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Cantares de Iasa
Cantares de Iasa
Cantares de Iasa
Libro electrónico420 páginas6 horas

Cantares de Iasa

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Iasa es una tierra de fantásticos paisajes y mágicas criaturas, donde los dragones están lejos de ser el mayor peligro y donde la muerte acecha en cada rincón.

Es en este mundo donde Iloinen, un pequeño niño elfo eterno, comenzará su travesía para ser el primer rey de los aatos y unirlos a todos bajo un mismo estandarte. Después de quedar huérfano, Iloinen se encuentra con Leijona, un espíritu primordial que busca a aquel que será digno de ser rey y tomar su poder; es este espíritu quien lo criará como su hijo y enseñará que ser rey no significa gobernar sobre los demás, sino para los demás. Pero para Iloinen no será fácil, pues Kuolema, el Doem de la muerte, buscará en todo momento evitar que el eterno consiga su cometido y pondrá en su camino a temibles líderes tribales, quienes intentarán arrebatarle la oportunidad de ser rey e, incluso, su propia vida.

¿Qué sucederá cuando un alma eterna enfrente a la muerte?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 may 2023
ISBN9788411448178
Cantares de Iasa

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    Cantares de Iasa - Bernardo García Ramírez

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Bernardo García Ramírez

    Mapas y tablas © Bernardo García Ramírez y Steffany Fayne Lichtle

    Fuente Kurjeumot © Steffany Fayne Lichtle

    Ilustraciones © Noemi Silva Salinas

    Fuente Cardinal Alternate © Dieter Steffmann

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1144-817-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A mi hijo Bernardo, pues si puedo dejarte algo en esta vida espero que sea la capacidad de soñar con un mundo mejor y el valor para afrontar las adversidades con honor. Quiero que sepas que tú fuiste la inspiración para darle nombre y personalidad a Iloinen.

    Este libro no se hubiera logrado sin el apoyo de unas pocas personas a quienes agradezco de todo corazón. A Fany por su paciencia y amor, no solo al leer mis textos una y otra vez, sino en toda nuestra relación. A mi madre, quien dedicó toda su vida a sus hijos, y ahora también a sus nietos. A mis hermanos, que de una u otra forma me han brindado su apoyo. A mi padre, a quien he conocido únicamente por las historias que me han sido contadas, y de quien sé que sentiría orgullo al sostener y leer un libro escrito por uno de sus hijos, lo que se ha convertido en una de las principales motivaciones.

    ¡Sarcasmo ruin de la suerte

    para el alma dolorida,

    no ver hermosa la vida

    sino al dintel de la muerte!

    E. Florentino Sanz

    .

    Descarga el mapa:

    En cierto momento no había Vida ni Muerte, Luz ni Sombras, no había Principio ni Fin, no existía Tiempo, ni siquiera había Materia, pero había Espacio y este se sentía solo, pues únicamente sus pensamientos le hacían compañía, y solo pensaba en sí mismo, pensó en su nombre y decidió llamarse Tila. Continuó pensando en sí mismo hasta que en un momento pensó en alguien más, y de sus pensamientos nació el Tiempo, a quien llamó Aika.

    Tila miró a Aika y pensó que este era exactamente como él, aunque no alcanzaba a entenderlo; siguió observando y se percató de que dentro de Aika habían nacido dos pequeños seres y que sin ellos Aika no podría existir; uno había impulsado al Tiempo y se habría puesto a dormir, mientras que el otro estaba cerca de despertar, a estos pequeños instantes dentro de Aika los llamó Periaate y Pää. Tila pensó que si uno había dado inicio a Aika, el otro lo terminaría y con esto volvería a quedar solo y eso era algo que no estaría dispuesto a aceptar, así que, sin perder un solo instante se dirigió al primero de estos seres y lo despertó y le explicó que no quería volver a estar solo y que con su ayuda podría evitarlo, quería que lo ayudara a crear a alguien idéntico a Aika, pero que no dependiera de Pää; y así los dos trabajaron, pero Periaate no entendía a Tila, aunque entendía que no quería que Pää estuviera involucrado en este nuevo ser, y sabía que Pää era totalmente opuesto a él y a su vez no podía haber uno sin el otro, por lo que decidió que este nuevo ser no se vería afectado por ninguno de los dos, solo en apariencia, así cuando el Fin llegara, el Principio volvería y le daría una nueva forma.

