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Trigo Ahogado tomo III
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Trigo Ahogado tomo III

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En este compendio se busca decubrir en la enmarañada historia del cristianismo, el orígen de las diferentes doctrinas, rituales, promesas y esperanzas de las muchas tendencias cristianas durante los muchos siglos de historia. Este tercer volumen aborda el desarrollo de la reforma protestante, aunque incluye temas previos a ese acontecimiento y el resultado de esa gran revolución religiosa.
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento7 sept 2014
ISBN9788499816883
Trigo Ahogado tomo III

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    Trigo Ahogado tomo III - Luis Ernesto Romera

    XinXii

    Prólogo

    El siglo XV, se movió entre dos épocas, una en declive, la edad media y otra en proceso de ebullición, el Renacimiento. Pero hacia la mitad del siglo, todavía el mundo conexionado de entonces estaba limitado a Europa, norte de África y Oriente medio. Todo lo demás, la India, el extremo oriente, y el África subsahariana, estaba alejado y para los europeos obstaculizado su acceso por el imperio islámico, que hacía la veces de frontera. Aún más alejados si cabe estaban las civilizaciones de Oceanía, el sur de África, América al completo, de la cual se desconocía su existencia. Pero de pronto eso cambió, el mundo de repente se abrió a lejanas fronteras y precisamente ese detalle sería parte del fin de esa época de aislamiento continental llamado la edad media. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en que suceso marca el fin de esta época y el inicio del llamado renacimiento, según de qué país hablemos, por ejemplo en España, no cabe duda que el retroceso de los árabes y la reconquista de todo el territorio, allá por el año 1492, junto con el descubrimiento de América, supuso un punto de viraje en la historia, y podríamos decir que hubo un antes y un después de este año. En Inglaterra y Francia, quizás se pueda decir que el cambio lo marca el fin de la guerra de los cien años en 1453. Mientras que en Italia, el renacimiento fue más bien cultural, con la venida de Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Dante, Maquiavelo y otros, todos en el siglo XV.

    En términos científicos y tecnológicos el desarrollo de la imprenta en 1452 por Gutenberg, supuso un cambio radical en la comunicación del saber, lo cual desembocó en la revolución más importante tanto científica como religiosa, gracias a la cual se pudieron lograr muchos de los avances en estas ramas en los futuros siglos.

    A nivel religioso, sobre todo en lo que al cristianismo se refiere, que es el tema sobre el que estamos haciendo este estudio, la reforma protestante de 1560 supuso una explosión de ideologías solo superado por la siguiente revolución religiosa de la era moderna, los siglos XIX y XX. Pero esta reforma protestante tuvo sus orígenes, como ya vimos, en sucesos acaecidos a finales de siglo XIV y principios del XV, sobre todo de la mano de los que podríamos decir fueron precursores de dicha reforma, John Wycliffe, Jan Hus, o Gregorio de Praga, aunque lamentablemente ni siquiera pudieron ver el fruto de su labor. Así que con ellos damos por concluida una época y con los que redescubrieron sus ideas, haciéndolas suyas, Lutero, Calvino, Zuinglio y Knox, daremos inicio a esta nueva. No obstante en este tomo incluimos a los precursores de la reforma antes mencionados para tener una visión más completa de lo que supuso aquella revolución en el cristianismo.

    Podríamos decir que se abre una tercera etapa en un cristianismo que necesitaba volver a sus origines y buscar en las escrituras el sentido. Esto supuso el respiro que numerosos grupos minoritarios que ya habían dado el paso y por ello habían sido brutalmente masacrados y obligados a malvivir en una clandestinidad y silencio casi absolutos. Los Humilliati, petrobruscianos, paulicianos, valdenses, y otros de los que hemos ido hablando hasta ahora, por lo general se dice que habían desaparecido, pero lo que sucede es que la inquisición les había tapado la boca y obligado a permanecer escondidos. Ahora salen de sus escondites y muchos abrazan el nuevo cristianismo, en algunos casos sacrificando muchas de sus doctrinas y perdiendo su propia identidad.

