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Nueva vida en Cristo
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Nueva vida en Cristo
Libro electrónico465 páginas6 horas

Nueva vida en Cristo

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Información de este libro electrónico

La autora fue inspirada por el Espíritu Santo en la prisión a escribir esta novela cristiana. Con unos personajes que ustedes, los lectores, disfrutarán en grande y tendrán un nuevo avivamiento, un nuevo encuentro con el Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lean la novela. 


Juan 8, 32: “Conocerá la verdad y la verdad los hará libre”.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 mar 2024
ISBN9781662495809
Nueva vida en Cristo

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    Nueva vida en Cristo - Carmen Raposo

    cover.jpg

    Nueva vida en Cristo

    Carmen Raposo

    Copyright © 2024 Carmen Raposo

    All rights reserved

    First Edition

    PAGE PUBLISHING

    Conneaut Lake, PA

    First originally published by Page Publishing 2024

    ISBN 978-1-6624-9563-2 (pbk)

    ISBN 978-1-6624-9580-9 (digital)

    Printed in the United States of America

    Table of Contents

    Nueva vida en Cristo

    Sobre el Autor

    Novela Cristiana.

    18 años y medio en la prisión,

    Fue inspirada por el Espíritu Santo.

    Léala que le va a instruir

    En el camino de la verdad.

    Manuel acostumbraba todos los días a tomar su siesta en un parque que quedaba frente a su taller de mecánica y se tomaba unas cuantas cervezas; se quedó dormido y de repente abrió los ojos y miró un carro frente a él con un humo que salía del bonete. Corrió rápidamente y le gritaba a la persona que estaba en el carro:

    —¡Por favor abra el bonete!

    Manuela Montesinos rápidamente le abrió el bonete, Manuel se quitó la gorra y comenzó a echarle aire al carro. Mientras él trataba de eliminar el humo, Manuela Montesinos caminaba hacia él elegantemente vestida, ojos negros, cabello negro y ondulados, tacones altos. Manuel al ver la belleza de esta mujer quedó sorprendido, y se dice:

    —Wow —Manuel le dice a la señora—: Voy a traer un galón de Antifreeze, déjeme ir a mi taller que está allí al frente. Vengo en seguida —llegó rápidamente y le echó el Antifreeze. Luego le comenta a la señora—: Su carro tiene que ser reparado como le recomendé. Y como le dije, soy mecánico y mi taller queda frente aquí. Pero si usted tiene su mecánico personal también lo puede llevar a donde esa persona para arreglarlo.

    Ella le dice:

    —No, no, no, lo puedo arreglar con usted.

    —Señora, suba a su carro, yo la seguiré.

    —No, señor, suba usted al carro, yo lo llevaré.

    Él abrió la puerta de atrás y se montó al carro mientras Manuela Montesinos se dirigía al taller. Mientras estaban de camino hacia el taller, Manuel miraba fijamente su hermosura. En ese instante, él le dijo:

    —Mire señora, aquí puede estacionar su vehículo.

    —Sí, señor, gracias.

    Él inmediatamente salió corriendo y le abrió la puerta del carro, y ella le dijo:

    —Es usted muy amable.

    Manuel luego le contesta:

    —Señora, usted se lo merece —luego le dice—: Me puede prestar las llaves, por favor, para mover el carro a donde lo voy a subir, y así arreglarle el radiador.

    —Sí, señor, aquí están.

    —Gracias —luego le dice—: Si quiere puede acomodarse en este sofá.

    En ese instante Manuel le entrega el control de la televisión a la señora Manuela.

    Manuel entre sí decía: Oh Dios mío, una mujer como esta es la que el médico me recetó.

    Manuel trataba de tardarse un poco más de tiempo en su trabajo para admirar la hermosura de Manuela. Más tarde fue caminando frente a ella, mirando sus hermosos ojos negros, y le dijo:

    —Señora, su carro ya está listo.

    Manuela le dice:

    —Está bien, ¿cuánto le debo?

    —No, señora, no me debe nada.

    —¡No por favor! Usted tiene que cobrar su trabajo.

    —Para el próximo servicio usted me paga —le respondió Manuel— ¿Estamos de acuerdo, señora? Espero que no le vuelva a fallar el radiador.

    —Gracias, señor, es usted muy bueno.

    —No señora, el único bueno es Dios —Manuel le extiende sus manos y le dice—: Mucho gusto, mi nombre es Manuel.

    Ella se ríe, y dice:

    —Ni siquiera nos habíamos presentado, mi nombre es Manuela Montesinos.

    Manuel saca una tarjeta de su bolsillo y se la entrega a Manuela mientras al mismo tiempo le dice:

    —Llámeme cuando me necesite. Tenemos grúa al servicio.

