Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial
La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial
La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial
Libro electrónico583 páginas7 horas

La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Disputa por tierras fecundas entre indígenas y españoles en la región localizada en la parte norponiente de la Cuencia de México.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 ago 2019
La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial
Autor

errjson

Lingüista, especialista en semántica, lingüística románica y lingüística general. Dirige el proyecto de elaboración del Diccionario del español de México en El Colegio de México desde 1973. Es autor de libros como Teoría del diccionario monolingüe, Ensayos de teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, Lengua histórica y normatividad e Historia mínima de la lengua española, así como de más de un centenar de artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus reconocimientos destacan el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2013) y el Bologna Ragazzi Award (2013). Es miembro de El Colegio Nacional desde el 5 de marzo de 2007.

Lee más de Errjson

Relacionado con La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

2 clasificaciones1 comentario

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Conocer un poco la historia de la localidad en que habitas, es importante si es que, quieres conocer parte de tu historia como participante de una sociedad y su origen, no importa que no seas original del lugar geográfico, pero si es importante considerarte parte de la historia mexicana.

Vista previa del libro

La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial - errjson

Torres

PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

Tiempo atrás, al agotarse la primera edición de La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial, nació la idea de su reedición, tarea a la cual nos hemos dedicado durante nuestro año sabático. Una más de las razones para su publicación es la vigencia de su temática, la tenencia de la tierra y el desarrollo de determinadas instituciones coloniales presentes en una región muy concreta, la tepaneca, todo lo cual nos lleva al conocimiento de la etnohistoria de la sociedad novohispana.

Una vez publicada nuestra primera investigación, continuó nuestro interés por el estudio de la región tepaneca, por lo cual se analizó documentación proveniente del Archivo Parroquial de Tacuba (APT), por medio de ella pudimos adentrarnos en la dinámica de la comunidad indígena a través del estudio de sus mayordomías y de sus cofradías y percatarnos de su sustento económico, la tierra. La misma documentación nos proporcionó una amplia descripción de lo sucedido a la iglesia de San Gabriel Arcángel, en cuanto a sus cambios físicos, de tener una planta basilical pasó a ser una iglesia de planta de cruz latina; además se hicieron modificaciones en su interior, concretamente en los altares dedicados a diversos cultos.

Sobre la temática, los cambios físicos del inmueble de la iglesia de Tacuba desde la Colonia hasta casi la actualidad, se escribió un artícu­lo en coautoría con la doctora María Teresa E. Serrano Espinosa. De esta manera la investigación inicial se amplió y creemos se enriqueció al incluir, en esta edición, el resultado de las investigaciones posteriores­ antes señaladas, tituladas Organización religiosa de la Villa de Tacuba y sus cofradías rurales en el siglo XVIII, y Una visión histórica de la Parroquia de San Gabriel Arcángel, Tacuba.

Cuando se llevó a cabo la investigación inicial, en el aspecto arqueológico sólo existían los estudios de Manuel Gamio, y no es sino hasta años posteriores, al realizarse algunos trabajos de reconocimiento de superficie, cuando se pudo señalar la existencia de ciertas estructuras, así como de material arqueológico que permitieron ubicar el recinto ceremonial de Tacuba, establecer los periodos de ocupación humana en el centro de la población y determinar la ubicación de sus barrios. Estos trabajos fueron realizados por los arqueólogos Rubén Manzanilla López, Fernando Miranda Flores y Carlos Teja Cunningham, cuya información se incluye en esta edición, además del mapa que presenta la localización de los barrios.

Respecto a la época prehispánica, sólo se pudo profundizar en el señalamiento de los tlaloque que gobernaron la antigua Tlacopan.

El número de los apéndices se amplió de 14 a 17, al añadirse el testamento y dos de las cartas del cacique don Antonio Cortés Totoquihuaztli.

En cuanto a la parte gráfica de la obra, se rehízo el mapa 5, ubicando con exactitud los barrios de Azcapotzalco y las tierras y haciendas de la región, a partir de las investigaciones realizadas por el arqueólogo José Antonio Urdapilleta Pérez.

Asimismo se realizó un nuevo mapa y se volvieron a dibujar algunos otros, además de las genealogías del trabajo inicial, labor que realizó el dibujante Manuel Urdapilleta. Por lo que respecta al capítulo Una visión histórica de la Parroquia de San Gabriel Arcángel Tacuba, se enriqueció con un número mayor de ilustraciones.

Por lo que toca a las fotografías, las correspondientes a la iglesia de San Gabriel las tomaron los fotógrafos José de los Reyes Medina Ribera y Martha López: las fotografías de los mapas provenientes del Archivo General de la Nación (AGN) y del APT las digitalizaron, para obtener una mejor resolución, la fotógrafa Martha López y Raúl Penilla.

