Si viajamos hasta el país del Sol Naciente, Amaterasu es una de las diosas más destacadas del sintoísmo, la religión predominante en Japón tras el budismo. Pero antes de hablar de ella nos detendremos en la figura de su madre, Inazami, consorte de Inazagi, ambos dioses creadores del mundo y las ocho islas que configuran el país. Tras quedarse embarazada, Inazami dio a luz a los espíritus del mar, la hierba y el viento; luego, configurada la naturaleza, parió a un nuevo hijo, Kagutsuchi, el dios del fuego, quien al nacer quemó los genitales de su madre; las heridas fueron tan graves que la diosa murió poco después.
Inazagi, desolado, solo y muy enojado, cercenó con una espada la cabeza a su hijo, pero al ver que la venganza no aplacaba su tristeza, descubrió que la única forma de recuperar a su mujer era visitar el inframundo, que la cosmogonía nipona es conocido como Yomi. El dios bajó hasta allí y se encontró con Inazami, quien estaba esperándolo, sin embargo, esta ya no podía escapar del inframundo porque había degustado la comida de aquel lúgubre