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La vida en una escuela nodirectiva: Diálogos entre jóvenes y adultos
La vida en una escuela nodirectiva: Diálogos entre jóvenes y adultos
La vida en una escuela nodirectiva: Diálogos entre jóvenes y adultos
Libro electrónico403 páginas6 horas

La vida en una escuela nodirectiva: Diálogos entre jóvenes y adultos

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Desarrollar un proyecto de educación alternativa requiere de la continua cooperación entre maestros y padres de familia. En 1977, Mauricio y Rebeca Wild fundaron el centro "Pesta", una escuela no-directiva en la que se crearon ambientes diversificados para el desarrollo de niños y jóvenes. Para facilitar una mejor comprensión de esta propuesta, en el Pesta se mantuvieron espacios de diálogo para ubicar el trabajo en el contexto del mundo actual y favorecer relaciones intergeneracionales entre los diferentes miembros del hogar.

Este libro documenta, además, una serie de diálogos de profundización llevados a cabo durante un año en los que se reflexiona sobre las experiencias obtenidas durante la existencia del Pesta y se prepara la transición hacia un proyecto educativo más integral.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ene 2011
ISBN9788425429385
La vida en una escuela nodirectiva: Diálogos entre jóvenes y adultos

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    La vida en una escuela nodirectiva - Rebeca Wild

    REBECA WILD

    LA VIDA EN UNA ESCUELA NO DIRECTIVA

    Diálogos entre jóvenes y adultos

    Traducción de

    LEONARDO WILD y REBECA WILD

    Herder

    Título original: «Genügend gute Eltern»

    Traducción: Leonardo Wild y Rebeca Wild

    Diseño de la cubierta: Arianne Faber

    Fotografía de la portada: Sergio Lub

    © 2006, Beltz Verlag, Weinheim y Basilea

    © 2009, Herder Editorial, S.L., Barcelona

    ISBN: 978-84-254-2938-5

    La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

    Herder

    www.herdereditorial.com

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Participantes en el diálogo

    Prólogo

    Noviembre: primer encuentro de los padres de familia bajo la cúpula del domo

    Citas familiares con padres nuevos

    Una conversación nocturna en el Caribe

    Diciembre: segunda noche de diálogo. «Los procesos de vida y sus regularidades»

    Cita familiar después de un accidente

    Grupo de trabajo de física

    Enero: tercera noche de diálogo. «Aprendizaje y desarrollo»

    Cita familiar: un niño con necesidades especiales

    Curso de inglés en el instituto de idiomas (entrevista de una joven con sus padres y acompañantes)

    Febrero: cuarta noche de diálogo. «Lenguaje y desarrollo»

    Entrevista con padres de una «familia grande»

    Una joven quiere cambiar de colegio

    Marzo: quinta noche de diálogo. «Familia y desarrollo»

    Petición de una madre de tener la responsabilidad exclusiva de sus hijos

    Secundaria: preguntas urgentes

    Abril: sexta noche de diálogo. «La vida en el hogar»

    Entrevista familiar: padres adoptivos

    Asamblea semanal en secundaria

    Mayo: séptima noche de diálogo «Familia, escuela y sociedad»

    Entrevista familiar: nacimiento de un niño

    Ex alumnos conversan con padres de familia

    Un encuentro de los Centros para Actividades Autónomas

    Glosario de algunos conceptos importantes de este libro

    Bibliografía

    Notas

    PARTICIPANTES EN EL DIÁLOGO

    FUNDADORES

    Los diálogos de este libro tienen su trasfondo en las experiencias que durante muchos años he compartido en gran parte con mi esposo, Mauricio. Juntos hemos reflexionado en muchas ocasiones sobre estas vivencias, aunque cada uno mantenía sus perspectivas de acuerdo con sus diferentes vivencias.

    Por esta razón, en los capítulos «Noches de diálogo» sólo he marcado nuestras intervenciones con nuestras iniciales, cuando nos turnábamos al hablar o cuando completábamos la exposición de nuestras ideas. Para mayor facilidad, en la mayoría de los casos, simplemente he señalado nuestras participaciones con la letra «F» (Fundador).