A partir de la primera edición de La tierra y el hombre en la Villa de Tacuba durante la época colonial se han realizado un buen número de investigaciones sobre los temas tratados en el indicado libro, de las cuales se ha hecho una pequeña selección que se presenta a continuación.

Margarita Menegus Bornemann, en su libro Del señorío indígena a la república de indios. El caso de Toluca 1500-1600, trata problemas inmersos en la tenencia de la tierra; concretamente sobre las tierras patrimoniales, las de la explotación colectiva, las baldías y las realengas, y aborda además el caso de las composiciones de tierras y los títulos primordiales.

De la misma autora existe el artículo El cacicazgo en la Nueva España, que da a conocer la naturaleza de esta institución y su evolución a través del periodo colonial.

Hildeberto Martínez en el libro Tepeaca en el siglo XVI, tenencia de la tierra y organización de un señorío, aborda el tema de la tenencia de la tierra y su relación con las casas señoriales de Tepeaca.

Por su parte Nancy Farriss toca el tema de las cofradías y sus características en el área maya, asimismo define el acontecer de la nobleza indígena yucateca, todo ello dentro de la temática central de su libro: La sociedad maya en el periodo colonial.

Francisco González-Hermosillo coordinó el libro Gobierno y economía en los pueblos indios del México colonial, cuyo tema principal es, como lo indica el título, el gobierno indígena, el papel de las repúblicas de indios y del cabildo indígena, en un amplio número de regiones novohispanas.

Los estudios sobre las cofradías han tomado gran importancia, y es de mencionar el de Teresa Eleazar Serrano Espinosa, La Cofradía de Nuestra Señora del Carmen y su Santo Escapulario, el cual amplía el tema de los recursos económicos de las cofradías, a más de tocar la historia, desarrollo y esplendor de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen.

Un libro ampliamente relacionado con el tema de la tenencia de la tierra es el de Tomás Jalpa Flores, Tierra y sociedad. La apropiación del suelo en la región de Chalco durante los siglos XV-XVII, enmarcado en el desarrollo histórico de la sociedad chalca.

Se han publicado a partir de la fecha de la primera edición de la presente obra de Tacuba, una serie de libros cuyos temas no presentan, en todos los casos, una gran relación con la temática del libro indicado, pero que sí enriquecen el conocimiento y el acontecer de varios señoríos prehispánicos en su paso al periodo colonial; entre ellos se cuenta Un gobierno de indios: Tlaxcala, 1519-1750, de Andrea Martínez Baracs, que versa fundamentalmente sobre temas como el gobierno indígena, el cabildo de naturales, la nobleza indígena y, como se indica en su libro, es una historia de la provincia de Tlaxcala vista desde su gobierno indio, desde la Conquista hasta mediados del siglo XVIII.

Emma Pérez Rocha y Rafael Tena han publicado el libro La nobleza indígena del Centro de México después de la Conquista, el cual contiene una importante serie de documentos provenientes de los descendientes de los tlatoque de la época prehispánica, cuya información nos muestra sus antecedentes prehispánicos, su lugar en la sociedad novohispana y los inicios del desmembramiento de parte de este grupo al perder sus privilegios.

Es de hacer notar que la relación de los libros señalados párrafos anteriores es sólo una pequeña muestra del acervo bibliográfico acerca del desarrollo de las entidades prehispánicas en su paso a la Colonia, con todos los cambios que se dieron en ella hasta formar parte de la sociedad novohispana. La ficha bibliográfica de los libros citados se encontrará en la bibliografía.

Agradezco también el apoyo de Raúl Penilla Vázquez, de Marivel Martínez Vargas y de Yolanda Torres Martínez en la captura y arreglo de la nueva edición.

INTRODUCCIÓN

La tenencia de la tierra de la Villa de Tacuba durante el periodo colonial es un tema en el que no pensamos cuando nació nuestro interés por el desarrollo de esa área. Inicialmente deseábamos hacer las investigaciones necesarias para lograr una monografía sobre la antigua Tlacopan, actividad que abordaríamos mediante el análisis histórico del Imperio Tepaneca, sus antecedentes, su formación, su expansión y sus relaciones políticas, sociales y económicas con los grupos circundantes, y continuaríamos con el estudio de nuestra área en la época colonial, con base en el análisis de sus instituciones más significativas. Como se puede apreciar, nuestro plan de trabajo era muy ambicioso, puesto que pretendía abarcar la época prehispánica y la colonial.

