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Trabajando con menores vulnerables: Actividades lúdicas que mejoran la comunicación
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Trabajando con menores vulnerables: Actividades lúdicas que mejoran la comunicación
Libro electrónico296 páginas3 horas

Trabajando con menores vulnerables: Actividades lúdicas que mejoran la comunicación

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Para muchos niños vulnerables, la idea de hablar con un adulto sobre sus experiencias y sentimientos puede ser una posibilidad descorazonadora. Este libro demuestra cómo el introducir diversión cuando se trabaja con ellos ayuda a construir una auténtica relación de confianza.

Un libro práctico, sensible, con más de 40 estrategias e ideas sencillas, de fácil adaptación y muy útil para trabajar directamente con niños en situación de acoso o vulnerabilidad. Su lectura convencerá a cualquier persona integrante de los colectivos dedicados al cuidado de la infancia y la juventud, por los beneficios de sus actividades creativas. Incluye numerosas historias reales que ilustran vivamente el placer de los niños por ser capaces de comunicarse por sí mismos.

Aunque no esquiva la realidad más dura de los peligros y presiones que muchos niños experimentan, ofrece una amplia variedad de ejercicios para afrontar los puntos serios sobre protección de menores. La detallada descripción de las actividades se apoya en la extensa información de las autoras sobre el mundo infantil y juvenil.

Actualmente se detecta una carencia de literatura que pueda ayudar a los profesionales de la acción social para hacer su trabajo, por ello es importante esta obra que, combina adecuadamente conocimientos teóricos y herramientas prácticas. Especialmente interesante para educadores, trabajadores sociales, estudiantes e incluso a profesionales experimentados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 abr 2017
ISBN9788427723504
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    Trabajando con menores vulnerables - Audrey Tait

    juegos.

    I.

    ALGUNOS CONCEPTOS PREVIOS

    1/ CÓMO TRABAJAR DE MANERA EFICAZ CON MENORES

    CONFIDENCIALIDAD

    Los niños tienen derecho a que sus sesiones individuales sean confidenciales. Sin embargo pecaremos de ingenuos si pensamos que este derecho es absoluto. Puede que surjan problemas a lo largo de las sesiones que tengamos que compartir con otras personas, con sus cuidadores o en los casos de protección, con otros profesionales, o incluso con su familia.

    Lo más importante es ser honesto con ellos desde el principio. La edad de su desarrollo determinará cómo explicarle el nivel de confidencialidad que se le puede ofrecer, (y eso también puede depender de nuestra actitud). Con los más pequeños, hablo de secretos divertidos y seguros, como cuando tienes una tarjeta para mamá y no quieres contárselo antes de su cumpleaños. Les digo que a todos nos gusta tener esa clase de secretos. Pero hay otros secretos que son molestos, quizá porque el niño o alguien más se pueda enfadar o no sentirse seguro. Esa clase de cosas no se pueden mantener en secreto porque son demasiado importantes como para que alguien las tenga que guardar en secreto. Estas cosas tenemos que contarlas, y lo denominaremos secretos que hay que contar.

    Suelo tener esta conversación usando una serie de tarjetas con imágenes y discutiendo cuáles se consideran secretos. ¿Por qué deberían ser secretos? ¿Son divertidos o son secretos que hay que contar?

    Si son niños que ya leen bien, es más apropiado desarrollar escenarios por escrito. Trabajando en grupo, se le puede pedir a un grupo que represente un secreto y a otro que discutan entre ellos si es un secreto divertido o si es un secreto que hay que contar. ¿Están de acuerdo ambos grupos?

    En las sesiones irán surgiendo asuntos que tendrán que contar a las personas que les cuidan, o que sería beneficioso que se supieran. En estas situaciones lo comento con el niño y le explico por qué es una buena idea contarlo.