    Otros sencillamente aprovecharon la ocasión para abrirse camino a la libertad en otras tierras, pues los siguientes siglos significarán una expansión hacia todos los lugares del planeta, ya que se dio inicio desde el descubrimiento de América por Colon en 1492 a una ambiciosa lucha por descubrir mundo y ganar territorios en continentes hasta ahora demasiado alejados de lo que el hombre medieval consideraba su mundo. El cristianismo en todas sus ramas se extendería hacia América, Extremo oriente, África y Oceanía. Aunque en algunos casos no eran los primeros, por ejemplo en Asia, los nestorianos desde el siglo VI habían llegado a rincones lejanos de la India y China. La iglesia Ortodoxa, aunque dividida políticamente parecía estar más cohesionada religiosamente, y aunque había sido reducida a una minoría en la tierra de sus orígenes, Constantinopla, debido a las hordas otomanas, pero se habían abierto camino hacia tierras distantes, pues habían convertido a los lejanos rincones del norte de Europa, las tierras bálticas y gran parte de Europa oriental, Rusia, Bulgaria, los Balcanes a la cabeza, llegando a territorios de Asia, hasta Siberia. Aunque también entre los ortodoxos surgieron grupos minoritarios disidentes, ya que sus iglesias habían caído en la opulencia y el poder político. Por otro lado se notará un marcado contraste entre la llegada del catolicismo, la del protestantismo y la de algunas minorías, en cuanto a la manera de esparcir su religión en aquellas lejanas tierras. Unos iban imponiendo conversiones forzosas, otros lo hacían en plan misional y otros sencillamente establecieron colonias cerradas y aisladas, sin pretensiones expansionistas.

    En cualquier caso diferentes cristianismos llegaron a todos los continentes y pronto allí mismo nacerían otros grupos religiosos disidentes de estos mismos, esto, por contradictorio que parezca de alguna manera supuso que el verdadero trigo por fin saliera y llegara a todas partes del mundo.

    Este tercer periodo, del que trataremos en este tomo, nos llevará hasta el siglo XVIII, en otro tomo tocaremos la era moderna, los siglos XIX y XX. Así tan solo 300 años de historia tocaremos, pero supondrá una de las épocas más fructíferas y donde se fraguaron los movimientos cristianos de la última época. Significó un despertar de la búsqueda religiosa, como nunca se había visto, sobre todo porque que se llevaban demasiados siglos de control y dominio absoluto de una iglesia cada vez más alejada de la de los primeros tres siglos.

    Capítulo 1  

    PRECURSORES DE LA REFORMA

    John Wycliffe: La Biblia contra el poder eclesiástico Durante el siglo XIV, la edad del oscurantismo medieval poco a poco empezaba a dejar paso a unos pequeños focos de iluminación. Por doquier un deseo de buscar nuevos conocimientos impulsaba a la sociedad, sobre todo en las ciudades, donde el auge de las universidades en estos últimos siglos había cobrado una importancia mayor incluso que los conventos o monasterios. En estos centros educativos, si bien la iglesia ejercía mucho control, de hecho una de las principales cátedras seguía siendo la de Teología, se empezaban a reintroducir poco a poco a los filósofos griegos antiguos, ya vimos el caso de Aristóteles. Las ciencias iban tomando su posición primordial, a través del contacto con el mundo islámico, se fueron introduciendo de nuevo las enseñanzas de los astrónomos, matemáticos y otros sabios griegos que se habían perdido durante la época feudal.

    En lo que al cristianismo se refiere, pese a la dura represión de la Inquisición, el conocimiento bíblico se iba abriendo paso entre la penumbra, en cierto modo gracias a las universidades y también a ciertos monasterios, de donde surgieron muchos de los grandes maestros que lideraron la rebelión contra la opulencia y dictadura eclesiástica. Pero había varios aspectos que todavía la Iglesia controlaba de forma casi absoluta, la copia y traducción de la Biblia, era una de ellas. Su distribución masiva se intentaba a toda costa evitar, si se hacían copias, estas eran de la vulgata y en latín, además permisible y costeable solo para los muy ricos.

