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Desenterrando fragmentos de historia. Siglos XVI al XIX
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Libro electrónico761 páginas5 horas

Desenterrando fragmentos de historia. Siglos XVI al XIX

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Reúne investigaciones sobre arqueología histórica
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2019
Desenterrando fragmentos de historia. Siglos XVI al XIX
Autor

errjson

Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.

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    Desenterrando fragmentos de historia. Siglos XVI al XIX - errjson

    Historia.

    PRÁCTICAS CONSTRUCTIVAS

    Y DE URBANISMO

    LAS TEMPORALIDADES EN LA REGIÓN DE SAN JAVIER DURANTE EL PERIODO JESUÍTICO (SIGLO XVIII) EN LA ANTIGUA CALIFORNIA Y LA CONFORMACIÓN DEL OASIS SUDCALIFORNIANO

    Fermín Reygadas Dahl*

    Javier Arce Meza**

    La presente contribución trata del periodo jesuítico en la Antigua California (principalmente en el siglo XVIII), tomando como referencia la Misión de San Francisco Javier Viggé Biaundó, como el sitio donde se logró exitosamente por primera vez, la agricultura en la península de Baja California,¹ lo cual contribuyó con el triunfo del establecimiento misional y a la conformación del actual paisaje del oasis Sudcaliforniano.

    Existe un gran acervo documental sobre el periodo histórico jesuítico en Baja California Sur, en el que resaltan las principales fuentes como Miguel del Barco (1988) y Juan Jacobo Baegert (1989), así como la recopilación de escritos de diferentes jesuitas como Eusebio Francisco Kino, Fernando Consag y Joseph de Villavicencio que realizó el doctor Michael Mathes (1998). También se cuenta con algunas fuentes secundarias de gran valía como Francisco Javier Clavijero (1982) y Miguel Venegas (Mathes, 1979). Asimismo, es preciso el reconocimiento a la recopilación y la publicación de vastos documentos inéditos realizados por historiadores de gran renombre como el doctor Miguel León-Portilla (1995, 2001) y el doctor Michael Mathes (1979). Lo anterior hace evidente que este periodo es muy conocido por los colegas historiadores. Sin embargo, en lo que respecta a los vestigios materiales, éstos han sido estudiados desde la perspectiva de la arquitectura de las iglesias misionales. En este rubro destacan los trabajos de José Luis Aguilar (1991), Salvador Hinojosa (1982), Michael Mathes (1977), entre otros.

    En esta contribución pretenderemos vincular los textos de las fuentes escritas con el vestigio arqueológico tanto de la infraestructura hidráulica como la transformación del entorno geográfico del periodo jesuítico, que devino en la conformación del paisaje y la cultura de lo que hoy en día llamamos el oasis Sudcaliforniano.

    METODOLOGÍA DE CAMPO

    Mediante el uso de la herramienta de la fotointerpretación, y posteriormente el recorrido de superficie y la consulta a nuestros informantes de la comunidad como don Guillermo Bastida, Jesús Martínez, Humberto Verdugo García, Luis Bastida, Víctor Manuel Osuna Romero y Pablo Osuna Castro, partimos de la delimitación de las temporalidades agrícolas en el entorno del oasis de San Javier. Tomando como base del estudio las fotografías aéreas y las imágenes de Google Earth, se delimitaron los campos agrícolas establecidos comúnmente por fronteras de árboles, en particular, frutales. Posteriormente, en campo se comprobó cuáles eran regadas por rodado y fueron excluidas del presente estudio las parcelas regadas por bombeo de pozos agrícolas.

    Se hizo un registro de la forma y los métodos más tradicionales para dividir las parcelas en unidades de riego y su subsistema, tomando en cuenta los nombres regionales para las estructuras y métodos utilizados; de tal forma que podemos comparar las palabras con su origen y así acercarnos a la procedencia del método utilizado y su periodización.

    EL ENTORNO GEOGRÁFICO

    El poblado de San Javier se encuentra dentro de la Sierra de la Giganta, en el parteaguas del Pacífico a una altitud de 440 msnm, en las inmediaciones del arroyo de Los Dolores. Fisiográficamente su entorno está conformado por mesas compuestas por una imponente secuencia de rocas piroclásticas (lava y tezontle) en extremo intemperizadas, las cuales forman taludes de piedra llamados malpaís, éstos se extienden por las cañadas que a lo largo de siglos los arroyos han socavado en la roca y afloran por debajo de estas capas de lava y ceniza volcánica y sedimentos de origen marino, presentes como derrames lacustres y areniscas continentales, que muchas veces conforman tepetates. Estas capas en conjunto tienen un espesor de hasta 1 200 metros.

    Figura 1. Cauce del arroyo de San Javier, entorno natural de malpaís compuesto de mesas y laderas.

