IMPONERSE POR LA FUERZA
HISTORIADOR
Es una imagen que muchos tienen en la cabeza cuando piensan en el antiguo Egipto, la de una próspera civilización que, aislada del resto del mundo por los desiertos que rodean el valle del Nilo, vivía sin preocupaciones a orillas del generoso río. Pacientes, los egipcios esperaban la llegada de las pun- tuales aguas de la crecida al comienzo del verano, y así podían cultivar sus campos sin problemas. Además, durante los tres meses de la inundación, este pacífico pueblo sin enemigos, cuya vida transcurría en armonía con la naturaleza, aprovechaba para construir grandiosos edificios, como el monumental templo de Karnak o las gigantescas pirámides de Giza. Por desgracia, se trata de una imagen por completo falsa: los egipcios distaban mucho de ser un pueblo pacífico que habitaba en una tierra de jauja.
El Nilo era un río peligroso, porque, si bien la inundación se producía anualmente, solo la mitad de los años tenía el volumen adecuado; en la otra mitad, era demasiado elevado o demasiado escaso, lo que causaba destrucción y hambrunas. El mismo entorno era violento con los egipcios, con un sol de justicia que unía sus fuerzas al polvo y el viento en su intento por dejarlos ciegos, mientras que una alimentación escasa y con pocas proteínas, el ataque de montones de parásitos y unas labores pesadas y nada seguras acortaban su vida hasta apenas cuatro decenios. La misma estructura social producía tensiones entre sus miembros y no pocos abusos de poder, que degeneraban en violencias de todo tipo.
La violencia en casa
Un lugar en el que también encontramos un ambiente menos pacífico de lo esperado es en el
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