Mujeriego: La Historia De Alex Mantilla
Por Nelson Díaz
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Mujeriego - Nelson Díaz
Copyright © 2013 por Nelson Díaz.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2013902952
ISBN:
Tapa Blanda 978-1-4633-5163-2
Libro Electrónico 978-1-4633-5164-9
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.
Fecha de revisión: 19/02/2013
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368312
Contents
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
…un barredor de tristeza, un aguacero en venganza, que cuando escampe parezca, nuestra esperanza …
Silvio Rodríguez
A mis hijos, por siempre darle sentido a mi vida, a todo aquel que nunca renuncie a su capacidad de amar, a los que siembran ilusiones con una simple sonrisa, a los que todavía creen que vale la pena vivir, y por supuesto, al amor
Cuba es una isla maravillosa, la más grande del Caribe, cuna del ron y del tabaco, de la rumba y el son, de mujeres ardientes que caminan haciendo el amor. Una isla rodeada de playas serenas, donde la arena es blanca y fina, donde se nota la mano de Dios.
En esa isla nació Alex, cubano de profesión, pillo por naturaleza, un personaje de novela que nunca pasaría desapercibido, su vida estaría llena de acción y aventura, definitivamente, no sería un tipo común. Nació en el 1970, año tristemente célebre por La Zafra de los Diez Millones
, un proyecto atrevido y novedoso, que terminó en fracaso pues nunca se pudo llegar a la ansiada meta a pesar del gran esfuerzo humano y lo extenso de su ardua planificación. Como nota curiosa, Alex Mantilla llegó feliz a este mundo, un 8 de marzo, nada menos que el Día Internacional de la Mujer, fecha que con el andar de los años estaría muy ligada a nuestro personaje, pues las mujeres serían parte de su entorno a lo largo de toda su existencia. Nació en un hogar típico de gente revolucionaria y de fe en el sistema, fue el menor de tres hermanos. Su padre, comunista y dirigente político, le puso por nombre Alejandro en honor a Fidel, pues ese era el nombre usado por éste en los años previos al triunfo de la Revolución, cuando entonces se luchaba en la clandestinidad. Nació, como el resto de sus hermanos, para ser un combatiente más de las filas del Partido, un exponente fiel del Hombre Nuevo que ese sistema se había empeñado en crear, sin embargo, el tiempo se encargaría de demostrar todo lo contrario, Alex nunca sería lo que sus padres soñaron, la doctrina socialista nunca entraría en su cabeza y sólo serviría para alejarlo de sus creadores y del resto de la familia.
Su infancia transcurrió como la de cualquier niño en la Cuba Socialista, fue pionero como los demás y se destacaba por su facilidad para expresarse, no apreciaba mucho las actividades políticas, pero sí las culturales, su primera pasión fue la música, le encantaba el baile y el canto, fue un niño muy feliz y siempre andaba contento, una época que después recordaría con agrado.
En su casa se vivía austeramente pero no con la escasez de otros hogares, su padre ocupaba un puesto muy importante en el Ministerio de las Fuerzas
Armadas y su mamá era enfermera y también dirigente sindical, los medios en que se desenvolvían, traían implícitos ciertos beneficios, algo típico de un país que se suponía sin clases, pero donde en realidad existían una gran cantidad de ellas, en definitiva, una de las tantas mentiras del sistema.
Cuando Alex pasó a los estudios secundarios, comenzó un notable cambio en las relaciones con sus padres, ya que éstos le exigían un compromiso mayor con las actividades políticas de la escuela, mientras él se mostraba más propenso a la fiesta y a las chicas. Como nota curiosa, en lo que sí respecta a la Escuela al Campo, proyecto del Sistema Escolar Cubano que vinculaba las clases con el trabajo agrícola, nunca había queja por parte de Alex, ésa era una tarea a la que estaba siempre dispuesto y sus historias en los campamentos llegaron a convertirse en leyendas, nunca se sabrá por seguro las chicas que pasaron por sus manos en esa etapa. Mientras los otros muchachos preferían bañarse en el río o montar a caballo, nuestro personaje perseguía a cuanta falda se ponía a tiro y ahí las iniciaba en las gestiones del sexo. Era, desde esa época, un conquistador natural, al que muy pocas lograban resistirse.
