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Symbiosis
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Libro electrónico239 páginas3 horas

Symbiosis

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Información de este libro electrónico

La destrucción del planeta Álika obliga a sus habitantes, seres tolerantes y avanzados, a buscar acomodo en otro lugar de la galaxia. La Tierra es el elegido, concretamente, España, país al que llegarán tras un éxodo de 52 años. Surgirá entonces la posibilidad de fusionar ambas civilizaciones para que de ellas nazca un mundo nuevo, más justo y feliz. El fútbol servirá de pegamento entre alikanos y terrícolas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 feb 2023
ISBN9788419612557
Symbiosis
Autor

Fernando Lastra Rodríguez

Fernando Lastra Rodríguez (Gijón, 1971). Más de media vida cumplida y ahora, por fin, el libro. Desde siempre, escribir una novela ha sido parte de sus aspiraciones, pero dadas las andanzas cotidianas y rutinarias que le han tocado vivir, no ha podido encontrar nunca ese momento de ponerse a disfrutar con la escritura. Nadador desde los 6 años hasta hoy y amante del mar, donde actualmente práctica aguas abiertas, siempre ha organizado su vida personal y laboral entorno al mundo acuático, empezando como socorrista en las playas de su ciudad, después buceador por las costas asturianas y, hasta la fecha, como bombero profesional del Principado de Asturias, acercándose poco a poco a las tres décadas. En este tiempo, ha desarrollado su vida y ha formado una familia, algo que le ha mantenido bien ocupado hasta hoy. Recientemente, tras algunos cambios en sus trasiegos cotidianos, ha encontrado al fin ese momento para enfrentarse a un proyecto tan personal como es la escritura y, con dedicación y firmeza, se ha lanzado a la piscina para conseguirlo —nunca mejor dicho—. Con Symbiosis, ha dejado fluir su imaginación, ha contado una peculiar historia y el objetivo se ha cumplido. En esta novela tan particular, ha tratado de plasmar sus fantásticas ideas lo más frescamente posible para que el lector disfrute y encuentre en el argumento unos momentos de evasión al mundo real y, por supuesto, un buen entretenimiento. Con la ficción todo es posible y en Symbiosis, lo descubrirás tú mismo/a.

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    Symbiosis - Fernando Lastra Rodríguez

    Prólogo

    Simbiosis, asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital.

    Todos los datos y personajes de esta historia son inventados. Las alusiones a personajes, lugares, países, términos científicos, etc., se hacen siempre desde la ficción y el respeto más absoluto, únicamente con la finalidad de entretener al lector. En esta novela fantástica, se trata de mostrar una aventura cautivadora, divertida y trepidante, sin necesidad de que los conocimientos en materia espacial, política, deportiva o en lo que sea, tengan que ser precisos para entender lo que aquí va a suceder. Lo importante es que al leer se profundice en el núcleo de la historia, se disfrute enormemente con ella y se crea en el verdadero significado de lo que vaya sucediendo a lo largo de la lectura.

    Se hablará de una forma muy genérica y en un lenguaje propio del autor, sencillo, directo y armonioso, para que el lector se sienta cómodo y se divierta. Se contará la historia tal y como al escritor le sale del corazón y de la mente, como si de un bonito sueño se tratara, como si todo lo desconocido pudiera ser de pronto una esperanza y desde luego, como si quisiéramos en verdad que esto fuese real, porque en el fondo de nuestro ser, necesitamos que algo así se abra no solo en nuestra imaginación, sino también en nuestra realidad y que por sí solo, se convierta en esperanza.

    A veces la ficción representa una parte de nuestras vidas y cierto es, que lo desconocido ha marcado siempre una muesca en nuestra existencia y deseamos enérgicamente descubrir nuevos acontecimientos que nos esperancen para seguir viviendo con ilusión. Confío en que esta presentación de ficción tan particular de un hecho enormemente esperado y deseado por la especie humana, sea del agrado de los lectores, y allá cada uno con los límites de su imaginación.

    1

    Observatorio astronómico Calar Alto (Sierra de Filabres, Almería, España). 18 de mayo de 2062, 16:50 horas. Nadie podía imaginar lo que ocurriría ese día hasta que la pantalla del ordenador, comenzó a representar movimientos inesperados e inusuales. Los instrumentos de detección de toda la estación mostraban signos de cambios en la estructura del espacio, movimientos que, aunque pudieran ser interpretados como anomalías rutinarias, poco a poco se hicieron sentir en la sala como un acto de desconcierto e intranquilidad. Este tipo de anomalías nunca se habían detectado y su sorprendente visión bastó para provocar escalofríos entre los científicos allí presentes y un aire de misterio brutal ante la magnitud de lo que aquello parecía.

