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Triste medicina, ¿qué será de mí?
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Triste medicina, ¿qué será de mí?
Libro electrónico229 páginas3 horas

Triste medicina, ¿qué será de mí?

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¿TRISTE MEDICINA, QUÉ SERÁ DE MÍ?

Tras toda una vida viviendo en diferentes países y, lamentablemente, siendo una mujer con muchas enfermedades, he conocido diferentes funcionamientos de los sistemas sanitarios de los distintos países en los que viví: Portugal, Francia y España. Cada uno de ellos tuvo y tiene pros y contras. En este libro les narro muchas de las dificultades que he ido teniendo a lo largo de mi vida. A lo largo de los años ha habido mucha mejora en los sistemas sanitarios públicos. Pero, de igual modo, ha seguido habiendo mucha diferencia entre los países. Esto es una humilde opinión de una persona enferma y con edad que está muy agradecida de la suerte de vivir en países con sanidad pública, pero que a la vez demanda cambios importantes en una sanidad que cada vez tiene más inconvenientes.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 mar 2024
ISBN9788411815970
Triste medicina, ¿qué será de mí?

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    Triste medicina, ¿qué será de mí? - Francelina Robin

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Francelina Sousa Silva Pereira Robin

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-597-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    HOJAS CAÍDAS

    Debido a mi poca suerte, creo que será mejor contarles de qué trata este libro. Desafortunadamente, fui siempre una mujer enferma, y dado que viví en tres países distintos, quiero contarles cuál fue mi experiencia con la medicina y cuáles son las diferencias que viví en cada uno de estos lugares. Antes de todo me gustaría que supiesen, mi gente, que vengo de un país que es diferente. Los pacientes, ya sean pobres o ricos, reciben los tratamientos igual. Yo vi a muchos médicos y era pobre, fui operada y tratada con cariño y eran los mismos médicos que trataban a los ricos, no había diferencia. Esto no es igual en todos los países, en ciertos lugares el médico prácticamente ni saluda ni escucha al paciente, y solamente se dedica a recetar medicamentos. ¡Esto no es medicina! En realidad, la teoría dice que se debe realizar una consulta médica, con el fin de valorar el estado general del paciente. Junto a su historial clínico, servirá para ayudar al médico a resolver dos importantes cuestiones: qué le pasa al paciente y por qué. Pero mi experiencia personal no es exactamente así. Donde vivo tengo que pelear con el médico con el fin de conseguir que me hagan un análisis. Yo pido resonancias y lo que me responde es que no me van a hacer pruebas a todo el cuerpo.

    LOS SEGUROS MÉDICOS

    En el año 1977 me ocurrió una situación peculiar, ¡atención! No todos eran iguales. Un psiquiatra me decía que tenía que hacer dos cheques de doscientos cincuenta francos en lugar de uno de quinientos, para que él pudiera robar al seguro sin que estos se diesen cuenta, y como yo no comprendía nada de cómo trabajaba, lo hice. Él no trabajaba nada, en algunas ocasiones esperábamos durante tres horas porque llevaba retraso y teníamos la consulta marcada. A mí siempre me gustó ir a la moda, era joven y utilizaba minifalda. Además, no tenía pareja, vivía solo con mis hijas. Un día, este médico me llamó para que entrase a la consulta y me dijo: «Un día vas a hacer que te violen». Imaginen la situación, yo tenía depresión y el médico era psiquiatra, ¿qué pensarían ustedes? Yo me sentí avergonzada y no respondí.

    Iba a ver a esos especialistas dos veces por semana, por eso, este médico tenía cuadros por todas partes en la consulta que valían millones, otros ladrones como él hacían lo mismo. En la siguiente consulta, cuando fue mi turno me llamó, yo llevaba esperando unas dos horas. Cuando entré, lo miré… ¿y qué fue lo que vi en el bolsillo de su chaqueta donde solía ir un pañuelo? Él, como les digo aquí, llevaba un preservativo. Por aquel entonces era algo que yo no conocía, cuando salí de allí fui a casa de una persona amiga y le pregunté qué era lo que tenía en el bolsillo. Lo mejor es que él era el jefe de los médicos psiquiatras. Fue por mi médico generalista y cirujano por quien entré en la primera clínica psiquiatra. Fui a mi médico durante años, hasta que un día abandoné porque no podía verlo frente a mí.

