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La educación en personas mayores: Ensayo de nuevos caminos
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Libro electrónico337 páginas4 horas

La educación en personas mayores: Ensayo de nuevos caminos

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El creciente envejecimiento de la población convierte en prioritario el tema de los mayores, sus deberes y derechos. Uno de ellos y muy importante es el derecho a la educación para cuya consecución es preciso fomentar los mecanismos de defensa de la integridad personal en especial la de aquellos ciudadanos que viven en una situación menos favorecida. La intención de este libro es descubrir un perfil de educación que satisfaga las necesidades y demandas de desarrollo de las personas mayores, con el objeto de reclamar un espacio que permita la existencia de una opción pública bien informada, reflexiva y crítica.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 may 2023
ISBN9788427730342
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    La educación en personas mayores - Jesús García Mínguez

    1/ LA EDUCACIÓN COMO DERECHO Y NECESIDAD

    Sólo muy recientemente en la década de los noventa, se acuña el término «educación a lo largo de la vida» y sólo entonces los educadores empezaron a estudiar el significado.

    Antes de entrar a desbrozar la maleza del camino hacia el derecho, parece oportuno y hasta justo hacer un recorrido histórico que permita comprender el concepto desde sus orígenes remotos y realizar un análisis teleológico de la educación transversal.

    El deber obliga a reconocer autores, programas e instituciones que perseguían los fines en la problemática educativa a lo largo de la vida. Es verdad que los contenidos y los fines no eran los mismos e incluso se modificaron en el tiempo, lo que costó pagar más réditos al contexto social y económico, pero con paso adelante y paso atrás se fue consolidando un tipo de educación más allá de la escuela. Por tanto, el propósito de prolongar la formación por encima del periodo escolar no es de hoy.

    Ojeando la historia, nos remitimos al siglo XVII, donde encontramos al primer defensor de la educación «sin límites de edad». De entonces, al momento presente, hay un largo recorrido, bien es cierto que con grandes lagunas.

    Comenio, ilustre humanista, en torno a los años 1650-1670 bosquejó en la Pansophia y la Didáctica Magna una pedagogía diferente a la clásica: su propósito era convertir al maestro en «servidor de la naturaleza».

    Se adelanta a las ideas naturalistas del famoso educador Jean Jacques Rousseau. Pero lo que interesa resaltar de Comenio es la política educativa dirigida «a todas las etapas de la vida». La originalidad de su doctrina le convierte en el primer promotor de unas propuestas formativas ajustadas a los procesos vitales.

    Premonitor de la educación de adultos, nuestro pedagogo justifica el aprendizaje «a lo largo de todas las etapas de la vida, prenatal, materna, infantil, adolescencia, juvenil, adultez, vejez y muerte». Prescindiendo de la singular clasificación biográfica del ser humano (prenatal, muerte) una verdad persigue con convicción: no podemos abandonarnos a la enseñanza recibida en los primeros estadíos de la vida. El afán de Comenio por mejorar las condiciones de la vida a través de una educación ininterrumpida es una constante en sus escritos. A pesar de que sus orientaciones parecen claras y razonables, el tiempo ha demostrado que éstas no cabrían en la mente de los siguientes pedagogos.

    Tras el vacío de un siglo, en torno a la Revolución Francesa, Condorcet retoma las iniciativas de Comenio para insistir ante la Asamblea Nacional (1792) en la universalidad de la instrucción.

    «La educación con términos sonoros, consiste en ofrecer a todos los individuos de la raza humana los medios para hacer frente a sus necesidades, para asegurar su bienestar, para conocer y ejercer sus derechos, para comprender y cumplir sus obligaciones. Su fin es asegurar a todos la posibilidad de perfeccionar sus habilidades, de capacitarse para las funciones sociales a las que tiene derecho de ser convocado, de desarrollar por completo los talentos con que la naturaleza lo ha dotado y establecer, por ese medio, una real igualdad entre ciudadanos haciendo de esa manera real la igualdad política que la ley reconoce. Ésta debería ser la nota primordial de cualquier educación nacional y, desde ese punto de vista, la educación es para todo gobierno un deber de justicia. Se hace necesario, por lo tanto, dirigir la enseñanza de manera tal que el perfeccionamiento de las industrias aumente el bienestar de todos los ciudadanos a fin de que un número cada vez mayor de hombres sea capaz de ejercer las funciones que la sociedad requiere. El siempre creciente progreso de la cultura debe ser una fuente inextinguible de ayuda a nuestras necesidades, de remedios para nuestras enfermedades, de medios para la felicidad individual y la prosperidad en general. En resumen, la educación debe cultivar en cada generación las facultades físicas, intelectuales y morales y contribuir al progreso de la raza humana. Éste debe ser el objetivo final de toda institución educativa. Por ello la educación es un deber para el gobierno impuesto por el interés común de la sociedad y de toda humanidad» (Condorcet, 1792, Discurso sobre educación pronunciado en la Asamblea Legislativa de la Revolución francesa).

    El informe de Condorcet otorga todos los elogios posibles a la necesidad de extender la educación a todos los ciudadanos y en todas las edades. Convencido de sus razonamientos reivindica el aprendizaje a cualquier edad. Con una doble finalidad: conservar los conocimientos de la escuela y adquirir otros nuevos.

    Quizás este discurso tuviera una intención política que restara credibilidad a las ideas, pero el pensamiento aventajó en dos siglos a la pedagogía de adultos.

    Fue el primero de los educadores prácticos en el servicio formativo para las personas maduras: Nicolai Frederik Severin Grundtvig, escritor y pastor danés (1783-1872) (citado por Sanz Fernández, F., 1990) estaba dotado de un temperamento inconformista y reformador. Entre otras innovaciones se ocupó de paliar los problemas de la educación. En 1844 fundó la «Alta Escuela Popular».

    La excelencia de la iniciativa no se limitaba a la creación de un centro para el pueblo, como pudiera parecer, sino el primer eslabón de una cadena de centros; el atractivo del objetivo era formar políticamente a las gentes del campo donde imperaba la ignorancia. Precisamente se instrumentalizaba la falta de cultura rural, negando la participación política a la población campesina, aquélla que, farsa de la vida, estaba manteniendo la economía nacional con su

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