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Entre Diamantes Y Lágrimas
Entre Diamantes Y Lágrimas
Entre Diamantes Y Lágrimas
Libro electrónico194 páginas3 horas

Entre Diamantes Y Lágrimas

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La hija de un aristcrata espaol, Catalina emprende el viaje de su vida con destino a Venecia sin saber que los problemas polticos entre el imperio espaol y el imperio otomano cambiaran su vida, y le harn vivir aventuras inesperadas que pondrn a prueba su coraje.


Con su gran belleza y su espritu valiente tiene que pelear por lo que ms quiere, su libertad. Pero sola en Estambul, atrapada en el palacio de un hombre poderoso que la quiere como su concubina, ella tiene que encontrar la fuerza en su corazn para no perder la esperanza y pelear por su futuro.


Con slo su eunuco como amigo y mucha animosidad a su alrededor, debe aprender a tener paciencia y a actuar el papel que se le a asignado. Pero pronto encuentra un amor que desatar peleas, enojos e intrigas.
IdiomaEspañol
EditorialAuthorHouse
Fecha de lanzamiento13 mar 2013
ISBN9781481705196
Entre Diamantes Y Lágrimas
Autor

Natalia Diner

Yo califico para escribir este libro por que escribir es mi pasión, mi forma de comunicar lo que siento y lo que otros pueden llegar a sentir, es mi forma de ayudar a la gente, mi forma de vivir y la mejor forma que existe para expresar las verdaderas emociones de forma que otros las entiendan. Soy de México, y siempre me ha gustado estudiar la historia e imaginar lo que las personas sintieron, vivieron y pensaron en ese entonces. Y con frecuencia me pregunto; ¿qué cambios necesita el mundo que a través de mis libros puedo lograr? Y aunque mi vida ha estado llena de aventuras, espero darles una a mis lectores.

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    Entre Diamantes Y Lágrimas - Natalia Diner

    © 2013 by Natalia Diner. All rights reserved.

    No part of this book may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted by any means without the written permission of the author.

    Published by AuthorHouse 03/11/2013

    ISBN: 978-1-4817-0521-9 (sc)

    ISBN: 978-1-4817-0520-2 (hc)

    ISBN: 978-1-4817-0519-6 (e)

    Library of Congress Control Number: 2013900302

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    Con todo mi corazón he escrito este libro como un regalo de agradecimiento a mi familia por toda su ayuda, apoyo y compañía, por todos esos momentos en los que actuaron como mi familia sin cuestionarme, y que me dieron alegría cuando no era concebible sentirla. Por todos esos momentos y todos los que vendaran, les agradezco con todo mi corazón su presencia en mi vida.

    Mar Mediterráneo, Agosto 1530 – Catalina

    Bajo los cielos estrellados, sobre los mares violentos, entre los fuertes torbellinos existen historias de amor, de guerras y de pasiones.

    Mi historia comenzó con venganza, odio y pérdida. Algunos me creen muerta y otros me quieren muerta pero la verdad es que después de tantos años no vi sentido en aclarar el pasado.

    Todo comienza con una esperanza, que con el tiempo se desvanece a nada si no la amarras con fuerza a tu corazón.

    Inevitablemente las razones de la vida cambian, las prioridades cambian y los sueños se ven frustrados por barreras agobiantes que atacan nuestra esperanza. Luchas por continuar aunque pierdes el sentido del camino. Mi vida amenazaba con desmoronarse y tuve que hacer grandes esfuerzos para recomponer mis emociones y continuar.

    Sabía que tenía que seguir adelante, aunque siempre estaba caminando por un fino hilo que se rompía. Me dolía el alma, y no podía sonreír, pero ese era el único camino a tomar en el que de alguna forma algo bueno podía pasar.

    Me pregunto con frecuencia ¿cómo sobreviví? ¿Cómo me mantuve viva bajo tanto dolor? En ocasiones perdí todo incluyendo mi identidad, mi familia y mi pasado. Desde entonces han sido años de lucha, supervivencia y emociones encontradas.

    Para salir adelante y no perderme en el olvido actué en contra de mi ética personal. He llegado a sentirme tan culpable y a veces miserable que creo estar cometiendo un pecado o un delito si busco ser feliz. ¿Quién diría que por complacer los deseos de un hombre poderoso me enamoraría de otro?

    No siempre fue así, años atrás antes de llegar a Estambul, antes de ser secuestrada por el ejército otomano, antes de darle un giro tan fuerte, tan inesperado a mi vida, yo era tan solo una joven de 17 años de edad, protegida por sus padres y enamorada de la vida. La vida tenía sentido porque estaba llena de felicidad, las palabras eran honestas y no lastimaban a los demás; mi vida tenía un propósito como el de cualquier adolecente nacida en la aristocracia Española. Estaba destinada a la corte de su Real Majestad el Rey Carlos I, de Habsburgo.