    —Sí, señor, uno no sabe cuándo el carro puede fallar.

    Él seguía con su mano agarrada y ella suavemente deslizó sus manos y lo soltó.

    —Adiós, señora.

    —Gracias, Manuel, le agradezco mucho por sus servicios.

    Manuel entre sí dijo: Pronto te veré, pues yo desconecté una luz delantera para verte pronto, mientras su silueta se iba perdiendo de su vista.

    Pasaron dos días cuando Manuela se percata que una luz delantera no estaba funcionando. Cuando Manuela salió de su trabajo sabía que Manuel estaba en el parque, entonces se parqueó frente a él; bajó del carro caminando frente a él mientras Manuel se deleitaba mirando esa preciosa figura y decía entre sí: Se me dio mi plan.

    Él inmediatamente se para y le extiende sus manos. Manuel le dice:

    —Señora Manuela, que gusto me da verla. ¿Señora no me diga que el radiador no le ha funcionado bien?

    —Sí, señor, está funcionando muy bien. El problema que tiene el carro es una luz delantera y vine para que la arregle.

    —Ah bueno, eso no es problema. Se la arreglaré pronto, se puede sentar hasta que yo haga mi digestión. Pues no me siento bien trabajando después que como, pero si usted tiene una emergencia se lo arreglo ahora mismo.

    —No, no, señor. Tome su tiempo, yo voy saliendo ahora mismo de mi trabajo y necesito descansar.

    También, Manuel entre sí dice: Esta es una buena oportunidad para hacerle varias preguntas acerca de ella.

    —Bueno, ¿me puedes decir a que usted se dedica?, mejor dicho, ¿cuál es su profesión?

    —Yo soy secretaria en una asociación de abogados. Trabajo mucho y me pagan poco.

    Y Manuel dijo entre sí: Esta es mi oportunidad de conquistarla para que sea mi secretaria.

    —Pues en verdad me hace falta una buena secretaria y que mejor estar acompañado de una linda mujer.

    —Yo estoy buscando por mucho tiempo una secretaria, pero es muy difícil conseguirla. Pues hay poca honestidad en la secretaria que he tenido trabajando en este taller, y de verdad que la necesito, yo quiero una persona responsable que llegue a tiempo al trabajo; y si tiene una cita que me lo diga a tiempo, pues así yo sé a qué atenerme, negocios son negocios. A mí me gusta tratarla bien para que se sienta a gusto trabajando conmigo —Manuel le dice—: Bueno, ya podemos irnos.

    —Manuel, suba al carro.

    —Sí, señora —responde Manuel.

    Manuel rápidamente le abrió la puerta del carro. Ella tomó el volante y él se subió atrás sin decir ni una palabra.

    Cuando llegaron, él pronto salió y le abrió la puerta del carro y le dijo:

    —Gracias, es usted muy amable.

    —Siéntese aquí para que vea televisión. Yo trataré de terminar lo más pronto posible.

    —Sí, señor, tome su tiempo.

    Horas más tarde.

    —Señora, su carro ya está bien.

    —¡Qué pronto lo arreglo!

    —Sí, no era nada.

    Ella se paró y le dijo:

    —¿Cuánto le debo?

    Él le dijo:

    —Bueno, la otra vez quedamos en que yo le iba a cobrar. Yo quiero que me pague con una linda sonrisa.

    Y Manuela riéndose:

    —Pero, ¿cómo es posible que yo no le pague el arreglo del carro otra vez?

    Manuel le contesta:

    —Mire, ya me pagó—se está riendo—. Mire, en la mesa que está al salir de la puerta, hay aplicaciones si usted conoce alguna secretaria que me pueda recomendar para trabajar conmigo.

    Manuela busca las aplicaciones, mientras Manuel le sigue mirando fijamente. Ella trae consigo dos aplicaciones.

    —A mí no me gusta recomendar a nadie, como usted dijo, no hay responsabilidad.

    Manuel le dijo:

    —Désela a alguna, yo me encargaré de investigarla, dígale que le pagaré muy bien.

    —Ay, Manuel, qué pena me da no pagarle el arreglo del carro.

    —No se preocupe Manuela, que la tercera vez que venga a arreglar su carro, como dicen en mi país, le arrancaré un ojo y la mitad del otro.

    Manuela se rio a carcajadas.

    —Usted es dominicano al igual que yo.

    —¿Pero no me diga que usted no se había dado cuenta de que soy dominicano?

    —Sí, me di cuenta, pero no tienes mucho acento dominicano.

    Manuel le dijo:

    —Lo que pasa es que yo me crie en los Estados Unidos. Mis padres me trajeron cuando yo tenía un año de nacido, lo que aprendí fue con un diccionario en español.