    El misionero y naturalista Miguel del Barco los definió así:

    En lo más alto de las montañas se ven con frecuencia en sus laderas unos pedazos de ellas todos cubiertos de piedra suelta puestas unas sobre otras grandes y medianas sin dar lugar a que la tierra que tiene abajo pueda producir más ninguna hierba como lo produce por otras partes entre la mucha piedra. No está así amontonada. Estos pedazos de terreno cubiertos de piedras sobre piedras llama allí Malpaís y con razón [...] No creyéndose aquí sino una piedra seca cuya superficie con los años se ha puesto como quemada y en algunas partes casi del color de fierro (Del Barco, 1988: 482).

    En San Javier el clima es de tipo seco estepario, semicálido:

    [...] con una temperatura media anual de 20.2°C y un régimen de lluvias máximas en verano. Los veranos son muy cálidos, especialmente durante los meses de julio y agosto, en cambio, los inviernos son fríos, sobre todo del mes de diciembre a febrero (Robles, 1985: 203).

    Debido a las condiciones climatológicas de esta región en que llueve poco, las corrientes superficiales que se presentan son de carácter intermitente, por lo que se les denomina arroyos.

    El tipo de flora y fauna que hay en la región de San Javier se ha adaptado a las condiciones climatológicas del lugar, consistiendo en una comunidad vegetal típica de Matorral Xerófilo. Las plantas que predominan son el palo blanco, Lysiloma candida; la dipúa, Cercidium microphylum; el mezquite, Prosopis articulata; el mezcal Agave, spp.; el cardón, Pachycereus pringlei; la biznaga, Ferocactus spp.; la cholla, Opuntia cholla; la pitahaya dulce, Lemaireocereus thurberi; pitahaya agria, Machaerocereus gummosus; el palo Adán, Fouquieria diguetii; el garambullo, Lophocereus schottii; el torote, Burcera spp.; el palo verde, Cercidium floridum y el lomboy, Jatropa vernicosa; mismas que soportan altas temperaturas y periodos muy largos sin recibir ninguna precipitación.

    En el caso de la fauna silvestre destaca el coyote, Canis latrans; la liebre, Lepus californicus; el zorrillo, Spilogale putorius; la zorra, Urocyon cinereoargenteus; el venado bura, Odocoileus hemionus; el babisuri, Bassariscus astutus; el puma, Felis concolor; el gato montés, Lynx rufus y el mapache, Procyon lotor. Entre los mamíferos: el aura o zopilote, Cathartes aura; el gavilán cola roja, Buteo jamaicensis; la lechuza, Tyto alba; el quelele, Caracara cheriway; el águila real, Aquila chrysaetos; la chacuaca, Callipepla gambelii; la churea, Geococcyx californianus; la paloma de collar, Zenaida asiatica; el pájaro carpintero, Melanerpes uropygialis; el cardenal, Cardinalis cardinalis; la calandria, Icterus cucullatus; la chuparroza, Calypte costae. Entre las aves: cachorón güero, Dipsosaurus dorsalis; diferentes tipos de víboras, como la cascabel, Crotalus ruber, Crotalus enyo enyo, y Crotalus mitchel, el falso coralillo, Pitouphis sp. y la víbora sorda, Trimorphodon biscutatus, entre los reptiles.

    Con respecto a lo anterior, se puede apreciar en general un entorno árido, con un suelo escaso o nulo, especialmente en las laderas de las montañas y las mesas; una flora adaptada a la escasez de lluvias y a su temporalidad; y una fauna que, con excepción del venado bura, es de tamaño pequeño. Todo esto nos evoca sobre la dificultad a la que se enfrentaron los asentamientos misionales al pretender ser permanentes, al fincar pueblos que prácticamente dependían del recurso local y al desconocer el aprovechamiento de los recursos tal y como lo conocían las comunidades indígenas. Por eso, y para no depender de los alimentos silvestres ni del suministro de alimentos de la contracosta, la introducción de la agricultura y del riego fue absolutamente necesario.

    ANTECEDENTES HISTÓRICOS

    Los indígenas que poblaron las inmediaciones de San Javier eran de filiación lingüista cochimíes y su forma de subsistencia de caza-recolección. Su territorio estaba confinado a la Sierra de La Giganta. Hacia la costa, tanto del Golfo de California como del Pacífico, se encontraba poblado por guaycuras. En un reporte del padre Miguel del Barco (1988) informa que para el año de 1745 vivían 150 indígenas catequizados en el pueblo misional.

    Figura 2. Mapa de los grupos indígenas de Baja California Sur (Reygadas y Velázquez, 1983: 119).

    La presencia española en la Antigua California inició a partir de 1533 con la llegada de Fortún Jiménez a la Bahía de La Paz; posteriormente de 1535 a 1537, con el conquistador Hernán Cortés, sin embargo, es hasta la fundación de la Misión de San Francisco Javier Viggé Biaundó el 11 de mayo de 1699, por el padre Francisco María Píccolo, que los indígenas de la región de San Javier tienen su primer contacto, aunque cabe la posibilidad de que éste haya ocurrido con la entrada del padre Francisco Eusebio Kino (artífice de la empresa californiana) en 1683, cuando cruzó la península al norte de Loreto, llegando al Océano Pacífico y regresando al Golfo de California, en la expedición del almirante Isidro de Atondo y Antillón.

