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La lucha por la tierra: Los titulos primordiales y los pueblos indios en México, siglos XIX y XX
La lucha por la tierra: Los titulos primordiales y los pueblos indios en México, siglos XIX y XX
La lucha por la tierra: Los titulos primordiales y los pueblos indios en México, siglos XIX y XX
Libro electrónico193 páginas2 horas

La lucha por la tierra: Los titulos primordiales y los pueblos indios en México, siglos XIX y XX

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Estudio historiográfico que analiza los documentos pictográficos que fueron conservados o enviados a hacer por los pueblos indígenas en México, desde el siglo XVII hasta el siglo XX, para demostrar ante las autoridades catastrales y jurídicas los derechos sobre las tierras comunales. La autora, con la colaboración especial de Claudio y Florencio Barrera Gutiérrez, rescata del olvido los llamados títulos primordiales o títulos de tierras, los mapas pictográficos, los códices de Techiolayan, entre otros archivos que en conjunto forman los códices jurídicos que los indios presentaron para demostrarse dueños de las tierras heredadas y conservar sus costumbres.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2013
ISBN9786071615701
La lucha por la tierra: Los titulos primordiales y los pueblos indios en México, siglos XIX y XX

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    La lucha por la tierra - Ethelia Ruiz Medrano

    41-63.

    I. NEGOCIACIÓN INDÍGENA PARA CONSERVAR TIERRAS

    Historia, títulos y mapas, siglos XIX y XX

    ETHELIA RUIZ MEDRANO

    EL CONTEXTO DE LOS PUEBLOS INDIOS Y LA INDEPENDENCIA

    A fines del siglo XVIII los pueblos indios seguían en una difícil situación. Sin duda, había distintos problemas que hacían particularmente compleja su relación con el poder colonial. En esta época se dio un claro empuje al desarrollo de la agricultura mercantil, depositada en manos de españoles y criollos, la que junto con el aumento demográfico indígena generaba una fuerte presión sobre las tierras de los pueblos.[1] Asimismo, las reformas borbónicas impulsadas a partir de 1765 obligaban, entre otras cosas, a un saneamiento de las finanzas de los pueblos indios, lo que se pretendía lograr arrendando sus tierras sobrantes o no ocupadas, política que al final sólo benefició a hacendados, mineros y comerciantes, no a las comunidades indígenas.[2]

    En 1786 las reformas borbónicas dividieron el territorio en intendencias, unidades administrativas de las que pasaron a depender las comunidades indígenas. Los subdelegados de las intendencias se involucraron directamente en la regulación financiera de los pueblos, lo que significó una mayor participación de la autoridad española en los asuntos de gobierno indígena[3] y una pérdida por parte de las autoridades indias de algunos de sus recursos políticos locales.[4]

    No es de extrañar que con los cambios ocurridos a raíz de las reformas borbónicas hubiera inquietud entre los pueblos indios, la que a fines del periodo colonial dio lugar a algunos disturbios y revueltas. En opinión de Eric Van Young, las situaciones que detonaron el descontento en alrededor de ciento cincuenta pueblos a fines del siglo XVIII y durante la primera década del XIX fueron las protestas por el aumento de tributos, los problemas de tierras y los conflictos en el interior de los gobiernos indios.[5] La mayoría de las revueltas indígenas estuvieron encabezadas por los propios dirigentes de los pueblos, generalmente los gobernadores, quienes solían iniciar las protestas enfrentándose a algún funcionario español por cuestiones de poder y reconocimiento de su autoridad.[6] En este contexto general ocurrieron los primeros levantamientos por la independencia de México entre 1810 y 1820.

    Van Young señala que la Guerra de Independencia no tuvo como actores principales a los mestizos, como suele afirmarse, sino que en realidad en este movimiento participaron centenares de miles de indios, lo que es natural ya que eran la población mayoritaria. Del total de población que había en la Nueva España en 1810, aproximadamente 60% eran indios, 20% españoles y otro 20% negros e integrantes de las castas.[7] A lo largo del siglo XIX la población indígena siguió siendo mayoritaria: en 1857 representaba 50% del total y en 1876 aproximadamente 43 por ciento.[8]

    Algunos autores han señalado que el movimiento de independencia de México surgido en 1810 tiene como antecedentes los diversos levantamientos que se dieron en los pueblos a fines del siglo XVIII. En general, la tendencia ha sido la de señalar que el gran descontento de la población rural que detona el movimiento de independencia se debió en parte a un aumento de la población indígena, que incrementó la demanda de tierras, a la aplicación de políticas modernizadoras que amenazaron la supervivencia de las comunidades y también a diversos cambios en el acceso a la tierra que favorecieron la gran propiedad. Otro factor fue el incremento de la comercialización agrícola, que benefició a los grandes productores. Sin duda, muchos de estos cambios fueron impulsados desde la época de las reformas borbónicas.

    Además de lo anterior, la agricultura novohispana sufrió una crisis en el periodo de 1808 a 1811, lo que trajo hambruna a la población, que desesperada se unió al levantamiento de 1810. Sin embargo, en opinión de Eric Van Young, estos y otros problemas de índole política y económica no fueron las únicas razones para que buena parte de la población indígena participara en el movimiento de independencia de 1810-1820. En este sector de la población se dio también un prolongado proceso de resistencia cultural en contra de las fuerzas externas e internas[9] que impulsaban algunos de los cambios ya señalados. Esta resistencia cultural tuvo como elementos importantes la identidad étnica, el sentido de pertenencia a la comunidad, la propia sensibilidad religiosa indígena y un cierto estilo de pensamiento político propio.[10]

    Durante los años de la Guerra de Independencia varios pueblos indios manifestaron una ideología mesiánica y leal a la figura del monarca hispano, y era común que los indígenas insurgentes expresaran su deseo de cambio mediante el clamor de ¡Viva el rey y muera el mal gobierno! Sin duda, había un sentimiento en contra de los españoles —representados por las autoridades coloniales y la oligarquía local— y una adhesión leal al rey y a la Virgen de Guadalupe, aunque cabe recordar que esta última había gozado de reducida influencia en la fe indígena a lo largo de la época colonial. William B. Taylor ha mostrado un vínculo interesante establecido por los pueblos entre la Virgen, la justicia y un sentimiento nacionalista durante la Guerra de Independencia, el cual posteriormente fue afianzándose.[11]

    Por otra parte, la legislación liberal, dictada en el contexto de una monarquía hispana debilitada, dio a los pueblos indios esperanzas de un mayor bienestar. En 1812 se aplicó la Constitución liberal de Cádiz, que sentó la base de la organización del futuro Estado nacional en México; con ella se creó la división administrativa del Estado en diputaciones provinciales, la organización del poder municipal y la igualdad de derechos entre americanos, españoles e indios (por ejemplo, con la abolición del tributo, la encomienda y los servicios personales). Esta Constitución ordenó que se crearan ayuntamientos en las poblaciones que contaran con mil habitantes y que —al igual que en el cabildo colonial— las autoridades fueran elegidas por votación. Esta situación jugó a favor de las comunidades indígenas, ya que los indios estaban familiarizados con las elecciones (a diferencia de los otros grupos sociales) y participaron ampliamente en las mismas entre 1820 y 1830. Sin embargo, había algunos cambios; por ejemplo, mientras que en la época colonial las reglas para las elecciones al cabildo indígena variaban según las costumbres locales, ahora en la elección de los cargos municipales sólo podían participar los varones mayores de 25 años, además de que el voto se había vuelto

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