    Localizar estrellas, planetas, agujeros negros, quásares, galaxias; medir distancias casi inimaginables... Todo era normal en cada guardia, todo lo que se podía detectar con la amplia tecnología actual, pero aquello, aquello no se correspondía con ningún parámetro conocido y su reflejo en el panel de control exhibía un organigrama perfecto, un movimiento organizado, un efecto óptico nunca imaginado y su aparición hasta justo ese momento, parecía calculada y expresamente meditada por la forma de vida o materia que hubiese decidido mostrar su presencia.

    Empezó a producirse movimiento entre los presentes, comentarios en voz alta. El intercambio de impresiones comenzó a ser cada vez más continuo, la incertidumbre se apoderaba de todos y nadie aún era capaz de entender lo que estaban avistando en ese momento. Las mediciones empezaron a registrar todos y cada uno de los avances de esa situación y, en un primer momento alguien se atrevió a decir:

    —¡Sea lo que sea aún está lejos, aunque parece muy veloz!

    Ángela Lee, licenciada y doctorada en astrofísica por la Universidad de California y directora de la estación desde hacía dos escasos meses, salió apresuradamente de su despacho al oír tanto bullicio, decidida a tomar las riendas de la situación. No iba ser nada fácil lidiar con ese asunto, pero no quedaba más remedio que ponerse a trabajar y adelantarse a los acontecimientos cuanto fuese posible. Se la notaba alterada, nerviosa, desencajada a la vez que sorprendida e ilusionada. Quizás era su primera experiencia realmente extraterrestre, con matices intrigantes y misteriosos. Su responsabilidad en este asunto acababa de convertirse en la carrera de su vida. No hacía falta ser un experto para comprender al instante que los acontecimientos iban a ser sorprendentes. Era para lo que preparado y, ya desde muy niña, este tipo de circunstancias la atraían muchísimo. Ya se oían todo tipo de elucubraciones, pero solo eran eso, nada preciso. Habría mucho que analizar para llegar a una conclusión. ¿Qué era aquello?

    Ya en su puesto de control, con una taza de café en la mano derecha y un bolígrafo en la izquierda, se hizo cargo de la situación y empezó a dar instrucciones a sus científicos:

    —¡Quiero a todo el mundo en su silla y que empiece el espectáculo! Esto es un tema de seguridad nacional o quizá mundial y, antes de dar una mínima alarma a las altas esferas, debemos tener algún parámetro seguro. Es urgente, así que lo quiero ya, mejor aún, lo quería hace un rato. ¡A volar!

    Cada cual empezó a investigar en su ordenador con la rapidez de una bala y los cálculos comenzaron a plasmar realidades inquietantes. Fuera lo que fuese, se acercaba a la Tierra y como si de un fantasma se tratase, quería ser visto en toda su esencia; se dejaba sentir y no parecía importarle. Las ondas lanzadas al espacio desde los radio reflectores cósmicos de la estación permitían que toda esa esencia del avistamiento se viera en las pantallas. Recogían cada vibración y analizaban las posibles emisiones sonoras que desde esos misteriosos objetos pudieran emitirse. Por alguna razón, parecía que eso o lo que fuera, estaba manejando el cotarro y había empezado a ofrecer datos interesantísimos y, como leyendo entre líneas, nos saludaba, o al menos eso parecía.

    Se empezaron a analizar todas y cada una de las frecuencias para intentar recibir algún dato relevante, pero de momento, nada más preciso. Ondas, líneas, impulsos, destellos, ecos chirriantes... Todo tipo de informaciones que, aunque no pudieran concretarse más, se veían y se atisbaban en las pantallas. Pronto alguien, como sin querer, lo nombró con un apelativo que rápidamente quedó en boca de todos y fue referencia a partir de ese mismo momento.

    —¡Es una cosa impresionante!

    Sin más, se acababa de convertir en «la Cosa». Todos se empezaron a referir al asunto con ese nombre y quedó bautizado al instante.

    —¡La Cosa avanza rápido!

    —¡La Cosa viene en formación, parece que hay muchos de lo mismo!

    —¡Que alguien me diga ya la distancia de la Cosa a la Tierra! —espetó Ángela.

    —Un momento, mis cálculos están llegando y... ¡La Cosa avanza veloz, muy veloz!

    —Tengo la distancia, pero... ¡No puede ser! La Cosa está a 167.902.700 kilómetros y su velocidad es impresionante. Algo más que la distancia al Sol. Su velocidad supera en muchísimo cualquier récord. A esta velocidad y teniendo en cuenta la necesidad de una frenada progresiva para no impactar en nosotros, llegará a la atmósfera de la tierra en 15 días aproximadamente. Esperemos que ahí se detenga, porque si la atraviesa e impacta nos espachurra. Es tremendo, no es posible esa velocidad en nuestro mundo conocido.

    —¡Reloj y cuenta atrás ya! —ordenó Ángela.

