SOLANA El muerto viviente
GALERISTA Y CRÍTICO DE ARTE
Su vida fue tan literaria como sus propios libros. En una de sus biografías nos cuenta Manuel Sánchez Camargo que Valentín Manuel Gutiérrez-Solana, santanderino y abuelo de Solana, hizo fortuna en San Luis Potosí, en México, en los años 30 del siglo XIX con la minería; tuvo dos hijos, Miguel y José Tereso. Fallecido él, la esposa, Juana, se casó con el administrador de Valentín. Los hijos viajaron a España y se asentaron en Ogarrio, cerca de Santander. Una vida acomodada, con esporádicas visitas de la madre que siente un aparente desapego, principio de una historia de relaciones personales extrañas y mal conducidas.
Acabado el bachillerato, José Tereso se instala en Madrid y estudia Medicina. La madre muere y deja una cantidad de dinero que le permitirá vivir sin trabajar, pese a haber sido muy perjudicado con respecto al tercer hijo, ya del administrador. Poco después se casa con Manuela, una joven de buena posición de Arredondo, hija de un periodista republicano que lleva los mismos apellidos: Gutiérrez-Solana. Son primos, pero se casan, y Miguel con la hermana de Manuela, Segunda. Estos marchan a Madrid y alquilan una casa en la calle de Leganitos y de ahí a la calle de Guadalupe, donde viven las dos parejas juntas. El matrimonio Gutiérrez-Solana y Gutiérrez-Solana tuvo 9 hijos. Solana, que recibiría el nombre de José Romano, sería el cuarto. Es una historia estadísticamente trágica la de esta familia. Tres murieron niños, cuatro adultos y a 1945, fecha del libro de Sánchez Camargo, llegaron dos vivos: José y Manuel.
UN ENTORNO ATÍPICO Y CULTO
El padre vive dedicado a todas y la historia de México, no pierden la referencia de su origen, que retornará en los cuadros de madurez en forma de estatuillas coleccionadas por el padre. Y dibujan.
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