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Contrarreforma católica: Implicaciones sociales y culturales
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Libro electrónico724 páginas9 horas

Contrarreforma católica: Implicaciones sociales y culturales

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Interesante ensayo que aborda la repercusión del Concilio de Trento en la problemática latinoamericana, ofreciendo una visión novedosa de un problema no siempre visibilizado.
IdiomaEspañol
EditorialCuarto Propio
Fecha de lanzamiento3 mar 2020
ISBN9789563960884
Contrarreforma católica: Implicaciones sociales y culturales

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    Contrarreforma católica - Jorge Cid

    autores

    Introducción

    El 13 de diciembre de 1545 se dio inicio a un esperado concilio entre los cristianos en la ciudad de Trento. Las autoridades eclesiásticas y dignatarios europeos consideraban que mediante su celebración era posible renovar el cristianismo, poner fin al cisma religioso provocado algunas décadas antes, pacificar a los cristianos y reclamar para la cristianidad los lugares santos ubicados en Palestina que se encontraban en manos de los musulmanes.

    Por lo anterior, el Concilio de Trento tuvo el carácter de ecuménico, aunque ello fue más aparente que real, puesto que una serie de obispos de diócesis europeas fieles a la Santa Sede no participaron. Incluso, los obispos del Nuevo Mundo, todos ellos contrarios a los movimientos reformistas surgidos en los principados alemanes y en vías de expansión por Europa, no tuvieron voz en el magno evento.

    Pero aún más, se hizo evidente que la cristianidad estaba fracturada. Se dividía entre los de Occidente, Oriente y los de la Confesión Augustana o también llamados luteranos. A la fecha han transcurrido más de 500 años desde la publicación de las 95 tesis de Lutero, profesor de teología en la Universidad de Wittenberg, en la que denunció, entre otras, la venta de indulgencias de parte de la Iglesia. Con ello se inició un período de conflictos religiosos en el orbe cristiano, que implicó, que las diversas monarquías y principados debieron optar entre seguir bajo la obediencia a Roma o bien rebelarse y reformarse.

    Tal contexto era del todo peligroso, no solo en el plano espiritual, políticamente las consecuencias de alinearse o no a Roma, o seguir los postulados de la fe luterana, eran distintas y podía conllevar efectos en cuanto a la autoridad de los reyes en sus territorios. Nadie negaba, que los cambios que se estaban suscitando podían afectar los ámbitos privados, cotidianos de la espiritualidad como también, las relaciones políticas entre naciones y entre los súbditos con sus príncipes.

    Ahora bien, el lugar elegido para su celebración no fue al azar, como indica Adriano Prosperi:

    El escenario alpino evocado por el nombre mismo del concilio había como materializado los límites geográficos de la identidad católica, llevándolos a coincidir con la oposición entre el mundo latino y el mundo germano. Las celebraciones tridentinas de los centenarios del concilio fueron, desde el siglo XVII, la respuesta a las celebraciones centenarias de las tesis de Wittenberg queridas por el mundo alemán luterano.¹

    Su aplicación tampoco fue fácil. Al contrario de lo que se podría esperar, las naciones que continuaron siendo católicas, supeditaron la ratificación de los decretos, lo que implicó misiones diplomáticas que debieron negociar con la Santa Sede.

    Los estados que integraban la península itálica rápidamente ratificaron los decretos. En cuanto a Francia y los principados que conformaban el Imperio Sacro-Germánico no ratificaron formalmente el tridentino, y nombraron comisiones para que estudiasen los decretos². Portugal ratificó siendo leídos sus decretos en las iglesias y catedrales que integraban el mundo lusitano³.

    El Imperio español, como era de suponer, ratificó. Los decretos pasaron a ser ley en sus territorios. Pese a que los obispos de las diócesis del Nuevo Mundo no participaron en las las reuniones que supuso el concilio, lo cierto es que tanto el obispo de México como el de Lima, celebraron concilios provinciales con la finalidad de recibir Trento, y por tanto seguir sus lineamientos. No obstante, las realidades en los territorios de ultramar eran diversas a la peninsular y europea. Para esas fechas todavía se encontraban en pleno desarrollo los procesos de conquista y colonización, cuestión que implicaba desafíos militares y evangelizadores, que debían encontrar respuesta en la experiencia, la historia, las intuiciones y las nuevas formas creativas que permitieran incorporar estos pueblos al seno de la Iglesia y la Corona.

    En buenas cuentas, había millones de habitantes aún por convertir, cuyas prácticas, experiencias vitales, su forma de aproximación a la divinidad eran distintas, lo que implicaba desafíos importantes para la Iglesia americana como para las autoridades imperiales.

    Se trata, además, de un territorio enorme que no es hegemónico en sus diversas partes. Los espacios que constituyeron el Imperio de ultramar eran distintos entre ellos, con ciertas sincronías, pero las más de las veces con diacronías, fuese por el territorio, la población, clima o fauna. A ello agreguemos que si bien había ciertas instituciones comunes para todo el Imperio, en cada Reino, Capitanía o Gobernación eran resignificadas de acuerdo a los imaginarios de sus autoridades y población. Ello implicó, a su vez, una labor de re-creación, puesto que se dieron origen a instituciones, prácticas y discursos, que si bien derivaban de lo querido y pensado desde la Península, lo cierto es que al momento de constituir y organizar instituciones en cada espacio, se hacían conforme a su propia realidad, recursos y elementos con que se contaban.

    Así pues, los concilios de México y Lima recepcionaron Trento, aunque, resignificado a sus propias realidades. Pero aún más. Cada Gobernación o Capitanía que integraban los virreinatos, realizaron a su vez, una labor de re interpretación a partir de sus categorías conceptuales-mentales, en el caso del virreinato del Perú mediante la celebración de sínodos por cada diócesis que dependía del metropolitano. Mientras que en México mediante otras vías, libros de párrocos, confesionarios, provisorato, es palpable el proceso de resignificación del Concilio de Trento a la propia realidad local.

    Por ello no podemos –en ninguna circunstancia– indicar que se trata de un proceso hegemónico dirigido desde Roma al orbe católico. Cada espacio sea en Europa o el Nuevo Mundo hizo suyo s los decretos desde sus particularidades.