    EL ESTABLECIMIENTO MISIONAL
    EN SAN FRANCISCO JAVIER VIGGÉ BIAUNDÓ

    El establecimiento permanente de las misiones jesuitas en la Antigua California parte de la llegada del padre Juan María de Salvatierra al fundar la Misión de Nuestra Señora de Loreto el 25 de octubre de 1697, misma que fungió como cabecera y posteriormente como capital de las Californias. Es muy importante recordar que el establecimiento jesuita en la península contaba con un régimen de excepción, en donde los misioneros tenían el control político y militar de la región. Esto significa que no había ninguna autoridad sobre ellos para la colonización y catequización de la población peninsular, ni civil, ni militar.

    Para llevar a cabo el establecimiento de las misiones y los pueblos, los misioneros contrataron soldados, sirvientes y gente de diversos oficios que instruiría a los indígenas en las labores tanto agrícolas y ganaderas, así como en obras de construcción y otras, de acuerdo con Mathes (1977):

    La llegada del padre Francisco María Píccolo para ayudar a Salvatierra hizo posible la expansión desde Loreto, Píccolo en sus exploraciones al oeste de Loreto, en mayo descubre un sitio de mayores posibilidades en la Sierra de la Giganta donde fundó la misión de San Francisco Javier Viggé. En Octubre la capilla fue terminada, pero durante los primeros meses de 1700 se vieron precisados a abandonar la región, debido a los ataques de los indios hostiles. Afortunadamente para la continuación de la empresa misionera en Marzo de 1701 el padre Juan Ugarte, hondureño, llegó a Loreto y ocupó de nuevo el sitio de San Javier aliviando así a Salvatierra y permitiendo hacer exploraciones en busca de una vía terrestre entre la Nueva España y California (Mathes, 1977: 209).

    El establecimiento de las temporalidades agrícolas y ganaderas facilitó a los misioneros la posibilidad de que las misiones fueran en general autosuficientes, pero también provocó un proceso de aculturación en los indígenas, quienes al convertirse en neófitos de las misiones, y empezar su proceso de cristianización a toque de campana, fueron instruidos en su mayoría en las labores agrícolas y en menor número en las ganaderas. Seguir siempre las instrucciones del mayordomo o del encargado los convirtió en dependientes de un capataz sin lograr entender el proceso de sus labores ni todas sus variantes.

    LA INTRODUCCIÓN DE LAS PLANTAS Y ANIMALES DOMÉSTICOS A LA ANTIGUA CALIFORNIA

    Como ya mencionamos, para efectos de mantener a la población de las misiones y en general a la empresa de la colonización, era necesario resolver el gran problema del abasto ya que no existía agricultura ni ganadería entre los indígenas de la California peninsular. Sin embargo, con la llegada del padre Ugarte este gran problema se habría de solucionar. Del Barco describe las habilidades del religioso en el establecimiento de las temporalidades agrícolas y ganaderas. Ugarte introduce la siembra de los olivos, limones, granadas, duraznos, plátanos y sobre todo higueras y parras. Plantó un parral y después una viña de la que se comenzó a hacer el primer vino en la California (cfr. Del Barco, 1988: 258), y más adelante narra que fundó el pueblo de San Pablo a tres leguas de San Javier, que por ser tierra destituida redujo a la labor la tierra que parecía incapaz de dar fruto, alguna previendo que por ser la tierra poca y colgada, en pocos años podía esterilizarle por corrientes de las aguas (cfr. Del Barco, 1988).

    Figura 3. Olivo tricentenario de las huertas de San Javier.

    Figura 4. Obras de canales labrados en la cantera. Visita misional de Santo Domingo. Custodio del INAH, don Humberto Verdugo García.

    El biógrafo del padre Ugarte, el padre Juan Joseph de Villavicencio (Mathes, 1998: 546) nos narra que éste resolvió explorar la región en busca de una mejor fuente de agua encontrándola en el sitio que nombró como San Pablo, que se encontraba a pocas leguas, donde se dedicó a edificar represas, canales, acequias, obras hidráulicas en general y limpieza del suelo y terraceado de las huertas.

    En el año de 1706, el padre Ugarte decidió trasladar la misión al paraje de San Pablo, donde ya habían fructificado sus huertas como producto de la experimentación que llevó a cabo para entender lo difícil del clima de una localidad desde la perspectiva de un agricultor y ganadero. Fue tan grande su éxito, que se le asignó para abrir las temporalidades misionales y de esta manera lograr la autosubsistencia de las misiones. En el año de 1729 falleció en la Misión de San Javier, dejando un legado que pervive a la fecha al marcar la pauta de lo que fue la consolidación de la Misión de San Javier, basada en el establecimiento previo de la agricultura, con lo cual brindó la oportunidad de poder mantener una población de forma permanente.

