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Coyoacán en los universos prehispánico y novohispano:  Visión interdisciplina­ria
Coyoacán en los universos prehispánico y novohispano:  Visión interdisciplina­ria
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Libro electrónico339 páginas4 horas

Coyoacán en los universos prehispánico y novohispano: Visión interdisciplina­ria

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El propósito de esta obra es dar cuenta del desarrollo histórico de Coyoacán, de su vasto señorío desde los tiempos previos a la Conquista y de su extensa jurisdicción a lo largo de la época novohispana
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ene 2023
ISBN9786075397412
Coyoacán en los universos prehispánico y novohispano:  Visión interdisciplina­ria

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    Coyoacán en los universos prehispánico y novohispano - Gilda Cubillo Moreno

    Introducción general

    ———•———

    El interés inicial de congregar a los estudiosos de la extensa comarca de Coyoacán, con la intención de entablar un diálogo académico sostenido que enriqueciera nuestras investigaciones, trascendió toda expectativa. Como bien señala Rebecca Horn, en las primeras líneas de su artículo para esta compilación, la iniciativa reciente del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), a través del Seminario de estudios sobre Coyoacán, de reunir especialistas de las varias disciplinas […] interesado[s] en el antiguo y el actual Coyoacán, refleja el lugar primordial de la región en la memoria histórica y cultural de México. Fue así que en esta búsqueda, a lo largo de nuestro caminar, fuimos descubriendo más y más expertos dedicados a investigar Coyoacán, que se adhirieron al seminario o que han participado en él como colaboradores eventuales.

    Los trabajos de este volumen representan una muestra destacada de autores que han contribuido al conocimiento de la región en los tiempos previos al contacto con los españoles y a lo largo de la época novohispana. Sus perspectivas no se restringen exclusivamente al universo de esta demarcación sino que la visualizan en los contextos más amplios, tanto del mundo prehispánico como del colonial; comprenden los distintos planos estructurales, los recursos naturales, las relaciones, las influencias y los factores diversos que incidieron en el desarrollo histórico de Coyoacán en sus diferentes dimensiones. Las colaboraciones no se limitan tampoco a una sola especialidad, entre sus autores se encuentran historiadores, etnohistoriadores y arqueólogos, entre quienes, con una visión multidisciplinaria, han abrevado de las teorías y los estudios en antropología social, etnología o ecología.

    Se trata de artículos in extenso de tres conferencias magistrales y de una selección de los textos en sus versiones ampliadas, actualizadas y afinadas, que se derivaron del 1er Encuentro de estudios sobre Coyoacán en el tiempo y el espacio, realizado en noviembre de 2015 en la Ciudad de México, bajo la coordinación del Seminario de estudios sobre Coyoacán: cultura y naturaleza, pasado y presente. Visión interdisciplina­ria,¹ dependiente de la Dirección de Etnohistoria del inah.

    Con la finalidad de brindar al lector una visión global de los asuntos contenidos en este volumen, presentaremos en las siguientes líneas los aspectos temáticos sobresalientes de cada uno de los artículos y algunas de las aportaciones relevantes de sus autores.

    Comenzaremos por la disertación que aquí nos presenta Rebecca Horn, Coyoacán en la época novohispana. Adaptaciones nahuas al régimen colonial, que se desprende fundamentalmente de su obra, Postconquest Coyoacan: Nahua-Spanish Relations in Central Mexico, 1519-1650, publicada por la Universidad de Stanford en 1997, con la que despejó interrogantes medulares acerca de las variables estructurales y de los procesos acontecidos durante casi 130 años en el universo de la jurisdicción de Coyoacán, y que se ligan a las contribuciones de otros importantes estudios sobre el centro de México; sus aportes abrieron el camino a nuevas investigaciones. Vale destacar que su libro guarda el estudio científico más sistemático y exhaustivo que de Coyoacán conozcamos para aquel periodo y en cuanto a la temática que aborda.