    Ya transcurridos 500 años desde que se produjo el cisma religioso en Europa, contando con una amplia bibliografía al respecto, desde variopintos ámbitos, escrita por intelectuales de renombre internacional, cabe preguntarse qué relevancia tiene hoy reflexionar sobre Concilio de Trento y sus variados efectos.

    Más aún si tomamos en consideración que tal vez –y es una pregunta histórica válida que requiere de un análisis desde las disciplinas humanistas para comprender el fenómeno de manera global– Trento no fue tan determinante para el mundo hispanoamericano toda vez que la Iglesia española se encontraba reformada antes del cisma. Los reyes católicos entendieron que la Iglesia estaba en crisis, cuestión que afectaba los objetivos políticos que tenían, entre ellos la pretensión de unificar la península tras la religión católica, elemento que cruzaba a todos los habitantes, desde Burgos hasta Sevilla, de las Vascondadas a Cataluña. En buenas cuentas, la identidad común solo era posible mediante el cristianismo, puesto que cada Reino que integraba la Monarquía española celosamente resguardaba sus fueros y derechos, sus lenguas y demás manifestaciones culturales. No obstante, los reyes –lúcidos ante su propio presente y realidad– sabían que debía haber cambios en la Iglesia para que las finalidades políticas se cumplieran, y así tener un elemento común entre todos los habitantes peninsulares que los identificara como una unidad.

    Lo anterior implicó que antes del cisma provocado por Lutero, la Iglesia española estuviese reformada, lo que conllevó a establecer que la única religión en la Península era la católica, debiendo los judíos y musulmanes convertirse so pena de expulsión de España.

    Tal reforma a la Iglesia española explica, además, el hecho de que su influencia sobre Trento fue mayor de la que el mismo Concilio tuvo sobre ella.

    Con todo, lo cierto es que la cristianidad en el resto de Europa estaba en crisis. Sus problemas fueron casi los mismos que debieron enfrentar los Reyes Católicos, un clero débilmente instruido, una feligresía que poco o nada sabía de su religión, entre otras tantas. Lutero dejó en evidencia la crisis y provocó el cisma. Ello conllevó que la Iglesia y los reinos católicos debiesen organizarse y comprender que la Iglesia estaba con problemas internos, una crisis de grandes proporciones, lo que motivó la organización del Concilio Ecuménico, provocando cambios en el plano social, cultural, normativo, artístico, filosófico, etc., que hicieron posible que la Iglesia se levantara de la profunda crisis en la que estaba sumergida.

    Luego de 500 años, y tras el Concilio Vaticano II que puso fin al orden tridentino, la Iglesia católica nuevamente se encuentra en una profunda crisis que, al igual que hace 5 siglos, le puede provocar un cisma, la pérdida de feligreses, de vocaciones, las más variadas consecuencias consecuencias. La historia, la filosofía, la literatura, en definitiva, las disciplinas humanistas contribuyen a comprender y entender de manera cualitativa los problemas del hombre, sus instituciones y crisis, de ahí la pertinencia de este libro en el momento actual.

    ***

    Esta obra colectiva deriva de las inquietudes y preguntas de los proyectos de investigación que han dado origen a este libro: Plan de Investigación de la Universidad de Navarra (PIUNA) 2018: Trento en el Mundo hispánico: Renovación individual, social y cultural del que es parte Macarena Cordero Fernández, y el FONDECYT de Iniciación n°11180374 Crear/se y publicar/se en la periferia: Un estudio comparado de colectivos poético-culturales actuales de Brasil, Argentina y Chile en el que Jorge Cid es el investigador principal.

    Agradecemos al Comité Científico Internacional que aportó evaluaciones de gran acuciosidad, colaborando así a finalizar este volumen de manera satisfactoria e imparcial: Juan Pablo Abalos, Olga Acosta, Inés Aldao, Ignacio Chuecas, José Luis Egio, Rafael Gaune Corradi, Andrea Kottow, Gerardo Lara Cisneros, Jorge Martin Bascuñán, Mauricio Onetto, Agustina Rodríguez, Olaya Sanfuentes, Bernarda Urrejola.

    Agradecemos especialmente al profesor Jorge Martin Bascuñán, quien contribuyó con la edición de este libro.

    ***

    Este libro colectivo está dividido en cuatro partes articuladas como unidades que dialogan entre sí, del mismo modo en que sus diferentes capítulos establecen lazos concomitantes, a través de las múltiples dimensiones desarrolladas desde una perspectiva interdisciplinaria que iluminan los nuevos debates sobre los efectos de Trento en las sociedades actuales a la luz de metodologías, corpus y modelos de pensamiento novedosos y en permanente cambio.

    El primer capítulo ha sido escrito por Fermín Labarga, en el que da cuenta de cuál es el modelo de sacerdote que Trento establece. Dicho modelo no es otro que el presbítero Contreras, quien estando en África redimió a cristianos cautivos y convirtió a musulmanes. Se trata de un sacerdote culto, piadoso, amante de la pobreza, cuyo cariz ensayado en España antes de Trento, será exportado a todo el orbe católico.

    Mike van Treek Nilsson aborda la lectura y el estudio de las Sagradas Escrituras, analizando desde la reforma luterana si los creyentes tienen derecho a preguntar si la Biblia realmente significa lo que la Iglesia dice. Seguidamente, contrapone la mirada luterana con lo acordado en Trento, concilio que no intentó suprimir ni reprimir la lectura de las escrituras, sino que establecer condiciones legítimas para que se desarrolle la lectura y esta sea aceptada para la Iglesia. Más aún, la Contrarreforma estimuló un cierto tipo de lector entendido como apto, que tuvo como tarea una apologética de la fe, una defensa de la tradición católica en pugna con los reformadores, racionalistas y creencias modernas. Se trata a su vez de las implicancias políticas que conllevó la definición de la forma y la lengua en que debe realizarse la lectura bíblica, constituyéndose una suerte de sistema defensivo frente al protestantismo. Por ello el lector apto es el sacerdote, capaz de hablar desde el centro del catolicismo, encarnando los valores del sacerdote modelo dibujado por el presbítero Contreras.

