Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El peligro de la duda
El peligro de la duda
El peligro de la duda
Libro electrónico185 páginas2 horas

El peligro de la duda

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Una historia sobre el ajuste de cuentas: ¿venganza o justicia?
Patricia Sarmiento, bajo el influjo de la confusión, la duda y los celos que le producía la indiferencia de su marido, decidió un día buscar ayuda, confesando su situación sentimental sin imaginar que ese acto desencadenaría una serie de decisiones erróneas que llevarían al caos y la destrucción de su familia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2023
ISBN9788419776235
El peligro de la duda
Autor

Yrma Delia Trobajo Cobo

Nacida en Cuba en 1953, se graduó en la Licenciatura de Control Económico en 1980 por la Universidad de Santiago de Cuba. Ejerció como profesora de la misma desde 1979 hasta 1981 en la Facultad de Economía y se diplomó en Auditoría en 1999 por el Centro de Estudios Contables y Financieros del Ministerio de Finanzas y Precios en La Habana. En el año 2000, emigró a España, donde reside actualmente. Su experiencia en la escritura son sus libros: Cuando el amor prevalece, Conexión divina y amor eterno y Amar en el ocaso de la vida. Jubilada desde 2020, dedicará sus últimos años a escribir, la cual es una de sus pasiones.

Lee más de Yrma Delia Trobajo Cobo

Relacionado con El peligro de la duda

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El peligro de la duda

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El peligro de la duda - Yrma Delia Trobajo Cobo

    El peligro de la duda

    Yrma Delia Trobajo Cobo

    El peligro de la duda

    Yrma Delia Trobajo Cobo

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    © Yrma Delia Trobajo Cobo, 2023

    Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras

    Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com

    Obra publicada por el sello Universo de Letras

    www.universodeletras.com

    Primera edición: 2023

    ISBN: 9788419775900

    ISBN eBook: 9788419776235

    Con todo mi amor a mi nieto Paul, ese rayito de luz que durante siete años ha iluminado mi vida y deseo que así sea hasta el final de mis días

    Índice

    Introducción 9

    Estimado lector 11

    Capítulo i. La sospecha 13

    Capítulo ii. La enfermedad 21

    Capítulo iii. El seguimiento 33

    Capítulo iv. El embarazo 45

    Capítulo v. La confesión 59

    Capítulo vi. La agresión 69

    Capítulo vii. El nacimiento 83

    Capítulo viii. Las secuelas 91

    Capítulo ix. La desaparición 99

    Capítulo x. Las pérdidas 111

    Capítulo xi. La llamada 119

    Capítulo xii. La visita 125

    Capítulo xiii. La venganza

    i

    129

    Capítulo xiv. La venganza

    ii

    143

    Capítulo xv. El encuentro 151

    Capítulo xvi. La localización 153

    Capítulo xvii. La despedida 159

    Capítulo xviii. La sorpresa 163

    Capítulo xix. La reflexión 175

    Agradecimientos 181

    Introducción

    Podemos definir la duda como un estado de ánimo en el cual, nos invade la indecisión ante la existencia de más de una posibilidad de elección.

    Existe otro tipo de duda, que es la que sentimos sobre nosotros mismos cuando ponemos de manifiesto una falta de fe o confianza en nuestras propias capacidades.

    En ambos casos, estos tipos de dudas los podemos resolver solicitando la ayuda de personas que nos inspiren confianza, como familiares, amigos allegados que nos puedan ofrecer sus opiniones, sobre la cuestión que nos la ha causado o también profesionales especializados si el caso lo requiriera.

    Sin embargo, cuando la duda nos surge acerca del comportamiento de un ser amado, como es nuestra pareja, esta generalmente la asociamos con otros conceptos que la vuelven más compleja y difícil de resolver, como son: la traición, el engaño, la infidelidad y la deslealtad.

    Cuando eso ocurre, ante la sospecha, aparece delante de nuestros ojos un manto oscuro que nos invalida mentalmente y, nos hace entrar en un estado de incertidumbre y desconfianza, que nos impide pensar con claridad.