    Desgraciadamente, yo estuve en más de una casa de reposo. Siempre fue este médico el que me metió dentro, incluso era él quien me trataba en el tiempo de mi exmarido, firmó para llevarme a «la casa de los locos» como decía él. Solo que él no sabía que el padre de mis hijas estaba más loco que yo debido a la bebida. Yo nunca estuve loca; en mi vida estuve hambrienta, triste, maltratada y me robó todo, fue la vergüenza de toda la familia, tanto de la mía como de la de él. Estuvo en los periódicos del norte de Portugal, pero, lamentablemente, tuve tanta suerte que cuando salí de un hospital fui inmediatamente a otro el 27 de octubre, y el 28 ya estaba lista para operarme de nuevo, como ya les conté, pero lo que no conté es que en esa época aún no estaban los baños dentro de las habitaciones, teníamos que hacer pipí en el pasillo. Las enfermeras tenían la cama en el pasillo de la clínica para acostarse, pero como siempre, desde joven, tuve muchas ganas de ir a hacer pipí. Salí al pasillo en silencio para no despertar a las enfermeras de noche, pero las desperté igualmente y una de ellas saltó gritándome que no que no tenía por qué levantarme y me dijo que yo salí de la casa de los locos, que fuese a acostarme, le contesté que ella debía estar más loca que yo y que no quería dejarme hacer pipí, pero fui y al regresar del baño me dijo: «Que no le vea más de pie, usted salió de la casa de los locos, vaya a su cama y no se levante más». Yo le contesté: «Solo me levantaré cuando sea necesario». Me replicó: «Si no me deja dormir, verá». Le contesté: «La señora no está aquí para dormir, está aquí en su trabajo, si quiere dormir, váyase a su casa, usted está para ayudar a los enfermos». Yo tenía un dolor de cabeza muy fuerte, había sido operada hacía pocos días de la barriga. Unos días antes había comido uvas y me había dejado una bolsita de papel en la mesilla de noche, y la enfermera fue a decirle al médico que yo tenía dolor de cabeza porque había comido uvas justo antes de la operación. Le dije que la bolsa estaba ahí porque se me había olvidado tirarla a la basura el día antes de la operación y añadí: «¿No ve que las ramas están secas?», tuvo maldad y no me puso una inyección para el dolor de cabeza. Desde que me operaron esa vez he seguido teniendo migraña durante años y la sufrí durante años después de casarme con mi marido. Al día siguiente de salir de la sala de operaciones el doctor pasaba a ver a sus enfermos y cuando vino le dije lo que ella había dicho y hecho, pero ella ya había salido del servicio porque trabajaba de noche. El médico pidió a una enfermera de día que me pusiera una inyección y la otra enfermera fue a contarle la misma historia. El doctor dijo: «Quiero una inyección para la paciente». No podía ver la luz ni oír ruido, el médico fue a ponerme una inyección no sé dónde. Era domingo, me puso la inyección y me dijo que nunca volvería a pasar algo así en la clínica. Yo le dije que por la noche no podría salir a hacer pipí y me respondió: «Sí puede ir, nadie le dirá nada». Terminé sabiendo que la despidieron, decía que yo estaba loca, eso es lo que ganó insultándome, me lo contó otra enfermera que era amiga mía, lamentablemente, era muy conocida en la clínica y era adorada por todos, menos por esa enfermera a la que no dejaba dormir, ¿por salir de los psiquiátricos estaba loca?, por eso siempre digo que hay de todo en todos los países.

    CAMINHO DO BEM

    Hace dos años mi amiga necesitaba llevar a su hijo a un ortopedista por la diferencia observada en el tamaño de los brazos del niño, pero no tuvo éxito. Hay un centro de salud cercano a su casa, pero allí casi no hay especialistas disponibles. Satisfizo las dudas sobre el tratamiento del hijo en el Caminho do Bem, formado principalmente por médicos voluntarios. La consulta gratuita se produjo en la propia comunidad, donde el servicio se ofrece todos los sábados en la calle José Rodrigues, no es el nombre de una persona que yo conocía; porta el mismo nombre, pero no tiene el don para tener el nombre de una calle. En esa calle había cardiólogos, mastólogos, clínicos, ortopedistas y pediatras. La novedad es que el Caminho do Bem también va a ofrecer encaminamiento a dos consultorios de odontología. Porque antes ellos solo tenían condiciones de ofrecer la aplicación del flúor. El amor dado en las consultas puede durar hasta cuarenta minutos, más que el tiempo de consulta en las consultas privadas y públicas. El tiempo pasa rápido, pero garantizan un buen trato a los pacientes, ya que mientras los hombres, las mujeres y los niños esperan, los voluntarios ofrecen charlas sobre drogas, educación infantil, mercado de trabajo y enfermedades.

