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Trabajar la Convivencia en centros educativos: Una mirada al bosque de la convivencia
Trabajar la Convivencia en centros educativos: Una mirada al bosque de la convivencia
Trabajar la Convivencia en centros educativos: Una mirada al bosque de la convivencia
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Trabajar la Convivencia en centros educativos: Una mirada al bosque de la convivencia

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La construcción de la convivencia positiva y fraterna en el espacio escolar, que produce una actitud proactiva en las relaciones con los demás, es el contenido central de este libro que está organizado en dos partes, ambas teórico-prácticas y con sugerentes iniciativas para trabajar la convivencia en el ámbito escolar, con el alumnado, entre el profesorado y también con las familias.

La primera parte se centra en una reflexión general sobre las razones para trabajar la convivencia, la definición de la misma, las situaciones de quiebra de la convivencia, el mundo de los conflictos, las estrategias generales para abordar los problemas y la autoridad del profesorado.

La segunda parte es eminentemente práctica y plantea ocho posibles actuaciones concretas para el trabajo: normas positivas para la convivencia, la gestión del aula, el plan de convivencia, los planes para el éxito escolar de todo el alumnado, el desarrollo de la inteligencia interpersonal, la transformación pacífica de los conflictos, la participación tanto del alumnado como de las familias, y la apertura al entorno a través de la metodología del aprendizaje-servicio.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 abr 2017
ISBN9788427722934
Trabajar la Convivencia en centros educativos: Una mirada al bosque de la convivencia

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    Trabajar la Convivencia en centros educativos - Pedro Mª Uruñuela

    alumna.

    I

    PROFUNDIZANDO EN LA CONVIVENCIA

    1

    ¿Por qué hay que trabajar la convivencia?

    Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.

    MARTIN LUTHER KING

    En efecto, hemos logrado un enorme progreso científico y técnico, pero hemos avanzado poco en cuanto a la convivencia pacífica de las personas, los grupos y las naciones.

    La humanidad ha conseguido poderse comunicar de forma instantánea con cualquier persona en cualquier lugar del mundo, navegar los mares y océanos en barcos o submarinos, desplazarse en avión por toda la tierra y en tiempo cada vez más breve, enviar módulos tripulados por astronautas a la luna, hacer habitable una estación espacial y otros muchos logros, expresión de la capacidad humana para la ciencia y la tecnología. Puede afirmarse que, sobre todo en los últimos años, el desarrollo científico y tecnológico ha crecido de forma exponencial, alcanzando cotas impensables hace sólo unas generaciones.

    UNA MIRADA GENERAL A LA EVOLUCIÓN DE LA CONVIVENCIA

    ¿Puede decirse lo mismo de nuestra capacidad para convivir de manera pacífica? ¿Se ha conseguido avanzar igualmente en nuestras relaciones con otras personas y pueblos? Una mirada a lo que sucede alrededor confirma que, por desgracia, no es así. Basta abrir un periódico para comprobar cómo siguen existiendo las guerras entre países, cómo mueren asesinadas muchas personas en el marco del narcotráfico o cómo sigue siendo constante la muerte de mujeres a manos de quienes son o fueron su pareja. Al contrario de lo que sucede en el mundo científico-tecnológico, el progreso en cuanto a la convivencia apenas ha levantado el vuelo, sigue bajo mínimos.

    Si se trazara un eje de coordenadas y se representara en el mismo el desarrollo que ha seguido a lo largo del tiempo el progreso científico-tecnológico, se comprobaría que, tras un largo período sin apenas crecimiento, sube rápidamente hacia arriba, transmitiendo la imagen de una gran evolución. Por el contrario, si se hiciera lo mismo respecto de la convivencia y la relación interpersonal, se comprobaría que la línea apenas sube, permaneciendo más o menos igual a lo largo del tiempo. En cuanto al progreso científico-tecnológico se ha avanzado muchísimo, pero, en lo relativo a la vida interpersonal y a la convivencia, no se ha avanzado tanto.