    —Qué bueno que aprendiste un buen español. Adiós don Manuel.

    —Adiós Manuela.

    Se dieron un apretón de mano mientras Manuel le seguía mirando su silueta hasta que la perdió de vista.

    —Qué mujer que me ha dejado anonadado con su belleza. Me gustaría que ella se decidiera a trabajar para mí. Yo espero que Dios me la ponga en este lugar, si ella no me quiere, me conformaré con tenerla cerca de mí.

    Los días fueron pasando y Manuela ya no podía continuar con ese trabajo. Era mucho trabajo y no le pagaban bien. Manuela dijo entre sí: Si yo encontrara otro trabajo, aunque no paguen mucho, sería para mí mucho mejor, pues de verdad que tengo una carga muy grande sobre mí. Mañana hablaré con mi jefe para que me paguen mejor, si me niega el aumento me iré. Pensándolo bien tendría que buscarme otro trabajo que me paguen mejor, miró a su alrededor y miró en su mesita de noche unos papeles, vio que era la aplicación de Manuel y dijo: Lo llamaré. Si consigo este trabajo temporario. Y llamó a don Manuel:

    —¿Cómo está, don Manuel?

    Él sabía quién lo estaba llamando, pero se hacía que no conocía su voz.

    —Don Manuel, soy yo Manuela.

    —¡Oh, señora! ¡Qué gusto me da oírla! Por favor, ¿no me diga que su carro se dañó otra vez?

    —No, no, señor, ¿yo quiero saber si usted ya encontró una secretaria?

    —Yo espero que Dios me mande una secretaria como usted.

    Ella se ríe a carcajadas.

    —¿De qué se ríe? Para Dios nada es imposible.

    —Sí, señor, yo sé que es verdad.

    En ese mismo momento suena el teléfono.

    —Espere don Manuel, lo llamaré en unos minutos, déjeme coger esta llamada que es de mi trabajo.

    —Sí, señora, esperaré su llamada.

    Manuel se dijo: Ella todavía está trabajando, me hice ilusión de que ella quería ser mi secretaria, ahora me puedo dar cuenta de que es para otra persona. Qué tremenda desilusión.

    —¿Cómo está señora Manuela? Le llamo de parte de su jefe Jeffrey para ordenarle que prepare su equipaje para irse con él a Nicaragua.

    —¿Qué? Eso nunca, dígale a mi jefe que yo no voy para Nicaragua. Dígale que se fije muy bien en mi contrato de trabajo, mi contrato es local.

    —Está bien señora, se lo diré inmediatamente. ¡Espere! Que él entró ahora mismo a mi oficina, se lo pondré en el teléfono para que se lo diga usted misma.

    —Mire, señor Jeffrey, Manuela le quiere hablar.

    —Hola, Manuela, ¿cómo está?

    —Muy bien.

    —Yo la necesito de emergencia, tenemos que hacer un trabajo en Nicaragua.

    —No, señor Jeffrey, mi contrato de trabajo dice local.

    —¡Señora Manuela, si usted no viene conmigo a Nicaragua queda despedida!

    —Bueno, señor Jeffrey, si usted me despide de mi trabajo no será por falta mía, pues siempre he cumplido con mi trabajo y que quede bien claro que mi récord de trabajo quede limpio. Preocúpese de eso, pues tengo documentos firmados y está grabado para implantar una demanda contra usted. Rotundamente, no voy a ir, que le vaya bien en su viaje. Adiós y le colgó el teléfono.

    —¿Señora? ¿Señora? —el jefe la llamó otra vez y ella no contestó.

    Se acostó a meditar entre sí: Qué bueno que no tuve que ir yo misma a renunciar a mi trabajo. Él no puede despedirme con mala recomendación, pues sabe lo que le espera; una buena demanda. Yo tengo que buscar mi contrato, está junto con todos mis documentos. Así que llamaré a Manuel y le explicaré todo.

    —Perdóneme, Manuel, que le colgué la llamada, era mi jefe. ¿Sabe lo que me dijo?, que si yo no salía con él para Nicaragua me despedía de mi trabajo.

    Manuel le dijo:

    —Pero, ¿cómo puede ser eso?

    —Así mismo, como usted lo está escuchando. Pero yo le dije rotundamente que no iba de viaje con él. Pues mi contrato es local, en ninguna ocasión tendría que viajar con él, le dije que cuidara muy bien mi reputación. Que yo tenía grabado toda nuestra conversación y que yo tenía pruebas con mis copias de contrato. Bueno, don Manuel, yo voy a llenar la aplicación para trabajar con usted hasta que yo consiga otro trabajo.