    La mira de Rebecca Horn, para esta entrega, se enfocó en ofrecer los principales resultados de sus interpretaciones acerca de la sociedad y la cultura nahua en ese espacio y tiempo, que se detallan exhaustivamente en Postconquest Coyoacan. En esta obra se vislumbra la especial influencia conceptual y metodológica de James Lockhart, su mentor, con quien realizó investigación por varios años. En cuanto al tratamiento metodológico para el análisis de las fuentes históricas, este trabajo también se deriva, en buena medida, del artículo de su propia autoría, Nahuatl and Spanish Sources for Coyoacan (2007).

    Horn es consciente de que Coyoacán posee un terreno fecundo para el estudio del sistema español en el centro de la Nueva España; borda en torno a sus etapas transicionales y los ingredientes de la continuidad y el cambio gracias, en buena medida, a la relevancia de la región en los tiempos prehispánicos y coloniales, a su cercanía con la Ciudad de México-Tenochtitlan, al pronto surgimiento de un activo mercado hispano de la tierra y a la gran abundancia de fuentes históricas, en especial, las escritas en náhuatl. Documenta y sostiene que, en un principio, el régimen colonial y su prosperidad dependieron de las estructuras prehispánicas, las autoridades indígenas y su producción agrícola, para así gobernar y acceder a los recursos de las comunidades originarias. Su autora demuestra cómo, al paso del tiempo, las nuevas políticas españolas de organización territorial, de autoridades de gobierno y de tenencia de la tierra, se orientaron a modificar los usos locales en función de sus criterios e intereses, de modo que cada altepetl se convertiría en un municipio y una provincia parroquial, y que las estructuras territoriales, políticas y económicas terminarían por fragmentarse; los cabildos municipales suplantaron a los cuerpos administrativos locales y la propiedad privada a las tierras comunitarias. Concluye que, aunque los cambios fueron profundos, las transformaciones serían veladas y complejas, en que se percibe la resistencia de los nahuas, quienes recurrirían a sus propias tradiciones frente a las imposiciones. Así, su autora justifica que emergieran nuevas formas de organización sociopolítica, de gobierno local y de tenencia de la tierra, para las que se aprovecharon tanto las tradiciones nahuas como las españolas, que dieron cabida a formas características del mun­do novohispano.

    En el texto, Tributo y servicio personal en Coyoacán en el siglo xvi, Emma Pérez Rocha presenta los resultados de su estudio relativos a las grandes y diversas cargas tributarias, sobre todo respecto de la explotación del trabajo, que recayeron en las comunidades originarias de este antiguo altepetl tepaneca, a partir del análisis documental de la Visita realizada por el oidor Gómez de Santillán, comisionado real quien reportó y trató de corregir los excesos e irregularidades provocadas por una serie de tasaciones que abarcaron el periodo de 1532 a 1570. En diferentes momentos, Emma Pérez Rocha destaca la importancia de estas visitas para el estudio de la problemática relacionada con la tierra, la producción, la mano de obra y el tributo tanto en especie como en servicios personales, en este caso particular, para Coyoacán. La etnohistoriadora refiere que dos oidores las realizaron en este corregimiento colonial, siendo la primera Visita la de Antonio Quesada, para cumplir con la instrucción real del 16 de abril de 1550, con el fin de revisar la tasación tributaria y detener los abusos de los que se quejaba la población indígena. Quesada estuvo dispuesto a aumentar la tasación a cambio de eliminar el tributo en servicio personal, ordenando que el trabajo que los pueblos indígenas deberían hacer para los españoles fuera remunerado, lo cual dio inicio al repartimiento del trabajo por pago, rotativo y por tandas.

    Pérez Rocha hace énfasis en que su investigación se fundamenta en la segunda Visita realizada por el oidor Gómez de Santillán (1551-1553), misma que fue plasmada en una serie de documentos entre los que destaca, para los asuntos en cuestión, la Averiguación, conformada por las declaraciones de representantes originarios de algunos barrios de Coyoacán y Tacubaya. El análisis de esta segunda visita condujo a Pérez Rocha a sostener que, gracias a la riqueza de sus contenidos, le fue posible percibir el funcionamiento del tributo y del servicio personal en Coyoacán para mediados del siglo xvi, y su trascendencia en la reproducción de los pueblos indígenas, al propiciar éste la existencia de una serie de incipientes empresas económicas a cargo de sus comunidades, como fue la venta de leña en la Ciudad de México, la compra de simiente y una creciente venta de cosechas, acciones que favorecieron la lenta integración de la población oriunda de Coyoacán al circuito mercantil de la ciudad.

