Todo sobre los Canarios. Morfología, alimentación, cría, reproducción, hábitat y cura de enfermedades
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Tanto si es usted un gran aficionado a la ornitología como si simplemente está interesado en adquirir un ejemplar para su familia, encontrará en este libro la prueba de que el canario es realmente una de las más perfectas encarnaciones de la belleza; además, posee uno de los cantos más melodiosos que existen en la naturaleza.
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Todo sobre los Canarios. Morfología, alimentación, cría, reproducción, hábitat y cura de enfermedades - Elisabetta Gismondi
Introducción
Desde su aparición en la Tierra, el hombre ha visto siempre a los animales como una fuente segura de alimento. Pero ese alimento tenía el fastidioso inconveniente de no estarse nunca quieto esperando que el cazador disparase su flecha, de escapar continuamente. Además, el hombre descubrió bien pronto que los animales podían facilitarle no sólo carne, plumas y pieles, sino también leche y huevos. Probablemente fue esta constatación la que empujó a los hombres primitivos a domesticar a algunos animales, como por ejemplo los caballos y los ovinos, para poderlos explotar mejor no solamente como fuente de alimento, sino también para algunos servicios.
También el perro se aproximó al hombre ofreciéndole una valiosa ayuda para la caza y, lo que es más importante, compañía. Muy pronto el hombre se dio cuenta de la utilidad y del placer que le daba su compañía, el cual, a cambio de alimento y de una caricia, le era absolutamente fiel. Perros y gatos se convirtieron así en los primeros animales domésticos, seguidos a continuación, en el tiempo, por los pájaros.
Consecuencia fundamental del proceso de domesticación de los animales fue la selección, llevada a cabo por el hombre y encaminada a crear animales con características especiales que pudiesen ser de una determinada utilidad o bien, por lo menos, atractivos desde el punto de vista estético.
Nacieron así las numerosas razas de perros y de gatos, pero también variedades nuevas de pollos, de palomas, de pájaros y de tantos otros animales.
También el canario, descubierto en el lejano siglo XIV en las islas Canarias, corrió la misma suerte, porque el hombre se dio cuenta enseguida de que, a la ventaja de ser un pájaro que presentaba pocas exigencias en materia de alimentación y de espacio, sumaba la de cantar de un modo extraordinario. Además, el plumaje amarillo ejercía una atracción irresistible en las gentes de aquella época, como también a las de hoy.
Luego, con la selección, el hombre tuvo la posibilidad de crear nuevas formas y colores en ese pájaro que se adaptaba con facilidad a la vida en cautividad, hasta el punto de reproducirse sin problemas.
Con el paso de los años, la pasión por los canarios ha experimentado continuos altibajos, pero en cualquier caso, hoy en día está fuera de duda que con uno en casa no hay lugar para el aburrimiento y la soledad, ya que este pequeño cantor posee la capacidad de recrear la naturaleza en el espacio más reducido.
Orígenes e historia
Cuando en el siglo XIV unos navegantes genoveses descubrieron un grupo de trece islas situadas aproximadamente a unos cien kilómetros de la costa occidental del norte de África (el archipiélago de las Canarias), quedaron asombrados por la vegetación exuberante y por la gran variedad de aves de colores vistosos y de canto melodioso que las poblaban. Entre estos volátiles del archipiélago había un pequeño granívoro de color verde, con estrías negro-parduscas y con un bonito canto, que Linneo clasificó en el orden de los paseráceos, dándole el nombre de Fringilla canaria (en las nuevas clasificaciones es el Serinus canarius).
Fue así como, ahora hace siete siglos, los habitantes del Viejo Mundo, los europeos, tuvieron el placer de conocer al antepasado del actual canario doméstico. Aunque sólo en 1402 el canario arribó a las costas de Europa: lo trajo el navegante francés Juan, señor de Bethencourt, el cual, tras ocupar las islas Canarias, llevó el pajarillo como regalo a Enrique II de Castilla, al que fue a solicitar protección y ayuda.
El canario conquistó muy pronto todas las cortes europeas. Se originó un verdadero comercio de estos encantadores animales por parte de los españoles, que mientras tanto se habían adueñado de las islas Canarias (1493). Una vez se hubieron dado cuenta de que la reproducción en jaula se efectuaba sin grandes dificultades, prohibieron la exportación de las hembras a fin de poder detentar el monopolio de aquel rentable negocio.
Pero hacia finales del siglo XVI ocurrió que una nave procedente de las Canarias naufragó con su preciada carga en las proximidades de la isla de Elba, y los canarios, puestos en libertad, se ambientaron a las mil maravillas y se cruzaron con los pájaros de la isla. Con la captura de los nuevos ejemplares, comenzó la difusión y la pasión por la cría del canario.
