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Un Cadáver en el Jardín
Un Cadáver en el Jardín
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Libro electrónico254 páginas6 horas

Un Cadáver en el Jardín

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La jardinería extrema a menudo implica gnomos y cadáveres...

Es un día corriente para la detective octogenaria Myrtle Clover... hasta que su jardinero descubre un cadáver plantado en su jardín trasero. Esa muerte no está del todo clara, ya que la víctima fue golpeada en la cabeza con uno de los gnomos de jardín de Myrtle.

Miles, amigo de Myrtle, reconoce el cadáver y lo identifica como Charles Clayborne... para luego admitir de mala gana que es primo suyo. Charles no era el tipo de pariente del que puedes presumir; era un sinvergüenza común y corriente, y era probable que esa fuera la razón por la que acabó asesinado. Cuando Myrtle comienza a sacar los trapos sucios para resolver el asesinato, alguien está concentrado en asustarla para que deje el caso. Myrtle jura descubrir al asesino... antes de que ella misma esté criando malvas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 ago 2023
ISBN9781667460970
Un Cadáver en el Jardín

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    Un Cadáver en el Jardín - Elizabeth Spann Craig

    Capítulo Uno

    El anciano jardinero de Myrtle abrió la puerta trasera sin molestarse en limpiarse las botas en la alfombrilla, y pisoteó la cocina y el salón hasta llegar a la puerta principal de Myrtle.

    Dusty era un completo inútil como jardinero, pero este grado de dejadez era demasiado incluso para él. Su mujer, Puddin, estaba igualmente horrorizada. Estaba limpiando el polvo de la mesita de centro de Myrtle con furiosos golpes del trapo cuando se detuvo y se quedó mirando el rastro de barro rojizo que quedaba tras su marido.

    —¡Oye! —le gritó—. ¡No voy a limpiar eso, Dusty! ¡Vuelve aquí! Limpia lo que ensucias.

    Dusty estaba alargando la mano hacia el picaporte de la puerta cuando Myrtle chilló: —¡Los zapatos, Dusty! ¡Y todavía no has terminado con el patio de atrás! Sigue pareciendo una jungla.

    Dusty miró con rabia a Myrtle y se limitó a ofrecer una respuesta entre dientes.

    —Me gustaría que no mascaras tabaco mientras trabajas, Dusty. Por un lado, significa que morirás y entonces tendré que buscarme otro jardinero inútil. Y, por otro lado, no puedo oír nada de lo que dices. Cielo santo, ha sonado como si hubieras dicho «un cadáver».

    La miró con el ceño fruncido antes de apartarse cuidadosamente con la lengua el tabaco de mascar hacia un lado.

    —¡Un cadáver! En el patio trasero. Voy a buscar a Red.

    Dusty abrió de un tirón la puerta de Myrtle y comenzó a atravesar su jardín delantero lleno de gnomos hacia la casa de Red. Red era el hijo de Myrtle, su vecino, y el jefe de policía en el pequeño pueblo de Bradley, Carolina del Norte. Era insufrible cuando se entrometía en los asuntos personales de Myrtle, y no era muy partidario de la afición de Myrtle por combatir el crimen.

    Teniendo en cuenta que Dusty habría informado del crimen en cuestión de segundos, Myrtle tenía que actuar rápido si quería investigar este asesinato en su propio jardín trasero antes de que la apartaran del caso.

    Puddin se estaba santiguando, aunque Myrtle sabía que era Baptista de toda la vida. Su pálido rostro estaba especialmente blanco tras la impresión del cadáver de fuera. También parecía estar susurrando algo por lo bajo; era posible que fuera una extraña variante del Padrenuestro. Vio que Myrtle se disponía a salir hacia donde estaba el cuerpo y le siseó: —¡Cierre los ojos del pobre hombre, señora Myrtle!

    —¿Por qué iba a hacerlo? No puedo interferir con el cadáver, Puddin. Red me echaría un buen rapapolvo si lo hiciera —dijo Myrtle.

    —Si no le cierra los ojos, ¡encontrará a alguien para llevarse con él en su viaje a la otra vida!