    A partir de ahí, el único pensamiento que podemos mantener fijo en nuestras mentes es el de llegar a conocer la verdad y, si lo conseguimos y esa verdad se corresponde, con todo lo que habíamos asociado a nuestra duda, si comprobamos que no estábamos equivocados al respecto, entonces sentimos que algo se nos desgarra por dentro, causándonos un dolor inmenso; y con ello se abre una herida que, aunque cicatrice con el tiempo, al menor indicio se volverá a abrir porque habrá cicatrizado en falso: «la traición del ser amado no se olvida nunca».

    Es entonces, cuando ese estado de ánimo nos puede confundir e inducir a tomar decisiones desacertadas y, con ellas, llegar al extremo de cometer errores y causar daños irreversibles, que nos pueden llevar al arrepentimiento por el resto de nuestras vidas.

    Estimado lector

    La obra que a continuación usted va a leer no está basada en hechos reales; todo lo que en ella se expone ha sido producto de la imaginación, incluidos los nombres de los personajes. La intención de ponerla en sus manos, ha sido que le sirva de disfrute y entretenimiento, a la vez que le haga pensar en las consecuencias que pueden acarrear los arrebatos que nos traen las dudas e inseguridades.

    Gracias por su elección.

    Capítulo

    i

    La sospecha

    Transcurría el primer trimestre del año 2000 en Ola Fría, una bonita y tranquila ciudad del encantador país de Trebisca; mi amiga Patricia Sarmiento, que allí vivía, llevaba un tiempo sospechando que su marido Pablo Goicochea le estaba ocultando algo, pero no sabía lo que era y necesitaba descubrirlo. No se trataba solamente de que saliera cada tarde-noche al bar a echar la partida de dominó con los amigos, porque eso lo hacía desde que se mudaron a vivir en ese barrio, doce años antes, en 1988 después de haberse celebrado el matrimonio; tampoco que algunas veces regresara más tarde de la hora acostumbrada, no, el cambio estaba en su actitud hacia ella.

    «Pensaba que todos los seres humanos, independientemente del sexo que nos defina, poseemos esa intuición, que permanece aparentemente dormida, mientras nuestras parejas mantienen intactos sus hábitos y costumbres hacia nosotros. El beso de despedida cuando sale, el de llegada cuando regresa, tomar el café juntos después de la comida, la espera cada noche para ir cogidos de la mano hacia la alcoba y todas las de la intimidad; mientras esas pequeñas costumbres no cambian, todo es armonía. Sin embargo, en el más mínimo cambio que ocurra en alguna de ellas, algo en nuestro interior se dispara como si fuera un resorte de alerta y, a partir de ahí, la duda y la desconfianza se apoderan de nuestra mente.

    »Al comienzo, es la fase de observación: despacio y con mucha cautela, examinamos cada uno de sus movimientos, buscando la confirmación de lo que estamos pensando, o por el contrario, pasado un tiempo nos damos cuenta de que estábamos equivocados, que todo había sido una falsa alarma, nuestra intuición quizás se había confundido y retornamos a la normalidad, una normalidad mejorada, con más cariño, más atenciones, más ternura y hasta un poco de remordimiento en la conciencia, por haber dudado de la persona tan buena que tenemos a nuestro lado».

    Patricia, mujer atractiva, alta, rubia con dos ojazos negros como el azabache, de 48 años y madre de dos encantadores niños, David de once años y Alba de ocho, poseía un alto coeficiente de inteligencia, educada, sociable, bondadosa y aparentemente frágil; sin embargo, contaba con una fortaleza mental y una seguridad en sí misma que a simple vista parecían inimaginables.