    Por otro lado en el campo y en las pequeñas ciudadelas o feudos, que todavía formaban el grueso de la población, el analfabetismo se había generalizado a tal grado, que ni siquiera los clérigos de las iglesias sabían leer. Se sabe que hasta muchos copistas en numerosos monasterios, también eran analfabetos, estos se limitaban a copiar caracteres, uno a uno, como si de un dibujo se tratase. Lo mismo sucedía con muchos sacerdotes y miembros eclesiásticos de parroquias menores quienes tampoco accedían a la lectura y jamás habían visto una Biblia. Eso precisamente fue lo que había denunciado Roger Bacon, esa increíble falta de conocimiento bíblico en personas que supuestamente debían ser los maestros de las escrituras. La gente común por lo general, solo conocía de la Biblia, lo que escuchaba en los sermones o en las misas, información sesgada y relatada como cuentos infantiles o historias moralistas, eso en el caso de que las entendiera. La gente en general seguía ajena a las complejas doctrinas y lenguaje eclesiástico del que presumían las altas esferas de la cristiandad y el desconocimiento y el temor supersticioso jugaba a favor de los intereses de la iglesia. Por otro lado, frailes y los monjes de las grandes órdenes mendicantes, controlaban la vida espiritual de los ciudadanos. Estos se movían entre la gente para predicar, mostrando los pecados del pueblo y exigiendo limosnas y donaciones, para pagar por los pecados y con el fin de enriquecer su monasterio. En la mayoría de los casos estos monasterios y estas órdenes estaban exentos del pago de impuestos porque se consideraba como pertenencia del papa. El sistema de indulgencias y la venta de dispensaciones y de reliquias fomentaban la tolerancia de delitos y de la vida relajada, ya que, total, pagando el perdón, no importaba lo que se hiciera, con el dinero era obtenido ese perdón. Como resultado de esta visión poco responsable, la delincuencia y la corrupción aumentaron. Lejos de restablecerse el cristianismo de la sencillez, predicado por tantos grupos monásticos u órdenes católicas así como de disidentes cristianos, de entre los siglos XI y XIII, la corrupción eclesiástica dominaba absolutamente y para la época de la que hablamos, todos esos movimientos o habían sido aplastados hasta su práctica desaparición, o eran controlados y adaptados para el fin de la poderosa iglesia de Roma. En el siglo XIV, solo sobrevivían los valdenses que habían aglutinado entre sus filas a numerosos grupos heréticos entre ellos, antiguos petrobrusianos, paulicianos, arnoldistas y hasta algunos humilliati, solo ellos parecían sobrevivir a tan brutal aplastamiento, aunque de manera tan clandestina, que su obra predicadora prácticamente había desaparecido. Por otro lado, religión, política y ciencia, estaban tan unificadas en ese tiempo, que era difícil, no encontrar miembros de la corte de cualquier país europeo que no fuese parte del clero, sea cardenal, obispo o arzobispo, aunque pronto también buscaran el asesoramiento de algún prestigioso pensador o filósofo. Muchos de los grandes pensadores que iban surgiendo, tales como Roger Bacon, Guillermo Ockham, y otros, bailaron entre la teología, la ciencia y la política. En esos duros tiempos para el trigo, surgió la figura de un hombre que aunque no pretendía formar una nueva religión, de alguna manera, como ya sucediera en el pasado con Pedro de Bruyns, Arnaldo de Brescia, Pedro Valdo y otros reformadores, la enconada oposición hizo que se viera obligado a abandonar a la iglesia que pretendía reformar.

    Estamos hablando de John Wycliffe, nacido en Ipreswell, Inglaterra entre el 1320 al 1330, en realidad los historiadores no se ponen de acuerdo en ello, (según se consulte una biografía u otra se dan hasta cuatro fechas distintas), pero eso sí, lo hizo en plena época del opulento papa hereje, (Juan XXII), y durante la pugna de poder que hubo entre el poder eclesiástico y el político y durante la era de los papas de Aviñon, la aparición de los Fraticelli, la desaparición de los poderosos templarios y de las beguinas. Además vivió de cerca la pugna de los tres papas, durante el conocido como cisma de occidente.

    Proveniente de noble familia, fue educado para sacerdote y ejerciendo como tal en Lutterworth, se le propuso estudiar Teología en Oxford. Allí se convirtió pronto en alumno destacado, en 1361, ascendió al puesto de maestro del Colegio de Baliol y años más tarde, al puesto de doctor en teología en la propia universidad donde estudió. Su conocimiento de la ley inglesa y de la ley canónica le valió el puesto de abogado eclesiástico en la corte del rey de Inglaterra. Además su afable carácter le granjeó la amistad de importantes gobernantes y de influyentes miembros de la nobleza de la época. Durante el tiempo que estuvo en la corte inglesa, surgió una demanda económica que hizo el papa Urbano V, contra el estado ingles por no pagar el tributo a la iglesia por más de 30 años. Ese tributo impuesto desde tiempos de Juan sin tierra, (hermano del famoso Ricardo Corazón de León), en 1213, obligaba a Inglaterra a pagar a la iglesia una enorme suma de dinero anualmente. Así se había hecho durante los pasados 100 años, pero esta vez el parlamento inglés, receloso por el hecho de tener que pagar a un papa francés, país enemigo por excelencia, no olvidemos que ambos países se encontraban en plena guerra de los cien años (1337-1453) y por ello el gobierno inglés no estaba dispuesto a continuar con lo que consideraba un abuso de la iglesia ya no romana, sino ahora francesa.

    Por otro lado, no era esa la única manera de sacar dinero inglés para las arcas del papado, pues muchas órdenes mendicantes y hasta el propio nuncio papal se dedicaban a colectar dinero, aduciendo cualquier razón, aparte de las famosas indulgencias. El clero católico, que componía sólo el 2 por ciento de la población, controlaba el 50 por ciento del caudal nacional solo de Inglaterra. Estas situaciones perturbaban mucho a Wycliffe, no solo por motivos políticos, como la mayor parte de sus contemporáneos, sino porque por su estudio de las escrituras, se daba cuenta de la gran distancia que separaba a los orígenes del cristianismo y las formas de su originador, con lo que veía en su iglesia. Para contrarrestar el abuso por los clérigos, Wycliffe enseñaba que el estado tenía el derecho y la obligación de disciplinar a la iglesia, hasta de confiscar su riqueza si era necesario. Esto sonaba agradable a otros que por motivos menos nobles deseaban poder cumplir con las sugerencias del teólogo, por ello se ganó el aprecio entre otros del duque de Lancaster, John de Gaunt, hombre poderoso y con mucha influencia en el gobierno, quien además codiciaba los vastos tesoros de la iglesia nacional.

