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La batalla del fútbol en la galaxia
La batalla del fútbol en la galaxia
La batalla del fútbol en la galaxia
Libro electrónico473 páginas6 horas

La batalla del fútbol en la galaxia

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Con Star Wars como historia musa inspiradora, este joven autor nos transporta a una nueva galaxia, innovando con su estilo dentro del mundo literario.

En el planeta Sacredland se viven tiempos de monarquía. Doce son los reinos que habitan el cuerpo celeste. Pero algunos de los reyes pretenden, en secreta coalición, apoderarse de otros reinos, tras el aparentemente ingenuo velo de la celebración de un torneo de fútbol.

El joven príncipe del reino de Empirevillage, Wananki Aneiwan, gran jugador de fútbol y guerrero, deberá enfrentar en primera instancia al ejército de su padre, el rey Zeot Aneiwan, verdadero promotor de aquel plan de adueñarse de otros reinos a través del fútbol. Y para ello, Wananki deberá contar con la ayuda de su abuelo, el viejo rey Dukko Aneiwan, y con la de algunos jóvenes y fieles amigos.

Pero las intrigas palaciegas determinarán que, finalmente, el príncipe Wananki integre el equipo de fútbol del reino de Hopevillage, cuyo rival final a vencer será, justamente, el equipo de Empirevillage. Con el agravante de tener que enfrentar a su hermano mayor, el hábil príncipe Wansath Aneiwan, preferido de su padre Zeot, en desmedro de Wananki.

El hecho de que el planeta Sacredland esté habitado por humanos, xenoides y otras extrañas especies de variados seres en franca convivencia, aporta a esta apasionante historia de doble núcleo dramático -la batalla bélica y la batalla futbolística-, los más inesperados componentes de aventura, acción, romance y juego, a punto tal que el lector vivirá realmente una experiencia de lo más innovadora dentro del mundo literario.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9788417164218
La batalla del fútbol en la galaxia
Autor

Bruno Giannini

Con un nuevo estilo literario que narra las historias en escenas a modo de película, este joven autor llamado Bruno Giannini, cuya formación académica abarca las ramas del periodismo y la dirección de cine y tv, nos presenta dos de sus máximas expresiones artísticas: la novela literaria para adultos titulada La rebelión de los ángeles y La batalla del fútbol en la galaxia, El conflicto interno para un público más juvenil e ideal para aquellos jóvenes que quieran iniciarse como público lector.

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    La batalla del fútbol en la galaxia - Bruno Giannini

    La batalla del fútbol

    en la galaxia

    Bruno Giannini

    caligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    La batalla del fútbol en la galaxia: El Conflicto Interno

    Primera edición: julio 2017

    ISBN: 9788417120429

    ISBN e-book: 9788417164218

    © del texto

    Bruno Giannini

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Introducción

    El origen de la vida

    En una galaxia en forma de espiral, como la que los terráqueos conocieron a lo largo de su existencia, situada a millones de años luz, en el otro extremo del universo...

    ... existe un planeta llamado Sacredland, que hasta los tiempos de las monarquías que imperaron en él, desconocía la palabra guerra. Increíblemente, los primeros habitantes fueron una pareja de seres humanos, llamados Abap y Eris, de apellido Aneiwan, quienes, aunque pudiera resultar sorprendente, nacieron por obra y arte de un desconocido anciano, gracias a cuyos poderes creó también una pareja de no humanos, es decir, de xenoides, pero generando además entre ellos lo más importante: una adecuada posibilidad de convivencia entre ambas razas. Fue así que proveyó a esos seres de semillas de las más variadas especies, que ellos mismos diseminaron en diversos lugares de aquél, su planeta natal, dando a luz centenares de árboles y plantas de las más variadas formas y tamaños, como así también animales, y tanto éstos como aquéllos, de otras tantas especies.

    Con el correr de los años, humanos y xenoides se reprodujeron y dispersaron por los confines más lejanos del planeta, ocupando otros tantos territorios en los que, tiempos más tarde, convertidos ya aquellos pequeños grupos en grandes comunidades, serían conducidas por poderosos reyes.

    La familia Aneiwan

    Transcurridos aquellos tiempos, doce fueron los pueblos que, a modo de monarquías, habitaron el planeta Sacredland. Uno de ellos, el más grande y poderoso, fue Empirevillage, administrado por el rey Dukko Aneiwan, quien tras perder a sus padres durante la infancia, fue criado por la especie xenoide Tigerki, especie de inmensos tigres que vieron crecer al humano hasta su adolescencia, ocasión en que Dukko decidió marcharse hacia los confines del Sudeste, más cercano al Mar Duilas. Allí, por decisión de los humanos y xenoides que por entonces ocupaban la comarca, Dukko fue ungido rey. Fue entonces que se le apareció aquel ignoto anciano creador del universo, que sólo se dejaba ver ante el soberano, por su carácter divino, pero sólo en muy contadas y trascendentes ocasiones, como aquélla, en que había que bautizar un imperio. De allí que se apropincuó ante Dukko y le sugirió Empirevillage como nombre para su reinado.

