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Tresseiscinco: Mañana será otro día
Tresseiscinco: Mañana será otro día
Tresseiscinco: Mañana será otro día
Libro electrónico447 páginas3 horas

Tresseiscinco: Mañana será otro día

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Información de este libro electrónico

«He decidido que voy a escribir algo cada día durante un año. A diferencia de un diario común, no voy a narrar cosas ni sucesos que haya vivido hoy, ni siquiera os diré qué día, ni en qué mes estamos ahora mismo, simplemente escribiré algo, tenga o no tenga sentido, me da igual, solo quiero que me leáis».

Un joven inquieto, inconformista y cuya identidad nunca quiso destapar, decidió escribir un pequeño trozo de su sentimiento todos los días, durante un año, a modo de terapia, con un sentido aparentemente desordenado.

Sin embargo, hay que plantearse muchos hechos a la hora de desahogarse de manera libre: ¿afectará en su modo de ver las cosas? ¿Destapará secretos que solo su mente conocía y trataba de ocultarme? ¿De verdad la terapia funciona como cura, o como potenciador de la misma enfermedad?

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento11 feb 2020
ISBN9788417947781
Tresseiscinco: Mañana será otro día
Autor

Adrià Gil Viñuelas

Durante años, todos aquellos cuya expresión ha servido para el cambio, han sufrido represalias, censuras, ejecuciones injustas, muertes que buscan silencio, pero que acaban con la sordera social. La escritura es la mejor arma, más dolorosa que cualquier puño, más letal que cualquier fusil, tan mortal y tan fuerte que derriba muros, dictaduras, represiones, cárceles, paisajes, océanos, mundos, familias, parejas, sentimientos... Escribo cuando siento que escribir es decirle adiós al mundo que mis sentidos percibe. Saludo al universo infinito que solo un bolígrafo y un papel es capaz de concederme. La magia de la creación está en nuestras manos, no en la de un mártir en una cruz. Somos nosotros, nuestros sentimientos. Un bloc de notas no te juzga, no te dice que haces las cosas mal, solo deja escrita tu libertad de ver el mundo a tu manera, de vivir tu vida tal y como la quieres vivir. Me llamo Adrià Gil Viñuelas, nací un 20 de septiembre de 1992. Estudiante de Filología Hispánica y amante de todo aquello que pueda ser escrito con la música y los sentimientos.

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    Tresseiscinco - Adrià Gil Viñuelas

    I

    He decidido que voy a escribir algo cada día durante un año. A diferencia de un diario común, no voy a narrar cosas ni sucesos que haya vivido hoy, ni siquiera os diré qué día, ni qué mes estamos ahora mismo, simplemente escribiré algo, tenga o no tenga sentido, me da igual, solo quiero que me leáis.

    Inicio esta terapia con un párrafo muy sincero. Menciono la palabra terapia porque años atrás usaba la escritura como método de desahogo. Con el paso del tiempo y la suma de responsabilidades, fui perdiendo esta costumbre, quizás el significado por el cual atribuyo la palabra terapia a este acto es por intentar volver a aquellas edades en las que sentía que el mundo era demasiado pequeño para mí. Solo tengo veintiún años —quizás sea la única pista temporal que os dé, así que tomad nota —y siento demasiados vacíos en mi interior, a lo mejor con el tiempo los llene, o sigan vacíos, o simplemente me encuentren muerto en un banco intentando hallarlos. Lo único que sé es que he perdido ese entusiasmo y que por consiguiente se me ha hecho un mundo demasiado grande. Expertos del tema, convoco en vuestras mentes voces paternas, maternas o pedagógicas, dirán que es la consecuencia de hacerse mayor, pero ¿qué es ser mayor? Sin tener que filosofar: ¿ser mayor implica ver carreteras más largas, arenas más movedizas, caminos hechos de obstáculos y muros que solo el cielo sabe su longitud? Es cierto que es un tópico que cualquier adolescente con dos dedos de frente es capaz de llegar pero ser mayor debería ser ese momento en el que tú eres libre de cualquier barrera y de cualquier tipo de ideología que lo único que hace es cerrar tu mente y alargar aún más tu camino, y no ese momento en el que únicamente absorbes responsabilidades que un rebaño de borregos, suavizando sus actos con el uso de la palabra sociedad, absorbió inconscientemente de si ese modus vivendi era el adecuado para ellos. Pues bien, a mí tal vez me toque ser mayor, aunque nunca haya querido.

