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Intervención con menores: Acción socioeducativa
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Libro electrónico464 páginas5 horas

Intervención con menores: Acción socioeducativa

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La mayoría de las veces, las conductas irregulares de los jóvenes son expresión de lo que la sociedad les ha ofrecido. Por eso, las autoras abogan por una intervención promocional y preventiva, de atención en el propio contexto, de reinserción y global, lo que supone trabajar con las familias y los menores en la red de atención primaria para mejorar sus condiciones de vida en su contexto.

En este libro, además de estudiar la metodología, niveles de la intervención, la intervención preventiva, asistencial y rehabilitadora, se exponen las situaciones de riesgo social, las necesidades y problemas de los menores haciendo una mención especial a las educativas, y las figuras profesionales que actúan en este campo. Se incluyen también las recomendaciones internacionales en la intervención con menores y la legislación española en relación con este tema, respondiendo así a las inquietudes de todos los que trabajan en la intervención socioeducativa con menores.
Este libro estudia la metodología, los niveles de la intervención, la intervención preventiva, asistencial y rehabilitadora, en el trabajo con familias y menores en la red de atención primaria. Se exponen las situaciones de riesgo social, las necesidades y problemas de los menores haciendo una mención especial a las educativas, y las figuras profesionales que actúan en este campo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 may 2023
ISBN9788427730601
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    Intervención con menores - Jasone Mondragón

    1/SITUACIONES DE RIESGO SOCIAL

    SOCIALIZACIÓN E INADAPTACIÓN SOCIAL

    La socialización, según S. Giner, es el proceso mediante el cual el individuo es absorbido por la cultura de su sociedad. Fundamentalmente, la socialización es un aprendizaje en virtud del cual el individuo aprende a adaptarse a sus grupos y a sus normas, imágenes y valores. Es un proceso de aprendizaje de conducta. Como proceso es permanente, pues dura toda la vida del individuo y es perenne en la sociedad. Para el individuo es particularmente intensa durante sus primeros años.

    El individuo no nace miembro de una sociedad, pero sí con una predisposición hacia la sociabilidad, para posteriormente pasar a ser miembro de esa sociedad. La realidad social es interiorizada por el individuo, esto es, se produce una comprensión de nuestros semejantes primero, y una aprehensión del mundo en cuanto realidad social después.

    Esa aprehensión no es más que asumir y comprender el mundo en que viven los demás y que se vuelve nuestro. Se produce una identificación entre todos los que compartimos el mismo mundo y que participamos en el ser de los demás.

    A este proceso, por el cual el individuo parte de la comprensión de los demás y de la realidad social, se le denomina socialización. Cuando el individuo llega a un grado de interiorización de la sociedad y de su realidad, se identifica con sus semejantes, se le puede considerar miembro de la sociedad.

    Por medio de la socialización primaria, y durante la niñez, el individuo se convierte en miembro de una sociedad. Esta socialización es la más importante para él, pues sentará las bases para la posterior socialización. El niño interioriza el mundo que le rodea en la socialización primaria a través de la familia, produciéndose automáticamente una identificación con ella. Los adultos suponen un factor primordial en el proceso socializador.

    Por consiguiente, el mundo interiorizado en la socialización primaria se implanta en el individuo con mucha más fuerza que los mundos interiorizados en las socializaciones secundarias.

    El niño no tiene más opción que aceptar los roles y actitudes de sus padres: se identifica con ellos, se apropia de ellos, en definitiva, los interioriza. Este proceso de transmisión cultural se realiza por la interacción del niño con la madre y con el padre primero, y luego con hermanos, parientes, amigos de la familia, sin que el orden sea rígido, salvo en el primer paso; cuando alguien sustituye a la madre en el cuidado inicial del recién nacido, adopta el rol materno y tiene sus efectos sobre la conciencia del nuevo ser humano.

    La socialización siempre se efectúa en el contexto de una estructura social específica. La clase social a la que pertenece cada individuo es determinante en su socialización primaria. El niño de clase social baja absorberá el mundo social desde la perspectiva de clase baja y con los caracteres que le han transmitido sus padres o encargados de su socialización primaria.

    El instrumento más importante de la socialización primaria es el lenguaje, que es el vehículo principal del proceso socializador y también objeto de esa socialización en cuanto que el lenguaje se aprende en esta primera etapa.