    JÓVENES

    En los diálogos participaron varios jóvenes, pero sólo dos de ellos han sido mencionados personalmente: Dorotea y Lola

    ACOMPAÑANTES (en parte también padres)

    Ana, Ángela, Beatriz, Carmen, David, Kathy, Liliana, Luis, Margarita, Patricia, Regina, Rosa, Rubén, Verónica

    «PADRES NUEVOS»

    Adela, Amando, Anita, Carlos, Diana, Diego, Ernesto, Gabriela, Irene, Inés, Josefina, Julia, Teresa, Victoria

    «PADRES ANTIGUOS»

    Andrea, Federico, Jorge, Juan, Marcela, Pepe, Petra, Roberto, Samuel

    PADRES CON PREGUNTAS O DUDAS ESPECIALES

    Alfonso, Blanca, Edgar, Francisco, Héctor, Ignacio, Marlene, Óscar, Rafael, Víctor, Vinicio

    MADRES O PADRES QUE VIVEN CON SUS HIJOS SIN SUS PAREJAS

    Gabriela, María, Patricio, Pilar

    PRÓLOGO

    Los siguientes diálogos están relacionados con la vida en el Centro Experimental Pestalozzi en Ecuador –que fue conocido con el nombre de Pesta. A pesar de ser una especie de extracto de innumerables conversaciones entre adultos y jóvenes, tratan de mantener el lenguaje habitual de las personas que intervienen en ellas. Por ejemplo, en Ecuador en la conjugación de los verbos en singular se distingue entre «tú» y «usted»; en plural, tanto en la forma cortés como en la familiar, se utiliza «ustedes».

    Por un lado, reflejan el esfuerzo de los fundadores y sus colaboradores de hacer accesible a los padres de familia el significado de las experiencias de sus hijos en los ambientes preparados de la escuela, así como de las relaciones no directivas, y de apoyarles para que lograran una convivencia más satisfactoria en el hogar. Por otro, exponen, asimismo, las discrepancias que existen entre las vivencias y las expectativas del «mundo normal» y lo que se vive en entornos concebidos para favorecer la maduración del potencial humano.

    El lector podrá vislumbrar, entre líneas, las razones por las que –después de veintisiete años de un trabajo basado en el respeto por los procesos de vida– se tomó la difícil decisión de clausurar aquella hermosa «escuela alternativa», proyecto que se transformó en una propuesta aún más integral.

    Desde el año 2005, en las faldas de una hermosa montaña con forma de un «león dormido», en un terreno originalmente concebido como «programa de vivienda» para colaboradores y padres de familia del Pesta, estamos ideando estrategias para crear un entorno social donde también los adultos, cada uno de acuerdo con su individualidad, puedan seguir el camino de realizar su potencial humano y, de esta manera, convivir más coherentemente con los niños. En este nuevo proyecto los padres se encuentran en un continuo proceso de capacitación acompañando a sus hijos no sólo en el hogar y en el entorno social, sino también en los ambientes especialmente preparados para ellos, llamados Centros para Actividades Autónomas, o CEPAS, los cuales se han convertido en nuestra nueva «alternativa a la escuela».

    Para aquellas personas que no conocen el trasfondo y la historia del Pesta, relatados en libros anteriores,¹ presento un pequeño resumen de los antecedentes y del contexto en que tuvieron lugar los diálogos de este libro.

    El nacimiento de nuestro primer hijo, Leonardo, en el año 1966, nos dio el primer impulso para plantearnos algunas preguntas esenciales sobre la vida de los niños. Comenzamos a preparar el ambiente para que correspondiera mejor a las necesidades de nuestro hijo, así como de los niños de nuestros vecinos, poniendo a prueba los enunciados de la doctora Montessori, es decir, que los niños son capaces de dedicarse espontáneamente a actividades intensas y diferenciadas, si en el entorno encuentran los elementos que corresponden a sus etapas sensibles de desarrollo.

    Sin embargo, en esta época aún no cuestionamos las costumbres de la sociedad actual de entregar a los niños a un sistema de enseñanzas formales. Cuando Leonardo cumplió seis años lo enviamos a una escuela fisco-misional, donde pasó gran parte de los días sentado en una clase con 55 niños de su misma edad.