    —Puddin, hoy ya no tengo paciencia para tus tonterías. Te juro que nunca sé qué idiotez va a salir de tu boca a continuación. Mira lo que te digo. Solo por hoy, puedes servirte una copa pequeña de mi frigorífico. Eso te ayudará lo suficiente para que termines de limpiar el polvo. Tengo cosas que hacer, ¿vale?

    Y entonces Myrtle salió con presteza a su patio trasero.

    Allí, junto delante de sus azaleas y cerca del comedero de pájaros, estaba el cuerpo. Parecía ser un hombre joven. Bueno, puede que tuviera treinta y cinco o treinta y seis años. ¿Eso se consideraba joven? Ciertamente se lo parecía a una octogenaria como Myrtle. Era guapo de un modo barato, aparte del hecho de que parte de su cabeza estaba destrozada; estaba claro que ese era el motivo de que se viera en la tesitura de haberse muerto entre los arbustos de Myrtle.

    Aún más fastidioso era el hecho de que, a unos metros del hombre, uno de sus gnomos favoritos estaba tumbado de costado con la base desportillada. Era el gnomo vikingo con expresión feroz y una espada, y que misteriosamente sostenía una pipa. Myrtle estaba segura de que los vikingos no fumaban. Pero el gnomo tenía mucha personalidad. Por supuesto, ahora era el arma del crimen y era probable que se lo llevaran para examinarlo. Un mal día para el gnomo vikingo. Myrtle frunció el ceño. Al inspeccionarlo más de cerca, parecía que el lado sobre el que el gnomo había aterrizado se había rajado y roto. Soltó un suspiro.

    ¿Había alguna pista? No vio más pisadas que las de Dusty. Parecía que habían pisoteado los arbustos. ¿Se había escondido el asesino entre los arbustos, había salido de un salto, y había golpeado a la víctima en la cabeza?

    ¿Quién demonios era este hombre?

    Como cosa positiva, el cadáver parecía estar ahuyentando a las ardillas que insistían en saquear el comedero de Myrtle.

    Se sobresaltó cuando una voz profunda dijo: —¿Qué has hecho ahora, mamá?

    Red. Ella resopló.

    —Nada de nada. Aunque una pensaría que no tendría que encontrarse cuerpos en el patio trasero, con eso de que el jefe de policía vive al otro lado de la calle. ¿A dónde vamos a llegar?

    Red examinó el cuerpo.

    —Este tipo me resulta vagamente familiar. Pero no consigo ubicarlo.— Suspiró—. Entonces, ¿cuál es tu relación con él, mamá? ¿Hizo trampas al bingo? ¿Te llamó cariño? Sé que odias que te llamen cariño.

    —Es inapropiado e irrespetuoso... una desgracia, en realidad... que la gente use esos términos para hablarle a las personas de la tercera edad. Y no, no sé quién es este tipo —dijo Myrtle.

    —Parece que tu gnomo se lo cargó —dijo Red mientras señalaba al vikingo con la cabeza—. ¿Estás segura de que no tenías ninguna disputa con este hombre?

    —Si la tuviera, te aseguro que no habría usado mi vikingo para matarle. Ni lo habría roto. Es uno de mis favoritos —dijo Myrtle—. ¿No es tu favorito también?

    Red dijo con rigidez: —Intento no mirar tus gnomos, mamá.

    Los gnomos de jardín aparecían en los jardines delanteros y traseros de Myrtle cuando Red hacía algo que ponía de los nervios a Myrtle. Ese hecho era bien conocido en la población de Bradley. Como a él le disgustaban mucho los gnomos y vivía tan cerca de Myrtle, desplegar cientos de ellos bien merecía el esfuerzo y siempre dejaba claras sus intenciones. Esta vez los gnomos estaban ocupando el jardín por la insistencia de Red para que ella considerara usar un andador. No tenía necesidad de un andador. El bastón de Myrtle funcionaba a la perfección.

    —¿Tienes alguna idea de cuánto tiempo lleva ahí tumbado? —preguntó Red. Se puso de rodillas y miró el cuerpo.

    El hecho de que ella no hubiera visto nada del drama que se había desarrollado en su patio trasero estaba dándole a Myrtle ardor de estómago.

    —No vi nada. Fue Dusty quien lo encontró.