    LA EDIFICACIÓN DE LA MISIÓN
    POR EL PADRE MIGUEL DEL BARCO

    En el año de 1744 llegó a San Javier la tercera pieza clave de la empresa misional, el padre Miguel del Barco, constructor del edificio de la misión actual, cuya realización concluyó en 1759. Para la otra misión el padre del Barco experimentó con las rocas que se encontraban en su entorno; descubrió el tezontle como una cantera insuperable. En su texto ilustra al respecto. Sobre la piedra que era llamada por los nativos tezontle, menciona que ésta se encontraba en varios de los territorios de la península. Asimismo, describen que era el mejor material que se había visto para fabricar bóvedas (Del Barco, 1988). Continúa ilustrándonos sobre la forma en que se encuentra, como piedras sueltas o en vetas.

    Figura 5. Veta de tezontle aprovechada en el periodo misional, localizada sobre la Mesa de San Alejo.

    He visto vetas de esta piedra que se asoman en el monte, mostrando que son cantera seguida de tezontle, más, habiendo trabajado en una de ellas, para sacar piedras grandes, y arrancando algunas, se vio más adentro ya no tenía ojos sino que iba quedando piedra densa, y como una especie de cantería; por lo cual se dejó aquel trabajo (Del Barco, 1988: 150).

    Hay una distancia de 4.60 km de San Javier a la veta de tezontle localizada en la Mesa de San Alejo, a 300 m de altitud.

    LAS OBRAS HIDRÁULICAS DEL PERIODO MISIONAL

    Se registraron los vestigios del sistema de riego, se delimitó el perfil del cauce natural de los arroyos y el relieve de la obra de terrazas agrícolas, y los materiales que se emplearon para tal propósito.

    Figura 6. Mapa topográfico donde se muestra las obras hidráulicas localizadas y el sitio de la veta de tezontle. INEGI, curvas de nivel cada 20 metros.

    Figura 7. Registro del canal subterráneo.

    Figura 8. Pila mayor.

    1. Pila mayor: largo 19.90 m (23.806 varas) × ancho: 7.50 m (8.97 varas) × profundidad 2.50 m (3 varas) = 373.125 m³ = 373 125 l.²

    2. Pila chica: largo: 9.80 m (11.67 varas) × ancho: 9.30 m (11.12 varas) × profundidad 2.00 m (2.39 varas) = 182.28 m³ = 182 280 l.

    3. Canales de riego y las regaderas: el canal principal tiene una longitud de 1 440 km desde la presa que lo alimenta hasta la última huerta.

    4. El cercado de huertas en San Javier tiene una longitud aproximada de 1 km, su altura es de 1.20 m de alto × 1.20 m de ancho. Al calcular el tiempo que lleva actualmente este tipo de trabajo se obtuvieron los siguientes datos: el rendimiento diario³ de dos personas que construyen cercas, en metros cúbicos es de 14; esto implica acarrear la piedra e ir acomodándola en jornadas de 7:00 am a 14:00 pm.

    Figura 9. Canal secundario llamado regadera.

    Figura 10. El conjunto de regaderas tiene una longitud aproximada de 711 metros.

    Figura 11. Cercos de piedra acomodada que protegen las huertas de las crecientes del arroyo.

    5. Terrazas: están ubicadas en las huertas, a un costado del canal; son dos y la más cercana al canal tiene una altura de 1.10 × 0.80 m de ancho; y la que se localiza antes de que inicie el terreno de las huertas mide de ancho 2.30 m y una línea de árboles de olivo principalmente; su altura es de 0.60 metros. Las terrazas que protegen a la pila son dos y tienen una altura de 1.16 y 0.70 m de ancho; la situada en la parte posterior tiene una altura de 0.70 m y un ancho de 0.21 metros.

    6. Parcelas agrícolas y cultivos: se delimitó la zona núcleo del oasis de San Javier sobre la base de las huertas tradicionales que se riegan por gravedad y en las que encontramos los frutales característicos de la zona, resultando alrededor de doce hectáreas. Las parcelas están limitadas y divididas por frutales que sirven de barreras térmicas, y actúan como rompevientos y reductores de la insolación de la parcela. Un claro ejemplo de este tipo de parcelas es la huerta de don Memo Bastida, productor de aceite de oliva y cultivos como haba, cebolla, albahaca, chícharo, entre otros. Estos frutales suelen delimitar las parcelas, tanto para marcar límites de propiedad, como para crear microambientes más sombreados y protegidos de vientos fuertes.

    Figura 12. Terrazas que protegen la pila.

    Figura 13. Huerta de árboles de olivo.

    CONCLUSIONES

    Estas huertas típicas del oasis Sudcaliforniano son resultado de la colonización del periodo jesuítico (1697-1768) y revelan una relación por demás interesante con la agricultura de los espacios agrarios del periodo al-Ándalus de la Península Ibérica. Los cultivos para San Javier son: cebolla, trigo, caña de azúcar, alfalfa, chícharo, habas, albahaca, y los árboles frutales como el olivo, la vid, las higueras, las palmas datileras, los granados, y cítricos como la naranja, el limón y la pomela. La producción de aceite de oliva, y la de vino de mesa es una tradición viva y característica no sólo de San Javier sino también de los oasis sudcalifornianos y nos muestra que, mientras los misioneros jesuitas fueron expulsados por la Real Orden emitida en 1767 por Carlos III, la colonización de la península continuó a lo largo y a lo ancho por los colonos traídos por los padres misioneros. Estos colonos fueron soldados, agricultores, ganaderos y personas con diversos oficios, hombres y mujeres, que poco a poco se internaron en los lugares más recónditos de las sierras peninsulares, portando una cultura y tradiciones que después de trescientos años conforman lo que se conoce hoy como La Cultura del Rancho Sudcaliforniano.