    —Está bien señora, que mejor que usted que la conozco. Tráigame la aplicación mañana mismo y se puede quedar trabajando para que no pierda día de trabajo.

    —Está muy bien, cuanto le agradezco. Que Dios lo bendiga, gracias señor.

    —Señora Manuela, la espero a la 7:30 a. m para explicarle el trabajo, para usted será bien fácil. El precio lo hablamos mañana.

    —Está bien, don Manuel. Que pase buenas noches.

    —Usted también, Manuela.

    Dice Manuel cuando colgó el teléfono: Pero, ¿cómo que pases buenas noches?, esta es la noche más feliz de mi vida. Gracias, Señor, que concediste lo que te pedí, que Manuela trabajara conmigo para yo tenerla cerca de mí. ¡Oh, mi Dios!, ahora sí que voy a trabajar a gusto con esta dominicana que está preciosísima. Yo me conformo con verla todos los días. Qué lindo cuerpo, que lindos ojos, que lindo pelo y como camina me encanta, su hablar, su sonrisa, está completa para mí. Ahora voy a trabajar feliz, mientras Manuel medita en Manuela.

    Por otro lado, Manuela dio un brinco en la cama diciendo: ¡Por fin ya tengo otro trabajo! ¡Se cumplieron mis deseos de salir de ese trabajo! Yo sé que pronto conseguiré otro. Pues, este trabajo pagaba muy barato, conseguiré otro trabajo que sea para un solo abogado. Yo estoy muy feliz que mañana trabajaré con don Manuel.

    Manuel, por otro lado, dice: Estoy muy feliz que Manuela trabajará mañana conmigo. No sé si pueda dormir esta noche, estoy loco porque amanezca para ir a trabajar con Manuela.

    Manuela se levanta de su cama y se mira al Espejo y dice: Qué bueno que cambié de trabajo, voy a ver que tal este trabajo. Pues si me siento cómoda, aunque gane poco con don Manuel.

    Manuela se da una ducha, se prepara, y sale para su nuevo trabajo. Llegó a las 7:30 a. m para que don Manuel le enseñara a hacer el trabajo.

    —Buenos días, don Manuel.

    —Buenos días, señora Manuela. Bueno, Manuela. Vamos a tutearnos, le prometo que la respetaré.

    —Está bien Manuel, no hay problema que usted me llame Manuela.

    —Sígame, Manuela, mire yo preparé el café.

    —Qué bueno, le prepararé uno para usted y otro para mí.

    —Pero qué secretaria me estoy dando. Manuela, coja el día para organizar la oficina para que usted trabaje a gusto.

    —Sí Manuel, limpiaré y organizaré bien todo.

    —No señora, yo me encargaré de buscar una mujer para que se encargue de la limpieza.

    —No, yo limpiaré a mí gusto, me gusta limpiar mi escritorio, no confío en nadie. Pues las que limpian ponen las cosas del escritorio donde no van, yo me encargo de mi oficina.

    —Gracias, Manuela, sin comenzar ya se ganó un aumento en su trabajo.

    Se rio Manuela a carcajadas.

    —Pienso que nos vamos a entender muy bien.

    —Sí, Manuel. Que así sea, si no es molestia para usted.

    —Manuela, ¿le podría hacer unas cuantas preguntas? No está obligada a contestarlas.

    —Sí, dígame, Manuel.

    —¿Usted es casada? ¿Tiene hijos?

    —No, no soy casada, ni tengo hijos. Yo tuve una relación y fue un fracaso. Pues me hizo entrar en las drogas, él me exigía que le diera todo mi dinero, pero cuando me di cuenta en el hoyo que caí yo lo dejé y a las drogas también. Yo estoy limpia, pues recapacité a tiempo. Tengo que fijarme muy bien con el hombre que venga a mi vida.

    —Sí, Manuela, usted hizo muy bien al dejarlo.

    Manuel entre sí dice: Ay Dios, que bueno que el día que la conocí ella no se dio cuenta de que yo estaba tomando en el parque. Yo tiré la botella de cerveza atrás del banco donde estaba sentado.

    Manuel le dijo:

    —Yo soy un hombre soltero, tengo que fijarme muy bien con la persona que yo vea para casarme, pues en este tiempo está el mundo corrupto.

    Manuela le dijo:

    —Así mismo, es la pura verdad. Bueno, Manuel ya todo está limpio.

    —¡Qué pronto lo hizo todo! Bueno, aunque usted no lo crea, me ayudó.

    —¡Pero yo no he hecho nada! Si me entretuviste hablando mientras yo trabajaba.

    —¡Oh! Ya sé lo que tengo que hacer. De ahora en adelante, para pagarle menos dinero vendré a entretenerla.