    Emma Pérez Rocha propone que, como resultado de la segunda Visita, de las disposiciones del oidor Gómez de Santillán y del Segundo Sistema Tributario, fue posible moderar el tributo y un cambio en la base tributaria, pero que estas transformaciones no los liberaron de las constantes cargas, entre las que estaban las que se veían obligados a entregar a Martín Cortés, como heredero del conquistador y del marquesado del Valle, a las autoridades indígenas locales, al clero franciscano, dominico y carmelita.

    En lo que toca al artículo de Juan José Batalla Rosado, investigador de la Universidad Complutense de Madrid, como bien lo indica el título de su trabajo, ofrece un Análisis integral del Códice Tributos de Coyoacán, que se conserva en el Archivo General de Simancas, en el que más allá de sumar a las contribuciones de los pocos estudios previos sobre este códice colonial de mediados del siglo xvi, aporta su aventajado método para el estudio de los códices mesoamericanos coloniales. Mediante procedimientos específicos para abordar el documento en cuestión, Batalla realizó una disección sistematizada que ha derivado en una serie de interpretaciones originales. El autor se remitió a otras fuentes documentales de la época, en especial a códices coloniales, como el Osuna y el Sierra, que le permitieron verificar y ampliar las informaciones contenidas en este códice y ubicar con mayor detalle su escenario histórico. Comienza por ofrecer los resultados de su estudio codicológico con una descripción detallada de los aspectos formales del códice: material de fabricación, dimensiones, estado de conservación, su datación, que calcula hacia 1554, entre otros aspectos. Para el análisis de un documento de interés tributario como éste, Batalla advierte que la administración colonial se percató de la necesidad de mantener una comunicación fluida con los indígenas en lo relativo a las exigencias económicas; en razón de ello, al igual que en la mayoría de los códices coloniales, en el siglo xvi y primera parte del xvii, los españoles optaron por plasmar —con apoyo de los tlacuilos o escribas— tanto la información vertida con escritura logosilábica e iconográfica propia de los naturales, como con la escritura alfabética de los occidentales, ambas de manera entreverada. De acuerdo a su método, analizó primero el que denominó Libro Indígena y luego el Libro Escrito Europeo; para proseguir a examinarlos en conjunto, con apoyo de las otras fuentes y de estudios en torno a esa época.

    En el apartado que describe el Libro Indígena, Juan José Batalla especifica la estructura del códice, la disposición de las imágenes que contiene en sus cuatro filas y tres columnas, acompañadas de las figuras que, como comprueba, deben leerse en sentido ascendente y de derecha a izquierda; distingue las variantes de estilo, colores, ti­po de tinta y elementos representados: personajes y sus géneros, posturas corporales, atavíos, ya sea de indígenas o de occidentales e interpreta lo que estos rasgos significan, a más de los productos (cargas de leña, hierba y ocote, sal, cal, maíz, trigo, esteras o canastas de petate, pavos o cerámica), medios de intercambio y numerales que indican la cantidad de las cargas tributarias. Observa que en este Libro Indígena, atípicamente, no aparece información sobre la temporalidad, topónimos ni antropónimos, lo que le conduce a pensar que quizás el tlacuilo no lo terminó o que fue pintado inicialmente con objeto de acompañar una relación escrita que explicaba el mismo y que quizá nunca se realizó.

    En cuanto a la descripción física del Libro Escrito Europeo, comienza por hacer notar que los textos explicativos en castellano aparecen "en el poco espacio libre dejado por el tlacuilo" y explica por qué. Distingue el estilo de escritura con tres tipos de caligrafía, el tipo de tinta y sus colores, los nombres y firmas de sus autores, para proceder a la interpretación de dichos elementos. Destacan en el códice los nombres de los dos oidores de la Real Audiencia que fueron asignados como visitadores en Coyoacán, Rodríguez de Quesada y Gómez de Santillán (quienes visitaron Coyoacán y uno de sus sujetos, Tacubaya, en 1551 y 1553), y de los jueces indígenas Lucas y Miguel García, encargados de la moderación y la repartición de tributos; reiterando las cuestiones relativas a la tasación, la posesión de tierras y el servicio personal. El documento contiene lo que los indígenas entregaron durante unos 33 años previos y lo que daban en el momento en que se pintó. Ofrece la suma total anual del tributo, especificando los productos con que se tributaba en especie, dando su posterior equivalencia en moneda castellana, y señala desde qué momento los naturales fueron eximidos de los servicios personales.