    Por su parte, Felipe Schwember plantea que luego de la Contrarreforma se produjeron cambios y evolución en las teorías políticas, que se traducen en el principio de la igualdad natural de todos los hombres, principio cuya importancia radica en ser el punto de partida para la justificación de las instituciones jurídicas y políticas, debiendo en adelante los teóricos dar importancia a las teorías contractualistas, del estado de naturaleza, de los derechos individuales, etcétera.

    La segunda parte de este libro lo inicia Bettine Baader, quien ofrece una reflexión acerca de la teoría weberiana sobre el Desencantamiento del Mundo como consecuencia de la Reforma Protestante. Se sostiene que lo que planteó el sociólogo alemán debe ser comprendido dentro de un proyecto historiográfico decimonónico más amplio que aquel al que han creído verse enfrentados los representantes de la Historia de la Cultura. Al respecto, vuelve a considerar los argumentos que se han dirigido en contra de la propuesta de Weber, y revisa los argumentos que él dispuso como directrices del mundo moderno, con el fin de reflexionar en torno a su quehacer histórico, y a su influencia en la evaluación progresiva del Protestantismo.

    Le sigue la colaboración de Diego Melo, quien analiza una traducción que Martin Lutero realizó del Corán. Para Lutero traducir y conocer el Corán era tan importante como conocer la Iglesia Católica, pues desde su perspectiva, ambas constituían un peligro para Europa. De ahí la necesidad de conocer la fe del enemigo para poder combatirlo. Así, el enemigo interno de Europa era el papado, mientras que el externo era el avance de los turcos y el islam. Lutero entendió que el Corán tiene implicancias políticas y teológicas, y que por lo mismo podían destruir el cristianismo.

    La segunda parte es cerrada por Ana Hontanilla, quien aborda la exclusión de España de la Europa ilustrada, mostrándola como bárbara e incivilizada. Para ello la autora aborda en las categorías de imperialismo y colonialismo, como también, de qué manera luego de la Reforma protestante, los británicos realizaron todo lo posible por desplazar al mundo hispánico.

    Ya en el tercer apartado del libro, Luz Ángela Martínez propone un estudio en el que dialoga con las grandes orientaciones críticas que definen el marco interpretativo americanista que se hace cargo de la obra de sor Juana Inés de la Cruz, a saber, la filosofía de la ciencia; la observancia del Barroco como una expresión estética jánica; la interesada en el problema de la representación y el lenguaje; y la que atiende la relación entre poesía, identidad y género, Luz Ángela Martínez analiza lúcidamente el doble fondo cultural que opera dentro de la obra de la monja a través de un acucioso análisis del auto sacramental El divino Narciso, obra que, con su característica agudeza poético-teológica, percibe y da cuenta de la coexistencia de dos religiones igualmente verdaderas –un sustrato cultural pretridentino y otro postridentino– de los cuales se nutre la producción artística del siglo XVII, cuya coexistencia durante el primer periodo colonial es determinante en la formación espiritual americana.

    Luego, considerando al barroco como un lenguaje que se reactualiza permanentemente a través de sus diversas manifestaciones en atención a las coordenadas históricas y culturales que le van sirviendo de contexto, Jorge Cid evalúa el diálogo entre dos manifestaciones del barroco: el barroco de la contrarreforma y el neobarroco del Río de la Plata que –aunque en las antípodas de la moral y sus cinco siglos de desarrollo–, se revelan cercanas en su artificio y en su inclinación por el estímulo violento de los sentidos. Partiendo del análisis del misticismo y la sensualización a la que este recurre en obras pictóricas empapadas del influjo tridentino, el autor analiza la apertura del barroco a códigos e imaginarios excéntricos presentes en obras literarias del autor argentino Néstor Perlongher cuyos textos polemizan con la gran tradición literaria, actualizando el autosacramental de Sor Juana en atención al imaginario de la espiritualidad amazónica del Santo Daime en la que el poeta participó durante los últimos años de su vida.

    Más adelante, Daniel Astorga analiza las estrategias utilizadas por Fray Andrés de Olmos para adaptar, por medio de un trabajo conceptual y gráfico de los sermones, la concepción de infierno de los misioneros a una versión que pudiera resultar significativa para los indígenas de la Nueva España. Dado que las concepciones espaciales del infierno y el inframundo nahua, Mictlan, distaban entre sí, tanto en forma como en fondo, fue necesario para los misioneros relevar las diferencias existentes entre las concepciones de infierno de ambas culturas para definir las transformaciones necesarias para conseguir una representación del espacio del Mictlan prehispánico funcional a los propósitos específicos de la labor misionera. Con este fin, Astorga analiza el Tratado sobre los siete pecados mortales de Fray Andrés de Olmos, evaluando su recepción por parte de los nahuas del México central frente a las nuevas configuraciones espaciales del Mictlan en el discurso del fraile.

    Fernando Guzmán realiza una reflexión de las producciones materiales en el período virreinal, introduciendo la pregunta sobre cuáles fueron los libros y/o ideas en circulación que pudieron haber estado presentes en la redacción de los decretos conciliares. Lo anterior adquiere particular relevancia en materia de prácticas devocionales y uso de imágenes, las que en el proceso de adscripción a las convenciones tridentinas, actualizaron sus producciones dotándolas de elementos locales, propios de su realidad espacial y cultural.

    Cierra el apartado tercero la comunicación de Laura Fahrenkrog, quien indica que luego de recepcionarse el tridentino, se reforzaron más que reformaron, los obispados americanos. Aunque, como en muchos otros espacios, los decretos tridentinos fueron readaptados o traducidos a las circunstancias de Asunción, ciudad lejana a los grandes centros de poder, debiendo negociar las formas de los ceremoniales.

    El último apartado, se inicia con la investigación de Nelson Castro, quien enfatiza en el reforzamiento de la figura de los obispos y los párrocos. Castro indica que la Iglesia de Charcas presentaba problemas similares a otras diócesis americanas y europeas, pero que no obstante, sus soluciones debían ser originales puesto que la realidad era diversa y particular. El análisis anclado en el siglo XVIII da cuenta de los conflictos que se suscitan y que deberá enfrentar la Iglesia pos tridentina ante el avance del regalismo tendiente a menoscabar la autoridad papal, defendiendo el episcopalismo y así hacer frente a estas tendencias.

