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Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas?
Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas?
Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas?
Libro electrónico415 páginas5 horas

Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas?

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Información de este libro electrónico

¿Por qué no logra decidirse? Miles de mujeres latinoamericanas se han hecho esta pregunta después de  notar que están siendo parte de una relación definida por la intermitencia. En este tipo de relaciones, el compromiso es el elemento relacional que parece nunca llegar. Para los hombres involucrados en est

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jun 2019
ISBN9781646061808
Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas?
Autor

Carlos J Correa Bernier

Doctorado en terapia familiar y matrimonial con especialización en el tratamiento de comportamientos violentos (Chicago); Doctorado en Psicología de la Religion (Oxford).

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    Hombres Escurridizos - Carlos J Correa Bernier

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    Copyright© 2019 by Dr. C.J. Correa Bernier.

    Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida, sin la debida autorización escrita del titular de los derechos de autor (copyright), bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra, o por cualquier medio o procedimiento, sea este mecánico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopias o por cualquier otro tipo de sistemas de recuperación.

    Para información:

    C.J. Correa Bernier/FYI Publications

    2418 E Street

    San Diego, CA 92102

    www.conversemos.com

    Impreso en los Estados Unidos de América

    Diseño ©2019 Artes Gráficas Internacional

    Información de Venta:

    Ventas al por mayor: Precios especiales están disponibles para empresas que deseen comprar el ejemplar en cantidades mayores de 15 libros por orden. Para más detalles, puede comunicarse con el departamento de ventas especiales a: hombresescurridizos@conversemos.com.

    Hombres Escurridizos: ¿Por qué huyen los hombres de las relaciones significativas? / Dr. C.J. Correa Bernier. —1ra ed.

    ISBN 978-1-64606-181-5 | E-book 978-1-64606-180-8

    Nota del Autor

    Los ejemplos, anécdotas y personajes de este libro han sido extraídos del trabajo clínico, investigaciones y experiencias vitales con personas y acontecimientos reales del autor. Los nombres y algunos rasgos identificadores han sido alterados y, en algunos casos, las personas o las situaciones son el resultado de una fusión de individuos y situaciones.

    Contenido

    Dispuestos pero no disponibles

    Encrucijadas

    El hombre y su madre

    Área de juegos

    Imperfecciones en la alfombra

    Sexcapes

    Estoicismos

    Él-mociones

    Padre nuestro que estás en nosotros

    Consciencia

    Reconstrucción

    Diferenciándonos

    Separación sin regreso

    La pareja del hombre escurridizo

    Corresponsabilidad parental

    La verdad nos hará libres

    Agradecimientos

    Con la más inmensa de todas las gratitudes para Colleen Kay, por su apoyo incondicional. Más que una amiga y guía, Colleen ha sido un ángel para mí. Al equipo de lectura, Diana Sofía Pereda Martínez y Karla Isabel Núñez López, gracias por su bondad y brillantes. A mi editora Eugenia Correa, quien con gracia, firmeza y brillantes, transformó lo que en un inicio fue un manuscrito destartalado en un documento legible. Gracias Eugenia por tu ética de trabajo, humildad y recomendaciones.

    A Madeleine Villalobos, quien llegó a mi entorno en el momento que más la necesitaba. Gracias por ser mi amiga incondicional, mi cómplice y confidente. Gracias por la gentileza de ofrecerme tus ojos para leer con calma y entusiasmo las innumerables versiones del manuscrito que hoy presento en el formato de este libro.

    A mis clientes y estudiantes quienes me ofrecieron el honor de trabajar con ellos. Gracias por permitirme acompañarlos a los lugares más recónditos de sus historias y experiencias personales. A C7 por permitirme compartir con ellos las ideas, dudas, preguntas y respuestas que iban surgiendo mientras avanzaba en el desarrollo de este trabajo.

