Una vida inesperada
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Enredos personales, familiares, empresariales y diferentes circunstancias hacen de esta novela un continuo transcurrir de inesperados acontecimientos que sumergirán al lector en una novela moderna llena de romanticismo.
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Una vida inesperada - Isabel Muñoz Domínguez
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Isabel Muñoz Domínguez
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de cubierta: Rubén García
Supervisión de corrección: Celia Jiménez
ISBN: 978-84-1068-486-7
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
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Quiero agradecer a mi familia que siempre
me ha apoyado en los momentos difíciles.
Os quiero infinito y más allá.
Prólogo
La novela romántica actual se caracteriza por abordar temas tan dispares como el amor y la muerte, que en este tipo de novelas encuentran la razón exacta para ir de la mano. Además, los personajes de este género no se cansan de contarnos cómo sientes, qué les agobia y preocupa, cómo se enfrentan a cada día, etc. Como no podía ser de otra forma, el eje central de esta narrativa es el romance, permitir que el lector intuya o juegue a adivinar qué pasará y qué entuertos tendrán que resolver los personajes para alcanzar esa relación de pasión y amor eterno que se espera que ocurra.
Una vida inesperada reúne esas características.
Por otro lado, el mundo interior de los personajes impregna la narración y las descripciones, la subjetividad de sus ojos enamorados marca el desarrollo de cada trama y la historia en conjunto. La idealización del amor (sin llegar a extremos shakespearianos, pero sin renunciar a ellos) debe ser la máxima que el autor siga sin desviarse del camino de los sentimientos, el amor y la pasión.
Una vida inesperada reúne esas características.
Además, en Una vida inesperada el lector encontrará un enredo empresarial que afectará a todos los protagonistas, porque los primeros secundarios son, en este caso, muy principales en el desarrollo de los líos, confusiones y laberintos que los protagonistas, Emma y Alex, deben desenredar para poder empezar una vida juntos de amor eterno. ¿Lo conseguirán? Habrá que leer las páginas que siguen para descubrirlo.
Esta novela podría encuadrarse en la tendencia chick lit romántica tan de moda en estos últimos años, esa que se caracteriza por estar dirigida para las mujeres jóvenes y dar una visión de la mujer mucho más activa, luchadora y contemporánea, que lucha por sus principios, por su profesión y por lo que considera que es importante en la vida (es inevitable recordar El diario de Bridget Jones como máximo exponente, o al menos el más nombrado y conocido, de este subgénero romántico). Sin embargo, en este caso la esencia de esta novela, sin dejar de lado la importancia del desarrollo de la mujer como parte fundamental de la sociedad, es la trascendencia del amor romántico y pasional para esas mujeres que, sin renunciar a sus principios vitales y sociales, siguen soñando en secreto con un príncipe que, sin ser azul, quiera impulsar la potencia de desarrollo de la mujer con la que compartirá su vida para siempre. Un cuento de hadas adaptado a la feminidad actual.
CAPÍTULO 1
De pronto se vio sola, en medio de la nada. Tan solo una gran puerta de hierro y un largo camino, ante ella. «Me estoy arrepintiendo. ¿Qué hago? ¿Sigo o me voy? Tú puedes, ¡venga, eres valiente!».
Una hora antes llegaba a la estación. Desde donde tomó un taxi para que la llevara a la dirección indicada. Comenzaron a alejarse de la ciudad algunos kilómetros. Todo era campo, con zonas arboladas. Tan solo zona amurallada a un lado de la carretera. De repente, el taxista paró el coche frente a un gran portón. «Madre mía, como los de las películas de terror, antes de llegar a una gran mansión, donde suceden cosas escalofriantes». Tenía bastante imaginación.
—Esta es la dirección.
—En serio, esta es la dirección. No se habrá equivocado.
—No, señorita, esta es.
—Vale.
Pagó al taxista, se bajó del coche y antes de poder preguntarle si había venido antes a ese lugar, ya se había marchado.