    Dukko fue siempre un hombre muy afortunado, aunque no por fortuna sino por méritos fue ungido rey. Aunque su verdadera fortuna se apreciaba en el valor de quienes lo rodeaban. El principal, el ya mencionado ignoto anciano creador, de contadas y exclusivas apariciones, pero sólo cuando él lo decidía. Aunque también disponía Dukko de colaboradores humanos más íntimos y estrechos, en lo que hacía a la cosa más cotidiana y difícil de gobernar. Tania, una alta y bella mujer de largo cabello rubio que años más tarde se convirtió en su esposa y reina de Empirevillage; y Chabel, un largo camarada de aventuras en aquello de haber levantado aquel nuevo reino, en el planeta Sacredland. Compañías tan nobles y sagradas, que no podían derivar en otra cosa que en el exitoso reinado de sus dominios, como realmente ocurrió.

    Por todo ello, no había en el pueblo matrimonio más bondadoso y feliz que aquella pareja de reyes, cuya vestimenta de chaquetas, pantalones y vestidos remedaba la de sus gobernados, pues su modelo de vida era la igualdad.

    Como producto de su amor tuvieron una criatura de nombre Zeot quien, llamativamente, cuando nació no derramó ni una sola lágrima; y si bien ningún indicio hubo que los vinculara, aquel nacimiento coincidió con una fuerte tormenta que se manifestó oscureciendo el reino de Empirevillage en su totalidad.

    A pesar del amor que le brindaron sus padres, con el tiempo, Zeot, el príncipe, tal su condición por ser hijo de reyes, se transformó en un ser frío y calculador, que sólo pensaba en sí mismo. Físicamente, el príncipe Zeot era un hombre apuesto, dueño de una gran contextura atlética. Cuando concluía sus entrenamientos en el ejército, se cubría con su capa de príncipe y se disponía a seducir a cuanta mujer se le presentase..., goces para los que contaba con su ya mencionado atractivo físico, pero también con las luces que le brindaba su condición de nobleza. Hasta que conoció a Upiki, una atractiva humana de cabello castaño oscuro y tez blanca, cuya belleza jugaba con la de él, y con quien se casó y tuvo dos hijos varones llamados Wansath y Wananki. El primero, al igual que su padre, tampoco derramó una sola lágrima al nacer, y como aquél y también sin ningún indicio que los relacionara, trajo consigo una fuerte tormenta, que se manifestó esta vez oscureciendo todo el planeta Sacredland, y no sólo el reino de Empirevillage. El segundo hijo, en cambio, nació como cualquier humano normal, sin causar ni estar asociado a clase alguna de fenómenos naturales.

    A diferencia del resto de los humanos y xenoides, ambos hijos del príncipe Zeot serían, por determinación de éste, particularmente adiestrados en las artes del fútbol y la guerra, a tal punto que sobresaldrían entre sus compañeros, no sólo por su condición de nobleza, sino para que quedara claramente establecida la diferencia entre la familia real y el pueblo. Gozarían entonces del rango de guerreros, como su padre, privilegio al que a muy pocos les era posible acceder, y a quienes les fuera, sólo podrían serlo por decisión del príncipe. Tales eran las ambiciones de Zeot, que él se reservaba para sí este ámbito de decisiones, aun por encima de su padre, el rey Dukko, cuya grandeza espiritual le hacía trascender todo tipo de aspiraciones personales de semejante pequeñez y bajeza. Y tal era la proyección de poder que Zeot ya pergeñaba para sí, que comenzó a instruir a sus jóvenes hijos en un don que les descubrió accidentalmente en la niñez de ambos, don con el que ningún otro miembro de la familia contaría: el de la clarividencia.

    Dentro de éste tan extremo como autoritario modo de educación, Wansath, el mayor de los dos hijos de Zeot, se iría transformando con el tiempo en un arrogante adolescente de tan áridas conductas como para no dudar siquiera en castigar a su hermano Wananki, cada vez que éste pretendía pasar más tiempo con sus abuelos.

    Hechos que quizás anunciaban por primera vez, algo acerca de una probable significación oculta entre aquellos nacimientos de Zeot y Wansath, y las tormentas que todo lo oscurecieran por entonces.

    Dentro de tan espuria línea de conducta, no debiera sorprender un desvío en la moral de la vida marital de Zeot, volcado a la lujuria y a los placeres mundanos. Los practicaba por las noches, acompañado por sus dos únicos amigos, Atux y Jacob, dos humanos hombres de apariencia poco amigable, tan altos y corpulentos como Zeot, y entrenados junto a él en los ejércitos de Dukko, de donde les procedía su tan exclusivo como reservado para pocos, rango de guerreros.

