lumbre del SILENCIO

    EPÍLOGO EN LUGAR DE PRÓLOGO

    Sobre la AUTORA

    Sobre los TRADUCTORES

    ––––––––

    Prólogo en lugar de epílogo

    ¿Necesita este trabajo de una aclaración? Todo lo dicho a continuación puede que genere más preguntas que respuestas satisfactorias. Las respuestas a las preguntas deberá encontrarlas uno mismo, pues en ellas se encierra el germen de la Verdad, germen que se encuentra dentro de cada uno de nosotros. ¡Es una invitación a la reflexión! Aquí no hay formas o tramas acabadas o concluidas, sino que se plantean numerosos problemas que apuntan a todo aquello que concierne a las aristas polifacéticas de la vida. El consejo es sencillo: ¡reflexione! La reflexión le descubrirá lo que haya quedado sin expresar, que se encuentra más allá de las fronteras de las líneas aquí formuladas. En sus manos tienen la llave con la que será libre de abrir la puerta a un mundo de sentimientos y emociones humanas, para continuar subiendo por los peldaños hasta otro mundo oculto tras la mampara de la cotidianidad, de la vida... Esta llave encaja en muchas puertas tras las que se oculta lo desconocido; gírela una vez, después otra, una tercera... Con cada giro encontrará un nuevo alimento para la reflexión... Y no sea severo, no juzgue a quien solo haya intentado entreabrir el mundo del alma humana y expresar lo que posiblemente sienta cada ser humano de la Tierra.

    ¡LA PAZ ESTÉ CON VOSOTROS!

    PARTE I

    1. LA LECCIÓN DEL AMOR

    ¡Cuánto dolor ha caído en el mundo! Prácticamente a todos y cada uno nos ha rozado la desgracia, la aflicción por la pérdida y el dolor de la separación de nuestros seres queridos, ya sea nuestra pareja, nuestra madre o nuestro padre, un hermano, un hijo o una criatura completamente inocente, un niño de pecho. Se nos rompe el alma por el dolor de las pérdidas prematuras de aquellos a quienes hemos amado.

    Un mar ilimitado de luces en la gran ciudad... Pero el ser humano está solo y le parece que el vasto mundo lo ha abandonado... Aunque ¿acaso antes lo había recibido? Un sentimiento de soledad indescriptible le inmoviliza el corazón y este, como un pajarillo impotente, se golpea contra una jaula de la que no encuentra la salida. El dolor y la aflicción inundan su alma, y surge una sensación extraña de soledad en medio de miles de personas y del mar de luces. ¿Quién te necesita aquí? ¿Existe de veras en el mundo esa alma que comprenda a otra? Que no condene, que no hiera con palabras bruscas, que no espete como respuesta: «¡Tú tienes la culpa!», sino que mire con ternura, con ojos llenos de compasión y que comparta de todo corazón la pesada carga del alma. No es fácil vivir en este mundo. ¡Ay, nada fácil! Pero ¿es posible que exista ese amigo, invisible y paciente, inaudible y silencioso y, al mismo tiempo, hablador? ¡Lo es! La mirada se detiene en los estantes de libros, recorre despacio las hileras de libros de diferentes colores. Y entonces el ser humano elige el que su alma pide.

    La Bhagavad-gītā la elegirá, lógicamente, aquel ante quien se presente la imperceptible y fulgurante imagen del radiante Krishna. Y, así, encontrará consuelo en las bellas líneas de este monumento religioso-filosófico del pensamiento de la antigua India. Y oirá con el corazón la voz tranquila y silente que le ofrece calma y la clara palabra del amor.

    Habrá quien, lógicamente, tome la Biblia y encuentre aquí lo que andaba buscando: una palabra de amor, de consuelo y de compasión. Y comprenderá que tiempo atrás vivió este gran hombre que trajo al mundo su amor ilimitado, que sintió el «don» de la ingratitud y el odio humano, pero que conservó el hermosísimo sentimiento de bondad como respuesta a la maldad humana. Es posible que experimentara un sentimiento profundo y casi universal, mientras era acosado hasta el Calvario por el mundo insensible y despiadado.

    Puede que la mirada de alguien se detenga en un libro que deja al descubierto las causas de nuestros sufrimientos. Y entre sus líneas oye la voz de Buda que suena desde la noche de los tiempos con la misma ternura y pureza. Como un padre amoroso enseña a un hijo que no acaba de comprender las cosas, así él, este gigante en verdad radiante, revela a la humanidad las leyes de la vida a la que debe llegar, una vida luminosa, pura, donde no haya ni sufrimiento ni dolor lacerante. La Tierra de la antigua India regaló a este enorme mundo doliente un corazón hermosísimo que ha servido toda su vida al claro sentimiento del amor.

    Habrá alguien que se detenga en otros libros que le ofrezcan calma, luz y calor y, de alguna manera, este mundo se volverá acogedor porque hay quien, habiendo experimentado el sentimiento de la soledad, aun así ha conservado el calor y la luz en el alma... Es posible que alguien se burle de los sentimientos religiosos de otro.

