Estoy en la pista, ¡vamos a bailar!
Por Francelina Robin
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Francelina Robin
Mi jardín de poesías Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDígame, ¿qué es el amor? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn paseo por Europa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTriste medicina, ¿qué será de mí? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesReflexiones de vida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Estoy en la pista, ¡vamos a bailar!
Libros electrónicos relacionados
Amores de ida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBailando la adversidad. Cuando la vida te rompe, pero te da otra oportunidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCalifornia Routs Comedia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe cuentos, actores y muñecos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesApuntes para un baile inconcluso. Entrevista a músicos cubanos y otros diretes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSí, yo puedo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMemorias de un Adolescente Suburbano: Mis Luchas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRoberto Burgos Cantor. Cuentos: Debajo de las estrellas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Con voz propia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesS.O.S. OSO S.O.S. Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNocturnos: Cinco historias de música y crepúsculo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Si algún día Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Hanami Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa memoria del cuerpo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa sonrisa verdadera: Dos hermanos unidos por un viaje que les cambiará la vida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mi Primer Verano de Amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa sonata del pianista Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Aquí asaltan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas aventuras de un fan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAl volante de un santo: Mis años en coche junto a san Josemaría Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Como en una canción de amor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Sí, Señor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Palomita Blanca Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La Niña Mala Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNada cruel Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Poesía Del Marketing: The Party Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSiempre te amaré Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl día menos pensado: Un viaje al corazón del Alzhéimer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInvité a los caracoles a soñar con la primavera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
La Iliada: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El mercader de Venecia Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El concepto de la angustia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poemas de amor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mitología Inca: El pilar del mundo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fortuna Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Leviatán - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mañana y tarde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diario de un seductor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Edipo Rey Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rojo y negro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Estoy en la pista, ¡vamos a bailar!
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Estoy en la pista, ¡vamos a bailar! - Francelina Robin
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Francelina Sousa Silva Pereira Robin
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1181-594-9
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
PRÓLOGO
Recuerdo la primera vez que vi a esta persona tan elegante y con cuya gran sonrisa captaba a las personas que entraban como si aparecieran por la puerta de un castillo. Como cuando los cuentos de pequeña. Ella llevaba un traje azul vaporoso, dando mucha clase a su persona, y un día acabé sabiendo que era simple como todo y tan natural. Ella llegaba enseguida; yo me fijé y me maravilló su porte, dando clase al lugar donde ella estaba sentada, y la gente iba a felicitarla. Yo me preguntaba: «¿Quién es esta persona?», y además tenía la sensación de que la gente la conocía. Ella con su elegante andar, escogió mesa.
Mesa que también guarda su historia, pues siempre ocupaba la misma, bien elegida para no perder detalle con su atenta mirada, mientras yo cantaba. Después se preparaba cambiando sus zapatos, ¡unos zapatitos que eran también de cuento! ¡Cómo me maravillaba! Se levantaba con clase y se deslizaba por la pista, flotando como la princesa que era... La princesa del cuento. Siempre hacía que la gente exclamara de emoción y admiración. A partir de ahí, Francelina, se ha convertido en alguien muy especial para mí, mi amor por ella crece cada día, la admiro, sobre todo, su capacidad para superarse y su fuerza. Siempre dice que adoraba cómo cantaba, pero no sé yo quién adoraba a quién. Es una persona única y especial. Solo pocos pueden apreciarlo, solo aquel que tiene alma y corazón. Cuando ella atravesaba la pista de una punta a otra con un vals, por la manera en que ella bailaba, toda la gente se levantaba y decía «bravo», estando siempre a la espera de que ella bailase con sus pasos elegantes.
Había gente que me preguntaba si yo la conocía. Todos pensábamos que solo venían de vacaciones, pero no, así teníamos el placer de verla diversas veces, aunque en ocasiones eran otros los que había, porque ella al final supimos que era una gran artista y que bailaba que daba gusto verla. Espero que continúe, amiga mía, soy tu fan.
NORA RIZO GALINDO
Francelina estaba bailando por las calles de Torremolinos. Tenía un largo cabello negro con un moño bien peinado y brillantes las pupilas. Se sentía como una niña pequeñita, desfilaba las calles con encanto y con sus largos vestidos llenos de plumas y de brillantes. En su cabeza con líneas hechas de brillantes blancos y del color de su vestido azul claro y blanco. Iba soñando con el baile, con galanes a la espera. Tantos días y solo pensaba en las competiciones. Niñas marchando al paso al igual que ella, ¡como las otras bailarinas! Las calles estaban desiertas. Solo donde pasa el cortejo. Y la música se adivinaba, su corazón encantado imitando, marchando y pensando en los desfiles de lujo, pero en su cabeza pensaba en las noches de concurso para ver quién sería la mejor de las bailarinas en las noches de glamur; todos vestidos en todos los colores, a ver quién sería la ganadora.
AQUÍ COMENZÓ MI SUEÑO
Como pueden observar, la copa tiene mi nombre; fue de un vals de París. La persona que lo organizaba me llevó a la fuerza para competir. Todavía no era campeona de nada. Fue aquí donde me pidieron que fuese a competir. era la primera competición de baile. recibí una botella de champán que la repartí con los jurados. Fue una tarde de un domingo y yo me fui para casa tan alegre.