    En cuanto –casi nueve años más tarde– nació nuestro segundo hijo, Rafael, retomamos la idea de los «ambientes preparados» para la etapa preescolar. Éste fue el inicio del Pesta, que estuvo ubicado cerca de Quito, en un área que en aquel tiempo era todavía rural. En estas circunstancias caímos en la cuenta de las diferencias en el sentimiento vital de nuestros dos hijos: el mayor se mostraba cada vez más desanimado y menos curioso, y el menor vivía cada día descubriendo nuevos intereses. Estas observaciones nos dieron finalmente la fuerza para decidir que nosotros mismos asumiríamos la responsabilidad por la educación de nuestros hijos, sin delegarla al sistema escolar vigente.

    Durante los primeros doce años el Pesta funcionó en una casa alquilada con una hectárea de terreno, donde vivimos como familia y preparando y ampliando ambientes para un creciente número de niños y adolescentes. En estas circunstancias, tan cercanas a nuestra vida cotidiana, logramos percibir, cada vez con mayor claridad, las actitudes y actividades reales que se presentan cuando las interacciones no son condicionadas por un programa externo, sino que surgen de acuerdo con los estadios emocionales y cognitivos internos en un entorno rico en elementos naturales y culturales.

    Los «alumnos» pasaban en la «escuela» tan sólo las mañanas. Dedicábamos cuatro tardes a la semana a reuniones de capacitación con los colaboradores. En estos encuentros, además de tratar los puntos necesarios de organización, nos proponíamos reflexionar sobre los procesos de los niños y relacionarlos con estudios sobre los procesos de maduración. También se practicaban o se elaboraban nuevos materiales. Dos tardes y una noche a la semana nos reuníamos regularmente con padres para hablar sobre sus procesos en el hogar y para profundizar, respectivamente, en los temas del crecimiento humano.

    En los primeros doce años del Pesta, las autoridades educativas toleraron el proyecto, tan diferente a la educación común. Cada año escolar, los padres firmaban un documento donde decían estar de acuerdo con los principios no-directivos del centro educativo. Este documento estaba respaldado por un artículo de la Constitución del país que concede a los padres el derecho de escoger para sus hijos la educación de su preferencia.

    Nuestras experiencias con hasta 160 niños en diferentes etapas de desarrollo, que en nuestro entorno no tenían que seguir un programa externo, así como los continuos contactos con sus padres y las amplias investigaciones biológicas, neurológicas, psicológicas y sociológicas, nos permitieron obtener un concepto cada vez más claro de nuestro quehacer educativo. Gracias a este concepto, en 1989 el Ministerio de Educación nos dio su total reconocimiento bajo el nombre «Nueve años de escuela básica ecuatoriana sin grados». Pero este reconocimiento sin condiciones no conllevaba ningún apoyo económico de parte de las autoridades. Desde el comienzo tuvimos que encontrar soluciones para cubrir los gastos de esta educación tan rica en materiales y en atención personalizada, al tiempo que otorgábamos becas a familias que carecían de los medios para hacer contribuciones monetarias necesarias a fin de mantener el Pesta.

    En el año del reconocimiento oficial de nuestro trabajo, con 180 niños y jóvenes inscritos en el Pesta, confluyeron una serie de eventos que nos permitieron adquirir un terreno propio al pie de un volcán inactivo y erigir construcciones más propicias y así mejorar los ambientes. En este lugar, durante quince años, el trabajo floreció sin mayores obstáculos y nos visitaron personas de diferentes culturas, dándose cuenta de que éste era realmente un lugar de paz que favorecía los múltiples procesos de crecimiento, no sólo para los niños, sino también para los adultos.

    No obstante, en los últimos años del siglo XX, Ecuador cayó en una depresión económica cada vez más aguda. En el año 2000, el país tuvo que aceptar el cambio al dólar, lo cual agravó aún más la problemática. A pesar de los esfuerzos realizados a fin de aliviar esta crisis para quienes participaban en el Pesta, como, por ejemplo, por medio de la creación de un mercado de economía complementaria, las presiones sobre las familias y la escuela fueron cada vez más notorias. La creciente lucha de los adultos por la supervivencia disminuía continuamente sus posibilidades de crear ambientes relajados en el hogar. Este estrés afectó sin lugar a dudas al estado de los niños, así como a su capacidad de aprovechar los ambientes preparados en función de un desarrollo auténtico. La situación exigía de los acompañantes que dedicaran cada vez más tiempo al seguimiento de las familias de la escuela, con el peligro de desatender su propio hogar.