    Figura 14. Misión de San Francisco Javier Viggé Biaundó, terminada en 1759 bajo el diseño y la administración del padre Miguel del Barco.

    BIBLIOGRAFÍA

    AGUILAR MARCO, José Luis, 1991, Misiones en la península de Baja California, México, INAH.

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    BAEGERT, Juan Jacobo, 1989, Noticias de la Península Americana de California, en Pedro Hendrichs (trad.), México, Gobierno del Estado de Baja California Sur.

    BARCO, Miguel del, 1988, en Miguel León-Portilla (ed.), Historia Natural y Crónica de la Antigua California, México, UNAM, 482 pp.

    CLAVIJERO, Francisco Javier, 1982, Historia de la Antigua o Baja California, México, Porrúa (Colección Sepan Cuantos..., núm. 143).

    CROSBY, Harry, 1994, Antigua California, Mission and Colony on the Peninsular Frontier, 1697-1768, Albuquerque, University of New Mexico Press.

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    LEÓN DE LA LUZ, José Luis et al., 2004, La vegetación de los oasis de Baja California Sur, Reunión de análisis de los oasis de Baja California Sur, México, Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste-Universidad Autónoma de Baja California Sur -Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, pp. 7-15.

    LEÓN-PORTILLA, Miguel, 1995, La California mexicana: ensayos acerca de su historia, México, Serie historia novohispana, núm. 58, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

    ______, 2001, Cartografía y crónicas de la Antigua California, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

    MATHES, Miguel, 1977, Las Misiones de Baja California 1683-1849, México, La Paz, Baja California Sur, Aristos.

    ______, 1979, Obras californianas del padre Miguel Venegas, México, La Paz, Universidad Autónoma de Baja California Sur, tomos I, II, II, IV y V.

    ______, 1998, Jesuítica Californiana 1681-1764, Impresos de los RR.PP. Eusebio Francisco Kino, Fernando Consag, Juan Antonio Balthasar, Juan Joseph de Villavicencio y Francisco Zevallos de la Compañía de Jesús, Madrid, José Porrúa Turanzas (Colección Chimalistac, núm. 49).

    ROBLES GIL, Sandra, 1985, Estudio geográfico del estado de Baja California Sur, México, La Paz, Programa Cultural de las fronteras-Gobierno del Estado de Baja California Sur.

    REYGADAS DAHL, Fermín y Guillermo Velázquez Ramírez, 1983, El Grupo Pericú de Baja California, México, Fonapas-Municipio de Los Cabos, Baja California.

    ** Arqueólogo, Departamento de Economía, Universidad Autónoma de Baja California Sur.

    ** Licenciado en Turismo, Departamento de Economía, Universidad Autónoma de Baja California Sur.

    ¹ El proyecto en el que estamos trabajando forma parte de un equipo multidisciplinario de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y cuenta con el financiamiento de Fomix-Conacyt-Gobierno del Estado, lo cual muestra el interés por parte de las autoridades y la comunidad científica de la localidad para conservar este entorno cultural que da como resultado la identidad sudcaliforniana.

    ² Una vara equivale a 0.8359 metros.

    ³ El acarreo de la piedra puede variar por ubicación y traslado al lugar de uso.

    DESENTERRANDO UN FRAGMENTO DE LA HISTORIA DE LA PROVINCIA DE SONORA EN EL SIGLO XVII

    César Armando Quijada López*

    Interesado en conocer la historia del Valle de Cumpas, localizado en el noreste sonorense, inicié la investigación sobre el Real de Minas de San Juan Bautista de Sonora,¹ lo cual me ha llevado a comprender el vínculo que existe entre la historia y la arqueología, más allá de tradicionales definiciones, ya que este Real de Minas es una fundación española del siglo XVII donde se puede realizar una investigación desde ambos campos, debido a que implica el manejo de información y elementos que aparentemente son diferentes pero que pueden llevar a un mismo fin: un mejor conocimiento de este asentamiento (Quijada, 1990: 95-105).

    En la primera visita al sitio de San Juan Bautista, observamos un montículo que cubre los restos de los muros de adobe del templo, del que permaneció al descubierto una pequeña sección de un muro en la parte sur cuando el trazo de un camino de terracería cruzó el lugar para comunicar al rancho del Agua Buena. También en aquella ocasión vimos algunos cimientos de piedra de casas, y junto a estos vestigios, fragmentos de cerámica de varios tipos y algunos metates.

