Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Hijos de una Nueva Era
Hijos de una Nueva Era
Hijos de una Nueva Era
Libro electrónico254 páginas3 horas

Hijos de una Nueva Era

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

En este mundo existimos nosotros, los seres humanos…y también existen ellos, con su apariencia humana viviendo de forma clandestina entre nosotros. Se hacen llamar homófagos porque son seres bebedores de sangre.
HIJOS DE UNA NUEVA ERA relata la historia de Milo, su existencia es el resultado de la unión de ambas especies; quien fue ocultado por su familia humana durante años hasta que es encontrado por los homófagos.
HIJOS DE UNA NUEVA ERA es una historia de sobrevivientes y de contratiempos; en la cual, la traición, la perversión y las estigmatizaciones sociales serán marcas que van a dar lugar a un aprendizaje sin escrúpulos que deberá aprender para sobrevivir en un mundo donde el amor y la empatía es señal de debilidad.
¿Podrá MILO marcar alguna diferencia en una cultura deshumanizada?
¿Podrá sobrevivir con su alma humana?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ene 2022
ISBN9789878723044
Hijos de una Nueva Era

Relacionado con Hijos de una Nueva Era

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Hijos de una Nueva Era

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Hijos de una Nueva Era - Raquel Reynoso

    Capítulo I

    El hijo

    Su nombre era Milo, aparentaba tener 10 años de edad, un niño como cualquier otro había llegado a ese barrio modesto de familias grandes y poco numerosas; en menos de un mes empezarían nuevamente las clases y el verano daba sus últimas bocanadas de calor prometiendo un poco más de respiro.

    Milo a simple vista lucía como cualquier púber que había llegado con una familia matriarcal de tías, prima y una abuela joven; llamaba la atención por una belleza enaltecida pero con una timidez contradictoria. Es hermoso, suspiró su madre cuando terminó de darlo a luz y con las últimas fuerzas entregó el bebé a su hermana. En el medio de llantos y la impotencia que reinaba en la habitación de aquella casa de campo observaron a Milo que se abría paso a una nueva e incierta vida; era verdad esa frase agónica de su madre, sus rasgos todos proporcionados daban lugar a un rostro pálido pero con unos ojos esmeraldas como cristales que no podías dejar de contemplar, su boca colorada y carnosa dibujaba involuntariamente una sonrisa y su cabello revuelto de un tono castaño claro lo hacía más llamativo.

    Su timidez lograba que pasara desapercibido, casi no salía de la casa y con un prontuario de mudanzas, sin amigos de su edad y sin escolaridad era imposible que socializara, sin embargo él sabía que era para protegerlo y no exponerlo a una sociedad de poca fe y estructurada.

    Milo parecía común pero no lo era, sus diez años lo había hecho en un récord de cinco y por cada año se duplicaba su crecimiento. Tampoco culpaban de ese fenómeno a una enfermedad por lo que ningún medico había puesto sus manos ni para un control, sin embargo había una causa secreta y escalofriante: Milo era hijo de un homófago que había expirado hacía unos años pero como su padre pasó por esta vida había otros vagando por varios puntos del planeta.

    No solo era adelantado para crecer también para aprender; con una facilidad extraordinaria a los cinco meses ya daba sus primeros pasos y a los diez años podía conversar en varios idiomas, solo necesitaba escucharlos. Su docilidad dejaba que todos manejaran su vida sin cuestionar y así desde muy chiquito aprendía de un profesor que lo educaría desde una enseñanza personalizada: Tomas, se había tomado muy seriamente en instruir al jovencito, siempre con el permiso de la jefa de familia.

    Ahora, volverían a empezar otra vez sin la compañía del perpetuo maestro que tanto ayudó desde un anonimato algo peculiar; solo instruía a Milo y si la abuela o las dos tías tenían alguna duda, él aconsejaba lo justo con respecto a la crianza del niño; quizás lo hacía así por miedo o por respeto a esa familia que fue tocada en suerte por un par suyo. Milo tampoco era de preguntar pero tenía en claro quién era y tal vez, igual que Tomas, había decidido quedarse en el molde.

