Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan: Memorias del Proyecto La Ventilla 1992-2004 Volumen II
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Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan - Julie Gazzola
Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan
Memorias del Proyecto La Ventilla 1992-2004
Volumen 2
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Colección Arqueología
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serie logos
Estudios de un barrio
de la antigua ciudad
de Teotihuacan
Memorias del Proyecto
La Ventilla 1992-2004
Volumen 2
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Rubén Cabrera Castro
Sergio Gómez Chávez
Coordinadores
Rubén Cabrera Castro
Sergio Gómez Chávez
Ignacio Rodríguez García
Editores
SECRETARÍA DE CULTURA
instituto nacional de antropología e historia
Rubén Cabrera Castro y Sergio Gómez Chávez (Coords.)
Estudios de un barrio de la antigua ciudad de Teotihuacan. Memorias del Proyecto La Ventilla 1992-2004. Vol. II [recurso electrónico] / Coordinación de Rubén Cabrera Castro y Sergio Gómez Chávez. México: Secretaría de Cultura, inah, 2022
7.7 MB: ilus.; (Colección Arqueología, Serie Logos)
ISBN Volumen II: 978-607-539-692-7
ISBN Obra Completa: 978-607-539-689-7
1. Zona Arqueológica de Teotihuacan (Estado de México) La Ventilla – Antigüedades 2. San Juan Teotihuacan (Estado de México) La Ventilla – Antigüedades I. Rubén Cabrera Castro y Sergio Gómez Chávez Coords. II. t. III. Ser.
LC F1219.1T27 Vol. 2
Primera edición: 2022
Producción:
Secretaría de Cultura
Instituto Nacional de Antropología e Historia
D. R. © 2022 Instituto Nacional de Antropología e Historia
Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, alcaldía Cuauhtémoc, Ciudad de México
informes_publicaciones_inah@inah.gob.mx
Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad
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total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,
la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización
por escrito de la Secretaría de Cultura /
Instituto Nacional de Antropología e Historia
ISBN Volumen II: 978-607-539-692-7
ISBN Obra Completa: 978-607-539-689-7
Hecho en México
SCINAH21negro
Índice
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IV. Interpretaciones
Los barrios y sus componentes en Teotihuacan. Un modelo de barrio y su articulación urbana
Sergio Gómez Chávez
Análisis diacrónico y sincrónico de la pintura mural de La Ventilla. Las cuatro épocas de la pintura mural teotihuacana
Sergio Gómez Chávez y Julie Gazzola
El lenguaje de los signos pictóricos en los murales del patio de Los Jaguares en el conjunto de Los Glifos
María Sonsoles Josefa Duque Renilla
La escritura jeroglífica de Teotihuacan. Una hipótesis sobre la función de la Plaza de Los Glifos
Timothy King, Sergio Gómez Chávez y Julie Gazzola
La ocupación temprana en el área de La Ventilla. Evidencias del antiguo sistema agrícola
Sergio Gómez Chávez y Julie Gazzola
V. Conclusiones
Evaluación metodológica del Proyecto La Ventilla, Teotihuacan
Rubén Cabrera Castro y Sergio Gómez Chávez
El Proyecto La Ventilla 1992-1994, aporte arqueológico y patrimonial
Ignacio Rodríguez García
IV. Interpretaciones
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Los barrios y sus componentes en Teotihuacan. Un modelo de barrio y su articulación urbana
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Sergio Gómez Chávez
Toda noción equivocada se endereza por medio del diálogo.
Todo silencio, toda ausencia de crítica y análisis equivale a aceptación.
Arnoldo Kraus, Sida: realidad o empatía.
La Jornada, miércoles 8 de febrero de 1995.
INTRODUCCIÓN
Con una superficie cercana a los 23 km², y un desarrollo continuo que inició en el periodo Formativo y concluyó aproximadamente hacia el 650 d.C., Teotihuacan es el sitio nodal típico para el estudio del surgimiento de las clases sociales, los sistemas de producción y distribución, las estructuras de poder, la ideología y la religión, las instituciones y el urbanismo, entre otros, todos ellos aspectos que caracterizan a las sociedades complejas en el mundo y en Mesoamérica. De manera particular, el análisis de los diferentes materiales arqueológicos ha posibilitado un conocimiento específico de las más diversas manifestaciones sociales, económicas y culturales del complejo fenómeno teotihuacano. Los trabajos de Millon (1973), que derivaron en la elaboración del plano de la ciudad, son importantes debido a que constituyen la base para el estudio de los procesos de urbanización, aunque por sí mismos no explican los factores históricos, económicos y sociales que intervinieron en el surgimiento, desarrollo y composición estructural de la misma.