    El primer mundo del niño se construye también en la socialización primaria; en ella las etapas del aprendizaje están socialmente definidas. En la primaria, la identificación del niño con el mundo que le rodea va unida a una carga emocional importante (amor a la madre, padre, hermanos…), mientras que en la secundaria, como veremos más adelante, esta carga afectiva no es imprescindible (amor al maestro, por ejemplo).

    La socialización no se acaba con la socialización primaria, la cual está basada en algo más que un mero aprendizaje de conocimientos, con una carga emotiva muy fuerte y una gran dosis de afectividad, sino que, en una sociedad en la que existe una cierta división del trabajo y una cierta distribución del conocimiento, es necesaria una socialización secundaria.

    La socialización secundaria es la interiorización de submundos institucionales o basados sobre instituciones que suelen ser realidades parciales que contrastan con el mundo de base de la socialización primaria.

    En la socialización secundaria se suele aprehender el contexto institucional, mientras que en la primaria el niño interioriza el mundo de sus padres como el único existente. Precisamente muchas de las crisis que se producen después de la socialización primaria son debidas al reconocimiento de que ese mundo que ellos creían que era el único existente, no es así en realidad, sino que se da una situación social específica según la clase social, la estratificación ocupacional, la cultura, etc.

    La socialización secundaria es la adquisición del conocimiento específico de roles que están íntimamente unidos a la división del trabajo. Los roles de la socialización secundaria a diferencia de los de la primaria se pueden separar de los individuos que los desempeñan (el rol de maestro puede ir unido a una persona u otra, no ocurre así con el rol de la madre).

    Si partimos del concepto de socialización que da Guy Rocher nos aproximamos a los agentes que trabajan por la socialización del individuo:

    «Es el proceso por cuyo medio la persona aprende a interiorizar en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su ambiente, los integra a la estructura de su persona bajo la influencia de experiencias y agentes sociales significativos y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir».

    La forma de socialización en las sociedades preindustriales era a través de la familia, la iglesia y el trabajo realizado desde la niñez.

    Las sociedades capitalistas han desarrollado más instituciones encargadas de la socialización del individuo, que procuran un tipo de formación muy de acuerdo con las cualificaciones y actitudes que exige el sistema de producción. Entre las sociedades occidentales las hay sancionadas por el poder público o instituciones privadas, pero ajenas a la familia: jardines de infancia, guarderías, escuelas.

    A medida que crece el individuo, aumentan en número los agentes sociales. En una tribu aislada, el individuo pronto conoce los límites de su sociedad, y no tarda en pasar por los decisivos ritos de iniciación e integración en la estructura grupal. En nuestra sociedad, en cambio, la duración de los estudios superiores, por ejemplo, nos da una idea del largo camino a recorrer. El científico el artista o el pensador no paran nunca deliberadamente su proceso de aprendizaje: han hecho suyo, precisamente, ese proceder cuyo origen es social.

    Por otra parte, en las sociedades técnicamente avanzadas existen agentes impersonales de socialización (como la radio, la televisión, la prensa, internet…). Gran cantidad de información (cargada de valoraciones y rasgos culturales e ideológicos) se transmite a través de estos medios impersonales. Un análisis del contenido de los mensajes transmitidos nos mostrará que los grados de objetividad y de respeto para la autonomía o libertad del agente socializador, varía considerablemente de sociedad a sociedad.

    La familia, agente de socialización

    El concepto de familia, cuyos elementos son biológicos, psicológicos y culturales, define un grupo social irreductible a los otros grupos: su formación, su estructura, sus dimensiones, sus condiciones de vida y sus necesidades, las relaciones entre sus miembros y sus relaciones con el conjunto del cuerpo social y sus funciones, varían en el tiempo y el espacio, en conexión con los sistemas de sociedades y las formas de civilización. Desde hace más de un siglo, con una aceleración creciente en los últimos años, la familia presenta una mutación dentro de sus estructuras y funciones en todas las sociedades contemporáneas, con diferencias y desfases indudables, pero también con tendencias comunes, cualesquiera que sean el tipo de civilización, el nivel de cultura y los regímenes políticos y económicos.

    Estos cambios y transformaciones suelen presentarse como resultado del proceso de «adaptación» a las nuevas condiciones de vida.

    La familia, además de ser el grupo primario más descollante, es el agente socializador (transmisor de cultura y mantenedor del control social) más considerable. Morris Zeldlitch define a la familia como:

    «Grupo social en el que el acceso sexual está permitido entre los miembros adultos, en el que la reproducción ocurre legítimamente, en el que el grupo es responsable frente a la sociedad del cuidado y educación de los hijos y es, además, una unidad económica, por lo menos de consumo».

