Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Una Promesa: Como Entender El Valor De "Una Promesa" Y Encontrar El Amor
Una Promesa: Como Entender El Valor De "Una Promesa" Y Encontrar El Amor
Una Promesa: Como Entender El Valor De "Una Promesa" Y Encontrar El Amor
Libro electrónico224 páginas3 horas

Una Promesa: Como Entender El Valor De "Una Promesa" Y Encontrar El Amor

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

"PARIS ES LA CIUDAD LUZ, AUNQUE TAMBIN ES CONOCIDA COMO LA CIUDAD DEL AMOR, SERA, TAL VEZ, PORQUE AL ESTAR ENAMORADOS SENTIMOS QUE UNA LUZ NOS DESBORDA?. NO LO SABEMOS PORQUE LA GRAN MAYORA DE LAS PERSONAS NUNCA SE HAN ENAMORADO COMO SE ENAMORAN LOS PERSONAJES DE LAS PELCULAS, COMO SE ENAMORAN LOS PERSONAJES DE UNA PROMESA.
ESTA HISTORIA SE DESENVUELVE EN DOS CONTINENTES, EN DOS CLASES SOCIALES DIFERENTES, EN DOS SERES A QUIENES EL DESTINO UNI EN UNA MALA PASADA. CONOZCA LA HISTORIA Y ENAMRESE DE UNA CIUDAD QUE A PESAR DE LAS REVOLUCIONES Y LAS GUILLOTINAS, NO HA PERDIDO SU ENCANTO. UNA CIUDAD QUE AUN ES SMBOLO DE LA PUREZA Y EN LA QUE DOS DESTINOS CHOCARAN DE FRENTE SIN IMPORTAR LAS CONSECUENCIAS. QUIEN GANA? QUIEN PIERDE? NO IMPORTA PORQUE LO ESENCIAL ES LEER LA PROSA FCIL Y EXACTA DE UNA PERSONA QUE ESTUVO AH EN EL PRECISO MOMENTO EN QUE LAS COSAS PASABAN."
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 oct 2013
ISBN9781463364861
Una Promesa: Como Entender El Valor De "Una Promesa" Y Encontrar El Amor

Relacionado con Una Promesa

Libros electrónicos relacionados

Amor y romance para niños para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Una Promesa

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Una Promesa - Jesus Antonio Martinez Gutierrez

    Copyright © 2013 por Jesus Antonio Martinez Gutierrez.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2013915421

    ISBN:           Tapa Dura                             978-1-4633-6488-5

                         Tapa Blanda                          978-1-4633-6487-8

                         Libro Electrónico                  978-1-4633-6486-1

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 30/08/2013

    Para realizar pedidos de este libro, contacte con:

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    492474

    "A QUIEN SIEMPRE CUMPLE SUS PROMESAS,

    A QUIEN ES TERNURA Y FORTALEZA,

    A QUIEN NUNCA DEJA DE SER MI ESPERANZA"

    El sol entraba a plenitud por la ventana. Estephany se apresuraba a terminar su peinado mientras su madre le preparaba el desayuno acostumbrado, frutas y cereal. Era alta, esbelta, con enormes ojos verdes y de facciones tersas como la porcelana. A sus veintitrés años estaba llena de energía y con un enorme deseo de vivir. Ejercía la profesión de enfermera, carrera que terminó con mención honorífica, en uno de los hospitales más importantes de la ciudad, donde gozaba del cariño de todos sus compañeros; siendo a la vez de los médicos la más solicitada en las cirugías lo mismo que en cuidados intensivos ya que poseía un gran sentido de responsabilidad y un amor muy especial por todos los pacientes.

    –Date prisa hija, ya está listo tu desayuno.

    –Ya voy mami –contestó acomodándose los aretes.

    Con paso fácil y elegante, e impecablemente vestida de blanco, bajó las escaleras tarareando una canción de moda. Llegó al comedor y saludó alegremente a su madre con un beso en la mejilla.

    –Anda, siéntate y por favor termina todo, no quiero que lo dejes como lo haces siempre y te desmayes en el hospital.

    –No te preocupes tanto, afortunadamente contamos con los mejores médicos.

    –Sí, pero no quiero que acabes como su paciente, así que mejor cómete todo.

    Después de una amena conversación con su madre, Estephany abordó su automóvil y con habilidad condujo a través del intenso tráfico. Al llegar al hospital le pareció que sería un día de rutina. Sin embargo, se sentía un poco extraña y no lograba explicarse el por qué. Moviendo la cabeza, como queriendo sacudir su preocupación, se preparó para cumplir con su labor.