    Mar Mediterráneo, Marzo 1525 – Catalina

    A los 17 años de edad mis facciones ya definidas eran consideradas con gran admiración. Mi cabello negro como el carbón, enrulado y largo hasta la cintura; siempre olía a lavanda y miel, gracias a las aguas con las que me lo lavaban para mantener su brillo, mis ojos negros con forma almendrada, mi figura en general era esbelta como la de mi madre. Además, decían, me adornaban la inteligencia y la audacia de mi padre. Me llamaron Catalina Ávila Luna.

    En 1508 cuando nací los planes para mi futuro ya se habían definido, mi educación estuvo a cargo de filósofos, matemáticos, músicos y científicos patrocinados por mi padre. A la edad de 10 años tocaba el arpa con gran habilidad, para los 13 ya conocía por completo la biblioteca de mi casa y para los 15 hablaba fluentemente el Catalán, Español, Italiano y Francés.

    Cuando cumplí 17, mis padres planearon un viaje familiar donde nos mostrarían a Elena, mi hermana menor y a mí, Venecia con toda su magia. Las innumerables leyendas que escuché sobre Venecia decían que era la ciudad de los músicos, filósofos, ricos y pobres. Se hablaba de Marco Polo y sus descubrimientos, se hablaba de sus batallas y sus victorias contra todo soberano, pirata o guerrero durante los últimos 1000 años. Se decía que era el puerto comercial más importante de toda Europa y el imperio Otomano. La gente viajaba a conocer la ciudad y descubrir la alegría que se escondía en sus mascaradas, los poetas encontraban sus musas y los libertinos, sus placeres. Pero yo iba en busca de aventura, quería sentir esa pasión y energía que me invadía cuando leía sobre el mar, las batallas, las fiestas y los descubrimientos. Quería tener una experiencia antes de ser limitada a la corte y la política oculta en todas las acciones, bailes, y relaciones impuestas por mi estatus.

    Solimán el Magnífico, el enemigo más encarnizado de Carlos I, protegía a los judíos que los Reyes Católicos expulsaron de España y Portugal. Carlos quería derribar a su enemigo y su enemigo lo quería derribar a él. Y entre guerras, intrigas y amenazas los dos reinos crearon una perpetua turbulencia que me atacó por la espalda.

    –Catalina, ven a ver esto. ¡Es magnífico! ¿Alguna vez habías visto a los delfines de tan cerca? – Me preguntó mi hermana señalándolos, e inclinándose sobre el barandal del navío que nos llevaba a Venecia.

    –Elena ten cuidado o caerás al mar. – Dije separándola del barandal y poniéndole la cofia para que el viento no enredara su cabello.

    –Sí, son hermosos, mira ese, parece un bebé y esa parece su mamá ¿no lo crees? – Le respondí.

    – ¡Sí, sí! ¿Dónde está papá? quiero que lo vea.

    –Creo que está en su camerino con mamá, la cena será pronto y debes arreglarte.

    –Lo haré en unos minutos, sólo quiero que vean a los delfines primero. –Me dijo, y se fue en busca de ellos.

    Yo me fui a arreglar para bajar al comedor. Esa era la última cena que tendríamos en el navío antes de llegar a Venecia a la mañana siguiente.

    Durante nuestro viaje conocí a un joven de familia noble que vivía en Madrid al igual que yo, pero que originalmente era italiano, de Roma, e iba a Venecia a visitar a su hermano que estaba ahí festejando su cumpleaños. Nicholas Rigamertti tenía 24 años, era alto, moreno, ojos color miel y su cabello era café, lacio y largo hasta los hombros, el cual normalmente mantenía amarrado. A decir verdad, yo estaba encaprichada con él, no era amor lo que sentía, pero una atracción profunda que me inspiraba cuando me vestía, cuando me arreglaba, en mi forma de caminar y hasta en mi forma de comer. Sabiendo que esa noche sería la última que nos veríamos, decidí lucir mi mejor vestido. Dentro de mí, y muy consciente de ese sentimiento, quería que me besara tan sólo una vez. Nunca antes me habían besado, nunca antes había tenido un novio, nunca tuve tiempo para ellos, y ésta era mi oportunidad para iniciar la aventura de conocer el amor. Mi vestido era azul rey, que contrastaba con mi piel blanca y mi pelo negro. La hermosa prenda se ajustaba a mi cintura haciéndola ver aún más pequeña de lo que era, y el cabello lo recogí a la forma francesa como estaba de moda. No era muy joven para pintarme la cara, ni muy mayor como para excederme al hacerlo, por lo que simplemente me apliqué un poco de polvo y me delineé los ojos con henna negra.