El origen de Teotihuacan como uno de los desarrollos económicos y sociales más complejos del México Antiguo, ha sido abordado desde distintas perspectivas. Desde el enfoque de la ecología cultural se han tratado de investigar los cambios culturales desde el punto de vista de los cambios en las sociedades con respecto a la explotación del medio ambiente
(Morelos, 1993). Los análisis y la aplicación de modelos aplicados de la sociología urbana y la economía, han promovido algún interés por el estudio de los aspectos demográficos, sociales y políticos que probablemente intervinieron en el surgimiento de la ciudad, sin embargo, aún quedan pendientes muchas preguntas sin resolver de toda la problemática que involucra el estudio de las ciudades y el urbanismo.
Morelos (idem) ha planteado un modelo en el que se contempla la multiplicidad de procesos (ecológicos, históricos, sociales y culturales) que intervinieron, tanto en el surgimiento de la sociedad urbana en Teotihuacan como en su posterior desarrollo. Indudablemente, este trabajo es uno de los mejores logros para ordenar y sistematizar la información recuperada hasta ahora.
El reciente interés de la investigación de las áreas habitacionales, así como de aspectos relacionados con el modo de vida,¹ las actividades productivas, la distribución y, en general, con las formas de articulación social, obedece a la necesidad de ofrecer explicaciones mejor sustentadas de sistemas y desarrollos económicos y sociales complejos. En este sentido, hasta ahora existen varias propuestas de diferentes autores que, no obstante, sus interesantes planteamientos, no están exentos de problemas de carácter metodológico. Desde este punto de vista, cuestionamos que gran parte de las ideas que tenemos sobre Teotihuacan —en general, propuestas como hipótesis rectoras— han sido consideradas como hechos comprobados o contrastados por muchos otros investigadores, sin las reservas y precisiones necesarias. A veces, la utilización de hipótesis derivadas desde las rectoras conlleva serios problemas y limitaciones de orden metodológico, sobre todo cuando no están debidamente fundamentadas o aquellas no han intentado siquiera ser contrastadas. Por ejemplo, los cálculos sobre el número de habitantes y la densidad poblacional para cada fase, las formas de articulación urbana, los sistemas de captación, intercambio y distribución de recursos, requieren de indicadores específicos, de datos generados de información recuperada de excavaciones que permitan manejar un número mayor de variables de las que hasta ahora se han considerado.
Por ejemplo, existen varias propuestas para la identificación de barrios y la existencia de posibles distritos sociales (Altschul, 1987). También se ha tratado de establecer la función del Gran Conjunto desde el punto de vista de intereses regionales representados en los conjuntos departamentales que funcionaron como grandes almacenes (Sload, 1987). El estudio de las relaciones espaciales (Cowgill, 1987) y planteamientos sobre índices de variabilidad interna y diferenciación funcional pretenden estipular que una ciudad es el resultado de la integración progresiva de núcleos discretos de actividad en un tejido urbano (Ester, 1976 citado por Manzanilla, 1996a: 114); desafortunadamente al carecer de un sustento empírico sólido, podría cuestionarse cualquier propuesta explicativa de los sistemas y formas de articulación económica y social. Mediante el análisis de la distribución de ciertas categorías cerámicas (tiestos o tepalcates) en el ámbito regional, en los estudios referidos, se pretende dar una explicación a la información obtenida de reconocimientos de superficie, menos que de los sistemas sociales que se investigan.²
La inconsistencia principal de tales propuestas radica precisamente en la falta de relación entre los planteamientos desarrollados exclusivamente a partir de datos y materiales recuperados en superficie, y aquellas que pudieran elaborarse a partir de materiales obtenidos de excavaciones controladas. Hasta donde sabemos, ninguno de los autores citados ha intentado evaluar este tipo de parámetros o contrastar sus suposiciones. La obviedad que parecen asumir y la falta de excavaciones, por mínimas que pudieran ser, condicionan la aplicación de sus modelos a hipótesis que aparentemente no están interesados en contrastar mediante otros métodos y técnicas.