    Pero ¿qué es la religión? ¡Es la unión! La unión de un alma con otra, con otra que es más sabia, grande y pura. Que puede comprender y perdonar y que, al borde del abismo, ofrece la mano de la salvación. Esa alma, a la que no le repugna estrechar contra su pecho a un ser humano cubierto de las repulsivas llagas de la pecaminosidad y que enjugará las lágrimas puras de arrepentimiento con su mano que todo lo perdona, es en verdad divina.

    Los gigantes de espíritu perdonan todo. Pero las leyes de la vida son estrictas y llaman a responder por todo lo cometido en la tierra. ¿Y nosotros? ¿Sabemos notros perdonar o al menos no burlarnos de los demás? Muchos de nosotros hemos visto más de una vez en la calle a krisnaítas en procesión y, a pesar de las caras boquiabiertas o de la gente que se burla de ellos sin disimular, ellos continúan su camino y sus cánticos. Todo tiene un aire muy exótico, cierto: los vistosos saris, los claros panjabi. Pero incluso su exterior expresa el respeto interior por el Maestro que su alma ha elegido, por Krishna, en cuyo estudio su corazón encontró consuelo. ¿De verdad nos resulta más normal escuchar palabras malsonantes en la calle? Y no nos sorprende. Pero sí nos pilla de improviso un puñado de personas que recorren la ciudad llevando en el pecho una partícula del gurú de la antigua India, de quien les ha dado la luz de la esperanza y el amor.

    «No juzguéis para que no seáis juzgados», dijo Jesucristo en una ocasión. Por alguna razón, justamente esta frase suele olvidarse. Se diga lo que se diga, estamos muy dispuestos a juzgarnos los unos a los otros. Aunque, por suerte, somos conscientes de que no debemos hacerlo. Sin duda alguna, el pueblo ruso se siente más cercano a la religión ortodoxa. Y muchos acuden al templo: a aspirar, como si fuera un bálsamo curativo para el alma, el olor del incienso, a oír la voz cerrada del padre que oficia la misa, olvidarse de la propia soledad, de las penas, y a sentirse uno con el infinito mundo de almas santas que nos contemplan desde el cielo a través de los ojos de los iconos. Y el ser humano puede sentir que es aceptado y amado por el mundo divino y puro.

    Y habrá alguien que, en su casa, en la más profunda soledad, hojeando las páginas de los antiguos textos, alcance la sabiduría de las leyes de la vida reveladas por Siddhārtha Gautama, más conocido por el nombre de Buda. Y su alma se llena de júbilo ante los misterios revelados, iluminando los días monótonos y grises con la hermosa luz de la verdad. Esta persona contemplará el mundo con ojos completamente diferentes. Y verá que todo el mundo sufre sin conocer las misteriosas causas que lo conducen a ello. Verá que todo ser vivo que lo rodea siente necesidad e implora amor y compasión, empezando por el ser humano y acabando por los animales sin casa que vagabundean por las calles. Y puede que no se quede esperando desesperado a que alguien lo quiera, sino que él mismo ofrecerá su amor a este mundo infinito y sufriente.

    ¡Ilimitadas son las posibilidades del ser humano que ama! Siempre encontrará una posibilidad de ayudar al prójimo, incluso a costa de la propia vida, como hicieron los iluminadores, los faros que guiaban a la humanidad. ¡Mirad a vuestro alrededor! ¡Cuántas buenas personas hay y con qué luz brillan sobre un fondo de malvados! Y no importa quién ha prendido la luz en su alma, lo importante es que mantienen el fuego. A su alrededor hay penumbra y, para muchos, la vida no tiene alegrías. Pero ¿de veras es así? ¡Sí! Hay demasiado dolor y sufrimiento alrededor y pareciera que el mal envuelve el mundo por completo. Pero ¿es posible que esto tenga también algún sentido? Como reza un refrán persa, cuanto más densa es la oscuridad, más brillantes son las estrellas. Quizá estas sepan, con nuestra vida de fondo, entrar igual de brillantes en nuestros corazones repletos de amor compasivo.

    Y entonces comprenderemos y no juzgaremos a nadie, ya sea budista o krisnaíta, cristiano o musulmán. ¡El corazón no atiende a razones! Ama a quien haya elegido en el momento de desesperación y soledad. Ama a quien le ha regalado un nuevo mundo de felicidad y calma. ¿Y se le puede reprochar al corazón que haya elegido a aquel que le tendió la mano cuando estaba al borde del abismo y que ofreció a su alma sufriente la primera Lección del Amor?