Fiorino penachado azul
PRIMERA MUTACIÓN DEL COLOR
El canario amarillo nació hacia 1670, cuando en un criadero nacieron ejemplares de color amarillo en vez de verdoso. Gracias a la habilidad de los criadores, de aquel día en adelante ya no se criaron canarios de colores de tipo silvestre, sino cantores amarillos con el plumaje dorado, que se ganaron el apelativo de pájaros azucarados.
EL PRECEPTOR DE LOS PÁJAROS
La pasión por el canto de los canarios aumentó hasta dar origen a una nueva profesión: el preceptor de pájaros. Esta persona iba por las casas de los ricos, nobles, burgueses, reyes y príncipes adiestrando a los alumnos con flautas y caramillos. Los visitaba varias veces por semana, e interrumpía las clases sólo durante los periodos de cría y de muda.
No tardaron los criadores y comerciantes italianos en atravesar los Alpes y en ofrecer sus excelentes «productos», primero en el Tirol y luego en Suiza, Bélgica, Francia y Holanda, llegando incluso hasta Suecia, Rusia, Turquía y Egipto. Hasta los primeros decenios del siglo XIX los mayores criadores se encontraban en el sur de Alemania y en el alto Tirol. A este propósito, hay que recordar que uno de los primeros centros importantes de cría de canarios fue la aldea minera tirolesa de Imbst, de donde campesinos y mineros salían hacia Italia para efectuar la compra de los ejemplares que revendían después en el resto de Europa. Estos vendedores ambulantes salían de Imbst en agosto y estaban de vuelta para la época de Cuaresma. Por cuanto nos es dado a leer en los textos antiguos, iban cargados de cuévanos llenos de canarios por un valor aproximado de 350 florines, y en el bolsillo llevaban más dinero para poder hacer nuevas compras en las ciudades visitadas.
En el siglo XVII, en Nuremberg, eran criados anualmente, principalmente por parte de artesanos, más de ocho millones de canarios; y el comercio de estos pájaros creció hasta tal punto, que las autoridades se vieron obligadas a dictar severas leyes para contrarrestar la actuación de comerciantes deshonestos que vendían como genuinos de Nuremberg canarios comprados en otras localidades.
De este modo, la pasión por la cría del canario se difundió por toda Europa. El interés se centraba sobre todo en el bonito canto de este pequeño pájaro: los ornitólogos notaron su belleza y plasticidad; el canario fue instruido con flautas y caramillos y le fueron puestos como maestros de privilegio los ruiseñores.
En las montañas del Harz, o montes Hercinios, un zapatero de aquellos tiempos hizo una importante observación: su canario intentaba imitar las cancioncillas que él acostumbraba a silbar durante la jornada de trabajo. Con la constancia propia del montañés, consiguió adiestrar admirablemente a su animal, el cual fue el ascendiente primero de aquel magnífico cantor que aún hoy ocupa los más altos puestos en el mundo como canario de canto criado en cautividad y que es conocido con el nombre de harzer roller.
El mérito de seleccionar y difundir el roller corresponde, sin embargo, a los mineros, sobre todo austríacos, los cuales, tan pronto como salían de las oscuras galerías de las minas, tenían en la cría de los canarios, que llevaban a cabo en sus casas inmersas en los verdes bosques, una buena distracción para su duro trabajo. Además, tal como se hace todavía hoy en las minas inglesas y de la antigua Unión Soviética, los canarios, preferentemente los ejemplares más viejos, eran llevados a las minas para advertir a los trabajadores de la posible presencia de gas.
Aproximadamente un siglo después de la llegada a Europa del canario hicieron su aparición en los criaderos los primeros ejemplares con el plumaje de color amarillo, mutación que, gracias a su dominio sobre el color silvestre, tuvo la posibilidad de desarrollarse ulteriormente, dando lugar a su vez a otros distintos colores del plumaje. Pero las mutaciones no se limitaron únicamente al factor color, sino que posteriormente afectaron también a la talla del animal, a la forma del cuerpo y a la postura que este adoptaba. Nacieron así las numerosísimas razas de canario hoy existentes, que son criadas con gran profesionalidad por criadores ya presentes en todo el mundo, lo que confirma el gran éxito que ha obtenido y sigue obteniendo este pequeño fringílido.
Actualmente, en las Canarias, en la isla de Madeira y en las Azores, se pueden encontrar aún los canarios silvestres. Allí viven en pequeños grupos que se dividen en parejas durante el periodo de reproducción. Ya en febrero, el macho reclama a la hembra desde lo alto de un árbol de su territorio cantando con todas sus fuerzas, como hará también cuando ella atienda la incubación, para hacerle compañía. Cada puesta, de tres a cinco huevos, se da gracias al clima benigno hasta tres o cuatro veces al año, y los pequeños son alimentados con pequeños insectos.