    Es así que, a pesar de las dificultades que el códice impone, J. J. Batalla lleva al lector de la mano para su mejor entendimiento. Coincide con otros autores en que se trata de un documento confuso y complicado, de manera que, con todos sus aportes, asume que son más las preguntas que quedan sin respuesta que la información precisa, si bien Batalla incrementa las interpretaciones y propone hipótesis que abren nuevas posibilidades.

    Sobre el texto Recursos naturales, tianguis y comida en México-Tenochtitlan, de Amalia Attolini Lecón, su autora sostiene que estudiar las formas en que los tres factores que enuncia en su título se conjugaron en los siglos xv y xvi coadyuva al mejor entendimiento de la sociedad mexica. En la medida en que a la llegada de los españoles el señorío tepaneca de Coyoacán y su región estaba sometido por el imperio mexica, este artículo nos brinda el contexto cultural y la dinámica socioeconómica en que se encontraba inmerso Coyoacán, cuyo mundo se fincó sobre la relevante base civilizatoria de Teotihuacan y Tula Xicocotitlan.

    Amalia Attolini plantea que, al instalarse los mexicas en la cuenca de México, fusionaron sus antiguos implementos, armas y tácticas con sus nuevas habilidades militares y formas de sometimiento, y que desarrollaron complejas formas de organización estatal adquiridas bajo su previa sujeción a los tepanecas del huey altepetl de Azcapotzalco para controlar los recursos naturales y las mercancías de otros pueblos y señoríos; gracias a lo cual fortalecieron instituciones como los tianguis de México y Tlatelolco, mediante la aplicación no sólo del poder militar sino de eficientes técnicas de aprovechamiento de los diversos recursos propios y ajenos, de sus procedimientos para la regulación del tributo y del comercio; creando así áreas clave —las que, siguiendo a Wolf y Palerm, se generan a través de las bases ecológicas y su historia, donde se concentra el poder económico y demográfico— y zonas interdependientes o simbióticas que sustentaban la existencia de los tianguis como mercados públicos de significativa importancia económica y política, y como espacios de encuentro social e intercultural.

    En el mismo tenor, su autora remite al importante papel que jugaba el tianguis de Huitzilopochco, hoy Churubusco, como lugar estratégico de paso en la ruta lacustre Xochimilco-Tenochtitlan, para el intercambio entre los pueblos de la cuenca, que servía como puerto de embarque de las mercancías provenientes de Coyoacán y otras zonas de la misma cuenca, a la vez que de entrada y salida de productos, objetos y materias primas de lujo, hacia los lejanos territorios del sur de Mesoamérica.

    Apoyada en fuentes históricas, la arqueóloga nos ofrece una fascinante reconstrucción ecológica de la región en la época del contacto, con su rica diversidad de especies de flora y fauna terrestre, acuática y aérea, donde se encuentra inmersa la comarca de Coyoacán, que fue rica en manantiales, ríos, bosques y campos. Colindando su jurisdicción, hacia el sur, con el lago de Xochimilco, compartió parte de la zona lacustre y chinampera. No está por demás decir que, hasta mediados del siglo xx, Coyoacán aún contaba con ciertas fuentes acuíferas y algunas zonas de chinampas donde se producían hortalizas y flores para la venta, como lo evidencian hoy día algunos añosos sobrevivientes del pueblo de Los Reyes.

    La cocina, sostiene la autora, fue la expresión doméstica donde se consumaba la producción y los insumos comestibles obtenidos en los tianguis; siendo especialmente en México-Tenochtitlan donde se concentraban y redistribuían a mayor escala los productos de las áreas agrícolas, cotos de caza y pesca de cada territorio controlado por los mexicas. A lo cual, podemos añadir que, entre los pueblos de la demarcación de Coyoacán de particular importancia era aquel que se ponía cada semana en la plaza principal de la villa.