    El día transcurría con el ajetreo normal, pero casi para terminar su turno, escuchó por el altavoz que la requerían en la sala de urgencias. Con rapidez se encaminó al sitio donde la demandaban, ahí se encontró con el Director de Cardiología, el doctor Cosme Cárdenas Baro.

    –Vamos Fanny, acaba de llegar un caso grave del asilo Monte Sinaí y ya sabes cómo son de delicadas estas personas, así que veamos qué ocurre.

    –Aquí doctor –le indicaron–. Parece un infarto al miocardio.

    –Bien doctor, permítame por favor –contestó el doctor Cárdenas.

    –Fanny, verifica que la solución sea al cinco por ciento, que se aplique oxígeno y que traigan el electrocardiógrafo.

    –Muy bien doctor –con habilidad colocó la solución y procedió a colocar la mascarilla de oxígeno.

    Después de dos horas de grandes dificultades lograron estabilizar al paciente que quedó encamado en cuidados intensivos.

    Al día siguiente, apenas llegó al hospital, Estephany se dirigió directamente a la sala de cuidados intensivos y pidió el expediente del hombre que ingresó la tarde anterior. Sentía una curiosidad muy grande y no se la explicaba. El expediente señalaba una persona de ochenta y cinco años de edad, que respondía al nombre de Guiseppe Delacroix, había ingresado al asilo privado Monte Sinaí y todos los gastos eran solventados por un familiar que residía en París, Francia. Con el expediente en sus manos se dirigió a la cama del paciente. Lucía una palidez impresionante, casi cadavérica. El estar conectado a tanto aparato hacía más dramático su aspecto. Se encontraba tan absorta en la escena que no se percató de la presencia del cardiólogo.

    –Buenos días Fanny, ¿cómo encuentras hoy a nuestro paciente?

    –Buenos días doctor. Según los reportes, pasó la noche estable, aunque su aspecto no es muy alentador.

    –Tienes razón, pero si no se presentan complicaciones saldrá bien de esta crisis, pues no presenta lesiones coronarias y el miocardio ya se estabilizó.

    –Es una buena noticia, lástima que no tengamos ningún familiar a quien dársela.

    –Eso es lo triste, no podemos hacer más. Bueno, en cuanto te desocupes ve a mi oficina por favor. Tenemos que hablar sobre nuestro solitario paciente.

    Estephany pasó parte de la mañana ocupada en dos cirugías y además visitó a los pacientes que le correspondían. Cerca de la hora del almuerzo recordó la petición que le hizo el doctor. Se dirigió a su oficina y tras caminar un poco se detuvo ante una puerta sólida que tenía un letrero dorado que decía Director de Cardiología. Tocó un par de ocasiones antes de escuchar la invitación a entrar. La oficina estaba decorada elegantemente, tenía grandes y cómodos sofás y las paredes lucían impactantes cuadros.

    –Adelante Fanny –invitó el médico–. Toma asiento por favor.

    –Gracias doctor, si está ocupado puedo volver más tarde.

    –No, no, de ninguna manera, no faltaba más. ¿Gustas café, soda o prefieres que pida algo de la cafetería?

    –No gracias, vine porque me pidió que acudiera para tratar algo relacionado con don Guiseppe.

    –Es verdad. Bueno, al menos siéntate y ponte cómoda. Mira Fanny, recibí un oficio del director del asilo en el que me pide un trato especial para don Guiseppe. Me aclara que no se trata nada más de atención profesional, sino de atención médica, alimentación, medicación y muy especialmente atención de enfermería y refiere además que recibió un fax de París, donde le dan instrucciones precisas por parte de un familiar, de que no se repare en gastos para que tenga un excelente cuidado. Por lo pronto me solicita que le proporcionemos a la mejor enfermera del hospital para que lo atienda únicamente a él. Por supuesto le aseguré que desde hoy dispondríamos de nuestro mejor elemento para tal efecto, quiero que sepas que te he asignado tal misión, la que desde luego espero aceptes.

    –Por supuesto, cuente con que pondré todo mi empeño. Gracias doctor.

    Después de varios días de lucha, de frecuentes altibajos y de gran tensión para Estephany, pues tenía que cuidarlo día y noche, don Guiseppe logró superar la crisis. Entonces pudo ser trasladado a una habitación para su total restablecimiento.