    Cuando todo estuvo listo, Tila vio la creación de Periaate y no era nada de lo que él había dicho, era tan diferente a él y sin embargo sintió en todo su ser que era justo lo que había deseado y que lo llenaría de una forma en que no lo hubiera imaginado, Periaate la había llamado Jutut y desde ese momento Tila la amó y ella lo amó a él.

    Tila felicitó a Periaate por su creación tan acertada, pero este le explicó que no habría sido él quien la creara, al menos no en su totalidad, sino que habría tomado un pensamiento de Tila y le habría dado la ilusión de dependencia de Principio y Fin, así mientras no los conociera, estaría sujeta a una constante evolución y si esta se perdiera, también lo haría la Materia.

    Tila y Periaate se encontraban platicando, cuando Pää despertó y decidió que era momento de acabar con Aika, pero justo en ese momento observó a Jutut y no le gustó que Periaate la hubiera creado sin su ayuda, así Pää se dirigió a ella y se propuso a terminarla, y sin que Tila y Periaate pudieran hacer algo, este la tocó, pero la Materia que se encontraba distribuida por todo el Espacio no desapareció, en su lugar comenzó a moverse y a juntarse en un solo punto.

    Jutut era pequeña, pero desbordaba poder, tanto que en un instante recorrió todo el Espacio en todas sus direcciones haciéndolo crecer aún más y constantemente, tanto que Pää no podía recorrer tan grandes distancias para terminarla. Tila entendió entonces que Jutut también lo amaba y ofreció para ella todo cuanto pudiera darle, pero Jutut solo le pidió una cosa, libertad; libertad para dirigir su camino, libertad para seguir, libertad para volver y sobre todo libertad para crear, y con esto Tila tuvo dudas, pues no sabía qué más podría crear, pero no tuvo inconveniente y este fue su regalo.

    Jutut no tardó en cumplir su deseo y se valió de sí misma para crear las estrellas y con ellas nacieron Valo, que resplandecía todo cuanto tocaba y Varjo, que no podía estar donde estaba Valo y todo lo llenaba de oscuridad; de la obsesión de Pää se valió para crear nuevos cuerpos a partir de las estrellas, y cuando llegaba el momento nuevas estrellas aparecían, cumpliendo lo predicho por Periaate, creando un ciclo interminable. Aunque cada vez el desarrollo era diferente, Jutut no se sentía feliz, y Tila al percatarse de esto la cuestionó.

    —¿Qué ocurre, Jutut, acaso no te he permitido crear todo cuanto has deseado?

    —He cambiado tanto como lo he deseado, mas no he creado nada desde el surgimiento de Valo y Varjo.

    Diciendo esto comenzó a llorar y en una roca cercana a una pequeña estrella, arroyos, ríos, lagos, mares y océanos comenzaron a brotar. Al ver esto, Tila tuvo una idea, y a su amada le dijo.

    —Tus lágrimas no serán derramadas en vano.

    —¿A qué te refieres?

    —Tus lágrimas servirán para hacer la mejor de las creaciones.

    —¿Cómo sería esto posible? No son más que agua.

    —Llamaremos Iasa a esta roca y a la estrella que la domina la llamaremos Sulne, pero necesitaremos otra roca cerca de la primera para poder dar forma a tus lágrimas, y a esta la llamaremos Munle.

    —Pero ¿cómo esto podría ayudarme a crear algo excepcional?

    —Tus lágrimas se mezclarán con el polvo de Iasa, creando un barro especial que lo permitirá y yo te haré un nuevo regalo que sellará nuestra unión.

    Una vez dicho esto, Tila se dirigió con Periaate, pues nadie mejor que él conocía como dar inicio a nuevas formas y eras; para la mala fortuna de Tila, en esta ocasión Periaate no pudo completar su petición, pero Pää, que había estado atento, ofreció su ayuda, aunque lo hizo con una condición, las nuevas creaciones de Jutut serían efímeras, casi imperceptibles. Al no tener otra opción para alegrar a Jutut, Tila aceptó y así obtuvo el secreto del Fin, y con este creó dos nuevos seres, Elämä y Kuolema.