    Fue en este contexto cuando surgió el deseo de reunir a todos los interesados bajo la cúpula de la sala redonda de la Red de Autodidactas del Pesta para darnos otra oportunidad de comprender mejor el sentido de la experiencia educativa compartida, el quehacer de los CEPAS en otras provincias, y así vislumbrar diferentes circunstancias para continuar el trabajo con estructuras nuevas.

    Entre cada uno de los diálogos correspondientes a estas reuniones que convocaban a cien personas o más, el lector encontrará un capítulo que da un ejemplo de los encuentros con padres sobre su situación familiar particular, y otro que refleja algunas opiniones y preguntas de los jóvenes en relación con sus experiencias en una escuela no directiva.

    Quisiera agradecer a la editorial Herder su interés en nuestras experiencias en Ecuador y el hecho de confiar la traducción del original alemán de este libro a mi hijo Leonardo y a mí.

    NOVIEMBRE: PRIMER ENCUENTRO DE LOS PADRES DE FAMILIA BAJO LA CÚPULA DEL DOMO

    MODERADOR: ¡Muy buenas noches, queridos padres de familia y colaboradores del Pesta! El equipo coordinador de la Fundación Educativa Pestalozzi me ha elegido como coordinador para estos encuentros especiales que se celebrarán regularmente una vez al mes, hasta el mayo próximo. En calidad de moderador, quisiera expresar mi gran satisfacción porque la invitación a estos diálogos haya convocado a tantas personas. Deseo dar una bienvenida muy especial a los jóvenes de la Red de Autodidactas, aquí presentes, pues este edificio fue construido específicamente para vosotros.

    En primer lugar, me gustaría explicar brevemente la razón para organizar estas noches de diálogos. El equipo coordinador de la Fundación Educativa Pestalozzi, que, como ustedes saben, está conformado por representantes voluntarios de las diversas áreas de trabajo –es decir, de las secciones preescolar, primaria, secundaria, de la Red de Autodidactas, de la administración, de la carpintería y del programa de vivienda–, tiene la responsabilidad de tomar las decisiones para el funcionamiento del Pesta. Desde hace algunos años, en esta instancia de toma de decisiones nos hemos percatado de que las presiones que vienen de diferentes lados e inquietan a todo el país por desgracia también han afectado ya al Pesta.

    Por esta razón parece oportuno darnos este tiempo extra y planificar estos encuentros adicionales a las citas familiares y a las reuniones de padres regulares, que se organizan siempre de acuerdo con las etapas de desarrollo de los niños. De esta manera, podremos conocernos mejor entre los padres e informarnos sobre la situación actual de este proyecto. Espero que, además, podamos profundizar en nuestra comprensión de los orígenes y los fundamentos de este espacio vital tan particular. Me alegro que incluso los fundadores de este proyecto educativo puedan participar en nuestros diálogos durante los próximos meses.

    MW: Desde la crisis económica en Ecuador, nos hemos dedi-cado a la tarea adicional de crear una red de relaciones económicas alternativas. Tenemos la esperanza de que esta red pueda también significar un apoyo para las necesidades vitales del Pesta. Por esta razón, últimamente no hemos podido mantener un contacto regular con los niños y sus padres como antes. Sin embargo, hemos llevado a cabo con normalidad reuniones de profundización y actividades para el manejo de materiales didácticos con los grupos de trabajo.

    RW: Es una satisfacción especial para mí encontrarme en esta primera noche de diálogo con los nuevos padres entre ustedes. También me alegra mucho ver tantas caras conocidas. Como existen algunas personas que nos conocen tan sólo de oídas o con las cuales apenas hemos mantenido contactos breves, me gustaría aprovechar esta oportunidad para contarles un poco de los inicios del Pesta. Ésta es una historia muy personal, la cual nos ayudará tal vez a librarnos de la posible idea de que el Pesta es una institución que se ha propuesto cumplir con la misión de educar a los niños con un nuevo concepto pedagógico. Quizá de esta manera logremos entablar un diálogo más natural y sentido para acercarnos a preguntas vitales de fondo.

