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Jugar con fuego
Jugar con fuego
Jugar con fuego
Libro electrónico165 páginas2 horas

Jugar con fuego

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Información de este libro electrónico

Hace tiempo que Maddie sueña con ese hombre en silencio, Eric MacInner, el escocés, es un millonario de la city amigo de su hermano y lo ama desde su adolescencia . Pero él la ignora por completo. A pesar del tiempo nada ha cambiado y un encuentro en una fiesta de fin de año en Nueva York provocará una nueva herida en su corazón. 

Resentida por su indiferencia y deseando vengarse del hombre que acaba de romper su corazón, ella decide salir con Alan Thomsey, un inglés de penetrantes ojos azules que parece desnudarle con la mirada y no deja seguirla a todas partes. Alan parece estar muy interesado en ayudarla a vengarse de Eric. Lo que no imagina Maddie es que al meterse con ese hombre estará jugando con fuego y que la aventura de meterse en su cama terminará de la forma más inesperada...

Atención novela romántica y erótica contemporánea para un público adulto. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 ene 2023
ISBN9798215087701
Jugar con fuego
Autor

Florencia Palacios

Joven escritora latinoamericana autora de varias novelas del género erótico contemporáneo, entre sus novelas más vendidas se encuentra: El jefe, Vendida al mejor postor, Adriano Visconti.

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    Jugar con fuego - Florencia Palacios

    Tabla de Contenido

    Derechos de Autor

    Jugar con fuego-Florencia Palacios

    Dulces navideños

    Jugando con fuego

    Sin ti

    Jugar con fuego

    Florencia Palacios

    Primera parte

    Navidad en Nueva York

    Madeleine suspiró mientras se veía en el espejo. Ciertamente que estaba harta de tener dieciocho años y seguir siendo virgen.

    Afortunadamente representaba más edad de que tenía por ser levemente rolliza a pesar de matarse haciendo dietas. El cabello rubio lacio y los ojos color miel almendrados y dulces, y la boca roja seductora la hacían verse de veintidós por lo menos, excepto por algo...

    Sí, que todavía era virgen. Por desgracia. Y esperaba poner remedio a eso cuanto antes, ¿y qué mejor que aprovechar esa navidad? Diablos, era la última de sus amigas que todavía no había tenido sexo y eso comenzaba a pesarle. Quería ser como las demás y comenzar a divertirse. Estaba harta de oír las frenéticas y divertidas historias de sexo de sus amigas, de presenciar cómo otros lo hacían en su auto, o en una habitación mientras ella se quedaba mirando. Pensó que había llegado el momento de deshacerse de su virginidad y que luego todo iría mejor para ella y dejaría de tener miedo al sexo.

    Los chicos se iban si no les dabas sexo, se iban y la dejaban sola.

    Hacía tiempo que había dejado de tener citas, de salir.

    Sabía la razón. Estaba enamorada de un hombre que la ignoraba.

    Él se había convertido en su secreta obsesión. Lo veía en casa de su amiga Alison, algunas veces. Estaba de paso porque pronto se iría a la ciudad. Así que sólo estaba descansando un tiempo en la mansión familiar.

    No tenía esperanzas de que un hombre tan guapo se fijara en ella y mucho menos que la invitara a salir. Eric MaccInner era un verdadero hombre, alto, apuesto y viril y millonario. No era la clase de sujeto que saliera con jovencitas.

    A él le gustaban de veinticinco en adelante y con experiencia, eso le dijo su amiga haciéndole un guiño. Sabía que ella se moría por él desde hacía años.

    —Él no quiere nada serio. Nunca le conocí una novia que le durara. Es millonario, puede hacer lo que le plazca.

    Madeleine suspiró.

    Llevaba años enamorada de ese hombre, años que parecían siglos. Desde que tenía catorce años y le vio en una fiesta de navidad. Era el hombre más guapo y encantador que había conocido en su vida, pero él no se fijaría en una joven gordita y de gafas, que además era una niña a sus ojos.

    Pero ella suspiró al verle y nunca más pudo olvidarle.

    Los chicos que conocían no eran nada comparado con Eric Macinner, nada... y aunque había tenido algunos amigos que quisieron hacerle la corte en la escuela para ver qué tan lejos podía llegar, Maddie los apartó uno a uno. No quería perder la virginidad en un auto ni con uno de esos idiotas.