    —¡Ay Manuel, usted me hace reír! De verdad que Dios me ha bendecido al trabajar con usted. Pues ese trabajo que yo dejé de verdad que nunca tenía paz.

    Manuel dice a Manuela:

    —Bueno, ya usted organizó todo y estamos a principio de Año Nuevo. De verdad que tenemos mucho trabajo y es bueno, pero yo tengo hambre y sé que usted también. Vamos a celebrar su primer día de trabajo, la invito a comer donde usted quiera ir.

    —Sí, acepto, pues yo también tengo hambre. Pues déjeme lavarme las manos.

    —Manuela, ¿quiere ir en mi carro?

    —No, mejor me voy en el mío. Así nos despedimos y cada uno coge para su casa.

    —Sí, Manuela, como usted diga. Bueno, lo más importante es que usted aceptó mi invitación. Manuela, la seguiré al restaurante.

    —No, yo lo seguiré a usted, ¿está bien?

    Manuel corrió a abrir la puerta del carro.

    —Gracias, Manuel.

    —Pero, ¿usted tiene un restaurante que le guste? Usted es la invitada.

    —Yo voy donde usted me lleve. Con el hambre que tengo, me como un tiburón.

    Manuel se rio a carcajadas mientras subía a su carro.

    —Bueno, Manuela, que sea como usted quiera. Sígame.

    Manuel conduce hasta llegar a un restaurante de mariscos. Él le pregunta:

    —¿Quiere comer aquí o en otro sitio?

    Ella le dijo:

    —Sí, esta es mi comida favorita!

    Manuel fue corriendo a abrirle la puerta del carro a Manuela.

    —Manuel, usted como siempre muy gentil.

    Entraron y la camarera le preguntó:

    —¿Para cuántas personas?

    —Para dos, por favor —le contestó Manuel.

    —Síganme por favor.

    —Gracias, señorita.

    Manuel le sacó la silla y se la acomodó.

    —Gracias, Manuel.

    Miran la carta y la mesera le dice:

    —¿Qué desean tomar?

    Manuel bajó la cabeza para no pedir de primero. La mesera le pregunta otra vez y Manuela le dice:

    —Perdone que no la escuché. Tráigame a mi té.

    Y él miró a la camarera y le dijo:

    —A mí también.

    Manuel le dijo lo que querían de comer a la camarera y se paró de la mesa y dijo:

    —Con permiso, Manuela.

    —Sí, como no. Vaya usted.

    Manuel se fue a donde vendían flores y le compró un arreglo floral, se paró detrás de Manuela y puso las rosas al frente de ella.

    Ella se sorprendió y dijo:

    —¡Pero Manuel!, estas rosas están preciosísimas. ¿Por qué se molestó?

    Él le dijo:

    —Para mí no es molestia, es un placer festejarle en este día tan inesperado al usted ceder ser mi secretaria. Se lo agradezco mucho. Yo soy el que le da las gracias a usted. Pues, yo le encomendé que me buscara una secretaria de verdad y ha sido un placer que sea usted.

    —Gracias, Manuel.

    Terminaron de comer y Manuela dijo:

    —Todo estaba rico. Como dicen en nuestro país.

    Salieron y se despidieron, y Manuela le dice:

    —Gracias por la invitación.

    —Gracias a ti, Manuela, por aceptarla. Nos veremos mañana, su horario es a las 8:00 a. m. ¡Manuela, qué idea tuviste, pues mi casa está cerca de aquí!

    Manuela le dijo:

    —Me jugaste una trampa, pues mi casa está más lejos.

    —Ay, lo siento, Manuela. Otro día yo cogeré por otro rumbo.

    Ella le dijo:

    —Espero que no sea muy tarde.

    Los dos se echaron a reír a carcajadas.

    —Pero yo te tengo otra cosa mejor. Que si es así, tú pagarás las consecuencias. La próxima vez tú pagarás la cuenta.

    Manuela no cesaba de reír y le dijo:

    —Lo prometo, yo pagaré.

    Él le dijo:

    —¡No me digas!

    Él le extendió su mano y ella también.

    —Gracias, Manuel, de verdad que nunca pensé que la iba a pasar tan bien.

    Y él le dice:

    —Pues prepárate que mañana me pagarás todo lo que te comiste, ja, ja, ja.

    —No me haga reír más, Manuel. Adiós.

    Riéndose los dos, Manuel sube a su carro, agarró el timón, con su cabeza inclinada, él se dijo: "¡Wow! Qué mujer!, que me gusta. Tengo que ser muy inteligente, pues no quiero enamorarla tan pronto. Tengo que declararme cuando ella se sienta cómoda en el trabajo. Prendió el carro y se fue para su casa.