    —¡Puedo corroborar esos datos, me sale exactamente el mismo resultado!

    —¡Y a mí!

    Todos estaban de acuerdo. La sala estaba llena de mensajes y susurros constantes. Esas velocidades eran de espanto y se intuía una tecnología jamás vista. Cada cual aportaba sus resultados a la directora y poco a poco se iba fraguando un esquema de lo que se venía encima. De pronto alguien dio otro dato clave:

    —¡Creo que tengo idea de hacia dónde se dirige! ¡Un momento...! ¡Por Dios! Parece que su rumbo muestra dirección hacia el Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Bardenas Reales. Eso es en Navarra, cerca de la depresión del Valle del Ebro.

    —¡España! —exclamó el más joven de la sala. Se nos va a meter en casa.

    Todo se convirtió en un caos de repente. La llegada a nuestro planeta, tiempo de llegada y además el lugar exacto se había calculado rápido, pero aún era imposible averiguar qué era esa Cosa. España se acababa de convertir en epicentro de un posible Apocalipsis o de una invasión o quién podía saberlo. Se pensó de todo en cuestión de segundos y nadie tenía idea de cómo evitar eso o al menos poder tener alguna certeza y saber si la Cosa tenía o no buenas intenciones. La emoción se convirtió entonces en miedo, porque lo que sí era perceptible es que esa Cosa estaba formada por decenas de cosas idénticas y cada una de ellas parecía tener el tamaño de media docena de estadios de fútbol juntos. Era deslumbrante. Algunos apostaban inicialmente por una posible agrupación de meteoritos con trayectoria de colisión, pero en seguida, y dada la formación tan exacta y tan simétrica que presentaba cada módulo entre sí, se descartó esa idea porque era algo improbable, parecía más algo con inteligencia. Todos se miraban. Había tensión y perplejidad.

    Esa velocidad, ese tamaño y tanto número de objetos iguales, sus impactos podían causar sin duda la destrucción del continente, o peor aún, del planeta. De pronto hubo un silencio y Ángela habló para todos:

    —Ya solo queda dar el siguiente paso: Informar al presidente.

    2

    Palacio de la Moncloa (Madrid, España), 17:50 horas. Era un jueves caluroso en Madrid, pero llovía a cántaros. Las sirenas de los bomberos se oían por toda la ciudad y las alertas indicaban que seguiría así durante al menos 2 o 3 días más. Valía más salir en piragua que en coche, porque había charcos en todas las esquinas y los coches estaban sumidos en atascos por todas las calles, debido a cortes por inundaciones. Era tan intensa la tormenta, que no era posible usar el paraguas, de hecho se veían volar decenas de ellos por todas partes. Quizás el día era poco propicio para recibir una mala noticia, pero la llamada al presidente iba llegar de todas formas y la nueva situación del país, bueno, del planeta, iba a empezar con malos augurios.

    En los pasillos de Nueva Moncloa había movimiento por todos los lados. Asesores, secretarios, guardaespaldas, jardineros al resguardo, conductores, servicio en general y cómo no, la familia del presidente al completo, incluidos sus tres perros, que corrían de un ala al otro dentro del edificio, mientras los niños los perseguían y les hacían sus jugarretas. Todos allí a techo tomando unos café, otro haciendo papeleos, otros esperando a ver si mejoraba el tiempo y poder irse a su casa o continuar sus tareas, algunos reparando las instalaciones y montando muebles nuevos... En fin, que la información llegaría con buena cantidad de público. Ciertamente, era un jueves un tanto extraño y una noticia relevante estaba a punto de llegar. La Cosa era un asunto muy, muy delicado.

    Sonó el teléfono. Un hombre alto, delgado y cejijunto, se acercó al aparato y descolgó. Parecía más un sirviente de la familia Monster que el secretario personal del presidente. Su parsimonia y sus gestos sosegados al contestar, no daban pie a imaginar la relevancia de esa llamada. No podía imaginarse lo que escucharía al descolgar, aparte de una bonita voz:

    —Despacho oficial del presidente, ¿con quién hablo?

    —Buenas tardes. Mi nombre es Ángela Lee y soy la directora del observatorio espacial Calar Alto, en Almería. Esta llamada es de extremada urgencia y debo comunicar unos hechos recientes avistados en el espacio desde nuestra estación. Es posible que en otros observatorios del planeta ya estén divisando los mismos parámetros y por ello es de vital importancia comunicar los hechos de inmediato al presidente. Hay que ponerse a valorar las actuaciones rápidamente y coordinarse con todas las potencias mundiales si fuese necesario ¡ Lo siento, estoy muy nerviosa y no sé siquiera cómo darle la noticia ¡

    —¡Tranquila mujer, relájese un poco, tome aire y suéltelo de una vez!