    Se ha creado un grave desajuste entre el avance de la ciencia y de la tecnología en relación con el crecimiento y desarrollo de la vida interpersonal, y esto trae consecuencias muy serias. Es posible enviar una tripulación al espacio y mantenerlos en la estación espacial durante meses, pero todos los días mueren de hambre unas siete mil personas, sin que nadie haga nada por remediar esta situación. Sin duda eran médicos muy preparados e ingenieros muy competentes los que estaban al frente de los campos de concentración nazis, pero todo su saber y toda su técnica la emplearon para la aniquilación de millones de hombres y mujeres, por la sola razón de ser diferentes, de no pertenecer a la raza aria. La medicina ha avanzado mucho y ha hecho posible la sustitución de prácticamente todos los órganos del cuerpo humano, pero siguen enfermando y muriendo muchas personas por enfermedades infecciosas causadas por un pequeño virus cuando, con un poco de esfuerzo, podría conseguirse su tratamiento y erradicación completas.

    Y es que, volviendo a Martin Luther King, no hemos aprendido todavía el sencillo arte de vivir como hermanos. Por eso, muchas personas pensamos que aprender a convivir se ha convertido en una de las prioridades más importantes de nuestra sociedad. Durante muchos años, la humanidad a través de distintas propuestas políticas se ha centrado en la conquista de la igualdad, como es el caso de los países del socialismo real, o bien en la conquista de la libertad, desarrollando sistemas basados en el liberalismo o neoliberalismo. Sin embargo, la fraternidad sigue sin ser explorada, apenas ha sido considerada a pesar de que, muy probablemente, sea el elemento clave para poder unir los otros dos, la igualdad más la libertad¹. Merecería la pena explotar esta posibilidad.

    Es necesario rechazar la violencia presente en nuestras relaciones personales, familiares, sociales e institucionales y adquirir las habilidades, ideas, destrezas y valores que hacen posible una convivencia en paz, una convivencia en positivo. Nos va en ello no sólo nuestra propia supervivencia como individuos y como especie, sino, sobre todo, poder vivir y disfrutar de una vida de calidad, más allá del mero disfrute del bienestar material.

    La escuela, y el sistema educativo en general, pueden hacer mucho para alcanzar este objetivo. La educación no sólo busca que los alumnos y alumnas adquieran el máximo posible en cuanto a los conocimientos, procedimientos y valores científicos imprescindibles para vivir en la sociedad del siglo XXI. Tiene también como prioridad formar personas que sepan convivir de manera pacífica, que sepan participar en la sociedad compleja que les va a tocar vivir, que sean capaces de organizar sus propias vidas desde sus propios criterios y valores de paz.

    Con el desarrollo tecnológico, con el avance de los medios informáticos, a la escuela le han salido grandes competidores a la hora de transmitir los conocimientos y procedimientos de cualquier materia, de forma que cualquier persona puede adquirir los conocimientos que necesita, sin necesidad de volver otra vez al sistema escolar, incluso aunque en su día no hubiera finalizado satisfactoriamente dichos estudios. Sin embargo, no puede decirse lo mismo respecto del aprendizaje de la convivencia y del papel fundamental que juegan las diversas instituciones del sistema educativo.

    IMPORTANCIA DE LA CONVIVENCIA PARA EL DESARROLLO DE LA PERSONA

    Si nos detenemos y profundizamos un poco más en la brecha abierta entre el rápido desarrollo del progreso tecnológico y el lento despegue del nivel de convivencia, veremos las manifestaciones concretas de este desfase y descubriremos el modelo de convivencia vigente en la sociedad que, como no puede ser de otra forma, también se traslada a la escuela.

    ¿Por qué es importante cuidar y trabajar la convivencia a lo largo de todo el proceso educativo? Por una razón muy sencilla: porque nos hacemos personas, nos convertimos en sujetos autónomos a través de las relaciones con otras personas. En el momento de nacer, el niño y la niña son las criaturas más débiles de todos los seres vivos y, sin los cuidados básicos que le proporcionan las personas que los crían, apenas sobrevivirían un poco de tiempo. Y no sólo por el alimento, también por el contacto físico y afectivo; los niños y niñas salen adelante por los cuidados que reciben. Y es que el cuidado es la primera manifestación de la convivencia, la preocupación, atención y dedicación a quien es más débil y más lo necesita.

    En el proceso de desarrollo, de constitución de cada uno como sujeto autónomo, juegan un papel clave las relaciones con otras personas. No sólo porque muchas cosas las aprende el niño o la niña por imitación de las personas que le sirven de referentes. También porque éstas son como un espejo en el que los niños se ven reflejados, a través del cual van construyendo su propio concepto, su propia imagen, su propia estima. Este proceso exige determinadas condiciones sin las cuales resulta muy difícil ser efectivo y positivo para los niños.