Esta problemática puede visualizarse con un ejemplo particular, pues a partir de que Millon (1973) supuso la existencia del mercado en el Gran Conjunto, no existen trabajos que hayan contrastado esta y otras posibilidades de funcionamiento. Concretamente, no tenemos datos que puedan asegurar que el Gran Conjunto fue el mercado principal de la ciudad, por lo tanto, el planteamiento de Sload (1987) tiene un problema de orden metodológico, pues la hipótesis rectora del Gran Conjunto como el mercado, carece de apoyo empírico.
De manera similar existe este problema en los estudios de Altschul (1987), quien asocia grupos y porcentajes de categorías cerámicas con alguna clase de relaciones sociales y políticas, problema que se refleja en el alcance de sus resultados, como el mismo estudio parece reconocer. Otro caso es el de Cowgill (1987), quien, tratando de argumentar aspectos demográficos, transformaciones en el patrón de asentamiento en el transcurso del tiempo mediante la consideración de la frecuencia de tipos cerámicos en superficie, no logra contrastar situaciones concretas, a pesar de que intenta justificar sus métodos. Para nosotros, la expresión fenoménica del urbanismo es un objeto y un medio de análisis para investigar procesos y cambios en las relaciones económicas y sociales fundamentales, los cuales parecen ocultarse bajo la particularidad formal-aparente de los asentamientos, de factores y variables (no por ello menos importantes de considerar) como los índices demográficos, o la ubicación y magnitud de los centros de producción y de intercambio.
Los trabajos arqueológicos realizados en los últimos años por Manzanilla (1993), mostraron que solo mediante la realización de excavaciones extensivas y la utilización de mejores técnicas de exploración, registro y análisis, se puede lograr un avance sustancial para la identificación de las actividades específicas realizadas en determinados espacios en los diferentes conjuntos arquitectónicos.
En la primera parte de este volumen se presenta el resultado de los trabajos de excavación del Proyecto La Ventilla 1992-1994, así como los primeros resultados de las investigaciones sobre distintos materiales recuperados. La posibilidad de integrar el resultado de nuestros estudios en un esquema general de explicación fue un compromiso adquirido por quienes nos dimos a la tarea de coadyuvar en la coordinación, primero en campo, y posteriormente en gabinete, del desarrollo de esta investigación.
Dadas las características de los trabajos, desde el inicio reconocimos la oportunidad única que se presentaba ante nosotros de investigar las características estructurales y funcionales de una unidad económica y social que definimos como barrio, elemento que desde hace algunas décadas se suponía había sido una de las formas fundamentales de la organización espacial y social del conjunto urbano, pero nunca se había tenido oportunidad de realizar exploraciones para tratar de recuperar información que nos brindara conocimiento sobre los barrios.
El conocimiento y análisis de los materiales y contextos recuperados durante los trabajos del Proyecto La Ventilla, nos permitió adquirir las bases para desarrollar y estructurar un modelo de barrio para Teotihuacan, interés y objeto del presente trabajo. La estructura metodológica sigue el esquema propuesto para la investigación arqueológica (cfr. Rodríguez, 1987).³ El sistema de argumentación podrá parecer riguroso o excesivo, pero consideramos que esta característica es un requisito mínimo necesario para cualquier actividad científica.
El modelo de barrio que proponemos es más que el estudio y la consideración de la arquitectura y la distribución espacial de los diferentes conjuntos y espacios. Es resultado del análisis e integración de la mayor parte de la información y los materiales recuperados durante las exploraciones conducidas durante varios años sobre una extensión cercana a los 25 000 m² en La Ventilla, definida como un barrio de la antigua ciudad. La arquitectura en varios de sus aspectos (sistemas y materiales de construcción, acabado arquitectónicos, características, función y uso de los espacios, etc.), tanto como la pintura mural, la cerámica, la lítica, los enterramientos y los esqueletos de quienes vivieron en el barrio, así como muchos otros materiales, se consideraron para el desarrollo de un modelo que pretende abordar el estudio de la estructura urbana y de los barrios de Teotihuacan mediante la identificación y caracterización de los elementos que integran dicha estructura.