    El Centro Experimental Pestalozzi que ustedes conocen ahora cuenta con un alumnado de 180 niños y jóvenes. Además, tenemos diversos equipos o grupos de trabajo, un terreno y amplios edificios. Sin embargo, al inicio el Pesta comenzó como algo pequeño en nuestro propio hogar, una casa alquilada. En realidad, empezó cuando nosotros éramos una pareja joven, felices por el nacimiento de nuestro hijo, pero, obviamente, sin ninguna experiencia como padres. A los veintisiete años teníamos ideas sobre muchas cosas y habíamos reunido ya una serie de conocimientos y experiencias. Pero de nuestro propio hijo no sabíamos casi nada, ni siquiera lo que él requería para crecer contento consigo mismo y con su entorno. Esta ignorancia fue la causa de que, con frecuencia, nos hiciéramos la vida mutuamente difícil. Pedíamos que vecinos o amigos nos asesoraran, pero muchas veces sus consejos eran contradictorios o incluso agravaban nuestros problemas.

    Gracias a un libro que nos prestaron, tuvimos acceso a las ideas centrales de María Montessori. Por primera vez leímos sobre las etapas sensibles en el desarrollo y el fenómeno de las actividades espontáneas en un entorno adecuado. Estos tres elementos nos abrieron los ojos a un nuevo panorama y despertaron en nosotros el deseo de acompañar a nuestro hijo en el camino que habría que trazar en esta situación tan poco conocida. El escenario de esta aventura fue, en aquel entonces, un apartamento estudiantil con un pequeño jardín en una isla del Caribe: Puerto Rico.

    Ya desde nuestros primeros intentos de preparar el ambiente en casa, y de prestar atención a lo que en ese entorno nuestro hijo de un año emprendía, sentimos que nuestra vida familiar comenzaba a cambiar. Las situaciones se volvían más relajadas, nuestra relación más cariñosa y comenzamos a sentir auténtico interés en los procesos de desarrollo humano. Cada día, no sólo el niño, sino también nosotros, los «viejos», aprendíamos algo nuevo. A los niños de los vecinos les gustaba asimismo este ambiente, de manera que muchas veces no querían regresar a sus casas. Por circunstancias de la vida, nos mudamos de Puerto Rico a Colombia, donde organizamos un espacio en el cual nuestro hijo de cuatro años, y quince niños más, compartieron muchas horas llenas de felicidad en aquel ambiente preparado para sus necesidades. Después de ese año en Cali, nos mudamos a Ecuador, inscribimos a Leonardo en un centro regular y, como se dice comúnmente, nos dedicamos a otros asuntos.

    Luego, y tras algunos cambios en nuestras vidas, llegamos a Tumbaco, que en aquel entonces era todavía un pueblo pequeño. Leonardo ya tenía once años, y poco había quedado de su anterior alegría de vivir y de sus intereses tan diversificados. En esa época, Rafael, nuestro segundo hijo, llegó a la edad de comenzar el jardín de infancia. Recordando las hermosas experiencias de cuando Leonardo era pequeño, decidimos instalar para Rafael nuestro propio jardín de infancia –lo que ahora se conoce como el Pesta– en una casa alquilada rodeada de un amplio terreno.

    Después de dos años, decidimos dar a Leonardo la opción de quedarse en casa, pese a que en esa época no teníamos un ambiente específicamente preparado para su etapa de desarrollo. En esa casa alquilada vivimos durante doce años en una simbiosis intensa con el Pesta. Comenzamos con cuatro niños, pero pronto hubo noventa en preescolar. A Rafael ya no lo inscribimos en el colegio, sino que nos pusimos a preparar el ambiente correspondiente a su nueva etapa de desarrollo. Poco a poco fuimos creando nuevos materiales, acomodándolos en dos construcciones provisionales, que levantamos en aquella propiedad alquilada. Los niños de primaria crecieron y se convirtieron en preadolescentes. Algunos se quedaron con nosotros, de manera que nos vimos ante la tarea de preocuparnos también por las necesidades y los procesos de los jóvenes.

    Así fue como finalmente cada mañana unos 160 niños y jóvenes y diez adultos acompañantes entraban y salían de nuestra casa y de las áreas exteriores. Dedicábamos las tardes a reuniones con el equipo de trabajo y con los padres. Nuestro espacio privado estaba prácticamente reducido a nuestros dormitorios.

    MW: Eran circunstancias bastante complicadas. Pero aún más compleja se nos hacía la vida al darnos cuenta de que no era fácil mantenernos coherentes con las intuiciones y las percepciones que nos habían motivado para iniciar el proyecto.