    El aporte de Mario Padres a esta obra colectiva es innovador en cuanto a su foco de análisis. Tal como el autor lo indica, la conversión y la evangelización católica en América se centra, generalmente, en las relaciones entre misioneros, evangelizadores y comunidades nativas. De ahí que Padres se pregunte y analice respecto al proceso evangelizador llevado adelante por los soldados del ejército español y la Compañía de Jesús emprendido en el Reino de Chile, destacando la figura de los capellanes militares, quienes llevan adelante el ideario de la Contrarreforma, el disciplinamiento y la confesionalización del catolicismo.

    Mariana Labarca aporta con un capítulo que dice relación con los cambios que experimentaron las interpretaciones respecto de las afecciones de las monjas en los conventos, realizando una conexión entre religión y medicina. Desde la Edad Media la Iglesia ha recurrido a los médicos con la finalidad que contribuyan en los procesos de canonización. Posteriormente, las afecciones del ánimo de las monjas son entendidas como casos de santidad real o falsa y de posesión demoníaca, por lo que los médicos coadyuvarán al Santo Oficio en su procesamiento. Para el siglo XVIII, esa relación ha cambiado, puestos que tales afecciones serán tratadas con las nuevas tendencias médicas.

    Finaliza el apartado y con ello el libro, el capítulo de Macarena Cordero Fernández, quien analiza la bigamia a la luz de Trento y de los diversos foros de justicia que pueden procesarlo, entre ellos el Santo Oficio de la Inquisición, tribunal que dominó la escena europea y americana luego de la reforma luterana y Trento, juzgando no sólo herejías propiamente tales, sino que prácticas que pueden dar pie a una de ellas, gracias a lo normado en Trento.


    1 Prosperi, Adriano. El Concilio de Trento. Una Introducción Histórica. (Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo. España, 2008) 13.

    2 Para más detalles ver: Repgen, K. Imperio y concilio (1521-1566) en Il Concilio di Trento e il moderno, ed. Prodi. P. y Reinhard. W. (Bolonia, 1996) 55-99.

    3 Para el caso portugués, véase: Caetano, Marcelo. Recepção e execução dos decretos do Concílio de Trento em Portugal. En: Revista de Faculdade de Direito da Universidad de Lisboa 19, 196, 7-87.

    I – Parte

    El peculiar apostolado de un presbítero secular: Fernando de Contreras y la redención de cautivos*

    Fermín Labarga**

    La figura del presbítero Fernando de Contreras⁴ es poco conocida; normalmente se suele relacionar con san Juan de Ávila, a quien conoció en Sevilla en 1526 cuando este pretendía pasar a América⁵.

    Sin embargo, tanto Ávila como Contreras, que congeniaron inmediatamente, son dos clérigos en los que bien puede ejemplificarse el modelo sacerdotal que ansiaba la reforma católica. Ambos son protagonistas de esa reforma que se ensaya en España antes de exportarla a todo el Orbe católico a partir del Concilio de Trento⁶. Tanto Juan de Ávila como Fernando de Contreras viven conforme a aquello que creen debe ser un verdadero pastor de la Iglesia y procuran, en la medida de sus posibilidades, la reforma del clero, comenzando por los mismos obispos. Sobre este particular, aseguraba el jesuita Juan de Pineda en el proceso ordinario que se abrió en Sevilla en 1633 para su beatificación, que Contreras tuvo gracia particular de Dios en saber (sin ofensión ni demasía) ayudar a la reformación de los Perlados de la Yglesia⁷. Otro jesuita, el P. Diego Meléndez, Calificador del Santo Oficio, concluía que fue

    hombre hecho a posta de la mano de Dios para reformación del siglo en que vivió, para ser bien hechor común, no sólo de los suyos entre quien vivía, sino de los estraños yéndolos a buscar entre infieles y rescatándolos con modo de vida tan particular y extraordinaria que en los mismos moros causó estimación y admiración de que hombre tal viviesse en el mundo, según fueron de muchos los prodigios y milagros que le vieron obrar.

    El objeto del presente estudio es presentar, precisamente, esta singularidad observada dentro de la actividad caritativa de Fernando de Contreras. Al margen de las órdenes redentoras, y por su propia cuenta y riesgo, realizó varias expediciones al norte de África para redimir cristianos cautivos en poder de los moros, y también allí fue reconocida su santidad, según ponen de manifiesto las declaraciones que para su proceso fueron recogidas en Ceuta, Tetuán y Argel.

    Contreras destacó por su celo y por sus virtudes, como se pone de manifiesto en la primera referencia impresa, aparecida en el libro titulado Carro de las donas en 1542, donde se afirma que era clérigo, varón de muchas letras y sanctidad⁹. De igual modo se pronuncian los testigos que declararon en los diversos procesos abiertos para su beatificación. Vamos a utilizar el primero de ellos, realizado entre 1631 y 1633 por ser el que mejor transmite la percepción que los testigos tuvieron del Santo; si bien sólo dos le habían conocido directamente, la mayor parte de los restantes guardaban numerosos datos recibidos directamente de sus padres y/o abuelos, así como de otros clérigos que le habían conocido y tratado en vida.

    I. Clérigo de mucha virtud y de grande exemplo

    Fernando de Contreras nació en Sevilla en 1470 y murió el 17 de febrero de 1548. Sus datos biográficos fueron recogidos para el proceso ordinario que se abrió en Sevilla en 1631, con cuyos materiales, a instancias del cabildo hispalense, el jesuita Gabriel de Aranda compuso la monumental Vida del Siervo de Dios, ejemplar de sacerdotes, el Venerable Padre Fernando de Contreras, natural de esta ciudad de Sevilla, del hábito clerical de N. P. S. Pedro¹⁰, publicada en 1692, y un extracto más asequible aparecido tres años antes, en 1689, el Compendio¹¹.