Esta primera idea se apoyaba (y apoya) en el hecho de que es casi nula la existencia de trabajos sobre el área poniente de la Cuenca de México, tanto de la época prehispánica como del periodo colonial. Esta falta de estudios, por ejemplo, sobre la época prehispánica, nos suscitó preguntas como: ¿cuál había sido el papel real de Tlacopan en la caída de Azcapotzalco?, ¿cuál era el sistema de relaciones entre los miembros de la Triple Alianza que permitió a Tlacopan jugar un papel de cierta importancia dentro del hueytlatocayotl, si bien menor que la de Tenochtitlan y la de Tetzcoco?, ¿esa grandeza e importancia de la época prehispánica se mantuvo durante la Colonia?, o bien, como lo indica la condesa Calderón de la Barca, la perdió a tal grado de que al llegar la época independiente era un pequeño pueblo de chozas de adobe, con algunos bellos y antiguos árboles, unas cuantas casas viejas, arruinadas, una iglesia cayéndose y algunos restos de un edificio; el palacio del último monarca.¹

Como se puede apreciar, nuestro plan de trabajo era muy ambicioso. Se pretendía abarcar la época prehispánica y la Colonia, de haberlo llevado a cabo hubiéramos tenido que partir casi de la nada, por el hecho de que si bien existen estudios generales de varias de las instituciones que funcionaron en Tacuba, de la Villa misma y de su jurisdicción, no hay trabajos concretos.

De estos supuestos: importancia del tema y poca investigación sobre el área, surgió nuestro interés científico, que ya tenía una base de interés personal, para estudiar el pueblo de Tacuba, con el fin de enmarcarlo en esos estudios generales y ver si en sus generalizaciones cabían las particularidades del desarrollo de Tacuba.

Una vez delimitado el ámbito de estudio nos dedicamos, por una par­te, a la búsqueda del material y, por otra, al reconocimiento de nuestra área; los resultados fueron demasiado halagadores y deprimentes­ a la vez. Esta contradicción se produjo porque tanto en el Archivo Parroquial de Tacuba (APT), como en el Archivo General de la Nación (AGN), existe una gran cantidad de información documental sobre esta área; podemos asegurar sin temor a equivocarnos que en un 75 por ciento de los ramos del AGN existen expedientes sobre Tacuba, lo cual suponía un trabajo abrumador y prolongado ante tal cúmulo de material.­

La solución fue ver en qué ramo había mayor información, de qué tipo de documentos se trataba y de hacer una selección de ellos. Pronto nos percatamos de que la mayor información estaba concentrada en el Ramo de Tierras —en un total de 285 volúmenes—, la cual se refería básicamente a pleitos sobre tierras y aguas entre españoles y entre éstos y las comunidades indígenas o indígenas en particular. Por esta circunstancia, que nos pareció significativa, pudimos precisar nuestro tema. Ya no estudiaríamos a Tacuba en sus aspectos generales, sino concretamente su sistema de tenencia de la tierra durante la época colonial, con lo que trataríamos de dar una visión lo más completa posible de toda el área. Además, como ya hemos indicado, hicimos un reconocimiento de la zona, lo que nos puso en contacto con gente que todavía da razón de la localización de pueblos, barrios y haciendas, lo que nos permitió una mayor comprensión del problema al revisar los documentos.

Pero ahora surgía el problema de cómo delimitar y organizar nuestro estudio. Para esto confrontamos el cúmulo de material, en su mayoría proveniente del siglo XVIII —ya que la información para los siglos XVI y XVII es escasa—; además, esta documentación trata sobre pleitos por tierra o linderos, y está concentrada principalmente en los ramos de Mercedes, General de Parte e Indios. Como resultado llegamos a la conclusión de que se debía tratar el tema por medio de estudios de caso; es decir, mediante el examen de dos o tres haciendas localizadas en diferentes partes de la Villa de Tacuba y alguna institución, por ejemplo el Cacicazgo Cortés Chimalpopoca, cuyo análisis conjunto nos llevaría a conclusiones generales.

Sin embargo, y aunque la información sobre el cacicazgo resultó muy completa y no presentaba mayor problema, retomamos nuestra primera conclusión y consideramos que si nos limitábamos al estudio de dos o tres haciendas se corría el peligro de perder la visión de conjunto, por lo que preferimos ceñirnos a las posibilidades documentales y de espacio físico. Una de las razones por las cuales cambiamos de actitud es que nos faltaban muchos factores que pudieran indicar la importancia productora de la hacienda o las haciendas a estudiar (hasta ahora no hemos encontrado datos de la productividad de las haciendas y sólo podemos hablar de su importancia en cuanto al tamaño); por lo tanto preferimos no incursionar en ese aspecto y concentrarnos en estudiar sólo las características relativas a tenencia. Esto nos permitiría proporcionar la visión del conjunto y obtener un marco­ de referencia para el análisis particular de las instituciones y formas de tenencia, a través del cacicazgo antes mencionado, del mayorazgo de Gerónimo López, de las tierras de los barrios y de las cofradías, y de esta manera contribuir a estudios posteriores.