    Producto de tales aventuras amorosas Zeot embaraza y posteriormente abandona a una hermosa joven humana llamada Ainara, dentro de una línea de desmembramiento de su conducta por la cual terminaría luego destruyendo su matrimonio, al echar a Upiki del castillo, pero impidiéndole que se llevara a sus hijos Wansath y Wananki.

    Años de reinado

    Durante los primeros años de consolidación de las monarquías en el planeta Sacredland, humanos y xenoides visitaban principalmente la nación de Empirevillage. Pero posteriormente, en la medida en que las relaciones se fueron estabilizando y tras las primeras visitas protocolares, los reyes solían reunirse a jugar partidas de póker alternativamente en distintos pueblos de las doce naciones, tres veces por semana.

    Los pobladores más humildes de Empirevillage, celosos cuidadores de sus escasos bienes, que adoraban al rey Dukko y a la reina Tania por la bondad con que ellos satisfacían semanalmente sus necesidades de alimentos, no dudaron en demandar de sus señores, mejores condiciones de vida y seguridad, cosa a la que el rey Dukko no dudó en acceder.

    El flamante rey Dukko, vivía junto a su esposa la reina Tania en un inmenso castillo de paredes tan sólidas como para soportar un huracán, y torres que parecían perderse entre las nubes. El castillo abarcaba un predio de gran extensión, que contaba con los establos al Oeste, donde descansaban los animales que formaban parte de la caballería; dos hangares al Sudoeste, donde guardaba los transportes; dos teatros circulares abiertos, que eran en realidad el escenario de entrenamiento para el ejército, y cuya superficie era un rectángulo de arena empolvada rodeado de tribunas de madera; dos talleres al Sur de los teatros, donde se realizaba el primer armado de los diferentes tipos de transportes deslizantes —es decir que sobrevolaban al ras del suelo— y la construcción total de las armas, con el metal fundido que se sacaba de los altos hornos, construidos junto a las minas de carbón, en los confines del Noreste más alejados del centro del reino.

    En un principio los soldados, para resultar ilesos en los entrenamientos, impulsaban hacia delante una esfera de cuero crudo, similar a una pelota, rellena de crines, viruta y materiales resistentes, a la que debían transportar, utilizando pies y manos, hacia el otro extremo del campo, donde había una especie de rectángulo que algunos denominaban arco, fabricado con tirantes de madera...

    Después de un largo período, Dukko realizó una reorganización dentro del ejército que sólo el ignoto anciano creador, el propio Dukko y el príncipe Zeot conocían. Por un lado se hallaban los humanos y xenoides que se alistaban para defender al reino en una posible guerra, y por el otro, quienes se inclinaban por representar a la nación en amistosos partidos de fútbol, deporte concebido por Dukko, y que más tarde cobrara notable difusión en diversos planetas, entre ellos la Tierra. Para los guerreros también erigió un colegio, al Este del castillo, al que por pedido del nieto menor, Wananki, iba a llamarlo Kiankeepers, cuyo significado se traducía como Guardianes del cielo y de la tierra, pero al que finalmente, por influencia de su hijo Zeot, lo denominó colegio Zaiuth en honor a un viejo Dios del mal, cuya historia sólo era conocida por el propio Zeot y su hijo Wansath.

    Tiempo después, junto a su corpulento amigo Chabel, Dukko había fabricado, de manera secreta, una ruta subterránea, que tenía como estaciones el castillo, las Montañas Kurralagash, la futura cabaña de Dukko y el Bosque Budsata. Otro secreto que ambos compartían y que ni siquiera otros reyes conocían era el mapa electrónico, en el cual supuestamente figuraban todos los planetas existentes en esa galaxia, regalo hecho en un viaje de visita a Sacredland por Ladminn —xenoide de la especie Tigerki de semejanza a tigres, cuyos padres criaran a Dukko hasta su adolescencia; precisamente Ladminn, había recibido el obsequio de parte de Ladagape, un xenoide amigo de la especie Kielephant de semejanza a elefantes, al que había conocido en otro planeta.

    Las últimas construcciones que Dukko había realizado era una serie de cabañas; una ubicada al Noroeste donde el pueblo limitaba con el Bosque Budsata, otra situada al Noreste donde la nación lindaba con los altos hornos; y por último, una serie de numerosas cabañas que a modo de hotelería se extendían cercanas a los confines del pueblo con el Bosque del Este.

    Agotado por tantos años de trabajo y con seis largas décadas encima, el rey Dukko evaluaba seriamente la posibilidad de retirarse, cediéndole el trono a su hijo Zeot; aunque no lo haría sin antes ver terminada una nave, que a diferencia de la utilizada en aquella visita por su amigo Ladminn, sería de pasajeros y no de guerra...