    A mis hermanos y hermanas. A ustedes todo mi amor y respeto. Y a mis padres, Armando Correa y Petra Bernier, quienes en medio de todos sus retos y limitaciones, se comprometieron con ofrecerme lo mejor que tuvieron a su disposición.

    Prefacio

    Un hombre solía tener un sueño recurrente en el que se veía llegando a un lugar rodeado por las montañas del Olimpo. En el sueño, el valle mitológico había sido transformado en la cuna de su infancia. Como parte de su ilusión, recordaba la presencia de todos los que habían existido antes que él, todos ellos entretejidos en las historias familiares que formaban su pasado. Al llegar a la casa de su infancia, se veía a sí mismo jugando como solía hacerlo durante su niñez. Al preguntar dónde estaban los demás, una voz le contestaba diciendo: Todos han huido.

    Aunque la casa de su infancia en realidad fue un lugar humilde y relativamente pequeño, en el sueño era un castillo inmenso pero decadente debido al desuso y el abandono. Mientras exploraba todos los espacios, percibía que alguien lo observaba. Sin poder explicarlo, sentía la presión de una figura autoritaria que no dejaba de juzgar lo que hacía. Paralizado por el temor, detenía el paso, como si al hacerlo reclamara el control de lo que le sucedía. Para su sorpresa, en lugar de seguridad, lo que experimentaba era una oleada ambivalente de amor y odio, de seguridad y temor, de veneración y desprecio.

    Desesperado, intentaba refugiarse en la habitación que por años fue su recámara. Una vez dentro, notaba que la misteriosa presencia se había adueñado del espacio. Al percatarse, su cuerpo comenzaba a temblar. En su confusión se preguntaba, ¿qué debía hacer?, ¿debía confrontarla? De no hacerlo, corría el riesgo de nunca saber qué habría sucedido. Tal vez lo único que necesitaba para salir airoso era el apoyo de un héroe, un rescatista, alguien que pudiera asegurarle que todo estaría bien. Lo que necesitaba eran las directrices de un hombre, un padre, alguien que estuviera dispuesto a apoyarlo, que pudiera decirle cuál era el próximo paso. Lamentablemente, en aquel viejo castillo no había ningún otro hombre. Al continuar su andar a través de la recamara, terminaba sintiéndose como siempre se había sentido: solo y desprotegido.

    Todo en su recamara permanecía tal y como lo había dejado décadas atrás. Con cautela, sintiendo cómo se le estrujaba el alma, avanzaba hasta llegar al centro de la habitación. Al aproximarse, notaba que la figura enigmática, la misma que había estado observándolo desde su entrada al castillo, estaba sentada sobre la que había sido su cama. Era su madre. Con la mitad del rostro, ella le ofrecía una mirada tierna, le lanzaba besos, sonrisas y palabras de elogio, mientras que con la otra mitad lo contemplaba con desprecio y enjuiciamiento, le hacía saber su enojo y le decía cuán decepcionada estaba de él.

    ¿Cómo era posible, se preguntaba, que su madre se contradijera en todo lo que decía y hacía? Espantado, intentaba salir corriendo, pero no podía. En confusión, lo único que lograba era obedecer cuando ella le pedía que se le acercara.

    Cántame una canción, le ordenaba.

    Sin pensarlo, él comenzaba a cantarle uno de los coros que había aprendido en la iglesia. Para su alivio, la imagen de la madre reaccionaba con aplausos, sonrisas y adulaciones. Al dejarse envolver por su aprobación, sentía algo extraño. En lugar de ver el perfil de su progenitora, lo único que distinguía era el reflejo de sí mismo, como si, en lugar de piel, el rostro de su madre estuviera cubierto por espejos. Al verse reflejado, notaba que era ya todo un hombre y no un niño. ¿Por qué, entonces, se sentía como si aún lo fuera?