    Le dolía admitirlo.

    —¿Piensas que incluso podría haber estado en tu patio desde anoche? —preguntó Red.

    Myrtle reconstruyó su noche.

    —Bueno, yo estuve en el patio para darle de comer a Pasha justo antes de que anocheciera. Puede que a eso de las nueve en punto. No recuerdo haber visto ningún cadáver entonces. Pero Pasha se estaba comportando de un modo extraño. Les siseaba a las sombras, tenía el pelo en el lomo erizado, ese tipo de cosas.

    —Si tenemos en cuenta que Pasha es un animal salvaje, supongo que no prestaste mucha atención a su comportamiento —dijo Red con tono seco.

    —Es una gata adorable, Red, pero sí, a veces se comporta un poco salvaje. La culpa la tienen los ciclos lunares.

    —Si quieres echarle la culpa a eso, mamá, pues adelante. ¿Esa gata tiene todas las vacunas puestas? Tiene aspecto de querer atacar a la gente todo el rato.

    —Sus vacunas están todas al día —dijo Myrtle. Frunció el ceño—. ¿Podemos volver al tema del cadáver? ¿Has contactado con la policía estatal por este asunto?

    —Les avisé mientras venía hacia aquí. No les dije que el cuerpo estaba en el patio trasero de mi madre.— Red se pasó la mano por el pelo pelirrojo al que debía su apodo. Parecía que se volvía más canoso cada vez que Myrtle lo veía. Él intentó volver a retomar el interrogatorio—. Entonces no le viste en el suelo cuando le diste la comida a Pasha.

    —Pero la gata se comportaba de un modo raro entonces —apuntó Myrtle.

    Red ignoró su intervención.

    —¿Y no lo viste por la ventana cuando te levantaste esta mañana? ¿Ni en mitad de la noche? ¿Sufriste tu insomnio habitual anoche?

    Había tenido insomnio. Se había sentido como si fuera hora de levantarse y empezar el día en mitad de la noche. Y se había ido a dar un paseo calle abajo. Pero eso no se lo iba a contar a Red. Un paseo a las dos de la madrugada significaría que retomaría su campaña a favor del temido andador.

    —Estuve despierta anoche, así que debería haber oído algo. Bueno, supongo que hubo un prolongado periodo de tiempo en el que decidí darme una ducha caliente. A veces me gusta hacerlo para soltar los músculos y limpiar mi sinusitis con el vapor. Después de la ducha, estuve despierta hasta las tres. Pero no vi nada —dijo Myrtle.

    Se oyó una discreta y caballerosa tos detrás de ellos, y Red y Myrtle se giraron para encontrarse con el vecino de Myrtle, Miles. Su mirada pasaba del cuerpo en el suelo hacia Red y Myrtle, y les dedicó una sonrisa insegura.

    —¿Hay algún problema?

    Red suspiró.

    —Solo intento averiguar si a mamá se le ha ido la olla por completo y ha asesinado a alguien solo por tener un crimen que investigar. No estoy seguro de hasta dónde podría llegar para evitar el aburrimiento.

    Myrtle le lanzó una mirada represiva.

    —Yo no haría algo así.— Se giró hacia Miles—. Dusty encontró un cuerpo en mi patio esta mañana. Estamos intentando averiguar quién es, cuándo murió, y quién es responsable de su muerte.

    —Si Dusty y Puddin están aquí con todo esto que está pasando, eso explicaría por qué Puddin está en tu jardín delantero susurrándole a Pasha mientras sostiene una cruz delante de la gata —dijo Miles con sequedad—. Mientras bebe jerez, debería añadir.

    —Oh, Puddin cree que Pasha es una bruja. Siempre las mismas tonterías de Puddin, ya sabes —dijo Myrtle—. Iría a rescatar a Pasha, pero ella sabe defenderse sola.

    Pasha era feroz si no le gustaba alguien.

    Miles se estremeció. A Pasha tampoco le gustaba él demasiado.

    Red dijo: —Por casualidad no sabrás quién es este tipo, ¿verdad, Miles? ¿Y notaste algo extraño anoche?

    Miles se acercó más, pisando el césped con cuidado como para evitar destruir pruebas. Se detuvo, se inclinó hacia delante, y luego se enderezó. Se giró de nuevo hacia Red y Myrtle.