    Nos defendimos con mucha firmeza contra las demandas de aplicar materias de instrucción, de seguir las normas y los programas oficiales, de dividir a los niños en clases y cursos, de examinarlos y evaluar sus progresos de acuerdo con un sistema preestablecido de notas. En cambio, continuamos enriqueciendo los ambientes hasta conseguir la diversidad actual. En estos entornos, todos los niños y los jóvenes podían elegir libremente sus actividades y, gracias a estas circunstancias, los adultos teníamos la oportunidad de acercarnos a comprender las necesidades auténticas de los niños. Aprendimos a diferenciar entre necesidades auténticas de desarrollo y actividades sustitutivas, y a poner límites cuando fuera necesario.

    Las inevitables discrepancias y discusiones con el Ministerio de Cultura nos llevaron a investigar sobre las experiencias de otras escuelas alternativas y a adentrarnos en estudios de neurobiología así como de la psicología del desarrollo. Comparamos estas investigaciones con las técnicas educativas corrientes, y las relacionamos con los análisis del mundo que nos rodea. Documentamos, lo mejor que pudimos, las actividades de los niños y lo que éstas significaban. Fue gracias a estos esfuerzos –después de haber trabajado diez años sin amparo legal– como logramos el reconocimiento incondicional de nuestro enfoque pedagógico poco usual por parte de las autoridades en el Ministerio de Educación.

    RW: No obstante, durante ese proceso, nuestras propias percepciones en la convivencia estrecha con los niños y jóvenes continuaron siendo el factor más importante. Además, llegamos a comprender que este enfoque no concierne sólo a los niños, sino también a los adultos. En otras palabras, toda nuestra dedicación para la preparación de un espacio vital diferente no fue tan infructuosa como pudiera pensarse, sino que más bien supuso una excelente oportunidad para indagar las leyes de la vida.

    De vez en cuando se nos presentaron situaciones concretas que, a pesar de todos los obstáculos y las inseguridades que experimentamos en el camino, nos ayudaron a seguir fieles a nuestra tarea. Ocurrieron coincidencias interesantes, por ejemplo, la anulación del contrato de alquiler de la propiedad justo en el preciso año en que conseguimos mudarnos a un terreno propio. Y las circunstancias que llevaron a la compra de esta propiedad, donde desde hace quince años funciona el Pesta, también fueron completamente imprevistas. Tal vez de forma paradójica, y a pesar de haber logrado tanto tras veintisiete años, estamos ahora tratando de ver cómo rescatar el contenido de este trabajo, que hasta se ha convertido en tradición y que nos sirve de fundamento para construir una nueva praxis basada en lo que hemos aprendido hasta aquí.²

    Lo que tal vez todavía nos faltaría es explicar la razón de haber creado la Fundación Educativa Pestalozzi. Después de los primeros cinco años de labor, los padres de familia de esa época insistieron en crear una estructura legal para proteger la escuela, que continuaba incrementando su alumnado. Esta figura legal seguirá siendo, en nuestra nueva propuesta, el organismo responsable de proteger los proyectos actuales y los que vendrán en el futuro.

    Creo que ahora, con estos antecedentes, podemos dar paso ya a nuestro diálogo.

    MODERADOR: ¿Tal vez alguien tiene algún comentario o interés especial que quisiera exponer?

    IRENE: Yo soy una «madre nueva» en el Pesta. En este año escolar, mi hijo ingresó en la sección preescolar. Nos sentimos aliviados por haber encontrado un lugar donde dejar a nuestro hijo sin tener remordimientos. Mi esposo y yo trabajamos en una empresa en Quito en una actividad profesional bastante difícil, pues hay mucha competencia y, lo admito, una atmósfera de trabajo poco agradable. Pero aspiramos a que nuestro hijo tenga una vida mejor. En este entorno maravilloso, y con acompañantes tan amables, podrá efectivamente gozar a diario de lo que nosotros podemos permitirnos sólo de vez en cuando, es decir, aire fresco y alegría de vivir. ¡Qué lástima que en casa nuestras posibilidades sean muy limitadas! Cuando llegamos del trabajo, estamos agotados; apenas logramos bregar con las tareas domésticas. ¿Cómo podemos llevar a cabo todo eso y además reflexionar continuamente sobre las demandas justificadas o injustificadas que hace un niño de cuatro años a sus padres?

