De la Calle - Libro Recopilatorio: De la Calle, #0
Por Harold Sanchez
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Adentrate en los encuentros callejeros de David, un joven humilde que se ha mudado a una gran metrópolis para terminar su carrera universitaria.
Incluye los libros "Cuentos de la Calle" e "Historias de la Calle"
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POESÍA EN VENTA
LA PRUEBA
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LIMOSNA
MUDANZA
DULCE
AGRADECIMIENTO
POESÍA EN VENTA
Se me había hecho tarde. No había podido dormir bien la noche anterior pensando en que debía entregar los papeles lo más pronto posible, pero cuando sonó la alarma del despertador, la desactivé pensando en ser capaz de despertarme diez minutos más tarde. Grave error, me había quedado dormido unas horas más y, ahora, debía apresurarme. Ordené los documentos necesarios en un sobre de manila y me bañé, vestí y desayuné lo más rápido que pude. Terminadas estas tareas, salí caminando de mi casa hasta la estación de buses.
Como siempre, la estación estaba repleta de personas semiordenadas en filas, resoplando improperios porque la demora del transporte les haría llegar tarde a sus trabajos. Buses, Manden buses
gritaban. La voz mecánica de un altavoz diciendo Servicios Retrasados por Accidente en la vía
fue la respuesta de la empresa de transporte a la algarabía de la gente.
Empezaba a impacientarme. Ese día no tenía clases en la universidad hasta después de las seis de la tarde; pero, aunque no había un plazo establecido para la radicar los papeles, me había propuesto entregarlos antes del mediodía. Después de todo, entre más me demorara en la entrega, más se demorarían en el pago y más tendría que sufrir tratando de balancear los gastos para mantenerme hasta fin de mes. Eso si no me echaban antes de la habitación donde me hospedaba. No, no convenía. No había que darle más vueltas a ese asunto.
El bus llegó después de veinte minutos. En ese momento, las filas se desvanecieron… Las personas empezaron a entrar en estampida al interior del vehículo apenas abrió sus puertas. Los más rápidos lograron ocupar una de las pocas sillas disponibles, mientras los demás pasajeros debían permanecer en pie durante todo el trayecto. Yo era uno de los últimos. No sólo eso, me encontraba cerca de la puerta con las manos en alto tratando de que los empujones de la gente no arrugaran el sobre de manila con los documentos.
El viaje me pareció eterno. Por más que montes esos buses diariamente, nunca te acostumbras. Siempre tienes la leve esperanza de que el servicio mejore… Esperanza que muere cada día cuando entras a la estación y observas la larga fila extenderse zigzagueante y ruidosa como la cola de una serpiente cascabel.
Por fin, llegué a mi destino cerca de la calle 73. Me bajé de la estación y empecé a caminar la distancia que faltaba hasta el edificio. En medio del recorrido, una mano me extendió un papel. En esas calles, era común encontrarse con vendedores entregando sus volantes promocionales. Instintivamente, recogí el papel y continué caminando rápidamente. Espera
, escuché. Volteé mi mirada