    Al no poder huir, agarraba un libro y lo lanzaba contra la silueta de la madre. Al hacerlo, notaba cómo el acto de rebeldía le ayudaba a recuperar la movilidad, lo que aprovechaba para salir de la habitación. Al huir, se unía a todos los demás que huyeron antes que él.

    Mientras corría, comenzaba a llover torrencialmente dentro de la casa. Entre truenos y relámpagos, sentía pánico, como nunca antes en su vida. Con las emociones sacudidas, comenzaba a llorar mientras llamaba a gritos a su padre. Avergonzado y desfallecido, llegaba hasta la única salida que existía en la casa. Al salir, se internaba en una de las montañas que por años había admirado. Allí establecería su hogar, pensaba. Desde allí, se mantendría en contacto con los años de su niñez sin tener que contaminarse con los asuntos pendientes en su familia. Al fin tendría una comunión genuina con el Dios de su infancia y podría darse la libertad de ser quien verdaderamente era. Pero, al penetrar el espesor de las montañas, en lugar de una divinidad, se encontraba con una mujer atractiva, a quien después de seducir, le prometía amor eterno, tal y como lo había hecho con su madre años atrás.

    Al esconderse en los brazos de su nueva pareja, creía haber encontrado a la mujer ideal. De repente, de manera inesperada, veía cómo ella se transformaba en todo lo que su madre había sido: su diosa, sus confusiones, sus miedos y corajes. Como lo había hecho su madre, su pareja comenzaba a exigirle que fuera todo para ella. Pero ese tipo de dedicación estaba reservada para otra mujer: su madre. Si su pareja estaba dispuesta a aceptarlo, ella podía permanecer en una posición secundaría en la que podría guarecerse bajo las ilusiones de ser la mujer más importante para él. Pero en el mundo de las ilusiones, ser el todo para alguien no necesariamente incluye ser su amante. Para él, amar a su pareja nunca fue un problema. ¿Desearla?, eso, arrastraba otra connotación. Sin deseo, él sería incapaz de ofrecerle lo que ella necesitaba para considerarse una mujer feliz.

    Al final, entre dolor, confusión y sollozos, despertaba de ese sueño.

    El hombre de este sueño soy yo.

    Por necesidad todos establecemos lazos emocionales de alto voltaje con nuestra progenitora. Por nueve meses compartimos con ella un proceso de familiarización mutua. Antes de nacer ya somos capaces de identificar ciertos rasgos suyos. Su cuerpo es la fuente primordial de nuestra nutrición. Su piel nuestro abrigo y fuente de estímulo temprano. Ella, entre todos los demás, es la persona que responde a nuestras necesidades más básicas.

    Mientras crecemos debemos avanzar en el arte de mantener relaciones equilibradas y definidas por el establecimiento de límites saludables. De igual manera, se suponía que a través del matrimonio de nuestros padres se nos enseñara cómo regular la intensidad de nuestra relación con ambos, salvaguardando la calidad relacional tanto con nuestro padre como con nuestra madre. Con el pasar de los años, se espera que comencemos a experimentar con nuestro propio sentido de autonomía y autorregulación de emociones y sentimientos. De esta manera, junto a nuestros progenitores, ensamblamos el andamiaje que utilizaremos para construir nuestro sentido de diferenciación, distantes de cualquier tipo de contaminación por fusión. Pero no siempre sucede lo que se espera.

    Relación maternofilial fusionada

    Cuando un hombre crece y no logra separarse adecuadamente de la madre, él y su progenitora están más propensos a establecer el tipo de conexión emocional al que me refiero en este libro como relación maternofilial fusionada. En este tipo de relaciones, el hijo adulto intenta comportarse como un individuo solo para notar que está siendo parte de lo que podría ser descrito como un enredo emocional con su progenitora. Aunque es capaz de vivir físicamente distante de la madre, este hombre tiende a depender emocionalmente de ella en cada ocasión que necesita regular su vida interna. El sentir que no hay opciones en la vida es algo recurrente para él, hasta notar que no cuenta con una identidad propia que pueda llevarlo a entenderse a sí mismo más allá del título hijo de mamá. Por esta razón, su sentido de identidad tiende a gravitar alrededor del voltaje relacional que existe entre él y su madre. En la mayor parte de los casos, la vida de estos hombres será consumida por dos emociones fundamentales: la ira y la culpa.