    2. LA LECCIÓN DE LA PACIENCIA

    Ante la vista se abre un cuadro: en las ruinas de una ciudad, de una aldea, almas humanas errando en silencio entre edificios del pasado. Pero ¿qué ha pasado? ¿Por qué no cesan las guerras, las aflicciones? Miradas al cielo con el ceño fruncido: ¿qué ocurre allá arriba?, ¿es que se han olvidado de nosotros? ¿Quiénes somos? ¿Somos hijos de Dios, hijos del sol, o somos hijos de la guerra? ¿Qué nos aguarda? Todos estamos cansados. Cansados de creer, cansados de abrigar esperanzas y cansados de vivir... El cansancio ha paralizado la Tierra, se ha cansado de alumbrar niños que se convierten en miserables y asesinos. Está cansada de ver morir a sus queridos hijos e hijas. Está cansada de girar sin sentido entre las emanaciones venenosas de las ideas malignas de la humanidad. ¿Quién salvará el mundo? ¿Quién tenderá una mano fuerte y bondadosa para ayudar a aquel que, con sus últimas fuerzas, intenta conservar piadosamente la fe y la esperanza en un futuro mejor? ¿Quiénes son, quiénes son esas personas que, con la fuerza de sus ideas luminosas, sostienen este planeta infeliz y desfallecido en la órbita que le ha destinado el Universo? Son invisibles. Están en las sombras. No necesitan de la fama de los hombres. Y, mientras, nosotros no vemos la luz, nosotros vemos ruinas...

    ¿Quizá merezca la pena aplicar el oído con mayor delicadeza ante aquello que nos rodea? ¿De qué nos habla la naturaleza? Ya se ha cansado de hablar y en silencio reza al cielo de cada hierbecita, suplicando alargar la vida de este pequeño planeta y de la humanidad irreflexiva, que la atormenta como un loco, la hiere y la mata. Prestemos atención al cielo. ¡No, no está callado! No se ha cansado de hablar del Amor a la gente. Sigue mirando con ternura a los críos de la tierra, como hace millones de años. La negra ingratitud salpica de veneno el cielo y cubre la luz del Sol... La gente está cansada. Está enrabietada. Pero ¿por qué? ¿Por qué el cielo perdona el mal? Y, al ver la mano extendida con bondad, están más dispuestos a escupir que a estrecharla agradecidos y no soltarla nunca; aun así, la Luz perdona... ¡Es inconcebible! ¿Qué inapreciable tesoro poseen lo cielos para que su amor no sea capaz de empobrecerse y su ternura no solo no se agota, sino que aumenta sin medida? ¿De dónde sacan esas fuerzas indestructibles para creer en las personas? ¿Qué don inapreciable, que les da el derecho a la inmortalidad, guardan en el pecho? ¿Les es conocido a las personas este diamante sagrado cuya deslumbrante llama arde en sus corazones? ¡Sí! Es... ¡la paciencia! Y le es conocida a todos y cada uno, pero, por desgracia, es pocas veces conseguible...

    La paciencia gobierna los corazones del cielo. Pero la gente... Hay quien ha perdido la paciencia y agarra un arma... ¡Y se derrama sangre! Hay quien se ha olvidado de la paciencia y golpea a un niño... Y se podría seguir y no acabar nunca. Pero ¿merece la pena hablar de quienes han «reventado» la paciencia? ¿No será mejor detener la mirada en quienes pacientemente cultivan su diamante en el pecho, dando muestra de una paciencia sobrehumana? ¡Es difícil! ¡Es inmensamente difícil cultivar ese tesoro interior! Pero ¿acaso le queda otra vía al hombre que se encamina con el corazón al encuentro de la gente? ¿Acaso el impaciente podrá oír el dolor de un alma ajena y compartir la pena del prójimo? ¡Como si fuera posible abrirse a un ser humano que se permite ataques malignos del tipo «tú tienes la culpa»! Porque al ser humano le basta con que alguien lo escuche atenta, pacientemente, y entonces parece que la pesada carga disminuye... ¿A qué conduce la impaciencia? ¡A la muerte! ¿Y qué nos regala la paciencia? ¡La vida!

    Es imposible vivir toda la vida sin tropezar con este enigmático sentimiento. La Paciencia... ¿Qué se oculta en su interior? ¿Qué expresa? ¿Y por qué siente una atracción tan valiosa y mágica por los demás? Jesucristo... ¿No es él un símbolo vivo y un gran ejemplo de paciencia? Él, que porta su amor ilimitado por los hombres insensibles, que carga con la cruz hasta el Calvario entre aquellos que ya están muertos... ¡Que regresó con quienes lo habían matado! Pero ¿cómo vivir toda la vida para acercarnos siquiera una brizna a las criaturas del cielo y ser dignos de aceptar su gran dádiva del amor, esa dádiva que hay que merecerse? La respuesta es una: ¡solo por medio de la paciencia estaremos más cerca del Cielo!