    Pero había algo que Dukko desconocía, y era que durante los últimos años, su hijo Zeot había establecido una importante relación con dos reyes, y tanto a éstos como a sus dos amigos Atux y Jacob, a un humano médico científico de nombre Truyerlik, y a su hijo mayor Wansath, les había comentado en forma secreta que llegado el momento les haría una interesante apuesta a todos los reyes, aunque sin darles mayores detalles...

    Además, por mediación de Atux y Jacob, el encargado de los talleres fue instruido para que conformara un grupo de obreros calificados para fabricar de manera secreta, con las riquezas que extraían de las minas, transmisores de largo alcance, cañones, catapultas y armaduras para los soldados, y para transformar aquellas supuestas naves de pasajeros en naves de guerra.

    Respecto del mencionado médico científico Truyerlik, sólo cabe agregar que vivía desde hacía años en el castillo, por lo que compartía muchos otros secretos, entre ellos uno que tendría como protagonista a Wansath, hijo mayor de Zeot, al que éste quería transformar en el mejor jugador de fútbol y guerrero de la galaxia. Y para hacerlo, requeriría necesariamente de la intervención científica de Truyerlik...

    A horas del retiro...

    Finalmente, fue en la añeja cocina del castillo, de dimensiones varias veces mayor a lo normal, donde Dukko dio a conocer a Tania y a Chabel, que en pocos días más dejaría el trono, cediéndoselo a su hijo, Zeot.

    Al otro día se lo informó a Zeot y a los nietos, y también a los once colegas reyes, que visitaban en aquel momento Empirevillage.

    Y mientras Chabel mandaba a preparar el escenario para el acto de la ceremonia frente al castillo, Zeot le ordenaba a su equipo de diseñadoras la realización de un traje para dicha ocasión.

    Tales diseñadoras eran quienes habían realizado la vestimenta de todo el elenco palaciego del reinado de Dukko, desde la muy sobria para él y su esposa, la reina Tania, pasando por todos los rubros oficiales y laborales, incluyendo las casacas, pantalones cortos y medias color crema con vivos marrones que identificaban al equipo local de fútbol. Y presumiendo que algún día llegaría al poder, Zeot quería diferenciar totalmente su período de gobierno con respecto al de su padre, razón por la cual había ordenado ya la fabricación del futuro uniforme del equipo de fútbol y del ejército: chaquetas y pantalones rojos y negros, colores inversos a los de la vestimenta actual de Zeot, Wansath, Wananki, Atux y Jacob.

    Posteriormente, Zeot tuvo un día rutinario al igual que sus hijos, quienes eran tan corpulentos como él. Por orden del príncipe sólo podían entablar amistad con tres jóvenes jugadores de fútbol que tenían su misma edad. Pero éstos y Wansath, debido a sus diferencias, habían decidido apartar a Wananki, que a diferencia del hermano, era un adorable adolescente, que disfrutaba pasando las horas junto a sus abuelos.

    En Empirevillage, los rumores acerca del traspaso de la corona comenzaban a correr, los habitantes empezaban a impacientarse, las caras de tristeza invadían el pueblo, y el miedo se adueñaba de la situación, por no saber qué les depararía el futuro con el nuevo mandatario.

    La última noche como rey lo encontró a Dukko solitario e inquieto en la cocina, como si algo le faltase; tal vez la visita del ignoto anciano creador, que sólo aparecía en las grandes ocasiones. Y según Dukko, ésa era la principal para él, dado que era la última. Pero quizás porque esa vez no requería de consejo alguno, aquel viejo anciano creador... no apareció esa vez...

    Capítulo I

    El traspaso de la corona

    Las horas pasaron, las agujas marcaron las siete y el reloj comenzó a sonar, despertando a Dukko y dando inicio a nuestra historia. El primero en visitar al rey esa mañana fue un sol radiante, que se asomaba por el enorme ventanal que desde la habitación situada en el segundo piso del castillo permitía observar parte del pueblo.

    La alcoba era tan grande como un salón de fiesta; los antiguos muebles y objetos se encontraban distanciados entre sí por varios metros. El rey se había sentado sobre la cama, pensando qué cosas haría ese último día como mandatario del pueblo, comprendiendo al fin que en cuatro horas sólo podría inspeccionar la construcción de las naves, que estaban prácticamente terminadas.

    Mientras se vestía alguien golpeó la puerta. Durante unos segundos sintió como si una tenue sensación de ansiedad lo abordara; pensó que tal vez aparecería el anciano amigo.

    —¿Quién es? —preguntó, mientras se acomodaba la chaqueta.

    —Wananki, abuelo —se oyó del otro lado.

