Para convertir a las chicas en monstruos
Por Amanda Lovelace
3.5/5
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Información de este libro electrónico
¿Cómo sanar cuando llevas la marca de un monstruo?
Nadie espera que el amor de su vida un día se convierta en el dragón del cuento. Terminar con una relación abusiva no es nada simple. A veces parece imposible lidiar con la culpa y las heridas.
El dolor y la vergüenza. El autoengaño. La negación.
Pero está escrito que todo pasa y siempre vuelve a salir el sol.
En los versos de Para convertir a las chicas en monstruos se esconde la fuerza para hacerle frente al dolor, para recuperar el valor y animarse a volver amar.
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Comentarios para Para convertir a las chicas en monstruos
12 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Libro muy lindo, pero su lectura me pareció un poco pesada debido a la estructura de las líneas y a las forma cómo está redactado, había momentos en los que me perdí y tenía que volver a releer, otras veces solo continuaba para terminar el libro. La idea es linda y te deja pensando. Me encanta que tiene imágenes. Tendré que volver a leerlo.
Vista previa del libro
Para convertir a las chicas en monstruos - Amanda Lovelace
estoy
convencida
de que me
quedo
paralizada
una
y mil veces
todos los
días…
por sonrisas,
por palabras,
por canciones,
por aromas,
por flores,
por cristales,
por gotas de lluvia,
por tazas de café,
y hasta por
cosas que muerden.
–mi defecto fatal
la pequeña romántica
que yo era
miraba
eterna juventud
una y otra vez
sin parar
y nunca podía dejar
de pensar ¿por qué?
por qué por qué por qué
por qué por qué por qué
¿por qué winnie se
negó a beber
el agua del
manantial eterno
que le
permitiría
emprender
infinitas aventuras
junto a su
amado jesse?
hubieran sido
solo ellos dos
contra este
espantoso
mundo mortal
hasta el
día en que
la tierra
ardiera, y
¿por qué
otra cosa vale
la pena vivir
si no es
por tu
único amor
verdadero?
–hoy le respondería: por todo
antes de conocerte, mi querido chico monstruo, yo estaba con ese chico tímido de ojos verdes. por si lo olvidaste, era el que iba y venía tan fugazmente entre la chica del vestido color limón y yo que yo casi nunca recordaba que él estaba. ah, seguro lo recuerdas. era el que me visitaba todas las noches, abría mi armario –con cuidado para no hacer ruido– y escondía su mochila llena de secretos, absolutamente convencido de que resguardarme era lo mismo que protegerme.
–nunca imaginaste que yo necesitaba protección de tus mentiras
ese
chico de ojos verdes
pudo darme
por muerta
en el momento
en el que se marchó
tomado
de la mano de ella,
pero
al poco tiempo
tú
viniste
y
me ofreciste
una mano que
chorr
e
a
b
resurrección. a
–¿acaso tenía otra alternativa?
él
me decía
que yo era
una obligación
como
ir al supermercado
con el
estómago vacío,
pero tú
me dijiste
que yo era
esencial
como
ese cigarrillo
después
de la cena,
nunca alcanza
con
solo
uno.
–la diferencia
no estoy