    Su virginidad sería para el hombre que ella amaba en silencio desde hacía cuatro años. Eric MacInner por supuesto. Soñaba con que fuera él, pero perdía el tiempo, él jamás se fijaría en una jovencita como ella.

    Se miró en el espejo y suspiró al pensar que esa navidad lo pasaría en la mansión de su mejor amiga Alison. Luego de morir su madre su padre se lo pasaba de viajes y ahora que tenía una nueva novia simplemente la ignoraba. Podía estar días, semanas enteras viajaba mucho por trabajo siempre había sido así.

    Se miró en el espejo y sonrió.

    Ya no era la joven gordita de gafas. Ahora era muy bella y llamaba la atención porque a pesar de no tener una figura de modelo era sexy. De repente había empezado a gustarles a los chicos, pero a ella le agradaban mayores. Le atraía los de más edad, pero por lo general eran tipos casados y perversos. No quería enredarse con un hombre así. Quería algo romántico con un hombre libre.

    Pero todos se acercaban a ella para aprovecharse, querían tocarla porque a pesar de ser tan joven tenía el cuerpo formado de una mujer y una cara de ángel que cautivaba, con su cabello rubio lacio a ambos lados y sus grandes ojos color miel era una belleza dulce y seductora.

    Uno de esos enamorados le había hecho una proposición osada mientras se besaban en su auto. Sabía que era virgen y que quería conservarse así para que el hombre que amaba.

    Y de pronto comenzó a acariciar sus pechos y se excitó mucho, tanto que sintió que perdería la cabeza si no se detenía.

    Madeleine recordó el incidente y suspiró.

    Él había querido devorarla con su boca, sólo eso. Recorrer su cuerpo con caricias y deleitarse con su respuesta. Ella no tendría que hacer nada, nada más que aceptar esos juegos.

    Sin embargo, no quiso hacerlo y terminó abandonando su auto molesta como otras veces. No quería ser el juguete de un extraño, que disfrutara de su cuerpo sin tener derecho a ello, sin palabras bonitas, sin una promesa...

    A los hombres les atraían las mujeres como ella, rubias y de pecho abundante y caderas formadas. Las delgadas habían pasado de moda hacía años y todos creían que era mayor de lo que era. Pero se equivocaban por supuesto y al saber que era virgen muchos se habían alejado espantados. Temían lastimarla. Eso dijo uno de ellos cuando le preguntó.

    Ahora Maddie se había hartado de tanto franeleo y saber que ese día vería a Eric la hacía sentir un temblor en todo el cuerpo.

    Si tuviera alguna esperanza de que se fijara en ella...

    De pronto vio que sonaba su celular.

    Su padre. Vaya. Al fin se acordaba de que tenía una hija.

    —Hola papá.

    —Hola cariño, ¿cómo estás?

    —Bien...estoy por salir.

    —¿A dónde irás?

    —Pasaré la navidad y fin de año en casa de Alison. Te lo dije.

    Su padre pareció desilusionado.

    —Pero yo voy a estar en Londres con Karin, ¿por qué no lo pasas con nosotros?

    Karin era su nueva novia de veinte años menos.

    —No quiero ir a Londres papá, quiero ir a casa de Alison. Tiene una casa preciosa y lo pasaremos muy bien.

    —¿Y sus padres estarán presentes?

    —Papá por favor, ya soy grande y sé cuidarme, ¿sí?

    —¿Grande? Te crees grande porque el año próximo irás a la universidad. Ay por favor no me hagas reír.

    —Sí, soy grande y sé cuidarme. Será una reunión familiar. Deja de preocuparte.

    —Está bien, es que pensé que pasarías con tus tíos en Boston. Bueno te llamaré luego para saludarte.

    Cuando cortó la llamada pensó en la universidad y se sintió más animada. Ansiaba estudiar periodismo y sabía que su vida sería mucho más emocionante entonces. Tendría nuevos amigos y quién sabe, tal vez conocería a alguien especial...

    Mientras guardaba las cosas en el bolso se dijo que no se sentiría tan sola en la universidad, podría quedarse allí y hacer nuevos amigos. Era una pena que sus viejas amigas no quisieran seguir carreras universitarias sino cursos cortos. Eran muy perezosas para el estudio, pero ella siempre se había destacado por sus buenas notas. Una alumna modelo decían.

    Se miró en el espejo y se maquilló los labios con un tonto rojo vino y luego delineó los ojos para que sus ojos color miel fueran más grandes. Sonrió al ver la foto de su amor imposible sobre la mesa de luz. Las fantasías que tenía con ese hombre, las veces que se había dormido imaginando que le hacía el amor y le tenía tan dentro de ella...