    Esta definición incorpora la idea de Murdock, según la cual la familia cumple varias funciones fundamentales: físicas: sexo y procreación; sociales: socialización, educación, instrucción… económicas: producción y de consumo.

    Además, la familia contribuye a reproducir la estructura de dominación de unas clases por otras, de una generación a la siguiente. Familia, sistema educativo y mercado de trabajo son aspectos indisolubles de un mismo mecanismo cuya función principal es la de reproducir la división de la sociedad en clases dominantes y dominadas. Pero para que esta dominación pueda mantenerse es indispensable que las nuevas generaciones asimilen la ideología dominante. En el pasado esto se realizaba fundamentalmente a través de la transmisión a los hijos del patrimonio familiar. Hoy, la familia cumple esta función de manera más indirecta, a través del sistema educativo, que suele reproducir entre los hijos la misma jerarquía de clases de sus padres, aunque se va notando cada vez más rápidamente la igualación de clases sociales.

    La familia forma parte de los mecanismos de vinculación de la ideología dominante; es el primer contexto dentro del cual el niño empieza a asimilar los valores y normas de comportamiento dominantes en la sociedad.

    En el plano económico, la familia ha tenido tradicionalmente un papel importante como unidad de consumo, que es lo que exige el sistema capitalista en su fase de desarrollo actual: para seguir funcionando, necesita consumir cuanto produce. En este sentido, la familia, en su función de unidad de consumo, se encuentra completamente condicionada por el sistema de producción de la sociedad en que vive.

    En cuanto a la función terapéutica, repone física y psicológicamente a los individuos para que puedan continuar funcionando dentro del sistema productivo.

    A medida que el universal evolutivo familiar va desplegando nuevas propiedades emergentes en circularidad con el sistema social, la familia adopta las funciones secundarias: provee a la persona de un código moral (regulación de lo sexual, religión o código ético y normas morales, jerarquía), determina su estatus legal básico (identificación y localización del individuo en el orden social).

    La escuela, agente de socialización

    Las instituciones educativas son instituciones socializadoras, a través de las cuales se transmiten los valores del conocimiento y además, una ideología concreta dominante. A través de las instituciones educativas se produce la socialización del individuo en una sociedad, traspasándole valores, actitudes y comportamientos concretos.

    Según el Diccionario de Psicología, educación es toda actuación social por la que se intenta influenciar, mantener o cambiar a otras personas en sus disposiciones dentro de una orientación considerada como positiva. En este último sentido, la educación es un proceso permanente que se funde antropológicamente en la necesidad de aprendizaje y de educación del ser humano; es imprescindible como complemento, perfeccionamiento y personalización del proceso de socialización.

    Por otra parte, el papel de la escuela como agente socializador es fundamental en nuestra sociedad y, por tanto, influye en grado sumo en el desarrollo equilibrado o marginal del menor, es decir, que la escuela puede incidir de forma negativa en los menores que proceden de un ambiente de riesgo social, o de forma positiva si tiene un buen programa educativo para menores que provienen de ambientes marginadores y que ya presentan conductas asociales.

    Si la escuela no sabe adaptarse a las circunstancias diferenciales de los menores, sólo será un agente socializador estándar que actúa manteniendo las diferencias y reproduciendo estereotipos y prejuicios sociales marginadores: los niños adaptados seguirán siéndolo y los no adaptados también e incluso más porque como los niños reproducen comportamientos familiares, los primeros marginarán a los segundos si la escuela no hace nada por integrarlos.

    El desarrollo físico adecuado en el primer año de vida es de tal importancia que incide irremediablemente en el desarrollo posterior. En esta etapa que se prolonga hasta los tres años, el niño adquiere un desarrollo espectacular de sus funciones cerebrales. Dado que el aprendizaje es fundamental en estos primeros años, es responsabilidad de los políticos, dedicar sus esfuerzos a promocionar la educación desde los primeros niveles de desarrollo. Una infancia feliz, equilibrada afectivamente, educada con todo cuidado, conduce de modo inevitable a una madurez adulta y serena.

    La religión, agente de socialización

    La religión es un conjunto de creencias que implica una práctica o ritual y una organización social, al tiempo que sanciona una moral determinada para sus fieles. No hay religión sin ética, debido a que toda religión explica la existencia del mal y presenta soluciones frente a él.

