Retiro lo dicho: Un giro inesperado
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Gabriela De Fuentes
Nació en la Ciudad de México en 1962. Estudió Historia del Arte en el Instituto de Cultura Superior A.C. Realizó diversos cursos de Arte, así como de Etnología e Historia en el INAH. Durante algunos años se dedicó a la asesoría y supervisión de guiones cinematográficos de largo y corto metraje y de edición en video. Actualmente vive en la Ciudad de México y dirige una compañía de distribución mundial de cine mexicano de la Época de oro. Ha publicado Fatigas (Felou 2011) y Praga 56 (Felou 2013).
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Retiro lo dicho - Gabriela De Fuentes
Índice
Lo normal
Alta suciedad
Manía
A putazos
Todo se vale
De todos
De tal palo… ¿qué esperaba?
Almudena de al lado
El otro Juan
¡Malditas Sharapovas!
El mejor sabor
Al cuarto para las tres
Trizas
En pausa
Vecinos
Cero a la izquierda
Ni vela en el infierno
Adrenalina
La más güey
Camuflaje
Chahuistle
Retiro lo dicho
images/nec-6-1.jpg Lo normal
Nos comimos la torta y nos casamos. Es lo normal. Lo que teníamos que hacer. Tampocoéramos tan jóvenes, yo había cumplido veinticuatro y Juan Ignacio veintisiete. Variasamigas que ya están casadas también se la comieron. Lógico que lo niegan. Insistenque se embarazaron en su luna de miel… ¡Ajá! Eso que se los crea su abuela.
Todo está previsto. Casarse es lo que se espera de una hija de familia acomodadaque no va a tener nunca necesidad de trabajar. Si a los veinticinco no tienes novioni planes, eres una quedada
; como si fueras una mercancía de mala calidad que nadieescogió. ¡Uf! y que no se le vaya ocurrir casarse antes a tu hermana menor, porquese dice: hermana saltada, hermana quedada. No sé cómo se les dice a los hombres queno se casan… no son quedados
; ellos no se quedan, ellos pueden casarse cuando lesdé la gana.
Conocí a Juan Ignacio desde prepa. Estudiamos en distintos colegios. Mis papás nuncame hubieran metido a uno mixto. Juan Ignacio estudió en el Montes y yo en el Escocés.Son colegios católicos, el Montes es de padres y el Escocés de monjas. Juan Ignacioes guapísimo, su pelo castaño oscuro contrasta con el azul de sus ojos.
Un día Carmina mi amiga y yo estamos en la cafetería y no sé… tal vez porque soyatrevida, de repente me acerco al grupo en donde está él con dos amigos. Lo veo alos ojos y le pregunto:
—¿Cómo te llamas?
Él se enciende como un foco y tartamudea:
—Eh… Juan Ignacio Pérez-Dupont.
¡Uf!, pienso, mis papás van a ser los más felices. Les encanta eso de los apellidoscompuestos. No es lo mismo un Pérez cualquiera, que un: ¡Pérez-Dupont!
Juan Ignacio dice que sus abuelos unieron sus apellidos, que el de su abuela esGonzález… que no está mal… hay peores. A ellos no les gusta porque en español esel apellido más común de todos… pero eso no puede ser porque su familia no es cualquiera.Unos Pérez-González… ¡Uf! ¡No! ¡Imposible! Por eso adaptan el tercer apellido desu abuela: Dupont, que suena elegante y francés. Juan Ignacio dice que su abueloquería desaparecer la zeta y hubiera quedado: Pere, que significa padre
en francésy con el acento hubieran sido los Pêre-Dupont… ¡Uf! Eso sí suena a aristócrata puro.
El tema de los apellidos es una obsesión en la familia de Juan Ignacio. El día queme presentó a sus papás, me preguntaron: —¿Qué eres de los Daza de Monterrey? ¿Cómose llaman tus papás? —yo contesté que sí, que todos los Daza tenemos algún parentesco.Lo dije porque los Daza del norte son muy ricos y es lo que ellos querían oir.
