Las cosas podrían ir terriblemente mal
Por Kelly G. Wilson y Troy DuFrene
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No puedes hacer absolutamente nada para evitar que, cuando menos lo esperes, las cosas salgan mal. Si este pensamiento te causa ansiedad, nadie en el mundo puede negar que tienes razón. Además, tu preocupación es mucho más común de lo que imaginas. Si pudieras hacer desaparecer tu ansiedad, tu vida sería mucho más fácil, ¿verdad? Bueno, tal vez, o tal vez no. ¿Es necesario que la ansiedad desaparezca para vivir una vida plena, vital, con riqueza y propósito? ¿O puedes aceptar la vida tal como es y asumir estoicamente que puede pasar cualquier cosa?
Con sencillez y sentido del humor, este libro aborda el problema de la ansiedad de manera diferente a la mayoría. Te ayudará a sumergirte en tus preocupaciones y ver cómo sería tener ansiedad y aún así respirar y vivir de una forma auténtica y acorde con tus valores.
Este libro ha sido galardonado con el premio de la Asociación de Terapias Cognitivo Conductuales, otorgado a libros de divulgación psicológica consistentes con los principios de la terapia cognitiva (TCC) y que incorporan estrategias científicamente probadas.
La crítica ha dicho...
«Con un sólido fundamento clínico y directrices claras». Leslie S. Greenberg, Universidad de York
«Una lectura esencial para todos los profesionales del campo de la psicoterapia». Mark Williams, Universidad de Oxford
«Un enfoque sofisticado y sabio de la transformación humana, validado por la investigación clínica». Tara Brach
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Comentarios para Las cosas podrían ir terriblemente mal
1 clasificación1 comentario
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Tope de gama el libro. Profundo pero sencillo para educar y comprender un asunto q produce tanto malestar: la ansiedad
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Las cosas podrían ir terriblemente mal - Kelly G. Wilson
1
LAS COSAS PUEDEN SALIR MUY, MUY MAL
Uno más eres de los desdichados
que ven todos sus planes anulados:
del hombre y del ratón quedan truncados,
los proyectos mejores,
¡y en vez de los éxitos anhelados,
nos quedan sinsabores!
ROBERT BURNS, A un ratón
Un martes por la mañana de 2001, un vendedor de vinos estaba en su apartamento de Berkeley, California, preparándose para ir a trabajar. Después de ducharse y afeitarse, se puso un traje que le quedaba mal, unos mocasines negros desgastados y una corbata azul que, como observó con alarma, había manchado de grasa durante la comida el día anterior. Como trabajaba en la ciudad de San Francisco y a veces el tráfico desde Berkeley hasta la ciudad podía ser intenso, tenía la costumbre de madrugar para evitar lo peor. Su novia, que realizaba un trayecto más agradecido, podía permitirse una hora más de sueño y seguía en la cama.
El vendedor de vinos opinaba que no estaba hecho para ese trabajo. No era el tipo de persona que podía presentarse a una visita comercial, hacer un discurso y luego aceptar un pedido o marcharse con las manos vacías. Para él, cada rechazo era algo personal. Cada «no» le escocía un poco más que el anterior. No estaba preparado para enfrentarse a la inevitable humillación que le ofendía cada vez que la respuesta a «¿Cuántos puedo traerle?» era «Ninguno, gracias».
Mientras se cepillaba los dientes, repasaba mentalmente los nombres y las caras de los propietarios de las licorerías de San Francisco que podrían rechazarlo ese mismo día. Mientras lo hacía, le costaba centrarse en uno de ellos. Era como si todos empezaran a compartir un mismo rostro.
Si no compraban, se quedaría atrás en sus cuotas, y eso significaba algo más que perder sus comisiones. No sabía a qué atenerse con su jefe y con el jefe de su jefe. Solo llevaba medio año en el trabajo. Hasta el momento había alcanzado todos sus objetivos, pero cada mes le resultaba más difícil. De vez en cuando recibía mensajes de voz alentadores del jefe de zona, e incluso había sido elogiado por su rendimiento en la última reunión de ventas. Pero era cuestión de tiempo. Si sus jefes supieran realmente lo mucho que tenía que esforzarse para cumplir sus cuotas o lo cerca que estaba siempre del fracaso los últimos días de cada mes, lo echarían a la calle sin miramientos.
Y durante las dos últimas semanas sus superiores habían guardado un silencio condenatorio. La oficina central había enmudecido. ¿Qué podía significar eso? Lo normal sería que estuvieran enfadados con él, que le dieran la lata con las cifras, pero ese silencio era sospechoso.
El lunes, el día anterior, la perspectiva de ser rechazado una vez más había sido mayor de lo que podía soportar. Había acudido a su primera cita, aparcó el coche a seis manzanas de distancia y caminó hasta la puerta lateral de la licorería. Incluso puso la mano en el pomo, pero no pudo girarlo. Dio un par de vueltas a la manzana, sudando, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Pero cuando volvió a estar frente la puerta, una vez más se dio cuenta de que no podía abrirla y entrar.