    GABRIELA: ¡Por lo menos tienes a un compañero en quien apoyarte!

    Cuando nació mi hijo, me llevé la decepcionante sorpresa de que no era sólo un niño, sino más bien dos, a quienes tenía que atender. Mi marido insistía en que él se merecía tantos cuidados como el bebé. Durante un tiempo, traté de hacer de mamá para ambos, pero al final me rendí, lo que supuso que ahora tengo que lidiar sola con todo: ganar el dinero para sobrevivir, hacer las tareas de la casa y atender al niño. Por lo menos en las reuniones de padres en el Pesta no me siento completamente sola con mis ideas y problemas. El hecho de poder conversar con otros sobre mí misma y sobre mi hijo es hasta cierto punto algo similar a un sustituto de familia. Desde que me divorcié, mis propios padres han dejado de apoyarme: dicen que sólo me ayudarán si inscribo a mi hijo en una escuela común.

    ROBERTO: Me parece que esta noche estamos aquí reunidos en una especie de mezcla muy saludable. Nosotros, por ejemplo, somos «padres viejos», con muchos años de experiencia en el Pesta. Igual que la mayoría de la gente, al comienzo tuvimos muchas dudas, preguntándonos si no era tal vez una falta de responsabilidad haber escogido un camino poco usual para nuestros hijos. Pero nos sentimos siempre de nuevo confirmados porque a los niños les iba bien, aunque nosotros, los padres, vivíamos en otro mundo y nos era difícil entrar realmente en onda con ellos. ¡En cuántas reuniones de padres no hemos participado donde no se haya discutido sobre los pros y los contras de empujar y de motivar a los niños, aunque sea un poco no más, siempre con el miedo de si estarán lo suficientemente preparados para enfrentarse a la «dura realidad» de nuestra sociedad! En cuanto nos dimos cuenta de con qué confianza nuestros jóvenes siguieron luego su propio camino, nos sentíamos lo suficientemente relajados para entrar a fondo en el tema del desarrollo. Ahora tenemos una hija de ocho años, en primaria, y ya podemos afrontar esta situación de otra manera.

    Estoy seguro de que entre ustedes hay algunos que se sienten en conflicto entre la alegría y vivacidad de sus hijos, por un lado, y, por otro, ante sus preocupaciones por su futuro. Quizá no dejen de dudar de si no sería mejor mantener la costumbre actual de ofrecer a todos los niños de la misma edad las mismas materias. Pero tal vez los nuevos padres de la sección preescolar tengan otro tipo de preguntas. En todo caso, confío en que podamos llevar a cabo un intercambio muy interesante durante los próximos meses.

    DIANA: Sí, yo soy una de las personas nuevas. Trajimos a nuestras hijas a la sección preescolar de este centro hace un año. Somos padres que desde el comienzo queríamos lo mejor para nuestras hijas. Habíamos optado por el parto en casa, leímos mucho sobre temas de educación y nos esforzamos por ser padres perfectos. Entre estas y otras razones, elegimos el Pesta por la posibilidad de tener intercambios con otros padres. Hemos aprovechado al máximo las citas entre los profesores y los padres.

    Pero actualmente me siento bastante frustrada. Me gustaría que los acompañantes, en lugar de averiguar sobre nuestras vivencias, como gente calificada me dieran instrucciones claras y me dijeran francamente en qué estoy acertando o en qué equivocándome. Pero, claro está, cuando por mi insistencia de repente me dan algún consejo, tampoco se ajusta a mi situación. ¿No nos podrían proporcionar una especie de manual para que en casa podamos seguir el mismo siste-ma que aplican en el Pesta? ¿No creen que confunde a los niños que en casa hagamos las cosas de otra forma de lo que se acostumbra a hacer en este ambiente preparado?