    Contreras estudió en la universidad de Alcalá de Henares, donde oyó Artes y Theología¹². Según indica Aranda, en 1511 fue nombrado Capellán Mayor del Colegio de San Ildefonso por el cardenal Cisneros¹³. Por entonces debió conocerle doña Teresa Enríquez, la loca del Sacramento, a cuyo servicio entró como capellán en 1518 según el mismo biógrafo, realizando en su nombre abundantes obras de caridad¹⁴. Tras su estancia en Torrijos, regresó a Sevilla, de donde no se volvió a mover salvo para las campañas redentoras a las que más abajo nos referiremos.

    Contreras reunía todas las condiciones necesarias para convertirse en el prototipo de clérigo promovido por la reforma católica, cuya implantación en los reinos de España había constituido una de las metas acariciadas por los Reyes Católicos y, de modo singular, por el cardenal Cisneros. En Alcalá pudo respirar los aires de reforma que de forma tan ejemplar secundó. Era un hombre culto, con preparación académica, y preocupado de la formación de los niños y jóvenes (él mismo enseñaba latinidad a los mozos del coro y se le tiene por fundador de la institución de los Niños de la Doctrina Cristiana, para lo cual escribió una cartilla o catecismo¹⁵). En palabras del beneficiado del Sagrario de la catedral de Sevilla, licenciado Juan Seguer de Velasco, se trataba de un hombre docto, theologo y buen predicador, y que como tal predicava entre los dos coros de la Sta Yglesia Cathedral desta Ciudad, donde no predican sino las personas de mayor opinión della¹⁶.

    Clérigo piadoso y muy amante de promover el esplendor del culto sagrado, sin obligación alguna cumplía escrupulosamente con las horas canónicas en el coro de la catedral, assi diurnas como nocturnas, sin llevar dello un maravedí. Algunos detalles, relativos a las cosas del culto, señalan una gran delicadeza espiritual. El P. Diego Meléndez refería, por ejemplo, que "era amigo de la limpieza, especialmente en las cosas del Altar, y assí tomava por recreación yr a lavar los Corporales al rio¹⁷".

    A lo largo de toda su vida, Contreras se muestra como un pastor solícito, que predica con frecuencia y dedica todas las horas de la jornada a atender a los fieles en sus necesidades espirituales y materiales. Aun pudiendo haber aspirado a ello legítimamente, no busca hacer carrera eclesiástica ni obtener beneficios, de modo que rechaza incluso el obispado de Guadix que el ofrece el emperador Carlos V. Esto le confiere una gran autoridad y libertad, como queda reflejado en el episodio famoso del sermón de san Ildefonso. Refiere el presbítero Juan Seguer:

    Se tiene por tradición cierta y verdadera que, predicando en esta ciudad, en la dha Yglesia Cathedral, siendo arçobispo deste Arçobispado la buena memoria del eminentissº sr don Alonso Manrique, queriendo celebrar la fiesta de San Ildefonso, el dho sr Arçobispo le mandó predicar el sermón de aquella festividad, y él lo aceptó y hallándose presente el dho eminentissº sr Cardenal, aviendo subido al púlpito el dho Venerable Pe Fernando de Contreras, puso los ojos en el dho sr Arçobispo, y dixo: Padre, vos me aveis mandado predicar este sermón de esta festividad de san Ildefonso, yo os e obedecido como a mi Perlado y Señor, y me a dado qué pensar lo que e de predicar. Él Alfonso y vos Alfonso. Mirad lo que va de Alfonso a Alfonso; yo haré lo que devo por mi, y vos haréis lo que deveis por vos. Cuias razones en un lugar tan eminente es cierto que no pudieron decirse sino por persona docta y de grande virtud¹⁸.

    Contreras es un hombre virtuoso, humilde, casto, desprendido, pero sobre todo pobre. En su vida destaca de modo especial el ejercicio real de la virtud de la pobreza, como reiteradamente señalan los testigos del proceso. El licenciado Cristóbal López Garrido, capellán del Sagrario de la catedral hispalense, afirma que fue virtuosísimo y muy exemplar, y grandemente pobre, que amó mucho la pobreza¹⁹. Según el jesuita Juan de Pineda, profesava una pobreza christiana y evangélica (…) reconociéndolo los pobres por su Padre y favorecedor²⁰. Y Seguer añade que su pobreza fue grande y voluntaria²¹.

    Un presbítero culto, piadoso y amante de la pobreza, por fuerza ha de ser caritativo. Contreras ejerce con naturalidad las obras de misericordia: enseña y orienta, aconseja, proporciona alimento y vestido a los necesitados, asiste a los enfermos, consuela a los moribundos y entierra a los muertos²²… Y, cosa verdaderamente, admirable, completa el ejercicio de la misericordia dedicándose literalmente a la redención de cautivos, algo muy difícil de realizar al margen de los cauces establecidos. De este modo, Contreras reúne en sí la gama completa de posibilidades tipificadas de ejercer la misericordia con el prójimo.

    Fueron, precisamente, su caridad y su permanente disponibilidad para el ejercicio de la misericordia las que le confirieron la grandísima opinión de santidad²³ con la que vivió y murió, siendo reconocida de forma unánime, según a sido y es pública voz y fama y común opinión, y antigua tradición en la ciudad de Sevilla²⁴.

    Las principales manifestaciones del concepto de santidad en que se encontraba a los ojos de sus coetáneos se producen, como suele ser habitual, en los momentos de su agonía, muerte y sepultura. Según relata el licenciado Alonso Sánchez Gordillo, Abad Mayor de la Clerezía desta dha Ciudad de Sevilla, Fernando de Contreras

    en las manos de todos sus devotos y amigos dio su espíritu, quedando su rostro y cuerpo hermoso y compuesto conforme la gracia natural y corporal que él tenía, que le juzgaban todos más por estar en sueño que muerto, y assi estuvo por muchos días, aunque luego al punto que espiró fue público y notorio por toda esta Ciudad, de manera que en notable brevedad de tiempo acudieron todos los vecinos cercanos y de lexos personas ilustres a verle y venerarle y ponerle la mortaja de las vestiduras sacerdotales con que fue enterrado²⁵.