    Capítulo II

    La madre

    Victoria era la típica adolescente soñadora, vivía con sus padres y dos hermanas mayores en una casa alejada de todo el bullicio de la ciudad, estudiaba en el secundario más cercano a su domicilio, en una escuela agraria donde asistían la mayoría de los vástagos de la zona. Al igual que sus compañeros, la distancia a recorrer le llevaba una media hora en la bicicleta que su padre le regaló al cumplir sus dieciséis años ya que la anterior había sucumbido tras un ciclo de idas y venidas.

    Sus hermanas mayores se habían abocado a la labor de la casa y al pequeño negocio de quesos, mermeladas y otras delicias artesanales.

    Muy unidas entre las mujeres y habilidosas para todo; desde mantener la casa, trabajar en la mini empresa lograda con entusiasmo y arte; atender a la revoltosa de Eugenia, hija de la mayor, que con sus tres añitos había quedado huérfana de padre y escuchar a la romántica de Victoria que no hacía otra cosa que hablar de ese muchacho tan misterioso que se paseaba bajo la lluvia en el camino entre la escuela y la casa.

    Tened cuidado nena, que no lo conoces repetía la madre una y otra vez cuando oía suspirar al retoño de su hija, vagamente sentía en su alma que algo no estaba bien con ese chico que se le aparecía pero tanto trabajo y la confianza de la gente del interior amainaban la situación, le pediría a Patricia, a la mayor de todas, que la acompañara unos días a la escuela para que le traiga noticias de ese tal .

    Una de esas noches sureñas argentinas, la señora de la casa se paseaba por los cuartos trabando ventanas para que el agreste viento no volara las hojuelas de los ventanales, escuchó atentamente como Victoria le contaba casi en un tono de confesión a su hermana Inés que Axel tenía un hermano tan bien parecido como su mismo enamorado pero retraído y que no hablaba.

    —Su nombre es Tomas pero no habla mucho como mi querido Axel, te quiere conocer antes que se vayan así que acompáñame a la escuela mañana.

    —¡Sabes que no quiero conocer chicos! además Tomas ni lo propuso así que no le interesa tener novia.

    —Es demasiado tímido se llevarían muy bien entre ustedes, no es como mi Axel tan osado para todo– concluyó risueña, muy típico de ella.

    Mamá continúo cerrando ventanas con una opresión en el corazón que la descomponía; antes era uno y ahora son dos, claro estaba que si dos individuos estaban por quedarse en el pueblo sería el comentario de todos en la feria y a sus oídos llegarían otros rumores aparte del de su hija. En puntas de pie entró al cuarto de Patricia decidida a pedirle que la ayudara en averiguar quien era este Axel y el reciente Tomás.

    A la mañana siguiente la adolescente agarró su bicicleta y echó andar por el sendero una vez más, seguro estaba ofuscada por la negativa de su hermana y pedaleó muy duro en las subidas; a unos metros atrás Patricia la seguía sigilosamente tratando de no ser vista. Al llegar a mitad de camino les salieron al paso los dos jóvenes que con ademanes saludaban a la muchacha para que se detenga mientras uno se esforzaba por convencer al otro.

    —¿Qué te parece mi amigo? ambas son muy lindas así que procedamos sugirió Axel al

    detener a su novia observando lascivamente a Patricia que se acercaba.

    —Por favor, vamos, – insistió Tomas.

    La chica se dio vuelta y se encontró con la mirada inquietante de su hermana que se había detenido unos metros más atrás.

    —Ella no es Inés, es la entrometida de Patricia.