Contra las expectativas que mis papás tenían de mí, termino la carrera de diseñode modas y me dan un diploma. Es lo que importa, tener el comprobante de haber estudiadoalgo… lo que sea.
—¡Quítate eso, que parecen pantalones del plomero! —decía mi abuela cuando me veíaen jeans—. ¡Así nunca vas a conseguir marido! —eso de conseguir marido
retumbabaen mí. Desde luego que era mi misión en la vida y la de todas: conseguir uno. Y ¿quétal si no lo encuentro?… ¿Qué tal si nadie me pide que me case? ¿Qué va a pasar?Eso no está previsto. No es lo normal.
Mi abuela me contó que antes, las que no se casaban, se iban de monjas o se quedabana cuidar a la familia. Era la tía soltera que la hacía de nana, de enfermera, decocinera, de dama de compañía o de lo que se ofreciera. Al fin y al cabo no teníanmarido ni hijos que cuidar y no les costaba nada dedicarse a los demás. Yo no mequería quedar a cuidar a los hijos de mis primas, porque no tengo hermanos, soyhija única.
Tenía diecinueve años y mi abuela no paraba de repetir que me iba a quedar a vestirsantos
. No sé a qué santos se refería ni por qué los tendría yo que vestir, perosonaba muy aburrido. Por eso cuando conozco a Juan Ignacio me doy cuenta de que embonaperfecto con los ideales de mis papás. Es Pérez-Dupont, de buena familia y católico,¿qué más podemos pedir? Además no está mal… hasta logra hacer que me olvide del otroJuan
… ése que jamás va a entrar en mi familia.
Cuando me da el anillo ni lo pienso. No estoy consciente de que me estoy comprometiendoa quedar unida toda la vida a la misma persona. Lo único que importa es que me voya casar y que brilla en mi mano una roca enorme que representa todo lo que siemprehe esperado y que merezco.
Es muy importante el tamaño del brillante. Cuando a alguna le dan el anillo nos juntamosa compararlos:
—¡Wow, Paulina! ¡Éste sí es una roca! —grita emocionada Carmina cuando lo ve.
—¡Uf, Pau! ¡No se midió, debe costar un dineral! —dice Malú. Las dos son mis mejoresamigas, estudiamos juntas en el Escocés.
—¡Chequen éste de Lacroix! —grita emocionada Malú mientras ve el Vogue—. ¡Está lomáximo!
Las tres pasamos las tardes tomando café y hojeando el último Vogue, pero nunca enespañol. El Vogue hay que tenerlo en francés, es básico y tampoco puede faltar elHola, hay que estar al tanto de la vida de la alta sociedad y de la realeza europea.Leer el Hola es pertenecer al mundo de las princesas, los multimillonarios y lospicudos de Hollywood. Conocemos todo de ellos, entramos a su recámara, a su vestidor,a su cocina, a sus barcos y hasta al baño de su casa. Hablamos de ellos como si losconociéramos, discutimos sus vidas, lo que deben o no deben de hacer. Los famososdel Hola son como nuestros parientes, son toda nuestra conversación. Y a nadie leimporta si no haces nada más que eso en la vida.
—No lo puedo creer. ¡Murió Lady Di! —grita Malú—. Les traigo el último Hola con todaslas fotos. ¡Estoy en shock!
—¡No! ¡Me muero!
—La mandaron matar porque Dodi era musulmán.
—¿Era musulmán? No parece…
—Claro. Su papá es un millonario egipcio ¡El dueño de Harrod’s!
—Me perdonan, pero él no era nada guapo…
—¿Y eso qué? ¡Era riquísimo!
—Pobre, ¡qué tragedia!
—¡Uf, ve nada más cómo quedó el coche!
—¡Sí! Y estaba embarazada…
—¡No! ¡Voy a llorar!