    Pero no era ni mucho menos ese el interés de Wycliffe, de hecho su discurso iba dirigido contra la iglesia, pero a la vez en defensa de la pureza y acercamiento al cristianismo de donde salió esta. Así citando las palabras de un loor inglés dijo: Es el deber del papa ser seguidor prominente de Cristo; pero Cristo rehusó tener dominio mundial. El papa, por lo tanto, está bajo la obligación de hacer la misma renuncia. Por consiguiente, dado que del papa tenemos que esperar que él cumpla con su sagrado deber, es lógico que recae sobre nosotros la responsabilidad de resistir su presente demanda. (John Wycliffe y sus precursores ingleses pág. 131.) Pero el discurso de Wycliffe se endureció aún más con el paso del tiempo, sobre todo contra sus poderosos representantes a los que criticó severamente por la opulencia y la prepotencia con la que se movían entre la gente. Se sabe que alrededor del año 1376 su discurso decía algo así: e l único propietario de todas las cosas, civiles y eclesiásticas, temporales y espirituales, es Dios. Y es El quién permite y delega en humanos la dirección pero no su propiedad, para que la administren, con la condición de que se haga un buen uso de ellas. Si el que las recibe abusa de ellas o las usa mal, pierde automáticamente su derecho a seguir en el puesto y disfrute de las mismas, siendo indiferente si es un cargo civil o religioso. Es más, en el caso de que se trate de un cargo religioso, la autoridad civil tiene potestad para despojar de sus posesiones al clero indigno.( John Wycliffe y sus precursores ingleses ) Es posible que expresiones como las siguientes aparecidas en la Biblia le hicieran ver lo alejados que estaban estos de las normas bíblicas: Es necesario, pues, que el obispo sea irreprochable, casado una sola vez, casto, dueño de sí, de buenos modales, que acoja fácilmente en su casa y con capacidad para enseñar. No debe ser bebedor ni peleador, sino indulgente, amigo de la paz y desprendido del dinero.... Es necesario también que goce de buena fama ante los que no pertenecen a la Iglesia, para que no hablen mal de él y caiga en las redes del diablo. (1 Carta Pablo a Timoteo 3:2,3,7) No era eso precisamente lo que se estaba viendo en los dirigentes eclesiásticos, quienes además de haber convertido el celibato en requisito básico para el obispado, buscaban el dinero y el poder y ocultaban la enseñanza de las escrituras a los fieles. Por ello defendió la doctrina de la autoridad fundada en la gracia", según la cual toda autoridad viene otorgada directamente por la gracia de Dios, y pierde su valor cuando su poseedor es culpable de pecado mortal. Negaba el principio de la autoridad jerárquica en la Iglesia y exigía que la designación del Papa se hiciera por sorteo. Denunciaba a los curas que habían cometido un pecado mortal y sobre todo porque eso les debía impedir la posibilidad de perdonar los pecados. Ya en su obra De domino divino escrita en 1375 explicaba que Dios no precisa de delegados e intermediarios, pues según las escrituras solo había un mediador dice así la escritura : Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre ( 1 Timoteo 2:5) Poco tiempo tardó la iglesia en reaccionar, así en Febrero de 1377 se le pidió que compareciera ante el obispo de Londres, Guillaume Courtenay y un nutrido grupo de clérigos en la catedral de San Paul, para que expusiera su doctrina. En aquella ocasión salió indemne gracias a la intervención de su hasta ahora defensor, Juan de Gante, duque de Lancaster, y otros aliados poderosos.