    ¡Mirad a vuestro alrededor! ¿Quizá la paciencia gobierne el mundo? ¡Con qué paciencia se atavía la naturaleza en la primavera temprana, a pesar del frío y de la resistencia del invierno! A pesar de que le van a arrancarle las flores para llevarlas al mercado; a pesar de que van a exterminar sus bosques y vender y revender infinitamente todo lo que ella, generosa, regala a la gente. Pero sabe que tiene paciencia suficiente para cubrir sus heridas con nuevas flores, para alegría del cielo y disfrute del ser humano... Con la misma paciencia desempeñan su papel las nubes, ofreciendo humedad vivificante a campos, prados y huertos; limpiando pacientes el polvo y el barro, las corrientes de agua regresan de nuevo al cielo para cumplir con su interminable trabajo. ¡Con qué paciencia los pájaros hacen y rehacen una y otra vez sus nidos, saqueados por la gente! Con qué paciencia el Sol observa de la mañana a la noche, intentando mirar a la gente a los ojos y preguntarles: ¿tienes suficiente paciencia para transformarte de gusano mortal en estrella inmortal?

    ¿Quién va a negar que se encuentra mejor cerca de un ser repleto de paciencia y que quiere zafarse a toda prisa de la compañía de un ser humano impaciente, histérico? ¿Quién puede descifrar y revelarnos el misterio de la magia de la paciencia? No hay duda: ¡solo el Cielo! ¿Cómo podemos descifrar nosotros algo que no dominamos en su totalidad? El ser humano quiere conseguirlo todo enseguida, sin pararse a pensar si ha pagado íntegramente aquello que desea adquirir y si, a fin de cuentas, necesita esa cosa. No suele apetecer pensar mucho cuando es el deseo quien gobierna por completo el cuerpo. Y arrancamos frutos aun sin madurar que pueden ser venenosos... Están amargos... Nos decepcionan casi enseguida y, lo más importante, en vano. Mientras que si se da muestras de una pizca de paciencia, los dejaríamos madurar y conoceríamos el aroma madurado de un fruto jugoso. Y sembraríamos una pequeña semilla para que dé una vida nueva. ¿No reside en esto la sabiduría de la paciencia?

    Paciencia... ¿Qué ofreces a la gente? ¡La alegría de comunicarse con el corazón! ¡Penetrar en los misterios de la naturaleza, del cielo y, por fin, de todo el Universo! Y ¿qué hay allí? ¿Será verdad que allí también es imprescindible la paciencia? Puede que la respuesta nos la den las estrellas que llevan miles de millones de años encendiendo su luz e iluminando cada noche a la gente... O quizá responda el mismísimo Dios de la Eternidad, quien con enorme paciencia espera eternamente al final de todos los caminos a sus hijos queridos; estos, entre el dolor y la oscuridad se atavían con un don inestimable y llegarán hasta su Padre. ¡Bendita sea la paciencia eterna de los cielos! La enigmática esfinge que vive en el pecho de cada ser humano... ¿dormirá perezosa toda su vida o revivirá, empezará a brillar, desplegará las alas y se elevará sobre la vida? Y si tenemos la fortuna de no ver más a aquel que empuñó las armas, al que golpeó a un niño, todos nosotros podremos llamarnos humanos. Entonces podremos quitar nuestra enorme cruz de los hombros de Jesucristo, quien lleva siglos yendo al Gólgota, y colocarla pacientemente sobre nuestro hombro, ya que esta carga está tejida con nuestros pecados. Y, ataviados de gran paciencia, veremos con ojos de vista recuperada las terribles heridas infringidas a la Madre Tierra por la insensata humanidad. Y, pacientemente, célula a célula, empezaremos a sanarla con la enorme fuerza del Amor, y así cultivaremos en nuestro interior un sentimiento de tolerancia por todo ser vivo.

    ¡Y desaparecerán las ruinas presentes en las almas humanas! ¡Y celebrarán estas al gran Universo que por siempre les ofrece una Lección de Paciencia sin igual!

    3. LA LECCIÓN DE LA COMPASIÓN

    La pena se extiende por la Tierra... ¡Con qué amplitud se ha esparcido por todo el mundo y sus raíces profundas han arraigado en el corazón humano! Cuesta lo increíble describir el estado del ser humano hundido en la pena. Quizá solo pueda comprenderlo aquel que ha experimentado este mismo sentimiento. Pero la profundidad con que se puede penetrar en el dolor del prójimo es todo un enigma. ¿Cómo y con qué se puede medir el dolor y el sufrimiento de otro ser humano y concluir quién ha experimentado en mayor profundidad la desesperación en que estaba sumido, y quién menos? Además, ¿es necesario hacerlo? ¿A qué conducen las conversaciones hueras que abordan sin cesar el tema del sufrimiento? ¿O puede que quizá no resulten hueras, y que esta palabra despierte un profundo eco en el pecho del ser humano que ha conocido el dolor lacerante? ¿Es posible encontrar en este mundo a un ser humano que no haya experimentado la amargura del sufrimiento en una u otra medida? Es muy poco probable: el mundo está sumido en el dolor...

