Prometo extrañarte
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La novela se concentra en las diferentes maneras en las que asumimos la pérdida de un ser querido. También es la historia de una carta que nunca dejaremos de escribir, tal como debería suceder con las cosas importantes de la vida. Es un libro sobre la memoria y la nostalgia, y también sobre algo que nos provoca tanto miedo como la muerte misma: la pérdida de nuestros recuerdos.
Su personaje protagónico es entrañable: lleno de preguntas y miedos, como el más fuerte y apto de entre todos nosotros. Su personalidad se deja entrever con todo lo que hace y dice, pero también con todo aquello que soporta y calla.
De seguro que esta novela no dejará de emocionar al lector. Lo interrogará cara a cara, y le dirá que no hay nada de malo en extrañar. ¿Cómo no entristecernos si en estos mismos momentos no tenemos a nuestro lado a quien ya se ha marchado?, ¿cómo no querer llorar porque no hay nada que podamos hacer para cambiar las cosas?, ¿cómo no sentirnos como aquel niño que corre a su cuarto y se lanza encima de su cama para ocultar su rostro y también sus pensamientos?”. Gustavo A. Bedoya
Melissa Monsalve Barrera
Comunicadora en lenguajes audiovisuales. Creció leyendo, escribiendo y pensando su realidad a través de la literatura. Usualmente tiene variados personajes viviendo –sin pagar alquiler– en su cabeza. Moisés, protagonista de este libro, es uno de ellos.
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Prometo extrañarte - Melissa Monsalve Barrera
Un regalo para el abuelo
El día más triste de mis casi doce años de vida empezó igual que cualquier otro; la mala noticia llegó después.
Era sábado, mamá había prometido llevarme a comprar un regalo de cumpleaños para el abuelo. Luego íbamos a comer helado, ella y yo, solos, como en los viejos tiempos. Sé que soy muy joven para referirme al pasado con esa expresión: como en los viejos tiempos; es una frase que le escuchaba a mi abuelo decir con frecuencia y, aunque no hayan pasado más que un par de años desde entonces, parece que fue hace una eternidad cuando solíamos hacer todo juntos nosotros tres: el abuelo, mamá y yo.
–¿Qué tal un libro?
–Tal vez… un libro sería un buen regalo.
Mamá estaba sacando el coche de bebé del auto y no me prestaba mucha atención.
–¿Vamos a la librería entonces? –pregunté, impaciente por salir del estacionamiento.
–Pero ya sabes cómo es el abuelo con el tema de las editoriales y los traductores y…
–Bueno, entonces una pipa nueva.
–No, Moisés, ya sabes que el abuelo no debería fumar, no vamos a darle eso.
–Pero a él le gusta fumar, ¿no se supone que un regalo debe ser algo que a uno le guste?
Mamá sentó a Luna en el coche y cerró –al fin– la puerta del auto.
–A veces lo que te gusta no es lo que más te conviene. Nosotros debemos cuidarlo, Moisés, nada de pipas.
Mamá siempre escoge los regalos. Los escoge y los compra y los envuelve en papel y les pone una tarjeta. De: Moisés, Para: …
Esos nunca son verdaderos regalos de mi parte, porque solo me entero de lo que estoy obsequiando cuando llega el momento de abrir los regalos durante la fiesta de cumpleaños o la celebración de navidad. A veces ni me entero, a veces me entero y no me gustan mis regalos; por eso esta vez hicimos un trato: mamá me dejaría escoger el regalo si lavo los platos todas las noches después de cenar, durante una semana. Pero debo lavarlos bien, como a mamá le gusta. Esa es la parte difícil, por eso mamá aceptó el trato.
Entramos a una tienda que vendía de todo. Como no sabía qué buscaba, empecé a recorrerla de lado a lado, esperando ver una señal, algo que me recordara al abuelo.
–¿Qué talla de zapatos usa el abuelo? –pregunté, mientras tomaba un par de mocasines color vinotinto de la exhibición.
Luna agitaba los pies y extendía las manos tratando de agarrar todo lo que le quedara a su altura.
–Cuarenta y uno; aunque no sé si le guste ese color –dijo mamá, mientras le entregaba el Señor Oso a Luna.
–Pero los colores favoritos del abuelo son el rojo y el negro, este color es casi rojo, casi negro.
–Pero a él le gustan más los zapatos de color café. Además es difícil escoger zapatos para otra persona, es algo que es mejor probarse antes de comprar.
Suspiré profundo.
–¿Qué tal un suéter? –dijo mamá cuando notó que empezaba a desesperarme. Tomó uno gris de entre una pila de suéteres doblados sobre una mesa y se lo puso sobre su camisa para que lo