    —Pasa, no hace falta que golpees —y mientras el nieto menor ingresaba a la habitación, Dukko continuaba hablándole—. Tus visitas siempre son bienvenidas... a propósito... ¿qué haces despierto tan temprano?

    Era extraño que Wananki visitara la alcoba del abuelo, a quien siempre lo esperaba junto a Tania y a Chabel en la cocina, para luego asistir a los entrenamientos matutinos.

    —¿Pasó algo? —preguntó Dukko, mientras se ponía las botas.

    —No, sólo quería saber si... de verdad... vas a dejar el mandato... —respondió, esperando una respuesta imposible. El silencio se hizo presente por unos segundos...

    Después de respirar profundamente, finalmente Dukko contestó:

    —Wananki, si bien es cierto que con mis sesenta largos años no soy viejo... no puedo esperar a cumplir más para disfrutar de ellos con tu abuela. Creo haber hecho bastante por este pueblo y sus habitantes... ¿o no?

    El adolescente se quedó pensativo y al reaccionar e intentar formular una pregunta fue interrumpido por el abuelo, quien le apoyó la mano en el hombro diciendo:

    —Pronto serás príncipe, ¿has pensado en eso?

    La respuesta dejó sin palabras a Wananki, sintió que su pregunta había sido contestada. En él recaería desde ahora la responsabilidad de que Zeot cumpliera con sus obligaciones.

    Juntos, se retiraron de la habitación y comenzaron a recorrer los amplios e iluminados pasillos del segundo piso, que por sus dimensiones parecían galerías; estaban alfombrados en azul, y floridos jarrones ubicados a ambos lados alegraban el transitar por ellos.

    Luego de recorrer los interminables recodos que el castillo presentaba, inclusive las amplias y relucientes escaleras que desde la planta baja derivaban a los cuatro pisos, Wananki y su abuelo Dukko llegaron a la cocina ingresando al lugar por la puerta que comunicaba con el salón principal de la planta baja. La cocina contaba en su interior con otras puertas que conducían a otros sectores del castillo, entre ellas, una que comunicaba con el patio exterior y la salida trasera de la enorme fortaleza.

    —Buenos días, abuela.

    —¡Cómo anda mi futuro príncipe! —exclamó Tania abandonando momentáneamente su desayuno ante el saludo de su nieto menor. La reina estaba sentada cercana a la cabecera más lejana de la mesa que abarcaba prácticamente todo el largo de la cocina. Sobre un lateral se extendía una larga mesada, y sobre el otro viejos muebles, y las otras tantas puertas que conducían a otros sectores del castillo.

    —Bien, un poco nervioso. Nunca estuve delante de una multitud tan masiva y diversificada. Todo el pueblo se agolpará frente a mí cuando el abuelo le entregue la corona a mi padre —los abuelos lo observaban callados, orgullosos por su humildad.

    —Eres un gran chico —dijo Dukko, mientras disfrutaba ya de su desayuno. En la larga mesa decorada con flores alegres; había pan, diferentes tipos de galletas y dulces, frutas y jugos naturales, todo como correspondía a un desayuno de la realeza.

    —¿No has visto a Chabel esta mañana? —preguntó el rey a su esposa.

    —Estuvo muy temprano por acá; después se fue a su futura casa. Creo que comenzó con la mudanza —Chabel se había despertado antes de lo habitual para trasladar sus pertenencias.

    Los reyes continuaban con su desayuno, sin demasiado tiempo para dialogar.

    Wananki, manifestándose inquieto, preguntó:

    —Abuela, ¿No has visto a mi padre?

    —Salió temprano. Cuando llegué ya estaban las mucamas limpiando —era común que Zeot dejara todo desordenado. Habitualmente lo acompañaban Wansath, Atux y Jacob, con quienes partía a primera hora. Parecía que los cuatro asistían a una fiesta cada vez que ingresaban a la cocina, pero no exactamente por su educación, delicadeza y limpieza... En aquel lugar por la mañana sólo faltaba la música, ya que el sitio quedaba dado vuelta.

    Antes que Dukko terminara de desayunar, por la puerta que daba al patio exterior ingresó Chabel, con su nuevo y pequeño compañero... Junior, un perro inteligente, de raza canina indefinida...

    —Buenos días, ¿cómo andan? —Dukko asintió con una sonrisa al ver a su amigo tan bien acompañado por aquel animal.

    —Buenos días, viejo amigo —respondió el rey.

    —Hola, Chabel —contestó por su parte Wananki.

    —Chabel, dime, ¿No has pensado en continuar trabajando aquí? —retomó el rey.

    —No, amigo, creo que los dos hemos cumplido un ciclo. Voy a extrañar esto, pero no siendo junto a ti ya no me interesará trabajar —el monarca pareció comprenderlo, y ya saliendo de la cocina Chabel le preguntó: —. ¿Cuál será nuestro trabajo hoy?

