Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Hacia una escuela ecohumanista: Educar para un futuro con esperanza
Hacia una escuela ecohumanista: Educar para un futuro con esperanza
Hacia una escuela ecohumanista: Educar para un futuro con esperanza
Libro electrónico497 páginas3 horas

Hacia una escuela ecohumanista: Educar para un futuro con esperanza

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La práctica docente no es un mero y frío transmitir. Este libro quiere contribuir a impregnar nuestra enseñanza de un humanismo activo porque la educación juega algún papel decisivo en abrir paso a los sentimientos, a la creatividad, a la ética. Aprender Historia o Matemáticas puede resultar una pesada carga o un ejercicio de liberación; puede quitarnos el sueño o motivarnos, puede abrirnos perspectivas o encerrarnos en una sola. Puede, en definitiva, ejercer su papel en sumirnos en el conformismo más banal o en despertar conciencia y valor. Es ahí, en ese núcleo anímico y vital, donde la educación ofrece todo su valor añadido y su razón de ser, donde se alza a otro nivel, al nivel óptimo que todos deseamos.
La adulteración de los valores democráticos básicos y de los derechos humanos y la emergencia climática son cuestiones que están condicionando nuestras vidas. La pandemia es solo una consecuencia más de nuestro divorcio con la naturaleza y de nuestra sacralización de la eficacia, el beneficio y la rapidez. Diálogos, silencios, reflexión, están mal vistos. Hay que correr. Hay que funcionar. Hay que optimizar. Por encima de todo, esta inmensa máquina devoradora de recursos que hemos creado tiene que seguir adelante sin hacerse preguntas. La enseñanza debería resistirse a entrar en este juego, porque su razón de existir, si la entendemos como una formación integral del ser humano, como una tarea de base ética, se basa en la curiosidad, en las preguntas, en el análisis crítico.

En este sentido, los profesores vitales y proactivos adquieren el inmenso valor de ayudar a configurar un futuro con esperanza.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 sept 2021
ISBN9788427728493
Hacia una escuela ecohumanista: Educar para un futuro con esperanza

Lee más de Josep Manel Marrasé

Relacionado con Hacia una escuela ecohumanista

Títulos en esta serie (90)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Hacia una escuela ecohumanista

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Hacia una escuela ecohumanista - Josep Manel Marrasé

    Introducción

    Puesto que la gente solo puede afirmarse en la vida

    tratando de hacer algo bien por el simple hecho de hacerlo bien,

    el triunfo de la superficialidad en el trabajo, en las escuelas y en la política

    me parece frágil.

    Tal vez la rebelión contra esta cultura debilitada

    constituya nuestra próxima nueva página de la historia.

    Richard Sennett

    Un niño, un maestro, un bolígrafo y un libro

    pueden cambiar el mundo.

    Malala Yousafzai

    Las primeras páginas de un libro sirven para dibujar lo que es, lo que modestamente se pretende con él, su mensaje. Es decir, sirven para tratar de su intención y de su sentido. Lo que verdaderamente me ha impulsado de nuevo a escribir sobre educación surge de preguntas que continúan teniendo varias y diferentes respuestas. Ante la confusión a la que asistimos, tendríamos que recuperar lo más auténtico y liberador. Sería deseable apostar por una escuela vital y profunda, donde un buen nivel de conocimientos y un optimismo razonable se encuentren; por una escuela que afronte los problemas de hoy y del futuro próximo.

    En nuestro complejo y agitado mundo –reviso el texto en plena pandemia– esas preguntas, las valiosas, continúan vigentes y amplifican su central importancia.

    ¿Cómo debemos educar hoy? ¿Qué sentido tiene entrar en un aula? ¿Qué entendemos por un profesor competente? ¿Y por una buena escuela? ¿Puede ser la escuela ajena al mundo que la rodea?

    Estas son las cuestiones que invito a debatir, los asuntos nucleares que pueden generar la pedagogía ecohumanista que necesitamos.

    La escuela es una institución social vital, y el papel central corresponde a los profesores y profesoras, maestros y maestras, cuya función principal consiste en dinamizar las aulas, en facilitar que aquellos alumnos formen una entusiasta comunidad de aprendizaje. Vamos a enfrentar la escuela de hoy con su realidad.