    Antes de la llegada del proyecto, el pueblo de aquí andaba cabizbajo, pero el Caminho do Bem trajo autoestima para la gente. Los habitantes ahora piensan: «Yo existo, estoy aquí». «Ellos atienden a la población de Areinha como seres humanos». «No vuelvo más al centro de salud», dicen. El proyecto se formalizó como hace un año. Sin embargo, hay cinco caravanas en el interior del estado para promover la humanización en la atención de la salud. El servicio se realiza cada dos meses. «No ofrecemos solamente atención médica. Hacemos medicina orientada hacia el ser humano de forma integral. No basta con ser solo un médico más distante de ellos», explica el dermatólogo. La salud, afirman los médicos, es solo un aspecto de la atención. «La carencia afectiva es grande y el bajo nivel de información de los adultos también. Hay gente fuera del mercado de trabajo, por ejemplo, que tendría derecho a beneficios, entonces intento orientarles sobre esos derechos», completa el médico ortopedista.

    El equipo de médicos está compuesto por cardiólogos, mastólogos, clínicos, ortopedistas, pediatras, y ahora dentistas. En las caravanas, el equipo de voluntarios atiende a un promedio de cuatrocientos a cuatrocientos cincuenta pacientes. También se distribuyen alimentos, medicamentos y artículos de higiene. Los sábados se ofrecen nueve especialidades, siendo una media de tres por fin de semana. Cerca de cien personas son atendidas por mes. Las cifras son gigantes cuando se piensa en una población sin acceso a la salud pública de calidad; cuánto amor puede existir en la relación médico-paciente. Esta manera de actuar no existe en muchos lugares, ya que no se sabe lo que quiere decir «humano». Hay muchas operaciones en las que las personas quedan paralizadas para el resto de la vida. En algunos países no hay compasión por el ser humano, en mi país esto no existe, pero también la mejor medicina es la francesa, por eso, mientras allí vivía estaba tratada como una reina, y ahora tengo que aceptar lo que hay, por lo menos ahora tengo a personas que me tratan que son más humanas.

    Tuve muchísimas operaciones en Francia y, por suerte, todo fue bien, menos la vez que vi la espiral de la muerte, pero fue por estar débil. En Francia, si ven que hay un problema, no se esperan a que la persona esté mal, es lo que pasa en el país en el que vivo, el problema es que estoy sufriendo desde hace años por una caída que tuve en Francia; me resbalé en la calle y no quise ir al hospital, aunque mi hija me lo aconsejó. Hoy estoy arrepentida porque ocho días más tarde fue tarde, ya que tuve que ir al hospital de noche y no pudieron hacer nada porque estaba morado. Días más tarde tuve que regresar a España, tenía que irme, si no ya estaría curado, pero ahora estoy peor, porque esperan a que esté podrido, pues cuando llegué y le conté al médico la situación, él no me hizo caso. Aunque tengo muchos problemas de salud de otras cosas bastante peores.

    En mi país te hacen pruebas e, inmediatamente, o te dan tratamiento o te operan, pero aquí hay que esperar años. Hace muchos años que tengo cinco piedras en un riñón y tres en otro, vivo aquí desde hace catorce años. Nunca me hicieron un control, y acabaron viendo, a través de una resonancia y un tac, dos piedras, y no hicieron nada. Estamos en 2018, últimamente tengo una médica que me sigue, parece ser buena persona, Dios quiera que ella haga algo para aliviar mis dolores.