Por supuesto que nada de esto podía complacer a sus padres, era lógico que esperaran de él una actitud más madura y responsable.
-Alex, parece mentira que tú vayas a la Escuela al Campo sólo a joder con las chiquitas, a ti no te interesa ser vanguardia de tu campamento?, no te interesa que tus compañeros te vean como un líder?
-Viejo, por favor, acepta de una vez y por todas que yo no voy a ser el líder estudiantil que tú esperas, si me pones una chica y un libro de Lenin, me voy tras la chica pues la voy a pasar mejor, para mí ese ruso es solamente el viejito que inventó el hambre
-Pero coño Alex, cómo vas a hablar así de Lenin, no te das cuenta que esas doctrinas son la base de esta Revolución
-Sí, ya lo sé, por eso esto cada día está más jodío´
Como cada vez eran más frecuentes la discusiones con su hijo, Miguel Mantilla decidió que lo mejor sería que el chico pasara a cursar estudios en
Los Camilitos, escuela militar de mayor rigor, donde él esperaba que el niño encontrara el camino militante deseado por la familia, a fin de cuentas sus hermanos mayores no habían dado problemas y sólo Alex se mantenía como la oveja negra. Sin embargo, sus intenciones se verían frustradas y todo terminaría en la habitual controversia.
-Pero viejo, quién coño te dijo a ti que a mí me gusta el ejército, métete en la cabeza que yo no nací para obedecer, allá tú que tienes espíritu de buey, allá tú que dejas que esta gente
te explote. No te das cuenta que te están usando pues a todo dices que sí, así será hasta que revientes y te mueras, y entonces le darán un diploma a tu familia y si tienes suerte, tal vez hasta le pongan tu nombre a algún campo deportivo
-Carajo!, cómo vas a pensar así de la Revolución, cómo vas a pensar que nuestro líder va a ser tan mezquino. Piensas que aquí tiran a un lado a los que luchan por esta causa, cómo se te ocurre juzgar de esa manera nuestro sistema
-Mira viejo, te puedes ir a la mierda tú y tu puñetera Revolución, yo sólo tengo 16 años y ya estoy hasta los cojones de tanta promesa, estoy harto de tanta excusa y tanta planificación para un futuro que nunca llega, yo quiero que me den opciones, quiero alternativas, no puedes entender de una vez que aquí no te dan a escoger?, aquí sólo existe lo que ofrecen ustedes, y encima hay que estar agradecidos. No jodas viejo, me da pena porque te quiero, pero tú estás ciego pa´l carajo.
Miguel estaba decepcionado, de ninguna manera podía aceptar que el más pequeño de sus hijos se convirtiera en un rebelde, en un antisocial, eso no le podía pasar a él, quien había consagrado su vida incondicionalmente a todo lo que fuera necesario para llevar a cabo los ideales de la Revolución.
La vida lo castigaba y por primera vez no sabía que hacer, no obstante, vio una solución, si Alex no quería ir voluntariamente a la escuela militar, el conocía otro medio para meterlo en cintura, ojalá que el tiempo no llegara a demostrarle que estaba errado.
Capítulo I
-Ciento nueve
-Aquí
-Ciento diez
-Aquí
-Ciento once…
-Ciento once…
-Ciento onceee..-gritó el cabo Harim al borde de un ataque de histeria, no soportaba cuando los reclutas no contestaban al pase de lista. Eran las diez de la noche y lo único que deseaba era irse a dormir.
Se dirigió a la barraca donde estaban los dormitorios y entró como un rayo en busca del recluta que no contestaba. Ésta se encontraba toda desierta y a oscuras, el silencio lo sorprendió un tanto.
-Alex Mantilla, procura estar ahí o te voy a partir los cojones esta vez
-Alex Mantilla, responde de una vez hijo de la gran puta!