Las particularidades de la propiedad de la tierra en Tacuba son el objeto de este estudio; pero es necesario hacer primero una síntesis de la situación general de la tenencia de la tierra en la Nueva España, que enmarque nuestros problemas regionales y que nos sirva de referencia en el análisis particular, estableciendo igualdades y diferencias. José Miranda y Silvio Zavala son quienes han estudiado con mayor precisión el problema de la tenencia, por lo que para hacer este análisis nos basamos principalmente en ellos.²

Destaca en primer lugar la diferencia entre la actitud del español y la del indígena frente a la propiedad de la tierra. La actitud del español fue la de considerarla como un instrumento para la obtención de riqueza y poder; por el contrario, el indígena estimaba que la tierra era un medio para satisfacer sus necesidades primarias en función de intereses comunes; es decir, se limitaba y conformaba con lo indispensable para la satisfacción de sus pequeñas y estrechas exigencias. Asimismo, existían diferencias muy marcadas entre ambos grupos en cuanto al concepto de propiedad; para el español la idea dominante era la de una posesión individual o privada, en un sentido romano de pro­piedad absoluta; para el indígena la idea que prevaleció fue la de carácter comunal, de fuerte arraigo prehispánico, con el usufructo particular de la parcela. Estas concepciones de la propiedad en ambos grupos serán las que definirían la tenencia en la Nueva España.

En la época prehispánica existía la propiedad comunal, es decir, todos en general poseían la tierra y una parte de ella era disfrutada, en forma de parcelas, por los macehuales o común del pueblo, siempre bajo condiciones muy específicas, como la de perder el usufructo de ellas si dejaban de cultivarlas durante dos años consecutivos y la de transmitir estas tierras sólo dentro de la familia y casi siempre al hijo mayor.

En España, junto con las tierras de propiedad privada, como eran el solar para la casa, los corrales y la parcela para las sementeras, había una cierta extensión de tierras baldías, cuyo aprovechamiento estaba reservado a los vecinos del pueblo en general. Ante la existencia de un relativo paralelismo en las tierras de uso común tanto en España como en la Nueva España, la Corona siguió la política de mantener la propiedad indígena en su estructura prehispánica, adaptándola a formas preexistentes en España; el resultado de esta combinación produjo, como lo hace ver Miranda, una propiedad indígena con una configuración muy semejante a la de los concejos rurales españoles: con ejidos, baldíos, montes, etcétera.³ Sin embargo, esta asimilación no se dio de hecho, sobre todo en lo que respecta a las parcelas otorgadas al indígena en forma individual; se suponía que la Corona las daba en forma de propiedad privada, pero la realidad fue que existieron una serie de limitaciones y mandamientos virreinales según los cuales la Corona podía disponer de las tierras de los que morían sin sucesión o de las que eran abandonadas al salir su dueño del pueblo; estas condiciones fueron determinantes para que, en cuanto al indígena se refiere, las parcelas mantuvieran su carácter comunal.

En relación con la propiedad de la nobleza indígena, los autores citados ven en ella un reflejo de la época prehispánica. Durante la Colonia se caracteriza por dos formas de tenencia: propia o patrimonial, ejercida sobre las tierras patrimoniales, y la tenencia delegada o funcional, ejercida sobre las tierras llamadas de señorío, las cuales estaban adscritas a un cargo. La nobleza indígena tenía también, dentro de las tierras que poseía, una serie de derechos sobre sus habitantes, tales como recibir parte del producto de la tierra, obtener tributo o servicio personal, derechos que podía transmitir a sus descendientes, ya fuera en conjunto o bien dividiéndolos. Las modalidades de asimilación de esta particular forma de tenencia presentaron variantes específicas en cada pueblo. Y fue en las heredades menores de los nobles: en sus casas, solares, huertas, en sus suertes de tierra, es decir, en sus sementeras, en donde se da la propiedad privada sin distingo o restricción.

Miranda y Zavala concluyen que en la Nueva España se dieron fundamentalmente dos formas de tenencia: la propiedad privada del español y la comunal indígena, con ciertos rasgos de propiedad privada, limitada por las restricciones legales de la Corona.

Respecto del español, las tierras baldías fueron las primeras que ocupó; pero llegó el momento en que éstas no fueron suficientes e invadió la propiedad indígena, la cual, pese a la política proteccionista de la Corona, fue ahogada por lo que acertadamente llama Miranda el cerco español.⁴ Con ello se produjo una insuficiencia de tierras de comunidad por su reducción o por el crecimiento de la población indígena en momentos determinados y por la imposibilidad de su expansión, causada por el cerco ya señalado.

Al iniciar nuestra investigación confrontamos la necesidad de delimitar el área de estudio, de establecer cuál fue la jurisdicción durante la Colonia y cuál había sido en la época prehispánica. Para dilucidar este problema contamos con la importante ayuda del doctor Pedro Carrasco, quien dentro del Seminario de Estructura Social Indígena en el Siglo XVI —que dirigió en el Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CIS-INAH), del mes de agosto de 1973 a fines del año de 1974— abordó numerosos problemas y tópicos que nos fueron de mucha utilidad.