Los barrios de Teotihuacan
A partir de referencias etnohistóricas y de datos arqueológicos obtenidos de concienzudos reconocimientos de superficie, Millon (1973) planteó que la ciudad de Teotihuacan (figura 1) estaba organizada en barrios, ocupados posiblemente por artesanos especializados. Estableció que, de haber existido los barrios, debieron haber jugado un papel de intermediación muy importante entre el gobierno de Teotihuacan y los ocupantes de los conjuntos departamentales, los cuales pudieron haber constituido un nivel de organización potencial de la mayor importancia en la ciudad, siendo difícil de imaginar que el Estado haya sido indiferente a este potencial
(Millon, 1976: 225). Posteriormente Altschul (1987) sugirió la posibilidad de evaluar —aunque sin mucho éxito, debido a las variables utilizadas— la existencia de distritos sociales. En términos teóricos y metodológicos se ha propuesto la inclusión del barrio dentro de una serie de niveles de análisis progresivos, que comprenden el área de actividad como la unidad mínima con contenido social, el grupo doméstico o familiar, el barrio, el sitio arqueológico y por último la región (Manzanilla, 1986; 1993).
Figura 1. Plano de la ciudad de Teotihuacan, cuya extensión alcanzaría 23 km², la cual habría estado integrada por barrios. (Tomado de Millon, 1973.)
Uno de los elementos que permitieron suponer la existencia y organización del conjunto urbano en barrios, fue sin duda la singular presencia de elementos foráneos detectados durante los reconocimientos de superficie. En distintos puntos de la ciudad se han recuperado materiales zapotecos (MiIlon, 1976; Spence, 1989 y Rattray, 1987; entre otros), de Veracruz, de la zona maya (Rattray, 1984; 1988) y recientemente del Occidente de México (Gómez, 1998, 2002). Diversos datos han confirmado que los grupos foráneos ocuparon conjuntos cuya arquitectura no difiere en mucho de los conjuntos habitacionales típicos de Teotihuacan. Sabemos que estos grupos adoptaron costumbres locales, aunque mantuvieron por algún tiempo algunas de las tradiciones más importantes de sus lugares de origen, permitiendo mantener la cohesión como grupo, así como el acceso y control a los recursos que permitían su subsistencia (Spence, 1989).
Se ha planteado que, desde sus inicios, el conjunto urbano se conformó por diversos grupos etno-lingüísticos, vinculados esencialmente por parentesco o por tener un lugar de procedencia común (Angulo, 1998). Es probable que estos grupos hayan dado origen a los grupos de artesanos especializados en la producción de distintos bienes, identificándose posteriormente por la actividad que practicaron.
Nuestra propuesta es que la organización del conjunto urbano en barrios no fue producto de factores que se fueron conjugando a través del tiempo como consecuencia del crecimiento demográfico, de una situación que parecería azarosa o como resultado de la acumulación simple de distintos elementos. Para nosotros, el proceso de formación y estructura de los barrios es una característica expresa del modo de producción imperante y resultado del tipo de relaciones establecidas entre las comunidades productoras y el Estado, es decir, de la formación económica social.
Gracias a los trabajos y descubrimientos hechos en los últimos años, hemos presentado los datos sobre la existencia de un complejo sistema de producción agrícola intensivo basado en el riego a gran escala que funcionó desde la fase Patlachique (200-1 a.C.) y perduró hasta Tzacualli (1-150 d.C.). Las evidencias indican que dicho sistema fue abandonado, resultado de una decisión estatal que transformó el modo de vida de la población.
Como se verá más adelante, planteamos que el Estado teotihuacano estableció cambios en la política económica basada en la importación de los alimentos, disminuyendo su interés en la producción agrícola local, la cual había sido rebasada y sería insuficiente para el sostén de una población tan numerosa. Como parte de la estrategia implementada para el suministro de bienes y recursos a la ciudad, habría tenido injerencia en el control de diversos recursos y materias primas (obsidiana sobre todo, aunque también podemos incluir piedras verdes, minerales, algodón, concha, etc.), asegurando de esta manera el abastecimiento a la ciudad. Seguramente, el Estado regulaba y supervisaba la distribución y comercio en los mercados de los bienes producidos en los talleres de la ciudad. Esta situación nos introduce de lleno en el problema de identificar los mecanismos mediante los cuales el Estado ejercía el poder en función de mantener y reproducir las relaciones sociales de producción y los mecanismos o formas concretas de apropiación de una parte de la plusproducción, cumpliendo a la vez con la ideología y la religión, un papel fundamental en la organización y reproducción del sistema.