    Al volver Tila con Jutut, encontró muchas y variadas esculturas de barro, así pues, solo faltaba que él aportara el ingrediente etéreo para que, aunque fuera por un instante, Jutut viera su sueño cumplido. Así pues, Tila procedió a imbuir en los cuerpos inertes su propia fuerza a la que llamó aatos. Los primeros espíritus que intentó mezclar fueron demasiado grandes y poderosos, y no consiguieron entrar en ninguna de las vasijas; realizó un segundo intento, y en esta ocasión los espíritus lograron entrar en las vasijas, pero tenían tanta fuerza que la promesa a Pää sería quebrantada, pues estos espíritus no abandonarían sus recipientes a no ser que estos fueran destruidos, y aun cuando aquello ocurriese, los espíritus buscarían un nuevo recipiente digno para habitarlo. Habiendo fallado en dos ocasiones, Tila hizo un último esfuerzo, y en esta ocasión tuvo éxito, y Jutut y Tila quedaron asombrados y en extremo felices, y al ver esto, Aika, que había parecido dormido y que era un misterio para los demás, intervino activamente, y con su poder hizo que para estas nuevas criaturas un instante fuera una eternidad.

    Los primeros creados fueron conocidos como espíritus primordiales y aunque eran seres etéreos, podían tomar la forma que ellos quisieran, por lo general optando por la forma de algún animal salvaje, y en ocasiones podían habitar en recipientes con una resistencia suficiente a los que llamaban alús; a los segundos se les llamó ikuinen y entre ellos se encontraban los dragones y los elfos eternos, aunque había algunos que habían elegido recipientes menos llamativos. Por último, fueron creados los mortales, todos los animales y plantas que habitarían Iasa; entre ellos los más sobresalientes eran los hombres, los elfos, los enanos y los vaisto, todos ellos muy parecidos, pero con diferencias que en ocasiones les provocarían conflictos. Los hombres siendo los que más se parecieran al resto de las razas, los habría pequeños y altos, gordos y delgados, peludos y lampiños, fuertes y débiles, sus cabellos rojizos, castaños, negros y rubios, y al llegar a la vejez, estos colores tan intensos, siempre se apagarían perdiendo su brillo; sus ojos podrían tener diferentes tonos marrones, azules o verdes; sus pieles de tonos tan variados, pero todos marrones, aunque ansiosos por señalar las diferencias se llamarían desde blancos hasta negros, aun cuando esto no fuera verdad. Tantas serían sus diferencias que en ocasiones a algunos hombres se les consideraría como una raza totalmente diferente.

    Los elfos, cuyo aspecto se podría confundir con el de los elfos eternos, con la única diferencia en su musculatura, pues los elfos, aunque ágiles y resistentes, no tienen mucha masa muscular, a diferencia de los eternos quienes tienen una gran fortaleza. Los elfos, siendo considerados los mortales más hermosos, tendrían sus cabellos dorados, plateados, rojizos o negros, eso sí, sin un solo vello fuera de su cabeza; su piel parecida a la de los hombres más claros, aunque más tersa. Los ojos de los elfos, pudiendo ser marrones, azules, verdes, amarillos, grises, rojos e, incluso, violetas, serían los más variados entre los mortales. Y aunque su aspecto físico es llamativo, sería debido a la calidez de su corazón y lo agudo de sus pensamientos que los elfos serían queridos por todos.

    En el extremo opuesto a los elfos, se encuentran los enanos, seres de corta estatura, de piel marrón, blanca, gris, negra o azul; con músculos tan grandes que con frecuencia se diría que es imposible encontrar un elfo gordo, pero aún más difícil encontrar un enano débil. Los enanos tienen tanto vello facial y en sus brazos, piernas y pecho, que en ocasiones se les confundiría con animales sin intelecto, pero esto no podría estar más alejado de la realidad, pues serían los enanos la única raza mortal que podría comparar su inteligencia a la de los ikuinen, mas a pesar de su inteligencia su rasgo más distintivo sería su codicia, pues no les importaría vender a su propia madre a cambio de un poco de poder.

    Los vaisto, quienes parecieran tener por padre a un hombre y por madre a un animal, serían con frecuencia despreciados por el resto de las razas, y esto queda claro al apreciar que los vaisto no son una raza, sino un conjunto de ellas, habiendo hombres y mujeres felino, ave, lagarto, canino, y muchas más. A pesar de ser constantemente maltratados, los vaisto nunca guardarían rencor alguno, y, tal vez, esa sería su mayor virtud.