Tocó al portero, pero nadie contestó. Unos minutos después, la puerta comenzó a abrirse.
«¡Ahora sí que me marcho! Esto es demasiado. Aunque tenga que andar, kilómetros hasta la ciudad. Pero que estoy diciendo. —Respiró hondo—, vamos, puedes, eres una tía valiente».
Mientras caminada, recordaba, cómo había llegado a esa situación.
Dos días antes, una amiga que trabajaba en una agencia de trabajo temporal, le habló de un puesto vacante, para cuidar de un anciano.
—Emma, tiene que tener la titulación de enfermera. Por eso, he pensado en ti.
—Gracias. Necesito el trabajo, llevo una temporada, que no encuentro nada.
—Solo tengo un número de móvil. Te lo mando.
—Te agradezco, que hayas pensado en mí. Ya te cuento.
—Me debes una cerveza.
—Hecho, chao.
Le contestó una mujer, que la atendió muy amablemente. Le dio la dirección donde debía acudir al día siguiente, para hablar más detenidamente con el dueño de la casa.
Tenía muchas dudas sobre acudir o no a la entrevista. Pidió consejo a sus hermanas, por supuesto, a ellas tampoco les gustó nada la idea.
—Es en otra ciudad, a casi tres horas de distancia. No, no es una buena idea.
Intentó calmarlas:
—Solo es una entrevista. Lo más seguro, es que ni me elijan para el puesto.
Pero no quedaron convencidas.
No pudo dejar de pensar en ello, durante toda la noche. Lo único que le echaba para atrás, era que tendría que vivir lejos de su familia. Sería la primera vez, lejos de casa.
El camino se le hizo interminable, tras cada curva, seguía. «¡Por Dios!, ¿cuándo va a terminar esto?». Enormes árboles se alzaban a ambos lados de la calzada. El suelo estaba mojado, parecía que había llovido la noche anterior. De pronto, escuchó el sonido de un motor. «Estupendo viene alguien, por fin me podrá ayudar». Volvió la mira atrás, pero casi no le dio tiempo a ver la moto. Antes de poder levantar la mano, para que la viera, pasó por su lado a toda velocidad. A su paso, el agua de la calzada la salpicó, mojándole toda la ropa.
—¡No puedo creerlo, esto no me puede estar pasando! —El motorista, siguió su camino sin mirar a atrás, sin pararse a ver que había sucedido—. ¿Qué persona más mal educada y desconsiderada?
Siguió su camino, con un enfado monumental.
Por fin, empezó a ver la casa. Cuanto más se acercaba, más grande le parecía. ¡Era impresionante!, no era un castillo, pero poco le faltaba. Grandes ventanales, puerta de entrada preciosa, gran fuente redonda en el centro, con delfines…
Intentó arreglarse y recomponerse lo mejor que pudo. Pero aquello tenía poca solución. Estaba empapada, despeinada y con muchas ganas de irse de allí. «Ya has llegado, no tienes nada que perder». Llamó al timbre y abrió una chica joven, rubia, de pelo largo y muy guapa.
—Buenos días, tengo una entrevista con el señor Cristian.
—Ah, sí, vienes por el anuncio, ¿no?
—Sí. Siento aparecer de esta forma. Por el camino un motorista, pasó a toda velocidad por mi lado y bueno, mira cómo me dejó empapada —dijo mirándose la ropa.
—¡Ja, ja, ja!, no te preocupes, te dejaré algo para que te seques. Por cierto, mi nombre es Sara, le dijo estrechándole su mano.
—Encantada, yo soy Emma. He tocado el portero, pero nadie me ha contestado.
—Sí. Antonio debe arreglarlo lo antes posible, lo siento. Pasa.
Si por fuera era impresionante, por dentro no era menos. La entrada era majestuosa, Dios mío, solo lo había visto en películas o revistas. Gran hall, altos techos que dejaban ver la planta superior. Una gran escalera de medialuna, un salón al fondo, una mesa y unos amplios sillones, con muchos cojines. Toda la casa tenía mucha luminosidad.