    Rezó para que fuera a la mansión de los padres de Alison en esas fiestas. Siempre iba si no estaba de viaje. Era un hombre ocupado que solía irse de viaje algunos meses. Y hacía más de dos años que no lo veía pues el año anterior no pudo ir en vacaciones a casa de su amiga.

    Un mensaje de Alison le recordó que llevaba algo retrasada.

    Y no olvides tomar la píldora por si tienes sexo en navidad le había escrito.

    Madeleine rio y le respondió:

    No tomaré la píldora hasta que sea necesario

    Boba, ¿es que sigues sin cuidarte?

    Yo prefiero el condón y lo sabes le escribió Maddie.

    Ah sí por supuesto. Pero no olvides que algunos hombres prefieren no usar condón con las mujeres hermosas.

    Pues conmigo lo usará, no correré riesgos garabateó inquieta.

    Suspiró.

    Me moría por hacer el amor con él ¿y qué importaba la maldita píldora? Quería que fuera su primera vez y no sabía si tendría suerte. Llevaba mucho tiempo esperando ese día y al fin había llegado...

    VIAJAR POR NUEVA YORK en vísperas de navidad era bastante estresante. Los decorados navideños, Santa Klaus vivientes, duendes, las tiendas atestadas, la gente corriendo en sus autos, en sus motos, metidas como hormigas en todas las tiendas abiertas, pues todo ese panorama podría resultar agotador. Contempló toda esa locura desde su cómodo auto con chofer que su padre había dejado para su comodidad diciéndose qué suerte, al menos no estoy caminando por el centro ni tengo que hacer regalos a estas horas.

    Sonrió al pensar que fue muy astuta al no querer manejar un día como ese y resultó un gran acierto. Realmente el tránsito era caótico y faltaba todavía una semana para navidad...

    Alison había insistido en que fuera antes para ayudarla a organizar todo y aceptó, no tenía mucho más que hacer en el departamento más que mirar tele o salir de compras. Ahora era casi imposible hacerlo, todo estaba lleno de personas. Daba la sensación de que el mundo iba a terminar y sólo era que se acercaba la navidad...

    El año anterior había pasado en Francia con su padre y Karinn pero no quería formar parte de su nueva vida, su padre se pasaba pendiente de su novia y Karinn no era mala pero era la típica chica linda que no trabajaba y no hacía más que pasárselo en un spa, en la peluquería o salón de belleza de lujo... no soportaba la existencia frívola de esa mujer ni tampoco la soportaba a ella, pensaba que era una ramera fina que había atrapado a su padre con su cuerpito y el encanto de la juventud, con sus pechos operados y esa sonrisa falsa. Oh, ella decía que lo amaba y que era su sugar daddy. Y ella odiaba que lo llamara así. Y detestaba que se aprovechara de él y que planeara llevárselo al altar. Hasta había oído algo de que pensaban tener un bebé... eso fue demasiado.

    Trató de no imaginarse con un hermanito, realmente la hacía sentirse enferma. No con esa vulgar oportunista. ¿Qué sabía esa zorra de criar bebés o cuidarles?

    Una cosa era casarse y tener hijos cuando una pareja se amaba y tenían proyectos en común, otra muy distinta era que la mantenida de su padre decidiera que era tiempo de tener un bebé... no tenía sentido.

    La visión de la mansión de su amiga en los Hamptons la hizo cambiar de expresión olvidando por completo ese plan alocado de la novia de su padre. Ciertamente que la ponía enferma pensar en todo eso, mejor distraerse con otra cosa de inmediato.

    Contempló la mansión llena de seguridad, de espléndidos jardines y por dentro, la temperatura era ideal y todo era perfecto. Le encantaba ir allí en navidad y siempre que podía, le traía muchos recuerdos de infancia, pues habían sido amigas con Alison casi desde niñas y tenían tantas historias que compartir.

    —Al fin llegas—se quejó su amiga Alison—llegas tarde boba. Ya está aquí—le advirtió.

    Ella tragó saliva y se puso colorada. ¿Se refería a....?

    —¿Qué? ¿Tan pronto? —se quejó.

    —Sí, vino hace un rato y fue a darse un baño... ¿Quieres ver cómo se ducha? —dijo guiñándole un ojo.

    Ella sonrió.

    —Oh, pero qué bonita te

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