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la mente de cristo
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la mente de cristo

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"Haya en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" Filipenses 2:5

"Armaos igualmente con la misma mente" 1 Pedro 4:1

¡LA MENTE DE JESÚS! ¡Qué estudio es éste! Alcanzar un tenue reflejo de ella, es la ambición de los ángeles - más alto no pueden elevarse.

"Ser conformados a la imagen de su Hijo" - este es el designio de Dios en la predestinación de su pueblo desde toda la eternidad.

"¡Seremos como Él!" - Esta es la imagen bíblica del cielo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 may 2022
ISBN9798201260798
la mente de cristo

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    la mente de cristo - John MacDuff

    INTRODUCCIÓN

    Haya en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús Filipenses 2:5

    Armaos igualmente con la misma mente 1 Pedro 4:1

    ¡LA MENTE DE JESÚS! ¡Qué estudio es éste! Alcanzar un tenue reflejo de ella, es la ambición de los ángeles - más alto no pueden elevarse.

    Ser conformados a la imagen de su Hijo - este es el designio de Dios en la predestinación de su pueblo desde toda la eternidad.

    ¡Seremos como Él! - Esta es la imagen bíblica del cielo.

    En un pequeño volumen anterior, reflexionamos sobre algunas de las palabras de gracia que salieron de la boca de Jesús. En el presente, tenemos unos pocos lineamientos tenues de ese santo carácter que constituyó el expositor vivo y la encarnación de Sus preceptos.

    Pero, ¡qué elevado es ese estándar! Cuánta perfección de la criatura se encoge y se confunde ante un retrato divino como éste. Él es el verdadero Ángel que está de pie bajo el sol, el único que no proyecta ninguna sombra; tan bañado en las glorias de la Deidad, que la semejanza con Él se vuelve como la luz en la que está envuelto: nadie puede acercarse a ella. ¿No podemos, sin embargo, tratar al menos de aproximarnos, aunque no podamos asemejarnos adecuada y plenamente? Es imposible en la tierra asociarse con un semejante sin asimilarse a él en algún grado. Así, cuanto más estudiemos la mente de Cristo, cuanto más estemos en su compañía, conversando con él como nuestro mejor y más querido amigo, captando sus santas miradas y sus santas acciones, más nos transformaremos en la misma imagen.

    Considerad, dice el Gran Apóstol (literalmente 'mirad') a Cristo Jesús (Hebreos 3:1.) Estudiad rasgo por rasgo, lineamiento por lineamiento - de ese Ejemplo sin par. Contemplen el Sol de Justicia, hasta que, como cuando miran largamente el sol natural, se lleven consigo, en su visión espiritual, imágenes deslumbrantes de Su brillo y gloria. Aunque Él es el arquetipo de toda bondad -recuerden que no es un modelo sombrío- aunque es el Jehová infinito, Él era el hombre Cristo Jesús".

    En efecto, nunca debemos olvidar que no es la mente, sino la obra de Emanuel, lo que constituye el fundamento de la esperanza del pecador. Él debe ser conocido como un Salvador, antes de ser estudiado como un Ejemplo. Su acción y muerte es la joya central, de la cual todas las virtudes de su vida santa son simplemente el marco. Pero tampoco debemos pasar por alto la obligación de las Escrituras de seguir sus pasos e imbuirnos de su Espíritu, pues si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

    Oh, que cada cristiano individual fuera más semejante al Salvador! que, en la manifestación de un carácter santo y una conducta celestial, se pudiera decir en alguna medida débil de la reflexión débil e imperfecta: ¡Así era Jesús!

    Cuán lejos estamos de tal criterio - puede atestiguarlo nuestra dolorosa experiencia. Pero es al menos reconfortante saber que se acerca un día en el que, en la plena visión y fruición del Glorioso Original, la exhortación de nuestro lema-verso no será más necesaria; cuando podremos decir, en las palabras de un apóstol inspirado - ¡Tenemos la MENTE DE CRISTO!

    1. COMPASIÓN.

    Que haya en vosotros este espíritu que hubo también en Cristo Jesús.

    Tengo compasión de la multitud. - Marcos 8:2.

    ¡Qué modelo para su pueblo, la tierna compasión de Jesús! Encontró el mundo que vino a salvar como una Betesda moral, donde multitudes de enfermos -ciegos, cojos o paralíticos- yacían en los pórticos. El lamento de la humanidad sufriente llegaba a sus oídos en todas partes. Era su deleite: recorrer sus pórticos, compadecerse, aliviar, consolar, salvar. El más leve grito de miseria detenía sus pasos, agitaba una onda en esta fuente de Amor Infinito.

    ¿Era un leproso, ese temido nombre que implicaba un exilio de por vida de las miradas amistosas y las palabras bondadosas? Había uno, al menos, que tenía tonos y hechos de ternura para el marginado. Jesús, movido a compasión, extendió la mano y lo tocó.

    ¿Era algún mendigo ciego en la carretera de Jericó, que andaba a tientas en la oscuridad, suplicando ayuda? Jesús se detuvo, tuvo compasión de ellos y les tocó los ojos.

    ¿Fueron las súplicas sin palabras de las lágrimas de una viuda a la puerta de Naín, cuando siguió su orgullo terrenal y su apoyo a la tumba? Cuando el Señor la vio, tuvo compasión de ella, y dijo: ¡No llores! Incluso cuando reprende, el arco iris de la compasión se ve en la nube, o más bien, esa nube, al pasar, se disuelve en una lluvia de misericordia. Él declara a Jerusalén desolada, pero la condena se pronuncia en medio de un torrente de angustioso dolor.

    Lector, ¿encuentran las palabras y los hechos compasivos de un tierno Salvador algún débil eco y transcripción en los tuyos? Al atravesar con el pensamiento los desechos de la miseria humana, ¿el espectáculo da lugar, no al mero sentimiento emocional que se desvanece en lágrimas sentimentales, sino a un deseo sincero de hacer algo para mitigar el sufrimiento de la humanidad desdichada? ¡Qué vastos y mundiales son los reclamos de tu compasión! - ahora cerca, ahora a distancia - el grito insatisfecho y sin respuesta de millones de personas que perecen en el extranjero - el calvario que yace sin salvación a tu propia puerta - la caridad pública que languidece - el personal de la misión empequeñecido y paralizado por la falta de fondos necesarios - un distrito que sufre - una familia hambrienta - un vecino pobre - un huérfano desamparado - puede ser, algún tugurio abarrotado donde la miseria y el vicio se desbordan - o alguna cámara de enfermo solitario, donde la tenue lámpara se ha consumido durante lúgubres noches - o algún hogar desolado en el que la muerte ha entrado, donde

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