    Llegué al comedor, donde mi padre estaba esperándome.

    –Catalina, las peticiones de tu mano para matrimonio van a caer del cielo si no es que ya lo hacen. –Dijo y me tomó de la cintura guiándome a nuestra mesa.

    – ¿Dónde están mamá y Elena?

    – Elena quería mostrarnos unos delfines, en fin, tu madre está arreglándola para la cena, no tardarán.

    Comencé a mirar a mí alrededor buscando a Nicholas, pues no me perdonaría que no me viera esa noche, hasta que por fin mi mirada dio con la suya y lo atrajo a nuestra mesa.

    –Señor Felipe Ávila, buenas noches. – Dijo haciendo una reverencia a mi padre.

    –Don Nicholas, qué gusto verlo ¿acepta cenar con nosotros esta última noche?

    Nicholas miró a los lados como si buscara a alguien, y después de unos segundos dijo,

    –Sería mi placer. –Y tomó asiento a mi lado. Segundos después, llegaron, Elena y mi madre. Nicholas se levantó a saludarlas.

    – ¿Estás festejando algo especial esta noche?–me preguntó inclinándose hacia mí para que nadie más lo escuchara, mientas mis padres ordenaban la comida.

    – No ¿por qué preguntas?

    – Porque esta noche te ves más bella de lo que mis ojos pueden tolerar.

    Me sonrojé hasta el cuello, pero como quería seguir escuchando sus halagos, tenía que incitarlo a seguir con el galanteo, y me cubrí la cara con el abanico.

    – ¿Acaso estás tratando de intimidarme? –Dije cerrando el abanico y pegándolo a contra mis labios.

    –De ninguna manera. Trato de ser honesto, discúlpame si te intimidé.

    –Te perdono si me invitas a bailar. – Le dije aprovechando que los músicos tocaban.

    -Pero nadie está bailando, en cambio, te prometo que después de cenar te invito a caminar por la cubierta exterior.

    Sonreí, y en eso llegó la comida. Terminamos de cenar y como lo había prometido, Nicholas me invitó a caminar por la cubierta como ya lo habíamos hecho varias noches pasadas. Claro que entonces mis padres caminaban con nosotros, y ésta noche éramos sólo él y yo.

    –¿Por qué te mudaste a España?– Le pregunté mientras el viento soplaba en nuestras caras y los dos caminábamos bajo las estrellas.

    –Porque el rey lo ordenó. Mi familia siempre ha prestado servicios a la corona española, y hace poco menos de un año, cuando su majestad Carlos I subió al trono, me llamó a trabajar en la corte.

    – ¿Y qué clase de servicios prestas?

    –Te gusta saber más de lo que tus ojos pueden ver ¿no es así? – Sonreí.

    –Espionaje.

    Mis ojos se abrieron al escuchar sus palabras: ¡Espionaje! Virgen Santísima, tan joven y con una vida tan llena de aventura.

    –¿Y, te gusta? –Pregunté sin mostrar mi emoción.

    –No se trata de si me gusta o si me disgusta. Lo importante es la eficacia –Tomó aire y continuó,

    –La verdad es que la corte nunca ha sido un lugar al que me guste llamar casa. Las reglas, las órdenes, las jerarquías sociales y políticas me abruman y agobian.

    Sabía de lo que hablaba, no porque yo hubiera servido en la corte, sino porque había leído sobre ella en los libros de historia.

    –Y si pudieras hacer lo que tu corazón desea ¿qué harías?

    –Es mi turno de hacer preguntas, has agotado las tuyas. – Dijo con una sonrisa en la cara.

    –Bien, ¿qué quieres saber? – Dije mirándolo por debajo de mis pestañas, percatándome que nos habíamos alejado de la muchedumbre.

    – ¿Qué te apasiona?

    –La aventura.

    –La aventura… – repitió –qué clase de aventura.

    –No lo sé, la verdad es que no ha sucedido nada especial en mi vida. Todo ha sido planeado por otros para mí y hecho para mí. Por eso ahora, antes de entrar en la corte como dama de compañía para Su Majestad quiero vivir algo emocionante.

    –Ah, emocionante. ¿Peligroso, o sólo emocionante?

    –Algo que me haga perder la cabeza por unos momentos, que me cause fuertes emociones y que contenga un poco de peligro. – Dije, y él se acercó a mí, como leyendo mis pensamientos, me tomó de la cintura y dijo,

    –Debes de tener cuidado con tus deseos, puede que se vuelvan realidad y que después lo lamentes.