    Iracundo por sentirse inútil al no poder limitar las influencias que su madre mantiene sobre él. Culpable por querer librarse de la mujer que le dio la vida.

    Es difícil que una persona obtenga un sentido de paz y empoderamiento personal cuando ha vivido anclada en un océano de vergüenza y frustración. Al sentirse atrapado en un mundo de ira y culpa, el hijo fusionado identifica, de manera más consciente, las incapacidades emocionales que lo definen. Estas se harán mucho más evidentes cuando intente establecer límites que le ayuden a defender y proteger sus intereses personales. Eventualmente, el voltaje relacional entre él y su madre lo llevará a olvidar su autonomía e individualidad a pesar de que cuenta con las todas las capacidades para tomar sus propias decisiones y sentir sus propios sentimientos. Lo que terminará haciendo es adoptar como si fueran suyos los deseos, necesidades y preferencias expresadas o mantenidas por la madre, mientras ignora y devalúa los deseos, necesidades y preferencias personales. Él preferirá asumir responsabilidad por los sentimientos de su progenitora comprometiéndose a lograr que ella llegue a ser una mujer feliz. Si por alguna razón termina interesándose por otra mujer, ella tendrá que pasar por el cedazo de la aprobación de la madre. De no ser así, él preferirá concluir la relación, evitando tener que confrontar cualquier tipo de rechazo maternal.

    En un hogar funcional, la individualidad del niño es abiertamente reconocida y celebrada, mientras los espacios y oportunidades para el desarrollo y sostenimiento de su identidad están incondicionalmente disponibles. En este hogar, el hijo cuenta con el apoyo de sus padres, quienes le permiten establecer sus propios límites que, después de ser establecidos, serán respetados por ambos progenitores. En esta familia, los padres también definen sus propios límites matrimoniales, los que utilizarán para proteger la privacidad de la relación y para establecer un espacio generacional adecuado entre ellos y su hijo. Por su parte, las madres saludables prefieren enfocarse en el establecimiento de una relación maternofilial diferenciada, enseñándole a su hijo el valor e importancia de la independencia y la autonomía personal y la preservación de los beneficios incluidos en una relación maternofilial equilibrada.

    Hombres escurridizos

    Acuñé el término hombres escurridizos el día 19 de noviembre de 1992, mientras trabajaba como director del Departamento de Terapia Familiar y Matrimonial en una clínica de salud mental en un suburbio al oeste de la ciudad de Chicago. Como parte de mis responsabilidades clínicas, ofrecía tratamiento psicoterapéutico a familias y matrimonios latinoamericanos, especialmente, matrimonios y familias mexicanas.

    Cuando comencé a utilizar este término, lo hice para referirme al tipo de hombre que, por una razón u otra, reportaba estar confrontando dificultades en el establecimiento y mantenimiento de relaciones románticas o conexiones socialmente significativas. Con el pasar del tiempo, identifiqué un común denominador entre todos ellos: lo que comencé a describir como una relación de alto voltaje entre mis pacientes y sus progenitoras. Después de conceptualizar el perfil relacional de estos hombres, procedí a identificar y catalogar los síntomas y tendencias más comunes en lo que comencé a considerar como un síndrome. Entre los síntomas y tendencias relacionales más comunes de estos hombres, identifiqué el mantenimiento de un sentido de lealtad extraordinaria hacia sus madres. En otras palabras, para un hombre escurridizo, la única mujer verdaderamente merecedora de su lealtad incondicional es la madre. Nadie más.