    Misterioso es el destino del ser humano que habita en la Tierra. Surge de las tinieblas de la inexistencia, vive una vida sorprendentemente breve, en general repleta de la amargura del sufrimiento, y se marcha... ¿A qué viene? ¿A sufrir? ¿Quién puede responder por qué a unos les toca en suerte más tormento y a otros, menos? La gente no lo sabe. Y andan como ciegos, llevando en las manos un gran vaso de amargura que debe apurarse hasta el fondo. Doblados por el peso de la pena, buscan a quien pueda darles una respuesta a las preguntas que los atormentan eternamente, y en secreto sueñan con el ser humano que pueda comprender, acoger y compartir la pesada carga, dando muestras de un gran sentimiento de compasión. Unos lo encuentran, otros se marchan sin haberlo descubierto... ¡Con qué dolor y aflicción han vivido aquellos que no han experimentado una pizca, ni siquiera minúscula, de calidez y simpatía humanas! Y eso que estaban cerca de nosotros, han rogado ayuda en silencio y de corazón, sin atreverse a exigir algo a lo que todo ser humano tiene derecho: el derecho a la compasión. ¿Acaso un enfermo no es digno de lástima? ¿Acaso al ser humano que se siente afligido se le puede negar la simpatía una vez que nos hemos sumido en el círculo ancestral de sus preocupaciones?

    ¡Abrid los ojos! ¡Mirad! Se ha quebrado un árbol jovencito: sus ramas-árboles mudas y extendidas hacia la gente han quedado suspendidas e inertes; con heridas abiertas, yace la paloma aplastada. Había traído la paz... Cegado por su propia pena, ¿será capaz el ser humano de ver y oír el dolor de este mundo sufriente? ¿Acaso se puede vivir fácilmente, con luz y alegría, entre los gemidos de la humanidad sufriente? ¿Acaso se pueden cerrar los oídos cuando los gritos de ayuda desgarran el corazón? ¿Quizá, aunque solo sea por un instante, debamos olvidarnos del dolor y la infelicidad propia y acudir en ayuda del prójimo y, abriéndonos paso en el espesor de la oscuridad que oprime el pecho, prender en el corazón ajeno una lucecita, una pequeña chispa de esperanza, para que este mundo le sea más luminoso?

    Cual hordas, las tinieblas cercan al ser humano, lo rodean con su anillo de desgracias e infelicidades. Intentan echar el lazo y apretarlo todavía más para que no se escape un grito involuntario de ayuda y el ser humano perezca en silencio y solo en este mundo maligno. ¿Ayudaremos en su intento a las tinieblas? ¿Nos abandonaremos a perecer terriblemente en soledad entre el mar infinito de la humanidad? Siendo dueños de un arma poderosísima —la compasión, ¿vamos a entregar a nuestro prójimo para que lo descuarticen? Están aquí cerca, sí, aquellos que necesitan protección... ¡Y una palabra proveniente del corazón es capaz de revivir a todos! ¿No es acaso un deber real de cualquier ser humano infundir en el alma fe y esperanza luminosas que expulsen a la serpiente que se enrosca como un ovillo negro y que derramen su luz en el pecho? ¿Y no es delito sumirse en la propia pena, sentir rabia por todo el mundo, criar en el pecho la serpiente de cascabel de la ingratitud, alimentándola con maldad y que derrame después su veneno sobre todo aquel que la rodee? ¿En qué se convertirá entonces la humanidad? ¿En un ovillo de serpientes venenosas o de escorpiones que se matarán entre sí? ¿Es este el sentido y el camino de los viajeros de la tierra llegados desde la Inexistencia? ¿No será el sufrimiento una especie de papel tornasol con el que el Bien y el Mal comprueban el derecho de las personas a ser consideradas como tal? Si se ha oscurecido, se ha cubierto de furia o ennegrecido, significa que es de las tinieblas. Si no ha perdido su claridad y su luz, pero, habiendo experimentado el enorme y sobrehumano dolor del sufrimiento, se ha vuelto más sensible ante los seres humanos y se ha colmado de compasión por todos los seres vivos, sin duda su bando es el del Bien.

    Es posible que alguien replique o resople quedamente lamentándose de no tener el don de la elocuencia para infundir la fuerza de vivir en el prójimo. Pero ¿de veras la compasión necesita de las palabras? Al ser humano le basta con ver a alguien cerca y, si encuentra unos ojos llenos de comprensión y simpatía, se siente mejor, más ligero. ¡Lo importante es el deseo de ayudar al prójimo! Y el corazón simpatizante arrulla con hablar silencioso y tierno al necesitado de luz y prende una lamparilla invisible en el pecho del abatido. ¡Confiad en el hermano! Las palabras dichas sin arte y fuera de lugar quizá hagan más mal que bien. La compasión no vive en las palabras, sino en el corazón. ¡Es capaz de transformar el mundo! ¡Prended en vuestro interior este maravilloso don que nos ha regalado el cielo! Y que sirva de muletas para el cojo, de alimento para el hambriento y de alas para el dispuesto a volar. Llevad con generosidad al mundo este sentimiento divino, regalando así a la gente un trocito del cielo que viva por siempre en el pecho.