    Me reinicio, pues, al uso de la palabra por el desahogo, a llenar el papel de insultos, de incongruencias, de verdades, o de mentiras, simplemente liberar palabras, ya sean verbos, nombres, adjetivos, casos, sintagmas, complementos, etc.; necesito esta terapia, pues no creo en la psicología de pago, ningún desconocido puede ayudar a reformarte, solo creo en mí: en mis actos, tanto buenos como malos, en mi fe atea hacia el mundo y el desprecio que siento por la gente que lo gobierna. Quiero incitar a que todos hagáis este ejercicio: escribe algo, inténtalo, una historia, un cuento, tu vida idílica, lo que sea, solo escribe.

    Hoy, voy a ser muy breve, me he presentado y he dejado claras mis intenciones sobre esta terapia, nada más, Tresseiscinco solo acaba de empezar y mañana supongo que será un nuevo día.

    II

    No paro de darle vueltas a lo mismo, cada día me levanto más cansado porque ese pensamiento no me deja dormir. Cuando me despierto y voy al baño para terminar de despegarme de las sábanas, veo mi rostro en el espejo y a veces no consigo ni verme, no es por el grosor de las legañas, ese no soy yo; no paro de darle vueltas a lo mismo.

    ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¿No está lo suficientemente enfermo este mundo como para inyectarle más dosis de morfina? ¿Despertaremos algún día? Saber que no sabes nada es un auténtico martirio. Descubrir que sabes algo tal vez sea una hazaña tan lejana que ni siquiera imagino alcanzarla. Mi mente solo se centra en intentar despertar de este engaño y no pensar cómo piensan los demás, no por creerme especial sino porque soy incapaz de pensar como ellos.

    ¿Quiénes son ellos, para mí? Quizás ellos sea la definición que le atribuya a la sociedad, o a mi vecino, o a mi familia, o quizás aquellos que nunca me van a leer —ni otra cosa con portada y sinopsis—. Ellos están enfermos, pero no son el problema, son solo víctimas de un sistema del que quizás me harte de nombrarlo en esta terapia —podría gastar cuantiosas hojas intentándoos describir qué es para mí el sistema y no creo que saliese nada bueno —, un sistema que inyecta virus, virus que transportan palabras, palabras que transportan odio, odio que transporta ignorancia, ignorancia que transporta muerte y ésta última a la política.

    Cuantiosas veces he sufrido el golpe que propina este virus de parte de amigos y familiares. Siempre me he preguntado si le podemos poner un remedio a esta diferencia, pero el utilitarismo, por suerte, no sería útil, pues todos pensamos diferente, algunos no tan diferente, y tendemos a poseer distintas creencias, por lo tanto, cada vez que lo pienso, la respuesta que encuentro es negativa. Solo queda vivir con ello e intentar emprender una batalla donde tus grandes referentes siempre han caído, pero, ¿qué sería de ellos sin estos grandes personajes que la historia solo nos describe como personajes? De tal forma que podemos interpretar si existieron o no, pero ahí están sus actos, gracias a estos personajes ellos tienen derechos y todo tipo de libertades, privilegios que hoy en día se ven subestimados, pues abundan demasiado y gracias a la vida que abundan demasiado, pero no nos damos cuenta de que lentamente nos los están volviendo a arrebatar. Algunos de nosotros aún podemos comer cada día, pero hoy le he tenido que dar dos barritas de chocolate a un indigente y me lo ha agradecido con la bendición de su dios, que permite su pena y su malvivir.