    Mitos, rituales, dogmas, nociones sacramentales… son objeto de nuestro interés, porque son acciones sociales o contenidos culturales que las explican. Estas acciones y contenidos de la conciencia colectiva, no flotan difusamente en la sociedad, sino que están insertos en muchos de sus grupos, conformando parte de la socialización del individuo, o bien aglutinan a los individuos en forma de grupos peculiares que se entrelazan con los demás. La religión pide y fomenta el tipo de estructura social que más conviene a su sistema de valores y a sus propios intereses mundanos; si la estructura escapa a su control, la única manera que tiene de permanecer en una sociedad en cambio continuo es adaptarse a ella.

    El poder, agente de socialización

    El poder es la capacidad que poseen los individuos o grupos de afectar según su voluntad, la conducta de otros individuos, grupos o colectividades. Esta capacidad puede limitarse a una mera influencia o descansar sobre una sanción punitiva. El hecho clave es la capacidad de control y manipulación que poseen unos seres humanos sobre otros. El poder es un fenómeno universal en la sociedad, pues lo encontramos en todos los niveles, actuando también como agente socializador desde la propia niñez.

    Formas de poder son los sistemas de autoridad, los tipos de gobierno y organización política correlativa, que influyen en la persona y en su socialización y adaptación en la sociedad a la que pertenecen.

    Hay tres tipos de tipologías características que forman parte de un continuo proceso de socialización de los menores, y que abarcan distintos escenarios sociofamiliares en los que crecen los menores. (Revista de Servicios Sociales y Política Social n.º 18)

    Proceso de socialización normalizado, en el que se adquieren competencias sociales que permiten al menor incorporarse de forma activa al medio social establecido. Este proceso de socialización se puede concretar en unos indicadores aproximativos y flexibles:

    Núcleo familiar estable.

    Estimulación social adecuada en cantidad y calidad.

    Nivel socioeconómico y cultural básico.

    Condiciones de hábitat favorable.

    Proceso de escolarización normalizado.

    Aceptable articulación social al medio.

    Ubicación en un escenario comunitario estimulante.

    Disponibilidad y accesibilidad a los servicios de salud.

    Proceso de socialización de riesgo, en un que el contexto sociofamiliar carente o insuficiente, estimula poco o inadecuadamente al menor, incidiendo en la competencia social de forma deficitaria y colocándolo en situación de riesgo. Sus indicadores son:

    Núcleo familiar con disfunciones. Madres solteras. Separación matrimonial. Ausencia de uno de los progenitores. Conflictos de la pareja.

    Inadecuada estimulación socio-afectiva.

    Hábitat deficitario (hacinamiento e insalubridad).

    Dificultad de acceso al mercado de trabajo. Subempleo. Paro. Economía sumergida.

    Bajo nivel cultural.

    Alto índice de morbilidad. Cuidados médicos únicamente en situaciones de crisis.

    Dificultad de acceso a una escolarización normalizada. Absentismo escolar. Fracaso escolar. Abandono temprano de la escuela.

    Difícil articulación social.

    Generalmente aislamiento aun dentro de entornos sociales estimulantes.

    Pluralidad de dinámicas comunitarias en su propio medio.

    Proceso de socialización marginal. En este grupo se encuentran aquellos menores socializados desde los estilos de vida marginales (delincuencia, toxicomanías, prostitución…), lo que supone una situación de riesgo alto en su proceso de desarrollo integral y una conflictividad con las pautas establecidas socialmente. Sus indicadores son:

    Núcleos de intervención desestructurados.

    Estilos de vida marginales.

    Bajo nivel cultural y/o analfabetismo.

    Hábitat precario.

    Alta frecuencia de intervención del sistema policial y jurídico: delincuencia, toxicomanía, prostitución, mendicidad, abandono de menores…

    Falta de escolarización y fracaso en la incorporación al sistema escolar.

    Medios de subsistencia mediatizados por su actividad marginal.

    Dinámica comunitaria conflictiva.

    Marginación social del menor

    La marginación es el resultado de un proceso social por el que individuos y grandes sectores de población carecen de los recursos socio-económicos que se consideran necesarios para el desarrollo integral de la persona además, están excluidos de los ámbitos de participación y decisión.

    En un sentido amplio, la marginación afecta a todas las clases populares. En un sentido restrictivo, cabe destacar una serie de colectivos específicos de individuos que se sienten marginados y a los que, de hecho, la sociedad margina: minusválidos físicos, sensoriales y psíquicos, jubilados y pensionistas, migrantes, infancia con problemas, enfermos mentales, alcohólicos y drogodependientes, delincuentes, etc.