    ¡Compasión! ¡Qué maravilloso mundo revela al que porta este tesoro! La riqueza de los colores engendra todo un mundo cuyos misterios quiere compartir con todos. El ser humano simpatizante se escapa a las alturas, como un ave, sacudiéndose los pesados hierros de las desdichas personales que lo tenían sólidamente encadenado a la tierra. Ve al ser humano enredado en cadenas de desgracias y sufrimientos, plegando las alas e inclinándose cerca de la tierra. ¿Levantará el vuelo sin ayuda? ¿Se apañará? ¿O las tinieblas lo dejarán clavado? ¿Podrá hacerlo solo? ¿No surgirán ante la vista los fucilazos de las palabras pronunciadas por Buda: «¡Los deseos conducen al sufrimiento!». Han pasado muchos años desde que nos aconsejara reducir nuestros deseos para así disminuir los sufrimientos del ser humano; sin embargo, muy pocos son los que han prestado atención a este sabio consejo. Por el contrario, gloria eterna al que lo ha gozado y, reprimiendo en su interior al terrenal, ¡ha cultivado a su ser celestial! De ser, digámoslo así, un trozo de carbón negro se ha convertido en un diamante luminoso. Estos seres han alcanzado el misterio vivificante de la compasión y han lanzado pequeños granos divinos al corazón de la gente. En algunas personas han empezado a brillar con una luz hermosa, en otras se han dejado ver como una ligera yema, aunque hay otras en las que la semilla todavía pelea, intentando echar raíces entre espinas rabiosas. ¡Dios le dé fuerza!

    La hidra policéfala del sufrimiento se ha enredado en el mundo y se alimenta de los bajos deseos humanos, con los que el ser humano la alimenta generosamente. En respuesta, vomita maldad venenosa sobre la cabeza de quien la ha cultivado, ciñéndolo fuertemente con su tentáculo para que no escape de su influencia. Pero madura dentro del ser humano animal un ser de las estrellas que se aclara y recupera con cada instante de golpe rabioso de las tinieblas. Ya no queda tiempo para meditar quién tiene razón, quién es culpable, ¡ha llegado la hora de alzar el vuelo! Y a todos nosotros nos ayudará este bello sentimiento que es la compasión, y cuya espada hiende todos los lazos de las tinieblas y los hierros de la oscuridad. ¡Que alce el vuelo como un pájaro, sacudiéndose los antiguos harapos de las desgracias que lo constreñían! Y, quizá, en algún momento veamos una nueva estrella, pequeña, pero que ha prendido por el alma de alguien que ha dejado atrás la interminable cadena de sufrimientos terrestres. ¡E irradiará un gran amor y ternura para la eternidad y estará por siempre agradecido a aquel que por primera vez le ofreció la Lección de la Compasión!

    4. LA LECCIÓN DE LA MISERICORDIA

    Un don sagrado, prometido a la gente de toda época y de todos los tiempos, ¡eso es el don de la misericordia! Larga y fielmente ha estado oculto en el interior de todo ser humano, lo que su dueño ni siquiera sospechaba. Por lo demás, se juzgaba con cierta extrañeza a quien intentara manifestar este don. «¡Cada cual que se cuide de sí mismo!», tal es la ley del rebaño primigenio y que ha echado profundas raíces a lo largo de los siglos. Pero no existe semilla alguna que no acabe por germinar más tarde o más temprano si, por supuesto, no está muerta del todo. Gracias a Dios, ha llegado el momento en que el grano hinchado dé su germen. La vida nos muestra los abundantes brotes que prometen salir con la exuberante flor de la misericordia. Ahora mismo, quizá, no sorprenderás a nadie con el deseo de ayudar al prójimo, con el perdón a aquel que ni siquiera se lo merezca... ¡Dios lo ampare!

    La misericordia con el enemigo es una bellísima cualidad concedida al ser humano. ¿Hará mucho que estos la conocen? Nos acordamos de las miles de guerras y sus crueles humillaciones a los vencidos, por no hablar de las carnicerías medievales, cuando perecían familias enteras, incluidas criaturas de pecho. Recordamos las guerras del siglo xx. ¿No las superaron en crueldad? Quizá las torturas se han vuelto más refinadas, y la era atómica aventaja a la de piedra y a todas las demás épocas juntas. ¿Sorprendía a los contemporáneos las torres construidas por los vencedores con las cabezas cortadas de los vencidos? ¿Qué sentimientos engendraba en los espectadores? ¿El deseo de pagar con la misma moneda? O puede que en su interior naciera una protesta contra la violencia y que el grano de la misericordia empezara a latir con desesperación luchando por su existencia en el corazón humano. ¿Puede que al asesino lo persiguieran toda la vida los ojos del niño al que dio muerte en su cuna? Quizá dentro de la bestia haya nacido un ser humano que ha recuperado la vista al precio de una vida ajena truncada. El proceso de formación del ser humano interior es un misterio no resuelto en siglos. ¿Cómo alcanzar su mundo? ¿Cómo despertar la vida en él? ¿En qué debe convertirse para tener derecho a llamarse ser humano? Puede que, para esto, ¡el «ser humano racional» deba convertirse en «ser humano misericordioso»!