    Muchos de quienes acudieron deseaban también hacerse con alguna reliquia de quien ya era tenido por Santo. De este modo, por devoción y reverencia, le despedazaban y rompían las vestiduras y mortajas que llevaba puestas, llevando cada qual la parte que podía por reliquia, tocándole rosarios y coronas, y besándole los pies y las manos como a hombre sancto²⁶.

    El entierro constituyó una manifestación espontánea de reconocimiento de su santidad. Sebastián Vicente de Villegas, presbítero Maestro de ceremonias de la catedral, indica que

    enterraron al dho Venerable Pe Fernando de Contreras con opinión de sancto, con tañido de todas las campanas de ambas torres que en aquel tiempo tenía la Yglesia con campanas (…), y que al llevarle a enterrar, le acompañó todo el clero de la Ciudad, acudiendo sin llamarle, por su sola devoción, y que assi mismo acudió todas la mayor parte de la nobleza desta Ciudad, llevándole en ombros a porfía los más nobles, y con gran concurso del pueblo, con grande opinión de sancto y aclamación como a tal²⁷.

    Durante el traslado hasta la catedral, fue "grandissimo el concurso de gente que acudió (…), dando vozes, y llamándole el Sancto Contreras, ayúdanos"²⁸.

    Para que todo fuera realizado de manera excepcional, en las exequias predicó un obispo de Marruecos, Arcediano de Carmona, Dignidad en esta Sta Yglesia, y que entre las cosas que dixo de su virtud y sanctidad y alabanças fue que merecía ser canonizado, y que el aver sermón en su entierro, y de tal persona, es cosa muy singular, que no se haze sino con los Perlados o con Reyes²⁹. A pesar de no haber sido prebendado de la catedral, el cabildo decidió enterrarlo en el lugar más honroso posible del templo, junto al que ya no se permitió el enterramiento de nadie más.

    II- Contreras, redentor de cautivos

    Desde su fundación en la Edad Media, las órdenes de la Merced y de la Trinidad habían desarrollado su carisma específico de la redención de cautivos cristianos apresados por los moros, normalmente en el Mediterráneo. No son abundantes iniciativas semejantes, y mucho menos promovidas por una sola persona. Este es el caso del presbítero Fernando de Contreras, quien desarrolló esta peculiar obra de apostolado durante el último periodo de su vida³⁰. Cabe preguntarse por el detonante de esta actividad redentora, realizada de forma completamente personal. Ya el padre Aranda, en su biografía, manifestaba que una vocación tan rara y un obrar tan maravilloso, es fuerça tuviesse motivos grandes, y que es razón se averiguen³¹.

    Varios autores han señalado como posible motor de la actividad redentora de Contreras su amistad con el obispo de Marruecos fray Sebastián de Obregón. Así piensa su principal biógrafo³², y los que le siguen, como el cronista franciscano Francisco de San Juan del Puerto:

    Quedaron aquellos pobres cautivos desconsolados sin padres llorando en su triste orfanidad el no tener quien les repartiesse el pedazo de Pan de la Doctrina. Los altares quedaron solos sin ministros que en sus sagradas aras ofreciesen purissimos cultos a Dios. Por estos tiempos andaba en sus redempciones aquel gran Sacerdote y Ministro verdaderamente apostolico, incendio de la caridad compassiva, el venerable Padre Fernando de Contreras. Era entonces obispo de Marruecos don Sebastian de Obregón, el qual asistia en Sevilla en las possessiones de su dignidad siendo auxiliar juntamente de el Señor Manrique y despues de el Señor Loaysa. Este prelado viendo que no podia asistir a sus cautivas obejas, y que no tenian ministros, impuso à el vénérable Padre Contreras en que passasse à Marruecos y que haziendo alli sus redempciones exercitasse de camino su zelo apostolico confessando y consolando aquel pobre rebaño que por tantos extravios andaba sin pastor. El Venerable Padre como estaba tan prompto a la piedad y conocía con tan gran experiencia la miseria de los cautivos, desde luego se determinó a el transito, aunque no pudo lograr el passar a Marruecos por estar ya governada por el Xerif levantado y coda la tierra en arma. Llegó no obstante hasta Fez, por no aver llegado todavia à aquella Corte la tiranía de los Xerifes aunque entró muy luego. Allí hizo gran fruto espiritual en los cautivos, que eran muchos y en los demàs que estaban en Tetuàn y otras partes, y con una copiósa redempcion se vino â Sevilla, donde murió y se conserva su cuerpo con gran opinion de Santo³³.

    Pese a lo indicado, parece más verosímil situar el primer impulso de la actividad redentora de Contreras en el entorno inmediato de doña Teresa Enríquez. Aranda señala que en su testamento dejó un legado con el fin de redimir niños cristianos apresados por los moros, encargando a su leal capellán ponerlo por obra. La piadosa dama sentía con especial dolor el desamparo de los niños cautivos de los moros: De los Religiosos Redentores he sabido, que los Niños más desamparados que puede aver en el Christianismo fon los que se hallan cautivos entre los Moros, y en especial en Argel: pues no sólo viven esclavos, mas fin la esperança de conseguir libertad jamás³⁴.

    La preocupación por la suerte de los niños y, en general, de los cristianos apresados cuya fe pudiera debilitarse hasta la apostasía se mantuvo constante no solo en la Península, sino también en los virreinatos americanos hasta bien entrado el siglo XVIII. La lejanía física no impedía, sino más bien al contrario, compadecerse por su deplorable situación, como se encargaban de recordar los predicadores, y muy singularmente los Trinitarios. Con la finalidad de recaudar limosnas para redimir cautivos pasó fray Pedro de la Concepción al virreinato del Perú³⁵. Buena prueba de que la predicación tuvo éxito y la preocupación perduró en el tiempo es, por señalar un caso, el testamento del presbítero don Nicolás de Maluenda, cura beneficiado de la Doctrina de Renca, quien todavía en 1735 dejaba una manda de cinco ducados de Castilla para redemp[ció]n de niños captivos xptianos q están en poder de Moros³⁶.

    Por lo general, se suponía que los niños y jóvenes no sólo eran coaccionados para abrazar la religión musulmana, sino que también eran víctimas de abusos sexuales³⁷. Idea que, sin grandes dificultades, puede extraerse igualmente de varias testificaciones del proceso de Contreras.