    Me gustaría acabar con el segundo día con un mensaje optimista, a pesar de todo, me considero un muchacho guerrero que se ha levantado de toda clase de castigos, no he dejado que me inyecten el virus, ni siquiera he permitido que desahucios y leyes absurdas puedan conmigo. Quizás vaya a contracorriente en todo momento o sea uno de los pocos que van en la dirección correcta, ¡no lo sé! Demasiado joven como para saberlo, tal vez. Empiezo a darme cuenta de demasiadas cosas, busco la forma de plasmarlo, así de simple y agrade o no, tresseiscinco sigue su ruta, un día más, una reflexión más, una página más y a dormir junto a mis interrogantes y bien lejos de ellos y sus virus.

    Mañana será otro día.

    III

    Otra noche más sentado, con la única compañía de la música y del papel, lejos de las calles donde el viento irrumpe el amargo silencio que éstas esconden. ¿Dónde está la inocencia que antes tenían? ¿Por qué la sangre de tantos inocentes derrama nuestras calles? ¿Qué hemos hecho para merecernos tan incómodo silencio?

    Tantas preguntas, cada día, tan pocas respuestas, ningún día. Tantas horas perdidas pensando, cuantiosos momentos buscando un rincón, un asiento o simplemente un lugar para que tu mundo pueda fluir libre de este silencio que alberga las calles y que solo el viento es capaz de dar sonoridad en un corto periodo de tiempo a este callar amargo. A lo lejos aún se ven rasgos de inocencia, solo rasgos, en los parques, donde mi mente se olvida y mi terapia se queda resumida en una palabra: vivir.

    Los parques son el ruido de las calles, allí donde todos somos niños, donde simulamos grandes campos de fútbol, donde empezamos con nuestras primeras rimas, nuestras primeras broncas, nuestros primeros amigos, nuestros primeros besos y nuestros primeros llantos. Son el ruido que evita el enmudecido camino de las calles, un mundo aparte e idílico, no hay nada más que vida y aún sigo ahí, chillando cada día más fuerte, rugiendo el camino de la libertad, el derecho y la igualdad en las calles y en los parques.

    Solo mi mente conoce el poder de estas palabras, cómo algo tan minúsculo es capaz de hacer tanto daño, tanto ruido, a algo que aparenta ser enorme. ¿Por qué echarse atrás? ¿Resignarse? ¿Eso quieres? Que te pasen la mano por encima todos los días de tu vida sin poder hacer nada, ¿Te gustaría?

    Mis calles albergan silencio, un silencio tímido que se cree poderoso, pero es débil, nadie sabe lo vulnerable que es porque no hemos hecho esfuerzo alguno en romper esta barrera silenciosa, ¿Por qué no hacerlo hoy, esta noche, por ejemplo? Nuestro propio ruido con sueños, con esperanza, con la más libre de nuestras expresiones, pues somos libres, repito, libres; esta palabra vulnera el silencio, que está encerrado con el callar de todos nosotros. Silencio no conoce la palabra libertad, pues clausura a todo orador, escritor, librepensador, etc.

    Sí, insisto con lo mismo de ayer, no paro de darle vueltas a lo mismo, repito. Desde diferentes perspectivas, intento, con la ayuda de la terapia y de los golpes que diariamente recibo, hallar los vacíos y el camino que estoy destinado a crear, un destino hecho por mí, fruto de mis actos, reforzar mi espíritu, mi corazón y no caer en las garras de ellos. Hallar libertad, es lo único que quiero, no busco nada más, ni siquiera quiero tener grandes fortunas ni estupideces que se suele soñar a estas edades. Libertad, es lo único que quiero, sin que las calles me enmudezcan, sin que el poder me diga qué debo hacer y a quién he de pagar para seguir asilenciado, lo siento, yo no soy así.

    Siguen las calles, duras, donde alguien a estas horas reposa su cuerpo de un duro caminar en busca de su camino, quizás truncado por ellos o por él mismo, siguen silenciándonos, por desgracia. Mañana volveré a pisarlas para seguir construyendo mi camino. Doy por finalizado el día de hoy, tengo sueño y pocas ganas de seguir despierto, pues la música calla y solo oigo el viento arrastrando este incómodo silencio. Hoy, solamente hay resguardo seguro en mi cobijo, donde descansaré, una vez más, lejos de todo, donde mi mente os dirá adiós unas cuantas horas, es el placer de evadirse y de cubrirse, una noche más, del ataque de los virus y de las vendas que cubren tus manos, para que no puedas escribir, y del esparadrapo que cubre tus labios, para que no puedas hablar, siendo uno más que anda callado en los caminos enmudecidos de las calles.