    Por otro lado, Manuela entra y tira la cartera en el mueble y se lleva sus manos a su larga cabellera, se la sube diciendo: Hoy me parece que no he trabajado, sino que tuve un día libre disfrutando de la vida.

    Entró a su cuarto, se acostó en la cama muy relajada y dijo: No puedo quedarme en la cama… me duermo. Tengo que darme una ducha.

    Entró al baño y estaba cantando. Escuchó el teléfono que sonaba, pero no lo cogió, al salir escucha un mensaje, era la compañía del abogado: "¡Ay!, seguro que van a pedirme que vuelva a la oficina, pero ya es muy tarde. Yo me quedaré trabajando con Manuel, aunque que me pague poco, pues sé que tengo mejor vida y Manuel es muy buena persona. Fíjate, hasta rosas me regaló, ¡qué pena!, se me quedó en la mesa, ¡qué pena me da!, pensará que no me gustó su regalo.

    Se acostó y su teléfono sonó otra vez y dijo: No lo cogeré, pero miró y era Manuel, y le dijo:

    —Hola.

    Él le dijo:

    —La llamé para saber cómo llegó.

    —Muy bien, gracias por preocuparse por mí. Sabes que me llamaron de la oficina, pero yo me estaba bañando, no quiero volver a ese trabajo. Manuel en ese trabajo yo no tenía vida. No tenía tiempo ni para comer.

    —Qué bueno, Manuela, que usted ha decidido trabajar para mí.

    —Sí, ellos no me van a convencer. Mañana estaré a la 8:00 de la mañana. Manuel, qué pena me da, se me quedaron mis flores.

    —¿Fue que no le gustaron?

    —Sí, por supuesto que sí. Me encantan las rosas. No se preocupe, Manuel, que lo más importante es que están en mi corazón.

    —Gracias, Manuela, yo sé que usted las aceptó con mucho agrado.

    —Sí, señor. Bueno, pase buenas noches.

    —Usted también, Manuela.

    Manuela apagó la luz y se durmió, mientras Manuel se mueve de un lado a otro pensando en Manuela, hasta que se quedó dormido.

    Al día siguiente, se levantó Manuela muy calmada y pensaba entre sí: Pues al otro trabajo entraba a la 7:00 de la mañana. Ahora entro a la 8:00 a. m, no tengo que salir corriendo.

    Salió de casa y abriendo su carro sonó el teléfono.

    —Hola, doña Manuela, ¿cómo está?

    —Muy bien.

    —La estoy llamando para disculparme. Usted tiene toda la razón, el contrato de trabajo dice que es local. Le suplico que vuelva a su trabajo. Le aumentaré el sueldo.

    —No, señor Jeffrey, yo tengo otro trabajo.

    —Bueno, las puertas están siempre abiertas para usted.

    —Gracias, tendría que pensarlo.

    —Está bien, señora Manuela.

    Llegó a su trabajo:

    —Buenos días, Manuel, ¿cómo amaneció hoy?

    —Muy bien. Mirando qué puntual es usted.

    —Nunca me gusta llegar tarde a mi trabajo, pues le diré que cuando me montaba en mi carro sonó el teléfono y era mi jefe. Me dijo que yo tenía toda la razón, que mi trabajo era local. Me pidió perdón y me dijo que volviera. Pero yo le dije que yo tenía otro trabajo, que me dejara pensar, me ofreció un aumento.

    Manuel le dijo:

    —Manuela, yo quisiera de todo corazón que usted trabajara conmigo, pero usted todavía está a tiempo de recuperar su trabajo.

    —No Manuel, yo estaba dispuesta a hablar con mi jefe para renunciar a mi trabajo. Dios quiso que él fuera el que me despidiera. Me hicieron un favor, así no tuve que renunciar yo, me quedo firmemente trabajando para usted.

    —Muchas gracias, Manuela, de verdad que la necesito.

    —Bueno, Manuel, comience a enseñarme el trabajo.

    Se sentó en su escritorio.

    —Bueno, le explicaré cómo funciona esta oficina. No será difícil para usted, pues usted tiene experiencia.

    Mientras le enseñaba muy a gusto y ella se sentía entusiasmada con su nuevo trabajo, Manuel le dijo:

    —Bueno, ya puedo dejarla sola, pues usted me ha demostrado en tampoco tiempo que es eficiente en este trabajo. Me llama para cualquier pregunta. Pues yo tengo que entregar hoy mismo 2 carros. Mi ayudante está por llegar.

    —Sí, yo lo llamaré para cualquier pregunta. Gracias por enseñarme, usted es un buen maestro.

    —Muchas gracias, Manuela.

    —Está bien, don Manuel.

    —No Manuela, quíteme el don, ¿qué se cree usted que soy? ¿Un viejo?