Ese día lloramos las tres y, durante casi dos semanas, fue nuestro tema de conversación.Estábamos en shock: que una princesa que sentíamos tan cercana a nosotras, hubieramuerto así… Después, nuestras conversaciones volvieron a lo de siempre: Que siMiranda la de Julio Iglesias adelgazó demasiado. —¿Y qué tal Marie Chantal? Es muyelegante… se ve bien porque es delgada —comenta Carmina, que está obsesionada conel peso. Carmina era la gordita de la que todo el mundo se aprovechaba. Complacíaa todas con tal de pertenecer a la bolita de las populares.
Las cosas cambiaron el verano que los papás de Carmina la mandaron a una clínicapara adelgazar en California. ¡Regresó delgada! ¡Se veía guapísima! Confieso quesentí mucha envidia. Carmina era, por mucho, la más bonita del grupo. Su piel esmuy blanca, sus ojos divinos: rasgados y muy oscuros igual que su pelo, pero lomás bonito de ella es su sonrisa. Carmina se debería haber quedado como estaba.Entonces había que hacerle la guerra… y le aplicamos la ley del hielo.
Además, inician los chismes. La que empieza es Malú, tal vez porque es la que sesiente con mayor desventaja. Malú no es guapa, es por eso que tiene necesidad deestar vestida mejor que nadie; tiene que superar en algo a las demás.
—¡Es una golfa! Y me consta que ya no es virgen porque los Méndez dicen que en Ixtapaya se la tiraron. Así a ver quién se casa con ella. —Eso es lo que repite a los cuatrovientos Malú y todas la imitamos, porque nos consta
. Cada día la lista crece, cuandono son los Méndez, es el güero Acosta o Santiago Sánchez-López. Y ellos felices depresumir haberse echado a la más bonita; además nos tienen miedo y van a repetirlo que nosotras queramos. Lo importante es pisotear a Carmina, exhibirla y hacerleel mayor daño posible.
Durante casi dos años la hacemos sufrir. En el colegio nadie le habla. Pobre de laque se atreva a acercarse y dirigirle la palabra. Sabemos que se encierra duranteel recreo en el baño a esperar a que suene la campana para no tener que enfrentarnosen el patio.
—¡Pinche bulímica! Por eso está flaca, porque todo lo que se traga lo vomita. — Perono. No es bulimia. Carmina está muy demacrada, tiene los ojos hundidos y sus piernasparecen dos popotes. Un día, en clase, de repente se desmaya. Es todo un dramón,la maestra llama a la enfermera y después su mamá pasa por ella. No va a la escuelapor más de un mes.
La madre Inés nos junta a todas y nos pide que recemos por ella, que está muy delicada.Y es como si la madre le hablara a la pared. Nos vale, a nadie le importa lo quele pase a Carmina; al contrario, es lo que queremos, tenerla lo más lejos posiblede nuestra bola.
Un día mis papás me sientan en el estudio de la casa y me preguntan: —¿Sabes lo quele está pasando a Carmina?
—Eh… sí.
—¿Y tú tampoco le hablas?
—Pues no.
—Pau, era tu mejor amiga…
—¡Para nada! Ha cambiado mucho, es una golfa, no me conviene ser su amiga.
—No hables así Pau, esos son chismes de niñas tontas y envidiosas. Tú no eres así.Nos llamó su mamá y le prometimos que la vas a ir a visitar.
—¡Nooo… ¿Cómo creen? Claro que no. ¡Ni muerta; yo no la quiero ver!
—Su mamá dice que todo el santo día reciben llamadas de teléfono para insultarla.—
Yo lo sé muy bien porque esas llamadas las hacemos nosotras. Le decimos: puta… golfa…zorra… Pero eso no se los voy a decir jamás a mis papás.
—Paulina, ¿sabes lo que es la anorexia? —asiento e inclino la cabeza sin levantarla vista.
—Carmina está muy delicada y se puede morir. Tú vas a obedecer lo que se te mandemientras vivas bajo este techo.
Así termina todo. Mi mamá va conmigo y le llevamos chocolates. Ya no me importa visitara la loca ésa, lo que me preocupa es qué van a decir las demás. ¿Y si me dejan dehablar? ¿Y si me quedo apestada como ella?