    Ella se encontraba atravesando esa etapa, su intuición se había despertado y ahora tocaba buscar la confirmación de la duda. Reconocía que su marido era un hombre diez: a sus 52 años mantenía el tipo. Era alto, delgado, con el pelo gris por sus canas y unos preciosos ojos azules; además, educado, cortés y amable. Le gustaba practicar deportes, comer sano y vestirse bien, se preocupaba mucho por su apariencia física; o sea, un verdadero caballero. Sin embargo, con las personas que se relacionaba fuera del hogar familiar, se comportaba como una persona descortés, insolente y ordinaria, pero a pesar de eso, él era de quien ella vivía ciegamente enamorada desde el día en que lo conoció.

    Pablo trabajaba como director en un colegio y siempre estaba impecable. Su mujer vivía orgullosa de él; en sus cinco años de noviazgo y doce de matrimonio, nunca le había mentido ni ocultado nada, ellos mantenían una relación basada en la confianza mutua, pero algo estaba cambiando en él, de eso sí estaba segura.

    Consideraba que probablemente lo mejor sería contarle a alguien de confianza lo que estaba pensando, pero no tenía hermana, y en esa ciudad, los únicos familiares, fuera de su marido y sus dos hijos, eran el hermano Joaquín, seis años menor que ella, y su mujer Lidia, que vivían en su mismo edificio. Patricia y Joaquín habían comprado sus respectivas viviendas catorce años antes, cuando iban a construir el edificio en Ola Fría, una ciudad situada a cincuenta kilómetros de Ámbar, la capital de Trebisca, el hermoso país donde ellos habían nacido y vivido junto a sus padres.

    Joaquín era un hombre joven, guapo, alto, muy fuerte, tanto mental como físicamente, que practicaba deportes con frecuencia y presumía de su corpulencia; a diferencia de su hermana, él era moreno de pelo negro, liso, con unos grandísimos y brillantes ojos negros que imponían, y lo hacían más atractivo aún. A los dieciocho años, después de terminar el Bachillerato, había sido llamado para el servicio militar obligatorio, donde permaneció dos años. Al salir de la vida militar, estudió un Grado Medio Técnico en Sistemas Microinformáticos y Redes. Una vez finalizados los estudios, estuvo trabajando en una empresa en Ámbar, hasta que se mudó a vivir en Ola Fría; allí no encontró trabajo en su especialidad y tuvo que hacer un curso donde obtuvo el Certificado Profesional de Vigilancia y Seguridad Privada, lo que le permitió ocupar una plaza como vigilante de seguridad en el Hospital General de Ola Fría.

    Fue allí donde se enteró de que comenzarían a construir un bloque de pisos cerca del hospital; rápidamente se lo comentó a su hermana y ambos hicieron la reserva de los pisos. Ella eligió vivir en la segunda planta y él en la quinta y última; no le gustaba tener vecinos por encima que pudieran molestar con los ruidos. La construcción, que comenzó en 1986, duró un año y medio. Una vez terminada, a finales de 1988, ambos se mudaron cada uno a su vivienda, Patricia casada con Pablo y Joaquín soltero. En Ámbar se quedaron viviendo sus padres.

    A los cuatro años, en enero de 1992, el chico abandonó su soltería contrayendo matrimonio con Lidia, una chica que conoció en una fiesta y que, nada más verla, lo había flechado porque se trataba de una mujer muy peculiar, de estatura mediana, delgada, con un cuerpo precioso y una gracia al caminar, que junto a su larga melena roja y sus ojos de color miel, la hacían ser diferente. Además, al acercarse a ella con la intención de conocerla, había descubierto que se trataba de una chica dulce, educada y simpática, de la cual se enamoró; después de dos años de noviazgo habían contraído matrimonio para vivir en su apartamento de Ola Fría.

    Ambos matrimonios mantenían una relación familiar muy estrecha. Patricia daba gracias a Dios por haberle traído a su lado la hermana que sus padres no pudieron darle, y cuando siete meses más tarde nació Alba, su segunda hija, los padrinos de la nena fueron sin dudas sus tíos, Joaquín y Lidia.

    Patricia sabía que podía confiar en ellos a ciegas para contarles cualquier problema que se le presentara, pero quería ser prudente y esperar un poco más, alargando la fase de observación. Quizás lo que fuera que le estuviera ocurriendo a su marido, podía ser pasajero y no tan grave como para estar levantando un revuelo en la familia.