Dos de los temas tratados por el doctor Carrasco tuvieron especial significado para nuestro trabajo. El primero —que ya había sido abordado con anterioridad en su libro Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana⁵— se refiere a la delimitación precisa de la región tepaneca; dicha delimitación dependió de los desplazamientos que tuvo su centro rector, movimientos ocasionados por los cambios políticos y estructurales acaecidos en el centro de México durante la época postclásica. Estos cambios fueron desde Azcapotzalco, primero, y a su caída ante las fuerzas coaligadas de los mexicas y acolhuas bajo los mandos del Itzcóatl y de Nezahualcóyotl, hacia la antigua Tlacopan, cuando este señorío integró junto con Tenochtitlan y Tetzcoco la llamada Triple Alianza. El segundo tema tratado dentro del Seminario fue la metodología usada por el doctor Carrasco, mediante la cual se busca la realidad prehispánica a través de documentos coloniales y que tomamos como base para integrar y aplicar nuestra propia metodología.

Teniendo en cuenta los marcos descritos, la falta de estudios, la utilización del método indicado y la necesidad de penetrar más en los problemas prehispánicos del territorio tepaneca intentamos, por medio de la consulta de fuentes coloniales, dilucidar si interna y externamente hubo cambios apreciables en cuanto a la jurisdicción prehispánica de la región tepaneca, como base y punto de partida de nuestro análisis sobre la tenencia de la tierra.

Para este propósito las fuentes que hemos utilizado son: el Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan o Memorial de Tlacopan,⁶ documento sin fecha pero que seguramente data de la primera mitad del siglo XVI, pues en él se menciona a Juan Cano, esposo de Isabel Moctezuma, que en 1552 era encomendero del pueblo de Tacuba. En este documento se registra la serie de pueblos que, organizados en diferentes grupos, tributaban a Tacuba. El Códice Osuna,⁷ que data de los años de 1564 a 1566, época en la cual el visitador Gerónimo de Valderrama, a causa de la muerte del virrey don Luis de Velasco, tuvo el mando supremo de la Nueva España.

La información de este códice, por lo que respecta a Tacuba, es también de carácter tributario; en él se especifica cuáles eran las provincias tributarias que conformaban la antigua región tepaneca. Por último, en relación con las dos fuentes antes citadas y con fines comparativos, consultamos el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos,⁸ documentos coloniales también, en los que se reseñan las diferentes provincias tributarias de la Triple Alianza.

Las tres fuentes, repetimos, son de carácter tributario, de allí que las hayamos considerado no sólo para delimitar el territorio, sino también para analizar la organización política del Imperio Tepaneca. Con este fin se utilizaron el Memorial de Tlacopan y el Códice Osuna, y para dilucidar el interesante y debatido problema de saber a quién tributaban los pueblos incluidos en la Matrícula de Tributos, si a la Triple Alianza o a uno de los tres señoríos que la componían, recurrimos, además de a la Matrícula de Tributos, al Códice Mendocino.

Delimitado el territorio tepaneca prehispánico y analizada la organización política y tributaria del imperio, procedimos a hacer lo propio para la Colonia con base en documentos que van del siglo XVI al XVIII, en los cuales se advierten los cambios sensibles que sufrió la jurisdicción. En el capítulo que trata dicha jurisdicción nos referimos en un pequeño apartado a los diferentes grupos étnicos que habitaron la zona; creímos de suma importancia ocuparnos de este asunto a pesar de que no existe una fuente específica, ni prehispánica, ni colonial para la región que se enfoque en este problema. Una vez que se determinó el territorio, y conociendo qué grupos étnicos lo habitaron, entramos de lleno al estudio de la tenencia de la tierra.

Dentro del marco general del problema de la tenencia de la tierra en la Nueva España abordaremos el caso particular de Tacuba, con el interés específico de señalar las formas de tenencia desarrolladas en la totalidad del territorio. Se procurará determinar si a cada grupo étnico o a cada estrato social correspondía una forma definida de tenencia, y si las formas que se dieron en Tacuba propiciaron o no la concentración de la tierra, si hubo fragmentación de ésta, y en todo caso lo que propició o frenó una u otra cosa.

En Tacuba, como en la totalidad de la Nueva España, el interés por la tierra se manifestó de inmediato; muy pronto el suelo fue mercedado para empresas de labranza y de estancias para cría de ganado menor. Tanto el interés en esa área —al igual que en las demás de la Nueva España— como los tipos de explotación a que fueron destinadas dichas tierras, estuvieron condicionados por la importancia histórica de la región y por las características del paisaje natural.