    En una situación en la que sería beneficioso que se supiera, invito al niño a que se lo cuente a su tutor/ padre, dejándole que hable, mientras que yo estoy presente en la conversación a modo de ayuda. Si no quiere hacerlo, o lo deja a la mitad, no pasa nada. Antes de irme, hago un resumen al cuidador de lo que he dicho, o bien lo hago después, por medio de una carta. Suelo reflejarlo en forma de viñetas o de dibujo con rotuladores de muchos colores. Los más mayores prefieren una carta más formal, en un estilo más adulto.

    Si el niño elige no contárselo a su cuidador, lo dejo hasta la siguiente sesión, donde le pregunto de nuevo si lo podemos contar, y le explico los beneficios de hacerlo.

    Cuando es una situación en la que necesitamos de verdad contarlo (por ejemplo, algo que tenga impacto en la seguridad del niño), les suelo decir que necesitamos contarlo y les explico claramente el porqué. También suelo aclarar que, incluso si el niño no consiente, se lo diría al cuidador (y a quien además deba estar informado). En definitiva, se trata de involucrar al niño todo lo posible.

    CUIDAR LA APARIENCIA

    Intente llevar puesto algo que atraiga el interés o la imaginación del niño, y transmita el mensaje de que usted es una persona accesible. Por ejemplo, suelo usar una correa de reloj con cuentas de colores. A los más pequeños les encanta mirar las cuentas, las tocan y se la prueban. Las niñas más mayores creen que soy muy moderna, porque las cuentas están de moda. También suelo ponerme un broche o una insignia interesante. Los hombres pueden vestir una corbata colorida o quizás llevar un llavero original.

    Todos los niños analizan inconscientemente a los adultos. Buscan pistas. Es una conducta normal en su desarrollo, especialmente en los primeros años. El truco es ser consciente de ello y ayudar al proceso dando pistas que digan al niño: me gustan las mismas cosas que a ti.

    Los mejores educadores y el personal de escuelas infantiles lo saben. Tuve el privilegio de conocer a una educadora que había cosido cerezas de tela a sus zapatos, porque a una de las niñas más problemáticas (que había sido mi paciente) le encantaba una historia sobre un cerezo. Se había decorado así los zapatos para intentar implicarla y la primera cosa que la niña me dijo cuando la vi en la escuela fue: ¡Audrey, mi profesora tiene zapatos de cerezas!

    UTILIZAR UN LENGUAJE ADECUADO

    El lenguaje que usamos es muy importante en todos los escenarios y en un gran número de formas. Para empezar, consideremos cómo usamos el lenguaje. Uso la palabra niños, y siempre enfatizo, en los cursos de formación, que la gran parte de las herramientas y mi enfoque lúdico puede usarse también con jóvenes (e incluso con adultos). Deliberadamente aplico el término niños en referencia a cualquier persona por debajo de 16 años. Hay una razón para esto.

    En los últimos años me han impactado las expectativas que depositamos en los jóvenes y la actitud imperdonable que muchos adultos suelen adoptar hacia ellos. Independientemente de la edad de su desarrollo (a menudo por debajo de la cronológica en casos de niños que han sido objeto de abuso o abandono), o de las experiencias traumáticas que hayan tenido, se espera que, cuando tengan 12 o 13 años, se comporten como jóvenes. No es de extrañar que no lo hagan.

    Cuando usemos el término jóvenes, no olvidemos que es normal en su desarrollo que sigan comportándose como niños en muchos aspectos, y que los niños vulnerables tienen a menudo una edad más joven de desarrollo que sus compañeros. Se suele dar más responsabilidad a los jóvenes. Se les anima y se les apoya para que realicen elecciones y decisiones de forma más independiente, y se les da la experiencia de la consecuencia de la acción, pero necesitan todavía el cuidado y la protección de sus padres, su amor y su estímulo, y nosotros necesitamos recordar que, esencialmente, todavía siguen siendo niños, aunque sean más mayores. El primer principio que sostengo cuando hablo con otros profesionales sobre un joven es usar la palabra niño siempre al principio. El término tiende a provocar una respuesta más protectora y más cuidadosa, así como esperanza y optimismo; algo que necesitan todos los niños.