    El enfoque para abordar la marginación parte del análisis global de las causas. La marginación social indica la situación de un individuo o conjunto de individuos respecto de lo que es o no normal en una sociedad. La marginación supone una situación de inferioridad para quien la padece. APISMA-GESE dice que:

    «La marginación es una forma de estar respecto a la sociedad en que se vive, como lo es su contrapartida la integración. El punto diferenciador básico entre ambas es la mayor o menor participación en los bienes materiales y culturales, servicios, medios, poder de decisión, etc., de la sociedad o comunidad a la que pertenece y de la que forma parte».

    Según el Libro de la Problemática Social del Menor y el Código Civil, menor es el que no ha cumplido los 18 años. Esta edad es el tope de la Ley Penal del Menor. Hasta los 16 años no acaba la escolaridad obligatoria y comienza la edad laboral; por tanto, se puede decir que los 16 años es la iniciación del menor a la edad adulta, ya que, quien es capaz de trabajar y ser responsable de sus actos hasta ser castigado con internamiento, no es un menor, sino un adulto.

    Un menor marginado es aquel que sufre carencias graves que le impiden desarrollarse íntegramente como persona. El problema de los menores marginados es una parte del problema total de la marginación, ya que los marginados menores son hijos de adultos marginados. Si la familia como agente socializador fracasa en su ser integrador y transmisor de la cultura dominante, producirá menores marginados de diferentes tipos: inadaptados, transgresores de la legalidad, etc.

    Así mismo, las familias que generación tras generación han sufrido la marginación y las carencias de los elementos mínimos para vivir dignamente, son las que a su vez se muestran incapaces para ayudar a sus propios hijos, poniéndoles en situaciones de grave riesgo social y familiar: inadaptaciones, problemas de conducta, desequilibrios afectivos, físicos, psíquicos, etc.

    Los niños marginados ven incumplidos sus derechos y son despojados de la dignidad inherente a todo ser humano. Por lo mismo, en numerosas ocasiones, ni siquiera pueden lograr un desarrollo físico y psíquico equilibrado, con la gravedad de que ser marginado es involuntario para quien lo padece o se encuentra en esa situación, sobre todo si hablamos de los niños.

    La población menor marginada se caracteriza por un alto nivel de sufrimiento que no puede ser elaborado. Generalmente, estos niños provienen de padres que han sufrido situaciones diversas y complicadas: graves dificultades económicas y de precariedad, pérdidas importantes en momentos de débil organización psicoemocional, falta de atención esmerada y estable, abandonos temporales, relaciones familiares violentas y conflictos familiares, separaciones de padres, maltratos o pautas educativas represoras e intimidantes, modelos de identificación no deseables, internamientos…

    Característica de estos niños marginados es una patología carencial o de la deprivación. Estos niños han tenido que estructurarse con una carencia significativa de aportes externos y familiares, sobre todo parentales. Al hablar de aportes nos referimos a los alimentos, tal como los define el Código Civil (Art. 142), es decir, todo lo que es indispensable para el mantenimiento, habitación, vestido y asistencia médica, también escuela y el material necesario para su formación. El otro aspecto se refiere a la vinculación afectiva, que engloba el sistema de valores y creencias, la educación y la formación.

    En general, la carencia en mayor o en menor grado de uno o varios de los elementos de un nivel comporta también la carencia en el otro, aunque no siempre es así.

    En la marginación del menor siempre se dan:

    Carencias graves en los bienes sociales, culturales y económicos, necesarios para el desarrollo íntegro del menor como persona digna y con unos derechos fundamentales reconocidos: viviendas deficientes e insalubres, sin servicios de ningún tipo, trabajo desde temprana edad para ayudar económicamente a la familia o simplemente para sobrevivir; por tanto, no van a la escuela, practican la mendicidad y pierden la ocasión de una educación necesaria para acceder al mundo laboral cuando sean adultos.

    Involuntariedad de la situación: no se es marginado, se está. En el caso del menor casi siempre por circunstancias familiares.

    Fallo de la familia: carencia de familia extensa, carencia de padres que los abandonan o no les cuidan; mala relación entre padres e hijos, carencia de afecto y de seguridad, falta de referencias conductuales, hábitos y disciplina, etc.

    Vivencia de una situación de necesidad permanente con deficiencias de todo tipo.