    Los espíritus primordiales, ikuinen y mortales conocerían a sus predecesores como los Doem.

    Al despertar los aatos en Iasa contemplaron las montañas y los valles, los ríos y los mares, las praderas y los cielos y todo cuanto había a su alrededor, y ellos mismos comenzaron a crear, pero al hacerlo herían y trataban con crueldad a sus similares, así los hombres talaban bosques enteros y cazaban de forma desmedida; los dragones devoraban a todo aquel ser que sucumbiera a su fuerza; y los primordiales se alimentaban de las almas ikuinen y mortales, aún sin necesitarlo.

    Los aatos no tardaron en percatarse de sus diferencias y comenzaron a dividirse en grupos según sus similitudes, así los mortales al ser mayores en número se expandieron más rápido por toda Iasa y pese a su condición inmortal los ikuinen sintieron celos aislándose y creciendo su poder. Los primordiales fueron los primeros en entender el sufrimiento del resto de los aatos, pues la conciencia de aquellas almas devoradas se mezclaba con las suyas, así el mayor de ellos, Karhú, decidió poner fin al banquete que se daban a expensas de los ikuinen y los mortales.

    Mientras los ikuinen y los mortales se multiplicaban de forma desenfrenada, los primordiales no llegaban a una veintena, pero su conocimiento y poder eran muy superiores, algunos de ellos incluso habían llegado a entender la existencia de algunos Doem. Conscientes de esto, decidieron ayudar en el entendimiento al resto de los aatos y servirían como guías, instructores y pacificadores.

    Para realizar esta empresa, Karhú reunió a los primordiales y encomendó a cada uno de ellos buscar la forma en que pudiesen ayudar a los aatos y así evitar las matanzas que se estaban llevando a cabo. El primero en encontrar su tarea fue Yökyöpeli, quien al tener una mirada tan profunda era capaz de conocer los secretos de los Doem y conocía el origen de todos los aatos, por lo que se ofreció a ser guía de aquellos aatos mortales de vuelta hacia Tila, además enseñaría a todo aquel aatos que así lo quisiera a ver los secretos de Periaate y Pää, pudiendo así adivinar su destino o conocer su pasado.

    Leijona, molesto por no haber sido el primero en hablar y decidir su tarea, dio un rugido que llamó la atención de los presentes; con los ojos puestos sobre él no tuvo más remedio que decidir su favor hacia los aatos, en ese momento llegó a su mente una idea, si el búho los guiaría en muerte, él los guiaría en vida.

    —¡Yo los reinaré! —aseveró confiado.

    Pese a lo atrevido de su declaración y bajo la duda de su capacidad, el resto de los primordiales estuvieron de acuerdo, era cierto que necesitaban un guía y ningún otro deseaba esa tarea, pues esto significaba tomar un cuerpo mortal o ikuinen como su alús y a su vez los llevaría a devorar el alma de ese cuerpo, algo que ya no estarían dispuestos a hacer.

    Después de transcurrido un largo tiempo sin que se mencionara una palabra, Kettu rompió el silencio, él les mostraría el arte de la transmutación para que pudieran progresar y tener un mayor entendimiento, lo que les acercaría a los Doem, además les protegería a todos contra cualquier peligro que les acechara, al mismo tiempo se mantendría cerca para vigilar al león y asegurarse de que cumpliera su tarea pues era sabido por los primordiales que aquel que se hacía llamar rey, aunque confiable, era egoísta y no dudaría en cumplir con lo dicho de forma en que se beneficiara primeramente él mismo. Con las palabras del zorro todos los primordiales, excepto uno, quedaron tranquilos. Esto molestó a Leijona quien reclamó que las medidas del zorro no eran necesarias y que esto solo demostraba que el concilio era una farsa. Para calmar al espíritu felino, Kilpikonna intervino y pronunció firme y calmadamente, el zorro no debería intervenir con el favor del león, pues, aunque este último fuese impaciente y soberbio no existía un motivo para estar preocupados por sus intenciones. Aunque la tortuga no había aún ofrecido su favor, los demás primordiales solicitaron a este espíritu fuese el juez de todos los aatos, ya que su sabiduría y paciencia le permitían intervenir de forma concreta y concisa ante las adversidades, y a esto no pudo negarse.