    Para estos hombres, la exigencia de un compromiso relacional es procesada como un detonante de pánico existencial. Para ellos, comprometerse con otra mujer que no sea su progenitora no es más que una amenaza en contra de la relación con su madre. Las mujeres que esperan por ellos, suelen terminar sintiéndose relacionalmente frustradas al no entender la razón por la cual ellos no están dispuestos a considerar el establecimiento de una relación formal.

    Al inicio, todo hombre escurridizo tiende a proyectar un profundo interés por su pareja en turno y por todo lo que tenga que ver con ella. También exhiben una nobleza excepcional, emociones contundentes, cuidado con los detalles y consideraciones extraordinarias. Estas son el tipo de actitudes que practican hasta el día que pierden el interés por la relación. Sin un involucramiento ecuánime entre los dos miembros de la relación, él comenzará a perder su curiosidad, además de perder energía, contenido y capital emocional. Al ver que la relación concluye de una manera inesperada, la pareja del hombre escurridizo terminará preguntándose: ¿Qué sucedió?. La huida de estos hombres muy rara vez incluirá la cortesía de una explicación que pueda facilitar la producción de las respuestas que su pareja tanto necesita.

    Como personas con tendencias impulsivas, los hombres escurridizos tienden a exhibir dificultades a la hora de establecer límites personales. Por sentir que tienen que cuidar de los demás, no encuentran la manera de detenerse y evaluar si existe la posibilidad de salir perjudicados como resultado de sus compulsiones rescatistas. Aunque tienden a proyectar niveles elevados de sensibilidad por las necesidades de otras personas, suelen ser muy descuidados con ellos mismos. Desde el punto de vista del hombre escurridizo, no es que no quiera comprometerse, es que siente que no puede hacerlo.

    Al centro del síndrome de los hombres escurridizos está la relación que mantienen con sus madres. Esto se debe a la extensión del condicionamiento al que fueron expuestos desde muy temprano en su infancia. Como resultado, el alto voltaje que dominó las interacciones entre ellos y sus madres termina contaminando no solo el contenido de carácter de estos hombres sino también sus funciones filiales y sociales. La toxicidad acumulada se hace más obvia al ellos intentar establecer una relación significativa. El voltaje de la lealtad hacia sus progenitoras impedirá que lleguen a ser parte de una relación emocionalmente íntima con otras mujeres.

    Consecuencias de la fusionalidad relacional

    La mayor parte de las relaciones maternofiliales no se distinguen por ser relaciones fusionadas, pero, cuando lo son, las interacciones entre la madre y su hijo tienden a funcionar al reverso. En otras palabras, en lugar de ser la madre quien se ocupe de las necesidades emocionales de su hijo, es el hijo quien se encarga de atender las insatisfacciones emocionales de su madre. La ausencia paternal, sea física o emocional, tiende a ser el detonante más común de las distorsiones relacionales entre la madre y el hijo, llevando a la progenitora a depender de su retoño mientras intenta satisfacer sus vacíos relacionales. En ocasiones, la madre demandará que el hijo satisfaga sus necesidades físicas y sociales. Con esto no me refiero a una relación sexualmente incestuosa, sino a las dinámicas que llevan al hijo a hacerse cargo de las necesidades gregarias de la madre.

    Ante la ausencia física y/o emocional del padre, el hijo crecerá observando un modelo relacional donde la madre se mantiene fiel a la relación con el padre aún ante la ausencia física o emocional, el hijo en consecuencia, creerá que el modelo relacional de sus padres es el ideal para regular sus relaciones significativas y asuntos emocionales. Como resultado, los niveles de diferenciación entre madre e hijo tenderán a ser inadecuados o no existentes. En los casos en que la etapa de separación emocional no fue lograda de manera exitosa, siempre que el hijo intente separarse de la madre, tenderá a experimentar niveles de ansiedad elevados, sentimientos de culpa, miedo, y rechazo. Para los hombres escurridizos, es más fácil permanecer en la relación fusionada con su madre que establecer límites con ella.