    El niño, la niña crecen siempre en un determinado grupo, forman parte de una familia y, desde muy pequeños, son acogidos por diversas instituciones, entre las que se encuentra la escuela. De esta forma vamos construyéndonos como sujetos en interrelación con los demás. Convivir es tomar conciencia de que vivimos con otras personas y es a través de la cooperación como vivimos y nos desarrollamos, como vamos construyendo la vida².

    Si la convivencia juega un papel tan importante en el desarrollo humano, ¿por qué hablamos entonces de que apenas hemos despegado en cuanto a su desarrollo? Porque la organización social predominante a lo largo de la historia, y particularmente la sociedad del conocimiento y de la información en la que nos ha tocado vivir, ha desarrollado y fomentado una forma de organización y unos valores contrarios a la convivencia, primando el individualismo, la competitividad y el miedo al otro. La lógica del mercado está marcando los rasgos dominantes de esta sociedad, con la lógica del beneficio por encima de todo. Rasgos que también han sido trasladados a los centros educativos.

    Una de las consecuencias más importantes del modelo de sociedad actualmente vigente es la exclusión de muchas personas que, aunque teórica y nominalmente sean sujetos de derechos, en la práctica viven despojados de los mismos. Desde las siete mil personas que mueren diariamente por falta de alimento hasta la falta de oportunidades de mejora que lleva a tantas personas a emigrar por los medios que sea, pasando por los que sufren la carencia de trabajo, de vivienda o de atención en la enfermedad. La exclusión divide a las personas en dos categorías: los que tienen y los que no tienen, siendo éstos últimos considerados ciudadanos de segunda categoría.

    También en la escuela puede verse el fenómeno de la exclusión: por ejemplo, el número de alumnos y de alumnas que no obtienen el graduado en Secundaria, en torno al 26%, y que son considerados de segunda categoría. La escuela organizada desde principios de excelencia, que busca seleccionar a los mejores y que deja fuera a los fracasados, a los emigrantes, a los que son diferentes. Reflejo de la sociedad en la que está inmersa, también la escuela produce y reproduce las condiciones sociales vigentes en la sociedad, de acuerdo a los valores que son dominantes.

    En vez de una sociedad convivencial, marcada por el ser, hemos desarrollado una sociedad basada en el tener, en la competencia por ser el primero y poseer más: bienes materiales, e inmateriales, más saber, más poder. Este modelo de sociedad se ha trasladado también a la escuela y a las familias, generando un tipo de relaciones que no están basadas en la cooperación y el respeto al otro, sino en el individualismo que hace buscar el propio bien sin contar con los demás, y muchas veces a costa de los demás.

    Sin embargo, la lógica de la convivencia se fundamenta en la lógica de la solidaridad, en la aceptación y el respeto del otro, aunque sea diferente. Una mirada completamente distinta a la lógica del mercado.

    Este modelo de sociedad se traslada y penetra también en la escuela, diseñando un modelo de centro en el que prima la competitividad con el resto de compañeros, la disciplina, el orden, el silencio, la sumisión. Sin embargo, es posible otro modelo de escuela, concebida como un sistema social, como un sistema vivo: una visión que mira el mundo desde el punto de vista de las relaciones y de la integración, y que se organiza a través de unos patrones similares a los de la propia vida³.

    Según Capra, es la vida, y no la máquina, la que nos ha de dar la pauta de los cambios creadores de vida; los seres vivos actúan de forma autónoma y nunca podrán ser controlados como máquinas; los sistemas sociales vivos son redes de comunicaciones autogenéticas y la organización humana sólo será un sistema vivo si está organizado como red conteniendo redes más pequeñas en su interior. Es necesario reconocer y comprender las organizaciones humanas como sistemas vivos porque éste es uno de los retos más importantes de nuestro tiempo.

    Las organizaciones vivas tienen dos características fundamentales: un fuerte sentido de comunidad e identidad colectiva en torno a una serie de valores comunes basados en la comunicación y el diálogo, y la apertura al mundo exterior con tolerancia a nuevas personas y nuevas ideas.

    La escuela, si quiere trabajar un nuevo modelo de convivencia, debe basarse en estos nuevos paradigmas de la complejidad y la convivencialidad, y centrarse en el conocimiento de la vida y de los procesos de humanización, en los que la relación humana sirve a la cooperación, el desarrollo pleno de las capacidades de todos y cada uno de los componentes de la especie humana.