    No es una coincidencia que muchos de los niños con los que trabajamos tengan un retraso en el lenguaje. Los avances en neurociencia nos indican que hay una gran cantidad de oportunidades para que el lenguaje se desarrolle en nuestros primeros años. Nuestra habilidad con las palabras depende del cuidado y de las oportunidades que se nos hayan dado.

    Los niños aprenden el lenguaje desde el momento que nacen, incluso reconocen los tonos de voz de sus diferentes cuidadores. Si éstos han pasado por dificultades en sus vidas que les impiden comunicarse de una forma eficaz con el niño, el niño saldrá perjudicado en sus oportunidades de aprender y utilizar el lenguaje. De la misma forma, los que no han tenido la experiencia de ser escuchados o no tienen la ocasión de tener conversaciones positivas o constructivas, a veces se cierran al lenguaje. No les ha parecido útil, por lo que no se implican por completo en conseguirlo. Es problemático, ya desde el momento en que la primera vía de comunicación con los niños es a través del lenguaje. Por eso no es sorprendente que un niño a menudo no responda bien a las entrevistas formales cuando el medio de comunicación sea solamente a través del lenguaje, al ser un lenguaje más adecuado para el adulto que para los niños.

    Si usted apoya el desarrollo cultural y lingüístico del niño con juego y un lenguaje apropiado, incluyendo herramientas visuales, estará abriendo las puertas a una buena comunicación.

    CULTURA Y ENTORNO

    El lenguaje viene influenciado por el desarrollo y la cultura del menor. Parece obvio, pero a menudo lo olvidamos. Una familia de acogida me pidió unas sesiones de emergencia para un niño de tres años. El trabajador social que tenían asignado era muy amable y había hecho un gran esfuerzo incluso para comprarle ropa, pero desconocía alguna información básica sobre el niño, como la palabra que usaba para ir al baño. Me pidió un cu-cú, por lo que nos pusimos a jugar al escondite, hasta que mojó sus pantalones y me dijo angustiado ¿lo ves? Te dije que necesitaba un cu-cú.

    Son estos pequeños detalles los que podían haber prevenido la humillación que sufrió este niño. Además, con ello también me transmitió el mensaje de que su cuidador no lo entendía y que era incapaz de satisfacer algunas de sus necesidades.

    Siempre compruebo las palabras que los niños usan en sus vidas diarias. ¿Les cuida una nani o una cuidadora? ¿Tienen amigos o camaradas? ¿Tienen que ir a casa para el o para tomar la merienda? ¿Están hartos o se sienten saturados? ¿Se sienten agobiados o estresados? Es útil saber este tipo de cosas tan pronto como sea posible, para saber reconocer las diferencias y poder convertirlas en un juego. Los niños más mayores se sienten felices si te pueden educar en su lenguaje. Cuando esté trabajando con ellos, se dará cuenta de que usar las mismas palabras facilita la comunicación. Si los niños son muy pequeños tendrá que acudir a sus cuidadores para obtener esa información.

    El desarrollo del lenguaje del niño también viene influenciado por sus experiencias diarias y su conocimiento base. Trabajé con un niño de 9 años, y estuvimos hablando sobre las personas importantes en su vida (actividad Velas y cirios de colores, página 191). Nombró a su abuelito, pero dijo aunque está muerto. Le dije que aún podíamos hacer una vela por él y me preguntó:

    ¿Qué le ocurrió a su cuerpo?

    No estoy segura. A veces los entierran, y así ayudan a que crezcan los árboles y la hierba. Otras veces hay una cremación. Eso significa que el cuerpo de la persona se transforma en cenizas y las ponemos en un jarrón especial para que la familia pueda guardarlo en un sitio seguro. No sé qué le sucedió al cuerpo de tu abuelito. Si quieres saberlo se lo podemos preguntar a mamá.