    —Ese —dijo al tiempo que se quitaba las gafas con montura de acero para proceder a limpiarlas—, es mi primo Charles.

    Capítulo Dos

    Se lo quedaron mirando fijamente.

    —¿Tu primo Charles está muerto en mi patio? —preguntó Myrtle—. ¿Cómo...? Pero bueno, ¡vaya descuido el tuyo, Miles!

    —Él no es responsabilidad mía —protestó Miles—. No le he visto en años, de hecho. Y es un adulto, por amor de Dios. No tengo la más remota idea de por qué estaría muerto en tu jardín. Ni vi ni oí nada la noche pasada. Me acosté bastante temprano anoche e incluso me puse tapones en los oídos, porque Pasha se puso a dar gemidos y a actuar de un modo peculiar en un instante. Pero eso no se sale demasiado de lo ordinario.

    Todos contemplaron en silencio la escena frente a ellos por un momento. El patio de Myrtle estaba lleno de gnomos, comederos, y coloridas azaleas... y un cadáver que bloqueaba el camino que bajaba desde la colina boscosa hasta su pequeño muelle en el lago.

    —Ni siquiera sabía que tuvieras un primo Charles —dijo Myrtle.

    Miles volvió a ponerse las gafas y miró el cuerpo con aire pensativo.

    —No es el tipo de primo que uno reclamaría.

    —¿Alguna idea sobre por qué podría estar muerto en el patio trasero de mi madre? —preguntó Red—. Me encantaría tener algunas teorías para cuando llegue la policía estatal. En particular puesto que mi madre está implicada.

    —¡Yo no estoy más implicada que Dusty! —dijo Myrtle—. Yo solo soy la anfitriona del cadáver. En realidad, lo descubrió Dusty. Y buena suerte si quieres sacarle algo coherente.

    Miles se aclaró la garganta.

    —Si tuviera que adivinar, me imagino que estaba por aquí para intentar sacarme dinero. Es una suposición.

    Myrtle quedó impresionada de que Miles se hubiera aventurado en el terreno de la imaginación lo suficiente como para que se le ocurriera un posible escenario.

    —Eso es muy fantasioso por tu parte, Miles.

    Red estaba tomando notas.

    —Entonces, este Charles... ¿era normal que debiera mucho dinero?

    —No sé nada sobre sus deudas, pero sí que sé que es una de esas personas que están siempre en apuros. Creció aquí, en Bradley, pero ha estado fuera desde que se graduó en el instituto, creo. No estoy muy seguro de que haya conservado un empleo más de un mes cada vez, pero su madre siempre le quitaba importancia en el mismo instante en que se mencionaba: «Oh, Charles nunca consigue encontrar un trabajo que le permita mostrar de verdad su talento». Si Charles tenía algún talento, este debía estar relacionado con la procrastinación y el engaño —dijo Miles.

    —¿Su madre? —preguntó Myrtle—. ¿También tienes una tía por estos lares? ¡En serio, Miles! ¿Hay más parientes de los que deberíamos saber?— Miró a su alrededor como si miembros de la familia de miles fueran a empezar a salir de detrás de los gnomos o fueran a caer del cielo—. ¿Una abuela loca en el desván con una rueca, quizás?

    Red puso los ojos en blanco.

    —Si estuviera en tu lugar, yo no hablaría de abuelas locas, mamá. Además, tú eres la de los miles de parientes. Estás emparentada con casi todo el pueblo. Puede que también estés emparentada con el primo Charles.

    —Bueno, eso es típico cuando vives en un pueblo pequeño. La gente se casa con sus parientes —dijo Myrtle.

    —Tengo una tía cerca, pero no vive en Bradley. Ella vive en Simonton —dijo Miles.

    —Oh, entonces vive lejos. Como a unos diez minutos de aquí —dijo Myrtle—. ¿Y no eres un poco mayor ya como para tener tías rondando por ahí? Debe de tener unos cien años.

    —En realidad, esta tía es más joven que yo —dijo Miles con rigidez.

    —¡Totalmente gótico! —dijo Myrtle.