    En palabras de Amalia Attolini, la cocina nació en el tianguis y el tianguis surgió de la producción. De aquí se deriva que las cocinas mexicanas sean el resultado de complejos y laberínticos procesos culturales que en el México central persisten saberes mesoamericanos de las etnias tepaneca, colhua y xochimilca, entre otras, y aquellos elementos de procedencia chichimeca de los mexicas, todos matizados por aportaciones provenientes de España y otras partes del mundo.

    Como una de sus conclusiones, manifiesta que la alimentación estuvo y está determinada por la matriz ecológica, socioeconómica y cultural de cada área o nación y que, recíprocamente, la tradición culinaria fue, es y será un elemento determinante para la identidad cultural.

    La arqueóloga Blanca Paredes Gudiño, en su ensayo titulado, Los Señores del Ajusco. Una aproximación a la definición de su territorio hacia el Posclásico tardío, ofrece las interpretaciones de sus hallazgos en el área del Ajusco, que contrasta con la información de algunas fuentes históricas primarias de relevancia cardinal. Presenta los resultados de prospección y excavación del proyecto, Reconocimiento, control, protección y difusión del patrimonio arqueológico en la Delegación Tlalpan, D.F. (hoy denominada Alcaldía de Tlalpan de la Ciudad de México), que desarrolla en las sierras del Ajusco-Chichinautzin, en particular, en el sitio de Tequipa o Cerrito Tecpan, en la base del cerro Mesontepec, ubicado a 1.5 km al sur del pueblo de Santo Tomás Ajusco. Datos que confronta con su somero análisis de tres documentos coloniales locales, el Lienzo del Ajusco, el Mapa de San Agustín de las Cuevas y el Título primordial del Ajusco, para abonar a la reconstrucción del pasado precolonial de diversas poblaciones asentadas de manera dispersa en los montes de la sierra del Ajusco, durante el periodo Posclásico Tardío. Cabe advertir que San Agustín de las Cuevas, cabecera de Tlalpan, y sus pueblos sujetos, entre ellos los diseminados en la sierra del Ajusco, formaron parte del señorío tepaneca de Coyoacán y de su juridicción colonial.

    De manera audaz, Blanca Paredes propone que para aquella época la ocupación tepaneca (asociada a tipos cerámicos diagnósticos conocidos como Negro sobre Naranja, Azteca II y Azteca III), fue la más extensa en el sector del Ajusco, presentándose en forma de pequeños y medianos asentamientos localizados en cerros y laderas; caracteriza a estas poblaciones como serranas y evidencia que estos asentamientos de posición estratégica tuvieron vínculos y relaciones con los centros de la cuenca de México, así como con los valles de Toluca y de Morelos.

    Paredes Gudiño liga a uno de los principales sitios arqueológicos del Ajusco, Tequipa, tanto con la conquista que realizó Tezozómoc, como gobernante de Azcapotzalco, de gran parte del poniente de la cuenca, así como con cañadas, cuevas, manantiales y cumbres relacionadas con el culto a Tláloc. Propone un panorama de las etnias ocupantes del área, en particular las de la zona del pueblo de Axochco, y su compleja relación con las áreas de Tlalpan y Coyoacán desde los últimos tiempos prehispánicos hasta finales del siglo xvi, cuando ese territorio se convirtió en parte de las tierras que constituyeron el marquesado del Valle. Vale tener presente que el señorío de Coyoacán, de filiación étnica tepaneca, antes de ser sometido por la Triple Alianza, estuvo adscrito a los dominios de la tepanecapan del huey altepetl de Azcapotzalco y que Coyoacán fue el núcleo de donde partió aquel inmenso marquesado que la Corona de España concedió a Cortés.

