El tío millonario de mí esposo
Por Giss Dominguez
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Sofía descubre la pasión y el deseo, a escondidas de su esposo. Con nada más y nada menos, que el tío de su marido. Emilio: un hombre mayor, elegante, atractivo y risueño; conquista a Sofía.
Al principio escapa, pero el vacío sin él, la lleva a la perdición. Involucrando no solo sus ganas, sino su corazón ¿Qué ocurrirá?
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El tío millonario de mí esposo - Giss Dominguez
Tabla de Contenido
El tío millonario de mí esposo
Había un poco de neblina en el exterior, no se podía observar nada por la ventana. Estaba esperando que la pava eléctrica, terminara de calentar el aguanta. Doy dos pasos hacia adelante, sostengo una taza de color rosa, la cual siempre utilizo. Había sido un regalo de una amiga, Y desde ese momento, no usaba otra cosa más que lo mismo.
Además, no era como si tuviera muchas opciones para elegir.
Cuando estoy a punto de sostener el agua caliente, siento un golpeteo en la puerta.
Pap
Presto atención, mi pulso se acelera. Lo peor, no puedo ver hacia afuera. Debo acercarme y abrir la puerta. Vivíamos en el campo, un lugar tranquilo e inhóspito. No teníamos muchos vecinos que digamos, solamente a mi cuñada que vivía a unos metros de distancia.
Al abrirla... lo encuentro. Está observándome, con esa actitud prepotente, aire de grandeza y su perfume invade todo a su paso avasallante.
¡No te babosees por él!
Mis nervios se ponen de punta.
—Hola, ¿necesitas algo..? —le pregunto.
Aunque un segundo demora, para sostenerme de la barbilla y besarme. Abro los ojos con sorpresa. El cierra la puerta de golpe, y por fortuna, mis tres hijas no se encuentran en casa. Están con su tía, pero me arrepiento no haberlas tenido conmigo. Lo hace sin prisa, deseoso de mis labios, y yo de los de él.
Sin embargo, me aparato un segundo para mirarlo al rostro. Los ojos color miel son inexpresivos, sin embargo siento que mi corazón va a estallar.
—N-no podemos —murmuro, hizo una mueca.
—Han pasado varios días. Necesito verte. No contestas mis mensajes, tampoco mis llamadas. Ayer vine, no me abriste la puerta.
—Sabes por qué... Está mal. No podemos hacer esto Emilio, tú sabes quién eres.
—Sofía... no sé, sin embargo no puedo contener las ganas de estar aquí y verte.
—Emilio...
Pongo los ojos en blanco, lo tomo de las manos para obligarse a obligarse a irse. La pava eléctrica termina de calentar el agua, la desenchufo y él me sostiene de la cintura.
Con los ojos abiertos de la sorpresa, siento como él respira en mi nuca, su lengua recorre el borde de mi oreja. No puedo evitar cerrar los ojos, sentirme cohibida y en parte de otra manera que decidí no describir.
Se me mojan las bragas con su presencia, debo controlarme
.
Mi corazón latía con tanta fuerza, me mordí los labios de la misma manera.
—Eres mía —comentó haciéndome erizar la piel.
Su voz era ronca. Aunque bastante sensual y varonil. Sus manos gruesas, se encontraban en mis caderas Aunque quietas. Me llevaba como tres cabezas de altura, él medía 190, mientras que yo apenas sobrepasado el metro 60.
Pero eso no le importaba al parecer a él. Su traje de color azul, extremadamente caro, recorrió toda la estancia, conmigo en sus brazos. No pude rechinar, tampoco batallar. Cuando sentí la suavidad de mi propio colchón detrás de mi espalda, supe que estaba perdida. Él no hizo nada, solamente se acercó.
Y con una sonrisa me miró.
—¿Me tienes miedo..? —preguntó y yo negué
—Tengo miedo que nos descubra —comenté y él puso una mueca extraña.
—¿Y si eso nunca ocurre..?
—No puedo con la culpa —dije triste y me incorporé en la cama.
—¿Y no sientes nada, no me echas... de menos?
—Y-yo no siento nada —dije y él asintió .
—No te creo.
—De verdad te lo digo.
—No sientes nada por mí...
—No siento nada —mentí.
Cada vez que él estaba cerca, mi corazón saltaba de un golpe. Y en ese instante era la primera vez que estábamos a solas... y en una cama.
¡Si, en una cama..!
Él, sin preguntarme un segundo más, sostuvo mi rostro entre sus manos. Acarició con cuidado mi espalda, y cierro los ojos ante las sensaciones. Mis labios pronto fueron pegados a los suyos. Mis ojos fueron cerrados, para maximizar la sensación y la culpa me invadió; sin embargo, cuando quise protestar algo, él se me estaba besando.
Sus labios son perfectos...
Pude sentir su lengua recorrer cada centímetro de mi boca, sus manos estaban quietas, en mis mejillas.