    Se rieron a carcajadas mientras Manuel se retira de la oficina. Y en ese mismo momento entra su empleado.

    —Hola, Jeje, ¿cómo has estado?

    —Muy bien. ¿Y usted Manuel, cómo está? Se le ve un semblante juvenil.

    —¿Qué está insinuando? ¿Que soy viejo?

    —No, no, no quise decir eso, es que se ve muy alegre.

    —Jeje, te tengo una gran sorpresa. ¡Eso sí, no me la mire! Pues tú conquistaste a mi otra secretaria y te casaste con ella. Esta me toca a mí.

    Jeje se rio y le dijo:

    —¿Tú tienes miedo de mí? Pues no te preocupes, que podrá ser la mujer más hermosa del mundo. La que Dios me dio por esposa puede ser que sea la más fea del mundo, pero yo no la cambio por ninguna Miss Universo. Pues, yo primero fijo mi mirada en Dios y después en mi esposa. Nunca le seré infiel, yo no quiero maldición en mi matrimonio. Soy cristiano y la palabra de Dios dice que codiciando una mujer estamos pecando.

    Manuel le dijo:

    —¡Yo no sabía eso!

    —Bueno Manuel, tú tienes que leer la Biblia para que adquiera sabiduría del altísimo.

    —Bueno, ya me siento bien. Puesto que la tratará con respeto.

    —Sí, mi hermano, no tenga miedo.

    —Bueno, ven, que te la presentó ahora mismo.

    —Manuela te presento a Jeje.

    —Buenos días, señora, mi nombre es Jeje.

    Manuela le extendió su mano:

    —Mucho gusto, mi nombre es Manuela. Encantada de conocerlo.

    —El gusto es mío, señora Manuela.

    —A Jeje si le puedes decir don Jeje, él es más viejo que yo y tiene esposa —se rieron juntos y Manuel le dice—: Vamos a trabajar, que tenemos que entregar 2 carros.

    Mientras Manuel trabajando piensa solamente en Manuela: Ella no me ha preguntado cuánto yo le voy a pagar, yo le preguntaré a mi amiga que trabaja para abogados para yo pagarle igual. Yo quiero que ella se sienta a gusto con su sueldo, así se quedará conmigo.

    Manuela termina su trabajo a la 5:00 p. m y Manuel le dice:

    —Su horario es hasta la 4:00 p. m. Pues muchas veces yo me quedo trabajando hasta más tarde. Yo quiero que descanse temprano.

    —Está bien, nos veremos mañana.

    —Adiós Manuela, gracias por todo.

    —A su orden Manuel. Hasta mañana Jeje.

    —Adiós, señora. Fue un placer conocerla.

    —Jeje deja de tutearla tanto.

    Salieron riéndose los dos. Jeje le dijo cuando se montó en su carro:

    —Manuel, será mejor que tú te pongas en oraciones para ver si Dios quiere que ella sea tu esposa. Pues sin el consentimiento de Dios todo se derrumba.

    —Bueno, es que yo no sé orar.

    —Si te arrepientes, el Espíritu Santo te ayudará a orar. Orar es hablar con Dios. (Colosenses 1, 15–16: Él es nuestro padre celestial. Él es invisible. Yo soy visible cuando tú clamas al señor Jehová, yo acepto a mi señor Jesús como mi salvador, yo tengo fe que Jesús murió por mí. Perdona todos mis pecados). Mi hermano Manuel, debes tener fe. Que tu vida va a cambiar.

    —Ay (Malaquitas 3, 8–10), pero es que yo no creo en todas esas palabras que dicen los pastores. Y que uno trabajando fuertemente tenga que darle el diezmo.

    —Manuel, el que no siembra, no cosecha. Dios le dice a la gente: Me están robando. ¿En qué me están robando? ¡En mi diezmo! Satanás anda como león rugiente buscando a quién devorar, él vino para robar, a matar y destruir. Satanás está ciego y un ciego como tú, Manuel guiado por él, caerás al mismo hoyo. Yo cuando cobro mi cheque lo primero que pago es mi diezmo. No quiero ser un ladrón. Yo vivo bendecido, pues me conformo con lo poco que tengo. Pues sé que esta vida en esta tierra de los vivientes es temporaria (Juan 4, 24), y que Jesús viene pronto a levantar a sus santos a lo que lo adoran en espíritu y en verdad. (Mateo 24, 35) Los cielos y la tierra pasarán; más sus palabras no pasarán. Él tiene una tierra nueva y un cielo nuevo, Manuel. (Efesios 1, 15–19). Yo solo oro por la persona para que Dios le ilumine los ojos de su corazón. Dios es un caballero, Él no te va a forzar. Tú tienes que tomar una decisión a dónde quieres ir cuando tú te mueras, al cielo o al infierno. Solo hay dos caminos, la luz y la tiniebla. (Efesios 5, 8–11). Jesús es la luz y Satanás es la tiniebla. Hoy es el día de la salvación, mañana no se sabe si vendrá Jesús. Puede venir en un abrir y cerrar de ojos, o como ladrón en la noche. Mira Manuel, cuánta gente murió ayer. Uno murió en la paz de Jesús y muchos otros en tiniebla. Quizás esperaban el día de hoy para arrepentirse, pero no llegaron. Cuando Jesús venga a levantar a los muertos en Cristo y los vivos en Cristo, yo espero, Manuel, amigo mío, que no sea muy tarde para ti. Soy tu empleado y tu amigo, quiero lo mejor par a ti.