La concentración de la tierra en mayor o menor grado fue una de las bases para la formación de las haciendas, las cuales proliferaron en esta zona; de esta manera, es también de nuestro interés examinar cuál fue su dinámica formativa, a cuya integración concurrieron muchos factores. Esa dinámica se inició con las mercedes reales y se continuó con el despojo, abierto o disimulado, de las tierras de los indígenas; aunque no hay que olvidar que éstas fueron defendidas con las mismas armas legales del español, aun en casos aparentemente imposibles o innecesarios.

Las formas de tenencia que se dieron en Tacuba no se apartaron, en lo esencial, de las ya existentes en la Nueva España, sin embargo creemos que existen matices que les dan un carácter propio. Para examinar la tenencia en el grupo español se estudiará el mayorazgo de Gerónimo López y las tierras del clero; en cuanto al grupo indígena, sus formas de tenencia se determinarán mediante el análisis de la institución del Cacicazgo Cortés Chimalpopoca, el cual presenta una forma muy particular de tenencia; así como la propiedad del común del pueblo, que como veremos estuvo ampliamente relacionada con la propiedad española y con otras formas de propiedad, como lo fueron las tierras de los barrios y de las cofradías.

Figura 1. Topónimo de Tlacopan, Códice Osuna.

Tanto la actitud del grupo español como la del indígena estaban en relación directa con la propiedad comunal y con la privada: el primero tratando a toda costa de hacerse de tierras, el segundo luchando por defenderla. Como veremos, esta lucha va a ser determinante, junto con el tipo de propiedad, para poder concluir si hubo o no concentración de la tierra en la Villa de Tacuba.

Tanto la propiedad del agua como la de la tierra jugaron un papel determinante en la época colonial; fueron dos factores dinámicos que conformaron a tal grado los tipos de tenencia existentes en la Villa de Tacuba, que el agua llegó a condicionar la productividad de la tierra y en consecuencia su valor.

Se sabe que durante la Colonia existía un control técnico del agua, o sea, un sistema hidráulico, del cual no sabemos exactamente su magnitud ni su función; tampoco podemos afirmar que fue continuación de un sistema hidráulico prehispánico. Como se ve, la temática es muy interesante, pero no creemos llegar a conclusiones generales. Aun así el tema se tratará porque sabemos que existen evidencias documentales que nos permitirán delimitar a grandes rasgos el sistema hidráulico colonial, y por el hecho presente en toda la información documental de la necesidad del control y uso racional del agua para un mejor aprovechamiento de la tierra.

Para finalizar, agradecemos muy sinceramente la valiosa asesoría proporcionada, durante el desarrollo de esta investigación, por el pro­fesor Carlos Martínez Marín y por los doctores Pedro Carrasco y Joha­nna Broda. Asimismo hacemos patente el agradecimiento a mi herma­no René Augusto Pérez Rocha por su labor en la realización de los mapas incluidos en esta obra.


¹ Madame Calderón de la Barca, 1967, La vida en México, México, Porrúa (Col. Sepan cuantos…, núm. 74), p. 91.

² José Miranda, 1972, La propiedad comunal de la tierra y la cohesión social de los pueblos indígenas mexicanos, en Vida colonial y albores de la Independencia, México, SEP (Colección SepSetentas, núm. 56), pp. 54-74; Silvio Zavala y José Miranda, 1954, Instituciones indígenas en la Colonia, en Métodos y resultados de la política indigenista en México, México, INI (Memorias del Instituto Nacional Indigenista, vol. VI).

³ José Miranda, 1972, op. cit., p. 60.

⁴ Silvio Zavala y José Miranda, 1954, op. cit., p. 70.

⁵ Pedro Carrasco Pizana, 1950, Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoame­ricanos de habla otomiana, México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, (1ª Serie, núm. 15).

Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan, 1939-1942, en Francisco del Paso y Troncoso, Epistolario de Nueva España, vol. XIV, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos (Biblioteca Histórica Mexicana de Obras Inéditas, 2ª Serie), pp. 118-122.

Códice Osuna.Pintura del gobernador, alcaldes y regidores de México, 1878, Madrid, Manuel G. Hernán­dez.

Codex Mendoza. The Mexican Manuscript Known as Collection of Mendoza, 1938, 3 vols., Londres, James Cooper Clark; Matrícula de Tributos, 1969, interpretación y notas de José Coro­na Núñez, México, SHCP.

I. JURISDICCIÓN

ÉPOCA PREHISPÁNICA

El ámbito en el que se desarrollará el tema de este trabajo es la Villa de Tacuba durante el periodo colonial, zona que formó parte de la región tepaneca en la época prehispánica.

A la llegada de los españoles esta región era muy extensa, abarcaba lugares situados inclusive fuera de la Cuenca de México, como Teo­tlalpan, el Valle Matlatzinca y la región de Xilotepec, los cuales se separaron de Tacuba, su centro rector, al impacto de la conquista.