    Supimos de la existencia de este Real de Minas durante las conversaciones familiares con mi padre, el profesor Armando Quijada Hernández, a principios de la década de los setenta, cuando me informó que en el municipio de Cumpas, de donde él es originario, había existido la capital de la Provincia de Sonora en la época virreinal, entre los siglos XVII y XVIII. Fue en 1975 cuando la arqueóloga Beatriz Braniff Cornejo, investigadora del entonces Centro Regional Noroeste del INAH en compañía del profesor Quijada visitó el paraje conocido como San Juan; este sitio fue registrado con la clave SON:L:1:4 del Catálogo de Sitios Arqueológicos de Sonora, mismo que Braniff había iniciado.

    Hoy sabemos que está situado en una pequeña planicie rodeada de cerros, al oriente de la Sierra La Verde, en terrenos del rancho Agua Buena, del señor José Frisby, localizado a más de 22 km al suroeste del pueblo de Cumpas, pero no siempre fue así. Cuando se visita por primera vez el lugar donde estuvo asentado este Real de Minas (figura 1), lo único que se observa es un bosque de mezquites (Prosopis velutina), palos verdes (Parkinsonia microphylla) y arbustos espinosos como el tasajo (Cylindropuntia leptocaulis).

    Existen reportes de que a mediados del siglo XVII se fundó el Real de Minas de San Juan Bautista:

    [...] en la década de 1640, los colonos que llegaron con Pedro de Perea descubrieron y explotaron los yacimientos de los reales de San Pedro de los Reyes, Nacatobari y Sinoquipe. Una década más tarde se habían fundado los reales de San Juan Bautista, San Antonio de la Natividad, Nuestra Señora del Rosario de Nacozari y Bacanuche (Atondo y Ortega, 1985: 80).

    El profesor Francisco R. Almada menciona en 1952 que el descubrimiento del mineral de San Juan Bautista de Sonora fue en el año de 1657, pero no hace referencia a ningún documento (Almada, 1990: 632). En cuanto a la ubicación del sitio, durante algún tiempo no se conoció con exactitud, se tenía una idea aproximada de su localización, por las referencias con otros poblados que aún existen. Algunos autores en sus publicaciones muestran mapas de la localización de poblaciones de la época y hacen una ubicación aproximada de San Juan Bautista, como por ejemplo Edward H. Spicer (1962) ubica las minas de San Juan Bautista al sureste del pueblo de Cumpas y Peter Gerhard (1982) lo sitúa al suroeste, aunque su localización no es muy precisa.

    Figura 1. Panorámica donde estuvo el Real de Minas de San Juan Bautista de Sonora.

    Cuando en octubre de 1964, Paul M. Roca trató de localizar el Real de Minas de San Juan Bautista de Sonora, escribe en su libro (Roca, 1967: 190-191) que le costó varios años localizar San Juan, pudiéndolo lograr hasta que conoció a Rufo Frisbe (Frisby), en Cumpas, Sonora; antes había consultado varios mapas. El mismo autor señala que el profesor Herbert Bolton en su mapa de 1918 escogió el San Juan que quedó al noroeste como la localización de la capital, pero en el de 1936 optó por el suroeste de Cumpas. Comenta Roca que antes de empezar a buscar a San Juan, consultó la Relación de 1678 del padre Zapata, en la que el religioso menciona que dicha población estaba a siete leguas de Oposura² y a cinco de Cumpas. Él también propuso que entre Cumpas y Oposura había 7 leguas; aunque su triángulo no esté bien trazado, San Juan sí se encuentra al suroeste de Cumpas.

    ALGO SOBRE LAS MINAS

    Durante los años 2004 y 2005, en dos ocasiones tuvimos la oportunidad de acompañar a varios geólogos contratados por compañías mineras que estaban haciendo estudios en la Mesa de Santa Ana, localizada a menos de 2 km al sur del antiguo Real de Minas, para ver si era factible volver a explotar esos yacimientos.³ Es en esta área donde se encuentran las diferentes minas del siglo XVII (figura 2). En aquella ocasión caminamos la ladera noroeste de la Mesa de Santa Ana y pudimos observar las diferentes labores mineras, de donde dedujimos que las antiguas excavaciones —tal vez las primeras de aquella época—, siguieron únicamente la veta de la plata, lo que dio como resultado trabajos poco profundos (figura 3).

    Figura 2. Terrenos donde se encuentran las minas de San Juan.

    Figura 3. Solamente excavaban siguiendo las vetas.

    Continuando con nuestro recorrido por la ladera y por el cauce de un pequeño arroyo, afluente de Agua Buena, observamos vestigios de algunas bocaminas. En la ladera norte y en dirección este de la Mesa de Santa Ana, conocimos más bocaminas, incluso las más lejanas tenían habitaciones cercanas (figura 4). Algunos de los materiales de construcción encontrados dispersos en superficie son más recientes, tal vez de fines del siglo XIX o principios del XX (figura 5). Con estas evidencias sabemos que la actividad minera en la región ha continuado muchos años después del abandono del Real de Minas de San Juan Bautista de Sonora en el siglo XVIII.

    En términos generales puede decirse que el poblado de San Juan Bautista de Sonora se ubicaba en una pequeña mesa de planta triangular, limitada al noroeste por un cerro, al noreste por un arroyo secundario y hacia el sur por otro. Llama la atención el hecho de que no se encuentre junto al cauce principal de esta región, denominada Agua Buena, el cual corre a unos 800 m al sur del área central de San Juan.