    Lo cierto es que esta labor redentora de Contreras constituyó una peculiaridad muy notoria, como se pone de manifiesto en el proceso ordinario hispalense, realizado a partir de 1631, en el que más de un tercio de las quince preguntas, concretamente seis, estaban referidas a esta actividad. Así, la pregunta cuarta se encamina a probar que fue hombre de mucha caridad y piedad, la qual exercitó siempre con todos quantos conoció y le conocieron, christianos y moros y judíos, a quien(es) siempre procuró consolar y animar para vivir bien en la ley de Jesuchristo nuestro Señor, a quien convirtió muchos dellos con la fuerça de su doctrina.

    Las siguientes preguntas se redactaron del tenor siguiente:

    5ª: Yten saben y oyeron decir a sus mayores y más ancianos que el dho Pe Fernando de Contreras fue hombre docto y muy buen predicador, y como tal predicava en la sancta iglesia Cathedral, y era persona de tanta virtud y conocida sanctidad que en su vida hizo muchos y diversos milagros, que como tales fueron advertidos y conocidos, así estando en esta Ciudad como en las partes de Berbería, donde yba a Redempción de Captivos, en que los testigos refieran el don de hazer milagros que tenía y quales son los que an oydo afirmar por tales, y la virtud de la sanidad que tenía, tocando con sus manos a personas enfermas, y en particular tuvo y usó esta facultad con los moros, que llegando que llegaba a sus puertos, le traían sus enfermos para que les tocasse y pusiesse las manos sobre las cabeças y los bedixesse.

    6ª: Yten saben y an oydo decir a sus mayores que el exercicio particular y mayor muestra de caridad y misericordia que el dho Pe Fernando de Contreras tenía era redimir captivos e yr por ellos a tierra de Berbería, de donde los traía con grande comodidad porque los moros le estimaban en tanto que se los daban a su voluntad; que pagase de contado el precio dellos o que prometiesse de lo pagar, fiándolos todos de su palabra, porque se la guardava y cumplía con puntualidad, en que padeció muchos y muy grandes trabajos e incomodidades y peligros.

    7ª: Yten saben y oyeron decir a personas dignas de toda fe que entre las cosas milagrosas que el Pe Fernando de Contreras obró fue una que yendo a Berbería a su obra de Redemción (sic) de Captivos y execución de su misericordia se le levantó una tan grande tormenta en la mar que todos los que le acompañavan pensaron ser perdidos; y puesto el bendito varón en oración tocó con su bordón en las aguas del mar y, al punto, el viento y tormenta cessó, con admiración de todos los que avian temido de perecer.

    8ª: Yten saben y oyeron dezir que aviendo llegado a la ciudad de Argel, en ocasión de una grande seca del tiempo y falta de agua, el rey de Argel le pidió encarecidamente rogasse a Dios que les diesse agua, y él le prometió que sería así, con que para ello le mandasse el Rey dar todos los niños captivos christianos que no pasasen de diez años, y los morillos que no pasassen de siete años, para ordenar con ellos una plegaria y suplicación a Dios; y que si Dios los oyesse y lloviesse a su contento, les avia de dar libertad a los niños christianos; y el Rey se lo concedió, y fue assi que los juntó todos en mucho número y orden una processión en que con ellos y algunos christianos eclesiásticos que avia en la ciudad fueron cantando las Letanías Romanas hasta el barrio donde los christianos captivos tienen su capilla y altar; y fue Dios servido de oír las oraciones del bendito varón y llovió luego al punto, de manera que en todo aquel día no pudieron salir del baño. Y el Rey les embió muchos regalos, y la lluvia duró por muchos días siguientes, con que la tierra y Provincia se abasteció, con admiración del Rey y vecinos de la ciudad.

    9º: Yten saben y an oydo decir que por las cosas suso dhas ganó entre los moros y judíos que vivían en África tanta estimación de virtud y sanctidad que, en lengua africana, le llamaban Morabito, que quiere decir Sancto y bendito varón, y en oyendo su nombre le temían y respectavan y le tratavan y comunicaban y pedían remedio para sus desconsuelos y él los consolava y persuadía que dexassen los orrores de las sectas en que vivían, y a los que disputavan con él los convertía y obligava con sus razones a reducirse y convertirse a la fe católica. Y que esto se vido en que muchos de diversas sectas se salían de Berbería y se venían con él a Sevilla, donde los acomodava y dava modos de vivir a su contento y satisfación³⁸.

    Muchos testigos residentes en Sevilla refirieron algunos de estos sucesos, de los que habían tenido noticia bien por los acompañantes del padre Contreras bien por los propios cautivos rescatados. Pero lo que aporta un mayor interés es, sin duda, el esfuerzo que pusieron los promotores de la causa para lograr los testimonios de la actividad redentora in situ. En 1675, se comisionó al alférez Juan Mariño de Crastelo, buen conocedor de los principales puertos norteafricanos, para que, junto con el trinitario fray Bartolomé Serrano, residente en Argel, recabaran, en la medida de lo posible dado el tiempo transcurrido, los testimonios de la actividad de Contreras en Ceuta, Argel y Tetuán.

    A pesar de las dificultades previsibles, consiguieron 19 testigos en Argel, 17 en Tetuán y 21 en Ceuta. De ellos cinco eran moros, todos residentes en Tetuán, si bien en otros casos los testigos, casi todos cautivos en algún momento de su vida e incluso en el momento de la declaración, relataron también numerosos pormenores referidos por musulmanes.

    De los relatos y de las mismas preguntas dispuestas para los testigos de Ceuta, Argel y Tetuán parece inferirse que "desde el año de mil quinientos y treinta hasta el de mil quinientos y quarenta y siete fue varias vezes desde Sevilla a aquel Reyno [de Berbería] a hazer rescates de captivos

    christianos"³⁹. Sin embargo, como indica Quintana Álvarez, sólo la actividad redentora del padre Contreras en Marruecos entre los años 1539 y 1545 puede demostrarse fehacientemente, entre otros documentos y noticias a través de los papeles del Antón de Azoca, contador de don Fadrique Enríquez de Ribera, marqués de Tarifa y adelantado mayor de Andalucía, que conservaron Argote de Molina y Ortiz de Zúñiga⁴⁰.

