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Tormenta, no te vayas
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Tormenta, no te vayas
Libro electrónico104 páginas1 hora

Tormenta, no te vayas

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Tormenta, no te vayas nos invita a adentrarnos en los recovecos más íntimos de la psique. A través del relato del protagonista, experimentamos una travesía de autodescubrimiento y confrontación con las luces y sombras que habitan en nuestro interior.

Con una narrativa introspectiva y cuidadosamente construida, el autor nos transporta a través de momentos de pérdida, tristeza y soledad, permitiéndonos acompañar al personaje en su camino hacia la comprensión y la superación.

Se trata de un viaje emocional envuelto en una prosa cuidadosamente elaborada. El autor nos invita a explorar los matices de la condición humana.

En definitiva, esta novela nos desafía a enfrentar nuestros propios laberintos internos y a abrazar la dualidad que compone nuestra existencia. A través de la historia del protagonista, descubrimos que, incluso en los momentos más oscuros, siempre existe la posibilidad de renacer y encontrar el camino hacia la realización personal.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 sept 2023
ISBN9788411813563
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    Tormenta, no te vayas - Karen Rosas Vargas

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Karen Rosas Vargas

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1181-356-3

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A quien sabe que siempre

    o, al menos, por ahora,

    será mi debilidad.

    Prólogo

    En las páginas que ahora tienes en tus manos, te invitamos a emprender un viaje fascinante a través de los laberintos de la mente humana. Esta novela nace de una premisa sencilla, pero poderosa: la necesidad imperante que todos sentimos en algún momento de nuestras vidas de ser escuchados por alguien capaz de guiarnos hacia un nuevo rumbo. La novela nos muestra, sin ambages, con un estilo muy sencillo, la realidad de un protagonista, que podría ser cualquier de nosotros, sumido en la desolación emocional, anhelando desesperadamente un faro en la oscuridad de su existencia.

    A medida que avanzamos en estas páginas, nos adentramos en la vida del protagonista y descubrimos cómo una obsesión florece desde lo más profundo de su ser. Una mujer desconocida se convierte en su anhelo, en un faro que ilumina su travesía solitaria. Sin embargo, esa conexión se desvanece abruptamente cuando las circunstancias lo llevan a Barcelona, dejando atrás lo que pudo haber sido.

    Es allí donde la verdadera transformación comienza a forjarse. Acompañados por el sabio y compasivo Miguel, terapeuta de nuestro protagonista, descubrimos su proceso de sanación y su evolución personal.

    A lo largo de la novela seremos testigos de la lucha interna de nuestro protagonista, también de su fortaleza y resiliencia. Cada paso en esta travesía nos acerca más a la comprensión de nuestra propia existencia y al inmenso poder de la terapia como herramienta de transformación personal. Se trata de un canto a la esperanza, un recordatorio de que, incluso en medio de la adversidad, el crecimiento personal y la recuperación mental son posibles.

    LOCATION

    .

    Lunes, 7 de marzo.

    Voy caminando por una de las calles más concurridas de la ciudad, veo el reloj y me doy cuenta de que no han pasado más de diez minutos desde la última vez que lo miré. Estoy despierto desde la madrugada, agotado, pausado; vacío. Quiero que sea de noche para volver a la cama, miro de nuevo la hora y siguen siendo las diez de la mañana. Tengo que ir al banco, al supermercado, a dejar la hoja de vida en una empresa, al psicólogo y, además, a la asamblea del edificio. Vaya día el que me espera.

    Llego al banco, tomo el turno K89 y, mientras miro la pantalla para saber qué número sigue, alguien que está parado en medio de la sala grita: «Los que acaban de pedir turno con letra K les aviso que hasta dentro de una hora les atenderé». El estrés del afán me ha invadido y me he puesto de mal humor, me senté en esas sillas incomodas de plástico a esperar más de una hora, unas cuantas personas tienen turno antes.

    Mientras espero, mi cabeza da mil vueltas, como siempre, una rumiación de pensamientos sin sentido, ¿cuántas personas aquí quieren sentarse a llorar? ¿Cómo puede existir gente tan molesta para otros? A mi lado tengo a un señor, camisa blanca, pantalón negro y un olor no muy agradable para algunos, el olor de la nicotina ya le brota por los poros, no se puede quedar quieto ni callado, me puse a escuchar su conversación y, en medio de sus gritos, ha dicho: «¿Y acaso no conoces a Álvaro? Tiene muchos contactos, seguro que te ayuda, llámalo». Pobre Álvaro, no podrá con su vida y ahora le dicen que solucione la de otros.

    Asistí al psicólogo. «Háblame de ti», fue la primera cosa que dijo el terapeuta cuando me sentó frente a él, me presenté como si fuera primer semestre de universidad o cualquier grupo terapéutico.

    —Hola, mi nombre es Manuel y vengo porque necesito su ayuda.

    ¿Ayuda? Otro pensamiento que no me puedo quitar de la cabeza… ayuda con qué, si tengo todo y estoy bien. Solo necesito un certificado para pasar el filtro de la oferta laboral a la que me estoy presentando, aunque no es un trabajo que realmente quiera hacer, es uno de esos puestos donde no puedes crecer, ni avanzar, ni proponer, sabía que me iban a ignorar más de lo que yo lo hacía, pero tenía que seguir pagando las deudas, facturas y la vida.

    La sesión transcurrió sin ningún problema, me ha preguntado algunas cosas y, al final, obtuve mi certificado. Me fui. Bajé por el ascensor, que de milagro estaba vacío, llegué al primer piso y salí por la puerta principal, miré hacia ambos lados y no supe por dónde ir. Ahí me di cuenta de que sí tenía un problema. Sabía a qué sitio tenía que llegar, pero no tenía ningún propósito para hacerlo.

    Algunos lo llaman vacío, crisis existencial otros y unos cuantos, la vida. Giré a la izquierda y caminé hacia el parqueadero donde estaba mi carro. Me subí, lo encendí y estaba sonando Location, de Khalid, por un momento, volví a conectar con lo que soy, alguien que necesita que ahora mismo le digan qué hacer y a dónde ir. En mi cabeza una y otra vez: «Send me your location».

    Termina el día, estoy en mi sillón verde mirando por el ventanal que está en la sala, veo cómo se mueven las hojas de los árboles, unas caen, otras se quedan ahí, me doy cuenta de todas las luces que están estancadas en ese semáforo con una luz roja que no cambia y no avanzan, como mi vida. Se enciende la pantalla del celular, es una notificación de WhatsApp, alguien ha hablado por el grupo de vecinos para pedir un favor, nunca he participado en ese grupo para no comprometerme con alguien o algo que no quiero, sigo leyendo otras notificaciones y me quedo amarrado de nuevo a las redes sociales.

    Me pongo a pensar en cuántos amigos podría tener, cada uno de ellos tiene una personalidad diferente. Para mi conveniencia, un día quedo con alguno para tomar un café y hablar de lo más profundo de la vida; al siguiente día, quedo con otro para entrenar en la piscina y puedo, al final de la semana, quedar con alguien para ir de copas y fiesta hasta olvidar mis propios vacíos viendo los de los otros. Aunque, luego, la resaca física y moral me acompañará durante todo el día recordándome lo vacío que estoy.

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