    Sólo de esta forma podremos incidir en la situación actual en relación con la convivencia y conseguir que la brecha actualmente existente entre el progreso científico y tecnológico vaya disminuyendo, dando paso a una sociedad más humanizada en la que la convivencia y sus valores de respeto, comunicación y aceptación del otro sean predominantes frente a los valores de la competitividad, el dominio y el olvido y desprecio del otro.

    Para hacer posible que la convivencia cumpla su papel, es preciso dar un vuelco a la idea que tenemos del otro y de la diversidad humana⁴. La diversidad y la diferencia son la norma en la sociedad y en la escuela; la excepción es lo uniforme, algo que, sin embargo, marca toda nuestra acción docente. No hay que olvidar que el aprendizaje es básicamente resultado de la interacción social y que depende básicamente de las relaciones interpersonales y del clima afectivo. De ahí la importancia de cuidar y seguir no sólo los aspectos académicos y curriculares, sino también los personales, relacionales y afectivos.

    Es imprescindible contemplar la diversidad como una riqueza y no como una amenaza y defenderla como algo fundamental en la igualdad y la fraternidad.

    RAZONES PARA TRABAJAR LA CONVIVENCIA

    Víctor Frankl, muy conocido por su relato de cómo logró sobrevivir en un campo de concentración nazi⁵, nos dejó dicho que quien tiene claro el por qué, encuentra fácilmente el cómo. En nuestro caso, si tenemos clara la importancia de la convivencia, las razones que hacen necesario su trabajo, encontraremos mucho más fácilmente la manera de trabajarla. Igualmente, A. de Saint-Exupéry nos decía que si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y abierto.

    Por eso es muy importante plantearse por qué hay que trabajar la convivencia como paso previo a su trabajo en el centro educativo. Se trata de anhelar el mar libre y abierto de la convivencia, de desear y soñar una sociedad en la que la violencia esté ausente, imaginar un centro que responda y prepare para ese deseo de relacionarnos en paz. Estar convencidos, emocional y racionalmente de la importancia de la educación para la convivencia positiva. Este trabajo para la mejora de la convivencia nos genera bienestar a nosotros y a las personas con las que nos relacionamos, estamos trabajando para ‘estar mejor’. Si carecemos de estas convicciones, si no deseamos y anhelamos otro modo de relación pacífica y de convivencia, inútil será cualquier otro planteamiento acerca de propuestas concretas para el trabajo de la convivencia. No sólo hay que saber y poder, lo primero es querer trabajar por la convivencia.

    Hay, además, otro dato importante. La escuela (colegios, institutos, escuelas infantiles, etc.) es, en estos momentos, la única institución por la que pasan todos los niños y niñas, y en ella permanecen no sólo los diez años de la enseñanza obligatoria, sino, en muchas ocasiones, los años no obligatorios de la educación infantil (hasta seis años) y los años de enseñanza postobligatoria de bachillerato o formación profesional (dos años más). Ninguna otra institución tiene esta oportunidad, la de tener a lo largo de tantos años a todos los chicos y chicas y poder educarles en los principios, valores, competencias y habilidades necesarios para la convivencia. ¿Puede la institución escolar dejar pasar esta oportunidad sin aprovecharla? ¿Puede permitir que haya alumnos y alumnas que salgan de la escuela siendo perfectos analfabetos en los temas de convivencia? Se toman medidas cuando un alumno/a manifiesta carencias en una determinada materia, pero permanecemos indiferentes si muestran graves carencias para la relación positiva con otras personas.

    En la escuela, desde la etapa infantil, el niño y la niña entran en contacto con personas desconocidas, ajenas a su familia o al limitado círculo de su barrio, niños y niñas muy diferentes, incluso de distinta nacionalidad y país. ¿Cómo va a desaprovechar la escuela esta oportunidad que tiene y va a dejar de educar en la convivencia, en el respeto y aceptación de la diferencia, en la cooperación y colaboración con otras personas aunque éstas no sean de la propia familia? Sería una grave irresponsabilidad dejar pasar esta posibilidad, desperdiciar la oportunidad de educar en y para la convivencia a lo largo de todos los años de permanencia en el sistema educativo. Sería renunciar a una de las misiones fundamentales de la escuela y de la educación.

    Sin embargo, no siempre se tiene conciencia en el mundo educativo de la oportunidad que se le presenta para educar en la convivencia. El mundo educativo, demasiado preocupado por lo puramente académico, se centra la atención en el aprendizaje de conceptos, procedimientos, actitudes, competencias del ámbito de las áreas y materias, olvidando otros aspectos como el señalado. Y, conforme se avanza en el sistema educativo, más se va perdiendo esta orientación educativa, creciendo cada vez más el peso de la instrucción y de lo académico sobre otros aspectos.