    —Mamá, déjalo ya. Entonces, Miles, ¿estás en contacto con ella a menudo? —preguntó Red.

    —No mucho. La verdad es que es una persona bastante desagradable. Le hice una visita cuando me mudé a Bradley, pero aparte de eso solo he hablado con ella varias veces por teléfono.— Miles suspiró—. Supongo que tendré que hablar con ella sobre esto.— No sonaba a que estuviera deseando hacer esa visita.

    Myrtle seguía con su fijación por el hecho de que Miles hubiera escondido facetas de su vida.

    —Yo pensaba que te habías mudado aquí desde Atlanta porque esto es un imán para los jubilados, con el lago y todo lo demás.

    Bradley, Carolina del Norte, con una población de mil quinientas personas, en realidad no era un imán de ninguna clase. Pero había un bonito y pequeño lago que tendía a atraer a una considerable población en edad de jubilación hacia el pueblo.

    —Eso es solo una parte. Pero la razón por la que me resulta tan familiar la zona es porque tenía familia aquí —dijo Miles—. Mi tío y mi tía vivieron aquí hasta que mi tío murió y mi tía se mudó a Creighton.

    La puerta trasera de Myrtle se cerró con un portazo y Dusty caminó sin prisas hacia ellos con sus lentos pasos. Examinó a Charles.

    —Pues sí, es un cuerpo —dijo. Al parecer buscaba que alguien estuviera de acuerdo con él.

    Red dijo: —¿Has visto a este tipo por el pueblo, Dusty?

    Dusty miró el cadáver con los ojos entrecerrados.

    —Sí, le vi peleando en la partida de póquer.— Señaló a Red con la cabeza—. Tú también lo viste.

    Red frunció el ceño y se acercó más al cuerpo para estudiarlo.

    —Vaya, que me aspen. Este es el tipo de la pelea en la que tuve que intervenir el pasado fin de semana.

    —Como ya he dicho, no es el tipo de primo del que te enorgullezcas —dijo Miles.

    Red estaba intentando recordar el incidente.

    —Estaba peleándose con Lee Woosley. Ni siquiera apunté sus nombres ni nada, sino que les dije que parasen de pelear o iba a tener que meterlos a pasar la noche en el calabozo. Recuerdo que se escabulleron o algo así. No reconocí a Charles y dijo que estaba de visita.— Volvió a mirar el cuerpo—. Vaya, que me zurzan.

    Dusty le anunció a Myrtle: —Voy a llevarme a Puddin a casa ya. Ha preguntado que si ha cerrado los ojos del hombre.

    —¡No vas a llevarte a Puddin a casa ahora! Todavía no has terminado de cortar el césped ni de eliminar las malas hierbas de mi jardín, Dusty. Y estoy segura de que Puddin no ha movido ni un dedo desde que tú descubriste este cuerpo —dijo Myrtle.

    —Creo que más le vale que me la lleve a casa —dijo Dusty—. Está pensando en dispersar las cenizas de su chimenea por todo el perímetro para protegerla contra los espíritus.

    —¿Qué? Esa ni siquiera es una superstición real... eso es algo que Puddin se acaba de inventar.

    Puddin y Dusty harían cualquier cosa para librarse de trabajar. Una vez abandonaran la casa de Myrtle, a esta le resultaría casi imposible conseguir que volvieran a terminar el trabajo que habían comenzado. Se apresuró a entrar en la casa antes de que Puddin tirara cenizas por todas partes. La verdad es que era como lidiar con dos niños de mentes lentas y dadas a la magia.

    Red estaba explicándole a Dusty por qué no podían tocar el cuerpo hasta que la policía estatal llegara, y Dusty le estaba replicando que Charles estaba buscando a alguien a quien llevarse con él. Todo el asunto le daba dolor de cabeza a Myrtle.

    Puddin ya estaba en la chimenea cuando Myrtle gritó: —¡Para! ¡Para, Puddin! A menos que quieras limpiar hasta la más mínima mota de ceniza, sal de la chimenea.

    Puddin la miró con mal humor, pero había un toque de genuino temor en su rostro.

    —Siempre está pasando algo peligroso aquí. Este lugar está maldito.

    —Maldito por tu mala limpieza de la

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