Lo único que se oyó por respuesta fue una trompetilla que el silencio de la noche se encargó de hacer más sonora. Las risas que siguieron, lograron que el cabo se enfureciera aún más, de pronto su cara se tornó púrpura y sólo atinaba a decir improperios y cagarse en la madre de cuanto soldado había en el campamento. Mientras, a corta distancia, Alex saltaba una cerca que dividía el campamento de la ciudad, lo esperaba una chica y eso era lo importante, más tarde ya tendría tiempo de arreglarse con el cabo Harim.
Todavía no había amanecido cuando Alex llegaba al campamento por la posta número 4 que estaba en la punta de una loma, pegado a lo que ahora se llamaba Ciudad Libertad, antiguo campamento Columbia. Sabía que a esa hora, el soldado que estaba de guardia era su amigo y lo dejaría pasar sin problema alguno, la garita estaba desierta y soltó un silbido para poder comprobar que todo estaba en orden, de la posta le respondieron que sí, todo bajo control
, pensó en voz alta.
-Coño Alex tú si los tienes bien puestos, sabes que el cabo está puesto para ti y todavía tienes los timbales de escaparte
-Ay no jodas Samuel, si tu vieras la chica que me estaba esperando, no lo hubieras pensado dos veces, por esa niña cualquiera va a parar al calabozo
-Bueno, prepárate pa´lo que viene pues me dijeron que el cabo estaba que echaba leche, de ésta no te salva ni el médico chino, que tengas suerte Alex sonrió al pasar junto a su amigo y se dirigió en silencio hacia donde se encontraban las barracas, quería tirarse un rato antes de enfrentarse al cabo y no tenía muchas esperanzas de salvarse de un castigo, pero en verdad no le importaba, sabía de todas maneras que esa semana no tendría pase por un altercado que tuvo con otro recluta, lo había sorprendido tratando de robarle las botas y ahí mismo se entraron a golpes, eso era común en aquel campamento donde a todas horas se ponía a prueba la hombría de aquellos jóvenes, el que se aflojaba, tendría que soportar por siempre la humillación de los más bravucones, era la ley de aquella jungla.
Estaba ya al borde de su litera, cuando lo sorprendió la voz del cabo Harim saliendo de una esquina de la barraca.
-Soldado Alex Mantilla, así lo quería coger, no me va a decir que viene del baño, verdad?
-OK mi cabito, sé que no lo va a creer pero le juro que hoy estoy justificado por mi ausencia, tuve una emergencia de las que uno no se puede evadir, se lo juro por las cenizas de mi padre
-Pero si tu padre no está muerto cabrón!
-Sí mi cabito, pero fuma
-Pero que coño es esto, Guardia!, Guardia!-comenzó a gritar como un loco a la vez que se dirigía hacia la entrada de la barraca
-Llévenselo pa´l calabozo hasta que yo me acuerde, este cabrón no sabe con quién está jugando, te van a salir canas en el culo en ese hueco
Con la algarabía, todos se habían despertado y reían con el berrinche del cabo Harim, aunque ya estaban acostumbrados a sus demostraciones de mal genio, hoy parecía que le iba a dar un ataque, y una vez más, a causa de las escapadas del recluta más maldito del campamento.
Había pasado una semana y Alex seguía en el calabozo, todo su cuerpo le dolía y las piernas las tenía entumidas a causa de la humedad y la falta de ejercicio, como el espacio era tan reducido, sólo podía dar pequeños pasos dentro de aquella celda sofocante y pestilente. Cuando llegaba la noche, el sueño lo vencía, tenía muchas pesadillas y terminaba despertándose con la boca seca y un terrible dolor de cabeza. Cómo había cambiado su vida, tan feliz y llena de aventuras. Sólo por el capricho de su padre de meterlo en el ejército para que siguiera la misma carrera que él, para que también fuera dirigente. Yo lo único que quiero dirigir es mi Vida
, pensaba en aquel momento y sentía odio hacia su padre, aunque después lo perdonaba.