    Hoy, día 31 de enero, fui a ver a mi médico privado que es francés y vive en España, se dedica a tratar a los franceses que viven aquí y no entienden ni saben hablar español, como mi marido. A ver si me daba un poco de coraje. Como conseguí coger los resultados de mis dos últimos exámenes: una radiografía y una resonancia, él pudo ver, más o menos, el estado en el que me encontraba. Ahora bien, mañana, día 1 de febrero, voy a ver a otro médico para magnetizarme, no sé lo que voy a hacer, una persona me dice que es muy bueno, ya veremos, pero me queda lejos de casa, ¡vamos a ver si lo encuentro! El 5 de febrero tengo que volver al hospital para meterme líquido en las rodillas. El día 6 tengo cita con el médico de cabecera para pedir los medicamentos para el tratamiento de mi marido. Es tarde, en el final de mi vida, en mi cuerpo parece que se despega la carne de los huesos, sufro y tengo siempre una cara, no sé decir de qué, me dicen que tengo cara con salud, pero yo no le deseo ni a mi mayor enemigo lo que sufro, ahora lo siguiente es que me dicen que me van a dar choques eléctricos para ver si se seca el líquido que está dentro de la pierna, pero pienso que en la pierna derecha no dejo meter nada.

    Finalmente no les dejé porque me sentí mal con el líquido y todavía era peor. A las veinticuatro horas me encontraba mal, pero a las cuarenta y ocho parecía que iba a morir ahogada. Salí por la puerta de la terraza en camisa de noche porque me ahogaba, pedí a mi marido dos calmantes porque no podía respirar. Voy a sufrir, pero no es seguro que se vaya a secar, de todos modos, ya me dijeron que podía ser operada y me abrirían la pierna, se pasa mal en una operación, si yo no muero antes me tendrán que operar de la cadera. Me encuentro sola, no tengo a nadie, solo a la mujer de la limpieza y a la traductora que mientras mi cabeza funcione y la cartera también seguiré, porque se escriben los libros, pero no se venden. Gracias a Dios no sé robar ni beber, ni soy perezosa, ni juego, en fin, como al padre de mis hijas, al que no le faltaba nada para su currículo. Por eso, él era muy inteligente porque me metió en el hospital psiquiátrico y solo con su consentimiento podía salir de dentro, mandé una carta mediante una enfermera que me hizo el favor de llevarla ya que tenía miedo de perder su trabajo, ella tuvo tanta pena de mí que la llevó y yo le di cincuenta francos de aquellos tiempos para que me hiciera el favor. Así fue como yo pude hablar con mi médico de cabecera durante un minuto de reloj, pero una cabra de una enfermera colgó el teléfono al médico y solo tuve tiempo de decirle: «¡Sáqueme de aquí, por amor a sus hijos! Estoy en tal hospital», el médico llamó a mi jefa para entrar en contacto con mi exmarido y tuve que hacer teatro, como si estuviese enamorada de mi exmarido, para poder salir de allí porque era él quien mandaba en mí. Seis meses y siete días pasé en tres hospitales y cuando pude hacer el teatro, dos días después, entré inmediatamente en otra clínica donde me operaban habitualmente, la clínica se llama Clínica Víctor Hugo y entré para ser operada de urgencia.

    No podemos criticar toda la medicina ni el personal que trata al enfermo, pero en una ocasión si no es por una enferma que estaba en mi habitación no sé qué habría pasado, porque se acabó el suero y era de noche, mi sangre subía por el frasco, ella llamaba a la enfermera, pero esta estaba ocupada y vino afligida y desaliñada, debía estar consolando a algún médico o enfermero, y yo iba a consolarme, pero en otro mundo. No sé cómo no pasé al otro lado, mi suerte fue que había una señora en mi misma habitación, realmente debía estar sola, ¡pues fue mi salvación! La enfermera se justificaba diciendo a esa señora, mi compañera de habitación, que estaba tratando a otra persona, pero la enferma que estaba a mi lado le dijo: «¡Toqué muchas veces y la iba a dejar morir!».

    Hay médicos y personal médico que son muy humanos, pero hay sitios que si no ponemos atención podemos entrar con juicio y salir sin él. Yo empecé a tratarme con otro médico, pero tenía que ir a buscar documentos siempre al mismo médico porque era el que tenía el poder. Fui operada en Portugal, me envió a casa de mis padres, allí pude coger fuerzas, el médico que me operó cuatro veces dio la baja médica. Tenía siempre las bajas con el mismo médico y fue él quien me salvó la vida. Como estaba tan débil, fui a casa de mis padres y pasé allí dos meses. Un día, recibí una llamada del padre

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