ALMA MAHLER LA MUSA QUE ANHELÓ SER GENIO
SANDRA FERRER
ES LICENCIADA EN PERIODISMO. ES RESPONSABLE DE LA PÁGINA WEB WWW.MUJERESENLAHISTORIA.COM Y AUTORA DE “MUJERES SILENCIADAS EN LA EDAD MEDIA”, “BREVE HISTORIA DE ISABEL LA CATÓLICA” Y “BREVE HISTORIA DE LA MUJER”. COLABORA CON LA REVISTA CLÍO CON REPORTAJES ESPECÍFICOS SOBRE MUJERES EN LA HISTORIA.
ALMA FUE TESTIGO Y PARTE DE UNO DE LOS TIEMPOS MÁS CONVULSOS DE LA HISTORIA DE EUROPA. Nació en uno de los imperios más antiguos y falleció en una ciudad cosmopolita sacudida por la lucha por los derechos civiles. Creció en un mundo impregnado de arte en todas sus manifestaciones y vivió en primera persona el nacimiento de uno de los movimientos artísticos más importantes de su tiempo, la Secesión. Cuando nació en la Viena de finales del siglo XIX, Alma pronto descubriría que su voluntad estaba muy alejada de lo que se esperaba de ella y de todas las mujeres de su tiempo. Su vida transcurrió en un universo plagado de artistas, donde la belleza, transmutada en sublimes melodías, lienzos o versos, eran el motor de su existencia. Su primer sueño, convertirse en directora de orquesta, fue ya todo un reto para una mujer que había nacido en un mundo en el que solo se le permitía acercarse a la música como una bella intérprete de piano para amenizar alguna que otra elegante velada.
LA PRINCESA QUE QUERÍA APRENDER
Antes de convertirse en la mujer que deslumbraba con su aspecto y su carisma, Alma Mahler recorrió un largo camino de vicisitudes. Cuando nació el 31 de agosto de 1879, su familia no era la rica y burguesa familia conocida en todos los ambientes artísticos de Viena que llegaría a ser. Alma María Margaretha Schindler era la primera hija de Emil Schindler y Anna Sofie Bergen. Emil soñaba con ganarse la vida con su talento como pintor, pero en aquel momento a duras penas ganaba para poder sobrevivir en un humilde apartamento en uno de los distritos más humildes de Viena. Anna podría haber cosechado éxitos como cantante de ópera pero cuando rechazó un importante contrato para un teatro de Leipzig para casarse con Emil, abandonó para siempre sus aspiraciones profesionales. A Anna pareció no importarle su renuncia y apoyó incondicionalmente a su melancólico marido. Emil y Anna colocaron a la pequeña Alma en un viejo cajón de oficina hasta que un amigo de la familia les regaló una bonita cuna de madera con un cojín de plumas y fundas de satén rosa, objeto que, como recuerda su biógrafa Karen Monson en su libro Alma Mahler. Musa de genios, conservaría toda su vida con gran cariño. De acoger su pequeño cuerpo de bebé, terminaría convirtiéndose en una bonita caja de tesoros literarios y musicales.
Los primeros años de vida de Alma transcurrieron entre la ausencia de dinero y la apatía de un padre que no la recibió precisamente con los había sido concebida durante una larga ausencia de su marido. Mientras Emil se encontraba en un centro de reposo lejos de casa, Anna encontró consuelo en un amigo de juventud cuyo fruto fue aquella niña a la que Emil terminó aceptando como propia.