    Pero ambos aspectos son perfectamente complementarios y no excluyentes. Un alumno puede perfectamente adquirir altos conocimientos de todas las materias y, a la vez, aprender a convivir, desarrollando una de las competencias básicas, la competencia social y ciudadana. Más aún, es seguro que, cuanto mejor sea el clima del aula y del centro, cuanto más a gusto esté con sus compañeros y compañeras, más motivado estará el alumnado para estudiar y seguir aprendiendo. Aprender a convivir tiene valor en sí mismo, como aprendizaje específico. Pero, a la vez, tiene también un valor instrumental, ya que sirve para mejorar los aprendizajes académicos que llevan a cabo los alumnos y alumnas.

    Hay, además, muchas más razones que fundamentan el trabajo de la convivencia. Entre ellas, podemos encontrar las siguientes, algunas ya mencionadas anteriormente:

    El fin de la educación no se reduce exclusivamente a la transmisión de conocimientos. Como señaló Jacques Delors, la educación del siglo XXI debe conseguir también en los alumnos y alumnas que aprendan a ser, que aprendan a convivir y que aprendan a hacer.

    Las nuevas tecnologías , el desarrollo de las redes digitales como Internet, han supuesto una dura competencia con el profesorado a la hora de transmitir información; ello ha obligado a reformular la tarea del profesor/a como las personas que ayudan a transformar la información en conocimiento y, sobre todo, las personas que enseñan a través del diálogo, la interacción y la relación entre todas las personas del centro.

    La inteligencia no puede reducirse a la inteligencia lógico-simbólica tradicional , recogida en asignaturas clásicas como las matemáticas o la lengua. Hay diversos tipos de inteligencia (Gardner), entre las que destacan la inteligencia intra e interpersonal. Por ello, no puede decirse de alguien que sea inteligente si no sabe convivir de forma pacífica con otras personas.

    •Porque, como ya se ha señalado anteriormente, el progreso tecnológico ha sido enorme, pero el progreso en las relaciones interpersonales sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la humanidad. En este sentido, como Edgar Morin nos recuerda, estamos todavía en la prehistoria de la humanidad.

    La educación de los niños y niñas ha de ser integral; no se trata únicamente de llenar sus cabezas con conceptos y teorías, sino que la educación integral exige trabajar también el desarrollo emocional, la adquisición de determinadas habilidades sociales, la apropiación de valores morales, etc.; en definitiva, adquirir aquellos elementos imprescindibles para saber convivir.

    Los conocimientos se desarrollan muy rápidamente pero, a la vez, enseguida quedan obsoletos; de ahí el énfasis en las competencias básicas, esos cimientos que hacen posible el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Entre estas competencias básicas se encuentra la competencia social y ciudadana: saber convivir en paz, comprender la sociedad en que se vive, y querer y saber participar en su desarrollo y mejora.

    Una buena convivencia es, a la vez, un objetivo educativo a conseguir y una condición necesaria para que el aprendizaje sea posible. Sólo con un buen clima de aula y de centro, con unas buenas relaciones interpersonales es posible mejorar el aprendizaje.

    En nuestro país estamos viviendo una situación mejor que la de otros países de Europa en cuanto a los problemas derivados de la quiebra de la convivencia, Debemos esforzarnos por mantener esta situación y que no vaya a peor.

    Es clave insistir en la importancia de las razones, los por qué hay que trabajar la convivencia en la escuela; pero, a la vez, es necesario pasar del reconocimiento teórico de la importancia del trabajo por la convivencia positiva a su reconocimiento práctico, revisando la coherencia entre lo que decimos teóricamente y lo que hacemos realmente: el tiempo que dedicamos al trabajo de la convivencia, las acciones que ponemos en marcha, su presencia en las lecciones de clase…, muestras del interés real, no sólo teórico, que tenemos por la mejora de la convivencia.

    Y no podemos olvidar que los docentes somos un modelo para nuestro alumnado, y que, por tanto, nuestro comportamiento debe ser coherente con la convivencia positiva que propugnamos.