    Y ahora entramos en la apuesta del libro. La educación ya sea secundaria, infantil, primaria o superior, necesita un nuevo vigor, recuperar las esencias de lo que debería ser una educación vital confrontada al mundo en que vivimos, en diálogo con él, con la mirada puesta en dotar a nuestros alumnos y alumnas de ilusión y conocimiento, de habilidades y competencias pero, por encima de todo, de la visión ética, del nuevo enfoque ecohumanista que esta sociedad convulsa y líquida nos está demandando. Los colegios e institutos, ahogados por el mar burocrático, viven en una especie de desorientación, atrapados en un cierto desánimo. Pero tenemos que avanzar.

    Estoy seguro que muchos docentes están intentando, día a día, luchar contra el conformismo y la falta de estímulos, porque saben que educar es algo más grande, más sanamente ambicioso y más amplio de lo que es en superficie; más amplio que un simple seguimiento de programas e instrucciones. Es urgente ya recuperar las raíces, configurando entre todos esta educación que se necesita, que nos puede ayudar a dotar de un nuevo sentido la tarea docente.

    Nuestra sociedad, superados veinte años de nuestro siglo, ya no es la de finales del siglo anterior, y se está viendo condicionada y tensionada por conflictos globales urgentes. La adulteración de los valores democráticos básicos y de los derechos humanos, y la emergencia climática, son cuestiones que están condicionando nuestras vidas. Y la pandemia en la que estamos inmersos mientras escribo el libro es una manifestación más, una consecuencia más, de nuestro divorcio con la naturaleza y de nuestra sacralización de la eficacia, el beneficio y la rapidez.

    Diálogos, silencios, reflexión, están mal vistos. Hay que correr. Hay que funcionar. Hay que optimizar. Por encima de todo, esta inmensa máquina devoradora de recursos que hemos creado tiene que seguir adelante sin hacerse preguntas.

    La enseñanza debería resistirse a entrar en este juego, porque su razón de existir, si la entendemos como una formación integral del ser humano, como una tarea de base ética, se basa en la curiosidad, en las preguntas, en el análisis crítico.

    Creer en los educadores

    El libro pretende ser inspirador y útil para todas las personas implicadas en la tarea de educar. Durante mis años de dedicación a la enseñanza, he intentado dotarla de significado, asumiendo un plus importante de responsabilidad, porque nuestra labor docente se extiende, sin que directamente se perciba, a lo largo de las vidas de nuestros alumnos y alumnas. La escuela puede contribuir a que las relaciones entre los seres humanos sean más cálidas y a que la libertad y la solidaridad se consoliden, porque estas mejoras surgen si las personas aportan valor, si las generaciones mejoran. Y el gran instrumento para conseguirlo es la educación.

    He procurado que mis alumnos y alumnas hayan aprendido conmigo, impregnándose de amor al conocimiento, activando una comunión dinámica que se realimenta cada día. Quiero pensar que lo mismo ha sucedido con aquellos que se han formado en las escuelas de todo el mundo con sus profesores y maestros, y que así seguirá sucediendo. Quiero pensar que se les orienta a vivir con responsabilidad y libertad, y que se les dota de una sólida base humanista y ética.

    Pero en sentido inverso, los niños y adolescentes también nos abren los ojos a nuevas posibilidades, nos sugieren dinámicas nuevas, nos inducen a desarrollar todos los aspectos en juego y a imaginar y poner en práctica nuevas estrategias. Aprendemos también de ellos, nos enseñan; solo hace falta que captemos señales, que sembremos la semilla de la curiosidad.

    En mi libro La educación invisible, trataba de los verbos a tener en cuenta para captar estas señales –los verbos del aula– aquellos que siempre tenemos presentes, aquellos que establecen las complicidades que conducen a un aprender sentido y significativo. Se cumple la propiedad asociativa de la educación, que nos recuerda a la propiedad asociativa matemática; no importa el orden en que sumemos o multipliquemos para obtener el resultado, siempre y cuando estén presentes todos los sumandos o todos los factores; en el caso de la tarea pedagógica todas las complicidades. Como afirmaba Maslow: todo el mundo es maestro, todo el mundo es alumno.