    De todos los retos enfrentados por el hombre escurridizo, la fusión relacional con su madre es el más significativo. Es por eso que enfrenta tantas dificultades al momento de querer establecer su propio sentido de identidad. Debido a las distorsiones relacionales con ella, evita ofrecer acceso a otras personas a lo que pudiera considerar como su santuario emocional. En consecuencia, tiende a preferir no relacionarse y a mantenerse desconectado de otras relaciones significativas. Aunque socialmente conozca a muchas personas, el hombre escurridizo tiende a ser una persona de pocos amigos.

    Es común que estos hombres graviten hacia mujeres que exhiben perfiles relacionales similares a los de sus madres. La sobreinversión de estima que hacen en la relación maternofilial los moverá a ignorar lo que en realidad quieren y necesitan, para en su lugar enfocarse en las necesidades y preferencias de sus madres. Estas tendencias relacionales persistirán hasta el momento que él decida trabajar, terapéuticamente, en los asuntos no resueltos con su madre.

    Para un hombre que ha crecido siendo parte de una relación de alto voltaje con su madre, es normal y natural sentirse crónicamente vacío y confundido. En realidad, sentirse como se siente, sin hacer nada al respecto, es lo mejor que sabe hacer. Para contrarrestar la confusión emocional, él debe buscar ayuda profesional. De no hacerlo, no logrará regular el estilo relacional que lo definirá a lo largo de su vida adulta. Lo más importante es que esté dispuesto a trabajar en la desmitificación de la figura materna y de la relación maternofilial de la que es parte.

    Hacia la comprensión y recuperación

    La intensión de este libro no es disminuir o ridiculizar la importancia de la figura materna en la vida de los hombres. Tampoco detonar sentimientos de vergüenza o culpa entre las parejas o familiares del hombre escurridizo. El propósito es promover una conversación, dar inicio a un proceso educativo a través del cual comprendamos uno de los problemas relacionales más comunes entre los hombres que crecieron en una relación emocional absorbente con su madre.

    Este libro está organizado en tres partes. La primera de ellas, Hombres Escurridizos, ¿quiénes son?, está compuesta por 9 capítulos. En estos, presento lo que conceptualicé como el Síndrome del Hombre Escurridizo. A través de los casos representados en cada capítulo, el lector podrá identificar los perfiles de diferentes tipos de hombres escurridizos, y de las madres que los criaron. La segunda parte: Del dolor a la sanidad (Recuperación), está compuesta por los capítulos 10 y 11. La tercera parte del libro, Anclándonos: ¿cómo permanecer en una relación significativa?, está compuesta por los capítulos 12 al 16.

    Cada capítulo ha sido desarrollado alrededor del historial clínico y relacional de una serie de clientes que me permitieron grabar y documentar el contenido de sus sesiones terapéuticas. Los nombres, situaciones y descripciones demográficas han sido intencionalmente modificados para proteger la identidad y confidencialidad de cada uno de ellos.

    Es a través de las historias de estos clientes que intento presentar, de la manera más específica posible, las características que definen el síndrome de los hombres escurridizos. Aunque todos los casos y relatos descritos en este volumen son diferentes, los retos y dificultades presentados parecen estar enraizados en un mismo problema: las influencias de una madre dominante.

    En todos los casos discutidos, los lectores encontrarán suficiente información para evaluar, por lo menos inicialmente, si son un hombre escurridizo, o si están involucradas con uno de ellos.

    En el capítulo tres, desarrollo la temática de el hombre y su madre. Es en este capítulo donde propongo y describo lo que podría ser considerado como el catálogo de los perfiles maternales de los hombres escurridizos. En un intento por simplificar mi propuesta, desglosé los modelos maternales en cinco modelos: (1) Madres desconectadas; (2) Madres informales; (3) Madres ejecutivas; (4) Madres apáticas; y (5) Madres asfixiantes. Cada uno de estos modelos está acompañado por un grupo de los que identifiqué como estilos maternos. Con la descripción de cada modelo y estilo, pretendo enfatizar la versatilidad presente en la figura y función maternas.