Campeonato Amador, mi primer tango, recibí el premio, las flores vinieron a buscarlas, la pena fue que solo tuve el premio porque las flores las vino a buscar un bailarín que bailaba con la persona que organizaba el concurso. Ni ropa apropiada tenía, bailé con un vestido de ceremonia, hasta llegué a ir a Marruecos con él. Corté el vestido de mi boda, me vestí con los vestidos de gala para hacer mi primer reconocido torneo que fue hecho por Massaro. Fue la orquesta que tocaba todos los domingos y a la que nosotros íbamos a bailar quien me dijo que fuésemos a concursar porque decía que nosotros bailábamos muy bien, ahí fue mi gran sorpresa, quedé seleccionada para la noche, yo no entendía nada, solo puedo decir que bailé con grandes campeones, ¡yo me sentía tan pequeñita! Además, recibí un gran ramo de flores.
Aquí fue cuando me puse este vestido la primera vez para recibir mi primer premio de campeona de Isla de Francia; con él nunca había bailado. Aquí me sentía tan alegre, no había palabras que pudiesen describir lo que yo sentía, para mí era un sueño y ya me intentaban falsear. Si ven esta foto, fue la única, no hubo ninguna más, normalmente debía tener mi ramo de flores como todos los ganadores, pues no me lo dieron, porque normalmente las flores se dan a las señoras y los premios a los señores, yo no tuve, aunque ahí éramos campeones.
El primer paso en el baile es querer bailar, es una alegría que soñaba en mi cabeza desde hace tantos años, pero no podía, la vida no me lo permitió, necesité caer enferma. Hay una persona que decía algo en Granada Costa que es pura verdad, cuando algo se me metía en la cabeza lo conseguía, pero nada sin esfuerzo, esperé años, meses y días. Y un día de noviembre, sin pensarlo, nunca pensaría que con mi príncipe iba a bailar, pero tampoco creía que tan rápido subiría a la pista para recompensarme. Yo solamente teniendo una cosa en la cabeza, mientras no lo consiga no paro. Tal vez conseguí pasar delante de algunos que ya estaban dentro y que iban a la escuela y me acabaron diciendo: «Tanto pagué para aprender a bailar». Esas personas las veía bailar y ni para nosotros miraban, con pretensión.
Pero un día me dijeron: «No entiendo cómo lo hicieron para aprender tan rápido». Hay una anécdota que les voy a contar: un día fuimos a bailar muy lejos de París porque era una escuela de baile que tenía restaurante y al final había baile. Los padres hacían escuela de tango argentino y los hijos hacían deportivo, nada que nosotros pudiéramos hacer, y con mi marido sin estilo de macho. Qué rico bailarín de tango argentino sería él, pero yo que nunca abandoné nada, con mi educación, me hacía la tonta. Mi marido me decía que me subestimaba, pero él se equivocaba, fue como cuando ganaba concursos e intentaba parecer siempre simple, no hacerme la artista como ciertas personas que yo conocía. Entonces voy a la escuela de esas personas y le digo que quería aprender a bailar el tango, estaba a más de cien kilómetros de donde yo vivía. Entonces llegó el día que tenía la hora marcada para el curso y él nos dijo que le mostrásemos lo que sabíamos. Ahora bien, yo solamente sabía bailar a la moda de los bailes de las ciudades que fue lo que mi marido me enseñó, pero no era nada de eso, tampoco era lo que yo quería, yo lo que quería era ser campeona y me decía a mí misma que cuando ganara un premio pararía, pero yo no sabía que después de ganar el primero ya quería ganar otro y nunca me contentaba del trabajo, era exigente conmigo y con mi marido.
Entonces, ese señor profesor, cuando llegamos a la escuela, la primera cosa que nos dijo fue que bailásemos un tango y le respondí: «¿Cómo sé?». Y me dio su primer apunte, que teníamos que aprender a andar; se puso frente a mí y yo tenía que empujarlo. A mí que me gustaba tanto reírme que lo miré y le dije: «No me diga que con mi edad aún no he aprendido a caminar, tengo cincuenta y tres años y no puedo perder tiempo en su escuela, está lejos y no voy a venir a aprender a caminar hasta aquí». Mi marido y yo a veces nos entrenábamos cuatro horas al día y sin contar todo el trabajo que teníamos para construir nuestro castillo en el que trabajábamos todos los días. Y, además, yo me metí en la cabeza que quería presentarme al Campeonato de Isla de Francia al año siguiente y no cambié mi idea, fuese como fuese, trabajé duro, nos enfadábamos los dos, uno porque era así, otro porque era de otra manera, y cuando no se tiene un profesor para corregir, tenemos que grabarlo todo. Y después yo quería que fuera de otra manera, quisiera ser perfecta y le pedía mucho a mi marido. Quería hacer bailes; primero al ritmo de la música, después vinieron las figuras; ahora, con mi edad y con problemas enormes de salud, no sería algo bueno, pero entonces yo me decía que tenía que aprender y quería hacerlo bien o todavía mejor si era posible, porque no me gustaba cuando otras personas hacían algo y a mí no me gustaba la manera en que lo hacían.
Al hacer un año exactamente me presenté al campeonato, en 1987, quedamos séptimos en tres bailes. Al año siguiente ya hacía todos los concursos de las aldeas; allí quedábamos siempre primeros, solo había una que era campeona de Europa y quería que yo fuera a bailar y a hacer espectáculo, vestir su ropa para hacerle publicidad para que ella la vendiera, pero para mí era ropa muy vieja y yo era moderna. Tanto que en mis primeros concursos tuvieron que hacer mi ropa porque empecé en las ciudades y después entré en los concursos regionales y ella, para vengarse de mí, decía a los que hacían de jurados que votaran contra mí.
Un día vino el jefe de una gran discoteca donde íbamos a bailar y me dijo: «Señora Robin, hay un concurso, ¿va a venir a bailar aquí?». Y yo pregunté: «¿Quién organiza el concurso?». Él me respondió: «Scheinder». Yo dije: «No voy, usted ya conoce la canción». Él me