    ¿Qué forma es la mejor?

    Ambas formas son buenas. Tenemos que hacer algo con un cuerpo que no va a funcionar más.

    Mamá me dijo que su alma iría al cielo.

    Sí, creo que las almas de las personas van al cielo.

    ¿Pero por qué las almas.

    Porque es la parte más importante de la persona. Es la parte que ama, la parte que te hace ser quien eres.

    ¿De verdad? (se miró a los pies).

    –"Ah, ¿pensaste que tu mamá se refería a las plantas de los pies?¹".

    El niño asintió y se lo expliqué.

    Hay una rica diversidad de lenguaje y de expresiones dentro de muchas de las sociedades en las que trabajamos y también entre las familias que comparten la misma cultura. Intenten también estar pendientes de ello, y pregunten siempre si no entienden algo. De la misma forma, animen a las personas a preguntar si no entienden algo. Los profesionales están acostumbrados a usar su propia jerga y a veces ni se dan cuenta de ello.

    SABER ESCUCHAR

    Los niños tienen montones de cosas importantes y valiosas que decirnos. Son expertos en la historia de su propia vida y, a menudo, pueden encontrar soluciones creativas a los peligros que afrontan. Todo lo que necesitamos hacer es apoyarles para que nos hablen y nos escuchen. Escuchar no solamente las palabras que dicen, sino también entender los mensajes que nos envían a través del juego, de sus dibujos o de su conducta. Puede que no esté claro cuál es el mensaje, pero puedo reflexionar después con el niño sobre lo que está haciendo o lo que me está enseñando, de la misma forma que usted puede reflexionar sobre las afirmaciones que ha hecho una persona a la que está ayudando (Rogers, 2003).

    Por ejemplo, cuando el niño está jugando con dos muñecos y hace saltar a uno por encima del otro, yo diría : Oh, estás haciendo que uno de ellos salte con fuerza encima del otro hombre, que aún está tumbado. También estás gritando. De esta forma origino en el niño el pensamiento de que estoy jugando con él, y de que estoy atento y escucho lo que está diciendo. También estoy comprobando mi entendimiento. Sin embargo, es importante que no lea dentro del juego del niño. Suele ser simbólico, y le proporciona la oportunidad de trabajar a través de las cosas que ha visto o experimentado, y otras veces simplemente es la forma en la que expresa su imaginación. Pocos de los que trabajamos con niños somos terapeutas, y puede que no conozcamos el contexto del juego, por lo que, aunque es útil observarle de cerca, tener en cuenta las acciones del niño y comprobar las preocupaciones que le puedan surgir, no es igual de útil asumir que entiende completamente lo que se está demostrando.

    En mi experiencia, cuando el niño refleja en su juego un incidente del que ha sido testigo o que ha experimentado, habrá un montón de pequeños detalles y a veces un cierto entendimiento de la situación, adquirida a lo largo de los años. Su lenguaje del juego puede sonar más adulto y puede que le escuche repetir frases concretas o imitar tonos de voz. Algunos niños también desarrollarán una respuesta emocional muy fuerte o una reacción física, que les haga sentirse muy animados y volcados en el juego. Puede que repitan la misma secuencia varias veces. También pueden requerir respuestas de sus cuidadores, como querer beber, ir al baño o buscar algo de comodidad.

    A menudo, el resultado es que el niño le contará más detalles sobre su juego o le incluirá en él. Siempre que sea posible, actúe como le diga el niño. Enséñele que le valora, demuéstrele que cuida de él. Por ejemplo, cuando un niño me enseñó a través del juego con pequeños muñecos que se había sentido desplazado en un juego porque no tenía almuerzo, le di una manzana que llevaba conmigo. Le dije a su padre que le preparara un almuerzo todos los días y al día siguiente llamé al colegio para comprobar si lo había hecho. No se lo había dado, por lo que llamé al padre y acordamos que para recordárselo esta semana, yo llevaría una bolsa con almuerzos a la escuela, y el ayudante de la clase le daría una al niño cada día. El acuerdo fue que la semana siguiente el padre asumiría su responsabilidad.