    En el año de 2008, se contó con la ayuda de la historiadora Ana Luz Ramírez y los arqueólogos Sandy Cruz, Júpiter Martínez, Valerio Paredes y Dai Blanquel, compañeros de la Sección de Historia y Arqueología del Centro INAH-Sonora; así visitamos el Real de Minas para continuar con el registro fotográfico y dar inicio a la elaboración de un primer plano del poblado, ya que durante nuestra búsqueda de documentos sobre San Juan Bautista en los archivos históricos de Parral, Chihuahua, la Ciudad de México y Sevilla, no se ha localizado referencia de que en su época se haya elaborado alguno.

    Figura 4. Vestigios de habitaciones cerca de las minas.

    Figura 5. Ladrillos de manufactura norteamericana

    EL TEMPLO

    Una vez que se tomaron fotografías, el plano se inició en el montículo de tierra de mayor tamaño, identificado como el templo por el historiador Paul M. Roca en la década de los sesenta del siglo XX; él tomó una fotografía durante su visita (figura 6) de un pozo de saqueo ubicado en la esquina sureste del montículo (Roca, 1967: 192), aún hoy se puede observar la tierra perturbada de ese saqueo (figura 7).

    Figura 6. Esquina sureste del templo en 1964, fotografía de Paul Roca.

    Figura 7. En 2008 así se apreciaba la concavidad.

    El templo sobresale del resto de los vestigios por la altura y visibilidad de los muros. De esta estructura tenemos dos dimensiones de largo: la longitud desde la base de los muros que es de 40 m y la correspondiente a la parte superior del montículo, la cual mide 27 m, mientras se tienen 14 m de ancho. Siguiendo las medidas del montículo, éstas son similares a las de otros templos de la época, pero es probable que haya otras estructuras anexas (Martínez, 2008).

    Durante nuestra visita de mayo de 2004, en el extremo norte del montículo encontramos la existencia de un pozo de saqueo. La descripción de las paredes de éste coincide con el que había fotografiado Roca en 1964, especialmente por la profundidad y altura de los muros (Martínez, 2008). Los dos muros expuestos que observamos mostraban con claridad las hileras de adobe. El tamaño promedio de cada bloque de adobe fue de 0.60 m de largo por 0.30 m de ancho y el grosor variaba de 0.08 a 0.09 m; estas medidas concuerdan con el tamaño promedio para las piezas de adobe que datan de los siglos XVII y XVIII en Sonora⁴ (figura 8).

    Debido a la información que se obtuvo a partir de este pozo de saqueo, se pudo definir que se ubicaba en la esquina noroeste de la nave del templo, porque se apreciaba un muro norte-sur que podría ser interior y un muro este-oeste que podría ser exterior; el primero tenía un ancho de 0.95 m, mientras que el segundo presentaba un ancho de 1.60 m. En el muro interior norte-sur, en la pared del lado este se observó aplanado de cal relativamente bien conservado, el cual contaba por lo menos con una capa de este material y sin pigmentación alguna (figura 9).

    Figura 8. Pozo de saqueo de la parte norte del templo.

    Figura 9. Aplanado de cal en la cara interior del muro.

    Figura 10. Sección sur del montículo del templo.

    Al revisar la forma del montículo, fue posible deducir que el templo tenía una sacristía en el extremo noroeste de 7 m de largo en sentido norte-sur y 5 m de ancho en sentido este-oeste. El montículo del templo presentaba una altura aproximada de 2 m sobre el nivel más bajo del entorno (figura 10), lo cual permite deducir que la cimentación y arranque de muros se encuentran aún en pie y probablemente se conserve el piso y aplanados del interior. Se infiere que la entrada del templo se encontraba en la fachada sur, pero hay que recordar que esta parte del montículo fue afectada cuando se construyó un camino de terracería, hoy abandonado.

    La orientación principal del edificio es de 10° Azimut, por lo cual pensamos que fue construido utilizando el norte magnético; esta misma orientación se repite para la mayoría de las construcciones de la plaza central, hecho que lleva a proponer que existió un trazado urbano.

    Se continuó con el plano en el resto de las construcciones cercanas al templo, iniciando en el norte, donde el muro del templo junto con otro muro forman una especie de callejón (figura 11), de lo que se deduce que quizas se tratara de un edificio vinculado funcionalmente con el templo, como podría ser la casa cural. Esta construcción presentó un patio interior muy bien definido que medía 15 m en sentido norte sur y 10 m en sentido este-oeste.

    Figura 11. Especie de callejón al norte del templo.

    El muro que se encontró al norte del templo, presentaba una orientación similar (100°), sólo que su eje mayor fue este-oeste, para lo cual se caminó hacia el este para definir hasta dónde terminaba. Llamando la atención que aparentemente no había separación entre cuartos, así como su longitud total de más de 100 m de largo. Este muro se terminaba cerca del borde de la meseta y ahí se observó que otro muro continuaba hacia el sur con una orientación de 190°, lo cual condujo a deducir que se trataba de una plaza que presentaba manzanas a su alrededor. Se denominó Manzana 1 a la localizada hacia el norte del templo (Martínez, 2008).