    Las guerras, los campos de concentración, los hornos que quemaron incansablemente a gente inocente, todo esto parece que fue ayer. ¿Qué es la misericordia? ¿De veras que no hay sitio para ella entre las guerras y que nuestra historia no ha conocido el gran ejemplo dado al enemigo postrado? Si este don resulta ser un bien solo de un ser humano suelto, solo de una nación o estado, es difícil de decir. Echemos un vistazo a la historia de la guerra de 1812. El emperador Alejandro I, persiguiendo a las tropas de Napoleón, que habían devastado media Rusia, entra en la ciudad de Vilna. La ciudad está llena de heridos y enfermos. Según las palabras del historiador ruso Nikolái K. Schilder, en uno de los hospitales el zar vio un cuadro realmente aterrador: 7500 cadáveres amontonados como si fueran pilas de plomo; los cadáveres yacían diseminados y tirados por doquier, todos los orificios de las ventanas o de las paredes rotas estaban taponados con los brazos, las piernas, los troncos y las cabezas de los muertos, para resguardar a los vivos del aire frío. Y en esas estancias repletas de emanaciones nocivas, yacían los infelices enfermos y heridos, condenados a perecer. La llegada de Alejandro fue un auténtico favor de la Providencia para los enemigos que seguían vivos, a los que inmediatamente se les prestó toda la ayuda posible, supervisada por él en persona. El soberano no tuvo miedo a aparecer en ese refugio de muerte y, sin pensar en un posible contagio, consolaba con su presencia a aquellos que el dolor y la desdicha había reunido en esas tristes estancias. Nadie loó entonces las conmovedoras muestras de filantropía y misericordia de Alejandro para con los enemigos caídos, pero la posteridad no debe olvidarlas... Como más tarde reconoció el emperador: «No tengo la feliz filosofía de Napoleón, esta trágica campaña me ha costado diez años de vida». Por cierto, a Alejandro no lo comprendieron ni los enemigos ni los amigos, sigue sin ser comprendido todavía hoy. Pero su bello acto de misericordia quedó sembrado en el alma y, sin duda alguna, dio hermosos brotes en el futuro. Los bienes de un ser humano pueden convertirse en bienes de sus seres queridos, de su nación y estado. Para todo hace falta tiempo: el grano dará una espiga de la que, a su vez, nacerá un campo ruso con visos de oro. O un campo francés o inglés. ¿Acaso esto importa? ¡Importa que la misericordia germine! Importa que este don se instale en cada corazón. ¡Qué difícil es este mundo para el corazón misericordioso! Suena como una cuerda estirada que responde con dolor al dolor del prójimo; con compasión a la compasión del prójimo, llenándose de una aflicción indecible como respuesta a la desgracia ajena. El deseo de ayudar al sufriente resuena como una campana invocatoria en el alma. A veces las cuerdas se rompen por la extraordinaria tensión, y el corazón se consume, atónito ante la aflicción del mundo. ¡Pero su pérdida no ha sido en vano! Estallando en miles de chispas, se esparcirá por el mundo, dejando caer en las almas semillas de misericordia. ¡Que crezcan para alegría de la gente!

    Si examinamos con más atención, podremos ver miles de ejemplos de misericordia viviendo entre nosotros. Es la misericordia de la naturaleza, que nos perdona el trato grosero y cruel que le brindamos, que nos regala huertos repletos de frutos aromáticos, campos de trigo dorado... ¡Como si fuera posible enumerar todos sus dones! Ser humano, ¡tómalos! Puede que cada uno de tus pasos retumbe con dolor en el pecho de la Tierra, y que esta tenga que abrirse rápidamente y absorber en su seno de fuego hirviente un ávido cuerpo animal, pero ¡es misericordiosa! Todos hemos sido perdonados... Pero ¿podremos perdonarnos a nosotros mismos? Con los rayos penetrantes la misericordia del cielo y de la tierra, de las estrellas y del sol, de los planetas sin explorar y de los mundos desconocidos del Universo, ¿cómo puede uno seguir siendo piedra y no corazón? Solamente la misericordia es el Gran Maestro Alquimista que crea en el pecho el verdadero sol humano y palpitante. Colmándolo con los hermosos rayos de los astros, tira de ellos, los estira como si fueran las cuerdas melodiosas de la dorada lira de Orfeo, y así el mundo revive. Cada gemido o grito de la humanidad sufriente rozará al instante estas cuerdas y, como respuesta, sonará la melodía hermosa e inaudible de un corazón misericordioso que regala paz y cura. El motivo del amor y de la vida serena sonará en el inmenso mundo. En verdad, ¡poderoso es el corazón repleto de misericordia! ¿Hace falta una guerra para demostrarlo?, ¿hace falta la muerte para que este don pueda renacer? Y es que a nuestro alrededor hay miles de enfermos y de heridos, a pesar de la ausencia de guerras globales. Todo ser vivo necesita de una relación misericordiosa. Y esta no se manifiesta con la razón ni con la palabra, ¡solo aparece con el corazón! Reflexionad, adentraos en el sentido de la propia combinación de la Misericordia: se abre por sus muchas aristas, regalando su verdadero significado.... ¿Continuaremos nuestro camino en busca de más ejemplos de misericordia o quizá nos convirtamos nosotros en brillantes ejemplos? Todo depende de nosotros... «¡Colma tus manos de Luz y entrégasela a los enemigos!», este es el sabio precepto de la Eternidad.