Al verla siento un poco de lástima; está demacrada, parece calaca. Lo bueno es queotras tres mamás obligan a sus hijas; así que no soy la única culpable de ir.
Pasa mucho tiempo para que volvamos a ser amigas. Le hablamos otra vez porque yano es competencia. La derrotamos, se va a casar con Nacho González, que es guapo,pero no buen partido. No sólo porque es un González, porque hay González muy ricos,que sí son populares y el apellido en esos casos vale madres.
A Carmina le dan el anillo una semana antes de irnos al viaje de graduación. Es unaminiatura que se ve a leguas que no es de Tiffany’s. Malú suelta sus comentarioscargados de cizaña: —Al güey de Nacho se lo pescaron a la brava. Carmina no sólose comió la torta, ya se echó a todos los del banquete, ja, ja, ja… —nos burlamosa sus espaldas. Ah, pero eso sí, a todas nos urge ir a la boda para acabar de destrozarla.
—Ay, Car, ¿y en dónde te casas? ¿Va a servir Mayita? ¿Sí? ¿Y qué van a dar de cenar?¡Uf! ¿Foi-gras? ¡Qué delicia!
—¡Olé! Qué elegantes, Car. Tus papás sí que están echando la casa por la ventana.
—¿A ver tu anillo? ¿Es de Tiffany’s? ¿No sabes? Mmm…
—¡No! Que no te vaya a poner las flores la señora Gómez. ¡No son horribles! Lashizo para la boda de mi prima y estaban para echarlas a la basura.
—Sí, Car, hay una japonesa que es una maravilla. Decoró una boda en Cancún, quete mueres… Eso sí, es la más cara, pero eso ¡te vale!
—Para la luna de miel te llevas los baúles de Vuitton, cabe muchísimo, puedes comprar¡todo! ¿A dónde te van a llevar? Europa es lo mejor, comes rico y tienes buen shopping.¡En Europa no tienes pierde, Car! —dice Malú.
—¿No sabes? —no paran los comentarios venenosos, pero a Carmina no le afecta, nodeja de sonreír. Y a mí… me arde verla tan feliz.
Es en el viaje de graduación que me reencuentro con Carmina. Es el colmo de la malasuerte, me toca dormir con ella. Los primeros días son difíciles, pero después medoy cuenta de que Carmina es una buena amiga. A partir de entonces mis dos mejoresamigas son Carmina y Malú. Somos un trío muy divertido.
Juro que soy la que sigue, que estoy muy cerca de casarme. Me imagino que Juan Ignaciome va a dar el anillo en cualquier momento. Fantaseo cursiladas… podría echarloal fondo de mi plato de sopa… o encima de un trozo de pastel…
¡No! Eduardo Portilla se lo da antes a Malú. No es justo. No puedo ocultar la rabiaque tengo. ¿Qué tal que Juan Ignacio no se quiere casar y sólo anda conmigo parapasar el rato? Al ver el anillo de Malú no puedo disimular la envidia. No puedode la rabia, hasta calentura me da. No quiero salir de mi casa y al teto de mi noviono le contesto el teléfono en cinco días. Mi mamá intenta convencerme de que nosea envidiosa, que los envidiosos sufren toda la vida; pero de nada sirve que melo diga, porque ella y sus amigas se juntan en el café a hablar mal de todo mundo…y se nota que es por lo mismo: por envidia.
—¡Ay, wow! —gritamos todas al ver el depa que le regalaron a Malú sus papás.
—Sí, ya sé, está increíble —dice ella no muy emocionada. Sus papás vendieron sucasa de Acapulco para pagar la boda y comprarle el departamento. Además se fue aNueva York con su mamá a comprar el vestido. Malú no iba a escoger cualquiera, elde ella es de alta costura. ¡Es un Valentino, está bruto!