    Su autora sostiene que, mucho se argumenta que los asentamientos prehispánicos de la cuenca han sido ampliamente estudiados; sin embargo, las investigaciones aun son insuficientes, ya que continúan sin respuesta una serie de interrogantes en cuanto a las características de sus sitios arqueológicos, su distribución, temporalidad o las formas de organización de sus antiguos ocupantes. En este sentido, señala particularmente a esta fracción del sur de la cuenca, que continúa representando un gran potencial para entender el establecimiento y el desarrollo de grupos prehispánicos de la zona. Aun falta claridad, por ejemplo, en cuanto a la extensión de un sitio tan antiguo e importante como Cuicuilco, al grado de complejidad alcanzado en éste, respecto de su composición étnica y sus relaciones con otras áreas. De la misma manera, se pueden referir muchos otros lugares con evidencia de ocupación posterior, que no han sido investigados. Es así que los estudios en los sectores suroeste y sureste de la cuenca son relevantes en tanto complementan, por un lado, conocimientos previos en torno a otras partes de la misma, por el otro, proveen información sobre las culturas prehispánicas que transitaron por estas áreas y que se conectaron con el sur de México. De esta manera, a través de su trabajo contribuye, no sólo a la localización de estos asentamientos prehispánicos y sus límites territoriales, sino que penetra más allá de los medios que proporciona la arqueología, al recurrir a la documentación histórica, en un cotejo que brinda reconstrucciones más sólidas de la región de Tlalpan, para lo cual se ha concentrado en las inmediaciones del Ajusco y en torno a los pueblos de San Miguel y Santo Tomás. En el trayecto de su investigación arqueológica, la autora da testimonio de la rica información que guardan amplios sectores sin estudiar; reparó en la necesidad de efectuar su rescate, dado que vertiginosamente se pierden estos sitios por el desmedido crecimiento urbano. En cuanto a la profundidad del análisis e interpretaciones de las fuentes históricas contrastadas con los datos arqueológicos, aún resta mucho camino por recorrer.

    En lo que compete a la colaboración de Gilda Cubillo Moreno y Jessica Reyna Montes Espinoza, bajo el título, Los obrajes de Posadas y Panzacola en la Jurisdicción de Coyoacán. Siglos xvii y xviii, los más sobresalientes aportes de este trabajo etnohistórico residen, por una parte, en su enfoque relativo a las estructuras y relaciones sociales; en particular, en cuanto a las relaciones parentales entre los propietarios de los obrajes de Coyoacán, cuya perspectiva antropológica conlleva implícita la teoría de la filiación desde el marco estructural-funcionalista. Mediante este enfoque, ligan e interpretan la docu­mentación histórica referente a los actores sociales involucrados en el negocio textil con los datos que ofrecen estudios previos. Las autoras destacan las alianzas establecidas entre las familias de los dueños de esos obrajes, ya fuese mediante matrimonios arreglados, a través de asociaciones o pactos de diferente índole con otros parientes. Con dicha óptica, reconocen el principio o norma de legado patrilineal que privó entre sus miembros, propio del grupo oligárquico peninsular y novohispano. A través de esos mecanismos y otras calculadas estrategias, el estudio demuestra la manera en que un puñado de familias de connotados apellidos —como los Posadas, Paulín, Vértiz o Adalid— logró ensanchar y robustecer los vínculos de sus redes de parentesco, acrecentar sus patrimonios, mantenerse por varias generaciones en el ramo textil, a la vez que reproducirse como grupo social. A la par, en lo que concierne a sus otras tácticas, sobresale la diversificaron de sus inversiones, no sólo apropiándose de dos o más obrajes, sino también concentrando batanes, molinos, tierras y ganado en la misma comarca de Coyoacán o en regiones distantes, creando grandes haciendas y estableciendo comercios de los géneros que producían; de manera que conformaron empresas mixtas, es decir, complejos económicos diversificados —­semejantes a los que constituyeron los más acaudalados empresarios mineros de la época— lo que les confiere el carácter de verdaderos hombres de negocios, con una clara visión de sus inversiones. Todo lo cual les permitió a los más prominentes una mayor estabilidad económica, no depender de otros productores ni de los intermediarios y obtener ganancias superiores. Sin embargo, más allá de todas esas ventajas conquistadas, se exponen también los factores adversos, tanto internos como externos, que debilitaron a los obrajes hasta provocar su quiebra y que los condujeron a su franca extinción.

    El artículo presenta un resumido panorama del estado de la cuestión, donde se reúnen las principales contribuciones y los debates de los estudios en torno a las condiciones socioeconómicas y

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