    En ese instante los cuatro se sobresaltaron al tomar conciencia de una escena imprevista, alguien más se sumaba al juego provocando que Tomás jalara del brazo a su compañero y arrastrara a Victoria con ellos ya que Axel estaba amarrado del manubrio de la bicicleta. Patricia empezó a gritar del susto y corrió a levantar a su hermanita, en ese ínterin Axel con una furia sobrehumana empujó a su amigo estrellándolo en los árboles; como si estuviese en cámara lenta, Tomás se fue incorporando a duras penas, las chicas aun desde el piso miraban atónitas y Axel dejaba de prestarles atención para reparar en el recién llegado. Todo sucedió muy rápido casi en un pestañear. El recién llegado, padre de las jóvenes, apuntaba con una escopeta la cabeza del enamorado; a una distancia de varios metros estaba el viejo dispuesto a defender a sus hijas; las chicas solo movieron las cabezas en ambas direcciones con los ojos como platos; Tomas apoyado en el árbol también miraba horrorizado a su compañero que con un movimiento veloz alcanzó al pobre hombre tomándole del cuello con una sola mano acercándolo a su mandíbula que cercenó sin piedad la vena yugular y la carótida, sin reparar en el arma que separaban sus cuerpos con el resultado de un cruento boquete en el medio del abdomen de Axel. Los gritos desesperados de las mujeres quebraron el absorto silencio posterior al estruendo del disparo; las chicas corrieron junto al padre agonizante que entre sollozos y el aturdimiento no se percataron de la acción de Tomas. Toda una escena sangrienta que solo el espanto era la estrella; en ese tris de circunstancias Tomas se acercó a su compañero herido y sacándole ventaja a la situación le arrancó la cabeza porque sabía que esa era su oportunidad de librarse para siempre de su mentor, tutor, hermano o como quisiera llamarle que le otorgaba un lugar en su sombra por lo que significaba esa relación y por el poder que emanaba de sus entrañas, a Tomas no le quedaba otra que agachar la cabeza y asentir las decisiones de su compañero.

    Cuando las chicas lograron resignarse a que su padre no volvería a levantarse del suelo notaron la presencia tímida de Tomas que esperaba al pie de los restos de Axel. Un frío recorrió las venas de ambas mujeres al percibir la cabeza desprendida del tórax del joven, muy lentamente se levantaron y sin sacarle los ojos de encima se dispusieron a huir. Tomas logró capturar a Victoria y la envolvió en sus brazos para que ese aullido de horror no se soltara, Patricia atinó a levantar el arma de su padre y con fuerzas la sostuvo apuntando a la nada misma porque ambos misteriosamente habían desaparecido, se quedó sola en el bosque con los dos cadáveres y el horror en sus ojos. Regresó como pudo a la casa, le llevó más tiempo de lo previsto ya que lo hizo caminando y a duras penas sus pasos daban traspiés hasta su hogar mientras que un torbellino de preguntas le asaltaron la cabeza: "¿Cómo contaría todo? ¿Por dónde empezar? ¿Qué le explicaría a su madre? ¿Cómo se había enterado papá de esto? Solo mamá lo sabía por eso le había pedido que siguiera a su hermana. MALDITA VICTORIA SIEMPRE METIÉNDOTE EN LÍOS y éste, era

    desmesurado. ¿Qué hacemos ahora?"

