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La laicidad
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Libro electrónico119 páginas1 hora

La laicidad

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La laicidad está de moda. Las relaciones entre el Estado y la Iglesia en España o las nuevas sociedades con ciudadanos de orígenes diversos en todo el mundo hacen que los gobiernos y los medios hablen. Este libro explica con detalle qué es la laicidad.
IdiomaEspañol
EditorialUOC
Fecha de lanzamiento21 may 2016
ISBN9788490649961
La laicidad

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    La laicidad - Àlex Seglers Gómez-Quintero

    UN CONCEPTO DE MODA

    La laicidad es uno de aquellos conceptos que está de actualidad. Empleado indistintamente en el lenguaje político, periodístico y académico, es capaz de suscitar pasiones enconadas, a veces favorables y otras contrarias a la presencia de la religión en la esfera pública. Todo suele bascular en función del ámbito en que se trate, como por ejemplo a raíz de la visita del papa Benedicto XVI a Francia, momento en el que Sarkozy aprovechó para hablar de la laicidad «positiva».

    Una serie de factores han puesto de moda el concepto. El proceso de (des)secularización, la inmigración y el consiguiente pluralismo religioso, el papel de la Iglesia y el Estado, o algunas leyes que interpelan la conciencia de muchos creyentes, quienes –no lo olvidemos– son ciudadanos y pueden ejercer sus derechos, como la objeción de conciencia. Sin embargo, la comprensión de la laicidad en países como el nuestro es deudora de una historia que, desgraciadamente, ha enfrentado a clericales y anticlericales, lo que ha dificultado la comprensión adecuada del término.

    Quizá por estos y por otros motivos había que concebir un libro sobre la laicidad, ameno en su lectura, que rehuyera grandes listados bibliográficos, pero que ofreciera con rigor las principales claves de comprensión de aquella. Y hacerlo siguiendo una línea cronológica hasta nuestros días, para ver mejor la evolución teórica del término. Así, los dos primeros capítulos exploran, desde los inicios de nuestra era, la dualidad entre Dios y el César, las complejas relaciones del poder político y el poder religioso –sometidas a zigzags mutuos–, hasta llegar al consenso de la Constitución de 1978. Por su parte, el capítulo más extenso –el tercero– se centra en los nuevos retos de la laicidad, como los símbolos personales y estáticos, los nuevos movimientos religiosos, el islamismo político y otros desafíos más cercanos.

    Para la confección de este libro he seguido estudios anteriores de otros autores, pero también otros escritos míos, que ahora he podido actualizar. También ofrezco unas consideraciones finales. En la medida de mis posibilidades, he intentado alejarme de los estereotipos y los clichés maniqueos que afectan a la laicidad. Debo confesar que a ratos me ha resultado más difícil hacer un libro de divulgación en lugar de una monografía jurídica, especializada y con citas eruditas. Sin duda, la experiencia ha sido interesante y me gustaría que sirviera para enriquecer la visión general sobre la laicidad y los numerosos matices que la rodean.

    Capítulo I

    DIOS Y EL CÉSAR

    1. ¿Qué significa laicidad?

    El término laico deriva del vocablo griego laos, que quiere decir ‘pueblo’. En el Nuevo Testamento laico designa la comunidad cristiana o Pueblo de Dios, mientras que el adjetivo laicós (con el sufijo –icós), indica el miembro de este pueblo. Etimológicamente, laico aporta un matiz de profanidad que contrasta con clérigo, que es el miembro de la Iglesia católica que ha recibido las órdenes sagradas.

    Tal como han destacado prestigiosos canonistas, el origen del vocablo laico no es otro que la necesidad de la Iglesia de dar un nombre a una determinada categoría de fieles: se refiere a quienes no tienen una función pública dentro de la institución, porque no han sido ordenados y no forman parte de la clerecía. El primer escritor eclesiástico que empleó el término laico fue San Clemente I, obispo de Roma, hacia finales del siglo

    I

    de nuestra era, y después continuó invariablemente con otros autores. El sentido del término laico era, pues, eminentemente sociológico: en el ámbito de la comunidad cristiana se refería a los fieles que no eran clérigos.

    Los laicos se dedicaban a los negotia saecularia mientras que los clérigos, a los negotia ecclesiastica. Por eso los laici o laicos eran y son por antonomasia saeculares (hombres del siglo, de lo que es mundano). El uso del término laico empieza a cambiar a partir del siglo

    VI

    . No sirve tanto para designar que una persona pertenece al Pueblo de Dios, como para indicar que esta persona es mundana o secular porque su género de vida es diferente del que lleva el clero.

    Con el paso de los siglos, la comunidad cristiana primitiva se transformó en la cristiandad, entendida como una unidad político-religiosa formada por dos estamentos: el eclesiástico y el secular. El primero era gobernado por el papa y los obispos, mientras que el segundo era regido por el emperador y, más tarde, por la poliarquía de los príncipes. Sin embargo, esta distinción no evitó que durante siglos aparecieran conflictos de jurisdicciones y fuertes tensiones entre ambas esferas de poder, del mismo modo que en épocas más recientes ha ocurrido con las relaciones Estado-Iglesia. Pero la diferencia es que en la época medieval las disputas se dirimían dentro de un organismo social vivo: la

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