    Viéndose vencidos, los enemigos de Wycliffe apelaron a la corte papal. El papa Gregorio XI emitió cinco bulas en contra el teólogo, en las cuales condenaba como heréticas sus doctrinas y recomendaba que se tomaran medidas contra él. Debido a ello en Octubre de ese mismo año, el Parlamento le pidió explicaciones sobre el carácter legal de la prohibición hecha a la Iglesia de Inglaterra acerca de transferir sus bienes al extranjero como ordenaba el Papa. Pero hábilmente Wycliffe confirmó la legalidad de dicha prohibición siendo aceptada su explicación y no viendo nada sancionable en su actitud. A principios del 1378 fue convocado de nuevo por el arzobispo de Canterbury, Simón de Sudbury, pero gracias a sus buenos contactos con la corte, recibió sólo una pequeña sanción. Aparte de esas bulas, sugeridas por Simón de Sudbury, el papa no le prestó demasiado interés a los movimientos de Wycliffe, pues bastante tenía Gregorio XI con los problemas internos en Italia, la rebelión de Nápoles y Florencia y de algunos de sus cardenales. Lejos de amedrentarse, el discurso de Wycliffe se endurece, empieza además a criticar no solo la actitud del clero, sino también ahonda en la crítica a la mismísima doctrina católica. Así, en 1378, desde su cátedra en la universidad habla entre otras cosas de la transubstanciación en la eucaristía, negando que sea bíblica o real como ya lo denunciara Pedro de Bruyns 300 años atrás y también la rechazaran en su enseñanza los valdenses. Pero esto, esto crea un profundo escándalo en la sociedad inglesa, dividida entre el aprecio a la persona de Wycliffe y las tradiciones y ritos a los que estaban acostumbrados. Hasta el duque de Lancaster le retiró el apoyo, lo cual supuso su expulsión definitiva de la corte y de su cátedra universitaria, era la primera vez que no encontró defensores entre los políticos. Por las mismas razones, en ese mismo año, se obligó a Wycliffe a comparecer ante otro concilio en el palacio de Lambeth, en Londres; aunque esta vez la madre del rey intervino a su favor.

    Pero no solo contaba con el apoyo real, pues ese mismo día un grupo de ciudadanos comunes entró en el lugar a la fuerza. Al verse cara a cara con esta fuerte defensa popular a favor de Wycliffe, el concilio se abstuvo de tomar las medidas que el papa hubiera querido, y solamente le prohibió a este que pronunciara discursos y sermones sobre lo que ellos consideraban ofensivas enseñanzas. Por otro lado, inquietaba mucho a Wycliffe, el gran desconocimiento de las escrituras en el que estaba sumido el pueblo llano, pues estas estaban tan lejanas e inaccesibles, no solo en sentido económico, por la dificultad al copiarlas, faltaban todavía décadas para que la imprenta de Gutenberg facilitara las cosas. Pero más importante aún, era el asunto del idioma, el latín era la lengua litúrgica y a la iglesia parecía no interesarle traducir la Biblia a otros idiomas comunes. Salvo algunas traducciones valdenses al provenzal u otros intentos fallidos, en occidente era difícil encontrar Biblias en los idiomas autóctonos, y el latín era ya una lengua muerta, la gente la desconocía. Distinto era en la parte oriental, donde desde tiempos de Cirilo, siglo IX, se estableció el cirílico como escritura y la Biblia gozaba de abundantes copias. A decir verdad ya había habido intentos de copiar, sino toda la Biblia, porciones de ella para el beneficio de los anglosajones. Un monje y poeta inglés del siglo VII, llamado Caedmon, se propuso y al parecer consiguió traducir parte de las escrituras, pero en forma de himno poético, para no tener problemas, o quizás porque así lo desease, pero así dio a conocer porciones del Génesis, del pentateuco y otros relatos bíblicos. También hay que tener en cuenta el trabajo que en este sentido hizo Beda el Venerable en el siglo VIII, pues tradujo al inglés antiguo el evangelio de Juan. Alfredo el Grande posteriormente en el siglo IX reunió a un grupo de eruditos con el propósito de que tradujeran todas las Escrituras, aunque apenas había comenzado el proyecto cuando Alfredo murió y la obra se detuvo. Hubo otros que lograron hacer algunas paráfrasis, de porciones de la Palabra de Dios entre las cuales destaca Elfrico el Gramático quién alrededor del año 1000, tradujo varios libros del Antiguo Testamento. Richard Rolle a principios del siglo XIV, pocos años antes de nacer Wycliffe, hizo también un intento pero quedó solo en eso, no encontró suficientes apoyos para sufragar los gastos que eso suponía.