—Te gusta la casa, ¿verdad?, es muy bonita! —dijo al ver la cara de sorpresa de Emma—. Aquí —indicó señalando la puerta de la izquierda—, tenemos el despacho. —Estaba entreabierto y se veían estanterías con libros y la esquina de una mesa—. La siguiente es la cocina. —A la derecha había un largo pasillo, muy iluminado por ventanales y con varias puertas que daban a él—. Ven, vamos a mi habitación, está por aquí.
Llegamos a la segunda puerta.
—Ven, pasa, aquí podrás secarte un poco y asearte.
—Es una habitación enorme y muy bonita.
—Es mi habitación, ahí está el baño, puedes usarlo.
—Gracias.
—Toma, te dejaré una camisa y te secaré esa mientras.
—No quiero ser una molestia, pero te lo agradezco muchísimo.
Luego, fueron hacia el enorme salón. Bajo las escaleras había una puerta abierta.
—Ven, vamos, te está esperando en la biblioteca.
Era una sala enorme, con muchísimos libros y varias mesas, unas más pequeñas redondas y una muy grande ovalada, con muchas sillas a su alrededor. Por una gran puerta, pasaron a una terraza, con algunos sillones, una mesa y un jardín precioso. Allí había un señor mayor sentado, con algo de tomar en la mesa, leyendo un libro.
—Abuelo, ha llegado la muchacha que contestó al anuncio —dijo Sara.
Volvió la cabeza, la miró y solo dijo…
—No me gustan las personas que no son puntuales. Puedes marcharte. Y volvió sus ojos a la lectura.
—¡Perdóneme!, tampoco me gustan las personas impuntuales. Yo en su lugar haría lo mismo. Pero he tenido un pequeño percance, con un conductor imprudente y desconsiderado. Eso me ha hecho llegar tarde. Sé que no es excusa, pero así ha sido. Lamento muchísimo, el retraso, le pido mil disculpas. Con su permiso, se dio media vuelta y cuando me disponía a irse…
—¿De dónde eres?
—De Málaga.
—Mi esposa también era malagueña. Una ciudad preciosa. Pero con un clima muy húmedo, para mis huesos.
—Pero usted no es español.
—No. Descendemos de una de las familias más antiguas de Irlanda, los Witchburg. Aunque llevo en España más de cincuenta años, de los cuales veintisiete aquí, en Badajoz —dijo el anciano sin quitar la mira de la lectura.
En ese momento llegaron dos hombres, uno de pelo moreno y otro algo más castaño, altos y, no podía negarlo, muy atractivos.
—Buenos días, abuelo, cómo estás esta mañana.
—Bien, esperando noticias, te estuve llamando varias veces, pero como de costumbre fue en vano.
—Estuve liado con la reunión y luego tuve que atender a nuestros invitados japoneses, son muy estrictos y exigentes.
—En ese caso, no habrás tenido mucho problema, gozas de ser famoso por ambas cualidades. ¿Cuándo has llegado?
—Hace un rato —respondió mientras se sentaba en una de las sillas—. El trato no se cerró y me he venido enfurecido, después de tanto tiempo invertido, y esfuerzo. Pero para mi sorpresa, hace un momento he recibido una llama y me han confirmado que todo está hecho, van a ser nuestros nuevos inversores. Solo debemos hacer unos pequeños ajustes y listo.
—¿Has venido en taxi?
—No, he venido en moto.
Emma se dio cuenta enseguida que había sido él. «Este ha sido el culpable de todo lo que me ha pasado esta mañana. Y no he podido hacer la entrevista el trabajo». No pudo resistirse, ya había perdido la oportunidad, qué más daba.
—¡Así, que ha sido usted! —exclamé acercándome a él.
—¿Perdón?
—¡El que iba en moto y me ha puesto toda perdida!
—¡No sé de qué me habla!
—Venía de camino a la casa y me ha puesto toda empapada al pasar por mi lado y ni siquiera paraste para ver lo sucedido.