Trinck, Tranck
Cuando escuchamos las llaves de la puerta, abrimos los ojos sorprendidos.
—¡Tiene que ser él..! —dije muy asustada, sentándome de golpe —Tiene a mi marido, estamos en serios problemas.
Además, él era extremadamente alto, para tener que ocultarlo.
¿Dónde lo escondería..?
Aterrada, miro por todos los rincones para ver dónde esconderlo.
—Me pondré detrás de las puertas —dijo y caminó rápido.
—Yo... iré a ver qué le pasa —dije simplemente.
Quise salir por el hueco de la puerta, pero mi marido estaba frente a mi.
¡Hay no!
Me muerdo de los labios. Y doy un paso hacia atrás. De reojo, puedo ver que los pies de su tío, se ven. Quiero morirme ahí mismo, enterrarme y desaparecer.
***
Tres meses atrás.
Me encuentro nerviosa, estaba limpiando la casa, hoy tendría visitas de parientes de mi esposo. Mientras termino de barrer la última gota del suelo, veo con alegría que está todo bonito. Aunque haga una mueca. Ojalá pudiera terminar las paredes, al igual que el techo.
Sin embargo, todo es muy caro y a duras penas podemos mantenernos a fin de mes. Por ese motivo, la casa estaba sin terminar, pero la amaba. Eres mi hogar, el que nos había costado tanto trabajo construir. Por eso de nuevo me animo, coloco una música pegadiza y voy a limpiar el baño. Mis hijas están jugando en su habitación. Puedo escuchar el sonido de los juguetes desparramados, algún que otro auto que haya salido volando, y sus risas.
Todo eso me llena el alma.
—¿Mamá..?
—Hola amor.
—¡¿Podemos ir a la casa de nuestra prima..?! —preguntaron a la vez, y yo no pude evitar poner los ojos en blanco.
—Debes estar estudiando, Camila —demandé, y seguí mi labor.
—Por favor... —volvieron a insistir y yo asenti.
Desaparecieron, y yo en ese oportunidad, fui a la habitación para poder seguir limpiando. Cuando terminé, fui a verlas a las tres. La distancia no era mucho, en cuestión de segundos llegabas a la casa continua.
Aunque sí estaban separadas, dándonos privacidad a cada uno de nosotros.
Lo primero que tengo entre mis brazos, es a mi pequeña sobrina. Tenía apenas dos años, y delante de mí se encontraban dos niñas, junto con un varón. Suspiro, me daba cuenta de lo rápido que crecían y me hacía estremecer.
Mi cuñada, más que mi cuñada era mi mejor amiga.
Ana, me miraba con alegría mientras lavaba la ropa. Y yo, lo primero que hice fue colocar el agua para calentarla. Al tiempo transcurrió, y continuamos charlando.
—Yo creo que todo va a salir bien —dijo y yo asenti.
—Claro que sí, este negocio va a funcionar. Ya verás... ya veremos cómo vamos a tener mucho éxito en la empresa de construcción —dije con alegría y ella asintió.
El propósito de las visitas, era que al lado del campo, se construiría una gran fábrica, donde se haría materiales y también se ofrecería el servicio de construcción. Era una inversión muy grande, una inversión que nos daría trabajo a todos.
Nosotras dos, nos encargaríamos de la administración y atención al cliente. Mi marido ocupación de bloques y otros objetos de hormigón. Todos colaborábamos con algo, la idea la había tenido mi tío lejano o mejor dicho tío de mi esposo.
Era multimillonario, y había querido ayudarnos debido a nuestra triste situación económica. Él ni siquiera vivía en Argentina.
—¿Y tú cómo estás con Nicolás..? —pregunté.
—Estamos bien, él está bastante entusiasmado con esta idea y yo también... Supongo. Lo único que nos calló y poco mal... sabes que fue el último bebé —dijo divertida.
—Te dije que mejor te operes —la regañé y ella se rió.
—No me gustan las operaciones, no sé cómo hiciste tú.
—No sé, pero no quería tener más hijos. Suficiente con tres niñas. Casi me muero cuando supe que estaba embarazada de la tercera. Lo sé, pero ya estamos bien.
En ese instante, unos vehículos estacionaron. Había uno que era común y otro de muy alta gama. Me sorprendo, nunca había visto un vehículo tan bonito como ese.
Sin embargo, me salgo de mí ensoñación. Viene caminando un hombre muy alto, una postura demasiado elegante, y lleva consigo un traje de color gris.
Tiene una corbata marrón que hace juego con sus ojos. Se aproxima a nosotras y primero saluda con un caluroso abrazo a Ana. Después sus ojos color avellana, se posan en mi. Me siento pequeña e insignificante.
Me muerdo los labios con nerviosismo, y digo:
—H-hola.
—Hola, sobrina ¡Qué bueno verte por primera vez..! —dijo y me abrazó.
Su olor quedó impregnado en mi ropa por mucho tiempo. Cuando estábamos a