    —Sólo iremos al hangar. Quiero ver cómo evoluciona la construcción de las naves.

    Retirados el rey y su amigo de la cocina por la puerta que daba al patio exterior, Chabel soltó a Junior, quien olfateando se dirigió hacia los establos, dado que allí estaba la perra labradora de Dukko, con sus cuatro cachorros.

    Mientras tanto en la cocina, Wananki, aún inquieto y pensativo, saludó con un beso a su abuela.

    —¡Wananki! ¿no te olvidas algo? —estaba tan distraído, que había olvidado las herramientas de entrenamiento.

    —¡Oh, mis espadas y el escudo! —y recogiendo rápidamente sus pertenencias y saludando nuevamente a su abuela Tania partió hacia el colegio Zaiuth.

    Los entrenamientos para Wananki y Wansath eran de doble turno. Cuatro horas por la mañana divididas en dos turnos de dos horas cada uno, dedicadas al aprendizaje de los combates y del deporte, respectivamente; luego se retiraban para almorzar y realizar una breve siesta, y por la tarde retomaban el mismo orden que a la mañana.

    Eran aproximadamente las nueve de la mañana de un caluroso día martes, y se estimaba que en pocas horas más sería el acto para todo el pueblo. Tal era así, que cuadrillas de trabajo ultimaban detalles delante del castillo, donde estaba preparado el gran estrado. El grado de nerviosismo se acrecentaba en general a medida que se acercaba el acontecimiento.

    Por su parte, Zeot, Wansath, Atux y Jacob se entrenaban con las tropas del ejército en el colegio Zaiuth. La construcción tenía tanto por fuera como por dentro aspecto de pequeño castillo, y si bien de dimensiones menores, era tan alta como el hogar de Dukko.

    Wananki ingresó al sitio de las prácticas bélicas y charlas deportivas con la cabeza gacha, caminando lentamente por un amplio pasillo que derivaba a dos enormes salones, unificados por una arcada. Observado de reojo por los soldados que no dejaban de entrenar, el joven caminó hasta donde estaban sus familiares y los amigos de su padre, quien no le dio importancia al retraso del hijo menor, ya que para aquél, las prácticas de Wananki sólo tenían un interés futbolístico, sobre todo cuando éste jugaba junto a su hermano mayor Wansath, con quien a pesar de sus mutuas diferencias, ambos formaban una gran dupla.

    Sabiendo que los demás reyes se acercarían al pueblo con motivo del acto de ceremonia por la sucesión de la corona, Zeot dejó de entrenar por un momento y les dio una instrucción a sus amigos Atux y Jacob.

    —Después del entrenamiento verifiquen el trabajo del personal de servicio —Atux y Jacob observaron atentamente a Wananki, decidiendo no realizar preguntas. Sólo obedecerían la orden del futuro rey. Pero al ver que Wananki permanecía pensativo mirándolos, Atux le preguntó:

    —¿Qué harás cuando seas príncipe? —todos los ojos que lo rodeaban se centraron atentos y ansiosos en Wananki, esperando por su repuesta. Zeot soñaba escuchar un insulto contra Atux, o tal vez un simple no sé, pero en pocos segundos su sueño se desvaneció.

    —Seguiré compartiendo mi tiempo con mis abuelos, y cuidaré lo que ellos con tanto amor construyeron —el aún príncipe Zeot observó con desprecio a su hijo menor, encaminándose posteriormente hacia donde comenzaba el segundo salón, para continuar con el entrenamiento. Lo propio hicieron Atux y Jacob, mientras que Wansath no fue la excepción, pero antes, frunciendo el ceño replicó con desprecio:

    —Siempre con tus abuelos…espero que alguna vez te hagas hombre —enojado, Wananki miraba a Wansath alejarse, limitándose luego a comenzar con el entrenamiento. Sabía que cualquier respuesta o intento de diálogo con Wansath sería en vano, no obstante sentía un gran respeto por él como hermano mayor.

    Era envidiable ver a Wananki entrenar junto a un grupo de soldados; parecía conocer cada movimiento de los rivales, aun sin observarlos; luchaba contra los que tenía delante de él, girando luego sobre una baldosa, para hacer lo mismo con los que lo atacaban por detrás. Con breves acciones derribaba a uno, dos, tres... veinte... soldados quedaban caídos en el piso como pidiendo agua en pleno desierto...

    Por su parte Zeot, sus secuaces y Wansath lo observaban sorprendidos. No sabían si podrían lograr los mismos resultados que aquél tan diestro. Pero tratando de olvidar las peripecias realizadas por el futuro príncipe menor, continuaron entrenando.

    Zeot había cambiado de planes. Durante toda la mañana sus hijos entrenarían junto a él, Atux, Jacob y los soldados, dejando para la tarde la práctica futbolística.

