ENTRE LA EXTINCIÓN Y LA ESPERANZA
El exilio en Babilonia fue uno de los desafíos más descomunales que hubo de superar el pueblo judío a lo largo de su historia. Acontecimientos tan dramáticos como la destrucción del templo de Salomón, la desaparición de la dinastía de David, la pérdida de la independencia política o la deportación de parte de la población comportaban, de hecho, una amenaza evidente para la misma supervivencia de la identidad nacional y religiosa judía.
Muchos de los pueblos que sufrieron la política de deportaciones practicada por los grandes imperios del Próximo Oriente terminaron por desaparecer de la historia, sin dejar apenas rastro. Diseminadas a lo largo y ancho de los territorios imperiales, las poblaciones deportadas acababan por perder su lengua, su cultura y su identidad colectiva, asimilándose por completo con los territorios de acogida. En cambio, los judíos aprovecharon el exilio a Babilonia para reinventarse, replantear su historia y su religión y formular una fe de proyección de futuro y una esperanza inquebrantable en su salvación, lo que, a la postre, les permitió superar con éxito ese desafío histórico.
Los judíos deportados
Una vez se consumaron las deportaciones, el profeta Jeremías aconsejó a todos aquellos judíos que habían sido desplazados a la fuerza por Nabucodonosor II que, lejos de rebelarse y luchar contra el Imperio, tratasen de integrarse en el mismo, trabajasen las tierras en las que habían sido asentados, tuviesen familia y prosperasen. Ese, decía Jeremías, era el deseo de Yavé, y era también la mejor
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos