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Reflexiones de vida
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Libro electrónico191 páginas3 horas

Reflexiones de vida

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Antes de todo me gustaría que supiesen que soy bailarina, adoro hacer todas las cosas por placer. Bailo con amor y alegría, pero no sin dolor, cuando me aplauden se me olvida el dolor. Soy pequeñita en altura y grande en sabiduría, poco aprendí en la escuela porque mis padres no tenían dinero para que estudiase, pero aprendí a bailar. Fui a mi terraza a tomar la brisa del mar, las gaviotas volaban y los barcos de pesca llegaban. Miré las olas del mar y me entraron ganas de bailar, pero no era la hora y no tenía con quien bailar. Entonces miré mi jardín y me dije para mí: «dos flores voy a coger y, con estas, dos palabras voy a escribir». En estas páginas les invito a leer pensamientos y reflexiones que quiero compartir con ustedes, desde la perspectiva de una mujer que ha luchado mucho y está a punto de llegar al final de sus días.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 mar 2024
ISBN9788411813938
Reflexiones de vida

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    Reflexiones de vida - Francelina Robin

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Francelina Robin

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-393-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    Pensamientos

    Un pensamiento en cada línea

    acertadísimo título para este último libro, Reflexiones de una vida, de nuestra amiga y compañera Francelina Robin. Mujer polifacética donde las haya. Flor portuguesa que, nacida en un sencillo rincón de Portugal, en el seno de una familia humilde, supo hacer florecer sus ocultos talentos de muchacha plena de ilusiones. Y con apenas veinte años, buscando nuevos horizontes, emigró a Francia, sin hablar el idioma ni haber visto más mundo que su pequeña aldea.

    Y al pisar suelo francés, sola, sin más ayuda que el deseo de ser algo en la vida, después de muchas vicisitudes, aquella crisálida se convirtió en mariposa de mil colores y facetas: esteticista, jardinera, gran chef, con manos de hada para realizar mil primores, bailarina… y en su etapa otoñal, escritora y poeta ganadora de importantes premios y siendo reconocidos sus méritos gracias a su voluntad y tesón.

    Sí, así es, la autora de Reflexiones de una vida, un libro reflejo de su ser, de sus vivencias, un abrir de par en par su corazón dejando entrar en él a todo el que lea esos profundos pensamientos que derrama a través de sus páginas como flores regadas con sus lágrimas. Esas lágrimas que a lo largo de su vida, que no fue siempre amable con ella, ha ido derramando porque los hados del destino, ayudados por algunas personas, no le han sido favorables, incluyendo su delicada salud.

    El presente libro es una especie de testamento literario, abierto, sincero, lastimero: «Soy como un libro abierto que cualquiera puede hojear y entender lo que siento y pienso». Una queja de su corazón que tanto amor ha dado a cuantas personas se han cruzado en su camino y que, la mayoría de las veces, no han sabido corresponder a esa entrega, abnegación y cariño. «He creído que las buenas personas aún existen, pero en realidad no son más que fachadas y mundos encerrados en sí mismos que nunca me han entendido ni me han aceptado por lo que soy».

    Bondadosa, su empatía hacia los demás perdura, pese a los avatares sufridos, y así expresa sus deseos, sin excluir a nadie: «Quisiera transformar mi palabra en flor para que cada pétalo pudiera darte y con él lo que es bueno del amor».

    Siempre buscadora de felicidad, cuan esperanza que quedó en la caja de Pandora, se aferra a ella y sigue su camino en busca de aquella dicha que se desvió por otro sendero: «Aunque la felicidad se desvió de nuestro camino, estamos a tiempo de seguir siendo buscadores de felicidad».

    Respecto al amor, dice: «Si amas a alguien, tienes que decirlo, enseguida, en voz alta. De lo contrario, el momento se pasa».

    Y su corazón, que tanto amó, aún siente deseos de latir y acoge, como buen samaritano, a cuantos se acercan a él: «Mi corazón tiene también grandes cualidades, ama a todos y siempre hay espacio para uno más. Y por muy fuerte que sea el dolor, el corazón nunca deja de latir».

    Sensible y soñadora, su etapa actual ha transformado sus sueños: «Mis sueños antes eran hermosos, pero ahora no son más que fragmentos rotos por mí».

    Y llegada la hora de su despedida, de su camino hacia otra dimensión, lo hace con estas hermosas palabras dirigidas a modo de perdón y comprensión hacia esa persona que no supo en vida valorarla ni apreciarla: «Cuando muera, no llores, porque no podré oírte. No pidas perdón, no podré perdonarte. Cuando me muera, no me traigas flores, no voy a oler su perfume. Recuerda los momentos felices, seré poesía y estaré en paz con Dios».

    Y dejo para el final esta hermosa despedida: «Tengo que irme, pero me llevaré pedazos de ti, dejaré pedazos míos contigo, y cuando me quieras encontrar, mira al cielo. Búscame a mí entre Dios. No me verás. Pero yo te veré».

    Y añade: «Solo dejaré de tener amor cuando el velo de la muerte cubra mi rostro, así nacerá en mí una rosa en cuyos pétalos, de sangre, estará escrito: Te amo».

    Hermoso testamento literario, Reflexiones de una vida, compendio de una vida plena de amor y deseos de compartirlo con los demás.

    Amiga Francelina, sigue adelante. Sigue siendo esa muchacha llena de ilusiones que un día se convirtió en alegre mariposa que voló en alas de su fantasía en busca de un mundo mejor, de una esperanza en su vida.

    ¡Vuela, Francelina! No pierdas tus alas. Extiéndelas, aún te quedan sueños por alcanzar.

    Carmen Carrasco, delegada nacional de poesía Granada Costa.

    Cuando muera seré poesía

    Quiero morir, pero no quiero matarme, porque hay alguien a quien no quiero ver llorar. Y cuando muera veré quiénes son mis amigos. El día de mi sepultura no quiero tristezas, ni llantos, ni dolor. El día que muera, no será muerte, ¡será libertad! Mi corazón se ha parado, ya no siento nada. Mis sueños, metas, objetivos y anhelos acabaron. Ya no siento frío ni calor, ya no siento ese viejo vacío, ya no siento pasión ni amor. El sentimiento que una vez me destruyó ahora se ha vuelto indoloro. La felicidad, bueno, ¿qué felicidad?, si ya no existía en mi mentalidad ese término; ¿decepción?, ¿qué decepción?, todo se fue de mi viejo corazón; lo tuve todo.

    Supongo que siempre esperé el final, lo desconocido siempre me pareció mejor que la realidad, un escape de mis problemas, pero cuando muera no quiero que les importe, no quiero que vean valor en mi enorme insignificancia. Al final, quiero dejar claro que no tuve vida, tuve una carga, me di cuenta de que no viví, solo existí... Por favor, cuando muera, no me abandonen, porque en este mundo hay muchas mentiras. No quiero que me muestren lo valiosa que soy tras mi muerte. Cuando muera, no quiero llorar con lágrimas ni quiero flores. Y, aunque sufra de nostalgia, no quiero sentirme sola. Mantendré mis momentos felices, pero volveré a borrar los tristes; no tengo miedo a la otra vida porque no sé nada de ella, siendo consciente de la muerte sufro menos. No lloraré porque iré a buscarte, incluso tras la muerte no te olvidaré, mi vida. Si muero, no llores por mí. Lloraré, tal vez, por lo que hice o dejé de hacer en la vida, y por las cosas que hice y no me agradecieron, solo el dinero contaba, nada más, solo falsas suposiciones cuando dejé de escribir, nada más podía hacer.

    La muerte es menos importante que la vida, porque es solo un paso más. Si puedes, no llores por la humana que fui. Cuando muera no llores porque no podré oírte. Cuando muera no pidas perdón, no podré perdonarte. Cuando me muera, no me traigas flores, no voy a oler tu perfume. Cuando me muera, recuerda los momentos felices, seré poesía y estaré en paz con Dios. Cuando nací, todos reían y yo lloraba. ¡Cuando muera, no será diferente! Cuando muera, por favor, no llores por mí; descansaré. Cuando me mires en el ataúd, recuerda la sonrisa y sonríe conmigo, cada llanto se convirtió en alegría cuando estabas conmigo. Quizás el futuro no sea el más justo, pero todo este desorden ciertamente tiene un sentido… El desorden de la mente, del corazón, ¿cuántas veces lloramos juntos sin dejar siquiera que una lágrima nos tocara el rostro? Queríamos más de lo que podíamos y cuando no podíamos volvíamos como niños y, en la cama, que parecía nuestro refugio, nos dormíamos…

    La muerte llegaba todos los días, cuando no era correspondida, cuando me menospreciaban; ahora tengo paz. Así que no llores por mí, llora por las palabras que me oías decir pero no escuchabas, llora por cada vez que no me entendiste; solo quería tu felicidad. En fin, llora por todo, solo, por favor, no llores por mi muerte. Puedes llorar, pero no te arrepientas, no hagas como si la vida se te acabara a ti también. De hecho, eres mi continuación mientras mis ideales se mantengan vivos, mientras mis buenas costumbres y mis buenos ejemplos se mantengan vivos. Cuenta historias sobre mí y sobre cómo quería cambiar el mundo, pero también sé el protagonista de tu propia historia, pilota tu propio coche en el hermoso camino de la vida y, de vez en cuando, recuerda mirar por el retrovisor para ver hasta dónde has llegado, pero recuerda seguir avanzando, porque aún puedes llegar más lejos.

    Me he ido, no te arrepientas. Puedes llorar, pero no desperdicies demasiadas lágrimas. Guarda nuestras sonrisas. Guarda nuestros abrazos. Los momentos que parecían eternos. Trata de recordar algunas peleas que nunca se deshicieron por falta de palabras, pero solo de aquellas en las que nos reconciliamos. Recuerda la confianza y olvida el «te odio» dicho sin pensar. Sonríe a las bromas que hice y olvídate de las tonterías que te dije. Vuelve a desear mi cariño, pero olvida las heridas que abrí en mí; recuerda las sonrisas espontáneas, pero olvida los días en que me pillaste de mal humor. Recuerda que era humana. Amé humanamente tanto como pude. Viví humanamente tanto como pude. Y cometí más errores. Aun así, este momento es doloroso para mí. Y tengo que irme. Realmente tengo que irme, pero me llevaré pedazos de ti, dejaré pedazos míos contigo y, cuando me quieras encontrar, mira al cielo. Busca a Dios entre las nubes. Búscame a mí entre Dios. No me verás, pero yo te veré. El simple hecho de que lo busques hará que mi alma sea más feliz. Y si en algún momento llega una fina lluvia a bañar tu rostro, que sepas que será Dios respondiendo a un pedido mío, derramando en ti todo el amor de mi corazón, para susurrarte discretamente: «Siempre estaré contigo».

    Si me muero, ¡no llores!, Dios me hizo mujer y madre. Tuve mis aciertos y mis errores. Si muero, no llores, porque lágrimas serían tuyas en mi ausencia. Tu presencia era mía, si muero, no llores; si muero antes que tú, hazme un favor: llora cuanto quieras, pero no luches con Dios porque me llevó. No quiero llanto ni lamento, solo quiero los recuerdos de todos los momentos de atención. Cuando de esta vida me vaya, los gusanos estarán festejando para devorar mi carne, pero se ahogarán en el líquido.

    Las flores de plástico no mueren, las muñecas de porcelana no lloran, los corazones de piedra no aman. Que la fuerza del miedo que tengo no me impida ver lo que anhelo. Que la muerte de todo lo que creo no me tape los oídos y la boca, porque la mitad de mí es lo que grito, pero la otra mitad es silencio. Que la música que escucho a lo lejos sea hermosa, aunque sea triste. Que aquellos que fueron sinceros conmigo y que amo sean amados por siempre; aunque sea distante, porque la mitad de mí está rota, pero la otra mitad anhela. Solo quiero que se respete lo único que queda, a una mujer inundada de sentimientos, porque la mitad de mí es lo que escucho, pero la otra mitad es lo que callo. Que este deseo mío de partir se convierta en la calma y la paz que merezco, y que esta tensión que me corroe por dentro sea recompensada algún día, porque la mitad de mí es lo que pienso, pero la otra mitad es un volcán. Que el miedo de la soledad se aleje y que vivir conmigo mismo se haga por lo menos soportable. Que el espejo refleje en mi rostro una dulce sonrisa que recuerdo haber regalado en la infancia, porque la mitad de mí es el recuerdo de lo que fui, la otra mitad no lo sé. Que no haga falta más que una simple alegría para hacerme aquietar mi espíritu y que tu silencio me hable cada vez más, porque la mitad de mí es refugio, pero la otra mitad es cansancio. Que el arte nos señale una respuesta, aunque esta no la sepa y que nadie lo intente complicar, porque se necesita sencillez para que florezca, porque una mitad de mí es público y la otra la mitad es canción. Y que mi locura sea perdonada, porque la mitad de mí es amor y la otra mitad también. En la mañana oscurezco, de día tardo, de tarde anochezco, de noche ardo. Al oeste, la muerte, contra quien vivo del sur cautiva, el este es mi norte, otros que cuenten cada paso, pues muero ayer y nazco mañana.

    Camino donde hay espacio, mi tiempo es cuándo. Dos amantes felices no tienen fin ni muerte, nacen y mueren tantas veces mientras viven, son eternos como lo es la naturaleza. Si la muerte predomina en la valentía del bronce, ¿piedra, tierra e inmenso mar podrán sobrevivir a la hermosura teniendo la flor la fuerza para devastar? ¿Cómo puede el olor del verano detener el fuerte asedio de estos días, si las puertas de acero y las duras rocas no pueden vencer la tiranía del tiempo? ¿Dónde ocultar el oro que el tiempo quiere en su arca? ¿Qué mano puede detener su pie veloz, o qué belleza no marca el tiempo? ¡Ninguna! A menos que este amor mío en negra tinta mantenga su resplandor. Morir es nada, pasado, pero la vida incluye vivir. Cuando me vaya uno de estos días, polvo u hoja soplada en el viento del amanecer, seré un poco de nada, invisible y delicioso, que hace que tu aire parezca más una mirada, suave misterio del amor.

    Ciudad, desde este ya tan largo camino y, tal vez, desde mi descanso, en la misma piedra se encuentran, como la gente dice: cuando naces, una estrella; cuando mueres, una cruz, pero cuántos que descansan aquí nos enmendarán así: Ponme la cruz al principio y la luz de las estrellas al final. Recordar que estaré muerta pronto es la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar grandes decisiones, porque casi todo, las expectativas externas, el orgullo, el miedo a la vergüenza o al fracaso, cae ante la muerte, dejando solo lo importante. No hay ninguna razón para no seguir tu corazón. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. No hay razón para no seguir a tu corazón. La vida necesita ser renovada. La muerte es el cambio que instaura la renovación. Cuando alguien se va, muchas cosas cambian en la estructura de los que se quedan y, siendo una ley natural, siempre es un bien, aunque la gente no quiera aceptarlo. Nada es más inútil y duele más que la rebelión. Recuerda que no tenemos poder sobre la vida o la muerte. Ella es irredimible. El inconformismo, el lamento, la reiterada evocación de los que se han ido, la tristeza y el dolor pueden llegar al alma de los que se fueron y dificultarles la adaptación a su nueva vida. También siente la sensación de pérdida, la necesidad de seguir adelante, pero no puede por los pensamientos de los que quedan atrás, su tristeza y su dolor. Si no puedes

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