    El futuro rey continuaba entrenando junto a dos humanos soldados, esquivando y arrojando golpes; Zeot dejaba a los rivales tendidos en el piso con sólo realizar dos veloces maniobras de ataque, y mientras observaba a sus vencidos, parecía pensar en los movimientos antes realizados por Wananki. Luego miró a todos los soldados, e intuyendo que ellos esperaban otra maniobra espectacular por parte de Wananki, se acercó a Wansath, quien entrenaba junto a Atux, Jacob y otros soldados. El futuro rey temía que los demás admiraran a Wananki, hijo a quien ignoraba, e intentando verificar, por otra parte, si la destreza evidenciada por éste último había sido casualidad o sabiduría propia; Zeot tramaba realzar la imagen de su hijo preferido Wansath, poniendo a prueba a ambos.

    —¡Wananki...! —gritó casi desde la otra punta. El hijo menor seguía practicando con otros tres soldados sin advertir aquel llamado—. ¡Ven, Wananki! —volvió a gritar Zeot.

    Entonces, el joven lo advirtió y acató la orden, y caminando lentamente se acercó a su padre, observado atentamente por los humanos y xenoides allí presentes. Y Zeot no tardó en interrumpir también el entrenamiento del hijo mayor, haciéndole una seña.

    Los soldados que estaban alrededor, junto a Jacob y a Atux, observaban a Zeot, quien al parecer daría una orden, que no tardó en llegar.

    —¡Atención...! —exclamó con voz potente—. Quiero que observen este combate... —mientras los hijos, los amigos y todos los allí presentes no le quitaban la vista de encima. Los más cercanos a Zeot, sus íntimos, se imaginaban lo que él planeaba, y se relamían por escuchar las palabras del futuro rey—. Mis dos hijos van a dar una exhibición —Wananki lo miró sorprendido, abriendo sus ojos verdes grandes como dos planetas. Por su parte, Wansath parecía ansioso por enfrentar al hermano y sin dudar se paró enfrente, levantando la guardia. Wananki lo observó atentamente; luego hizo lo propio con el padre, con los amigos de su padre, y con todos los allí presentes; y guardando las armas dio a conocer su decisión de que no lucharía contra Wansath ni siquiera como entrenamiento. Se oyeron entonces murmullos de todo tipo... El joven Wananki se alejó rápidamente. Y mientras Zeot, Atux y Jacob dibujaban una gran sonrisa en sus rostros, Wansath replicaba contra el hermano.

    —¿Adónde vas? ¡Te dieron una orden, pelea...! ¡Algún día nos vamos a enfrentar, me oíste, algún día nos vamos a enfrentar, ahora ve, corre a los brazos de tus abuelos...! —Wananki continuó caminando, observando de reojo al padre, como esperando que le dijera algo a Wansath. El futuro príncipe menor continuaba acumulando bronca e impotencia por las actitudes del padre y el hermano. No quería ni siquiera discutir con ninguno de los dos. Prefería callarse. Y mientras continuaba alejándose del lugar Wansath insistía:

    —¡Vuelve, aprende a luchar, cobarde...!

    Zeot logró entonces su propósito, reivindicar la figura del hijo mayor por sobre la del menor. Luego, dirigiéndose a todos los presentes, con voz enfática dijo:

    —Eso que acaba de hacer mi hijo menor es exactamente lo que ninguno de ustedes jamás deberán hacer, jamás deberán entregarse, jamás deberán rendirse. Deben luchar y vencer a su enemigo, a como de lugar… ¡Esa es mi primera orden como futuro rey de Empirevillage! —sobrepasando su elevado tono de voz, una ola aún mayor de gritos de euforia lo envolvió, aprobando sus palabras.

    —Ahora aplaudan al futuro príncipe de Empirevillage —y mientras todos los soldados acataban la orden del futuro rey, Jacob y Atux se miraban sonrientes. Wansath, por su parte, en actitud reconcentrada, levantaba los brazos aprobando el gesto de los soldados, que no dejaban de aplaudir, mientras Zeot, por la suya, realizaba una seña urgente, que un guardia captó y obedeció golpeando una esfera de bronce similar a una campana cuyo tañido anunciaba el final del entrenamiento.

    Luego Zeot dio una orden más:

    —¡Pueden retirarse! —y acompañado por su hijo mayor Wansath, y por sus dos amigos Atux y Jacob, partió rumbo al castillo para acicalarse para la gran celebración.

    Mientras Wananki eludía el escenario que ya estaba preparado delante del acceso principal al castillo, e intentando apartar de sus pensamientos lo ocurrido en el colegio Zaiuth, saludaba a los primeros asistentes, que comenzaban a ubicarse en derredor de la gran plataforma. Ya dentro de la fortaleza se dirigió a su habitación. Llegar a la misma significaba tener que ascender por una de las cuatro escaleras que cercaban el lujoso y gran salón de la planta baja, y desde el cual numerosas puertas comunicaban con los diferentes sectores del palacio.