Así que se marchó. Condujo hasta Pacific Heights y pasó seis horas seguidas sentado en el coche aparcado, contemplando Alcatraz, como si estuviera en su propia prisión. Cada dos o tres minutos marcaba el número de su buzón de voz, introducía su contraseña y esperaba a oír... ¿Qué? ¿La voz condenatoria de su cliente, exigiendo saber por qué no había aparecido? ¿La voz tensa pero contenida del jefe de zona, llamándole a la oficina para charlar un rato? Pero no oyó nada. La voz femenina informatizada al otro lado de la línea le dijo lo que más temía: «No tiene nuevos mensajes de voz».
Entre llamada y llamada al buzón de voz, su teléfono no sonaba y su localizador tampoco. No podía quitarse de encima la sensación de que algo estaba pasando ahí fuera y que no tenía ni idea de lo que era. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que, cada pocos latidos, sentía un pequeño aleteo en su pecho, un latido perdido.
¿Cuánto tiempo podría durar esto? Sabía que podía hacer este trabajo o, al menos, que podría hacerlo si se deshacía de esa sensación constante de... ¿qué? ¿De que le despedirían? ¿Que quedaría en ridículo? ¿Que no podría pagar el alquiler? Ni siquiera sabía qué le preocupaba más.
El vendedor salió de sus cavilaciones al sentir una punzada aguda y saborear sangre en la boca. Tardó un momento en darse cuenta de que, mientras se obsesionaba con el día anterior, se había estado mordiendo las uñas y al final se había roto la del pulgar. Miró el reloj y vio que ya eran las ocho menos cuarto. ¡Maldita sea! Ya habría un enorme atasco en el peaje del puente.
Ahora recorría la casa recogiendo sus cosas. Recogió su maletín, las llaves del coche y una tostada a medio comer y se volvió hacia la puerta principal. Antes de que pudiera poner la mano en el pomo, su novia salió corriendo del dormitorio y lo llamó.
«Pon las noticias», balbuceó. «Ha habido un ataque terrorista masivo en Nueva York».
Los verdaderos problemas de tu vida suelen ser cosas que nunca se te han pasado por la cabeza; el tipo de cosas que te sorprenden a las cuatro de la tarde de un martes cualquiera.
ENCONTRAR LA SALIDA ENCONTRANDO LA ENTRADA
A veces las cosas salen terriblemente mal. A veces suceden de maneras para las que no estamos preparados. Y a veces ocurre de maneras que nunca podríamos haber tomado en serio o ni siquiera imaginado.
No creemos que necesites una lección de historia sobre la capacidad que tiene el mundo para no cumplir nuestras expectativas, pero podríamos dártela fácilmente. En el poema que abre este capítulo, Robert Burns pone el dedo en la llaga: a pesar de toda la planificación y la cobertura que hacemos contra la posibilidad de una desgracia, donde esperamos alegría a menudo solo encontramos miedo y dolor.
¿Y cuál es la consecuencia de esto? ¿Aceptamos con calma y ecuanimidad la posibilidad de que las cosas vayan terriblemente mal y nos disponemos a vivir nuestras vidas? Para muchos de nosotros, la respuesta es no. Nos preocupamos. Sentimos pánico. Tenemos miedo. Como los adivinos, nos asomamos al futuro y escudriñamos el pasado buscando algo, cualquier cosa, que pueda ser un antídoto contra lo desconocido. A veces, esta tendencia a preocuparnos y sentir temor se desliga de cualquier resultado concreto que nos amenace. Empezamos a preocuparnos por la preocupación y a temer al propio miedo. Nos entra el pánico y luego nos entra el pánico de que podamos, una vez más, experimentar el pánico.
En otras palabras, nos ponemos ansiosos y, para algunos de nosotros, la ansiedad se convierte literalmente en nuestro propósito. Lo entregamos todo a estos sentimientos; se apoderan por completo de nuestras vidas. En un sentido muy real, no tenemos ansiedad. Ella nos tiene a nosotros.
Este libro trata sobre la ansiedad y el papel que desempeña en tu vida. Y lo que es más importante, trata sobre cómo liberarte de las limitaciones que te impone la ansiedad. Este libro se propone ayudarte a encontrar una salida a tu lucha contra la ansiedad.
Esto no quiere decir que vayamos a ayudarte a librarte de la ansiedad. En lugar de intentar alejarte de esos sentimientos, vamos a pedirte que te metas en su interior, te sientes tranquilamente ahí y mires a tu alrededor. Vamos a pedirte que te hagas una idea de lo que ocurre en tu cuerpo y en tu mente en el preciso momento en que te sientes ansioso. Vamos a pedirte que tengas esos sentimientos y experiencias (incluso que les des la bienvenida) y que a continuación tomes decisiones para vivir de una manera significativa para ti
Somos conscientes de que, sobre todo si tu vida se ha visto obstaculizada de forma significativa por la preocupación, el miedo y el pánico, probablemente esta te parezca la peor de las ideas. La ansiedad es una carga que has llevado durante mucho tiempo, y probablemente lo que más deseas es dejarla atrás. Lo entendemos. Pero en los capítulos que siguen vamos a explicarte que los intentos de alejar estos sentimientos solo los acercarán y los atarán más fuertemente a ti. Aunque pueda parecer contradictorio, vamos a proponerte que la mejor forma de liberarte de la ansiedad es reconocerla, abrazarla e incluso buscarla. Aunque ahora esto pueda parecer aterrador, te garantizamos que las cosas difíciles que vengan a continuación lo harán con un montón de advertencias, además de un poco de humor, para ayudarte a calmar los nervios. Si estás dispuesto a venir con nosotros, creemos que podemos iniciarte en un viaje que te llevará a un lugar nuevo y maravilloso, aunque sea un lugar donde la ansiedad también puede estar.