    Alguien me argumentó que esto estaba por encima de las responsabilidades de los padres, creándoles una dependencia. Sin embargo, era el niño el que era mi paciente y no tener ese almuerzo le estaba causando estrés. Era una cuestión muy importante, y estaba vinculada con la forma en que él se socializaba con sus compañeros. Pensando en el niño, prioricé su necesidad en un momento concreto. Lo menos importante era la persona que proporcionaba ese almuerzo.

    Esta cuestión fue importante para el niño durante poco tiempo, pero también me dio la oportunidad de demostrarle que podía actuar sobre las preocupaciones que tenía, y que por ello esperaba que ya tuviera confianza en mí en el futuro, cuando tuviera otros problemas o preocupaciones. También vale la pena recordar que los adultos que tengan un historial de abusos de alcohol o de sustancias psicotrópicas pueden tener áreas cerebrales dañadas que afecten a su memoria o a su capacidad de planificar, y esto requiere recordatorios y ayuda para desarrollar esas habilidades; por ejemplo, llevar una agenda/diario, para ayudar a construir nuevas conexiones en su cerebro.

    La disposición del niño para ir al colegio mejoró durante la semana que le proporcioné el almuerzo. La semana siguiente me llamó su tutor para decirme que una vez más el niño había ido al colegio sin él. La mañana siguiente hice una visita a la familia sin avisarles antes, y le di a la madre un vale para comprar cinco almuerzos en el comedor del colegio (la madre los pagó), y los dejamos en la oficina del colegio. Sólo me ocupó media hora fuera de mi trabajo. En la siguiente semana, el lunes por la mañana la madre llevó cinco almuerzos al colegio. Reconociendo que el desarrollo emocional de su madre era menor que su edad cronológica, la alabé por haber sabido manejar esto, y, ya a la tercera semana le daba el almuerzo diariamente a su hijo, yendo a comprarlo antes de ir al colegio. Todo esto lo inició el niño, que sugirió a su madre que sería más fácil hacerlo así, porque otras madres hacían lo mismo.

    El principio subyacente es que escuché al niño. Para él, era un gran problema no tener almuerzo, y afectaba a su atención y a su trato social con sus compañeros. Mis actuaciones le dieron el mensaje de que no solamente le había escuchado y había dado importancia a las cosas que ya había considerado importantes en su vida sino que también intenté arreglarlo, y era por eso una persona fiable en cumplir sus promesas. También le demostré que, aunque respetaba a su madre, sabía que ella no siempre hacía las cosas que su hijo necesitaba.

    Todo lo que acabo de mencionar son mensajes importantes. Ese niño estaba sufriendo por un abuso emocional y negligente. En sesiones posteriores fue capaz de hablarme sobre la adicción de su madre a las drogas y cómo se comportaba cuando estaba bajo su influencia, aunque ella le había dicho que no dijera nada.

    Creo que esto sólo fue posible porque encontramos una forma eficaz de comunicarnos que le parecía segura y porque le demostré que lo valoraba y que podía cambiar.

    ¹ Juego de palabras intraducible, entre soul – alma, y sole – planta del pie, (N. del T).

    2/ EL JUEGO LIBRE

    CONCEPTO DE JUEGO LIBRE Y ROL DEL ADULTO

    El juego libre no es una actividad confinada a los terapeutas o a los trabajadores de escuelas infantiles. Es un arma poderosa e inestimable para construir relaciones que permitan ayudar de forma eficaz a los niños. Durante años he trabajado de esta forma en un grupo de práctica social donde todos sus integrantes estaban siempre muy ocupados, el tiempo era escaso y las presiones muy fuertes.

    Una de las mejores formas de desarrollar una relación de ayuda con los niños es proporcionarles un tiempo de juego libre. Para algunos adultos no es tan fácil

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