    Los cimientos de los muros de los cuartos continuos que forman las otras manzanas, son filas dobles o triples de piedra de 0.60 a 0.80 m de ancho (figura 12). No fue posible observar si estaban careadas y en partes; presentan restos de argamasa como cementante y la altura es variable, lo que depende del montículo y del grado de erosión.

    Figura 12. Cimientos de las habitaciones de la Manzana 1.

    Al concluir con el plano de la Manzana 1, procedimos con la Manzana 2, ubicada al este de la plaza con una orientación general norte-sur, con un largo de 85 m aproximadamente. Esta Manzana fue seccionada por una brecha de terracería, pero la esquina sur se encontró en buenas condiciones.

    La Manzana 3 es la que se encuentra al sur del templo con una orientación general de 103°, pero aquí los cuartos fueron más pequeños, mostrando un ancho de únicamente 5 m; esta Manzana debió tener un ancho de 100 m, de los que sólo 50 m se observan de forma clara en la superficie. En la esquina suroeste de esta Manzana 3, fue complicado observar construcciones debido a una cárcava que ha erosionado fuertemente este sector, llegando incluso a una profundidad mayor a los 3 m, por lo que la esquina suroeste de la Manzana aparenta encontrarse en un sector diferente del sitio, pero en realidad es parte de esta misma.

    La Manzana 4 corresponde al sector oeste de la plaza y del templo; se encuentra poco conservada, por lo que es difícil observar restos de muros hacia el extremo suroeste, afectado por el camino de terracería, pero quizás se debe a otros procesos erosivos como el escurrimiento laminar del cerro que se localiza hacia el noroeste del sitio. Al terminar con el plano preliminar de la plaza central del poblado de San Juan Bautista, caminamos hacia el norte.

    En este sector hay otra plaza más pequeña, con montículos ubicados hacia los cuatro puntos cardinales (figura 13). Aquí encontrándose dos taunas⁵ en el montículo del sur (figura 14). Continuando al norte, el camino actual cruza el arroyo del represo y sube hacia otra mesa recorrida previamente por Daí Blanquel quien comentó que continuaban los cimientos de cuartos (figura 15), pero que eran de grandes dimensiones (figura 16).

    Figura 13. Vista general de la plaza y el montículo norte.

    FFigura 14. Una de las taunas, localizada en el montículo sur.

    Figura 15. Cuartos en el extremo norte de San Juan Bautista.

    Figura 16. Cimientos de grandes dimensiones.

    En resumen, podemos decir que el tipo de evidencias arquitectónicas y los elementos arqueológicos encontrados en la plaza central de San Juan Bautista e inmediaciones fueron montículos de adobe (cuartos disgregados relativamente conservados), alineamientos de piedra (cuartos que sólo conservan el arranque de muro), patios, escalones o portales de acceso a los cuartos y cuartos en el perímetro de la meseta. Entre los elementos modernos tenemos una cruz formada con piedras y los caminos de terracería que cruzan el sitio, los cuales se observan en el plano general de la plaza de San Juan Bautista (Martínez, 2008) (figura 17).

    Figura 17. Plano de la plaza central de San Juan Bautista de Sonora, dibujo de Júpiter Martínez.

    LA IMPORTANCIA DEL AGUA

    En esta parte de la serranía sonorense el agua no es muy abundante la mayor parte del año; desde nuestra primera visita al sitio se detectó un pequeño escurrimiento que alimenta al arroyo que limita el noreste del sitio donde se construyó un represo en época colonial (Quijada, 1990).

    Lo que siempre ha llamado la atención es su estado de conservación (figura 18). Tiene una altura mayor a los 2 m en su cara interna y un par de contrafuertes en su cara exterior (figura 19). Actualmente no almacena agua porque en su parte media inferior existe un hueco hecho de forma intencional.

    Cuando se avanzó hacia el extremo poniente del poblado para conocer sus límites, observamos algunas estructuras y graseros (figura 20) detectados por los compañeros del equipo de recorrido, siendo los hornos de fundición de metal los que resaltaron, ya que son los elementos que pueden aportar información sobre los procesos de extracción y beneficio del metal. Estos hornos fueron concentraciones de ladrillos quemados y vitrificados; no presentaron una forma claramente discernible en superficie pero es probable que si se llegaran a excavar podría obtenerse su estructura funcional.

    Figura 18. El muro interno de mampostería de la represa.

    Figura 19. Par de contrafuertes de la parte externa del muro.

    Figura 20. Concentración de la escoria de la fundición.

    Figura 21. Terraza asociada a los hornos de fundición.

    Asociadas a los dos hornos se encontraron estructuras y terrazas, entre las que fue notoria la presencia de un terrado de unos 15 por 15 m (figura 21), que pudo ser un patio de beneficio. Lo anterior tan sólo es una referencia sobre la distribución de hornos asociados a terrazas y montículos donde se realizaron procesos productivos asociados directamente con el beneficio minero.

    LOS
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