    Tenía en cuenta que se trataba de su marido, el amor de su vida, y que, aunque él no era muy cariñoso ni expresivo con sus sentimientos, estaba convencida de que sus hijos y ella eran su vida, su universo, y a sus cuñados los quería también, como sus familiares que eran; no podía traicionarlo comentando algo de su relación sentimental de lo cual realmente no sabía nada en concreto.

    Entonces decidió lo que debía hacer: hablaría con su marido y, así, lo que fuera quedaría entre los dos como un secreto. Estuvo una semana ansiosa, pensando y ensayando la forma de abordar el tema en su conversación. El siguiente fin de semana lo haría, no podía esperar más. El sábado 5 de febrero, los niños, David y Alba, se irían al zoológico con sus tíos y Pablo estaría todo el día en casa. Esa fue la ocasión que Patricia eligió para hablar con el padre de sus hijos.

    Ese sábado en la mañana, después del desayuno, sentados a la mesa con sendas tazas de un humeante, aromático y riquísimo café, Patricia se lanzó en su propósito, consciente de que el resultado podía ser muy bueno o muy malo para su relación matrimonial, pero sabía que peor de lo que estaba no podía estar. Era la primera vez en tantos años que sentía la necesidad de hacer algo así y, sin pensarlo más, decidida, se dirigió a él.

    —Cariño, hace días que estaba deseando tener una conversación a solas contigo. —Él levantó la cabeza, dirigió la mirada hacia su mujer con una expresión fría y distante en su rostro y, casi en un susurro, le contestó con varias interrogantes:

    —¿Conversación a solas?, ¿de qué se trata?, ¿algún problema con los niños?

    —No, los niños, gracias a Dios, están bien, se trata de nosotros.

    —¿De nosotros? ¿Qué ocurre, Patry?

    —Ocurre que hace un tiempo, vengo sintiendo cómo nuestra relación se va enfriando cada día, la pasión que existía entre nosotros se ha ido esfumando para dar paso a la frialdad y la monotonía; parecemos más dos amigos que comparten techo que un matrimonio. Ya no me buscas como antes, no hay caricias ni palabras dulces y extraño mucho todo eso a lo que me tenías acostumbrada, pienso que tú estás sintiendo lo mismo y necesito, por favor, que me hables con sinceridad y me cuentes lo que te está ocurriendo, sea lo que sea.

    Pablo permaneció en silencio, cabizbajo y pensativo, mientras su mujer le hablaba. Cuando Patricia terminó su alegato, él cambió la actitud, suspiró profundamente, le tomó las manos entre las suyas, mirándola fijamente a los ojos, y con voz entrecortada le explicó que él no había sentido todo eso que ella le había expuesto, que sus sentimientos no habían cambiado en absoluto, que los niños y ella eran todo para él y que necesitaba que nunca dudara sobre lo que le estaba diciendo.

    En ese momento necesitaba de su comprensión y apoyo más que nunca porque se encontraba atravesando una difícil situación en el trabajo con una de las profesoras y, que un malentendido entre ambos la había llevado a denunciarlo en comisaría, porque quería que le adelantara las vacaciones dos meses y medio; aquella mujer se había quedado embarazada y, según ella necesitaba descansar, pero no tenía ningún certificado médico que así lo acreditara y, al negarse él, la señora se había exaltado y ambos, con el acaloramiento, fueron entrando en una discusión llena de descalificaciones e insultos, en los cuales a él se le había ido la lengua, llegando a decirle que «¡ella lo que no quería era trabajar, que era una irresponsable porque no le importaba dejar tirados a los alumnos, sabiendo que él no tenía con quién sustituirla y que, si se iba, ojalá abortara!».

    Después había recibido una citación con la denuncia para presentarse en comisaría, le habían tomado declaración y ahora se encontraba esperando a la celebración del juicio. Eso era lo que lo tenía sometido

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1