    Así los dieciséis primordiales, uno a uno, entregaron su favor a los aatos y al mismo tiempo acordaron todos enseñarles las artes de la magia en pos de la paz.

    El último en hablar fue Karhú, quien estuvo atento a todos los favores de sus hermanos y notó que ninguno ofreció su ayuda para evitar que Pää terminara definitivamente con ellos, así fue que el oso juró entregar todo su ser para evitar que todos los aatos fuesen borrados de la existencia. Ante estas palabras los primordiales sintieron un gran alivio, pues Karhú tenía un lugar especial en la creación de Tila, y si existía alguien capaz de confrontar a un Doem, ese era el espíritu del oso.

    A esta reunión, donde los primordiales decidieron dar su apoyo a los aatos, se le conoció como el Concilio de las Bestias.

    Una vez finalizado el concilio, Leijona, quien estaba apurado por demostrar su valía, comenzó a buscar algún aatos que pudiera serle útil como recipiente de su poder, este debía tener un cuerpo fuerte que le permitiera contener el espíritu de un primordial sin romperse. Así Leijona vagó en las grandes praderas y bosques sin parar de buscar y sin tener éxito, hasta que un día encontró un grupo de elfos eternos dedicados a la guerra. Entre ellos el más grande y fuerte era un guerrero de nombre Sota. Leijona observó con atención al elfo, pues creyó haber encontrado en él aquel recipiente digno de ser su alús.

    Pasaron días, incluso meses y Leijona se convencía cada vez, pues en sus batallas siempre resultaba vencedor sin requerir de mucho esfuerzo. Así llegó el día en que Leijona se dispuso a presentarse ante Sota, pero esa misma noche, el campamento de Sota fue atacado por sorpresa y Leijona tuvo curiosidad por saber cómo su elegido saldría de tan desventajosa situación. Pero Sota al verse rodeado por varios mortales fue asesinado, pues muy a pesar de su gran físico, todo guerrero está en desventaja si se le ataca por la espalda. Su cuerpo fue mutilado y humillado por una elfa eterna quien parecía estar cumpliendo un sueño de venganza.

    Sorprendido, pero no decepcionado, Leijona comenzó a seguir a aquella mujer quien habría liderado el ataque contra los elfos eternos y a quien le conocían como Kostoa. Al estar pendiente de esta mujer, el felino supo que aquel que le serviría como cuerpo para ser rey entre los aatos no solo debía ser fuerte, sino también audaz en su pensamiento y Kostoa lo era.

    Una vez más Leijona se habría decidido por un alús y mientras caminaba por el bosque pensaba en la mejor forma de presentarse ante ella sin causar un revuelo, cuando un olor a sangre llegó hasta él y tan veloz como un rayo, regresó donde la tribu de Kostoa se encontraba, pero nada parecía haber ocurrido, entonces se acercó a la choza donde su elegida habitaba y la encontró tumbada sobre la mesa con la cara metida en su comida y la sangre le brotaba por cada uno de sus poros. Kostoa había sido envenenada por su propia gente, pues solo la seguían por miedo, pero el miedo y el respeto no son lo mismo.

    Leijona pensó entonces en tomar como alús a una de las criaturas más fuertes entre los ikuinen, así fue como buscó y buscó a uno de los pocos dragones eternos que aún habitaban Iasa y durante un año no tuvo noticias de ninguno de ellos, hasta que un día durante una tormenta vio en el cielo una figura peculiar que parecía moverse en consonancia con los fuertes vientos y decidir a dónde estos debían soplar. Entonces Leijona dirigió uno de sus grandes rugidos hacia la tormenta, despejando el cielo y dejando al descubierto a un gran dragón blanco, quien, creyendo que los primordiales se habían extinguido, decidió bajar y enfrentar a aquel que le había puesto en descubierto, pero cuando hubo tocado el suelo y estuvo frente a Leijona pudo presenciar al gran león, tan grande como los más grandes pinos que hubiera visto, de pelaje albino y ojos tan azules como las tormentas que siempre le seguían, solo su gran melena parecía no concordar con el aspecto del león, pues esta desprendía un tenue brillo dorado que lo coronaba, y al reconocer al primordial se sintió intimidado por su presencia y recordó el temor a las bestias que habían devorado a tantos de los suyos y sintió miedo, pero era ya tarde, se había acercado demasiado y le sería imposible huir. Leijona vio el miedo que había provocado en el gran dragón y se dispuso a hablar.