Para una mayor comprensión de esta zona es indispensable indicar cuál era la extensión de la llamada región tepaneca en la época prehispánica, aunque resulta muy difícil hacer una delimitación histórico-geográfica, ya que este territorio, como señala Gibson, sufrió una serie de contracciones y expansiones.¹

Sin embargo, se intentará definir la región tepaneca. Reconocidos investigadores la han delimitado en el aspecto geográfico; por ejemplo Barlow, en su trabajo The Extent of the Empire of the Mexica,² basado en la Matrícula de Tributos, el Códice Mendocino y el Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan, señala siete provincias tributarias que eran las que formaban el núcleo de la región tepaneca, ya antes de la formación del Imperio Mexica.

Estas provincias eran: Cuauhtitlán, Axocopan, Atotonilco, Huey­pochtlan, Xilotepec, Cahuacán y Xocotitlán. Dicho autor hace además la localización de muchos de los pueblos incluidos dentro de cada provincia.

En estudio posterior, Van Zantwijk³ utiliza el Códice Osuna y las mismas fuentes que Barlow, y concluye, al igual que éste, que eran siete las provincias tributarias imperiales comprendidas dentro de la región tepaneca; asimismo, hace un análisis de la estructura interna del Estado de Tlacupan-Tepanohuayan. Por otra parte, y con base en el Códice Osuna, señala la existencia de ocho tlatocáyotl o unidades administrativas gobernadas por un tlatoani, con sus respectivos distritos o pueblos subordinados.

Estas unidades gubernamentales se dividen en tres grupos:

a) La capital del Estado, Tlacupan, con una provincia directamente dependiente de ella.

b) Coyohuacan, Cuauhtitlán, Tullán y Apazco con sus respectivas provincias.

c) Tres tlatocayotl pertenecientes al tlatocayotl de Cuauhtitlán y situadas en su provincia, con una estructura especial y un rango inferior al de los tlatocayotl mencionados bajo B.

Van Zantwijk, al igual que Barlow, utiliza el Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan, y apoyándose en él divide el estado de Tlacopan en cuatro distritos militares, que a su vez eran provincias tributarias de carácter estatal; es decir, que tributaban sólo a Tacuba, en contraposición a las seis provincias señaladas en el Códice Mendocino y la Matrícula de Tributos,⁵ que tributaban a Tenochtitlan.­ Respecto de estos distritos militares encontramos un error no atribuible a Van Zantwijk, sino a la transcripción del documento del Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan. En el original de este documento⁶ aparecen cinco divisiones: Azcapotzalco, Cuauh­titlán, Tollan, Apazco y Xilotepec; pero en el documento publicado por Francisco del Paso y Troncoso⁷ se unen Azcapotzalco y Cuauhtitlán­ en un solo distrito. Es decir, que los distritos militares que para Van Zantwijk eran cuatro, son en realidad cinco. En relación con la jurisdicción tepaneca, Van Zantwijk añade al estudio de Barlow, la localización de otros lugares no señalados por éste.

Pedro Carrasco fue quien delimitó con mayor claridad la máxima extensión de lo que fue la región tepaneca en su obra Los otomíes. Cultura e historia prehispánica de los pueblos mesoamericanos de habla otomiana.⁸ Se basó en el ya mencionado Memorial de Tlacopan y en otras fuentes. Nos dice al respecto: El centro del ‘Imperio Tepaneca’ lo constituyen las regiones occidentales y norteñas de población principalmente otomiana: todo el occidente del Valle de México, el Valle de Toluca (Matlatzinca y Mazahuacan), la provincia de Xilotepec, la Teotlalpan y el Valle de Mezquital.⁹ Desde nuestro punto de vista, éste sería el territorio tepaneca y, como el mismo Carrasco hace notar, estas regiones constituirían los dominios privativos de Tlacopan en tiempos de la Triple Alianza, lugares que habían pertenecido a Azcapotzalco y anteriormente a Xaltocan, centro al que pertenecían casi todos.¹⁰ Xilotepec cae en la misma época que Xaltocan, en el año 7 caña (1395).¹¹ "En cuanto a Matlatzinco, sabemos que fue conquistado por los chalcas en 1386, probablemente como aliados o amigos de los tepanecas, y los Anales Tepanecas mencionan Tollocan como una de las ciudades a quien Azcapotzalco exigía tributo".¹²

Cuauhtitlán cae bajo el dominio de los tepanecas cuando es atacado por éstos y por los pueblos que lo rodeaban; es decir, por los toltitlanenses, los tepoztecas, los cuauhtla apantlacas, los cuauhuacas, tepotzotecas, los coyotepecas, los oztlapanecas, los citlaltepecas y los tzompancas, y luego también Tollan y Apazco, toda la tierra llana y Xilotepec y Chiyapan, todos estos que juntamente se dicen tepanecas.¹³