    En su obra Mission historial de Marruecos señala Francisco de San Juan de El Puerto que, a raíz de la revuelta de los Xerifes o xarifes, habían sido expulsados los religiosos y que la actividad redentora había cesado hasta que la reinició el venerable Contreras. Cabe indicar que dicho cronista tomó los datos de Aranda, quien a su vez los había extraído de las informaciones realizadas para el proceso. Ciertamente había quedado memoria de la actividad de Contreras en Argel. El propio P. Silvestre, a pesar de que defiende que el primer hospital para los cautivos fue fundado por su Orden de la Trinidad, no puede omitir el dato aportado por el P. Gómez de Losada según el cual existía una tradición entre los cautivos ancianos de Argel, que se lo han oído a los moros según la cual un Papaz grande hizo esta obra de misericordia, el qual era Obispo, y que embiandole el rescate, no quiso la libertad; antes escogió quedarse cautivo, y comprar sitio para los Hospitales y entierro para los Católicos⁴¹.

    En cualquier caso, aunque no quede por completo despejada la razón por la cual Fernando de Contreras comenzó a dedicarse a un apostolado tan comprometido ni el momento exacto en el que lo inició, resulta nítido sin embargo su modus operandi.

    Antes de partir para Berbería, hacía

    primero muy grandes diligencias en esta ciudad [de Sevilla] para recoger las limosnas y después para suplir lo que faltava, sin que se le sintiese que se aprovechasse en cosa ninguna para su persona, antes viviendo con summa pobreza, de manera que aún yva a pie a algunos rescates, como se colige de algunos escritos de su vida, y de las enfermedades del que tuvo en los pies, de que murió, atribuidas a los cansancios que tenía, por cuya causa traya un bordón de ordinario⁴².

    Otros testigos insisten en la probidad y honestidad de Contreras, que nunca se benefició en un ápice de su labor. Lo cierto es que llegó a reunir cantidades fabulosas. Pero, como asegura el P. Diego Meléndez, nunca uvo blanca de renta y era señor de las haziendas de muchos, porque viendo como la gastava, le daban para que gastasse⁴³.

    Además, pedía préstamos a cuenta de las limosnas futuras. Se conoce el caso referido por Bartolomé Rodríguez, capellán perpetuo de la iglesia parroquial de San Isidoro, quien

    se acuerda que conoció en esta Ciudad a un hombre burgalés, llamado Gerónimo de Valladolid, hombre principal y de mucha verdad y hombre rico, el qual dixo este testigo que conoció y trató y comunicó al dho Venerable Pe Fernando de Contreras, al qual en algunas ocasiones para el dho rescate avia prestado algunas cantidades de maravedises (…) y que una vez le hizo el dho Venerable Pe y Bendito Varón una cédula de lo que le avia prestado, prometiendo por ella pagárselo, y que el dho Gerónimo de Valladolid al cabo de algún tiempo avia echo balance de su hazienda y avia hallado que en aquel tiempo que tenía dado y prestado el dinero al dho Venerable Pe Fernando de Contreras avia crezido mucho su hazienda, por lo qual con grande devoción se fue a buscar al dho Pe Contreras y le dixo: «Ve aquí la cédula del dinero que le presté, no quiero que me le pague», y que la hizo pedaços, y que dio la razón porque hazía aquello, porque le parecía cosa milagrosa que Dios le uviese dado tanta ganancia por aver prestado y socorrido para aquella buena obra de redempción⁴⁴.

    A pesar de lo que pudiera colegirse de algunas testificaciones, parece que no viajaba solo sino acompañado por algunos hombres que le ayudaban con los trámites y pagos. Sebastián Vicente de Villegas asegura, a este propósito, que el

    licenciado Garcí Álvarez, presbítero natural desta Ciudad que fue muy conocido por su mucha virtud y sanctidad, y confesor que fue de Sta Teresa de Jesús, el qual por ser hombre de mucha edad dezía aver alcançado a conocer de vista, trato y comunicación continua al dho Venerable Pe Fernando de Contreras y que le acompañó algunas vezes desde esta Ciudad, juntamente con su padre del dho licenciado Garcí Álvarez, a los viajes que hazía a Africa a redempción de captivos christianos⁴⁵.

    Preparada la expedición, refiere en 1631 la testigo Dª María de Saavedra, viuda de Balthasar de Dueñas, vecina de la collación de san Marcos, que es de edad de más de cien años y que

    dixo que conoció al Venerable Pe Fernando de Contreras, siendo esta testigo moça en casa de su padre en esta ciudad donde es natural, que vivía en calle de Francos, y se acuerda esta testigo que dos vezes lo vio, una en ocasión de que muchos caballeros y Justicia y hombres principales desta Ciudad yvan en su acompañamiento, que dezían el dicho Venerable Pe Fernando de Contreras yba a Berbería a rescatar captivos, y la dha gente que le yba acompañando yvan con él hasta dexarlo fuera desta Ciudad, y otra vez le vio esta testigo en ocasión de que venía de Berbería y traía en su compañía captivos en mucho número, y se acuerda esta testigo que venían cantando una letrilla, que esta testigo tomó de memoria y oy la sabe porque la a repetido muchas vezes, que dezía desta manera:

    "Señores dadnos por Dios // pues que venimos a vos

    aved compasisión de nos // que Dios os lo a de pagar

    por Dios ayudad, por Dios ayudad // a estos captivos de Xibraltar"⁴⁶.

    Y muy grande número de gente que con él yva, que lo yba acompañando con los dhos captivos que estaban con grandissima alegría y regozijo; y el dho bendito varón con mucha alegría, el qual tenía el rostro lleno, alegre, y no era alto, que parece que de una pierna cogeava un poco; el qual iva vestido de clérigo del Orden de San Pedro, con su bonete redondo, y esto avrá más que pasó de noventa años porque esta testigo tiene más de edad de cien años y se acuerda que dho Venerable Pe Contreras llevaba un bordón en su mano, el qual dezían que era prestado porque el suyo, de aquel último viaje lo avía dexado empeñado en tierra

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