    –Nunca lamento lo que deseo, es una libertad que todos tenemos y debemos de usar. – Dije viendo sus ojos fijos en mis labios.

    – ¿Y si te dijera que puedo hacer tus deseos realidad, me dejarías?

    – ¿Me respetarías? – Le respondí.

    –Te respeto. – Y se acercó aún más a mi cuerpo, subió su mano por mi espalda hasta llegar al cuello, a la cara, a la boca…

    De pronto, un golpe tan fuerte y tan extraño llegó del exterior del barco. Las manos de Nicholas ya no me tocaban. Ahora él yacía en el piso, junto a mí. Todo era confusión. – ¡Levántate! – Me decía Nicholas mientras intentaba levantarse también.

    – ¿Qué es lo que sucede? ¿Dios mío quiénes son esos hombres negros con turbantes en la cabeza? – Le pregunté. Por toda respuesta me tomó del brazo y me forzó a correr a su lado.

    –Son Jenízaros, estamos siendo invadidos.

    –¡¿Son qué? ¿Invadidos? ¿Por qué?!

    Mis piernas se estaban paralizando por el miedo que sentía, pero Nicholas continuó jalándome hasta que llegamos a la concina y nos ocultamos en la despensa donde guardaban los vegetales. Yo seguía hablando, haciendo preguntas, tratando de entender lo que hasta ese momento era incomprensible.

    Me tapó la boca para que dejara de hablar y casi susurrando dijo,

    – Si nos encuentran te tomarán como rehén para hacerte concubina y a mí me matarán.

    Las manos me temblaban, él las tomó entre las suyas para darme confianza, mi corazón latía tan fuerte que hasta temí que lo escucharan, y mi respiración eran más bien un incontrolable jadeo.

    Pasaron unos minutos y no escuchamos nada, creímos que se habían ido, o que mínimo, ya se habían alejado de esa cubierta.

    –Voy a salir y ver qué está pasando, no te muevas. – Murmuró.

    –No Nicholas, ¿para qué te arriesgas? no vale la pena, por favor, quédate conmigo. – Le dije casi llorando, pero aun así, se fue.

    Pasó el tiempo, y como no regresaba, mis preocupaciones sólo empeoraban hasta el grado de causarme una jaqueca. No sabía si mi familia estaba a salvo o si los habían agarrado, no sabía si mi padre estaba con vida o si lo habían matado por tratar de defender a mi madre y hermana. No sabía nada y eso era lo peor.

    De repente, escuché unos pasos en dirección hacia mí. La puerta se abrió y era Nicholas, me hizo una seña para que permaneciera en silencio y me tendió su mano para que lo siguiera. Salimos sigilosamente, en dirección a la borda

    –Tendremos que saltar al mar. Si nos quedamos aquí será peor – Dijo.

    Traté de no gritar, de no elevar mi voz pero tenía que hablar.

    – ¿Pero, y mi familia?

    – Debo encontrarlos. –Dije.

    Me tapó la boca, abrió los ojos como si hubiera visto la muerte, y gritó;

    – ¡Corre!

    Pero era demasiado tarde. Dos hombres ya lo habían agarrado y se lo llevaban. Al mismo tiempo otros dos me agarraron a mí. Llegaron por la espalda, me pusieron una daga en la garganta amenazándome de muerte si no me calmaba, y me llevaron.

    En momentos como este, donde pierdes todo lo que alguna vez fue tuyo, donde nada tiene sentido y donde hay tanto dolor y enojo dentro de ti, por alguna razón lo único que sientes es un adormecimiento interno que no te permite ver la realidad de las cosas. No sabía dónde estaba y eso me preocupaba, pero el no saber dónde estaba mi familia me estaba matando.

    Igual que a muchos, me llevaban cargada, un hombre de los pies y otro de las manos. Miré al alrededor buscando a Nicholas, a Elena o a mis padres, pero no los encontré. Finalmente me llevaron a un barco otomano. Ya en la celda, donde me dejaron encerrada junto con otras tres jóvenes, me quité las joyas y las guarde entre mi pecho y el corsé. No sabía a dónde me llevaban, así que, en cualquier circunstancia, serían de gran ayuda. El collar de rubíes y los aretes de diamantes, habían sido un regalo de cumpleaños de mis padres y el único recuerdo que me quedaría de ellos si no los llegaba a ver de nuevo.

    Nadie hablaba, el silencio reinaba en la celda. Las horas pasaban y nada cambiaba. No podía llorar, más el pesar ahogaba mi corazón, no podía dormir porque me dolía mucho la cabeza. Y esa

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