—Ni siquiera sé quién es usted, no la conozco.
—¡Y ese es motivo para no parar y ver si necesito ayuda! ¡Es increíble!, ¿tan poco le importan los demás?
—¡Iba pensando en cosas importantes! Además, no veo que le haya pasado nada grave.
—¡Ay, perdoné por no encontrarme más grave! ¡Ah y en qué mundo vive! Hay muy pocos privilegiados como usted, y tienen problemas mucho más graves, de si ganarán algún millón más que menos. Intentan sobrevivir como pueden y tener algo, con qué comer cada día. Pero claro, eso a usted le importa bien poco. —Nadie dijo nada, todos quedaron sorprendidos.
El otro chico sonrió.
—Hola, ¿has venido por el anuncio?
Ella lo miró.
—¡Sí!
—Soy Dani, encantado.
—Emma, mucho gusto.
Volvió a mirar al anciano.
—Perdón por las molestias, le agradezco que me haya atendido, me retiro, buenos días.
—¿Cuándo puedes empezar?
Sorprendida y paralizada, por un instante, no supo qué responder.
—Eh, no sé, cuando usted diga.
—La espero el lunes a primera hora. Sea puntual, no perdonaré una falta más.
—Por supuesto, no se preocupe, no volverá a suceder. Gracias por todo, nos vemos el lunes.
Dani y Sara la acompañaron a la salida.
—No te preocupes, el abuelo es muy buena persona, pero tiene sus manías.
En ese momento, salió de la cocina una señora:
—Buenos días, ¿usted es…?
—Hola, soy Emma.
—Teresa. —Señora de avanzada edad, guapa, con cara de buena persona—. Es la nueva enfermera y acompañante del señor Cristian.
—Sí, eso parece. Empezaré el lunes.
—Ah, estupendo, me alegro mucho de conocerla. Yo hablé con usted por teléfono, yo soy la cocinera.
—Encantada. Espero poder hacer bien mi trabajo.
—Si el señor Cristian la ha elegido, es porque le ha gustado y le parece adecuada, para el puesto.
—Eso espero.
—Me ha dicho que me espera el lunes a primera hora. ¿Cuándo les parece que debo llegar?
—Él se levanta a las ocho y media y a las nueve desayuna. Así que a partir de las nueve y media.
—Bueno, yo no soy de aquí, debo coger el tren, ya que vengo desde Málaga.
—En tal caso, si quieres, puedes venirte el domingo por la tarde, para que puedas instalarte, en tu habitación tranquilamente e informarte de cuáles van a ser tus funciones.
—Pues me parece perfecto, muchas gracias, así lo haré. Pues entonces, nos vemos el domingo.
—Vamos, te llevaré a la estación —le dijo Dani.
—No importa, no te molestes, pediré un taxi.
—De eso nada, yo te llevaré y te recogeré cuando llegues. Debemos sacar el billete, los gastos corren a cargo de la casa, el sueldo es aparte.
—En tal caso, te lo agradezco, vamos entonces.
—Nos vemos el domingo, será estupendo tener una nueva compañera.
—Sí, nos vemos, muchas gracias por todo, Sara.
Fueron a la estación. Dani le pereció un chico supersimpático, le dejó su número de teléfono, para que lo llamara, si lo necesitaba. Le informó de las condiciones, de su sueldo, que los gastos, corrían a cargo de la casa y el sueldo era íntegro para ella. Sacó el tique para el tren de ida, le pago el de llegada y el que necesitaría para volver.
CAPÍTULO 2
En la terraza, después de quedarse solos, el abuelo y su nieto, tuvieron una conversación. —¡Qué anuncio! ¿Por qué has tenido que contratar a nadie? Dani, Sara y Teresa, están contigo en la casa, no entiendo la necesidad de nadie más.
—Dani tiene mucho trabajo contigo, Teresa ya tiene suficiente con la comida y Sara se ocupa de toda la casa y