Por lo que respecta al sur y al este de la región de los lagos de la Cuenca de México, también existía allí la influencia tepaneca, la cual se manifestaba en las alianzas o bien en el gobierno de algunos miembros de la dinastía tepaneca en determinados lugares alejados de Azcapotzalco.¹⁴

En tiempo de Tezozómoc, y una vez que cayó Culhuacan, se enseñoreó éste junto con los tlatoque de Coatlinchan, Amaquemecan, Huexotzinco y Cuauhnahuac, pero con Tezozómoc a la cabeza.¹⁵ La influencia de éste fue muy grande en la región acolhua, tierra que, una vez conquistada, repartió entre sus aliados. Él se quedó con Coatlinchan, que abarcaba desde la provincia de Chalco hasta los términos de la provincia de Tollantzinco, incluidas las provincias de Otompan, Tepepolco y Cempoallan. La cabecera de Huexotla la dio a Tlacateotzin, señor de Tlatelolco. Tetzcoco lo otorgó a Chimalpopoca, tlatoani de México. Por otro lado, dio investidura de reyes a sus nietos; a Teyolcocoatzin lo hizo señor de Acolman; a Quetzalmaquiztli lo erigió tlatoani de Coatlinchan, en la parte sur de la región de Tetzcoco, y la parte norte de Acolman la dio a Teyolcocohuatzin.¹⁶

Pedro Carrasco sugiere la posibilidad de que fuera de estos territorios existieran relaciones entre los tepanecas y los habitantes de lugares tales como Tlachco (Tasco), en donde se refugiaría Maxtla a su derrota,¹⁷ así como con los couixca de Guerrero que habían sido conquistados por los de Cuauhnauac con ayuda de los tepanecas,¹⁸ y con los islotes ma­tlatzincas cerca del Balsas, uno de los cuales era Teuaxtitlan, que pertenecía a Tepotzotlan.¹⁹ Hay que recordar que en Azcapotzalco se hablaba, además de náhuatl, matlatzinca.²⁰ Por último, existían posibles relaciones con la zona de Michoacán, específicamente con los cuaochpa, identificados como tarascos o michoacanos,²¹ y que en los Anales Mexicanos se mencionan como tributarios de Azcapotzalco.²²

Ésta sería, en términos generales, la extensión de la región tepaneca. Como se indicó, la mayoría de los autores citados se han basado en el Memorial de los pueblos sujetos al señorío de Tlacopan, en la Matrícula de Tributos, y en los códices Mendocino y Osuna para señalar los límites de los pueblos pertenecientes a la región. En seguida se hará un análisis del Memorial de Tlacopan, del Códice Osuna, de la Matrícula de Tributos y del Códice Mendocino, para posteriormente proceder a la comparación de los datos y de esta manera poner de relieve, en caso de que existan, las similitudes y diferencias tanto internas como externas. Antes, deseamos remarcar que la jurisdicción delimitada hasta aquí consta de dos partes: una es la zona propia o perteneciente de tiempo atrás a los tepanecas, y la otra está formada por los lugares que, ya sea por alianzas o por la imposición de gobernantes tepanecas, cayeron bajo el dominio de éstos durante la expansión del Imperio de Azcapotzalco de Tezozómoc. Dentro de esta segunda parte cabe incluir los lugares que probablemente tenían relaciones con los tepanecas, aunque los datos no son tan claros como quisiéramos.

JURISDICCIÓN, SEGÚN EL MEMORIAL DE TLACOPAN

Los pueblos enumerados en el Memorial de Tlacopan se encuentran clasificados de la siguiente manera (véase cuadro 1):

a) Los pueblos subjetos a esta cabecera de Tlacupan. Estos ya dichos pueblos están todavía en la cabecera.

b) Los que repartieron a españoles de la dicha cabecera que son los que siguen.

c) Estos que agora se siguen traxo Juan Cano, y le sirven y a Tlacupan no la conocen por señorío ninguno.

d) Los pueblos que obedecían a Tlacupan que se juntavan aquí para las guerras y daquí [sic] los repartían los tributos y buscauan y trayan cal, piedra, petlatl, escudillas, platos a todos y a los demás, y los materiales, son los siguientes con los a ellos sus subjetos.

e) Estos pueblos y estancias que aquí [sic] eran subjetos a Tlacupan, y en ellos no avía señor sino mayordomos principales que los regían, todos eran como renteros del señor de Tlacupan y demás de sus tributos tenía, en estos pueblos el señor de Tlacupan muchas tierras que le labrauan y por esto estaua [sic] que los indios con sus victles en las manos que son las palas con que en esta Nueva España labran la tierra, se uían también su LXXX días cada año de leña para la casa del señor.

El documento continúa con tres incisos más que incluyen a los pueblos que tributaban a México, Tetzcoco y Tacuba. En el presente trabajo se analizará a

¿Disfrutas la vista previa?
Página 1 de 1