    Mañana será otro día.

    IV

    Después de un largo tiempo con la mordaza en mis pensamientos. Te digo hola y me despido de la influencia que ellos han andado ejerciendo sobre mi persona durante todo este tiempo.

    Confieso haber quemado unas cuantas hojas de mis pensamientos, afirmo el mero hecho de que tropecé –sí, cometiendo un error fatal a mis pensamientos—y dejé que ellos influenciaran mi mente, aplicasen la mordaza silenciosa de sus actos hacia ese yo que intenta escapar de la realidad. Yo, encarcelado, encerrado en una mar de indecisiones y de miedos, fructificados por demasiados cambios, por demasiadas decepciones y por el paso de hacerme ¿mayor? Si sigo siendo un crío, un gilipollas que no tiene otra cosa mejor que hacer que sentarse a escribir tonterías para que cuatro o cinco gatos, todos ellos plagados de las mismas cicatrices que hoy en día cuento, os sintáis identificados y salgáis de esta burbuja en la que ellos han intentado sumergirme.

    Tras una de tantas reflexiones que terapia me brinda, he de deciros, que estoy en el inicio de estar mejor que nunca. Es posible que pueda equivocarme. Así como es posible que no. No obstante, vuelvo a escucharte, alma, vuelvo a hablar tu idioma, me lanzaré al vacío. Sé que andas por ahí, dispuesta a rescatarme si el vacío tiene un suelo tan duro que podría yacer en mil y un pedazos; irreconocible a ojos del ser humano, decepcionante por parte de todas aquellas influencias que intentaron diseñar la mejor versión de mí.

    Estoy pues, en un punto de inflexión tan notorio, que hasta a veces me resulta complicado respirar —por la intensidad del momento, quizás -. Agoté demasiados cartuchos en este mundo. Soy muy joven, lo sé, pero ¿si no lo hago ahora, que cojones pasará con todo esto? Con todas las ambiciones que la vida me ha dado y que por ende he de corresponder con la mejor de mis respuestas. Se me acaba el tiempo, los recursos, las ganas, la fuerza; pero, aún así y por mucho que las hienas sigan buscando la carroña que dejé intentando renunciar a mis sueños. Sigo aquí amigos, sigo aquí.

    Mañana será otro día.

    V

    Voy a ser directo, no me apetecía escribir hoy, pero tengo cuatro cosas en mi subconsciente que no quiero callar.

    No estoy oyendo voces, todavía no se me ha ido la cabeza de vacaciones, todavía. Siento que la terapia de hoy será muy corta, pero así evitaré rayar mucho tu coco esta noche. No me apetece nada que empatices con mis sentimientos. No tengo ni una intención de que digas: pobre alma, pobre tonto, pobre mundo, pobres ellos.

    Mañana tal vez siga siendo otro día, otra oportunidad para decirle al mundo lo mucho que se está equivocando conmigo. Soy esa persona que estaba evocada a vivir en un mundo de fracasos y penurias, de conformismos y cientos de excusas que hubiesen respondido a ellos el por qué me hubiese convertido como tal: un títere, un magnate de desilusiones, un marqués de envidias, un juglar de falsas historias sobre fracasos reales.

    Me planto una vez más, mientras hago tiempo para que el sueño entre en mi habitación. Memorizo todos aquellos momentos en los que me he sentido tan cerca de tirar la toalla, de no querer encajar más golpes que ellos –auténticos artistas en noquear almas- propinan a mis ilusiones, a mis ganas, a mi fortaleza, aquello por el cual siempre me distinguí.

    Tresseiscinco, quién lo diría, paso a paso. Soportando, amando, soñando, viviendo, disfrutando, realizando, aprendiendo, trabajando, descansando, escribiendo, dibujando, muriendo…

    Mañana será otro día.