    Así en 1378 John Wycliffe, en su obra Sobre la verdad de las Sagradas Escrituras defendía la autoridad de la Biblia por encima de la de la Iglesia, por ello veía de importancia primordial el que se enseñara de forma generalizada las escrituras antes que los escritos de los maestros o padres de la Iglesia. El se había propuesto que las escrituras fueran entendidas por todos en su lengua vernácula, para ello decidió dedicar parte de su tiempo y esfuerzo en hacer una traducción desde el latín; para tal labor, contrató a un nutrido grupo de ayudantes, expertos traductores y hombres de su confianza. El grupo dirigido por Nicolás de Hereford, contaba además con John Purve, quien fuera su secretario personal. Pero no hizo caso al sabio Roger Bacon, de traducir la Biblia desde el idioma original, el griego, sino que utilizó el latín de la vulgata. Además la traducción de Wycliffe era demasiado transliterada del latín y por lo tanto compleja, ya que no tuvo en cuenta la gramática y la construcción de la lengua inglesa. En revisiones posteriores se fueron corrigiendo esos detalles. En cualquier caso, era un paso importante para hacer llegar las escrituras a todo el pueblo, con el que Wycliffe se sentía en deuda. Pronto la iglesia demostró su desaprobación al proyecto de traducir la Biblia, aunque haciendo caso omiso a las advertencias el grupo de traducción continuó. El propósito de Wycliffe queda plasmado en estas palabras tomadas de su libro: Sobre la verdad de las Sagradas Escrituras : Llenaré Inglaterra con una luz, y todos los terrores fantasmales inspirados por los sacerdotes, y las ataduras con las que someten al pueblo con sus supersticiones desaparecerán como las sombras de la noche cuando el sol se levanta." Bien es verdad que las persecuciones futuras impidieron que su Biblia tuviera una difusión masiva, pero abrió el camino para que otros eruditos se animaran a traducir las escrituras, pronto otros siguieran su ejemplo. La distancia entre Wycliffe y la iglesia, se iba haciendo notoria, en su tratado De civili dominio expuso lo siguiente: Las órdenes monásticas son sectas y no están apoyadas en ninguna manera por las Sagradas Escrituras. Con ello se postuló contra el aislamiento y el secretísimo que algunas de estas órdenes mantenían.

    Insistió además en atacar la transubstanciación, como doctrina inventada para atraer engañadas a las masas necesitadas de milagros o poderes, por falta de conocimiento verdadero. El argumento de Wycliffe se apoyaba en los pasajes de los Evangelios y de los escritos del apóstol Pablo que trataban directamente del asunto, y en muchos otros textos relacionados. Por ejemplo, cuando Jesús dijo: Yo soy la vid verdadera, él no quiso decir que había llegado a ser literalmente una vid, o que una vid literal se hubiera transformado en el cuerpo de Cristo, -razonaba Wycliffe- más bien, ésta era una ilustración usada por Jesús para enseñar una verdad importante. Así mismo se debe interpretar como simbólicas sus palabras cuando hablaba de comer su carne y beber su sangre. Al exponer lo falso de la tradición por medio de exponer lo que la Biblia decía, Wycliffe hizo hincapié en el hecho de que la transubstanciación no formaba parte de la doctrina de la iglesia primitiva, y que incluso Jerónimo, el autor de la Vulgata se adhirió al concepto bíblico y por ello no aparece tal idea en las escrituras.

    En 1380, mientras su traducción de la Biblia estaba en proceso, animó a un grupo de seguidores a predicar su nuevo mensaje a la gente de las ciudades y aldeas. Wycliffe concluyó que el servicio más noble que el hombre puede efectuar en la Tierra es el de predicar la palabra de Dios, por ello era importante que dedicaran su tiempo a esta labor. A estos primeros enviados, los simpatizantes les llamaban los pobres predicadores, quizás en recuerdo a los antaño grupos evocadores de la pobreza, (véase los pobres lombardos, los pobres de Lyon), que animaban e iban a los pobres y los campesinos con el mensaje que la opulenta iglesia les negaba. Así también iban a las ciudades donde daban a conocer las tesis religiosas igualitarias que Wycliffe proponía. Al parecer el éxito de la labor hizo que numerosas personas le escucharan, había hambre de conocimiento. Urbano VI, en medio de su particular enfrentamiento al otro papa Clemente VII, tuvo poco tiempo para denunciar al maestro inglés y su grupo de predicadores, aunque fue él quien utilizara el término Lolii, (malas hierbas) para referirse a las enseñanzas de Wycliffe, de allí se sugiere que surgió el nombre lolardos con el que posteriormente se conoció a sus seguidores, aunque como veremos hay otras hipótesis.