    —¡Bien! Numerosos y enormes objetos que aún no hemos podido identificar se dirigen hacia la Tierra a velocidades infernales y por los datos que tenemos y hemos verificado varias veces, tenemos 15 días aproximadamente, quizás algo menos, para entender qué hacer al respecto y solucionar el problema. En caso contrario el planeta se irá a la mierda o quién sabe qué puede suceder.

    —¿Qué? ¿Está usted segura de lo que está diciendo?

    —¡Lo que oye! Estamos en la diana de un montón de cosas del tamaño de seis campos de fútbol cada una y cuya dirección es sin lugar a dudas el Parque Natural de Bardenas Reales, en Navarra. Es una locura, pero está ocurriendo y si esas cosas no dan señales de otra clase creo que el planeta está en serio peligro.

    —¡Por el amor de Dios, Jesús y la Virgen! Voy corriendo a informar al presidente. Manténgase en su puesto y deje la línea operativa. Nos pondremos en contacto con usted inmediatamente. Mantenga el control de ese desaguisado y que Dios nos proteja.

    Justo en ese instante, un segundo teléfono sonó, el de color rojo. Este solo existía para situaciones críticas y había sonado en muy escasas ocasiones. Su sintonía parecía puesta para romper la monotonía del lugar y dar un poco de alegría a toda la seriedad que él mismo significaba. A su vez le daba presteza y atención inmediata, pues se trataba del teléfono más importante que había en todo el país. Era una melodía rítmica y fresca, lo cual interesó alegremente a los presentes al principio, pero generó unánime y preocupante atención tras el segundo tono. Esta llamada inquietó aún más al secretario y rápidamente contestó:

    —Despacho oficial del presidente, ¿con quién hablo?

    —Póngame de inmediato con su presidente, le llamamos de la Casa Blanca y es muy urgente.

    —¡Madre de Dios bendita, José y todos los apóstoles!

    Arturo Sanz (Artur), como se llamaba el secretario del presidente, era un hombre de mediana edad, cincuenta y pocos, y aunque de aspecto peculiar, no dejaba de tener un porte un tanto serio e interesante. De inmediato, echó a correr por uno de los pasillos del edificio y se dirigió a la estancia donde en ese instante se encontraba el presidente. Llamó a la puerta y por su forma de golpear, enseguida hizo refunfuñar a su jefe:

    —¡Adelante Artur! Parece que tienes prisa, ¿qué se supone que vienes a contarme?

    —¡Uf, ha llamado la directora de la estación espacial Calar Alto y ahora tengo en línea al presidente americano! Creo que lo que va a decir, le sacará de aquí con la misma prisa con la que yo he venido a buscarle. Le pongo en línea y activo el manos libres. ¡Menuda bomba nos viene encima!

    Entonces se abrió la línea y ambos empezaron a escuchar sin parpadear ni un instante y sin salir de su asombro:

    —¡Vamos a ver! Soy el presidente de los EE UU. Sé de buena tinta que esta información habrá llegado ya a su conocimiento y sino seguro que estaba en camino, pero a partir de este mismo instante hay que empezar a colaborar por el interés del planeta, porque se acercan a su país objetos que todavía no sabemos qué son y que van en dirección de colisión hacia ahí. La NASA me ha dado datos muy precisos y estoy recibiendo llamadas de los chinos, los rusos, los franceses, los ingleses y qué sé yo quién más... Todos tratando de que esto se ponga en manos de expertos inmediatamente. El Pentágono me está acribillando y todo parece indicar que tenemos visita inminente. Lo que se menea en el espacio no parece ninguna broma.

    —Bueno, en realidad mi secretario se dirigía hacia mi despacho y creo que a parte de su llamada, me traía esa misma información. Estoy realmente alucinado con la noticia. Habrá que convocar una reunión de urgencia y traer a toda mi cúpula a la sala de reuniones lo antes posible. Empezaremos a mover todas nuestras infraestructuras de inmediato. Si las cosas son tal y como dice, creo que hay que dar prioridad extrema a todos los movimientos que se desarrollen. La OTAN será comunicada de inmediato, aunque supongo que todos sus miembros también estarán al corriente y, mis científicos, vendrán a la carrera para estar presentes en todas las actuaciones que desde ya se ejecuten. Estudiaré la activación de los planes de emergencia que tenemos para estas situaciones a los más altos niveles. El ejército al completo y demás fuerzas de seguridad nacional estarán preparadas, esto no es para menos. Quedará a disposición militar el espacio aéreo, libre para que aviones y dispositivos de otros ejércitos internacionales puedan acceder a nuestros aeropuertos si fuera preciso y de esa manera, vaya engranándose la infraestructura de defensa. La colaboración de España con expertos de otros países queda activada desde este mismo momento. Como parte directamente implicada, lo daremos todo, esté usted seguro de ello. En cuanto a la prensa, intentaremos dar largas

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