-Soldado ciento once, de pieeee-le gritó el cabo Harim desde afuera
Había pasado diez días en aquella pocilga y ya venían a sacarlo, en su fuero interno, ni siquiera sentía rencor por el cabo, mas bien le tenía lástima.
-Espero que haya pensado bastante en todo este tiempo soldado, usted es muy joven para ser tan rebelde-le dijo el guardia en tono apacible
-Es que usted no tiene sentido del humor mi cabito
-No me diga cabito carajo, usted no escarmienta soldado
-OK mi cabo, no se preocupe que no se lo diré más. De ahora en adelante voy a ser su mejor recluta, se lo prometo
-Pues eso espero soldado, usted viene de una familia de militares y gente responsable, así que debe dar mejor ejemplo, la Revolución es generosa y le da oportunidades a todos sus hijos
Las últimas palabras del militar, quedaban colgadas en el aire mientras Alex se alejaba hacia los dormitorios, ahora sólo quería descansar y poner detrás de él su más reciente castigo, ya estaba convencido que lo mejor era portarse bien y esperar que el tiempo pasara bien rápido.
Alex cumplió su palabra y se convirtió en un joven más estable, seguía sin gustarle el ejército, pero los castigos fueron disminuyendo poco a poco, se había hecho el compromiso de sacar mejor partido de su estancia en la vida militar, lo escogieron para pasar un curso de comunicaciones y lo aprobó con buenas notas. Hasta el cabo Harim estaba sorprendido con el cambio, nunca había creído en la promesa de Alex el día que salió del calabozo, sin embargo, fue de los primeros en felicitarlo cuando se graduó del curso.
Una vez terminado el curso, se quedó sirviendo en la misma base hasta que le llegó el día final de su vida militar, le parecía mentira, pero una vez más regresaba a la vida civil, detrás quedaban los gritos y las órdenes, todas las marchas forzadas y las interminables guardias, se acababa por fin aquella pesadilla que le había impuesto su padre. Había sido una etapa de constante aprendizaje y no podía negar que al final de la jornada, había sido una experiencia positiva y constructiva, de aquel niño de 16 años que había entrado como recluta tres años atrás, no quedaba más que la misma pícara sonrisa que tanto lo distinguía de los demás, el resto era en realidad un hombre nuevo, aunque no precisamente el hombre nuevo
que su padre había soñado
Lo primero que hizo Alex cuando de desmovilizó, fue ir para casa de su abuela Rosa en la barriada de la Víbora, en definitiva, durante los tres años que cumplió en el ejército, ni una sola vez se había quedado en Miramar en casa de sus padres, ni siquiera los había visto con frecuencia y durante todo ese período, apenas había conversado con su padre, que era con quién en verdad estaba enojado, mientras que el viejo Mantilla seguía frustrado ante la rebeldía de su hijo.
La casa era bastante grande y con un gran portal donde corría un fresco agradable, incluso en los calurosos días de verano, estaba situada en una loma bastante alta, lo cual explicaba en parte que la casa fuera tan ventilada
Pero lo que más le gustaba a Alex, era que su cuarto estaba en la azotea, a donde se llegaba por una escalera que estaba fuera de la casa, en otras palabras, tenía para él, una entrada independiente, por lo que a pesar de las peleas de su abuela, por ahí subía a cuanta chica lograba ligar por la calle, ese era sin duda, el escenario perfecto para un tipo como él.
-Abuela, abraza a tu nieto coño que ya soy un hombre libre-le gritó apenas hizo su entrada en la casa
-Qué buena noticia Alex! parece que fue ayer cuando te llevamos al Campo Deportivo el día que entraste al Servicio
-Sí abuela, parece que fue ayer, pensar que esta pesadilla se la debo a mi padre
-Ay mi nieto no seas tan rencoroso, piensa que él lo hizo por tu bien, mira este pasaje de tu vida como algo positivo, donde aprendiste muchas cosas valiosas, verás que al final, terminarás por agradecerle esto que hizo por ti
Alex levantó la cabeza y la miró con ternura, había algo en esa mujer que él no podía explicar, siempre tenía una respuesta razonable para todo, en sus palabras predominaban la sabiduría y el juicio, y sobretodo, manejaba a la perfección el arte de perdonar. Por un momento pensó en responderle a su abuela, sin embargo, pudo más la bondad en la mirada de la anciana, se quedó en silencio un rato, meditando profundamente en el mensaje que había en aquellas palabras. Finalmente se dirigió a ella.