    Por ese entonces, Dukko y Chabel ingresaban al hangar, dos extensos galpones con forma de pequeños castillos, construidos con un material muy resistente, capaz de soportar las más embravecidas tormentas y tornados, y unidos de la misma forma que los salones del colegio Zaiuth, es decir, por una arcada en el medio.

    El rey y su amigo caminaban por el medio del hangar, transitando por la pista de desplazamiento de los transportes deslizantes —los que sobrevolaban al ras de la superficie—, estacionados en esos momentos a ambos lados de ese trayecto. Algunos transportes con forma de ómnibus eran sólo de pasajeros y podían alojar hasta cuatro personas. Otros tenían forma de cuatriciclos y eran de combate. Respecto de las naves, de acuerdo con la secreta política establecida por Zeot, con excepción de las destinadas al transporte de carga o al traslado de los equipos de fútbol, todas las demás debían ser de guerra. Por entonces y bajo maniobras ocultas, naves de diferentes modelos que diferían en sus formas y tamaños se encontraban en esos momentos en fabricación. Algunas de estas naves operaban desde plataformas móviles, manejadas por técnicos a través de tableros electrónicos.

    Aquella mañana los operarios, incluyendo los que estaban colaborando secretamente con Zeot, abandonaron momentáneamente las tareas para saludar al rey y a su amigo.

    —Buenos días rey Dukko, buenos días Chabel —el rey les devolvía el saludo sonriente, a la vez que les decía:

    —Buenos días amigos, ¡cómo andan! —mientras Chabel saludaba extendiendo la mano, sin visualizar a un pelado xenoide de horrible rostro indescriptible y largos bigotes, que invocó, casi siendo atropellado por el notable físico de Chabel:

    —¡Rey Dukko!

    —Por favor, amigo, basta de protocolos —Dukko quería que aunque sólo fuera por ese día, lo llamaran por su nombre. No le disgustaba que le dijeran rey, pero prefería mantener una relación de amistad con los trabajadores, aun conservando su lugar—. Llámame sólo Dukko.

    —Ya es una costumbre llamarlo rey. Creo que si me lo cruzara en la calle, aun habiendo dejado usted la corona, seguiría llamándolo así —era cierto, después de tantos años de haberlo llamado rey, denominarlo simplemente por el nombre iba a resultar un tanto extraño—. Quería decirle que la primera nave ya está lista —y le señaló con la mano cual era.

    —¡Veámosla entonces! —en un principio el xenoide titubeó, al no saber si debía ir delante o detrás del rey, pero finalmente se decidió y guió al líder y a su amigo. Aunque los verdaderos motivos del titubeo no era el desconocimiento protocolar del tratamiento de esa situación, sino el temor de que el rey se diera cuenta de que se estaban realizando trabajos secretos ordenados por Zeot, y ajenos a su conocimiento.

    Comparada con los transportes terrestres o deslizantes ya existentes, la nave era realmente grande y su poder de fuego devastador, desconocido aún por Dukko: contaba con cuatro cañones ocultos, que disparaban misiles teledirigidos.

    El rey quiso inspeccionarla por dentro, por lo que no dudó en ingresar junto a su amigo Chabel, seguido por el xenoide que, nervioso, comenzaba a transpirar. Hasta llegar a la cabina principal el monarca verificó toda la nave sin hacer pregunta alguna, pero algo le llamó la atención cuando vio el tablero de control desarmado...

    —¡Me dijo que la nave estaba terminada!

    —Disculpe Su Alteza, a último momento tuvimos que cambiar algunas piezas, pero no queríamos que se retirara sin ver al menos esta nave, creación de su reinado, señor —como intuyendo algo, Dukko se acercó al tablero de control a pesar de no entender nada de electricidad ni mecánica. El rey se mantenía en silencio; le llamaba la atención el hecho de que siendo una nave de transporte, el tablero fuera de igual diseño que el de la nave de su amigo Ladminn, que era de guerra. Manteniendo la misma postura para no alertar al xenoide, de quien empezaba a sospechar que le mentía, Dukko bajó de la nave diciendo:

    —¡Los felicito, realmente han hecho un trabajo excelente! —con una actitud falsa, el pelado xenoide suspiraba supuestamente de alivio, tras el temor de que el encubrimiento hubiera sido descubierto, mientras Chabel lo observaba y los demás escuchaban los elogios del rey. Por supuesto que el trabajo no terminaba ahí. Debía continuarse con la fabricación de nuevas naves, cuyas primeras partes eran transportadas desde los talleres de fabricación, mediante carros de hierro reforzados con cuatro ruedas triples que parecían camiones sin terminar, ya que tenían la cabina del conductor incompleta y la caja

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