    Es importante mantener en mente que mi propuesta de estos modelos y estilos maternales no es el resultado de un estudio científico prolongado o una investigación empírica. Ésta surge como resultado de las observaciones acumuladas a través de los años de trabajo clínico con estos hombres y como resultado de una necesidad personal de querer organizar mi trabajo terapéutico con ellos.

    Como he señalado, la segunda parte del libro está enfocada en la recuperación. Aunque agradezco la lectura de este libro, y aunque promuevo la importancia de la curiosidad intelectual, no creo en lo que he denominado como la salvación por lectura. En otras palabras, leer este libro será un ejercicio beneficioso pero no será una estrategia efectiva, muy especialmente si se pretende trabajar en un proceso de recuperación emocional. Los milagros terapéuticos por intelectualización no existen. Por esta razón, limité el contenido de esta sesión del libro a solo dos capítulos.

    Esta segunda parte trae consigo dos historias a través de las cuales intento comunicar la posible recuperación emocional de los hombres que se encuentran formando parte de una relación fusionada con sus madres. La pregunta central del capítulo diez está centrada en la posibilidad de ser o no ser un hombre escurridizo. También se considera la importancia del inconsciente en el mantenimiento del síndrome.

    En el capítulo once dedico tiempo a discutir los pormenores del proceso terapéutico. ¿Quién necesita ir a terapia?, ¿cómo seleccionar el terapeuta adecuado?, ¿qué sucederá durante el tratamiento? A través de los años, he acumulado muchos éxitos en mi trabajo con los que posteriormente identifiqué como hombres escurridizos, por lo tanto, espero que a través de la lectura de ese capítulo el lector encuentre razones para establecer un nuevo sentido de esperanza hacia su recuperación.

    La mayor parte de los hombres escurridizos que han llegado a mi consultorio lo han hecho bajo las directrices, expectativas, presiones o demandas de sus parejas. Por esta razón, la tercera parte de este libro es dedicada a la temática de las relaciones.

    En el capítulo doce presto atención a las relaciones del hombre escurridizo con su madre, padre y familia. ¿Cómo puede establecer relaciones positivas con sus padres y hermanos? Si no le fuera posible establecer relaciones saludables con los demás miembros de la familia, entonces, ¿cómo puede minimizar los daños emocionales causados por relaciones parentofiliales tóxicas?

    En el capítulo trece presento mi propuesta acerca de la importancia de la diferenciación en una relación saludable. De igual manera, incluyo la temática de las relaciones analgésicas y sus efectos. En el mismo capítulo defino lo que a mi entender son dos de los perfiles operativos más comunes en los hombres escurridizos: controladores y conciliadores.

    En el capítulo catorce enfoco mi atención en la mujer que lucha por mantener una relación romántica con un hombre escurridizo. De ser ella quien está buscando ayuda profesional, entonces ofrezco una serie de recomendaciones que podrían serle útiles.

    En el capítulo quince, regreso al tema de la diferenciación pero, en esta ocasión, desde una perspectiva pediátrica. Paralela a esta temática menciono la importancia de la figura paterna en el proceso de desarrollo del niño y cómo él podría llegar a ser el antídoto ideal para contrarrestar la formación de una relación fusionada entre el hijo y la madre.

    Por último, en el capítulo dieciséis invito al lector a considerar la verdad como la única manera a través de la cual podrá obtener la libertad emocional deseada.

