El 10 de mayo de 1941 la Luftwaffe, la fuerza aérea nazi, se cernía sobre Londres durante la última incursión del Blitz. Miles de bombas devastaron la capital británica. El edificio del Royal College of Surgeons fue uno de los afectados, después de recibir tres impactos y sufrir el posterior incendio. Las llamas se extendieron a través de los pasillos, laboratorios y salas, hasta alcanzar el Hunterian Museum, herencia del cirujano John Hunter, el cual atesoraba miles de piezas de anatomía e historia natural. Esa noche, más de dos tercios de dicha colección fueron reducidos a una masa carbonizada, incluyendo una emblemática pieza de la paleontología: el primer fósil completo de un ictiosaurio.
Tiempo atrás, en 1812, las naciones europeas se hallaban inmersas en otro conflicto, las Guerras Napoleónicas. Aunque, lejos de los campos de batalla y de los despachos donde se decidía el destino del continente, una extraña criatura estaba a punto de emerger para cautivar la imaginación de la sociedad inglesa. Sucedió cuando una joven de trece años logró excavar un extraño fósil en Lyme Regis, localidad costera de Dorset. El año anterior, su hermano Joseph había hallado los restos en un acantilado. Por eso, Mary Anning regresó al lugar para hacerse con la pieza completa, la cual acabaría incluyendo un enorme cráneo, de morro alargado, múltiples dientes y grandes ojos, junto con la parte delantera del cuerpo del animal. Anning vendió el fósil por unas 23 libras, ingresos que usó para mantener a su familia. ¿En qué lugar, entre el resto de los seres vivos, encajaba semejante animal? Esta es la pregunta a la que se enfrentó Everard Home, anatomista del Royal College of Surgeons y cuñado de Hunter, mientras analizaba en detalle la pieza encontrada por los Anning., donde anotó que tal vez fuera algún tipo de cocodrilo. Aunque la semejanza con los peces le hizo titubear. El posterior examen de otros fósiles únicamente sirvió para agrandar la incógnita. Finalmente, en 1819, Home llegó a una conclusión. En aquellos momentos la teoría de la evolución aún no había sido alumbrada. Por contra, seguía vigente la o cadena de los seres, idea según la cual existía una jerarquía que ordenaba todas las formas de vida. De acuerdo con esta visión, aquella criatura podría representar un vínculo entre reptiles y anfibios, motivo por el que la bautizó como; dada la supuesta similitud de sus vértebras con un grupo de salamandras conocidas como proteidos. Sin embargo, en 1818, el naturalista alemán Charles Konig había propuesto otro nombre, o pez-lagarto, el cual acabaría siendo aceptado por la comunidad académica. Las indagaciones de Home fueron posibles gracias a la recopilación de una serie de fósiles, entre los cuales se hallaba el primer ejemplar completo de un ictiosaurio. A pesar de que dicha pieza fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, la publicación de 1819 incluyó un dibujo que nos ha permitido conocer su aspecto. También sabemos que fue descubierto en Lyme Regis y, además, estaba relacionado con dos personajes vinculados a la historia de la pionera paleontóloga Mary Anning: pertenecía a la colección del coronel Thomas James Birch y había llegado a manos de Home gracias a la intermediación del geólogo Henry de la Beche. Todos estos indicios hacen sospechar que Anning fue la descubridora del icónico fósil el cual, de un primer vistazo, recuerda a un pez o un delfín con cuatro aletas.