    —Bueno Jeje, vámonos que ustedes los cristianos hablan hasta por los codos. Nunca acaban de hablar de religión.

    Por otra parte, Manuela llega a su casa hablando entre sí dice: "Bueno, aunque gane poco, yo estoy feliz, ese trabajo es buenísimo, todavía no sé cuánto me pagará Manuel. Bueno, me daré una ducha, cenaré algo rápido y me acostaré. De verdad que ha sido un descanso salir de ese otro trabajo.

    Manuel llama a su amiga:

    —Hola, Ana María, ¿cómo está?

    —Muy bien, Manuel. Cuánto tiempo que tú y yo no hablamos.

    —Sí, mucho, es que tengo mucho trabajo. No tenía secretaria, pero gracias a Dios que encontré una. Por cierto, ¿cuánto ganas trabajando como secretaria del abogado?

    —Bueno, yo gano a 17 la hora.

    —Ay, muchas gracias. Me alegro de que usted esté bien.

    —Sí, amigo mío, no te pierdas tanto.

    —Sí, te llamaré más a menudo. Llámame tú también.

    —Sí, te llamaré, adiós, Manuel.

    —Adiós, Ana María.

    Manuel dijo: Yo le pagaré 17 dólares a Manuela para no darle tiempo que piense en el otro trabajo. La llamaré ahora mismo, no es bueno esperar tanto tiempo sin saber lo que ganarás.

    —¿Cómo está, Manuela? ¿Ya está acostada?

    —Sí, pero mirando la televisión, las noticias que no las he oído por mucho tiempo.

    —Manuela, perdóneme, no le he preguntado cuánto quiere ganar.

    —Bueno, dígame usted.

    —Yo le pagaré 17 dólares por hora.

    —¡De verdad que sí!

    —Señora, tengo que pagarle bien. Puesto que usted es una mujer profesional, yo tengo que pagarle lo que usted se merece.

    —Gracias, le haré un buen trabajo.

    —Gracias Manuela, que pase buenas noches.

    —Igualmente, Manuel, nos veremos mañana, si Dios quiere.

    Manuela dio un salto de esa cama y dijo: "¡Sí!, yo ganaba 15 dólares la hora. Él ahora me paga 17 dólares, estoy muy feliz. Pues quizás ese era el aumento que me iban a ofrecer, gracias, Dios mío, por ese aumento. Me quedaré y no tengo que trabajar forzada.

    Manuela se acostó muy feliz.

    Al otro día se preparó y se fue para su trabajo.

    —Buenos días, Manuel.

    —Buenos días, Manuela. Mire, yo le preparé el café.

    —Muchas gracias, Manuel, usted me tiene muy engreída. No se preocupe por mí, yo tomo café antes de salir. Más tarde me lo tomaré.

    Pasaron los días y los meses. Llega Manuel a la oficina de sorpresa y le dijo poniendo un ramo de flores al frente de su cara:

    —Estas rosas es para la secretaria más hermosa del mundo.

    Ella se sorprendió y dijo:

    —Pero, ¿quién le dijo a usted que yo cumplo años hoy?

    Él le dijo:

    —Pero Manuela, ¡esto hay que celebrarlo!, ¿por qué no me lo dijo ayer? Yo hubiera traído un mariachi.

    Se rio a carcajadas.

    —Ay Manuel, como usted me hace reír.

    —Pues mire Manuela, párate ahora mismo, tome su cartera, usted está libre, no quiero que trabaje hoy. Si tú me lo permites la invitaré a cenar esta noche. Yo la recogeré a la 6:00 de la tarde. Mire sus rosas que no quiero que me las desprecie como las que les di en el restaurante.

    Manuela entre risas le dice:

    —Sí, me las llevaré, gracias, Manuel.

    —De nada. Váyase tranquila, descanse.

    —Está bien, me iré.

    Manuela llega a su casa y pone las flores en su sala y dice: Están preciosas. Entra a su cuarto, se

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