En los siglos XX y XXI ha habido una pérdida muy extendida de la fe en Dios, especialmente en las sociedades occidentales, y un consecuente declive de la influencia de la religión institucional y la práctica de ir a la iglesia. A primera vista, las historias sobre ángeles podrían haber revertido esta situación al indicar la diferencia esencial entre las instituciones religiosas y las seculares para afrontar los desafíos de la vida moderna. Si los ángeles ofrecen esperanza en momentos desesperanzadores, también lo puede hacer la Iglesia
No obstante, en general, esto solo ocurrió de forma esporádica. Las iglesias principales no han dejado de insistir en que los ángeles no son más que ornamentos. En los sermones se puede hacer referencia a ellos como quien pone una guinda en un pastel, pero es raro encontrar algún tipo de estudio detallado o reflexión teológica y espiritual que se centre en los ángeles para entender el mundo, la naturaleza, el universo y la mente de Dios. De hecho, a menudo se hace burla del legado de Tomás de Aquino y de los angelólogos y entre los clérigos veteranos se prefiere sonar acorde a los tiempos modernos racionales.
Al menos en el caso de los ángeles, aceptan tácitamente la ortodoxia científica de que cualquier cosa físicamente invisible no tiene ningún valor. Sin embargo, otros se han dado cuenta del peligro que tiene ir con el espíritu de la época. En su encíclica de agosto de 1950, titulada , el papa Pío XII confrontaba lo que describía como «algunas opiniones falsas que amenazaban con socavar los fundamentos de la doctrina católica». Entre estas amenazas se señala a los