En los capítulos que siguen analizaremos el fenómeno de la ansiedad de una forma amplia y, esperamos, a veces sorprendente. Comenzaremos echando un vistazo a las etiquetas que actualmente ponemos a ciertos tipos de comportamiento ansioso (términos con los que probablemente estés familiarizado, como ataques de pánico y trastorno de ansiedad generalizada). Y luego explicaremos de qué forma estas etiquetas pueden ser engañosas y que pensar en la ansiedad en términos de la función que desempeña en tu vida puede ser muy útil para liberarte de sus efectos. También analizaremos cómo determinados hechos relacionados con nuestra forma de pensar y de utilizar el lenguaje nos empujan a todos a experimentar cierto grado de ansiedad.
Una vez aclarado esto, nuestro objetivo será ayudarte a encontrar una forma de vivir una vida enriquecedora y significativa en presencia de cualquier cosa que tu mente te proponga, incluida la ansiedad. Para ello, vamos a presentarte las ideas básicas que componen la terapia de aceptación y compromiso (ACT), un modelo de psicoterapia que está ganando popularidad y que cuenta con un sólido respaldo por parte de la investigación básica y aplicada.
Visto a través de la lente de la ACT, los problemas de la vida, como la ansiedad, muestran un aspecto algo diferente al que estás acostumbrado. En lugar de ver la ansiedad como algo que «tienes», como un virus o un hueso roto, la ACT describe los problemas de ansiedad en términos de tu capacidad para funcionar en seis áreas de un proceso. Estas áreas de proceso son como los componentes básicos de nuestros problemas (y nuestros éxitos) en la vida. Si examinamos un problema como la ansiedad a la luz de estas áreas, podemos identificar ciertos fallos en los procesos que pueden estar contribuyendo al problema, al interponerse entre nosotros y lo que queremos en la vida. Teniendo esto en cuenta, podemos llevar a cabo pequeños ajustes en la forma en que hacemos las cosas o nos relacionamos con nuestras experiencias. En conjunto, estos cambios pueden ayudarnos a obtener más riqueza y sentido de nuestras vidas, sin necesidad de controlar, gestionar o deshacernos de ningún pensamiento, sentimiento o experiencia en particular.
Uno de los aspectos interesantes de esta forma poco habitual de analizar los problemas de la vida es que tiende a romper las distinciones que hacemos entre unos problemas u otros. Al describirlos en términos de fallos en algunos procesos vitales básicos, descubrimos que la ansiedad tiene mucho en común con la depresión, con la ira o con los sentimientos de falta de propósito, aislamiento o alienación, por ejemplo. Empezamos a ver que, en realidad, hay algunos hilos comunes que atraviesan toda la tela del sufrimiento humano, de la experiencia humana en su conjunto. Cuando consideres tu experiencia de ansiedad desde el punto de vista de la ACT, puede que descubras cosas sobre otros aspectos difíciles de tu vida que has tenido que afrontar.
En los capítulos 3 a 8 te guiaremos a través de las seis áreas de proceso de la ACT. En el orden en que las presentaremos, son:
—Contacto con el momento presente: la capacidad de prestar una atención flexible y centrada en lo que está ocurriendo en tu vida aquí y ahora.
—Defusión: la capacidad de sostener pensamientos y relatos sobre lo que podría suceder sin tomarlos al pie de la letra ni asumir que son invariablemente ciertos.
—Aceptación: la capacidad de reconocer y aceptar todos los aspectos de tu vida tal y como son.
—Valores: la capacidad de elegir y articular los aspectos de tu vida que de verdad te importan.
—Acción comprometida: la capacidad de elegir actuar de acuerdo con tus valores y de regresar fácilmente a ellos cuando te encuentres yendo en una dirección diferente.
—El yo como contexto: la capacidad de verse a uno mismo como un escenario dinámico y evolutivo en el que se desarrolla la vida, en lugar de como un conjunto fijo de ideas sobre quién eres y quién podrías ser.
Digamos desde el principio que el orden elegido para desarrollar nuestro discurso no tiene nada de mágico. Contempla en cada una de las áreas de este proceso como si fueran las caras de una piedra preciosa: si miras a través de una, verás las otras cinco reflejadas en ella. Ninguno de los procesos es más importante que los demás. Cada uno funciona en tu vida de forma constante y continua, y cada uno desempeña un papel clave en tu experiencia de la ansiedad y de los demás aspectos de tu vida.
Podemos asegurarte que, a