    Además de profundizar en los por qué, es también necesario compartir los conocimientos e ideas previas que podemos tener en relación con la convivencia; son las creencias que todos tenemos, diferentes en unos aspectos pero comunes en otros muchos, que van a concretarse en actitudes y posturas ante los conflictos, en propuestas de actuación, en alternativas a los problemas. De ahí la importancia de sacarlas a la luz, ponerlas sobre la mesa y llegar a identificar todo aquello que nos une y que puede ser compartido sin problemas.

    En concreto, es importante que empecemos a responder a las siguientes cuestiones:

    •¿Cómo entendemos la convivencia?

    •¿Cómo entendemos los conflictos?

    •¿Qué es lo que aceptamos como normal, en la relación entre personas diferentes?

    •¿Qué es lo que consideramos como violento?

    •¿Cómo afrontar las situaciones de quiebra de la convivencia?

    •¿Hay que mantener actitudes y conductas homogéneas ante los problemas?

    •¿Cuál es el papel de las normas?

    •¿Qué es lo saludable para el alumnado, el profesorado, las familias y el personal no docente?

    Todas estas preguntas van a ser tratadas en profundidad a lo largo del libro. Comenzaremos por llegar a una definición compartida de lo que es la convivencia, partiendo de las distintas ideas y conceptos que todas las personas tenemos acerca de lo que es la convivencia. El próximo capítulo recogerá estas reflexiones, ampliándolas y tratándolas en profundidad.

    ******

    EN LA PRÁCTICA

    1. L AS R AZONES PARA TRABAJAR LA C ONVIVENCIA

    No suele ser frecuente que en los centros educativos el profesorado reflexione conjuntamente sobre las razones que hacen imprescindible trabajar por el desarrollo de la convivencia positiva. Menos frecuente es todavía esta reflexión entre el alumnado o las familias. De ahí que todavía sea posible encontrar voces discrepantes sobre esta tarea, opiniones que cuestionan los ‘porqué’ de esta tarea, la misma que se considera marginal respecto de otras funciones educativas.

    Proponemos llevar a cabo, en grupos pequeños o medianos, una reflexión sobre las razones para trabajar la convivencia. En concreto:

    •Una vez presentado el tema y los objetivos de la reunión, se pide a las personas asistentes que durante 10 minutos escriban al menos 5 razones por las que consideran relevante el trabajo sobre la convivencia.

    •Se establece una ronda en la que cada asistente va diciendo una de las razones que ha escrito, evitando repetir aquellas que ya se hayan dicho.

    •Se repite la ronda hasta que todos/as hayan expuesto las razones que tienen escritas, cambiando el orden que se había seguido hasta entonces.

    •Se hace un coloquio general sobre las razones aportadas y se concretan las conclusiones de la actividad.

    2. N UESTRAS I DEAS P REVIAS SOBRE LA C ONVIVENCIA

    Se trata de reflexionar en grupo sobre algunos conceptos e ideas previas que todas las personas tenemos acerca de lo que es la convivencia, sus dimensiones prácticas y su aplicación a las diferentes situaciones. Para ello se plantean Doce afirmaciones acerca de la Convivencia para que, primero de forma individual y luego en grupo, se manifieste el grado de acuerdo o desacuerdo con las mismas y, sobre todo, las razones de dicha postura.

    El ejercicio está pensado para el profesorado pero, con las debidas adaptaciones puede ser empleado igualmente con los padres y madres y con el alumnado.

    No hay que olvidar que lo importante es pensar las razones por las que se mantiene esa postura ante cada afirmación. También puede completarse estableciendo los tres ítems que, a juicio de las personas asistentes, sean más importantes y se consideren prioritarios.

    El número 4 señala el máximo acuerdo, el 1 un gran desacuerdo con la afirmación. El 2 y el 3 muestran actitudes parciales de acuerdo o desacuerdo.

    Una vez finalizada la puesta en común, se establecen las conclusiones a las que ha llegado el grupo, conclusiones que servirán de punto de partida para la próxima sesión.

    3. L ECTURA Y COMENTARIO DE UN ARTÍCULO DE V ICENTE V ERDÚ EN E L P AÍS

    Con motivo de la celebración por haber conseguido España el campeonato mundial de fútbol, Vicente Verdú escribió el artículo titulado A la gente le gusta la gente. http://elpais.com/diario/2010/07/19/sociedad/1279490401_850215.html

    En este artículo plantea Verdú que la especie humana es la más gregaria de todas cuantas existen, analizando el sentido de las concentraciones humanas que ocurren por diferentes motivos. Su lectura puede plantear reflexiones interesantes de cara

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