En el presente estudio consideramos de suma importancia la estructura que presentan los conjuntos habitacionales —donde se identifican los espacios destinados a la fuerza de trabajo, la vivienda, la producción, el almacenamiento y el consumo, y aquellos utilizados para el culto— como una de las formas efectivas para mantener la cohesión social y el control de la producción económica. La evidencia de que la construcción de este tipo de conjuntos comenzara en la fase Tlamimilolpa Temprana (200 d.C.) quizá como una decisión política estatal, sugiere la gestación de una serie de transformaciones económicas y políticas que sin duda definieron un modo de vida urbano y marcaron el desarrollo de la sociedad teotihuacana por lo menos durante tres siglos más. En este sentido, es relevante entender la función y forma de organización interna de los conjuntos habitacionales y residenciales, sus cambios y las características particulares de la ocupación, establecer las diferencias y forma de relación con otros que hayan tenido funciones similares, para evaluar su impacto en la conformación de la estructura urbana y social de la ciudad.
El nivel de análisis que el contenido del presente volumen trata en general, considera al barrio como un subsistema, cuyo funcionamiento está basado en las características de las relaciones sociales establecidas en torno a la especificidad del modo de producción y los procesos de producción económica, las cuales, a su vez, condicionan la forma particular de la distribución y el consumo.
Durante el desarrollo del Proyecto La Ventilla 1992-1994, se definió el concepto de barrio como un sistema manifiesto de relaciones político-económicas, que operan dentro de límites establecidos bajo normas y sistemas institucionalizados reconocidos por la comunidad. De igual forma, durante las excavaciones del proyecto se esbozó un modelo de barrio para Teotihuacan, que se ha estructurado mejor al contar con nuevos datos (Gómez, 1996 y Gómez, 2000). Según esta propuesta, los barrios estarían conformados por una serie de elementos entre los que destacan el templo del barrio, la plaza pública, los edificios públicos
—institucionales, administrativos, etc.—, las residencias de los grupos domésticos de la clase dominante (conjuntos residenciales), las unidades habitacionales (conjuntos habitacionales) ocupadas por grupos domésticos dedicados a la producción artesanal, y las áreas de uso común. En esta línea de investigación, en el proyecto La Ventilla se estableció como objetivo la posibilidad de conocer la estructura y formas de integración de los diferentes elementos que conformaban los barrios de la antigua ciudad (Cabrera, 1994; 1996; Gómez, 1994 y 2000).
EL PROYECTO LA VENTILLA: APORTES AL CONOCIMIENTO DE LA ESTRUCTURA URBANA DE TEOTIHUACAN
Como se ha expuesto en la parte que trata sobre los trabajos de campo del Proyecto La Ventilla 1992-1994 (figura 2), se realizaron excavaciones en 11 conjuntos arquitectónicos, tres de los cuales se liberaron casi por completo. Cada uno de los conjuntos explorados de manera extensiva presenta características que los diferencian formal y funcionalmente entre sí; cada conjunto se encuentra separado por calles que forman parte de la red del sistema de circulación urbana que debió existir en toda la ciudad. Los resultados alcanzados hasta ahora han hecho posible estructurar un modelo de barrio en el que se expresan múltiples funciones y actividades, que incluyen las realizadas por los grupos domésticos dentro de los conjuntos habitacionales y residenciales, los conjuntos donde se desarrollaban actividades religiosas y de gestión, así como el uso de espacios de uso comunitario.
Figura 2. Plano de ubicación de los distintos conjuntos que conforman la estructura del barrio de La Ventilla. (Dibujo: Sergio Gómez.)
