Sabemos que tomar un simple analgésico “adormece” lo que duele y un alivio momentáneo, tiempo dependiente, nos mejora. Pero sabemos también que ningún analgésico cura, porque solo quita el dolor mientras dura su efecto. Algo parecido ocurre con los dolores del alma: una pena, una decepción, una frustración, algo que nos mortifique, pueden también momentáneamente aliviarse si tomamos alguna píldora sedante analgésica. Veamos un poco de qué otra manera es factible lograr analgesia, sin pastillas, sin química, sin tener que estar cada tantas horas recurriendo a fármacos que adormecen el impulso nervioso. Se trata de una forma opuesta a ello.
Se trata de despertarnos frente a nosotros mismos. No de dormirnos. Se trata de meditar.