    Largo es el camino del hombre terrestre, desde el punto de vista de la Tierra, y apenas perceptible, como un fogonazo breve de un instante, desde el punto de vista de la Eternidad. ¿Qué debe dejar el ser humano tras de sí, qué huella, para tener derecho a regresar a la Tierra o quedarse en el otro mundo, donde gobierna la Inmortalidad? ¡Solo luz! Únicamente la huella luminosa del sendero recorrido da derecho a la vida eterna. Lo que quede para los corazones amables de la gente de toda una generación será de nuevo convocado por ella para entregar de nuevo una Lección de Misericordia sin precedente.

    5. LA LECCIÓN DE LA GRATITUD

    La gratitud es la luz bondadosa y radiante que vive en cada corazón agradecido y noble. El sentimiento de gratitud es semejante a las alas que levantan a un ave en el aire. Nace en el pecho con una ráfaga como de sorpresa, formada por cientos de chispas de alegría, felicidad, amor y algo más que no puede expresarse con palabras. Semejante a una enorme ola, atrapa al ser humano entero y lo lleva a una orilla ignota donde se le revela el misterioso mundo de la luz, completamente desconocido en los dominios de la maligna oscuridad. ¡Y este mundo de Bondad os pertenece! Aquí brilla con fuerza el Sol, que orienta sus rayos directamente desde el corazón ignívomo que le da la bienvenida al mundo del espíritu. Pero ¿por qué no conocimos antes esa orilla cautivadora? Quizá porque no conocíamos el sentimiento de la gratitud.

    El afectuoso Sol extiende sus rayos de gratitud sobre nuestra pequeña tierra. ¿Qué es lo que agradece al planeta? ¡Es un misterio! Estamos acostumbrados a que la gratitud se dé obligatoriamente por algo, además, dirigido hacia nosotros en persona y, por norma, en un plano material. Pero quizá merezca la pena siquiera una vez mirar a nuestro alrededor con gratitud. ¿Hemos dado las gracias alguna vez al cielo que nos trae la luz y las maravillosas lluvias que todo lo limpian, a las nubes que nos regalan copos de nieve blanquecina? ¿Hemos experimentado el sentimiento de reconocer a la tierra, que nos da la vida, un hogar querido, y a aquellos que están junto a nosotros? ¡Lo dudo! El ser humano, por lo general, está predispuesto a ser más agresivo con quien tiene más cerca, permitiéndose un tono exigente y un trato desdeñoso. Si alguien no ha hecho lo que, en su opinión, tendría que haberse hecho, se desata el escándalo, empiezan a fluir por el mundo emanaciones nocivas compuestas de bruscas ráfagas de acusaciones y justificaciones. No le inquieta a donde vayan después esas corrientes de veneno y quién acabe sufriendo por ellas, puede que sea un hombre solo y enfermo, puede que sea un niño pequeño en su cuna... El ser humano no se para a pensar en las consecuencias de su ira e incluso si se le dice que en tal estado su organismo, golpeado por el mal, empieza a exhalar un hedor que trae al mundo destrucción y, quizá, la última gota de veneno que cause la muerte de alguien, lo tomará como un cuento, una invención. Si es así o no, de momento nadie ha intentado demostrarlo. Pero aquel en quien hay filantropía y el don de la bondad aun así lo medita y reprime su ira, quizá comprendiendo por primera vez que no se deben descargar los infortunios propios en la cabeza de nuestros seres queridos. Puede que simplemente debamos observar nuestra casa y, como un Sol pequeñito, envolverla con rayos de gratitud por que exista esa isla donde poder recostar la cabeza. Experimentar ese sentimiento de gratitud por la madre, el padre, porque todavía estén, pues en algún momento ya no estarán... Observar con otros ojos al hijo, por más que se tengan decenas de razones para estar descontento con su desorden o sus malas notas. Él vive, es vuestro hijo y os necesita, igual que la tierra necesita al Sol. Mirar aunque sea solo un instante a cualquier ser humano a través del prisma de la gratitud, sin pasar lista a las heridas que os haya podido causar; quizá el mundo halle tonos de colores y su corazón termine aceptando a aquel que a punto estuvo de convertirse en enemigo. Y el sentimiento de gratitud abrirá sus bellos pétalos, exhalando el aroma que sin duda llegará a aquel a quien ha regalado su bien fragante.

    El sentimiento de gratitud es una de las más bellas cualidades del alma humana. Cual

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