    En poco tiempo Wycliffe fue acusado de sembrar el desorden social, aunque en realidad nada más lejos de su propósito, el no era un revolucionario, en el sentido político de la palabra, aunque sus palabras alimentaron la revuelta campesina del 1381, donde miles de rebeldes bajo la dirección de Wat Tyler y otros líderes marcharon contra Londres. Este grupo de exacerbados, antes de ser derrotados iniciaron incendios, mataron a otras personas entre ellos al arzobispo de Canterbury. Tales actos, por supuesto no tenían el apoyo de Wycliffe, pero sus tesis fueron utilizadas para tal acción. Parece increíble que no se detuviera a Wycliffe, como era lo más común en aquella tenebrosa época de dominio bajo la inquisición, y tal como sucediera tiempo atrás con otros rebeldes se le diera muerte cruel. Pero como ya apuntamos en otro capítulo, el llamado Cisma papal, estaba en pleno apogeo y los dos papas del momento Urbano VI y Clemente VII estaban enfrascados en una lucha absurda, y no tenían tiempo para ocuparse de esos pequeños conatos de disidencia. Así la pugna papal resultó beneficiosa para abrir una vía de luz, por lo menos en Inglaterra, poco después se extendería a otras fronteras. Alrededor de esos años, Wycliffe según se dice, empezó a hablar de una doctrina que hasta ese momento pocos habían tocado, la Predeterminación, hay incluso algún texto histórico donde se afirma que enseñó el pre existencialismo o la previa existencia del alma enseñada por Orígenes en el siglo II. Pero vale la pena aclarar un poco los asuntos y entender realmente las creencias del teólogo ingles. El jamás habla de pre existencialismo, aunque acepta como correctas las doctrinas de alma inmortal, infierno y cielo. Las conclusiones al respecto se extraen de ciertas sentencias atribuidas a él, como las siguientes: El libre albedrío del hombre es algo predeterminado por Dios. La Iglesia está constituida por aquellos que han sido predestinados para ser salvos, invisiblemente y sólo Dios conoce a quienes. ( Escritos de John Wycliffe, Lightning source ) Si nos detenemos en sus palabras, esto no se debe interpretar como el fatalismo islámico en el que Dios determina todas las cosas tanto las buenas como las malas y nada podemos hacer por evitar nuestro destino. Wycliffe, de hecho, también hace mención del libre albedrío, aunque de una manera sutil, el explica que es tal desde el punto de vista del hombre, pero no así desde el de Dios, quien preconoce el camino a seguir del individuo. Por otro lado habla de una predeterminación de la iglesia de Dios, en el sentido completo, a la cual escogió desde el inicio de los tiempos, pero solo Dios conoce individualmente quienes de entre la humanidad son parte de ella, por eso nadie puede tomar la decisión de quitar la vida de los que no considere verdaderos cristianos. No obstante, fue Calvino, décadas después quien desarrollara de forma definitiva el dogma de la predestinación y la famosa expresión una vez salvo, siempre salvo. Claro las palabras de Wycliffe, marcaron de alguna manera un camino a seguir, podemos decir que estas son las bases de la posterior doctrina protestante, que por otro lado no había sido aceptada de forma categórica por ninguno de los cristianismos previos. De hecho, aunque algunos tocaron el asunto sutilmente, encontraban una gran contradicción sobre todo al enfrentarse a la maldad en la tierra, ¿Cómo iba a predeterminar Dios la maldad y el sufrimiento? Sin embargo, es posible que Wycliffe, llegara a esa conclusión leyendo pasajes bíblicos como estos: en unión con el cual a nosotros también se nos asignó como herederos, por cuanto fuimos predeterminados según el propósito de aquel que opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad aconseja , (Carta Efesios 1:11) . Leyendo esto quizás llegara a la conclusión de que Dios debió predeterminar quienes formarían su iglesia, y al hablar de escogidos, parecía indicar eso. Pero ¿Porqué escoge a algunos si y a otros no? Allí es donde entra el libre albedrío, pues se escoge a los que a Dios se acercan, era la explicación de Wycliffe. Es posible que no aceptara la explicación dada por la iglesia a este y otros textos bíblicos que utilizaban la expresión escogidos, o predeterminados. Pero si así fue, tampoco tuvo en cuenta que el mismo apóstol que escribió eso y otras citas que dan a entender el uso de la presciencia de Dios o la idea del pre determinismo, mostraron también otras ideas contrarias a la predeterminación absoluta ya que afirman entre otras cosas lo siguiente: a lgunos que fueron 'comprados' y 'santificados' por la sangre del sacrificio de rescate de Cristo y que habían gustado la dádiva gratuita celestial y habían llegado a ser participantes de espíritu santo .... Y los poderes del sistema de cosas venidero apostatarían sin posibilidad de arrepentimiento, y así se acarrearían destrucción. (2Pedro 2:1, 2, 20-22; Carta a los Hebreos 6:4-6; 10:26-29.) Así era posible descarriarse estando en la iglesia escogida y predeterminada. Los apóstoles también instaron unidamente a aquellos a quienes escribieron: Haced lo sumo por hacer seguros para sí vuestro llamamiento y selección; porque si seguís haciendo estas cosas no fracasareis nunca, y: Cada uno siga obrando su propia salvación con temor y temblor . (2Pedro 1:10, 11; Carta a los Filipenses 2:12-16.) Lejos de un pre determinismo individual, se observa una búsqueda de la salvación individual por medio de una buena conducta ante Dios.