    Paulatinamente Guiseppe Delacroix se fortalecía y cobraba ánimo. Aún cuando todavía lucía la palidez característica de quien ha sufrido un trance tan devastador, no dejaba de sorprender a los médicos la rapidez con la que se reponía aquel organismo tan flagelado por la enfermedad. Se le retiraron la mayoría de los tubos y canalizaciones, lo que le permitió mayor movilidad. En algunas ocasiones Estephany lo sacaba de su habitación en una silla de ruedas y lo llevaba a dar pequeños recorridos por el jardín. Poco a poco se restablecía y también recobraba su carácter, a veces muy explosivo. Pese a su experiencia, Estephany nunca imaginó que tendría que soportar momentos como los que pasaba con aquel paciente; eran insoportables, porque a pesar de verse tan desvalido e inofensivo, era en realidad una persona llena de resentimientos y amarguras lo que lo hacía muy altanero.

    –¡Quién rayos cree que me voy a comer esta basura! –gritaba a la vez que arrojaba la charola con los platos al piso.

    –Cálmese don Guiseppe, no se excite que le puede hacer daño. Esta dieta se la prescribió su cardiólogo.

    – ¡Pamplinas! Lo que ustedes quieren es perjudicarme, pero no les daré ese gusto, y tú, mojigata, deja de meterte donde no te llaman, qué te importa si me hace daño o no. Vamos lárgate de aquí, no te quiero ver.

    Día con día Estephany soportaba la insolencia y la arrogancia de aquel hombre al que sólo le prodigaba atenciones. Sin embargo, su límite fue colmado y una tarde, bañada en llanto, irrumpió violentamente en la oficina del director.

    –No puedo más doctor, esto es más fuerte que yo –dijo derrumbándose en el sofá y haciendo un gran esfuerzo por controlarse. Por favor libéreme de esta tarea antes de que me vuelva loca.

    Tomado por sorpresa, el director intentó controlar la situación.

    –Vamos Fanny, cálmate. Cuéntame lo que ocurre y verás que sea lo que sea tendrá solución.

    –No doctor, es inútil, no resisto más –era dramático ver cómo se sacudía con cada sollozo.

    –No te dejes llevar por la desesperación. ¿Qué pasa?

    Ella aspiró con fuerza y se fue calmando.

    –Le tengo gran amor a mi profesión, pero no pensé que tendría que llegar a soportar tanta injuria.

    –Pero qué te puso así.

    –Lo que pasa es que ya no sé qué hacer con don Guiseppe, parece que entre más intento agradarle, él se empeña en humillarme y ofenderme.

    –Creí que no había nada que te hiciera perder la compostura.

    –Estoy segura de que si usted hubiera batallado a alguien así también hubiera perdido los estribos.

    –Caramba, no puedo creer que tú que eres el ejemplo de cordura, de templanza y dominio propio, estés hablando así. Me parece increíble que cualquier situación te haga perder la serenidad.

    –Doctor, sinceramente no es fácil tratar con alguien así.

    –Que bueno que lo entiendes, anda regresa con él, no sea que nos derrumbe el hospital, y recuerda, es tu reto, que no te gane la situación.

    A Estephany le sorprendió la respuesta del doctor y se sintió avergonzada.

    –Discúlpeme, le prometo ser más fuerte y no dejarme vencer tan fácilmente, supongo que necesitaba desahogarme para quitarme la presión.

    Ya más tranquila, limpió su rostro y se puso de pie disponiéndose a reanudar las labores. Antes de salir se volvió al oír la voz del doctor.

    –Fanny, reconozco que estás sometida a una gran presión, pero recuerda que nadie como tú para esta misión, sé que no te darás por vencida tan fácilmente.

    Al paso de los días don Guiseppe se reponía y su trato hacia Estephany iba cambiando significativamente, ahora ya existía un poco de estimación. Sin embargo, había algo de aquel hombre que no cambiaba y era que le gustaba mucho la soledad y en ocasiones se quedaba mirando algo fijamente, y así permanecía en ese estado por varios minutos.

    Una tarde después de comer, don Guiseppe pidió a Estephany que lo llevara al jardín pues deseaba hablar con ella.

    –Sabes Estephany, lamento mucho mi tonta actitud, no tienes idea de cómo me siento, te ruego me perdones todas mis altanerías.

    –Vamos don Guiseppe, olvídelo, estaba pasando por una severa crisis y era lógico que perdiera el control de sus emociones.

    –No hija, no. A mis años es imperdonable que se pierda el control tan fácilmente. Si puedo alegar algo a mi favor es que todo el mundo ha buscado sacar provecho de mí, pues como saben que para mi atención y mantenimiento envían suficiente dinero, quieren quedarse con algo y sinceramente al principio creí que tú buscabas lo mismo, pero mira que tremenda sorpresa me llevé contigo.

    –No se preocupe, le aseguro que no tiene ninguna importancia, mejor hablemos de otra cosa.

    –Gracias hija, no cabe duda de que eres una santa al perdonar a este viejo y desde luego toda una dama. Pero dime, de qué quieres que hablemos.