    VÍCTOR: Para mí, personalmente, la problemática se presenta de otra manera. Mi esposa se ha interesado mucho en temas de educación. Ahora está convencida de que ella es la experta y que yo lo hago todo mal. Piensa que estas noches de diálogo me servirán para comprender de qué está hablando. Pero, para ser sincero, con frecuencia tampoco estoy de acuerdo con su manera de tratar a nuestros dos hijos. Así, por ejemplo, cuando regreso a casa y estoy cansado del trabajo, no aguanto que los hermanos se peleen entre sí. Pues, al fin y al cabo, soy yo quien mantiene a la familia. En mi trabajo tengo que bregar con problemas de importancia. En cambio, ella defiende la opinión de que la educación de los niños es una tarea aún más exigente y que, además, contribuye a su desarrollo personal. Pero la verdad es que en situaciones cotidianas tampoco sabe qué hacer. ¿Quién de ustedes puede, por ejemplo, explicarme qué debo hacer cuando mis dos hijos no dejan de pelear, mientras yo necesito descansar el fin de semana?

    MODERADOR: Quisiera recordarles que, para aclarar cuestiones personales específicas, siempre existe la posibilidad de pedir citas familiares con los adultos acompañantes. Sería ideal si, en estas noches destinadas al diálogo, pudiéramos formular nuestras inquietudes de una manera suficientemente amplia a fin de que sirvieran para profundizar en la comprensión del contenido de esta opción educativa. De este modo, tal vez logremos aproximarnos a cada problema de la vida en diferentes niveles y desde diversos ángulos, y enfocarlos con nuevos criterios.

    En estos encuentros nos reunimos personas con muy diversos casos. Entre nosotros hay padres que han esperado a sus hijos con mucha alegría. Otros se han visto en el papel de ser padres sin haber reflexionado mucho sobre ello. Hasta hay quienes fueron padres contra su propia voluntad, y tal vez acabaron de aceptar este desafío tras algunos desvíos y posibles resistencias.

    En realidad, somos pocos los padres que están criando a sus hijos en una familia convencional. Algunos viven todavía en una familia ampliada, que les proporciona protección, pero que también limita la autonomía de los niños. Entre las personas solteras, hay quienes están separados, mientras que otros nunca contaron con el apoyo de una pareja en la crianza de sus hijos.

    Y no sólo eso: además, posiblemente, hemos tenido diferentes razones para venir al Pesta con nuestros niños. Algunos habrán buscado una alternativa a la educación tradicional, pero tardaron un tiempo hasta caer en la cuenta de qué es realmente lo especial aquí. Tal vez otros se hayan dejado convencer por terceras personas o porque les gustó este entorno tan bonito. También hay quienes son a la vez padres de familia y acompañantes adultos en el centro.

    Debido a todas estas diferencias, me gustaría especialmente aprovechar estas noches para profundizar en las ideas que son la base para nuestras experiencias aquí. Así tendremos la oportunidad de tomar conciencia de si este paradigma realmente se corresponde con nuestras expectativas o si preferimos buscar, al final, otro marco de referencia para cumplir con nuestras responsabilidades como padres.

    MARÍA: Yo agradezco mucho esta oferta adicional de dialogar. Aunque es relativamente fácil darme cuenta de lo bien que le hace a mi hija este entorno y de la manera como aquí los adultos se relacionan con los niños, sin embargo, en casa, me siento muchas veces desamparada y no sé cómo lidiar con los desafíos que me presenta mi hija. Lo que necesito es una orientación clara para que el abismo entre lo que ella vive en el Pesta y en casa sea menos profundo.

    EDGAR: Para ser franco, no estoy de acuerdo. Al fin y al cabo, yo pago cada mes puntualmente una cuota porque confío en que los profesores sean lo suficientemente competentes para dar un buen trato a mi hijo. Al final, ésta es su responsabilidad. Como trate a mi hijo en casa es asunto mío personal. Confío plenamente en sus argumentos de que la metodología del Pesta está a la altura de las investigaciones científicas modernas, y que por eso podemos esperar mejores resultados que los del sistema tradicional, que tanto énfasis pone en el aprendizaje memorístico. Esta fe me permite sentirme tranquilo de que estoy cumpliendo con mis responsabilidades paternas.

    ANITA: En este punto tenemos algunas discrepancias en casa. Admito que fui yo quien se entusiasmó por este centro. Ya en nuestra primera visita, tuve la sensación que nosotros, los adultos, estaríamos mejor si hubiésemos podido crecer en un entorno como éste. Pero no es tan fácil confiar en los propios sentimientos. Quizá estas noches de diálogo nos permitan disminuir nuestras diferencias en cuanto a la educación de los niños y

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