    La escuela siempre va de la mano del mundo, conversando con él sin cesar. Preguntarse sobre el papel de la escuela hoy es una necesidad palpable. Trataremos de este papel, porque es vital para las futuras generaciones e interpela a nuestra responsabilidad como docentes. Este desafío es profesional y ético, ineludible e inaplazable. Nuestra sociedad vive inmersa en una especie de improvisación constante, como un cuerpo de bomberos al que se le multiplican los focos del fuego. Vivimos en el culto al cambio, en la aceleración del tiempo histórico. Quizás más que nunca es preciso recuperar intuiciones y dudas, extraer unas pocas lecciones de vida a partir del hecho educativo primordial, que precisa refundarse: la fantástica interacción humana que se da en el aula. Recuperar las posibilidades de esta interacción es apostar por el entusiasmo renovado y necesario para afrontar con imaginación y generosidad la formación de nuestros hijos y alumnos.

    Existen muchas opiniones y puntos de vista sobre el papel de la educación ante los retos que se nos presentan, que son retos globales y acuciantes. En este sentido, quizás deberíamos rescatar lo más auténtico y genuino, aquello que contribuya a educar personas y ciudadanos libres, responsables, abiertos, críticos y solidarios, a personas de mirada amplia, atentas al mundo y en colaboración proactiva y constructiva con él.

    En verdad, no es un libro adecuado para aquellos que creen que la revolución digital es la panacea para la escuela. Simplemente se trata de reflexionar sobre el espíritu, sobre el alma de la escuela.

    Es un libro en desacuerdo con el modelo instructivo y utilitarista, porque apuesta por la recuperación de una base humanística y ética, por potenciar en cada estudiante la construcción de su propio y libre yo, por ayudarle a pensar de forma crítica y por confrontarlo de la mejor forma posible a los desafíos globales.

    Una educación de valor se basa en despertar llamadas interiores. Y ahí la escuela topa con una realidad plagada de estímulos externos, que son demasiados y generalmente vacíos de contenido de valor intrínseco. Los docentes, mientras tanto, quieren despertar todas las posibilidades del alumno para ayudarle a crecer como persona ética, libre y responsable. Esa es la muralla con la que topa un maestro, una muralla muy bien defendida por intereses que nada tienen que ver con educar. Este es el ambiente de mediocridad cultural que la escuela debe franquear.

    Enseñar es más difícil que aprender porque implica un hacer aprender, porque un maestro volcado en su tarea lo único que de verdad enseña es el arte de aprender. En realidad, si pensamos en nuestro pasado escolar o universitario, no podemos señalar con demasiada precisión cómo aprendemos; sencillamente, una energía invisible nos envuelve; realmente aprendemos sin querer, porque el profesor también está dispuesto a hacerlo.

    Desde estas páginas lanzo una modesta llamada a volver a dotar a nuestra enseñanza de un humanismo activo. La práctica docente no es un mero y frío transmitir. Como afirmaba el escritor argentino Ernesto Sábato, somos irracionales en casi todas las cosas fundamentales de la vida, nadie vive con teoremas. Sentimos, experimentamos amor, afecto, cariño, bondad, compasión..; pero también pueden llamar a la puerta el odio, el egoísmo, la envidia, la soberbia, la maldad.

    La educación juega algún papel en abrir paso a los sentimientos más nobles. Aprender Historia o Matemáticas puede resultar una pesada carga o un ejercicio de liberación. Puede quitarnos el sueño o motivarnos, puede abrirnos perspectivas o encerrarnos en una sola. Puede ejercer su papel en sumirnos en el conformismo más banal o en despertar conciencia y valor.

    Es ahí, en ese núcleo anímico y vital, donde la educación ofrece todo su valor añadido y su razón de ser, donde se alza a otro nivel, al nivel óptimo que todos deseamos. El valor de un buen profesor, el pósito de humanidad y de conocimiento con el que impregna el aula, es incalculable.

    Este libro es para vosotras y vosotros, que cada día, cada minuto, dotáis de sentido a esta profesión apasionante.

    I.

    Las cuestiones

    de fondo

    1

    Conocer y actuar

    Esto es lo que el maestro debe pretender como prioridad:

    apoyarse en lo que los alumnos saben y saben hacer

    y sugerir, a partir de ello, lo que podrían saber.

