Santiago y España
l relato de la ‘invención’ –en su sentido de hallazgo o descubrimiento de algo no conocido–de la tumba de Santiago por el obispo Teodomiro († 847) de Iria Flavia (en el actual municipio de Padrón) se encuentra en documentos de fines del siglo XI o inicios del XII. Se cuenta que los ángeles revelaron al ermitaño Pelayo, que vivía cerca, quién estaba allí sepultado, mientras que varios feligreses veían luminarias sobrenaturales. Lo pusieron en conocimiento del obispo de su diócesis, Teodomiro, que acudió y decretó un ayuno de tres días, como preparación religiosa y súplica a la divinidad. Tras ello, fue al lugar señalado, donde encontró un pequeño edificio abovedado y, en su interior, bajo unos arcos de mármol, tres sepulturas, que identificó como las del apóstol Santiago y dos de sus discípulos. El obispo lo puso en conocimiento del rey Alfonso II de Oviedo (791-842), quien peregrinó y mandó construir tres iglesias en honor de Santiago, de san Juan Bautista y del Salvador, san Pedro y san Juan Evangelista. En esta última residiría la comunidad monástica encargada del culto al apóstol, conocida como Antealtares. Las disputas entre los clérigos del monasterio de Antealtares y el obispo y cabildo de la catedral eclipsaron el papel del ermitaño, precursor de los monjes, en favor del obispo en las nuevas versiones. En cualquier caso, esta ‘invención’ se presenta como una revelación, tal y como era habitual. Es el santo
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