    La puerta de entrada se abrió rechinando las bisagras, hacía mucho frío y por un instante agradeció estar en casa, los pies y las manos estaban congelados y el calor del hogar envolvió el rostro pálido de la recién llegada. Cuando la puerta golpeó al cerrarse pudo escuchar unos murmullos en el comedor, siguiendo la luz y las conversaciones tenues, Patricia entró al cuarto y sus ojos desorbitados se encontraron con la figura de Tomas cerca de la hoguera; también estaba su madre sentada en uno de los rústicos sillones al lado de Victoria, la otra hermana le alcanzaba a la más pequeña una manta de lanilla; todos observaron a Patricia que tenía erizada el alma y los miró con dudosa cordura. Escrutó prolijamente todos los rincones de ese cuarto para encontrar a su hija en peligro pero no la halló y ese resultado le dio un poco de calma a su corazón, así pudo acercarse al grupo que para nada se notaban amenazados por ese individuo misterioso. La madre ordenó a su segunda hija que le trajera otra manta y que le preparase una bebida caliente para aflojar el entumecimiento. Inés obedeció la orden y con los ojos encarnados de tanto llanto corrió a la cocina sin dejar de mirar a la pobre de Patricia que no entendía nada. La muchacha observó con atención cada rostro, cada pose y se dio cuenta que todas las mujeres allí presente habían llorado, pero algo mas había en sus rostros; una mezcla de amargura y preocupación y por la manera que Victoria era cuidada por su madre, la causante de tal desvelo sería ella. Tomas ni se inmutó pero seguía con sigilo todos los movimientos de Patricia. Ella también lo miró y al volverse a su madre preguntó decididamente:

    —¿Qué está pasando acá, Te enteraste de papá?

    Inés regresó con un té de hierbas y otra manta de lanilla para la recién llegada, esta se cubrió y con los dedos rígidos y temblorosos asió la taza permaneciendo clavada en el mismo lugar. Los ojos de las hermanas de los extremos se encontraron y la menor rompió nuevamente en sollozos; la madre señaló el otro sillón invitándola a sentarse y con una voz firme mientras apretaba las manos de la niña para contenerla dijo:

    —Tenemos que hablar. Ya sabemos lo de su padre pero aquí hay algo más... – hizo una pausa y sus lágrimas rodaron por sus mejillas rosáceas, tomó aire y continuó– Tu hermana está embarazada y va a morir cuando dé a luz.

    Inés comenzó ahogarse en un llanto interno, Patricia no dejaba de salir de su asombro.

    —¿Qué estás diciendo mamá?– interpeló totalmente desquiciada la mayor.

    La madre la calló con un puño cerrado golpeando el apoya brazo del sillón provocando ligeros moretones y continuó explicando con su ahogada voz:

    —En pocos meses nacerá el bebé... y... ella morirá al tenerlo y... no hay solución... – la congoja no la dejó continuar.

    —¿Cómo es posible?– Patricia saltó del sillón cargada de impotencia y arrojó la taza a los pies de Victoria provocando el susto de la pequeña. Lentamente Tomas que hasta el momento estaba como una estatua, se aproximó al hombro de Victoria, observó el rostro enajenado de la hermana mayor y cuando sus ojos se encontraron rompió el silencio:

    —Axel no era humano, el bebé tampoco lo será y tu padre sabía de nosotros. – Inclinó la cabeza, hizo una pausa y agregó– lo siento, de verdad.

    Patricia se desplomó en el sillón y Victoria rompió a llorar.

    Capítulo III

    El tiempo apremia

    Las cartas estaban echadas y no cabía lugar para retratarse, diez semanas tal vez un poco más sin contar el momento en que ella se había entregado a su príncipe; ese dato se lo guardó considerando que estaba en su derecho. Por supuesto Tomas lo sabía pero no iba a traicionar a su futura amiga.

    En ese lapso Tomas se integró a la casa para cuidar de la niña y para relatar lo más simple posible el origen de todo aquello, ya no había nada por lo cual luchar solo quedaba esperar esa sentencia de muerte con una leve luz de amanecer. El feto se había arraigado como raíces y crecía de manera tal que no dejaba espacio a la esperanza ni a la duda de un tal vez. En ambas opciones Victoria perdía, así que el aborto no estaba en los planes de nadie, se decidió por unanimidad de sentimientos que era mejor la espera en agonía que acortarle la fina cuerda de vida.