Dos semanas antes de la boda, Malú llega llorando porque la mamá de Eduardo les regalaun cuadro para su sala. —¡No lo puedo creer! —grita Malú—. ¡Es el colmo, ya se estámetiendo en todo! —Cuando vemos el cuadro no sabemos qué decir, está raro… son garabatosfosforescentes. De repente Carmina dice: —Es de Pedro Coronel. Mi tía tiene unoen su casa.
—¡Qué te pasa! —grita Malú—. ¡A mí qué chingados me importa qué es! ¡No va para nada!Yo quería todo en beige y blanco. ¡Uf, y ahora con este pinche manchón!
Eduardo no se atreve a contradecir a su mamá. Malú se niega a colgar el cuadro, yen uno de sus berrinches le vacía una lata de coca cola encima. Cuando nos platica,no deja de reírse. Eduardo salió destapado por bolas de papel de baño para secarlo,y que al pinche cuadro le queda papel pegoteado por todas partes; y que después lolimpia con agua por aquello de que no se le vayan a subir las hormigas.
Malú nos contó que en la luna de miel discutieron porque Eduardo quería visitarmuseos en Nueva York. Y en eso estoy de acuerdo; pobre Malú, que en tu luna de mielte lleven a museos… ¡Cómo se le ocurre! Con el shopping que hay allá…
—Al Moma —le dijo.
—¿Al qué?
—El museo —insistió Eduardo.
—¿Estás loco? Seguro se le ocurrió a tu mamá.
—Y el Met. Sólo dos, podemos verlos en un día y después vamos de shopping…
—Si tienes tantas ganas ve mientras yo estoy en el Spa. Yo no voy a perder el tiempo.Estamos en New York.
Malú siempre busca el lado negativo en todo y lo encuentra. —¡Uf! Ya no soportoa mi mamá. Está necia con que me meta el Cordon Bleu.
—Qué güeva, ¿como para qué vas a querer cocinar? —digo yo.
—Contrato una cocinera y ya. ¿Se imaginan yo en la cocina? ¡Uta, qué güeva!
—A mí me gusta cocinar —dice tímidamente Carmina—. Quiero poner una pastelería.
—¿Tú? ¡Ja, ja, ja! —digo muerta de risa—. ¿Una pastelería? ¡Qué flojera, Car!
Un par de años después Carmina, con la ayuda de Nacho que le consigue un préstamo,abre su primera pastelería: La Carmina. Tengo que reconocer que es una pasteleríapuesta con muy buen gusto, te sientes en una de París. El café y los pasteles nopueden ser mejores y muy pronto abre sucursales por toda la ciudad. La verdad meda gusto, no siento ni tantita envidia, porque yo nunca en mi vida voy a trabajar.Lo único malo es que Carmina está tan ocupada que cada día la vemos menos, ya nisiquiera ve el Hola.
—A ver Carmina, pero ¿qué necesidad tienes de romperte la madre en este lugar? —ledice un día Malú —Nacho gana muy bien, ¿no?
—No es por eso —dice Carmina—, es que me gusta.
—Ajá… ¿Cómo crees? No, Car, no inventes, a nadie le gusta trabajar —dice Malú.
—¿Es en serio? —le pregunto—, porque si es para ayudar a Nacho, nos puedes decir.
—¡Para nada! Me encanta, y no les puedo explicar lo feliz que vengo todos los días.
—No, Car, ya no te interesa lo que platicamos —le reclamo—. ¿Y qué opina Nacho?
—A él le gusta, dice que lo que quiere es verme feliz.
—¡No! A todos lo que les importa es tener la esposa más guapa —dice Malú.
—Además, Car, a los maridos exitosos les revolotean una de golfas que no veas. Note lo vayan a volar en uno de esos viajes a París —le digo.
—Y a Nacho, ¿no le molesta que vayas? —pregunta Malú.
—Para nada —dice Car—, al contrario, me anima.
—¡Qué raro! A mí Eduardo ni de broma me dejaría ir…
—A mí tampoco Juan Ignacio, pero sólo por lo que fueran a pensar los demás.
—Ay, Pau,