El gran cúmulo de información recuperada en este proyecto se suma y se complementa con los datos obtenidos en temporadas anteriores, en las que se excavaron parcialmente otros conjuntos circunscritos a este sector de la ciudad, tales como La Ventilla A (Piña, 1963) y La Ventilla B (Vidarte, 1964; Serrano y Lagunas, 1975). Hasta ahora, el análisis integral de toda la información recobrada nos permite tener un mejor conocimiento sobre la organización espacial o de una serie de conjuntos arquitectónicos en un sector de la ciudad que conforman un barrio en particular, y hace posible el conocimiento de las formas de articulación económico-social y la estructura del sistema urbano en general.
Como se ha presentado a lo largo del presente volumen, el objetivo planteado para llegar a determinar la función específica de cada uno de los conjuntos arquitectónicos, tanto como su interrelación, amplía las posibilidades de conocer y explicar la estructura económica y social de los barrios de la antigua ciudad.
Debo señalar que a lo largo de varios años en que he coordinado el estudio de los diversos materiales recuperados en La Ventilla, e incluso cuando hemos vuelto a excavar durante otras temporadas, he insistido siempre en la necesidad y meta de integrar la información y los resultados obtenidos en un marco general de explicación, considerando el barrio como un nivel de análisis. En este mismo sentido, estoy plenamente convencido, como lo demuestran los resultados obtenidos hasta ahora, que solo mediante la conducción de estudios comparativos entre conjuntos con características arquitectónicas diferentes e incluso entre aquellos con funciones similares, podremos rebasar el ámbito de la descripción particular y proponer explicaciones coherentes sobre aspectos complejos como la forma de organización económica y social. El objetivo de este ensayo es presentar un modelo que pretende caracterizar y proponer hipótesis que explicarían las propiedades formales, cualidades y estructura del sistema urbano, su dinámica y su funcionamiento.
Un modelo de barrio para Teotihuacan
En términos estrictos un modelo teórico consiste en un conjunto de supuestos acerca de un objeto o sistema
(Achinstein, 1967, citado por Morelos, 1993: 168). De acuerdo con lo anterior, un modelo teórico:
describe un sistema, un conjunto de fenómenos o una serie de sucesos atribuyéndole lo que podría llamarse una estructura interna, una composición o un mecanismo que explicaría, al tomarlo como referencia, diversas propiedades
. Esta descripción va más allá de la mera referencia estructural o de la composición y forma de los materiales o indicadores, ya que es una relación de la estructura interna de los fenómenos. La estructura descrita deberá considerarse siempre con referencia a aquellas propiedades a las que sirve de explicación y no como algo definitivo e incapaz de admitir explicaciones ulteriores. Un modelo teórico analiza un fenómeno reduciendo su estructura y su desarrollo temporal y espacial a un sistema ordenado e integrado en donde se combinan propuestas teóricas con sus indicadores, no para hacer relaciones cuantificadas o para relacionar las propiedades relacionadas con otras semejantes, sino para generar un conjunto de propuestas que puedan ser comprobadas recurriendo al modelo típico, o bien reincorporadas a la formulación de nuevos modelos... en consecuencia, proponer un modelo equivale a sugerir una forma de representar el fenómeno, aproximado a la situación real, admitiendo la posibilidad de representaciones alternativas e incluso diferentes
(Achinstein, 1967, citado por Morelos 1993: 169).
En este trabajo se plantea la formulación de un modelo sobre la estructura fundamental del sistema de articulación urbana en Teotihuacan, lograda a través de la organización de la ciudad en barrios. La formulación del modelo se basa en el desarrollo de los planteamientos de la Dra. L. Manzanilla, en los cuales se sugiere que una serie de niveles de análisis progresivamente más amplios, pudiera servir para comprender mejor componentes sociales específicos. Dichos niveles comprenden desde el área de actividad —como unidad mínima de registro con contenido social— hasta el de las relaciones intercomunitarias entre sitios o regiones. Un nivel de análisis intermedio incluiría la agrupación de casas alrededor de un patio; el barrio, la residencia, el parentesco o el oficio pudieron haber sido los vínculos básicos de integración, según Manzanilla (1986), de acuerdo con este esquema, enseguida proponemos definir y enumerar algunos elementos que consideramos para el análisis del nivel correspondiente al barrio.