    Philippe Meirieu

    Las aulas se asemejan, en cierto modo, a un organismo vivo. Podemos utilizar este símbolo para comprender el carácter frágil y delicado de los continuos procesos de desequilibrio –humano, complejo– que requieren de nuestra acción como educadores. En los seres vivos, las moléculas participan de los procesos físico-químicos que tienen lugar en cada organismo y que lo regulan de forma dinámica para conseguir el mantenimiento de las funciones vitales y el abastecimiento de energía que se necesita. En este caso, en nuestros cuerpos, estos procesos están autocompensados, por lo menos en la mayoría de los casos. A veces, introducimos química externa

    –medicación– para reconducir ciertas situaciones de descontrol o de dolor. En todo caso, está claro que el objetivo es conseguir que nuestros órganos sigan ejerciendo sus funciones y que la buena sintonía entre ellos persista o se mejore.

    En el día a día de nuestras clases como organismos vivos se dan también imprevistos que no esperamos y/o dinámicas personales o grupales que entorpecen nuestra tarea. Cuando conocemos individual y colectivamente a nuestros alumnos y alumnas, cuando observamos y tomamos buena nota de las descompensaciones, individualidades y relaciones que en forma de red se dan en el aula, tenemos que intervenir, regular, volver a equilibrar. Es un proceso dinámico, pero mucho cuidado; no hay recetas. No podemos pensar: como el curso pasado, ante este tipo de situación, tomé estas iniciativas, y dieron resultado, volveré a aplicarlas. Esto no es así, o no tiene por qué serlo. Es cierto que disponemos de unas pautas básicas. Pero hay que considerar que cada alumno es diferente, y las interacciones que se dan en el seno del grupo también lo son. No vale una misma receta para dos pacientes diferentes. Evidentemente, hay protocolos generales que son de manual, y suelen ser guía para cualquier conflicto en el aula, pero serán mucho más idóneos si conocemos todas sus variables, todos los actores en juego y sus relaciones con el problema que se nos plantea.

    Esto es aplicable a conflictos diversos: acoso escolar, problemas de convivencia, faltas de asistencia, retrasos continuos…. Cada situación es diferente y cada alumno o alumna son únicos. Si actuamos superficialmente, sin haber analizado lo que se halla oculto bajo lo aparente, aplicando patrones estandarizados y programados, estamos olvidando que tras aquel comportamiento inadecuado existen unas raíces que de entrada podemos desconocer. Como afirma Angela Prodger, el comportamiento es siempre una simple señal de que los niños están tratando de decirte algo (Beard, 2019). Prodger, directora de Pen Green, un proyecto educativo inclusivo y de éxito que ofrece ayuda a los hijos de familias desfavorecidas del Reino Unido, es partidaria de que, previamente a la adquisición de las herramientas del habla y el lenguaje, los niños deben experimentar la sensación de ser y pertenecer.

    "

    Cada alumno o alumna son únicos.

    Su comportamiento nos habla

    y tenemos que ver más allá de lo aparente.

    "

    Durante mi experiencia como docente he comprobado que un conflicto bien tratado y resuelto resulta ser una oportunidad para iniciar un crecimiento personal y asentar y fomentar la autoestima, favoreciendo un cambio a partir de esta percepción de acompañamiento y pertenencia. Un alumno de primer curso de secundaria molesta continuamente a algunos compañeros y compañeras y acude a mi despacho enviado por su tutor. Durante la conversación sale a flote una situación familiar complicada, con una madre muy ocupada, a la que le es muy difícil atender a las peticiones de reunión de la escuela. Después de hablar telefónicamente con ella, tengo mucha más información. Debido a sus obligaciones profesionales, la madre no puede estar todo el tiempo que quisiera con su hijo, y su emoción se desborda en ese momento. Le comento que tiene que tranquilizarse, que sé que su hijo puede superar este tipo de comportamiento.

    Con todos los detalles captados en esta conversación, hablo de nuevo con el alumno. A partir de ese vaciarse, del poder expresar las emociones derivadas de una cierta soledad, se manifiesta todo su potencial, y su evolución posterior va siendo más y más positiva. Seguramente hemos logrado que sea y que pertenezca.