-Es probable que tengas razón, después de todo, esta etapa ha sido una gran escuela para mí, entré muy niño y de pronto me vi rodeado de gente mayor que yo, es cierto que al final, puede que haya salido ganando y como tú dices, termine agradeciéndole al viejo
-Sabes una cosa?, a pesar de las diferencias que hay entre ustedes, tú siempre has sido su preferido, a él le gusta mucho tu honestidad, y esa manera como planteas tus ideas, aun cuando piensa que eres un rebelde, dice que eres un rebelde que defiende sus puntos de vista como lo hacen los hombres auténticos
Una vez más Alex se quedó meditando sobre las palabras de su abuela, sabía que tarde o temprano tendría que resolver el conflicto con su padre, no era una cuestión que se podía posponer, es cierto que tenía grandes contradicciones respecto a él, pero en lo más profundo de su alma, sabía que lo quería y lo admiraba, a pesar de las discrepancias en cuanto a sus ideales y su postura un tanto fanática y ciega sobre el sistema que defendía, sabía que detrás de aquel hombre estricto y de modales un tanto rudos, la nobleza de sus principios se alzaba por encima de toda apariencia.
-No te preocupes abuela, te prometo que más pronto que tarde, voy a hacer las paces con él, quiero dejarle bien claro que mientras haya respeto mutuo y tolerancia, nuestras diferencias se podrán arreglar
Algo cierto que ya Alex tenía en mente, era salir a buscar trabajo, al menos tenía un certificado que lo acreditaba como técnico en comunicaciones y por esa dirección pensaba encaminarse, no era una profesión que fuera de todo su agrado pero al menos sería algo donde poder empezar, pero el tiempo se encargaría de amargarle sus nuevos bríos. En la mayoría de las empresas que visitaba en busca de trabajo, la respuesta era la misma, sólo tenían necesidad de técnicos para trabajar en las provincias fuera de La Habana, pues la capital estaba atestada de ése tipo de técnicos y solo los necesitaban en el área del campo. En cada situación la respuesta de Alex fue la misma, salía de la oficina tirando la puerta tras de sí y gritando obscenidades contra el gobierno y cuanto dirigente le venía a la mente.
Después de una semana llena de frustraciones e intentos en vano, tomó una decisión que a él le pareció sabia, dejaría de buscar trabajo por ahora y se estudiaría la situación actual del país, como quiera que fuera, había estado tres años en el ejército y aún no tenía el pulso de la ciudad, su sexto sentido le decía que si no había encontrado trabajo, eso era una señal de que el Destino tenía otros planes para él.
Debido a los años que estuvo en el ejército, había perdido un poco lo que era la realidad de la calle, ya que las pocas veces que salía de pase, era siempre en busca de alguna fiesta en el barrio para conquistar alguna nueva chica que le hiciera pasar unas horas de placer y entretenimiento, eso era ya parte de su rutina, sin embargo, también había tenido tiempo para hacer nuevas amistades, entre las que se encontraba, Moisés, un negrito de esos que siempre tienen la última porque les sobra la chispa y los inunda el ingenio, el típico cubano de la calle que no le importa lo difícil que sea la situación, pues ellos nunca se rinden y encuentran la solución, en muchas ocasiones, con las salidas que nadie espera. Precisamente a ese personaje fue a buscar Alex, para que lo pusiera al día en el acontecer de su ciudad.
-Qué volá Moisés!, tú como siempre, metiendo cuentos aquí en la esquina y con la mente alta-le dijo Alex a su amigo cuando se encontró con él en aquella