    Tiempo atrás en el siglo V, Pelagio predicaba sobre el libre albedrío y la salvación individual, rechazando la redención de Cristo, pues según este último, interpretando las citas anteriores, la muerte de Cristo no cumplía el propósito de salvar, sino el esfuerzo individual por conseguirla. Para ese mismo tiempo Agustín de Hipona trató de defender lo contrario argumentando que la salvación se conseguía a través de Cristo y su iglesia. Lo que sucede es que utilizó la idea de cierto pre determinismo en ello, pues habló de la presciencia de Dios al decir: .. ..potestad del Dios sumo, de quien se cree con realidad y verdad que sabe todas las cosas antes que se hagan, y que no deja alguna sin orden: de quien dependen todas las potestades, aunque no dependen de él todas las voluntades (La Ciudad de Dios VIII, 1) Así, Agustín se enfrentó al dilema de afirmar que Dios escogió una ciudad santa, que según él era la iglesia, escogida de antemano, pero no a los individuos, quienes por su voluntad se acercan a Dios. No obstante después Agustín se contradijo a sí mismo al defender el bautismo de infantes, para quienes el cristianismo no es una elección libre de su propia voluntad. Wycliffe, vino a buscar un punto intermedio entre Pelagio y Agustín, pero no llegó a aclarar definitivamente la cuestión. Si bien Wycliffe no habló directamente contra el bautismo de infantes, si condenó las indulgencias, pues las consideraba un comerciar con el perdón que solo puede conceder Dios y el culto a los santos y mártires, pues lo consideraba una idolatría abominable, aunque por otro lado habló con reverencia sobre María, a la cual también consideró siempre virgen. En mayo de 1382, Couternay, nombrado arzobispo de Canterbury, llevó a Wycliffe ante un tribunal eclesiástico que le condenó por hereje y determinó su expulsión de la iglesia y alejamiento de Oxford. Wycliffe se retiró entonces a Lutterworth.

    Algunos de los argumentos utilizados por él para defender sus ideas quedan plasmadas en las siguientes frases: Vosotros decís que es herejía traducir la Sagrada Escritura al inglés y me llamáis hereje porque he traducido la Biblia a la lengua materna del pueblo. ¿Sabéis a quién estáis blasfemando? ¿No dio al principio el Espíritu Santo la Palabra de Dios en la lengua materna a las naciones a las que la envió? ¿Por qué habláis contra el Espíritu Santo? Vosotros decís que la Iglesia de Dios está en peligro con este libro. ¿Cómo puede ser eso así? ¿No es en la Biblia dónde aprendemos que Dios ha establecido una sociedad en la tierra que se llama Iglesia? ¿No es en la Biblia dónde conocemos quién es el constructor y soberano de esa Iglesia y cuáles son sus leyes por las cuáles se gobierna y los derechos y privilegios de sus miembros? Fuera de la Biblia ¿qué autoridad tiene la Iglesia para demostrar todo eso? Sois vosotros quienes ponéis la Iglesia en peligro al esconder la garantía divina, la misiva real de su Rey, que le da la autoridad que tiene y la fe que disfruta. ( Escritos de John Wycliffe, Lightning source)

    Su principal obra, La Summa Teologicae, al contrario de lo que sucediera con la obra del mismo tema escrita cien años antes por Tomás de Aquino, fue perseguida y prohibida. En 1382, poco tiempo después de la condena del Arzobispo de Canterbury, enfermó de apoplejía y ello en parte obligó su retiro, pues el ataque lo había dejado parcialmente incapacitado. Dos años más tarde un segundo ataque lo dejó paralizado y sin habla. Murió el 31 de diciembre de 1384, y fue enterrado en el patio de la iglesia de Lutterworth. Murió en paz y sin que sus enemigos lograran hacer que claudicara de sus ideas y su propósito de hacer llegar la Biblia a todo habitante de Inglaterra.

    Tanto como 30 años después de la muerte de John Wycliffe, en Roma en 1412 sus escritos son declarados heréticos, pero como fue en plena pugna sucesoria, cuando había tres papas en conflicto aquello solo quedó en palabras y estos siguieron circulando libremente al igual que su Biblia. Luego unos años después en 1415, en el concilio de Constanza, de forma más contundente el mismo Wycliffe es declarado hereje, dándose la orden de ser quemado en la hoguera. Pero no fue hasta 13 años después, de forma extraordinaria, en 1428, que sus restos fueron exhumados, quemados junto con sus escritos y lanzados al río Swift, que de forma indirecta llevan al mar. No era la primera vez que de forma tan ridícula se juzga y castiga a un muerto, ya había sucedido con el concilio del cadáver o sínodo del muerto, en el año 896, cuando el Papa Formoso, fue juzgado 9 meses después de muerto y acusado de apropiarse indebidamente del trono papal. Fue vestido con las prendas papales y una vez dictado el veredicto, se le castigó quitando de su mano muerta el anillo papal y deshonrrandole. También se había juzgado herético a Orígenes 200 años después de su muerte, aunque no corrió su cuerpo la suerte de Wycliffe. La razón por la cual se hizo esto con Wycliffe, obedecía a que la muerte del popular teólogo inglés, no apagó la rebelión pacifica iniciada por este, pues sus seguidores, los entonces llamados

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