Generalidades sobre el conjunto urbano
Los trabajos de Millon para la elaboración del mapa de la ciudad de Teotihuacan (figura 1) lograron un conocimiento más preciso sobre el asentamiento prehispánico. Actualmente se cuenta con planos que definen la extensión de la ciudad en sus diferentes fases, y existen propuestas sobre índices demográficos para cada fase de desarrollo (Millon, 1973; Cowgill, 1977).
El origen del conjunto urbano de Teotihuacan se ubica alrededor del 200 a.C., tiempo en el que de acuerdo con las estimaciones de Millon (1973), McClung (1984) y otros autores, el asentamiento debió tener entre 5 000 y 10 000 personas, que en su mayoría debieron dedicarse a la producción agrícola. La existencia de un sistema de cultivo intensivo, se ha confirmado recientemente por el hallazgo e identificación de grandes obras hidráulicas y de los sistemas de cultivo existentes en esa época, las cuales habrían favorecido el crecimiento demográfico y permitido el sostén alimenticio de una parte importante de la población, si bien para entonces esta había rebasado la capacidad de carga del valle (McClung, 1984; Gómez, 2000; Gómez, Zavala, Gutiérrez y Gazzola en prensa).
Desde los primeros siglos de su existencia, Teotihuacan se convertiría en un centro de atracción poblacional que afectó el patrón de asentamiento de toda la cuenca de México. Se tienen datos que muestran que la ciudad se extendió de forma relativamente rápida sobre las tierras de la planicie aluvial, que paradójicamente eran las más aptas para el cultivo. En distintas partes se han registrado datos que indican la supresión y abandono de los canales de riego que formaban parte del mayor sistema de producción agrícola que hasta entonces había existido en el Altiplano Central. En el área que en algún momento ocupó el barrio de La Ventilla, la construcción de varios conjuntos arquitectónicos se sucedió de una manera relativamente rápida sobre lo que antigua y originalmente fueron las parcelas de cultivo (figura 2). En otros lugares se han descubierto evidencias de cómo el sistema de canales fue sustituido en forma paulatina por los drenajes que conducían el escurrimiento que captaban las superficies construidas con pisos y techumbres de argamasa de los miles de conjuntos arquitectónicos. En el Barrio Zapoteca (Nichols, Spence y Borland, 1991) y en Tlajinga (Nichols, 1987), se registró el mismo fenómeno de la supresión de canales para el riego, y la construcción de conjuntos habitacionales en los campos que antes eran cultivados.
Hemos planteado la hipótesis de que la economía del asentamiento había tenido un cambio radical desde fases muy tempranas de su desarrollo, sustituyendo la producción de alimentos por la importación de los mismos. Apoyamos esta idea con evidencias recuperadas en los últimos años, que indican que alrededor del año 100-150 d.C., la agricultura había dejado de ser el factor fundamental de la economía, para convertirse solo en un factor más de la misma. En consecuencia, con esta propuesta y los datos recuperados, planteamos que la población habría adoptado un nuevo modo de vida, una cultura urbana (entendida como ideología), de tal manera que la actividad económica se concentraba en la ciudad y se relaciona con la producción de bienes y servicios, los grandes programas constructivos, el comercio, la administración de los recursos y el culto religioso, entre otras.
Conjuntando las evidencias disponibles, podemos suponer que el nuevo rumbo de la economía debió ser una decisión política avalada por el Estado, pues las necesidades de espacio en los extremos de la ciudad no parecerían haber sido una condición suficiente para generar un cambio en el uso del suelo, las actividades productivas y el modo de vida de la población. Luego entonces, la división del trabajo y la especialización en la producción artesanal había establecido una paulatina separación entre el campo y la ciudad. En este sentido, la permanencia de las comunidades agroartesanales distribuidas sobre una amplia región, sería fundamental para el desarrollo del sistema económico en el que Teotihuacan funcionaba como eje rector. El Estado teotihuacano debió implementar distintas estrategias para integrar la antigua red de vínculos económicos y sociales que se extendía a toda la Cuenca de México y gran parte del Altiplano Central. Con ello aseguraba el abasto de la ciudad tanto de los recursos alimenticios como de una amplia variedad de bienes y materiales que satisficieran las demandas de los mercados de la ciudad; de la misma manera quedaba garantizada