    Este libro está repleto de buenas noticias, tanto para los hombres escurridizos como para las mujeres que los aman. Éstas podrían ser resumidas al decir que existen ayudas efectivas para tratar a los hombres que padecen de este síndrome utilizando una variedad de técnicas y modelos terapéuticos. Al recibir el tratamiento apropiado, pueden llegar a deshacerse del dolor que los ha mantenido operando deficientemente en sus relaciones. En lo personal, los he visto transformarse hasta atreverse a abrazar el riesgo incluido en el establecimiento de toda relación significativa, en lugar de descalificarlas por considerarlas una amenaza de entrampamiento. Para las mujeres enamoradas de un hombre escurridizo, este libro pretende ser una guía acerca de lo que podría suceder en una relación con uno de estos hombres y cómo comenzar a trabajar en los retos relacionales que aparecerán.

    Existe una diferencia abismal entre lo que es una madre funcional que ama a su hijo y una para quien su hijo ha venido a ser su proyecto de vida. Los invito a acompañarme a escudriñar el contenido que da forma y contenido a este trabajo. Mi esperanza es que, juntos, logremos descubrir la esencia y significado del amor, de la belleza y de la libertad que definen las relaciones saludables, las que a partir del día de hoy lucharemos por establecer.

    Dr. C.J. Correa Bernier

    San Diego, Ca.

    Dedicatoria

    A ti, quien pacientemente esperó en la antesala de nuestros sueños, hasta aquel día, cuando el pánico venció todas nuestras ilusiones.

    Amamos más la idea de amarnos que el amor mismo. Y fue así, amándonos sin amarnos, como nuestro amor murió de soledad.

    ~ DR. C.J. CORREA BERNIER

    CAPÍTULO 1

    Dispuestos pero no Disponibles (Arturo)

    Arturo y Susana estaban sentados a la orilla en una playa solitaria admirando la inmensidad del horizonte. Ambos intentaban describir lo que en realidad estaban sintiendo, pero sin saber cómo decirlo. Mientras Susana lloraba, Arturo permanecía inmóvil, como si estuviera paralizado, tratando de encontrar la mejor manera de salir de aquel atolladero.

    —¿Por favor, dime qué es lo que deseas que no logras encontrar en mí?, ¿estás buscando la reencarnación de tu madre en el cuerpo de otra mujer?, ¿es eso lo que buscas? —La frustración de Susana se hacía cada vez más obvia, especialmente cuando era sacudida por las incongruencias de su novio.

    —¿De qué hablas?, ¿por qué sientes la necesidad de involucrar a mi madre en un asunto en el que no tiene nada que ver? —le respondía Arturo, tratando de calmar las quejas de su novia—. Mi madre es muy importante para mí, entiéndelo ya —continuó Arturo—. Ella es, y siempre será, la mujer más importante de mi vida. A ella le debo todo lo que soy y todo lo que tengo. ¡Es mi madre!

    Como con una ametralladora, Arturo trataba de destruir los argumentos de su novia—: ¿Qué tiene de malo que un hijo agradecido desee cuidar de su madre? Jamás la voy a abandonar, entiéndelo. Mientras observaba a su novio, Susana no podía creer lo que estaba escuchando. No sabía qué decir, así que, como torbellino, se levantó y comenzó a recoger sus cosas sin saber a dónde se dirigía, mientras le hacía saber a Arturo lo que en realidad estaba pensando:

    —Esto no tiene nada que ver con el amor y dedicación que tienes hacia tu madre. Tampoco es una crítica en contra de tus supuestos deseos de querer ser un excelente hijo. Esta situación tiene que ver con el control que tu madre parece tener sobre ti y el que pretende tener sobre nuestra relación. ¿Acaso no has nota-do que no contamos con la más mínima privacidad en nuestra relación? No la tenemos ni cuando estamos solos. Pero no eres capaz de ponerle límites a tu madre. Actúas como si le tuvieras miedo. No puedes decirle ‘no’. Y como si fuera poco, cuando le obedeces o accedes a lo que te pide, en lugar de incluirme, me tratas como si fuera el plato de segunda mesa

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