    VI

    Hace muchos años que planteo una serie de preguntas que, hoy en día todavía siguen sin obtener una respuesta.

    Dichas preguntas son de tipo, qué sé yo, existencialismos absurdos, politiqueo gratuito que no llega a ninguna parte, pues el sistema que nos gobierna no permite la participación directa de los ciudadanos.

    Insisto en la máxima que llevo diciendo desde el principio; nuestro mundo lo gobiernan ególatras que solo buscan su propio interés utilizando nuestros bienes, nuestra identidad y nuestra vida en su beneficio. Pero, por una vez en mi torpe vida, voy a ponerme en la piel de ellos:

    "Supongamos que soy un miembro honrado de la sociedad que, un día cualquiera, decide introducirse en el mundo de la política con el fin de formar parte del cambio social de manera noble e íntegra.

    Un día cualquiera, deciden reconocer tu trabajo de forma comisional –dícese de aquellos maletines que en la Valencia del 2005 iban de una concejalía a otra –y dicho reconocimiento podría arreglar dos vidas tuyas.

    ¿Seguirías siendo íntegro? ¿Rechazarías ese reconocimiento? ¿Serías capaz de no traicionar tus principios rechazando ese maletín lleno de pseudofelicidad? ¿De verdad crees que me la puedes colar?"

    Creo firmemente en que no solamente aceptarías un maletín. Aceptarías veinte mil reconocimientos como mínimo; el poder llama al poder y el dinero pide más dinero. El color verde asqueado de los billetes ha ennegrecido al mundo, ha aumentado el poder de ellos y, francamente hemos aceptado esta condición; cabizbajos por el mundo, deambulando la senda que ellos nos están dibujando todos los días.

    Finalizo diciendo que soy totalmente consciente de que aquí, encerrado en las cuatro paredes donde estoy escribiendo una pequeña parte de mí, no voy a solucionar nada, pero ¿si saliese de aquí solucionaría algo? ¿Creéis que es posible, uno contra un sistema? Si lo pensáis es que habéis visto demasiadas películas de superhéroes. Me limito únicamente —y con este pensamiento soy más que feliz —a vivir, actuar, reír, llorar, pensar, soñar, andar… como ellos no desearían que lo hiciese. No soy un robot, no soy un títere de revistas, odio el Gran Hermano que rodea este vertedero terrestre, donde derrochamos diariamente sueños, metas, ilusiones, pasiones, relaciones, amores, vidas…

    Mañana será otro día.

    VII

    ¡Hay veces en las que desearía no haberme impuesto esta terapia! Pero soy un hombre de palabra, así que tendréis vuestra dosis.

    Me gustaría centrarme en una cosa en especial, no obstante, accedo a abrir cincuenta mil proyectos los cuales acaban siendo enterrados por el polvo, dejándolo todo a medias y olvidado por un servidor.

    ¿Dónde quiero llegar con esto? Este diario, esta terapia, me está forzando a ser constante en algo. Mi bilis se ve plasmada diariamente en estas hojas que tú estás leyendo, pero, lo siento mucho. Si pensabas que este capítulo te invitaría a reflexionar, te pido que pases página cuanto antes, ya que no tengo ni una gana de escribirte algo productivo.

    Hoy, francamente hoy, no me apetece escribir, no me apetece nada, apenas. Solo pasar página, deciros firmemente que mañana será otro día y descansar; dormir para soñar, qué sé yo, que todo es de otra forma.

    Mañana será otro día.

    VIII

    ¡Hoy va a ser un gran día!

    Y sí, agarraos en algún sitio que voy a desvelaros en qué momento del día me encuentro, son las 11:30 am —hasta la hora os diré —y me acabo de levantar. Hacía meses que no dormía tanto; ni siquiera soy capaz de recordar el día exacto en el que descansé durante más de ocho horas seguidas. Me siento espléndido, capaz de derribar un muro de un puñetazo, de ganarle a los miedos, a los problemas, a ellos, a la vida. Hoy, me apetece contarte algo

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