    —¿Tan grandes somos los primordiales que el más poderoso de los ikuinen tiene miedo de solo estar parado frente a uno?

    —El temor que provocan nada tiene que ver con su grandeza, sino con su insaciable voracidad.

    —Si mi apetito fuese el de antes, tú ya no estarías aquí y no quedaría rastro alguno de tu paso por esta tierra.

    —¿Entonces qué piensas hacer conmigo?

    —Te convertiré en rey. —Al escuchar estas palabras la expresión del dragón cambió y pensó en todos los tesoros que podría conseguir, pero también se llenó de dudas.

    —Estas tierras no tienen rey y su gente no quiere uno.

    —Es por eso que serás tú, alguien a quien no puedan rechazar, ni puedan envenenar, ni apuñalar por la espalda.

    —Viejo león, lo que tú deseas no es más que un títere y mi orgullo no me permitirá ser tratado de esta forma.

    —Tal vez prefieras ser devorado.

    —Ven a mí y desaparéceme, sé que no tengo opción contra ti, pero tú no obtendrás de mí lo que en verdad deseas.

    Leijona estuvo tentado a devorar al dragón de las tormentas, pero recordó el motivo por el cual buscaba a un rey, para enseñar al resto de los aatos que podrían ser mejores, pero ¿cómo podría hacer esto, si él mismo seguía siendo la bestia a la que todos temían? Después de reflexionar un momento, permitió al dragón retirarse, pero su orgullo había sido herido y le amenazó con devorarlo si lo volviese a encontrar o si alguien supiera lo que allí había ocurrido. Aun cuando el dragón blanco supo que esto era mentira, no contó a nadie de lo sucedido, pues sintió en las palabras del primordial la calidez de quien quiere proteger a los débiles.

    Habiendo pasado cinco años desde su encuentro con el dragón, Leijona aún no habría conseguido su objetivo y había comenzado a desesperar. Sumido en sus pensamientos el león comenzó a refunfuñar mientras caminaba a las orillas del Olëmën Vosu, entonces escuchó una risa que parecía hacer burla a las quejas del primordial. Volteó en todas direcciones, pero no alcanzaba a ver a nadie, y pensó que su mente le había jugado una broma, tan pronto se convencía de esto, la risa volvió a escucharse, en esta ocasión más cercana y más clara, era la risa de un niño. Leijona detuvo la marcha y de entre sus patas un niño elfo harapiento, golpeado y sucio, de cabellos negros, piel blanca, con rasgos finos, pero de cuerpo fuerte, y ojos que, como la hierba, a ratos eran verdes y a ratos amelados, salió caminando sin percatarse de que el león se había detenido. Entonces Leijona le cuestionó.

    —¿Por qué las risas, niño, te gusta burlarte de aquellos en desgracia?

    —No es eso, es solo que es gracioso cómo un enorme león, como tú, llora más que mi amiga Sade.

    Leijona no pudo más que sentir vergüenza al escuchar las palabras del niño quien no tenía más de seis años de edad, y para disimular su rabieta adoptó una pose majestuosa y habló con elocuencia dirigiendo sus palabras al niño.

    —Tienes razón, pequeño, no es propio del rey de los primordiales quejarse de esa forma.

    —¿Qué es un rey?

    —Verás, un rey es alguien que dirige a sus amigos e incluso a aquellos que no lo son, con el fin de vivir mejor y todos juntos apoyarse.

    —¿Y qué es un primordial?

    —Eres un caso perdido, niño, no me sigas más.

    Después de pronunciar estas palabras Leijona reflexionó, el pequeño infante habría mostrado el valor que le faltó a quien fuera el más fuerte de los ikuinen, pero cuando volteó para cuestionarle, el niño había desaparecido, entonces la curiosidad había pasado al lado del león, ahora era él quien quería saber más de este niño y le buscó en cada rincón entre el Ojo del Landis y la cadena montañosa de Këërmo Viarujana. Cansado Leijona decidió acercarse al lago para refrescarse con la brisa y cuando se acercó a este vio en su reflejo al niño que tanto buscaba, montado sobre él.