    –Platíqueme por ejemplo de su vida, de su juventud, de su familia. Cuénteme en dónde nació y los lugares en los que ha vivido.

    –Vaya, vaya. No me digas que hay algo de mí que te interesa, porque si es así te lo agradezco, pues aunque no hay mucho de interesante en mi vida, sí hay muchas emociones que valen la pena.

    Fijó su vista en el agua de la fuente y las escenas se agolparon en su mente como si retrocediera en el tiempo. Sus ojos brillaron con agitación, y con emoción, descorrió el telón de sus recuerdos.

    –Soy natural de Burdeos, Francia. Fui hijo único, me casé y también tuve sólo un hijo. Actualmente sólo tengo un familiar, es mi nieto y vive en París, desde donde envía lo suficiente para todos mis gastos, hace tres años que no lo veo.

    –Pero imagino que le escribe y le habla por teléfono.

    –Me habla ocasionalmente.

    Estephany se dio cuenta de que a don Guiseppe le temblaba la barbilla y que de sus cansados ojos fluían lágrimas.

    –Lo importante es que tiene al menos un familiar y se preocupa por usted, ande mejor hábleme de otra cosa si le parece.

    –Tienes razón, mira te quiero pedir un favor, esta es una llave de seguridad del banco, ahí tengo algo, me gustaría que me lo trajeras para enseñártelo. ¿Puedes ir a sacarlo y traerlo mañana?

    –Por supuesto. Mañana mismo se lo traeré no se preocupe, ahora vámonos porque ya empezó a refrescar demasiado.

    Al día siguiente la esperaba con ansiedad y tan pronto como terminó su almuerzo, le pidió que lo llevara al jardín.

    –Con calma don Guiseppe, no se agite demasiado.

    –Apúrate hija, me urge que veas algo.

    Al llegar al sitio de costumbre, el hombre casi le arrebata un pequeño cofre.

    –Mira Estephany, esto es lo que constituye mi gran tesoro.

    Abrió el cofrecillo y extrajo unos documentos junto con un pañuelo.

    –Esta era mi esposa y este es mi nieto –dijo mostrándole unas viejas fotografías–. Y esto es algo que guardo con mucho cariño, un pañuelo de mi amada esposa y aquí mismo guardo lo único de valor material que me queda, el último par de aretes que usó, por favor póntelos.

    Estephany tomó los aretes y se dio cuenta de que tenían unas enormes y hermosas esmeraldas.

    –Hacen juego con tus ojos, te lucen de maravilla.

    –Son hermosos –dijo ella emocionada.

    –Quiero preguntarte algo muy importante para mí. Si tuvieras lo suficiente en lo material y contaras con el tiempo suficiente, ¿irías de paseo a París?

    Lo imprevisto de la pregunta paralizó a Estephany.

    –Bueno don Guiseppe, no sé a qué viene su pregunta, pero claro que me gustaría.

    –Bien, entonces esta es mi proposición. Sé que en dos semanas es tu cumpleaños y que te festejarán lógicamente. Hagamos un pacto, yo voy a tu fiesta, te llevo un regalo y si alguna vez tienes los medios y desde luego el tiempo suficiente, irás a París, buscarás a mi nieto y le entregarás una carta que le escribiré. ¿Qué te parece?

    –Mire, con tal de que me visite y me acompañe en mi cumpleaños, acepto.

    –Gracias hija, entonces es una promesa.

    Nunca imaginó lo que sucedería dos días después, durante la madrugada. Un infarto fulminante terminó con la vida de don Guiseppe.

    En aquel momento Estephany se encontraba en la cafetería, y por más que se apresuró para llegar a su lado, ya era demasiado tarde. Esta situación le provocó un shock nervioso por lo que hubo la necesidad de administrarle un sedante. Minutos después arribó el director de cardiología.

    –Buenos días doctor –lo recibió el subdirector médico del nocosomio–. Lo estábamos esperando, quiero decirle que desafortunadamente se registró el fallecimiento del Sr. Guiseppe Delacroix. El cuerpo se encuentra en patología y lo están esperando para que lo revise. La causa aparente fue infarto masivo. El médico de guardia está elaborando el informe correspondiente.

    –Gracias doctor, en cuanto tengan el informe por favor llévenlo a mi oficina. Por cierto, antes de ir a revisar el cuerpo quisiera ver a la enfermera que lo asistía. Que la localicen por favor.

    –Lo siento, pero la señorita Estephany se encuentra en la sala de descanso, al parecer tuvo un shock y se le aplicó un sedante para que se repusiera.

    –Bueno, estaré donde la señorita Demarco.

    –Muy bien, en cuanto esté listo el informe se lo haré llegar.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1