    En el libro Menores marginados (Cuadernos de Acción Social, 1982), se dice que la tipología de la marginación social del menor, viene dada por la falta y la carencia de los bienes y servicios necesarios para su desarrollo; cuando faltan, aparecen los distintos tipos de marginación social, las situaciones marginales y los colectivos de personas inmersos en ellas. Las distintas situaciones deficitarias respecto a la salud, la familia, la escuela, el trabajo, la situación económica, la cultura y el hábitat o el medio en que se desenvuelve, nos van a dar los distintos tipos de marginación y la problemática que conlleva para el que la padece.

    Inadaptación social

    El término adaptación puede referirse (J.L. Gómez) a distintos planos de la vida social: identificación con las metas y valores dominantes, aceptación de los medios y procedimientos legitimados para perseguir esos fines, respeto por las costumbres y comportamientos generalizados entre la población, aceptación de las instituciones y participación activa en las mismas, etc.

    Saber adaptarse a las circunstancias objetivas de la realidad es positivo y necesario para la realización de cualquier persona, pues la marginación es un camino seguro de sufrimiento y destrucción. Tres son los mecanismos fundamentales de integración:

    Los medios audiovisuales nos introyectan los valores funcionales del capitalismo por una vía no argumentativa sino seductora (modelos de éxito, asociación de sensaciones, etc.) y muchas veces casi inconsciente (se estima que percibimos varios miles de estímulos al consumo cada día).

    El mercado de trabajo crecientemente flexibilizado y la misma actividad laboral modelan también las conciencias de los menores y jóvenes en una línea de sometimiento a la disciplina económica.

    La ideología neoliberal legitima las actitudes competitivas frente a las cooperativas, no sólo entre las empresas sino entre las personas, la ética utilitarista, la desigualdad social justificada en diferencias de mérito y esfuerzo, y la tendencia a considerar los problemas sociales como originados por la incapacidad de los individuos para resolverlos.

    Por adaptación social, según J. L. Gómez, puede entenderse:

    «El nivel, más o menos óptimo, de acomodación del comportamiento al modo de vida existente y mayoritariamente aceptado en el grupo al que se pertenece, así como a la disposición del individuo para participar activamente en el grupo».

    Según G. Rocher:

    «La adaptación de una persona a su entorno social quiere decir que esa persona ha interiorizado suficientemente los modelos, los valores y los símbolos de su medio ambiente; que los ha interiorizado en la estructura de su propia personalidad en la medida suficiente para comunicar y comulgar fácilmente con los miembros de las colectividades de las que forma parte, y funcionar con ellas y en medio de ellas, de modo que quepa decir que pertenece realmente a tales colectividades».

    Pedro Ayerbe dice que de estas definiciones sobresalen afirmaciones como: acomodación comportamiento, participación activa en la sociedad, interiorización de valores, normas y símbolos, pertenencia social, etc. En todas estas facetas juega un importante papel la socialización, aunque estas definiciones dejan poco sitio a la innovación y al cambio social. Y es que la adaptación al entorno social puede revestir diversas modalidades y diferentes grados de conformidad y no conformidad. La adaptación no significa necesariamente una total conformidad social.

    La inadaptación social parte de una situación conflictiva más o menos permanente entre el individuo y el entorno social. Lebret afirma que «existe inadaptación cuando las exigencias esenciales de los individuos no son satisfechas».

    El problema de la inadaptación se suele abordar desde dos perspectivas: la del individuo y la del contexto social. La primera atribuye el comportamiento no adaptado a determinadas características que configuran la estructura de la personalidad de los sujetos. La segunda sostiene que el ambiente modela la conducta del sujeto inadaptado al tiempo que contribuye a la configuración de su personalidad.

    Según Valverde, la inadaptación tiene lugar en un proceso de «personalización o individualización» del conflicto individuo/situación que se produce en dos fases:

    Inadaptación objetiva (conducta antisocial objetiva): se trata de una situación que el individuo no vivencia como anormal, pero que las instituciones de control social interpretan como desviada; se trata de una inadaptación no a las metas sociales, sino a los medios considerados aceptables por el sistema social para conseguirlos, y no tiene por qué presuponer la existencia de unos rasgos peculiares de personalidad, y mucho menos, con algún tipo de anormalidad. Es una respuesta normal a un contexto anormal. Ejemplo: sujetos marginados por pobreza.

    Inadaptación subjetiva (o conducta antisocial subjetiva): supone un comportamiento claramente no

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