    —¿Cómo haces eso?

    —¿Cómo hago qué?

    —Esconderte de mí, un primordial.

    —Tal vez le das mucha importancia a esas cosas primordiales de las que hablas.

    —Los primordiales somos los más fuertes entre todos los aatos, claro que somos importantes.

    —Yo nunca había escuchado de ustedes.

    —Eso explica por qué no me temes.

    —No te temo porque eres amable, más amable que cualquier otro con el que me haya topado.

    La vergüenza que Leijona había sentido al ser regañado por el niño había desaparecido al recibir estas palabras. Entonces el león pensó en este niño como su alús, pero su cuerpo no parecía lo bastante fuerte para retenerlo sin causarle estragos y aún quería saber más de él.

    —¿Niño, en dónde están tus padres?

    —No tengo. Mi padre fue asesinado por mi madre y ella fue envenenada por la gente del pueblo porque no les gustaba que les gritara.

    —Oh, entonces no habrá problema.

    —No sé a ti, pero a mí sí me ha parecido un problema no tener padres.

    —Lo siento, no me refiero a eso. Si me lo permitieras yo sería un padre para ti.

    —¿Por qué el rey de los primordiales querría tener un niño ikuinen como hijo? Ni los míos, ni los mortales me quieren… ¿Seré tu mascota?

    —¡Claro que no! Tú mismo serás un rey, pero no solo de los primordiales, sino de todos los aatos.

    —¿Entonces cuidarás de mí para que yo cuide de todos?

    —Es una forma de verlo. Pero niño, aún no conozco tu nombre.

    —Puedes llamarme Iloinen.

    Leijona entonces lo entendió, no solo había encontrado a su alús, había encontrado a alguien digno de ser rey. A partir de ese momento el león se hizo cargo de Iloinen, lo educó, alimentó y enseñó todo cuanto sabía, y mientras el niño crecía, su cuerpo se tornaba más y más fuerte e Iloinen aprendió a obtener ventaja de esto convirtiéndose en un gran guerrero. Así Iloinen alcanzó la adolescencia y a la edad de catorce años Leijona le guio para acercarse a otros mortales e ikuinen, pero estos, dirigidos por los guerreros más veteranos, a quienes conocían como venhe, eran celosos de sus tierras y no permitían a ningún extraño siquiera vagar cerca de estas.

    Un día, creyendo estar apartado de la supervisión de Leijona, Iloinen fue a pescar al Ojo de Landis y allí vio a una hermosa joven de cabellos plateados, sus ojos azules parecían dos grandes lobelias, y su piel era blanca y suave como las nubes de un día soleado que lastiman con solo mirarlas. Nervioso por el sentimiento que en él surgía, Iloinen se escondió detrás de un arbusto para poder observarla sin que esta lo descubriese, pero de nada le sirvió, pues tal era su nerviosismo que el sigilo no le acompañó y la joven observó cuando tropezó y cayó detrás del arbusto y rodó hasta el lago, quedando completamente empapado. La joven no pudo evitar reír de forma escandalosa e Iloinen sintió que mil espadas atravesaban su corazón, pero ella se acercó y le tendió la mano para ayudarle a salir del fango, y con el brillo del sol sobre su piel Iloinen pensó que se trataba de la propia Munle quien habría descendido hasta Iasa para consolarle.

    —¿Es que no quieres salir de allí? Vamos, toma mi mano.

    —Disculpa, hace mucho tiempo que no estoy con un mortal y había olvidado su belleza —mencionó Iloinen mientras tomaba la mano de la hermosa elfa.

    Cuando Iloinen intentó salir, la joven no pudo resistir el peso de su cuerpo y ambos cayeron al fango y fue en esta ocasión Iloinen quien no pudo resistir y rio a carcajadas. La joven, molesta por haber quedado en ridículo, intentó levantarse, pero Iloinen sujetó su mano firme y suavemente, y le dijo.

    —Al menos dime tu nombre.

    —¿Por qué querrías saberlo, para conocer el nombre de aquella de quien te burlas?

    —Para conocer el nombre de aquella a quien pediré a Munle me permita volver a ver.

    —Intentas enamorarme después de reír a expensas mías y además lo haces inventando cosas.

    —Mi intención no es enamorarte, sino que tú misma decidas hacerlo

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