    Y allí estaba la historia escalofriante pero a la vez llena de una extraña fascinación. Y si de origen de especies aun hay teorías fundadas en mutaciones, evolución, manipuleo de genética o extraterrestres, por qué pensar que el vampirismo solo debe existir como parte de una fantasía humana. Ellos pertenecían a un selecto grupo de homófagos, así se llamaban; una rara especie que se mezclaba con la humanidad por sus características externas; no eran vampiros de películas pero si debían ingerir el plasma en su estado natural porque allí estaba la fuente de todo el alimento que necesitaban, tampoco se multiplicaban con una mordida no obstante sus vástagos eran producto de uno de ellos y una mujer humana quien tendría la genética para transportar y albergar al heredero. Sus hijos en un término de doce o quince semanas saldrían al mundo con un único sexo, el masculino.

    Victoria acariciaba su vientre cada vez más pronunciado sabiendo que esperaba a un niño.

    —Será un soldado más para tu raza–, repetía la embarazada al único confesor de las desdichas que le esperaban. Y, tenía razón, esta especie vomitaba soldados varones que en su adultez se agruparían para la supervivencia desde las sombras, acaso no lo hacen todos los grupos de seres vivos en el planeta; porque ellos estarían exentos a la naturaleza, después de todo, pertenecían a la diversidad y peleaban su lugar en la cadena alimentaria. –Lo relativo está dado y siempre hay una variable–contestó Tomas a una duda lógica de la futura madre.

    Estadísticamente ellos no existían salvo en la imaginación sin límite, empero sus almas convivían entre nosotros tratando de respetar un equilibrio casi natural; no era fácil dar un hijo a este mundo y un hijo nacido era una posesión valiosísima para aquel que lo tenía. Ello significaría poder en todos los sentidos y respeto por un cerebro en formación al que se le pudiera instruir desde el principio. Un descendiente que se convertiría en un par, en un compañero eterno. En algún momento de la espera Tomas dejó escapar esa relación que había tenido con Axel, no compartían parentesco pero si le debía esa vida casi perenne.

    —No hay eternidad para nadie–, le contestó a la damnificada–, solo que algunas especies viven más que otras y se hacen más fuertes, esa cualidad trae una inmunidad a las células que no se marchitan fácilmente.

    Era cierto, los homófagos no encontraban la inmortalidad pero si tenían una vida lenta y sanaban con facilidad, no se enfermaban ni envejecían tan veloz como los humanos pero tampoco procreaban como ellos; podían pasar décadas sin un hijo y cuando nacía uno era tan o más vulnerable que un niño común, así como el período gestacional era ínfimo también el crecimiento. Milo, así elegiría su madre llamarlo, duplicaría sus años de vida hasta llegar a un tope de diez años y como en reversa, si no habría un homófago cerca para transmitirle a través de una mordida una sustancia proteica con unos ligeros aminoácidos especiales, envejecería en un tiempo récord homólogo a su gestación dando curso a un sin fin de fallas orgánicas provocándole una muerte segura; de esa manera se aseguraban la supervivencia pero también la subordinación del joven.

    —Paradoja la de ustedes, rápidos para nacer y rápidos para morir–, dictó Victoria en un vanagloriarse de soberbia. –Entonces, será tu recluta. Dijo acariciándose el vientre.

    —Siento que debo enmendar por no atreverme a Axel y la única forma es cuidando de tu hijo.

    Victoria cerró los ojos con una leve sonrisa, dejó que el sol sureño abrigue su rostro hinchado por las circunstancias y el silencio dio aviso que su interlocutor debía retirarse lejos de su presencia. Tomas no leía la mente ni los otros tampoco pero no hacía falta tener un don para saber que lugar tenía en esa familia devastada por tantas miserias; cuando era así se alejaba dejando la casa y al otro día regresaba pidiendo un permiso invisible para continuar nutriendo con información a las mujeres del hogar.

    Mientras los días pasaban el trato se solidificaba, Milo nacería dando muerte a su joven madre, crecería entre los suyos, la familia materna y sería educado por su tío especial hasta que fuera conveniente su metamorfosis, así lo llamaban ellas.

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1