    Este caso, y otros parecidos que puedo recordar perfectamente, apoyan el principio de contemplar todos los factores, de escuchar versiones y opiniones, de percibir sensaciones, de intuir percepciones, cuando afrontamos estas situaciones. Sin duda, el más importante de estos factores radica en conocer a los alumnos y tener en cuenta su rol en el grupo. Abarcar los matices de una individualidad, de un contexto, es complejo, pero es la vía que nos permite acercarnos mejor a una salida favorable, que signifique un progreso. Sin que nos demos cuenta, debido al cansancio o las prisas por resolver un conflicto, podemos precipitarnos y no considerar todas las variables. Si esto se produce, suele suceder que lamentemos el tiempo no empleado, porque las consecuencias, si nuestras decisiones son equivocadas, suelen representar la persistencia del problema o su agravamiento.

    En otras ocasiones, el conflicto se agranda y se extiende porque no se ha actuado con decisión cuando aflora, en sus inicios, con baja intensidad. No podemos mirar a otra parte. La comodidad del no ver y no actuar tiene consecuencias de alto riesgo en los casos de acoso escolar, que suelen manifestarse de entrada en forma de pequeños gestos, comentarios o sonrisas. Hay que actuar con decisión, demostrando que en la escuela el respeto a la dignidad de todos se erige como uno de los fundamentos y valores principales. Esta labor preventiva, interviniendo adecuadamente cuando el problema se presenta por primera vez, otorga seguridad, no solamente al alumno o alumna afectados, sino a todo el grupo. Les estamos diciendo: No se van a permitir ofensas a la dignidad de nadie; también afirmamos: todos y todas sois importantes para mí. Estamos actuando contra la falta de comprensión, previniendo el egocentrismo y apostando por una educación humanista, más transversal, que va más allá de la enseñanza meramente instrumental.

    Dinamizar las aulas

    Dinamizar el aula para intentar convertirla en lo que podemos denominar un equipo de aprendizaje comporta que seamos persistentes en cuatro líneas de trabajo:

    Conocer bien los contenidos y profundizar en el cómo transmitirlos, investigando continuamente nuevas experiencias y contrastando su acogida y su eficacia. En labúsqueda de estrategias diversas para optimizar el aprendizaje es importante no caer en el probar por probar,porque esta búsqueda exige reflexión, rectificación y reajuste continuos, y cuidar la coherencia, el sentido de posibilidad y el sentido común.

    Conseguir que los alumnos y alumnas –todos y todas– avancen, siendo conscientes de su propio crecimiento y evolución. Esto implica mantener un fondo organizativo que infunda confianza y seguridad, y conocer con detalle los ritmos diferentes de progreso y los problemas instrumentales de base que puedan aflorar, básicamente centrados en el cálculo matemático elemental y en la lectoescritura, y actuar sobre estos problemas de forma paralela. El progreso de los alumnos significa para nosotros contemplar una diversificación deactuaciones para atender la pluralidad de capacidades y situaciones que se nos presentan.

    Tratar los posibles trastornos de aprendizaje y los casos de sobredotación con rigor, adoptando los criterios indicados en cada caso. Existen protocolos diseñados para los casos de déficit de atención, hiperactividad, dislexias..., con todos sus grados y matices, y tenemos que considerarlos en sus justas dimensiones, readaptando estos protocolos si es necesario para que el alumno o alumna con alguno de estos trastornos se sienta en todo momento acompañado y perciba una dirección de mejora que favorezca su autoestima. Los alumnos y alumnas con altas capacidades también requieren de estrategias específicas y de acompañamiento, ya que si no las aplicamos pueden caer en la apatía y el desánimo.

    Mantener un tono óptimo en las relaciones con el grupo aula, basado en la actividad constante, la empatía y la comunicación. La magia de las palabras y de los tonos juega un papel esencial en este sentido, y debemos intentar en toda situación y en todo momento practicarla e impregnar a todo el grupo con ella. Como afirma Rodari (2019): "Las palabras, producen ondas de superficie y de profundidad, provocan una serie infinita de reacciones en cadena, atrayendo en su caída sonidos e imágenes, analogías

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1